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10 de noviembre de 2008

Caída libre

Es una caída libre. Soñar contigo es precipitarse en la cama de siempre en mitad de la noche, tras una vertiginosa carrera vertical.
Así es amarte.
Ocurre tantas veces, que mi corazón se acelera aleatoriamente durante el día y pierde un latido llevado por el vértigo de mi deseo, de mi amor.
Amarte no es aquello tan emocionante que crea sensaciones amables y mariposas en el estómago.
Joder...
Amarte es renegar de lo que he querido y conocido hasta ahora. Eres brutal, un ser de otro mundo que rasga con su rostro deseado la realidad celosamente amurallada a mi alrededor. Argamasa de frustraciones y tristeza. De forzados cariños. Artificios para sobrevivir en un mundo que no era el mío.
Hay un ángel que aviva las llamas del infierno con su belleza, sin ser consciente. Las almas allí claman con más desesperación: quieren dejar de arder e ir con él.
Contigo.
Lo que creí amar es ahora una cotidianidad que me infecta, que me pudre la sangre y la hace barro.
Ahora en mi cerebro hay una certeza desquiciante, cuasi sangrante, de que no nací en el lugar adecuado. No nací en el momento adecuado.
No estabas, mi vida...
Qué triste amarte, qué triste retorcerse en tiempos perdidos, en angustias y falsos amores. Falsas felicidades, mentirosas palabras.
La verdad está en ti, dentro de ti, en tus labios. La he bebido y he enloquecido.
Eres hermosa hasta el paroxismo, te amo con la angustia del viejo que sabe de su piel curtida.
Cuarteada.
Es tarde...
Tu hermosa presencia ha sido una onda expansiva devastadora; grita una mujer y grita un niño, zarandeados y arrastrados por ella. Alzan sus manos sin comprender porque se van. Porque sufren. No los reconozco. Aunque me arañan la piel llorando mi nombre.
Son tus ojos los que lideran el universo. Dadora de vida y esperanza. Destructora de serenidad y paz. Son tus palabras las que me hacen hombre y amante. Tantos errores, tantos engaños para poder llegar a ti... Y no he llegado, has sido una aparición, una revelación. Un deseo que me ha sido concedido.
No estoy reventado, cielo. Es que siento el peso de años perdidos y lo riñones están dolidos.
Besarte.
Hundirme en tu boca es esa caída libre que precipita toda mi existencia pasada por un desagüe atronador.
Amarte es ser cruel, es ser impío. Y así no duele tirarlo todo, no cuesta esfuerzo erradicar recuerdos y afectos como si de tumores insanos se trataran.
No me cuesta nada rendirme a tus pechos y herirlos con mis dientes hambrientos de ti. Clavarte a mí mismo sin ningún cuidado, sin rubor ni pudor.
En medio del fragor de una vida mal hecha, mal dedicada que se pierde en aguas negras.
Una vida sin ti ya no es vida.
Negativo. Ya no, sin ti no quiero.
¿No lo comprendes? No...
Es tu rostro la paz del deseo alcanzado y no hay nada que la pueda enturbiar. No quiero, me comeré mis miserias y masticaré los vidrios rotos. Sonreiré feliz con un poco de sangre entre los dientes.
Sin guardarte rencor por todos estos años que no he sabido de tu existencia.
Jamás juré amor eterno porque no estabas, no eras. No podía imaginar que algo como tú existiera. Soy un fracasado ¿cómo iba a imaginar algo como tú?
Que putada, mi vida.
Otra sonrisa tuya, otro beso mientras todo desaparece a mi alrededor.
Sin importarme. Tan sólo abrazado a ti.
No me dejes, no permitas que caiga de nuevo en el colchón, sujétame fuerte, mi amor. No quiero ir con ellos.
Te quiero a ti, siempre te he querido.
Por eso lloramos algunos al nacer; porque no estabas.
Por eso grito y me asusto en mitad de la noche, cayendo... No es el miedo a morir, es el horror de desprenderme de ti.
Es la caída libre de nuevo a la mediocridad.
Rotos los dientes de tanto quererte.


Iconoclasta

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