Hoy tiene que ser especial, un día maravilloso.
Me he despertado así de contento.
También debe influir que anoche tuve una buena sesión de sexo sudoroso, me costó una pasta la puta; pero ¡qué cojones!, las pagas extras están para darse un capricho.
A mí no me quiere ni dios, así que tampoco puedo escoger y debo pagar. A pesar de todo, hoy soy moderadamente feliz. No siento esa tristeza al despertar.
Además, no todos tenemos la suerte de ser unos mega-guapos-enrollados-de-piernas-depiladas. Por lo tanto, tampoco mi físico cumple con los cánones sociales. No tengo chepa, pero soy muy pesado y no me sale de la polla adelgazarme ni depilarme el vello de las piernas.
Si me quedo sin trabajo, no tengo a nadie que me ayude y por lo tanto el sexo pasa a un segundo plano en mis necesidades y preferencias.
Bueno, tampoco me queda mucho tiempo para el bon vivant, trabajo muchas horas al día porque cobro una miseria.
A pesar de que parece que toda la mierda me ha caído a mí, hoy me siento alegre. De vez en cuando se cumple aquella teoría que dice que el sueño es reparador.
Cuando estoy cuasi ledo, llevado por la euforia meo en círculos dentro del inodoro y aunque me moje los pies con la orina, no me cago en Dios como suelo hacer cada mañana.
He de reconocer que lo mío es un poco más grave de lo que pienso, porque no es sólo tristeza lo que me empapa. Hay cierta ira latente que inflama la vena de mi frente mientras muerdo el filtro del cigarro con la polla en la mano. Sin mear en círculos, claro. Insisto, sólo meo en círculos cuando soy uno con el universo, que tome nota el cabrón del notario que para eso cobra una pasta.
Llegó el momento de la verdad: cierro los ojos y levanto la persiana.
Tengo que sorprenderme con un nuevo día, lo necesito. Que esté solito no presupone que sea una persona hosca que merezca un eterno castigo por ninguna razón.
Si he de ser sincero, me molesta un poco haberme salpicado el pie de meados.
Si no fuera por este optimismo que me embarga esta mañana de sábado pensaría que haberme mojado es un mal presagio. O lo que es peor: más de lo mismo.
¡Ajá! Ahí está. Algo ha cambiado, el asfalto de la calle ya no es la misma cinta negra de cada mañana, hay una rata aplastada con sus pequeños intestinos al aire y los cuartos traseros aplastados por una rueda. Estoy seguro de que si abriera la ventana, me llegaría el aroma de la sangre corrupta. Ese olor ácido de la carne podrida. Esa sensación de asco que me obligaría a bajar la persiana y sentarme en el sillón a llorar un rato.
Hoy soy positivo, no importa lo que el nuevo día me depare. Lo importante es que algo cambie y que no vuelva la tristeza.
Y ahora, con la imagen de la rata aplastada aún en las retinas, me voy a hacer un buen café.
No tengo mal gusto, no soy una especie de tarado que disfruta con mierda y podredumbre; ocurre que en el asfalto no crece la hierba, no hay flores. En las calles no hay árboles en los que canta un ruiseñor oculto. Aquí hay otro tipo de detalles que apreciar. Juro que he dirigido la mirada hacia la ventana de mi vecina, pero estaba bajada. Alguna vez la he visto en sujetador y me he masturbado alcanzando así un aceptable grado de placidez.
Cualquier cosa es buena, cualquiera que te libre de esta cancerígena desazón.
No encontrar a nadie que te quiera ni a quien querer, es algo que pesa.
De ahí mis poderosos trapecios neandertales.
¡Oooooo-oooooo-oooooo... Its a biutiful dai! Es U2, cantan que es un bello día y siento un escalofrío de emoción.
Si uno se lo propone, puede ser un gran día. Incluso pudiera ser que alguien se enamore hoy de mí. Incluso la puta, me ahorraría una pasta.
Si no fuera por el humor... Mejor muerto.
No tengo azúcar... No quiero café amargo.
