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6 de noviembre de 2009

Performance



Soy el que os entretiene hasta que tome el escenario el gran protagonista de este espectáculo. Soy un telonero, dijéramos que un fracasado al que no saben si colocar al principio o al final.
Les he dicho que soy artista de principios, que si tengo que esperar al final, me tomo un cuarto de kilo de somníferos y se quedan sin artista underground.
El apoderado se ha dado cuenta de que mis vidriosas escleróticas prometen tanta locura, que tal vez sea bueno que salga yo el primero; el artista titular se está retrasando demasiado.
El titular es un cantante famoso, no sé quien coño es.
Respetado público:
Yo sé humillarme, id con cuidado. De la misma forma que me ofende vuestra vida, puedo ofenderos con la mía. Unos se aficionan a la música, otros al fútbol y yo os detesto de la forma más natural. He nacido para odiar todo aquello que me es impuesto. Y vosotros sois una imposición. Yo mismo soy una imposición.
A veces me odio.
Me odio sin reservas.
Yo sólo os quiero provocar. Aunque sea asco.
Una reverencia doblando la riñonada y la espalda bien recta, los brazos grácilmente extendidos y por el esfuerzo se me escapa una sonora ventosidad.
No os riais aún, queda mucho por lo que reírse de mí.
Danzaré con mallas ajustadas, con mis grasas contenidas por una sutil tela que dejará a la vista más miserias de las que desearíais ver.
Fuera el pantalón.
¿Es esto una performance? La obra es mi cuerpo, es una de las condiciones. Sí, siempre es bueno dar nombres exóticos a la miseria y la auto-mutilación.
¿Os dais cuenta de cómo me tengo que denigrar para que se os tuerza el gesto al mirarme? ¿A que es difícil apartar la mirada de una carne pálida envuelta en medias negras?
Y este vello que surge entre el tejido... Yo no me depilo, no busco un efecto estético.
Estoy sólo ante la masa, no necesito ni quiero estar guapo. Uno a uno, charlaría a gusto con vosotros; pero así en tropel, prefiero impactaros. Con una bala en el cerebro.
Si creéis que es gracioso, seguid riendo. Hoy día se ríe por todo y siempre ayuda a promocionarse en el mundo laboral.
Podría sonar música; pero os distraería de mi autodestrucción. Y me interesa que en esta performance, podáis sentir el ruido de mis enfisematosos pulmones al danzar con cierta energía descontrolada.
Estoy rabioso.
Furioso.
No tengo una sola razón para intentar ser un poco agradable.
Nadie muere en el momento adecuado.
Aunque pienso que es más importante nacer en un buen tiempo. Y en un buen lugar. A ser posible.
Si he de pagar un suplemento, lo pago; pero sáquenme de aquí, por lo que más quieran, sé que me voy a hacer daño.
Os reís; pero noto el nerviosismo, queréis disfrazar de risa algo que se precipita firme y peligrosamente hacia la debacle psíquica. Lo físico llegará. Lo tengo pensado, porque no se puede ensayar, sólo hay una vida.
¿Sabéis que la cabeza del verdadero telonero la tengo hay detrás, tras el telón? Si no lo hubiera decapitado, ahora os haría reír de verdad. Un orador chistoso de la banalidad; están de moda: miran sus calzoncillos sucios y hablan de la raya marrón hasta que las ovejas bostezan evidentemente aburridas. Monólogos...
Monos locos, sábanas ensangrentadas, una rosa decapitada.
No os riais, va en serio. La sangre fuera del cuerpo apesta enseguida, un voluntario que suba y notará que hay un ligero aroma a matadero municipal en el ambiente del escenario. La sangre también sabe a hierro oxidado. Siempre hay una importante fuga de sangre cuando la carótida se corta. Debería haber usado mascarilla, no consigo sacarme de la boca ese pegajoso sabor. Cuando entren en su camerino, se van a preguntar dónde cojones debe estar la cabeza.
No puede hacer daño destruirse uno mismo, es en definitiva una auto-crítica. Y si hiciera un poco de daño, no tendría importancia en comparación a lo que me irrita el culo la costura de la media. Mi bella es mucho más delgada que yo. No soy delgado, soy gordo, una vaca vestida de bailarina.
