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22 de enero de 2010

La lengua que no cesa



Tengo una lengua ancha, no es larga, no es hábil para la palabra. No es sutil y es animal, irracional.
Es pesada y fuerte, se arrastra y arrastra lo que toca. Sé lamer la piel captando con precisión sabor y temperatura.
Tengo una lengua impaciente.
Eficaz.
Hoy la lengua no modulará palabra alguna, lo sabes ¿verdad, mi bella?
Me he mantenido vivo para lamer tu piel.
Luego, cuando de tu boca apenas salga más que un jadeo entrecortado, te joderé profundamente, es un hecho.
No es una amenaza, no es un alarde.
Estoy enamorado, caliente, erecto, y mi boca se hace agua.
Ya hemos hablado demasiado, sé todo de ti, salvo el sabor de tu piel. De tu cuerpo.
Te amo tanto que mi lengua se retuerce ávida y lasciva por saborear lo que tanto ha esperado.
Lameré tus labios, no los besaré, aún no. Soy un predador saboreando a su hembra, lavándola, marcándola.
Seguiré por tu cuello, deslizaré la lengua densa y pesada dejando una estela de brillante y cálida saliva que bajará entre tus pechos, que dudará a cual dirigirse primero.
De la misma forma que has untado mi alma con la tuya, así te cubriré de mí.
Tú guiarás la cabeza de la lengua lasciva hacia el pezón que más desee ser lamido y empapado, tú acercarás el pecho a mi lengua sujetándolo con esos dedos largos que también lameré. Que mojaré.
Y la lengua, presionará el pezón, lo empujará, lo arrastrara hasta que se haga blando, hasta que la areola se erice de puro deseo. Hasta que desees que de tus pechos mane leche y yo mame de ellos.
Me excitaré, gemiré con mi pene que de tan duro, dolerá. Mi lengua es especial y conecta directo con mi glande amoratado y henchido de sangre lanzado de deseo como el puto misil que te ha de llenar. Soy un monstruo de la naturaleza cuando de joderte se trata. Mi bálano late furioso entre la tela por salir y arrastrarse por tu cuerpo, por fuera y por dentro.
Con la misma fuerza que te amo, no tendré piedad y te arrebataré la voluntad con la punta de mi lengua, serás un cuerpo sometido al deseo, rendida a mi obscenidad.
Tu pensamiento será mío. Lamo tu piel y tu pensamiento todo.
No hablo, no puedo hablar no puedo dominar la lengua que se desliza ahora por el centro de tu abdomen y se hunde en el ombligo al que estoy unido ahora; la primera penetración, lo inundaré de mí y chapotearé hasta que tu espalda se arquee, hasta que con un gemido me empujes hacia abajo con mi lengua dejando el rastro del deseo más primitivo en tu vientre suave, allá donde nace el pubis que conduce como una autopista del placer directo a tu coño.
Escupiré en tu vientre y con mi ancha lengua extenderé la saliva como el preludio al semen con el que te ungiré, clavando en tus nalgas mis dedos para inmovilizarte, para que no encuentres consuelo en el movimiento de tu pelvis.
Para que tus pezones se ericen y te los maltrates llevada por la impía obscenidad de una lengua voraz que está derrotando tu pensamiento racional y lúcido ahí abajo.
Te lo dije, mi lengua tiene el ancho suficiente para cubrir los labios de tu vulva, la dureza para abrirlos sin esfuerzo e invadir lo más íntimo de ese coño enloquecedor.
Tócate, sólo la tela de la braguita y sentirás el fluido espeso calarla. Lo espeso, lo resbaladizo es tuyo. Lo mío es agua cálida, fluida.
Te lo dije: cuando llegue a ti, esclavizaré tu cuerpo y tu voluntad. Mi lengua será tu dios y tu amo.
Abre las piernas a tu amo...
Te sentirás llevada, buscarás con las manos la pared pensando que tu cuerpo se arrastra entre las sábanas llevado por la fuerza de mi lengua.
Arrastro y acaricio.
Arrastro y bebo.
Arrastro y mojo.
Arrastro y tomo...
No es la palabra lo mío, no nací con una lengua apta para la oratoria.