Me cago en Dios.
Estoy cansado de tragos amargos.
Da igual, ya me tomaré el café luego.
¡Qué mierda!
Tampoco pido demasiado, me conformaba simplemente con la rata aplastada, un cigarro y un café.
Está resultando un día diferente; pero no me gusta.
Vale, que no cunda el pánico. Siempre he sido precavido y conservo un frasco de emergencia. Seré un frustrado, pero no soy idiota. Cuando pasas tanto tiempo solo y sobreviviendo en un lugar que no te gusta, tienes que pensar en todo.
Así que hoy no me quedo sin café.
Hace tiempo que se me cayó un azucarero. Cuando algo se me cae de las manos, me siento triste, porque a la acumulación de tristeza y frustración, se añade cierta sensación de incapacidad. Y siento deseos de pensar que soy un tarado.
¡Alto! Hoy es un día positivo. Las ratas mueren, el café ya no es amargo, mis pies huelen a orina y ayer follé. Si es que me quejo por vicio.
¡Its a biutiful day! U2 son buenos tipos; alguien que canta así, que me emociona y me hace sentir esperanzado, no puede ser mala gente.
Me gustaría ser importante para alguien. Emocionar.
Bajo el fregadero tengo los restos del azucarero de cristal roto. Lleva tanto tiempo ahí, que tengo que pulverizar el azúcar en el mortero. Vale la pena el esfuerzo por algo de dulzor.
Porque en un día tan especial como hoy, no voy a sorber otro trago amargo.
Entre el azúcar hay pequeños vidrios que es casi imposible sacar. Y por otro lado se me enfriaría el café y tendría que demorar más mi pequeño placer. Tengo miedo de morir sin tomar mi café, la vida es corta.
Ahora es Tanita Tikaram quien canta el Twist de la sobriedad. No es tristeza lo que siento, es una melancolía que me lleva a la calmada conclusión de que a pesar de que mi vida es una porquería, me siento feliz. Me arrepiento de tan pocas cosas, que podría resultar vanidoso.
Siento un sabor a óxido en la boca. El azúcar ha endulzado bien el café, pero tenía demasiada solera por lo visto.
No importa cuando he fumado, cuando piso la calle la primera vez del día, siempre me enciendo un cigarro. Yo creo que me hace un poco más interesante, menos mediocre. Me torna visible. Dicen que es un vicio asqueroso.
Lo que es asquerosa es la vida, coño. La mía.
Anda... El filtro se ha manchado de sangre. Suelen sangrarme las encías de pura frustración, es normal dice el dentista cuando mira mis ojos.
Llevo ya casi una hora paseando, y sigo sintiéndome bien. Sabía yo que hoy sería un día relajado y tranquilo.
Me he comprado una pluma nueva para mi colección, no es cara, pero es de calidad. He comprado tinta color turquesa para escribir sobre este día tan especial.
Los pantalones están húmedos...
Joder, es sangre.
Me vuelvo a casa y de pasada compraré unas compresas con alas. Aunque me parece estúpido, a mi edad ya soy menopáusico.
¡Ah el humor! Si no hubiera sido por este chiste fácil, sentiría un miedo horrible a lo que imagino que me está ocurriendo.
No es cuestión de ser pesimista, simplemente no soy tan idiota como para ignorar que el vidrio que me he bebido, me está haciendo jirones los intestinos. Vale, a lo mejor no es para tanto y simplemente es una pequeña herida; pero al igual que el algodón no engaña (estúpida publicidad), el peso de la sangre en el pantalón tampoco.
El dolor que siento en el vientre no es moco de pavo, es como si reventara de ganas de cagar.
Así que ahora estoy sentado en la taza del inodoro, mirando mi pluma nueva y pensando que escribir en mi diario.
Parece que ya no sale tanta sangre.
Si es que me meto en cada follón...
