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24 de junio de 2008

Castración química, otra estupidez...

¿Castración química para pederastas y violadores? Ni hablar.
Todo este asunto de los pederastas y violadores, se resuelve con la castración de los testículos y la amputación del pene. Que tengan que mear sentados. Que se sientan ñoños y llorones ante la falta de testosterona.
Y es más, se les podría dejar en libertad sin que cumplan un solo día de prisión, salvo los días de hospitalización por el tratamiento para la amputación o corrupción de sus genitales. Tenerlos en la trena es un gasto estúpido. Que se masturben continuamente a costa de nuestros impuestos, no es algo que me acabe de gustar.
Porque no hacen otra cosa.
Imaginad el sufrimiento de un animal de éstos que ha perdido su polla, el centro de su existencia. Incluso cabe la posibilidad de que se suiciden, estos animales reaccionan muy mal cuando no pueden ejercer su enfermiza afición.
Vale, incluso para que los progres de turno de Amnistía Internacional no lloren ante lo que para ellos podría considerarse una tortura, se podría plantear que al tarado violador, se le anestesiara localmente.
¿Sufrirían el síndrome del miembro fantasma estos tarados?
¿A que soy ingenioso?
Incluso podrían sacar provecho de su nueva voz si alguien no los mata antes.
¿Un chute para inhibir la libido sexual y ya está? Y una mierda, a estos hijos de primos no los calma una aspirina avanzada.
Y hay que ser un poco inteligente, no sólo hay que pensar en la eficacia de los inhibidores de los deseos sexuales. Si no se les castra físicamente, cabe la posibilidad de que tengan hijos, que sus genes se perpetúen. Y ya que estamos privados de cualquier tipo de selección natural y teniendo bien claro que estos deficientes salidos que son los violadores y pederastas no van a dejar nunca de lado sus instintos, la amputación es algo que ya tendría que estar funcionando.
A lo mejor no habría que gastar mucho dinero en cirugía siquiera: un viejo aparato de rayos x achatarrado de alguna clínica veterinaria, y a irradiarles dosis masivas en sus genitales. Más barato, imposible.
Y nada de psiquiatras, que a los pobres gatos no les dan ni una sola sesión para paliar su dolor.
Que ni un solo gen puedan transmitir por ningún tipo de medio, que su estirpe muera con ellos. Y si alguno tuviera hijos, se debería hacer un estudio genético y calcular las probabilidades de que puedan ser en un futuro, como su padre. Si no han cometido ninguna violación, bastaría con esterilizarlos, una vasectomía definitiva, por ejemplo. Algo no demasiado invasivo y que les conserve la funcionalidad del pene.
También habría que evaluar a los padres y familiares, tenerlos censados. Se les podría meter bajo la piel, un chip identificativo, como el de los perros.
Algo que facilite a la policía su localización.
Está visto que si no les das el trabajo hecho y las ideas mascadas, jueces y políticos son incapaces de encontrar ningún tipo de solución para controlar y acabar con estos tarados.
Vale, está bien, cabe la posibilidad que sus pezones se sensibilicen desmesuradamente ante la falta del bálano: pues ya que se les corta el rabo y los huevos que les arranquen los pezones para que no se los puedan pellizcar y llegar al orgasmo psíquico por medio de la mortificación.
¿A que soy listo?
En un próximo artículo, veré si puedo recuperar la canción del cinco, que tan famosa hicieron Epi y Blas en Barrio Sésamo; a ver si así conseguimos que los poderosos y desidiosos políticos y jueces, puedan usar sus neuronas con algo de gracia e ingenio.
Además, siempre están protegidos y con escolta y no tienen ni puta idea de lo que es una violación.
Es bueno tener la mente ágil. Sobre todo para encontrar soluciones sencillas y poco onerosas con el bolsillo de los currantes.
A continuación, copio un documento veterinario, que no dudo que se pueda aplicar en los machos que aquí tratamos (aunque no contemplan la amputación del pene):

La verdad de la esterilización
• Su temperamento, vitalidad, cariño, inteligencia, ganas de jugar.... no cambian. Evitas muchas conductas molestas para los animales y para sus dueños. La esterilización los hace más sociables y menos problemáticos.
• Es un bien para la sociedad ya que evitas la proliferación de camadas no deseadas y sus inevitables sacrificios.


Falsos mitos de la esterilización
• "Los animales esterilizados pierden vitalidad, enferman y se vuelven apáticos" "Las hembras deben de tener como mínimo un parto" "Tras la operación engordan"
• "Pierden el instinto"
• "Los animales necesitan tener al menos una camada"

Como podéis ver, capada la bestia, se acabó la rabia.
Eseso-eseso- esesos todo amigos… (Porky Pig).
Buen sexo.



Iconoclasta

20 de junio de 2008

El probador de condones y la subida del euribor


Me encontraba meditando sobre la negritud e inabarcabilidad del cosmos profundo. En la gran cantidad de estrellitas que hay en él, preguntándome dónde coño están las constelaciones del zodíaco. Estoy cansado de los enigmas de científicos e iluminados que te unen cuatro estrellas con unas cuantas rayas, te plantan encima el signo del zodíaco, por ejemplo piscis (soy un lujurioso piscícola) y cuando miras al cielo sólo ves un montón de estrellas sin ningún orden.
Los astrólogos y astrónomos deben esnifar algo a lo que los humanos normales no tenemos acceso. Miran al cielo con sus escleróticas vidriosas y ven cosas que a mí me están vetadas por pura maldad.
Ni siquiera he visto una aleta de los pescados de mi horóscopo.
Y por eso, paso de mirar al cielo y localizar la osa mayor, la menor o alguna de sus primas las guarras.
Ni osas, ni peces, ni toros, ni gemelos. Estoy por pasarme al calendario chino a ver si ellos no mienten como cosacos.
En fin, son cosas en las que uno piensa cuando los telediarios te arrullan con sus mentiras tras haber comido un buen plato de garbanzos con chorizo, dos hamburguesas con queso y bacón, patatas fritas con salsa brava, unos trozos de queso y un kiwi.
El humo de un partagás, tenía un sutil efecto narcotizante y mi pene se expandía lenta y perezosamente bajo mi pijama.
Me encantan estos momentos de paz y tranquilidad cuando mi mujer e hijo están fuera de casa. Todo hombre necesita sus momentos de soledad.
Soy un probador de condones sensible e intelectual.
Y de repente me olvidé de las putas estrellas.
Por enésima vez, comentaba la maciza de la Mónica Carrillo (no la conozco pero la quiero por lo buena que está, las mujeres bellas hacen las mentiras dulcemente creíbles), que iban a subir las hipotecas según adelantaba el director del banco central europeo; con toda probabilidad en poco más de un mes y medio.
Saqué un condón del lote Anal World/007GaysHard, que son de una extrema dureza, sin lubricante. Una delicatesen para los más avanzados y duros maricones. Es un nuevo proyecto pensado para los individuos más acomodados de la sociedad, ya que los millonarios, reyes y políticos en el poder, necesitan vivir nuevas emociones más intensas.

Y decidí descargar toda mi angustia interior por esa nueva mala noticia que me obligaría a traerme el doble de trabajo a casa y hacer horas extras.