Puede ser gracioso; pero a mí no me lo parece. Estoy aquí por el puto dinero nuestro de cada día. Me pagan poco o nada por trabajar; y asaz a los que no trabajan; así que un servidor se frustra y decide que para ser apaleado, me azoto yo mismo que lo hago mejor y con más garantías sanitarias.
Con dos cojones.
Si se entera mi bella de que he cogido sus pantis...
Le diré que los he necesitado para atracar un banco.
¡Muuuuuu!
¿A que no es tan cómico el ridículo cuando roza la enfermedad mental? Cuando algo no puede tener un final feliz.
Tranquilos no voy a cagar en el escenario ni me voy a beber mis orines. Ese número ya lo he hecho demasiadas veces.
¿Os gustan mis rápidas fouettes? La brutalidad de una patada contra el suelo, el dolor de unas articulaciones no entrenadas. Grasa agitada, un cuerpo amorfo.
El giro veloz sobre la uña rota de mi dedo me centrifuga las mantecas.
¿A que sentís vergüenza ajena?
Los artistas somos extraños.
Os cogeríamos por los intestinos tras rajaros el vientre y os arrastraríamos al infierno: los bastidores de vuestra vida mal decorada. Oropel de oropel. Todo más falso que el dinero del Monopoly.
Salto con una pierna hacia adelante y la otra atrás luciendo una evidente y hermosa erección. No estoy excitado, no me excitáis nada.
Ocurre que mi pene es un ser con voluntad propia y no siempre me cuenta lo que piensa. Ni me avisa de lo que va a hacer. Hoy me ayuda a denigrarme. Siempre está para lo bueno y lo malo. Lo bueno es follar a mi bella. Lo malo, el resto.
Posición arabesque, en la que mi tripa cervecera, pálida y velluda, se come el elástico de las medias. Y luzco majestuoso como vuestro padre de pie en la playa, cuando una vez ha clavado la sombrilla en la arena, se siente orgulloso y mira con gallardía al horizonte antes de beberse la quinta cerveza de la mañana.
Bebed antes de volver a casa, puede que a la vuelta, os convirtáis en la parte orgánica del metal de vuestro carro. Estas cosas pasan. Mejor estar ebrio cuando la muerte se sube en nuestros hombros; hasta los médicos lo dicen: no hay porque pasar dolor. Los padres que beben cerveza en abundancia, suelen criar hijos con exoesqueletos metálicos y espuma de tapicería.
No os riais, es hereditario. Vosotros miraréis al horizonte, si no lo confundís con ese manto de mierda y medusas que el mar nos regala.
Posición attitude, aquí un brazo mira al cielo y el otro atrás, hacia donde mira mi culo. Es la posición homosexual de Supermán antes de emprender el vuelo, salvo por la pierna estirada lateralmente. Yo sólo hago performance, no salvo a ningún necesitado de mierda. Yo soy un necesitado y precisamente me estoy destruyendo.
¿Por qué iba a querer ser un héroe?
Y ahora un salto.
Gracias por los aplausos y las risas, hijos de puta.
Sé que al principio os hará gracia el crujido que habéis escuchado; pero no es una madera rota debido a mi exagerado peso. Es mi tobillo, ha crujido como una ramita y el dolor me sube por un nervio oculto en el interior del muslo o cuádriceps y me atenaza los cojones.
En definitiva, me he meado de puro dolor. ¿A que ya no tiene tanta gracia ver el huesecito ensangrentado que asoma por la media? Parece una especie de excrecencia, una deformidad. Un feto pegado a mí. Mi gemelo olvidado.
Gracias por los reticentes aplausos. Si estuviera entre vosotros haría lo mismo: cerrar el puño con fuerza y pensar que el truco está bien hecho.
Los pantis van a quedar hechos unos zorros. Como yo.
Demostrar valentía requiere mucha voluntad. Los deportes de riesgo no demuestran valor porque hay esperanza de que acaben bien.
Aquí, bailando en el escenario, frente a vosotros, querido público que espera la actuación del artista principal; no habrá final feliz. Por ello seguís mirando, venciendo la vergüenza de mi propia humillación. Evidentemente aliviados de no ser yo.
¡Hop! Salto. ¡Hop! Salto y tijera, y la media rasgada en la puntera derecha.
Debería haberme cortado las uñas.
Y las arterias.