Yo sólo follo, ahora sí.
No más palabras, no más desesperadas palabras por hacer realidad mil años de espera.
A veces pienso que asisto a los actos de mi lengua, que no soy yo. Que con mi pene somos tres habitando este cuerpo ahora tenso y ansioso.
Y la lengua que no cesa, navega libre y salvaje por tu cuerpo. Repta entre tus muslos, en lo más tierno y blando de ellos, peligrosamente cerca del sexo.
Seguiré las ingles dibujando el triángulo áureo de tu coño. Y unos dientes apresarán la tela de la braguita y tirarán de ella con una fiereza mal contenida.
Abre las piernas, mi reina, deja que fluya lo que hierve en tu coño y que esta vez no sean las palabras. Que esta vez la lengua cumpla la misión para la que fue creada.
Retiraré la tela a un lado, aún no te arrancaré la braguita, quiero ver tu vulva empapada, los labios resbaladizos de tu espesa esclavitud aún dominados por la tela.
Una flor envuelta que desea liberar y desplegar sus pétalos al aire. Aire fresco en tu coño, un hilo de baba que conecta tu vulva apenas desnuda con mi lengua y mis dedos.
Y todo son fluidos. Follarte es beberte. Mojarnos.
Ábrelas más, porque vas a parir por tu coño un grito obsceno de placer, sudarás gimiendo lascivamente. Desesperarás cuando mis dedos abran la vulva para que la lengua se pegue a ella con la sed de un náufrago del desierto, cuando el calor de tu ano reciba el bautismo lujurioso de mi lengua y tus nalgas vibren ante el blasfemo hisopo.
Te lo dije: no dejaré nada por lamer en tu cuerpo. Seré minucioso, tortuoso.
Te daré placer, nadie más podrá saciarte ya. Soy cruel como lengua.
Quiero ser todo, quiero ser el que te ama y el único que te hace gemir, no hay asomo alguno de humildad ni recato en mi lengua. Ni en tu piel.
No es un alarde, y tu vagina latiendo y brillante de humedad es la prueba que me hace la boca agua.
Ahora todo tu pensamiento es mi puta lengua.
La lengua que no cesa.
Rozar la perla dura del vértice de tu coño, es el destino. Empujar el clítoris apenas ya escondido entre los pliegues, que salta desesperado a mi lengua.
Pensarás cuando lo aplaste, lo empuje y lo agite, que te lo voy a arrancar. Y aún así, presionarás mi cabeza para que no salga de ahí y te arrebate el último ápice de libertad.
Lo sabía porque todo lo hablamos, te lo dije: Lo cumpliré. Estás condenada a ser mía, mi reina.
Mi lengua es ancha y fuerte para lamerte mejor... dije yo. El lobo feroz sentiría vergüenza de ver tu coño hambriento derramarse, de tus bragas que de tan mojadas dejan ver la raja cuyo contorno acaricio con mis dedos, presionando tan poco, que me pides que te empale de una vez ya, que no aguantas más.
Puta, será la única palabra que dirá mi lengua a tu coño hirviendo.
Puta, puta, puta... responderás elevando la cintura para que mis labios besen ahora el coño que desea ser invadido.
Es el juego de los amantes que se reconocen obscenos, tenemos derecho a serlo.
Una necesidad perentoria. Una liberación a la bestia del amor.
Nos lo hemos ganado, es la complicidad de las bestias en celo. Una risa casi rancia por el deseo acumulado, por mil miedos a que algo evitara el divino acto de lamerte y follarte.
La lengua se retira ya saciada, sus papilas están inundadas de ti. Aún no he acabado contigo, mi bella. Es hora de sudar todas las palabras por el glande, es hora de metértelas, como una venganza por el deseo que has desatado en mí.
Por ser liberto de tu esclavitud.
Te lo dije serio como una enfermedad mortal: serás mía.
Mi bálano como un caballo salvaje recibiendo sangre por un corazón acelerado.
Soy el pene que no cesa...
Soy la mutación de un amor desbocado.



Iconoclasta


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