Mientras la Carrillo miraba con esos ojazos mi pene enfundado en un condón grueso, negro y de áspera superficie antideslizante; yo pensaba en su escote y en agradecer al idiota del banco central europeo que anticipara la noticia. Al menos avisaba para así, darme tiempo a vender a mi hijo en internet para poder pagar el próximo plazo de la hipoteca.
Así que mientras hacía subir y bajar mi mano por el bálano, ahora mucho más grueso por el condón blindado, me dejé llevar y cerré mi mente a la maldad del ser humano e inundé mi mente con imágenes lujuriosas. El budismo es una cremosa disciplina.
Noté como se dilataban las venas de mi poderoso pene, cómo palpitaban bajo el grueso látex y como mis cojones comenzaban a hacer movimientos peristálticos, cuando apareció la jeta de Zapatero. Mónica comentaba que éste había reprochado amablemente al director del banco europeo, el que adelantara la noticia.
“Con lo difícil que resulta mantener engañada a la peña, y tú vas y sueltas la noticia así de sinceramente. Estas cosas se comentan antes con los colegas y ya me encargaré yo de decírselas a la chusma a su debido tiempo”, díjole Zapatero al otro cerdo.
Yo acostumbro a oír las palabras de los presentadores, pero si se trata de creer, me gusta más leer directamente en los labios del personaje. A Zapatero es difícil entenderle porque no tiene labios y necesita logopeda como en aquel mismo instante yo ansiaba que una boca femenina se adaptara a mi glande amoratado y reventón para recibir una dosis de proteína blanca y cremosa.
Fueron exactamente esas mismas palabras las que le dijo al idiota del director del banco. Soy listo como una ardilla y mis mentiras son mucho más creíbles e inteligentes.
Y además aprendo de todo esto, es aburrido observar políticos y poderosos, pero es la única forma de aprender a mentir de una forma sincera, es decir, que uno mismo se crea la propia mierda que suelta.
Me corrí cuando los ojazos de la Carrillo, se abrieron sorprendidos y libidinosos al ver como mi mano tensaba con tal fuerza el condón durante la eyaculación, que dejaba transparentar la carne. Mi imaginación es tan poderosa como la de los astrólogos viendo dibujos del horóscopo en las constelaciones.
Es una mierda tener una mente tan compleja como la mía, pero dios me maldijo con esta inteligencia y lo he de llevar como mejor pueda.
Dicho de otra forma, todas las preocupaciones por mi economía doméstica, se instalaron en el pijo, provocando un tormentoso y tortuoso orgasmo. Soy un ser atormentado en todo momento.
A los pocos segundos llegó mi mujer de su jornada laboral, me besó en los labios, me sacó el condón, me besó en la punta y me limpió primorosamente.
―¿Cómo te ha ido el día? ―preguntó con la boca llena.
―Precioso ―le contesté presionando la cabeza para que no se despegara de ahí.
La quiero…
Al día siguiente, cuando entré en mi departamento de control de calidad, Miravet, el jefe de la línea de condones duros, me dijo que era hora de probar en culo masculino el modelo 007HardGay.
―¿A quién vas a utilizar para las pruebas? ―preguntó con aire de preocupación.
Estos condones se diseñaron para abastecer un mercado en expansión y había una buena cantidad de dinero invertida en el proyecto, de ahí que se preocupara personalmente por el test del control de calidad.
―¿Tu hermana no tiene un culo pequeñísimo? Seguro que su esfínter es tan estrecho que podría servir como banco de pruebas para las penetraciones duras y correosas.
―No. Hace tiempo que he notado que se sienta un poco de lado, creo que su novio la ha estrenado bien. Ahmed sería mejor candidato.
Odio follarme a Ahmed porque no soy maricón. Aunque soy consciente de que el mundo laboral es así y hay que estar a las verdes y a las maduras si quieres conservar la nómina.
―Está bien, pero no se lo digas, ya se lo comentaré yo en el momento oportuno. Si le avisas con tiempo, es capaz de lubricarse el culo unos días antes para que le duela menos.
Me acordé en aquel momento de Zapatero y su reproche al del banco central europeo.
―De acuerdo, Iconoclasta. Pasado mañana tendremos un par de lotes de un millón de unidades y tendrás que certificar al menos, seis de cada lote.
―No te preocupes. Se harán las pruebas.
Me coloqué un condón verde pistacho serigrafiado con letras árabes (un encargo especial de un jeque de Kuwait) y me masturbé tranquilamente ante la ventana del pasillo de visitas, donde un grupo de chicas estudiantes de ingeniería industrial se agolpaban aplastando sus pechos contra el vidrio.
―Putas… ―susurré hipersensibilizado cuando me corrí.
Los fogonazos de los flashes de las cámaras, me dejaron más ciego aún temporalmente.
Me encendí un cigarro y llamé a Ahmed, que se encontraba en aquellos momentos limpiando los urinarios de los vestuarios masculinos.
―¿Podrías hacerte cargo de mi departamento pasado mañana? No podré venir hasta mediodía y hay un lote en espera: el Ultrasensible Woman Gigantous. Marina estará de coño de pruebas.
Oí el zapateo alegre del moro.
―No ti preocupes. Istaré allí como un cliavo ―dijo riéndose de su propia metáfora.
Yo también me reí.
Me miré al espejo preguntándome si mis cejas se estaban transformando o era sólo una impresión producto de mi gran capacidad de mimetismo para con la mentira. No me gustaría tener esas cejas en pico del político. Las encuentro horteras.
Me encendí otro cigarro más y me dediqué a leer los anuncios de contactos mientras esperaba un tiempo prudencial a que mis cojones fabricaran más semen para la próxima prueba de integridad.
Por fin llegó el día de la prueba de los condones 007GaysHard. Seis pequeñas cajas negras con un “Confidencial” estampado en rojo se encontraban en la mesa de mi despacho.
A las ocho en punto, Ahmed entraba tarareando una canción en su idioma.
Cuando me vio su semblante se torció con sorpresa.
―¿No decías que no ibas vienir?
―Ayer me llamaron a casa: este lote no podía esperar.
La cámara hace un vertiginoso giro hacia las cajas negras y los ojos de Ahmed se abren en toda su amplitud. Un redoble de tambor en sourround crea sensación de suspense y terror.
Yo silbo tranquilamente sin mirarlo a la cara.
En un movimiento instintivo, se lleva una mano al culo, aunque sea moro, no es idiota y sabe lo que le espera.
—¿Quieres qui ti ayudi en la prieba? —yo pensé en aquel momento que sí que era idiota.
—No Ahmed, necesito tu culo para probar los condones.
Saqué uno de la caja y cuando vio el tamaño y el grosor del condón, palideció y tuvo que sentarse.
—Cuando acabemos, entrará Serafina a probar el próximo lote control del Ladys Figa’s, que es bucal.
Me miró con sus oscuros ojillos esperanzados y le dije.
—Animo, que son sólo seis test.
Miraba receloso el condón que saqué de la caja y que se sostenía derecho en la mesa debido a su solidez y rigidez, mientras se bajaba los pantalones. Metió la mano en el bote de vaselina y cuando estaba a punto de untarse el culo, se la sujeté.
—Ni hablar, Ahmed, hay que probarlo “a pelo”. Es para maricas muy avanzados y duros.
Se limpió la vaselina en la camisa, muy contrito él y colocó el culo en pompa apoyando el pecho en el banco de pruebas y abriendo las piernas.
Soy un trabajador nato y no me gusta perder el tiempo, así que no le dije nada cariñoso, ni siquiera le confesé que lo de la Serafina era mentira. He estudiado mucho a los personajes famosos y dinerosos del mundo de la política y economía.
Cuando le penetré, de su boca salió un chirrido irritante: eran los dientes que los apretaba y se deslizaban arrastrándose los unos contra los otros.
Yo tenía en el cajón una mordaza maso con pelota de ping-pong. Desde que vi Pulp Fiction, siempre deseé metérselas en la boca a mis compañeras de trabajo, pero como el Ahmed me estaba dando la vara, se la coloqué mientras estaba distraído clavando las uñas en la mesa presa, seguramente, del placer que le provocaba la estimulación de la próstata y de la cual yo no era sensible gracias al grosor de la pared del condón.
Yo creo que se sintió aliviado.
Las niñas de un colegio que venían de visita para ver las instalaciones, aplaudían entusiasmadas y sus profesoras les explicaban en qué consistía el control de calidad. Una de ellas, la profesora más joven, me miraba con deseo.
Antes de empezar con el cuarto test, liberé la mordaza y le ofrecí un cigarrillo, hinchó un flotador para sentarse en él. Tenía una erección considerable.
Yo le hice un cumplido de macho a macho.
—No es una ericción, es la próstata que me la has mietido hasta los huevos.
—Pues mejor que se te quede ahí, te queda mucho mejor y le da más volumen al pene.
Le di una palmada en la espalda cuando estaba dándole la tercera calada al cigarro:
—Vamos a por los dos últimos a ver si podemos acabar pronto e ir a tomar una cerveza a la sala de descanso.
Fue más o menos bien, y la sangre por fin dejó de manar de su ano en el quinto. Cuando me corrí con el último condón, tenía el pene tan sudado y mojado de mis propios jugos, que cuando la saqué, el condón se le quedó en el ojete.
No le dije nada, pegué un fuerte tirón de la goma y lo arranqué de allí. Por lo visto se habían enredado los pelos del culo en la superficie antideslizante y lo depilé de una sola sesión.
No gritó porque estaba amordazado, pero la pelota de ping-pong salió disparada de la mordaza de su boca para estrellarse y hacerse añicos contra el cristal de la ventana de la sala de visitas.
Las niñas aplaudieron emocionadas y las profesoras se rascaban el coño con disimulo.
—Oye compañero, ahora espera aquí , que el jefe te traerá un sobre con el plus de peligrosidad en negro, que te lo has ganado. Y no te muevas que el doctor Barrios, vendrá con crema y antiinflamatorios para el esfínter. Yo voy a avisar a la Serafina para el siguiente lote que te he comentado
Ahmed me sonrió y no varió su posición.

Cuando salí del departamento, me encontré con el doctor Barrios que se acercaba con un espéculo enorme.
—¿Cómo ha ido con Ahmed?
—Bien. Ahora está secándose las lágrimas. Si te pregunta por la Serafina, no le hagas ni caso.
Barrios me entregó un sobre cerrado.
—El director me ha dado este sobre para ti. Está agradecido con tu sacrificio en este test.
—Sssstupendo —dije a la vez que mi poderoso cerebro contaba hasta ochocientos euros.
Cuando cerró la puerta del departamento tras de sí, al cabo de unos segundo oí un grito desgarrador . Era Ahmed, el doctor ya le debía de haber encajado el espéculo y en ese momento lo estaría abriendo.
—Tranquilo Ahmed, luego una lavativa y como nuevo —le decía afablemente el Dr. Barrios. Debieron haber conectado el micrófono de la sala por algún error y todo el personal de la fábrica estaba excitado.
Es una mierda la vida, y cuanto menos tienes, menos te dan.
Comprendí el reproche que Zapatero le hizo al director del banco central europeo; los poderosos han de saber engañar al pueblo. La ignorancia de los menesterosos es la herramienta de poder por excelencia.
Al cabo de unos días, me encontré con Ahmed y le regalé una caja de condones con sonajero, especial para sexo con preñadas; los acababa de probar y eran defectuosos. Sus ojos se iluminaron y me invitó a una cerveza y un cigarro.
Y la Serafina me la chupó el resto del día.