Es casi de noche, y el día ha sido diferente. Ahora mismo tengo un miedo del carajo. Sé que voy a morir, se ha infectado algo, podría jurar que noto mi sangre contaminada de porquería. ¿Le llaman peritonitis a esto los médicos? Cuando vuelva a nacer tendré que ser un poco más estudioso. La duda siempre es mortificante.
Como la fiebre que me hace sudar y me provoca escalofríos.
Es en estos momentos en los que se te viene encima el peso de la soledad y de una vida mal construida. Sería bonito tener a alguien que se preocupara de llamar al médico, de que pusiera la mano en mi frente y dijera:”Cariño, estás ardiendo”.
Yo voy a escribir algo porque esto no tendrá un final feliz. Normalmente, acabo el día con un café, pero ya he tenido bastante azúcar por hoy, sinceramente.
Por hoy y para toda la puta vida.
Me cago en Dios.
Querida puta, has sido una parte muy importante de mi vida. Hoy, a pesar de todo este dolor, tu sonrisa ha acompañado mi agonía.
No te sientas mal (no soy tonto, sé que jamás leerás esto), eres una mujer preciosa y por la que vale la pena vivir y luchar.
Aunque me das unos sablazos...
Te quiero, aunque no lo crea nadie. Aunque no lo crea yo.
Moler vidrio no ha sido un accidente, la verdad.
Tal vez sea mejor así, nunca me he imaginado como un anciano. Y si hubiera llegado a viejo, seguramente sería muy desagradable.
La pobre rata...
¿Servirán azúcar con el café en el infierno? Nunca he estado en el infierno. Es una broma de mal gusto que para salir de aquí y conocer otros lugares y otros tiempos deba morir.
Cerraré los ojos, levantaré la persiana y me encontraré... Con una rata asada.
Coño, he vomitado sangre; pero no por asco ¿eh? Seguramente se debe a la hemorragia, no soy un hombre delicado. Estoy curtido.
Que no falte el azúcar, es lo único que pido.
Es curiosidad; pero si estoy tan sólo ¿Cuándo se descubrirá mi cadáver?
Esto duele; yo cierro los ojos que estoy reventado de emociones por hoy.
Me he despertado así de contento.
También debe influir que anoche tuve una buena sesión de sexo sudoroso, me costó una pasta la puta; pero ¡qué cojones!, las pagas extras están para darse un capricho.
A mí no me quiere ni dios, así que tampoco puedo escoger y debo pagar. A pesar de todo, hoy soy moderadamente feliz. No siento esa tristeza al despertar.
Además, no todos tenemos la suerte de ser unos mega-guapos-enrollados-de-piernas-depiladas. Por lo tanto, tampoco mi físico cumple con los cánones sociales. No tengo chepa, pero soy muy pesado y no me sale de la polla adelgazarme ni depilarme el vello de las piernas.
Si me quedo sin trabajo, no tengo a nadie que me ayude y por lo tanto el sexo pasa a un segundo plano en mis necesidades y preferencias.
Bueno, tampoco me queda mucho tiempo para el bon vivant, trabajo muchas horas al día porque cobro una miseria.
A pesar de que parece que toda la mierda me ha caído a mí, hoy me siento alegre. De vez en cuando se cumple aquella teoría que dice que el sueño es reparador.
Cuando estoy cuasi ledo, llevado por la euforia meo en círculos dentro del inodoro y aunque me moje los pies con la orina, no me cago en Dios como suelo hacer cada mañana.
He de reconocer que lo mío es un poco más grave de lo que pienso, porque no es sólo tristeza lo que me empapa. Hay cierta ira latente que inflama la vena de mi frente mientras muerdo el filtro del cigarro con la polla en la mano. Sin mear en círculos, claro. Insisto, sólo meo en círculos cuando soy uno con el universo, que tome nota el cabrón del notario que para eso cobra una pasta.
Llegó el momento de la verdad: cierro los ojos y levanto la persiana.
Tengo que sorprenderme con un nuevo día, lo necesito. Que esté solito no presupone que sea una persona hosca que merezca un eterno castigo por ninguna razón.
Si he de ser sincero, me molesta un poco haberme salpicado el pie de meados.
