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26 de noviembre de 2005

Acuarela



Soy un retrato en acuarela, poca cosa. Algo tirado en un bosque, entre la suciedad de un vertedero.
Abandonado a la lluvia y a la humedad de la noche. A un rocío frío que me hiela; no sé el nombre de mi creador, pero me diluyo.
Mis colores fueron vivos en el momento de la creación, eran unos hermosos colores sólidos como la sangre de los dedos del pintor.
Del creador.
Del psicópata maldito que me malparió.

Mi cabello era tupido, de un marrón como las cortezas de estos árboles que ignoran mi agonía. Mi sonrisa era sincera.
Y llueve y me aguo, desaparezco lentamente.
Lentamente porque el dolor es eterno, la tristeza de apagarse es un lamento continuo. Es una pena que no puedo gritar, no me queda apenas boca. No me queda apenas nada.
A veces, una gota que se arrastra parece dibujar una cicatriz que cruza mi rostro apenas coloreado.
Maldito creador, me diste vida por mero capricho, y nada te agradezco.
Te odio como nadie podría odiar, con la enajenación de mi dolor.
Del miedo de estar solo, pudriéndome entre vegetación y mierda.
Si al menos fuera una marioneta soñaría con que me dieras vida.
Como en aquel cuento...
Y te decapitaría, haría rodar tu cabeza con una espada, cortaría tus dedos sucios de colores impuros, mezclados por tu caprichoso proceder.
Tengo tanta fuerza para sentir asco hacia ti…
Te escupiría a los ojos; te pintaría los globos oculares con vinagre y lejía.
Y nunca podré hacerlo, es frustrante. No te debo ni el agradecimiento de un segundo de vida.
Lo único que me acompaña es la amargura del dolor.
Me aguo llorándome a mí mismo, en silencio; con mil sonidos hostiles a mí alrededor.
Es un llanto caníbal; me devoro.
Me autodestruyo como un secreto guardado por un romántico espía.
Soy un pobre pigmento sobre papel.
Un pobre y efímero bastidor para una vaporosa vida.
Débil, desprotegido.
Y en cambio tú, pintor, eres un dios desgraciado, aciago. Fuerte y cruel.
Y me lloro en chorretones desde mis ojos emborronados.
Lágrimas que ni siquiera son mías, que son vertidas por el mundo encima de mí.
¡Qué desproporción, un planeta y un dios contra un papel!
Como si fuera un enemigo peligroso al que abatir.
Pintor, creador:
No es agradable la gota que cala en el papel; poderosa.
Es terrorífica la lluvia cuando su único fin es deshacerme.
La orina del animal que me arde en la piel que en un día tuvo color…
Ya no queda apenas nada de mí, creador.
Ríe feliz porque tu ponzoñosa maldad, no ha creado una bella acuarela.
Creaste un dolor, un terror.
Un borrón.
Una maldita acuarela apenas ya reconocible.
Ojalá no fuera biodegradable y mis restos contaminaran por años la tierra.



Iconoclasta

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