Iconoclasta

15 de junio de 2008

La ternura

Hoy no seré bestial, el hombre se cansa en determinados momentos de ser tan obsceno, tan brutal. ¿Adrenalínico?
Soy tu creación, nena. Por ti soy así. No has tenido suerte; en lugar de crear a un ser sensible y perfecto, cual hermosa doctora Frankenstein, has creado un monstruo enamorado y sin cerebro.
Es tan fantástica la vida… A pesar de todo, a pesar de mí. El mundo puede ser un buen sitio si estás en el momento oportuno.
No te rías de mí, pero ¿podrías darme ternura? No sé, a veces el hombre siente miedo de algo que no acierta a identificar. El hombre se acuerda de que una vez fue niño y se le amaba por nada en especial, por ser él. No por sus dotes sexuales o su fortaleza física. O sus enormes y anchos hombros. Era un crío que en algún momento movía a cierta ternura.
No era gracioso, sólo respiraba de pequeño.
Así que sea por la lluvia que cala en mi alma (hoy tengo alma, la noto doler) o por los truenos que han destrozado mi coraza, el corazón parece estar a flor de piel. Me siento desprotegido, pequeño.
No me siento ridículo, mi cielo. Mi único miedo es haber dejado de ser lo bastante hombre para merecerte.
Sin que sirva de precedente, mi amor; frótame con tus manos la espalda, acaríciame, por lo que más quieras. Si te lo pido otra vez, estallaré en lágrimas.
¿Qué me pasa, preciosa?
Que la vida ha sido un poco difícil, cielo.
Por fa, me mola que me abraces. Engáñame y dime que todo está bien.
Ni siquiera me engañes.
No me digas nada, sólo me enterraré en tu olor, me esconderé en ti. Eres cálida y mis manos están descarnadas de escalar hielo nuevo.
Al respirar trago mucha saliva y cuando quiero retener las lágrimas, siento que no puedo respirar bien. Déjame tu cuerpo para ocultar mi rostro y mis lágrimas. No puede hacer daño. Estoy harto de todos. Mi Negranoche, es tu manto el que pido, tu manto de la serenidad. Tu cabello negro sobre mí, como un dosel donde encontrarme a salvo de la luz que me muestra como soy.
El monstruo necesita sentirse querido por nada en especial. El monstruo está maldito y no ofrece ternura, no sabe. Sin embargo, en el colmo de su egoísmo, pide la mano y los labios portadores de cariño sereno.
Tú creaste al monstruo, Negranoche, serénalo, dale sólo una ternura breve, algo que le haga sentirse amado por el simple hecho de respirar.
Págale con unos céntimos de ternura ese corazón que ha hecho enorme para ti, para latir en ti, en lo profundo de ti. Para gritar cosas que ningún hombre debería gritar si quiere seguir siéndolo. Mira la bestia, Negranoche.
Le sangran los pies, ni él sabe de dónde viene, estoy cansado, cielo.
¿Me quieres? No lo digas, bésame. O cobija mi rostro en tu hombro. Es tan simple…
Duele esto; debe ser la vida.
Es la vida lo que duele, se habrá infectado de tanto clavar las uñas en ella y arrancarle trozos para durar un tiempo más a tu lado. Todo el que pueda.
Ojalá pudiera ser poeta y escribir metáforas de árboles cansados, de flores marchitas, de jardines de luz y esperanza. Del alma bella que se esconde en la carne. De la carne que se abre ante ti para ofrecer un sacrificio, una muestra de pertenencia absoluta y demoledora.
Soy un monstruo y no me duele mostrarte mis miserias.
Sólo acierto a frotarme las manos en la ropa, están cansadas y heridas, ya no recuerdo de donde vengo ni a donde voy. Eres mi faro, sólo eso. Tenía que llegar a ti, y llorar oliendo tu piel.
Ha sido tan largo todo…
Tanta obscenidad y violencia. Tanto gritar, tensar músculos, pisar fuerte…
El cuerpo se rompe, se recompone, se vicia, se ensucia. El cuerpo te busca. El pene es un ser sin cerebro e impío.
Hoy el cuerpo está abatido está laso, el cuerpo quiere llorar y no sabe por qué.
Sé que en algún momento he renacido, lo noto en el sabor a ceniza en mi boca. El ave fénix debía sentirse así.
No… él resurgía de las cenizas, yo llevo ceniza pegada en la piel. Minutos, horas, días y años incinerados.
El monstruo está cansado, el monstruo no quiere poseerte, ahora no. Soy pequeñito, soy minúsculo. Soy tan poca cosa, Negranoche…
Eres un hada negra de sonrisa conjuradora de penas. Maldita sea esta congoja que no me deja hablar, decir que te quiero con unas lágrimas apenas contenidas.
Qué manía ésta de desear licuarme en ti, así, suavemente, dulcemente.
Sin que sirva de precedente.
Ahora, Negranoche, no dejes que esos enormes ojos me vean llorar. Los niños no lloran…
No puedo respirar bien…
Tan pequeño… Hace tanto que fui querido por nada…
Buenas noches, mi bella Frankenstein, dormiré un rato entre tus brazos, eres tan cálida…



Iconoclasta

4 de junio de 2008

Día sin tabaco, precioso de verdad

Me paso por el forro el tan precioso Día sin tabaco. Son cansinos los defensores a ultranza de la salud pública, de paranoias idiotas sobre sus derechos violados por fumadores sin escrúpulos. ¿Tendrán coche estos talibanes de las libertades individuales? Les gustaría prohibir el tabaco por la razón más vieja del mundo: la envidia, no pueden soportar los pequeños placeres de otros, son seres que sufren, que quieren inundar del gris de su mediocre existencia la de los demás. Son cobardes, hipocondríacos, pero lo que es peor, son parte del sistema. Son herramientas ciegas del poder para llevar a cabo la globalización. La globalización es sólo una forma más de dictadura amable. Amenazan con el calentamiento global, amenazan con ello porque van a preparar tal cantidad de impuestos, que el obrero va a caer de rodillas ante ellos y les van a llamar “amos”. Se les pone gorda, se excitan con esas ideas los torquemadas de la salud pública. ¿Y no prohíben fabricar más coches? Yo necesitaría fumar toda la vida para contaminar la mierda que tira al aire el vehículo más ecológico. Veo progres en las terrazas de los bares tomarse sus bebidas y tapas entre el humo de los coches y autobuses. Y no quieren que se fume. Claro, pero es el tabaco lo que les pudre. Lo que les pudre del tabaco, es que los hay que paramos unos minutos para fumar un cigarro. Sienten envidia de lo que no tienen valor de hacer, son demasiado serviles los torquemadas del tabaco. Se les ve venir desde el lejano horizonte. Pasear por las calles de cualquier sucia ciudad y lo son todas, es respirar mierda de coches, de autobuses; ruidos. Que nadie se asuste por un cigarro, lo malo es la estela de mierda que dejan en el aire los reactores militares en sus pruebas. La mierda de las incineradoras de basura propiedad de los ayuntamientos. Está bien, cogeré un cáncer de pulmón y deberéis pagar mi tratamiento. Yo lo hago con el borracho que conduce y tiene un accidente, yo no me quejo cuando un deportista que practica una actividad arriesgada necesita tratamiento. No me quejo cuando en vacaciones y por puro vicio, tienen que ser atendidas las víctimas de los accidentes. No me quejo de que tengan que atender a nadie en la salud pública. Podríais ser generosos con la salud pública, al fin y al cabo os pegáis una buena vida a costa del obrero, no deberíais someter a tal castigo psicológico a vuestros esclavos. Al final, se consigue el efecto contrario. Mirad la URSS, al final, todo eran borrachos ymiseria. Es que se me escapa la risa, porque muy listos no sois. Lo que deberíais hacer es estar menos pendientes de los demás, controlad vuestro afán de notoriedad y poder. Tened más ética. Sois idiotas con vuestra obsesión por el tabaco. Vuestra verdadera obsesión, es la envidia. No podéis soportar gente que vive relajada y no se preocupa demasiado de las enfermedades. Es todo la misma mierda, si conseguís prohibir el tabaco, lo conseguiréis prohibir todo y los borregos comerán de vuestra mano y se esquilarán ellos mismos. ¡Qué bueno está el humo del tabaco! Y además, me hace más hombre y más interesante. Y más valiente, es curioso como sigo fumando a pesar del cáncer y lo que me cuesta respirar tras subir las escaleras. A mí estas cosas, no me asustan. Lo que me deprime es no ver las estrellas en la ciudad en la que me encuentro prisionero, esposado por una sociedad de cobardes seres y cobardes ideas. Es esta una sociedad que se mueve por envidias y absurdas ideas de salud pública que no pasan ni siquiera a la credibilidad de un niño de seis años. Les revienta y les da por culo que me fume un cigarro, como les revienta y da por culo que su vecino tenga un coche mejor. Y hablan de salud pública. La salud pública la uso como papel higiénico en este caso, la salud pública lo que tiene que hacer, es llorar menos y trabajar más. Que hay muchos enfermos y no todos son por el tabaco. Hay gente con cáncer por trabajar en empresas insalubres y por respirar el aire monóxico de las ciudades. Que no den tanto por culo con la mierda del tabaco. Que no es para tanto. Lo que llama mucho la atención, es que se permita beber y emborracharse mientras no se conduzca. Nadie habla de la salud pública y el gasto de tratamiento de comas etílicos, de basura generada, de puñaladas borrachas en cuerpos borrachos. Y es porque la bebida, embrutece al ser humano y lo convierte en imbécil. El tabaco no, el tabaco deja al individuo más o menos igual, con todos sus sentidos más o menos alertas, con toda su lógica en funcionamiento. Cerebros que funcionan, cerebros de obreros que piensan con cierta asiduidad y con cierta facilidad, no son cerebros buenos para una Europa Unida ni para la globalización de mierda. Que la globalización ni más ni menos, al final, es la explotación del obrero por unos pocos de euros en todo el mundo, sea cual sea el país. Y claro, no me pueden perder el tiempo fumando. Idiotas. Me paso por el forro el Día sin tabaco. Y mira que soy capaz de coger una pajita e indiscriminadamente lanzar el humo de mi cigarro hacia las personas, soy de una crueldad… Eso sí, cuando pase un autobús, respirad hondo y pensad con alivio, que no es tabaco la mierda que tragáis.