Si no fuera por este optimismo que me embarga esta mañana de sábado pensaría que haberme mojado es un mal presagio. O lo que es peor: más de lo mismo.
¡Ajá! Ahí está. Algo ha cambiado, el asfalto de la calle ya no es la misma cinta negra de cada mañana, hay una rata aplastada con sus pequeños intestinos al aire y los cuartos traseros aplastados por una rueda. Estoy seguro de que si abriera la ventana, me llegaría el aroma de la sangre corrupta. Ese olor ácido de la carne podrida. Esa sensación de asco que me obligaría a bajar la persiana y sentarme en el sillón a llorar un rato.
Hoy soy positivo, no importa lo que el nuevo día me depare. Lo importante es que algo cambie y que no vuelva la tristeza.
Y ahora, con la imagen de la rata aplastada aún en las retinas, me voy a hacer un buen café.
No tengo mal gusto, no soy una especie de tarado que disfruta con mierda y podredumbre; ocurre que en el asfalto no crece la hierba, no hay flores. En las calles no hay árboles en los que canta un ruiseñor oculto. Aquí hay otro tipo de detalles que apreciar. Juro que he dirigido la mirada hacia la ventana de mi vecina, pero estaba bajada. Alguna vez la he visto en sujetador y me he masturbado alcanzando así un aceptable grado de placidez.
Cualquier cosa es buena, cualquiera que te libre de esta cancerígena desazón.
No encontrar a nadie que te quiera ni a quien querer, es algo que pesa.
De ahí mis poderosos trapecios neandertales.
¡Oooooo-oooooo-oooooo... Its a biutiful dai! Es U2, cantan que es un bello día y siento un escalofrío de emoción.
Si uno se lo propone, puede ser un gran día. Incluso pudiera ser que alguien se enamore hoy de mí. Incluso la puta, me ahorraría una pasta.
Si no fuera por el humor... Mejor muerto.
No tengo azúcar... No quiero café amargo.
Me cago en Dios.
Estoy cansado de tragos amargos.
Da igual, ya me tomaré el café luego.
¡Qué mierda!
Tampoco pido demasiado, me conformaba simplemente con la rata aplastada, un cigarro y un café.
Está resultando un día diferente; pero no me gusta.
Vale, que no cunda el pánico. Siempre he sido precavido y conservo un frasco de emergencia. Seré un frustrado, pero no soy idiota. Cuando pasas tanto tiempo solo y sobreviviendo en un lugar que no te gusta, tienes que pensar en todo.
Así que hoy no me quedo sin café.
Hace tiempo que se me cayó un azucarero. Cuando algo se me cae de las manos, me siento triste, porque a la acumulación de tristeza y frustración, se añade cierta sensación de incapacidad. Y siento deseos de pensar que soy un tarado.
¡Alto! Hoy es un día positivo. Las ratas mueren, el café ya no es amargo, mis pies huelen a orina y ayer follé. Si es que me quejo por vicio.
¡Its a biutiful day! U2 son buenos tipos; alguien que canta así, que me emociona y me hace sentir esperanzado, no puede ser mala gente.
Me gustaría ser importante para alguien. Emocionar.
Bajo el fregadero tengo los restos del azucarero de cristal roto. Lleva tanto tiempo ahí, que tengo que pulverizar el azúcar en el mortero. Vale la pena el esfuerzo por algo de dulzor.
Porque en un día tan especial como hoy, no voy a sorber otro trago amargo.
Entre el azúcar hay pequeños vidrios que es casi imposible sacar. Y por otro lado se me enfriaría el café y tendría que demorar más mi pequeño placer. Tengo miedo de morir sin tomar mi café, la vida es corta.
Ahora es Tanita Tikaram quien canta el Twist de la sobriedad. No es tristeza lo que siento, es una melancolía que me lleva a la calmada conclusión de que a pesar de que mi vida es una porquería, me siento feliz. Me arrepiento de tan pocas cosas, que podría resultar vanidoso.