Plié. Y con esta bajada de culo con los pies planos en el suelo, se ha descosido el panti por la costura y siento aire fresco en las nalgas.
Esto sí que es gracioso... Ya veo, ya. Pues apurad, porque puede que sea la última vez que os podáis reír durante los próximos cinco minutos.
Mi bella va a pensar que en lugar de robar un banco, he utilizado los pantis para envolver las heridas de un cerdo. ¿Y por qué iba a curar nadie las heridas de un cerdo, si lo que queremos es comerlo?
¡Hop! Quedo clavado en una grácil attitude de nuevo.
Y tengo que morderme la lengua para evitar un grito desgarrador. El tobillo se ha partido un poquito más y me duele la cabeza.
Ahora una serie de treinta y dos giros llamados fouettés, que es el número de repeticiones ideal para ser considerado una buena bailarina. El vómito no estaba previsto, ahora se amalgama el olor de la bilis con la sangre que se seca formando costras blandas en el cuello de la cabeza cortada.
Y la orina.
Hasta para morir tenemos poca dignidad y soltamos nuestras miserias a los cinco minutos de haber muerto. Ni la mierda quiere a los muertos.
Y dicen las malas lenguas, que los ahorcados, hasta eyaculan.
Hay que ser retorcido... Cuando le cortaba la carne del cuello y se desangraba en el camerino, no ha eyaculado
¡Atchissss! ¿Qué gracia tiene que alguien estornude? ¿Los mocos que me cuelgan? A mí me daría asco o repugnancia. Aversión.
Sabed que soy portador de la peste porcina.
No os asustéis, afortunadamente estoy demasiado lejos de vosotros para contaminar a nadie.
Un trote para que mis tejidos adiposos luzcan en un mundo de fibrados y mimados cuerpos. A mí me da igual, mi vida sexual no requiere demasiados rituales y follo con mi bella habitualmente. Incluso ella me exige más. Me hace sentir su esclavo sexual. Ella sí que sabe hacerme sentir hombre y útil.
Un tropezón y a punto estoy de caer de bruces al suelo.
Necesitáis una vulgaridad como el tropezón para reíros hasta llorar. Porque la cosa no pinta bien. En los velatorios, la peña acaba contando chistes y ríe como nunca lo había hecho. He visto tanta mierda... Mejor aún, la he entendido.
Y eso quita interés a la vida.
Vaya... ¿Oís la sirena de la policía? Es el final del espectáculo, alguien ha debido entrar en el camerino, tal vez porque bajo la puerta de ese pequeño habitáculo, se extendía una marea de sangre. Cinco litros de sangre es una cantidad considerable como para pasar desapercibida. Pongamos que un litro ha sido absorbido por la ropa del cómico. Quedan cuatro litros para que quien entre en el camerino, resbale y se dé de morros con el cadáver sin cabeza.
Otra carrerita y doy pequeños y ridículos saltitos. Me elevo lo que puedo y ofrezco mi mandíbula al suelo. Pequeño impulso para dar la voltereta sobre el cuello y ¡Zas! La performance está llegando a su final. Miro al techo, sólo puedo mover los ojos. No sé si respiro. Y no me duele el tobillo.
Me he partido el cuello, ahora soy como una serpiente rota. Podríais reír, es gracioso. Sí, ya sé que las performance son difíciles de entender.
Veréis: quería morir dejando huella, como he sido tan mediocre viviendo, que mi muerte sea recordada por todos vosotros. Soy simple como una pelota.
¡Ah, la vanidad!
No lo olvidaréis jamás. Yo no olvido las cosas que más me han impactado.
La policía corre hacia el escenario.
Dicen que a alguien que se le ha roto el cuello, se le ha de mover con sumo cuidado para que el último nervio que lo mantiene con vida no se parta y se muera.
Espero que no me defrauden, porque entonces sí que me iba a reír yo.
Mar adentro... (qué película más deprimente, coño).
El humor negro siempre es un buen recurso para quitarle gravedad a la muerte.
—En pie, queda detenido —me dice uno de los dos policías con la mano preparada sobre la pistola.
La gente aplaude, parece que les gusta el final...
—Una mierda, he de acabar mi número.
Su compañero saca las esposas de su cinturón y ambos se acercan a mí.
El final...
Con los pies me hacen rodar de lado y apenas siento un clic cuando la médula se romp...


Iconoclasta

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