Iconoclasta

27 de mayo de 2008

Superman contra la locomotora

La locomotora se aproxima a toda velocidad, he fundido la vía para detenerla, he cortocircuitado la catenaria, he creado con mi super-soplido un huracán que hace volar camiones. Y nada.
Avanza imparable la cosa más hermosa del universo.
Yo, el gran Supermán, no puedo con ella. Es imposible detenerla.
Salvarme.

La locomotora viene directa a mí, lanzando sonrisas y guiños de amante, apuntándome al pecho con sus preciosos senos.
Ni la criptonita haría mejor su trabajo que la debilidad que me causa acariciar su cabello negro. Anda que tengo una suerte…

Cómo la quiero, la super-quiero si he de ser más preciso. Me merezco alguien así, he luchado mucho. Y aunque no la merezca, la quiero, la necesito. La lloro y salvo vidas con tristeza cuando no está.
Aunque ella… Aún no sé si se merece algo como yo: un poco loco, un poco amargado con este tiempo y lugar. Aunque no lo cambiaría por nada en este instante, aunque la bella locomotora de amor me arrollara hasta hacerme pedazos.

Lo malo es que no es una locomotora normal, es un tejido de emociones de sensualidad y ternura. De lencería y coquetería. De pasión. Es tan apasionada que hay que sujetarla con fuerza, como a ella le gusta.
Si fuera metal, la podría detener.

Imposible mantenerse en pie y firme ante el impacto de su ternura, ante su sonrisa. Me hace sentir bien, me hace sentir un hombre querido que sirve para algo más que salvar vidas o levantar coches con una mano.
Hay un inconveniente: me debilito ante ella; no, no se trata de eso: es desidia, no me importa nada cuando la locomotora aparece veloz y rápida doblando las dimensiones con su velocidad, con su fuerza, con su sonrisa y ternura. Cuando sus dedos corren por mi cara, cuando sus manos se posan en cualquier parte de mi piel, ella es el centro de un caleidoscopio con fondo oscuro de terciopelo negro.

Lleva una cinta de terciopelo negro en el cuello porque se sabe hermosa. Yo soy Supermán y no he de pensar en obscenidades, en asirla por la cinta y poseerla haciendo uso de mis superpoderes, del único que atino a usar cuando la tengo entre mis brazos, cuando me cabalga. El resto de los poderes son sonrisas y ternuras.
Soy Supermán y no debería enamorarme.

Ella me hace sentir solo, más solo que nadie, porque no está siempre.
Lo único fuerte, que se rebela y me hace aún sentir un superhombre, es mi miembro: reacciona como una bestia ante ella, parece hostil en su deseo de penetrarla entre esos muslos que sueño con lamer sediento hasta llegar… Hasta llegar a su sexo que es el crisol de una supernova. Ella también es una super-girl, pero del amor, del cariño. De la belleza.

Tonto tampoco soy y el tener visión de Rayos-X es algo que me proporciona mucho tema para mis ratos de soledad y autocomplacencia.
La preciosa locomotora del amor, ha hecho del héroe un hombre encelado. Si además se sabe que también aplico supervelocidad a mi consuelo…
Mi pecho se tensa ante el inminente golpe de la locomotora.

Estaba pensando en cambiar estos calzones rojos por unos pantalones vaqueros o de loneta. Me da vergüenza que me vean así, en este estado de excitación. Además, ella se ríe de lo hortera que soy. Pero luego me besa y me dice que me quiere, susurra lindezas acompañadas de risas cómplices y una encantadora y maliciosa ingenuidad.

El amor es una locomotora. Ella es una máquina de amor, y yo estoy en medio de las vías. Debería apartarme porque hay tantos seres que dependen de mí, que es un acto de irresponsabilidad abandonarme a ella.
No podré, ni quiero evitarlo.

Me gustaría, cuando me siento tan desdichado y tan solo, tender mi capa en el suelo, para que ella se siente y yo pueda apoyar mi super-cabeza en su regazo. Suele bromear con mi perímetro craneal como yo suelo bromear con el tamaño de sus pechos.
Sus pechos vienen directos hacia mí.
Misericordia…

Es agónico el super-querer.
Tiene la propiedad, de convertir al hombre de acero, en una carcasa repleta de gelatina cálida. Mis entrañas se hacen agua.
Y me hace sonreír más de lo que quisiera. Esto no es serio.
Esto no es un trabajo para Supermán.
O sí, todo ese amor, toda esa mujer es algo que sólo un superhombre puede soportar.

La locomotora ya está aquí, en todo el pecho.
Nunca me he sentido tan bien con el pecho roto.
Y ahora, a super-amarla. Es la única misión. Es el único trabajo para Supermán.
No desea otra cosa.
Misericordia…

Iconoclasta

16 de mayo de 2008

Detestables vecinos (II)

Ya estoy harto, día tras día están ahí, insistentes, coloniales, reptantes. Están revoloteando en agua estancada como libélulas, como mosquitos.

No los odio, me deprimen.


La miseria grapada a la miseria, y pegada a la antipatía. Como el culo y la mierda.


Pululan en el agua como renacuajos cabezones.

Al viejo macho no lo he pillado, debería estar lamiendo los escalones de la escalera con la lengua o alguna cosa por el estilo. Ni lo sé ni me importa, que bastante desagradable es ver sólo a uno.
Y encima, dada la sequía, seguro que premian su miseria. La vida no es justa. A todos los tontos se les aparece la virgen.

Detestables vecinos...

Buen sexo.