Siento un sabor a óxido en la boca. El azúcar ha endulzado bien el café, pero tenía demasiada solera por lo visto.
No importa cuando he fumado, cuando piso la calle la primera vez del día, siempre me enciendo un cigarro. Yo creo que me hace un poco más interesante, menos mediocre. Me torna visible. Dicen que es un vicio asqueroso.
Lo que es asquerosa es la vida, coño. La mía.
Anda... El filtro se ha manchado de sangre. Suelen sangrarme las encías de pura frustración, es normal dice el dentista cuando mira mis ojos.
Llevo ya casi una hora paseando, y sigo sintiéndome bien. Sabía yo que hoy sería un día relajado y tranquilo.
Me he comprado una pluma nueva para mi colección, no es cara, pero es de calidad. He comprado tinta color turquesa para escribir sobre este día tan especial.
Los pantalones están húmedos...
Joder, es sangre.
Me vuelvo a casa y de pasada compraré unas compresas con alas. Aunque me parece estúpido, a mi edad ya soy menopáusico.
¡Ah el humor! Si no hubiera sido por este chiste fácil, sentiría un miedo horrible a lo que imagino que me está ocurriendo.
No es cuestión de ser pesimista, simplemente no soy tan idiota como para ignorar que el vidrio que me he bebido, me está haciendo jirones los intestinos. Vale, a lo mejor no es para tanto y simplemente es una pequeña herida; pero al igual que el algodón no engaña (estúpida publicidad), el peso de la sangre en el pantalón tampoco.
El dolor que siento en el vientre no es moco de pavo, es como si reventara de ganas de cagar.
Así que ahora estoy sentado en la taza del inodoro, mirando mi pluma nueva y pensando que escribir en mi diario.
Parece que ya no sale tanta sangre.
Si es que me meto en cada follón...
Es casi de noche, y el día ha sido diferente. Ahora mismo tengo un miedo del carajo. Sé que voy a morir, se ha infectado algo, podría jurar que noto mi sangre contaminada de porquería. ¿Le llaman peritonitis a esto los médicos? Cuando vuelva a nacer tendré que ser un poco más estudioso. La duda siempre es mortificante.
Como la fiebre que me hace sudar y me provoca escalofríos.
Es en estos momentos en los que se te viene encima el peso de la soledad y de una vida mal construida. Sería bonito tener a alguien que se preocupara de llamar al médico, de que pusiera la mano en mi frente y dijera:”Cariño, estás ardiendo”.
Yo voy a escribir algo porque esto no tendrá un final feliz. Normalmente, acabo el día con un café, pero ya he tenido bastante azúcar por hoy, sinceramente.
Por hoy y para toda la puta vida.
Me cago en Dios.
Querida puta, has sido una parte muy importante de mi vida. Hoy, a pesar de todo este dolor, tu sonrisa ha acompañado mi agonía.
No te sientas mal (no soy tonto, sé que jamás leerás esto), eres una mujer preciosa y por la que vale la pena vivir y luchar.
Aunque me das unos sablazos...
Te quiero, aunque no lo crea nadie. Aunque no lo crea yo.
Moler vidrio no ha sido un accidente, la verdad.
Tal vez sea mejor así, nunca me he imaginado como un anciano. Y si hubiera llegado a viejo, seguramente sería muy desagradable.
La pobre rata...
¿Servirán azúcar con el café en el infierno? Nunca he estado en el infierno. Es una broma de mal gusto que para salir de aquí y conocer otros lugares y otros tiempos deba morir.
Cerraré los ojos, levantaré la persiana y me encontraré... Con una rata asada.
Coño, he vomitado sangre; pero no por asco ¿eh? Seguramente se debe a la hemorragia, no soy un hombre delicado. Estoy curtido.
Que no falte el azúcar, es lo único que pido.
Es curiosidad; pero si estoy tan sólo ¿Cuándo se descubrirá mi cadáver?
Esto duele; yo cierro los ojos que estoy reventado de emociones por hoy.
Iconoclasta
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