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5 de octubre de 2005

Colibrí

Soy un precioso y lindo colibrí. No sé como cojones ha ocurrido; resulta que heme aquí con mis 120 kg. de peso, en pelotas y aleteando mis orejas a 2000 orejazos por minuto.
Es que ni se me ven.
Y sutil no soy, cuando mi cuerpo se mueve por el aire parezco unos de esos globos que venden los gitanacos los domingos por 4 €. Vuelo sin ninguna elegancia; pero con orgullo, eso sí.
Seguro que es un sueño, que nadie se sonría con la complacencia de los sabios; no me he tomado un tripi ni me he chutado pienso de conejo.

Yo sólo fumo y follo.
No os creáis que me siento mal, casi que soy feliz con mis grasas al aire.

Lo único que temo es no ser constante con la altura del vuelo, si no voy con cuidado me rozo los cojones contra el suelo y me elevo con un lastimoso quejido: uyuyuyuy.
Flip, flip, flip, flip...
Salgo por la ventana al exterior cargándome los vidrios porque soy nuevo en esto. Volando libre y encandilado oigo los gritos envidiosos de la gente: "Mirad al cerdo ese que vuela".
Los humildes y los seres humanos en general son unos incultos, no saben distinguir un cerdo de un colibrí. No me extraña que sus hijos acaben muertos con una jeringuilla llena de sangre clavada en el brazo y oliendo a mierda y meados. Con sus 16 añitos recién cumplidos...

Precioso.
Será por la libertad de ser un etéreo colibrí por lo que me siento tan poético.

Soy lo que rima con joya de candoroso.
Me dirijo hacia una ventana de un bloque de pisos vecino y me rozo el pene en el poyete de una ventana.
¡Me cago en la puta, que daño!
Flip, flip, flip, flip...

Llego hasta la ventana del tercer piso, es que sé que ahí vive una tía buena; y me acerco más. Regulo mi altura porque la persiana está bajada hasta la mitad y resulta que la muy buenorra se está probando la ropa interior.
Yo me quedo embelesado ante tanta belleza, es que se me saltan las lágrimas emocionado perdido.

Ella acomoda los pechos en la copa y de vez en cuando se excita los pezones para que se marquen, yo me toco mis sonrosados genitales y no hago caso a los gritos de un vecino que seguramente está admirando mi porte desnudo.
Mi vuelo delicado y grácil.
Me entran ganas de mear y dejo que la naturaleza siga su curso, los colibrís no meamos en los servicios. La gente contenta de mi presencia y delicada naturaleza me filma y aplaude con sus caras mojadas por mi dorada lluvia.

Y ella continúa ahora con las braguitas, se mira y ve que su sutil vello sale por encima del elástico, arruga el ceño con disgusto (no se porque, a mí esas cosas me ponen).
Unas tijeritas y negros pelarros caen al suelo silenciosamente. Yo lo veo todo ralentizado y con detalle matricial de 800 putosmegapixels.
Mi pene de colibrí, gordo como el de un toro ahora, se ha encabritado y le he pegado un golpe al vidrio rompiéndolo, llamando la atención de ella...
Gira su cabeza hacia la ventana y me mira anonadada, no es normal ver un pene de este tamaño en un colibrí. Tan rosado, tan brillante, tan llamativo.

Y grita: "¡hijo putaaaaaaaaaa!".
Y dejo de volar para caer en un colchón de látex con los pezones duros de mi mujer clavados en la espalda. Mi pene hace de soporte lateral y parezco una bici aparcada, no hay quien me ponga boca abajo.
Si vuelvo a tener otra experiencia onírica de este tipo, es que me voy directo a que me pongan diazepan hasta en las pestañas.
Que horror, aún me duelen las orejas. ¿Y no podría haber sido un ángel o alguna mierda teológica de esas en vez del jodido colibrí?


Iconoclasta

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