Iconoclasta

13 de mayo de 2008

Tres tristes tigres

Tres tristes tigres triscaban trigo en un trigal.
No tiene gracia, no tenían porque estar los tigres en un patético trigal, ni para mezclarlo, ni para retozar en él.
Y sería normal, dado el caso, que estuvieran tristes. Los tigres no triscan, los tigres copulan con las tigresas y cazan y devoran animales y hombres.
¿Por qué coño tienen que estar en un asqueroso y aburrido trigal? ¿Por qué esa tristeza en un animal que debería ser y sentirse orgulloso?
Los rumiantes, los burros, las ovejas… Los mansos retozan y triscan el trigo con su deambular cansino. Ellos son tristes.
Es una burda mentira; los tigres no son tristes y jamás lo han sido. La gente inventa estas cosas para consolarse de su propia miseria. Cabrones.
Yo sí que soy más triste que el cadáver de un bebé.
Aunque más peligroso.
Un bebé al que le está devorando la cabeza un triste tigre.
Tal vez han confundido el pelaje ensangrentado de sus belfos con la tristeza. Son tan idiotas los hombres, que confunden ferocidad con aflicción. Los hombres no distinguen el cabello rubio ensangrentado de las espigas de trigo. La gente debería graduarse la vista más a menudo.
Tres tristes tigres triscan cabellos dorados como el trigo en un matadero.
Pesarosos sois vosotros; pobres y previsibles. Lo pervertís todo, queréis quitarle la belleza a lo salvaje porque vuestra vida es tan mediocre e insana, que enfermáis de ponzoñosa envidia por lo más genuino. Y es vuestra envidia lo único que os mantiene activos. Cabrones, cabrones, cabrones, cabrones…
Ni siquiera jodéis por méritos, jodéis porque pagáis y porque no tenéis donde elegir. Jodéis por suerte. La suerte de los idiotas.
Lo jodéis todo, joderíais a un pobre animal como joderíais a vuestro hijo en la cuna si vuestro Cristo de los tarados os lo pidiera. Malditos…
Si fuera Dios, vuestras cabezas se caerían mientras camináis tristes por vuestro territorio, os las arrancaría y las tiraría a una era llena de trigo y tigres.
Miles de tristes cerebros triscando trigo.
Tristes vosotros, mala gente que apesta el planeta.
¿Un tigre triste? Tristes fueron vuestros padres al follar, tristes os alimentaron y tristes murieron; por eso yacen unos cadáveres encima de otros y están pegados por podredumbre, grapados unos a otros por cintas de miles de gusanos que son felices.
Alguien tenía que ser feliz.
Tristes vuestros dioses de mierda, esos dioses que deciden con vuestra cobardía, quien devora a quien. Nadie decide por un tigre, el tigre se alimenta de trozos de carne en movimiento como vosotros. No comen carroña ni animales muertos. Vosotros sí, cada día.
Ninguno de esos tres tristes tigres obedecería a ningún amo ni Dios. Le arrancarían las cuerdas vocales de un zarpazo.
Hijos de puta, queréis joder a los tigres. Cazadlos y matadlos, pero no los imaginéis en un trigal, no los imaginéis tristes. Insultáis a los tigres, insultáis al planeta y provocáis que os descerraje un tiro en la cabeza con este preciso y potente Mauser de calibre 30-30.
La madre empuja un carrito de la compra tan lleno de bolsas y paquetes, que parece que va a volcar al girar por una de las calles del aparcamiento.
La niña camina con un peluche entre los brazos. La madre le grita algo y la pequeña, sobresaltada, corre hasta alcanzarla. Se detienen frente a una furgoneta familiar.
Esto es tristeza.
Le ruego a Dios si existe, que guíe mi bala por el camino de la verdad, que sea certera como certero es el tigre en su salto tras acechar a la presa.
Que la sangre corra y el trigo sea triscado por el labriego, no por un tigre. Que la presa muera y el cazador se alimente. Como siempre tuvo que ser. Algo verdadero, algo coherente. Algo de esperanza para mí.
Para los tigres…
Que así sea, amén.
Uno, dos… Y la cabeza de la niña revienta entre una nebulosa de sangre. Estoy tan lejos que la detonación de la bala no la ha podido escuchar nadie, se ha camuflado entre tanto ruido de gente y coches allá en la zona comercial. La madre tiene medio cuerpo dentro del maletero acomodando la compra y no podré disparar con rapidez antes de que se de cuenta de que su hija es un triste cadáver.
Cargo otra bala.
Tres tristes tigres…
El pequeño aún da un par de pasos cogido de la mano de su padre cuando la bala le destroza el corazón y desintegra el hombro izquierdo.
… triscan trigo…
El padre da media vuelta con rapidez y nuestros ojos se encuentran sin que él sea consciente que mira directamente a la muerte con los ojos ciegos. No ve nada, es el efecto devastador de la bala que le ha destrozado la espina dorsal a la altura de los omoplatos, el que le ha obligado a girarse de repente hacia mí. Un títere ya roto.
La muerte tiene caprichosas reacciones.
… en un trigal.
Aún queda otra bala para mí, otra bala que lleva una sonrisa dibujada. Nada de tristeza, no quisiera morir triste. No quiero triscar en un trigal.
El sabor del cañón es desagradable, tan desagradable como un trigal lleno de tigres tristes.
El gatillo es suave y su tacto terso, conforta mi ánimo.
Tres tristes tigres…
No. Los tigres no se suicidan ( y no soy tan valiente com ellos). Los tigres siguen devorando hasta que se les da caza, un elefante los parte en dos, o mueren de viejos con sus belfos canos.
Con el dorado pelaje ya marchito.



Desmonto el fusil, recojo los casquillos de las balas y con la mira telescópica en una mano y un cigarrillo en la otra, espío toda esa tristeza que ocurre casi cuatrocientos metros más allá. Hay tanta gente alrededor de los muertos que no los dejan pudrirse en paz.
Y no es tristeza, no hay tristeza cuando alguien es cazado, sólo miedo entre los que aún viven. Deberían tomar clase lenguaje de refuerzo. No es razonable confundir la tristeza con el miedo. Son cosas distintas y que nada tienen que ver.
Lo mismo que los tigres y el trigo.
Tres tristes tigres…
Cabrones, mis tigres no… Ellos sólo mueren, no son como nosotros.
Nunca serán tristes.
Odio los trabalenguas, nunca se me han dado bien.


Iconoclasta

10 de mayo de 2008

El diario de Edith Holden

La felicidad de vivir con la naturaleza: El diario de Edith Holden, es la reproducción facsímil del diario de la naturista Edith Holden, que realizó a lo largo del año 1906.

Dibujos de una gran belleza, la serenidad y sensibilidad del amor por la naturaleza y leer directamente de su prieta caligrafía; es una forma de relajarse, de pasar hojas y disfrutar por un momento de un paseo por el campo, junto con las citas y fragmentos de obras de algunos autores que ella eligió con gran acierto.

Edith Holden nació en Worcester (Reino Unido) en 1871. Su final fue una de esas tragedias que no hacen más que subrayar la gran pérdida de una sensibilidad especial: a los 49 años murió ahogada al caer en el Támesis cuando recogía flores de castaño.

Esta edición que apunto es del año 1979, de Editorial Blume e impreso por Heraclio Fournier, S.A.
Es una de esas joyas que de vez en cuando se cogen y se leen con cierta tristeza, con cierta melancolía.


Iconoclasta

5 de mayo de 2008

El gusano


El gusano es tan gordo y negro que no parece un ser vivo con ese brillo metálico que centellea de su cuerpo húmedo y viscoso.
Y tiene unos ojos enormes que se clavan desafiantes en los míos mientras repta por mi pierna haciéndome cosquillas con sus cien millones de pies que lanzan micro espasmos a mi piel.
Placeres aberrantes que se propagan directamente a mi bálano, que sí parece de verdad; porque palpita, bulle de sangre el glande. Las venas todas parecen confluir en este puto pijo que me está matando de ansia.


El repugnante gusano, gordo como mi propio pene se enrolla en si mismo y descansa en una pequeña vena de mi pierna: sólo lo hace para clavar sus fauces en ella y sorber mi sangre. No hay consuelo, esa sangre que me roba no afloja la presión en mi pene y parece el sangriento anticipo de una mamada.
Su cuerpo repugnante parece latir al mismo ritmo de mi corazón y es hipnótico ver como se alimenta de algo tan lejano como mi sangre.

Estoy tan enfermo, me siento tan enfermo… Mi cerebro es papilla infecciosa y el gusano sólo busca podredumbre. Estar solo tiene sus inconvenientes y la libertad se ha convertido en una quimera que murió hace muchos años. Tantos como los que ha tardado el gusano en hacerse tan grande y tan terrorífico. Tan lujurioso. Me pregunto si no será un gusano cósmico, un gusano en el tiempo; si el tiempo no es un gusano hambriento.

¿Dios existe y es un gusano? Sólo así entiendo el horror de lo divino, el horror de la bondad.
Al igual que el gusano, mi glande se ha recubierto de una fina película brillante de baba, huele fuerte y cuando sufre una contracción por el torrente sanguíneo que golpea en la mismísima punta del pijo, el placer me eriza la piel y el gusano levanta sus segmentos como una ardilla se pone en pie para otear algo extraño y anómalo. Algo peligroso.

Es tan extraño llorar de soledad y de horror a la vez. Sentir este asco por ese gordo animal que sube por mi pierna y se alimenta de mí… Todo son pensamientos funestos y lúgubres.
No lo entenderé jamás. La locura sólo se vive, no se comprende; y el horror que siento me hace sentir pena de mí mismo.
El gusano llega a la rodilla y tras él ha quedado una media luna grabada en la piel, allá donde se ha alimentado.

Estoy inmovilizado en la cama, hace horas que esto dejó de ser una pesadilla, hace horas que se me ha escapado la orina empapando las sábanas. Hace horas que ya no tengo esperanza de ver un nuevo atardecer.
No quiero verlo, no deseo llegar vivo al atardecer; ni que estos ojos que usa mi mente enferma, perviertan el universo más de lo que está. No podría soportarlo.

El gusano no habla, sólo me mira y de su boca, pequeños filamentos de placer obscenos van dejando un rastro cálido en mi piel.
¿Cómo decirle a mi cuerpo que reaccione, que se levante y aplaste al gusano repugnante y obsceno? ¿Cómo decirle a mi pene que deje de excitarse que el gusano es miseria y muerte y esquizofrenia y alucinación?

¡Qué asco! He vomitado y por mi pecho se extiende un miasma ácido y maloliente. Un vómito provoca otro vómito y tras expulsar la mismísima hiel, me duele el estómago y me arde la garganta.

Y la desesperación hace presa en mí: necesito que me coja el pene con su puño y me lo meneé, ¡coño! Necesito que su boca se lo trague, que se comporte como una puta, cualquier humana mujer, y me libere de esta presión. Estoy tan excitado que hasta una corriente de aire me haría eyacular.
Si pudiera liberar una mano me masturbaría gritando, escupiendo una baba animal.
El gusano ha llegado a la ingle y se interna entre mis testículos. Tengo tanto miedo… Lo noto en mis cojones, lo noto inquieto retorcerse en ellos, sus mil patas me endurecen el escroto como cuero curtido y ojalá ella lamiera mis pelotas, que sorba uno a uno mis huevos, que los empape de su saliva fresca y clara.

Me siento sucio, siento asco de mí mismo. Me siento humillado con el pene tan duro y con el enorme gusano que ahora asoma su nerviosa cabeza por el pubis.
Siento miedo de desear que el gusano clave sus fauces en mi pijo y me haga una mamada, siento asco de estar tan caliente, que me haya convertido en una bestia sin asomo de humanidad.
¿Qué es humanidad? ¿Acaso los humanos no sienten esta perentoria ansia por correrse aún cuando su mente se encuentra razonablemente coherente? Una vez fui humano y no podría haber soportado el gusano en mi piel, el gusano en mi mente, el gusano en mis cojones; pero siempre he deseado correrme, siempre ha sido un buen momento para soltar mi andanada de semen.

Me hubiera levantado la tapa de los sesos antes que caer tan bajo, antes que soportar que un gusano me la mamara.
Pero ahora… Que no me quiten la vida, que nadie me de movimiento, que el gusano haga su trabajo, que el gusano me la mame. El gusano tiene que llegar hasta mi pijo ardiente y amoratado, clavar sus fauces y liberar presión, comerse toda esta podredumbre, sorber mi semen loco.

Pero no, aún se hace esperar. Se enrosca de nuevo, le parece apetecible la vena principal que se retuerce bajo la translúcida piel que recubre el pene y se detiene, siento su minúscula boca perforando, siento la sangre salir. Mi pene cabecea excitado, se agita ante un próximo y repugnante placer-dolor-placer.
Se me escapan los mocos al lanzar un gemido de miedo. Estoy sucio por dentro y por fuera.
Sueños de mierda… ¿Y si no es un sueño? El gusano ha atravesado mi cerebro y ha salido por mi ano. Lo he parido desde lo más perverso de mi mente.

Me la está mamando, noto cada succión y su pequeña boca parece arrancarme el capullo entero. Siento como la leche se va abriendo paso por sitios que desconozco y como inunda algún conducto interior del pene. Siento como si me fuera a estallar la puta polla con una explosión líquida y blanca. Ojalá se ahogue el repugnante gusano.

Unas gotas de sangre se deslizan desde su boca y apenas se distinguen entre el amoratado e hipersensible tejido nervioso y sensible del glande.
Es tan grande el placer que al apretar tan fuerte las mandíbulas, rompo una muela. Me importa poco.

Como en un delirio, me pregunto si el gusano siente placer, porque sus ojos ya no me ven, se han llenado de sangre, dos bolas granates y mates que no pueden ver nada. Sólo intuir, sólo alardear ante el universo. Sin vergüenza, sin asco.
¡Bum!
Ha desaparecido el gusano, ha desaparecido mi polla, y sólo unas gotas de semen quedan entre el ensangrentado muñón de mi pubis.

—Lo siento mucho Al; se escapó. Era uno de esos gusanos del amor que se encontraban en la zona de cuarentena biológica. Aún nos quedan tres por encontrar.

Es Dani, mi amigo, mi compañero. Existe…

Gusanos del amor, así los bautizamos tras observar los grabados de una de las ruinas del planeta Lazaria. En la piedra de un altar, un gusano se alimentaba del pene de un ser con tres piernas. Tal vez no era un pene, pero lo parecía. Durante la toma de muestras, recogimos cuatro gusanos que guardamos en la cámara de cuarentena biológica de la nave.
Empieza a dolerme el pubis ¿es el dolor del miembro fantasma? Nunca mejor dicho.

—Sabes que no queda otra solución, amigo mío. ¿Puedes oírme?

Yo asiento moviendo unos pocos milímetros la cabeza y bajando los párpados. Mi conciencia parece despejarse lo necesario para concluir que estoy muerto. El protocolo de navegación no permite mantener con vida a seres infectados; quedan aún seis años de viaje.
Dani parece un super-héroe con su traje anti-contaminación plateado y el escudo de la aeronave en su escafandra. Aún empuña el cañón nucleo-elemental con el que ha reventado al gusano y mi polla.

Está llorando y apoya la jeringuilla neumática en mi corazón. La droga que el gusano me ha inoculado se diluye y puedo mover mis piernas, pero ya no son piernas. Ahora es un segmento de gusano, enorme y asqueroso. La metamorfosis avanza rápida.
Quiero morir deprisa.
Y yo mismo, cogiendo su mano disparo el émbolo que acabará con mi vida, con lo poco que queda de ella.

A través de la ventana panorámica de mi camarote, el sol de la galaxia Exoland, me deslumbra y me invita a morir medianamente cuerdo.
Un gemido eléctrico de pena, sale por el altavoz del traje de Dani.
No es tan malo morir, lo necesitaba.


Iconoclasta

21 de abril de 2008

Hijos: esos mocosos que a veces se ahogan

Imaginemos que un niño camina por un barrizal sembrado de vidrios y latas cortantes, clavos y azulejos rotos. Que pisa por encima de jeringuillas infecciosas que han bebido de repugnantes y sucias venas. De excrementos humanos y humanos.

Imaginemos que el niño (pobre animal, pobre...) tiene cinco años y camina con otros dos pequeños de tres y dos años. Imaginemos que llevan un perrito.
¿Es posible?

Bueno, imaginemos que sus padres los han dejado solos, que sus padres no se preocupan, que sus padres bastante faena tienen con lamer su propia mierda sin preocuparse de nada más.

No es posible, todo el mundo sabe que hasta el animal más tirado cuida de sus cachorros, los asea, los alimenta. Los protege.
Pero esto es un cuento, todo es posible.

Y los niños, tras salvar sus pies de todos esos peligros y aunque estén infectados: siguen vivos.
Sin embargo, lo peor está por llegar y los pequeños se adentran por entre una alambrada rota y llegan hasta una charca pútrida y sucia de agua y veneno.

Y el mayor de cinco años, que nadie vigila, camina por un estrecho pasadizo de tierra para llegar a una isla de mierda y malas hierbas.
Resbala, se cae, desaparece entre el agua marrón y muere.
Esto es un cuento. La laguna pútrida no lo mata, lo mata un hombre y una mujer que lo parieron y lo dejaron solo.

Esto es un cuento, no puede pasar. Hasta el animal más tirado protege y cuida de sus cachorros. Sobre todo cuando el peligro es tan obvio, tan cercano, tan visible y cotidiano.
A lo mejor ya estaba muerto, mil pinchazos sidosos en sus pies y un tétanos que le corroía el sistema nervioso pudieran estar a punto de devorarlo con más dolor que el agua.
Pobre animal de sucios padres...

Menos mal que sólo es un cuento y los padres quieren a sus hijos y los miman y los cobijan y pelean por ellos. Como hacen los animales más simples.
Cualquier hijo de puta puede ser padre: esto no es cuento. Cualquier tirado de mierda puede meter su sucia polla en un sucio coño y crear vida.
Esto no es un cuento, pero es tan sucio...

Tan triste.
Tan repugnante.

Buen sexo.


Iconoclasta

16 de abril de 2008

El chiki-chiki perrea-perrea



Si llego a imaginar que por cobrar los cuatrocientos euros de los españoles que Zapatero prometió si salía ganador de las elecciones, tenía que soportar esta monstruosidad, hubiera votado a Izquierda Unida. Aunque si he de ser sincero, voté al PP.
Pero si he de decir la verdad, no fui a votar.
Mi tiempo es oro.

Son detalles sin importancia. Aquí, lo que ahora urge, es que quemen todas las copias del chiki-chiki, la canción del Chikilicutre Perreador. Que las quemen y metan en el trullo al ministro/a de inCultura por vicioso y rural.

No hay Cristo que soporte este ruido chiki. Y me refiero a alguien con un mínimo de inteligencia básica y capaz de leer, sin detenerse, más de dos sílabas.

Los hay muy cultos, tolerantes y de buen rollete, que dicen que este payaso de cantante es un genio provocador. Pues razón no les falta a estos críticos lerdos y panolis, porque el chiki-chiki perrea-perrea es un emético en toda regla.

Seguro que se va a convertir en una melodía de culto en el mundo de las alocadas celebraciones del orgullo gay.

Como tengas la radio conectada en el lavabo mientras te masturbas y hagan la putada de emitir la canción del Chikilicutre; en lugar de eyacular una generosa y alba andanada de semen, lo que ocurre es que te meas.

Es todo confusión en mi poderoso cerebro de ocho millones de terabytes por segundo cuando oigo eso de perrea-perrea, me dan ganas de poner el culo en el suelo y rascarme tras la oreja con la uña del dedo gordo del pie que proceda.

Como España es de esos países en el que la inteligencia es un bien apreciado por lo muy escaso y la media de rapidez de lectura está en dos sílabas/minuto, es lógico que este ruido (gratuita y bondadosamente también llamado canción) se haya convertido en un éxito capaz de no avergonzar a nadie en absoluto.

Y ahora que hay tanto parado e hipotecas impagadas, es el momento idóneo para distraer a los sectores más necesitados de dinero y medidas político-económicas eficaces, con esta aberración sonora que los hará repetir y tararear con ese matiz de enfermos de síndrome de Down, el perrea-perrea.

Una aberración ésta, que ni siquiera Georgie Dann en sus tiempos mozos fue capaz de perpetrar.

Y luego dicen que poco a poco, España se está situando en un nivel cultural aceptable.

Si alguien retrocede un poco en el tiempo, comprobará que el chiki-chiki perrea-perrea, es la versión tercermundista y nada sutil del triqui-triqui de Demis Rousos, y que por aquel entonces, todos asociaban como una onomatopeya del acto sexual.

Yo jamás he hecho “chiki-chiki” ni “triqui-triqui” cuando he follado. Los únicos ruidos que percibo durante el coito, y la mamada, son los puramente líquidos, y por supuesto, los tremendos gritos de placer. Esto es lo que provoca mi poderoso pene bombeando con elegancia en el coño de mi esposa o de la puta a la que he pagado una pasta para que encima goce como una loca.

Los que hacen “chiki-chiki” o “triqui-triqui”, son tontos hasta para follar.

Lo del perrea-perrea es facilísimo de descifrar (no en vano lo hablan y pronuncian mentes muy inferiores a la mía). El Chikilicutre intenta decir: berrea-berrea (algo así como “canta tan mal como un toro o un venado”). Como ya he dicho, entre el público y críticos que gustan de este adefesio indecente de canción y cantante, no es habitual la lectura y así, berrea, cómo sólo lo conocen por su articulación fonética y es una palabra que en su vida han visto ni verán escrita; se convierte en perrea. Porque claro, es que aparte de no saber leer bien, la peña tiene una seria discapacidad fonética y los logopedas ya deberían ser multimillonarios todos. Sería lo justo.

Así de fácil es como degenera el verbo berrear en perrear gracias a este gobierno que actúa calculadoramente en complicidad con el Chikilicutre analfabeto para remachar de una vez por todas la estulticia por todo el territorio nacional, como si de una epidemia infecciosa se tratara.

Me cago en dios… Pues no voy a sudar yo los cuatrocientos euros de Zapatero.
Es que ser inteligente está reñido con ser afortunado. En fin, es una desgracia con la cual tendré que acarrear perreando-perreando hasta que mi cáncer de tibia se extienda a los pulmones y por fin pueda descansar en paz.

Esta falta de sensibilidad que tengo, también es para mí un tormento, no creáis; me siento tan sólo… Los veo bailar y disfrutar al son de esa canción que para mí es más triste que una ballena varada en la playa. Jamás podré sentir felicidad alguna ante esos ruidos.

Siempre me acordaré de aquella frase llena de fuerza que Clint Eastwood pronunció en Dos mulas y una mujer: Si me pagan con tortitas, los aso a tiros.
Los aso a tiros… Jo, qué bonito sería un mundo perfecto.
Maldita sea mi suerte.
Buen sexo.


Iconoclasta

11 de abril de 2008

Veranos


El calor se ceba en mí, el invierno se ha ido a la mierda y mi cuerpo responderá de mala forma: sudaré más, mis testículos olerán más fuerte y me masturbaré más a menudo.
Mierda de verano… Es un ciclo del que se me tendría que dispensar padecer, porque al final, mi deseo sexual en verano y en invierno viene a ser el mismo: escaso. Yo no tendría que formar parte del ciclo natural de los animales. Soy extraño, ajeno. Lo rechazo.

Soy inhumano.

Sí, tengo dos piernas, dos brazos y mis cojones intactos. Esto sumado a mi capacidad para coger una pluma y escribir incoherencias que pueda leer otro, me convierte en animal; pero no pedí serlo.
Hombres y mujeres en verano, se excitan más, follan más, o por lo menos piensan más en hacerlo. Su instinto primitivo les obliga a buscar sitios donde descansar y las grandes manadas humanas, en los meses de calor, van de un sitio a otro con sus cerebros a bajo rendimiento buscando barrizales y campos donde restregar sus genitales recocidos.

Yo no busco nada, me conformo con que ellos desaparezcan, que se larguen a sus mierdas de destinos, que se preñen las hembras, que las jodan los machos. Yo sólo fumaré y me revolcaré en barro si así me apetece.
Me rebozaré en polvo, cogeré mi pene duro y siempre húmedo y me masturbaré gimiendo como una puta ante su cliente. Engañando a la furcia vida; que no sepa que me pudre estar vivo en este tiempo y lugar.

Calor de mierda, sol asqueroso… Estoy harto, aburrido de que cada ciclo sea invariable. Es tanta mi desesperanza, que a veces me encuentro deseando que ocurra una catástrofe natural a escala planetaria. Algo que me arranque de esta vida aburrida, monótona y ahora calurosa.

La única ventaja de toda esta mierda de calor, es que las putas en la carretera, se ponen menos ropa.
Está demasiado delgada, no me gusta, pero lo único que quiero es salir de esta carretera, de este arrancar y parar agobiante; sacudirme de encima la sensación de estar pudriéndome al lado de ellos, de los ajenos a mí. Y son todos.

A veces, cuando la puta tiene mi pene en su boca y succiona haciendo que mis testículos se contraigan de placer, me encuentro deseando que una bola de fuego caída del cielo arrase un continente cualquiera. Me la pela el continente que sea; me la pela de la misma forma que esta puta lo hace por veinticinco euros (es una yonqui que se cotiza a la baja para poder chutarse en vena cualquier mierda que le den). No tengo pasión en mi aborrecimiento, como ella no pone pasión en lamerme el bálano.
Me irrita mucho sudar cuando me la chupan.

Podría tocarme la lotería y ser yo el que desapareciera, pero me parece mucho más improbable, el mundo está contra mí y sólo espero algo malo.
Está todo mal.
No me gusta. El sol es mi enemigo, el hombre es mi enemigo, el planeta es aburrido y previsible. Hostil.

Mi pensamiento es cuanto menos, peligroso. Lo reconozco, peligroso para mí y para los demás. Soy un individuo defectuoso entre la especie humana y eso no puede ser bueno para nadie. Cuando joda a otra mujer y la deje preñada, el hijo será un animal como yo y lo condenaré a padecer este calor y tener oscuros pensamientos cuando el invierno desaparece.

Seré el primero de una dinastía de fracasados y frustrados.
Por veinticinco euros más, la puta accede a montarse sobre mis muslos y follarme. Yo me dejo follar, hace demasiada calor y no tengo ganas de trabajar. Que se mueva la yonqui. El volante la obliga a pegarse demasiado a mí y un pezón sucio y seco, se me posa en los labios.

No tengo condón y ella dice tener el sida, ya me lo dijo, hace tiempo, peron nunca se acuerda. También me importa poco, no puede ser peor el sida que este calor entre la manada, este tufo a carne humana sudorosa y combustible quemado.

De alguna forma inverosímil en una puta, su vagina está lubricada, aceitosa, blanda… Seguramente se ha metido algo de calidad.
Enterrar mi pene en ella es tan fácil como sudar.
Y me corro, todo el semen en su coño. No me extrañaría que se quedara preñada. Tampoco es problema, se tomará la píldora del día después y en el peor de los casos, que con el mono se olvide de tomársela, no llegará a desarrollar más que medio feto. Está en los huesos, la enfermedad se la come, la agota.

Y la verdad es que debe tener la matriz tan podrida por la enfermedad que no saldrá nada de ahí, no formará vida alguna y mis espermatozoides buscarán como locos un óvulo que no es más que un quiste pequeño e inútil.
Pesa nada y parece que todo es coño. Me gustan los coños ágiles. Pegados a un cuerpo liviano.
Maldito calor...

Le doy los cincuenta euros y baja del coche, se pasa una toallita de papel por la vagina, se limpia los muslos de semen y la boca con el dorso de la mano.
Es curioso cómo crecen los hijos, cómo se convierten en algo totalmente diferente a lo que sus padres son. Y lo que soñaban que serían el día de mañana esos hijos que uno quiere más que su propia vida.

Hace años que la puta no me llama papá, hace tiempo que dejó de ser mi pequeña. Un verano y un viaje de fin de curso. Cuando volvió a casa, en su mirada no había inocencia. Había experiencia y en sus ojos escleróticas rayadas por finas venas.
Dejó de hablar y yo me sentí mal, me sentí traicionado y el miedo a su pérdida hizo mella en mi ánimo. El calor de cada verano me trae recuerdos de una hija perdida. De una puta que no tiene cerebro.
Recuerdo haber vomitado los primeros días en los que acudía al centro de desintoxicación para visitarla, para desear ver algo de ella tal y como la conocía antes de aquel verano. Recuerdo a mi mujer llorando; la casa se hizo angustiosa como un cementerio de tumbas abiertas, de huesos al aire.

Para ella no había más pensamiento que el deseo vehemente de salir de aquel centro y volver al caballo, a meterse mierda en las venas y en la nariz.
Los veranos son sucios como la sangre toxicómana, sucios como excrementos sanguinolientos de sidosas hemorragias.
Un verano nació una yonqui y murió un padre que no debería haberlo sido jamás.

Puto verano. Está tan podrido su cerebro que no guarda un solo recuerdo de mí; ni mis ojos taladrando los suyos evocan nada en su mente estropeada.
Con dificultad, lo que una vez fue mi hija, se sube las bragas y mete los billetes doblados mil veces en un minúsculo monedero.

—Hasta la semana que viene —me despido a través de la ventanilla.

Aún huele el coño de lo que fue mi hija en el asiento.

—Adiós, Alonso —me responde con la voz rasposa, con los labios mal pintados.

Al principio no podía creerlo, no podía creer que no me conociera.
Odio el mundo entero, odio todo lo que se mueve sea bello, feo, malo o bueno.
Odio este mundo en el que tengo que follarme a mi hija para poder verla y tocarla. Odio este mundo que ha podrido a mi hija y mi vida.

Nunca aceptó volver con nosotros, era consciente de su propia degeneración, sólo le quedaba dignidad. Y la dignidad se convirtió en una especie de cruzada en la que ella no quería limosnas ni ayuda, no aceptaba nada.
Y perdió la memoria, un día la vi aquí mismo, en este descampado junto a la carretera; ya me había olvidado. Le di el dinero y me hizo una mamada. Le acaricié el pelo y me dijo que no lo hiciera, que era sólo trabajo.

Su madre murió en silencio una noche en la cama, a mi lado. De un infarto, de un ronquido que no oí. Me desperté al lado de un cuerpo frío. Y me pegué a él, absorbí todo aquel frío mortal y lloré un poco.
Era verano, y llamé a un médico de urgencia. Mientras llegaba, me volví a abrazar a su cuerpo frío.
Calor…

A veces pienso en lanzar el coche por el acantilado, con las ventanillas abiertas y volar… Aire fresco del mar…
Pero aún, a pesar de todo, tengo la esperanza de que ocurra algo malo, algo que sea tan atroz y salvaje, que me lleve a olvidar toda esta mierda de vida.
Ni siquiera la puta que me ha follado y que un día fue mi hija, me importa ya.

Sexo y destrucción, el sexo para mí, la destrucción para ellos.
Hace tanta calor… Y se ha estropeado el aire acondicionado.
Mierda de coches asiáticos…


Iconoclasta

4 de abril de 2008

La esclavitud, divino tesoro



El detector de metales para encontrar las minas anti-personas en los abundantes y resecos campos minados de toda Africa, cuesta unos tres mil euros.
Por ese precio, se pueden comprar hasta diez niños de entre seis y doce años para que las busquen. Esto es algo que los padres entienden y reconocen cuando les pongo en la mano unos cuantos billetes: no se puede comparar la efectividad y el empuje de los niños para encontrar las minas, con el frío bip metálico de un detector.
Ellos las señalan con el palo que con el que les equipo para tantear el terreno (me recuerdan a los perros que levantan la pieza en las cacerías) y le pego un tiro a la mina desde una prudente distancia.
Antes les grito que se protejan los ojos y los oídos.
Si tienes suerte, estos niños te pueden durar hasta un par de semanas. Cuando pierden una pierna o el brazo, simplemente se les cauteriza el muñón con algo muy caliente, les doy un poco de coca cola y en un plazo máximo de veinticuatro horas, ya los tengo caminando por los campos minados.
El niño que más tiempo me duró, fue un macho muy negro de siete años que perdió los dos brazos y una pierna en el espacio de dos semanas; parecía que había nacido con suerte al sobrevivir a tantas explosiones.
Sin embargo, la rama que le di a modo de muleta y en la que apoyaba el muñón del brazo derecho para proseguir con su trabajo, presionó otra mina. Cuando me di cuenta de que la única pierna que le quedaba estaba a diez metros de él, contrayendo los pocos músculos que tenía, pensé que podría montarlo en un carrito y con la boca podría ir tanteando el terreno.
Pero se desangró casi al instante. Dieciséis días es el récord de supervivencia.
Yo les doy un sentido a la vida a todos estos niños. Suelen estar infectados de sida y la enfermedad se los come sin que puedan hacer nada útil para la sociedad.
Los padres se vuelven locos de alegría cuando les ofrezco 100 e incluso 200 euros por cabeza o hijo (los más mayores son más caros). Y eso que saben a lo que me dedico.
¿Cómo acabé aquí? Muy sencillo, nací en Barcelona y desde pequeño me entusiasmaban las historias de romanos y griegos, su pasión por los esclavos. Todo aquel circo montado para que la gente disfrutara de un verdadero reality-show donde hombres se descuartizaban luchando y los leones daban caza a beatos y sectarios cristianos, me fascinaba.
Las sociedades se hacen grandes gracias a la esclavitud.
Todas aquellas lecturas, toda esa admiración por los conquistadores y militares antiguos y clásicos, me hizo ver que los actos de aquellos hombres y mujeres, eran la esencia misma del ser humano.
La esclavitud, siendo conocedor y comprendiendo y respetando al ser humano, es el bien más preciado y lo que verdaderamente nos distingue de los animales.
Egipicios, griegos, romanos, españoles, ingleses, holandeses, portugueses…
Los países de estos individuos triunfaron gracias a la esclavitud.
La esclavitud es el motor del progreso y la cultura.
Yo trabajaba en una fábrica de mierda por menos de mil euros, casi cincuenta horas a la semana. Cuando el dueño de la empresa entraba con su cochazo de mierda, sabía que yo era un esclavo. Lo sabíamos y reconocíamos los dos.
Aquel idiota gordo e inculto, sabía que yo era de su propiedad, me pagaba por hacer un trabajo, el trabajo que él quería.
La sociedad está montada en base a la esclavitud.
Y el esclavo es el trofeo del triunfador.
Ser dueño de un esclavo es lo que marca a un hombre como poderoso y pilar importante de la sociedad.
Trabajador… Y una mierda. El concepto de trabajador u obrero es un eufemismo que han acuñado los esclavos para no pegarse un tiro en la sien al reconocer su fracaso. Su condición de esclavos.
Así que un buen día, al acabar la jornada de la habitual mañana del sábado, llamé a la puerta de la casa de mi amo, en las afueras de la ciudad, y muy cercana a la fábrica.
Los sábados se acercaba a la fábrica y a los esclavos de su confianza nos invitaba a almorzar en el restaurante de camioneros. Se hacía pasar por un tío superguay y luego se largaba bastante colocado de vino malo a su gran casa.
Una cosa es que me apasionen las culturas antiguas, otra cosa es que me pueda gustar ser esclavo.
Dijéramos, por decir lo mínimo, que me molesta mucho ser esclavo.
Así que cuando abrió la puerta, le pegué un tiro en la boca.
Como la casa se encontraba a más de un kilómetro de la carretera y no había vecinos cerca, no me preocupé lo más mínimo por el ruido de la vieja Llama automática de 9 mm. (me la regaló por seiscientos euros un amiguete que era policía local y decía haberla encontrado en un coche robado).
Entré en la casa y le volé a la mujer la teta derecha cuando trotaba hacia el cuerpo de su marido, al cual le salía humo de la boca.
Acerqué el arma a su coronilla y le descerrajé otro tiro.
Una adolescente gritaba alocadamente corriendo de un lado al otro del salón. Disparé seis veces antes de meterle una bala en la espina dorsal y dejarla tetrapléjica durante los escasos segundos que tardé en apoyarle el cañón en la frente y disparar.
Al hijo lo pillé cuando se disponía a saltar por la ventana de su habitación, se largaba dejando los auriculares por el suelo y la cadena musical encendida. Un tiro entre los omoplatos y otro a bocajarro en la cabeza. Yo no soy de esos paranoicos que se pasan un buen rato con ellos.
Aunque por unos segundos, pensé en metérsela a la hija.
Conocía la casa porque más de una vez había acudido para trabajar: pequeñas chapuzas del hogar que me pagaban con unos miserables euros.
En el despacho del mi bwana, encontré en uno de los cajones treinta y siete mil quinientos ochenta y dos euros.
Me largué a casa, le dije a mi mujer que esa tarde tenía que volver a la fábrica y al marchar, me despedí emocionado de ella y de mis dos hijos: Marta de tres añitos y César de seis.
He de decir que soy un gran aficionado a la fotografía, a la de prensa.
Y con ese dinero, monté un pequeño despacho, un ordenador y una línea telefónica en Zaire y me puse en contacto con las agencias de noticias, como Efe y Reuters. Les ofrecía modelos y motivos fotográficos para la venta a los grandes rotativos mundiales.
Para los aborígenes africanos, actuaba como una de esas ONGs que te encuentras a patadas y decía dedicarme a la humanitaria tarea de desactivar minas.
Con las autoridades, si tienes pasta, no hay ningún problema.
Y claro, procuro ir a los lugares más pobres y deprimidos para asegurarme de que tendré modelos para las agencias de noticias.
Así que cuando he encontrado una región con abundantes campos minados, me pongo en contacto con las agencias, las cuales sea noticia de actualidad o no, siempre se parten el culo corriendo por conseguir la foto de un niño negro mutilado.
Si quieren un video, les pido más dinero, claro.
Los niños caminan felices de ser observados por las cámaras e incluso en el momento en el que sus brazos son arrancados de sus cuerpos por las explosiones, sonríen.
Los fotógrafos también, porque sacarán una pasta de derechos de autor a pesar de darle el porcentaje acordado a la agencia de noticias.
Y así es como he conseguido ser alguien en este mundo. Ser importante y respetado.
La prueba es que tengo ocho esclavos trabajando en mi finca. A éstos, los he liberado del trabajo en los campos minados.
Cuando llegan celebridades y me encargan unos mutilados para fotografiarse con ellos, las invito a mi casa y me tratan con respeto y admiración.
Follarse a las famosas cantantes y actrices, tampoco es para tanto. Son sosas y remilgadas, muchas de ellas tienen un esfínter demasiado estrecho. Al final, acabo tirándome a alguna chica que compro en algún poblado.
En fin, que alguna desventaja tenía que tener esta vida de triunfador.
Pero no la cambiaría por nada.
De lo único que me arrepiento, es de haber perdido tantos años siendo esclavo.
La esclavitud es inevitable cuando hay vencedores.



¿Habéis visto que no siempre mato a primates? Algunos son casi amigos míos. Amo a este hombre.
Maldita Africa y maldito calor… Me largo a mi oscura y húmeda cueva.
Siempre sangriento: 666.

Iconoclasta