Me encontraba meditando sobre la negritud e inabarcabilidad del cosmos profundo. En la gran cantidad de estrellitas que hay en él, preguntándome dónde coño están las constelaciones del zodíaco. Estoy cansado de los enigmas de científicos e iluminados que te unen cuatro estrellas con unas cuantas rayas, te plantan encima el signo del zodíaco, por ejemplo piscis (soy un lujurioso piscícola) y cuando miras al cielo sólo ves un montón de estrellas sin ningún orden.
Los astrólogos y astrónomos deben esnifar algo a lo que los humanos normales no tenemos acceso. Miran al cielo con sus escleróticas vidriosas y ven cosas que a mí me están vetadas por pura maldad.
Ni siquiera he visto una aleta de los pescados de mi horóscopo.
Y por eso, paso de mirar al cielo y localizar la osa mayor, la menor o alguna de sus primas las guarras.
Ni osas, ni peces, ni toros, ni gemelos. Estoy por pasarme al calendario chino a ver si ellos no mienten como cosacos.
En fin, son cosas en las que uno piensa cuando los telediarios te arrullan con sus mentiras tras haber comido un buen plato de garbanzos con chorizo, dos hamburguesas con queso y bacón, patatas fritas con salsa brava, unos trozos de queso y un kiwi.
El humo de un partagás, tenía un sutil efecto narcotizante y mi pene se expandía lenta y perezosamente bajo mi pijama.
Me encantan estos momentos de paz y tranquilidad cuando mi mujer e hijo están fuera de casa. Todo hombre necesita sus momentos de soledad.
Soy un probador de condones sensible e intelectual.
Y de repente me olvidé de las putas estrellas.
Por enésima vez, comentaba la maciza de la Mónica Carrillo (no la conozco pero la quiero por lo buena que está, las mujeres bellas hacen las mentiras dulcemente creíbles), que iban a subir las hipotecas según adelantaba el director del banco central europeo; con toda probabilidad en poco más de un mes y medio.
Saqué un condón del lote Anal World/007GaysHard, que son de una extrema dureza, sin lubricante. Una delicatesen para los más avanzados y duros maricones. Es un nuevo proyecto pensado para los individuos más acomodados de la sociedad, ya que los millonarios, reyes y políticos en el poder, necesitan vivir nuevas emociones más intensas.
Y decidí descargar toda mi angustia interior por esa nueva mala noticia que me obligaría a traerme el doble de trabajo a casa y hacer horas extras.
Mientras la Carrillo miraba con esos ojazos mi pene enfundado en un condón grueso, negro y de áspera superficie antideslizante; yo pensaba en su escote y en agradecer al idiota del banco central europeo que anticipara la noticia. Al menos avisaba para así, darme tiempo a vender a mi hijo en internet para poder pagar el próximo plazo de la hipoteca.
Así que mientras hacía subir y bajar mi mano por el bálano, ahora mucho más grueso por el condón blindado, me dejé llevar y cerré mi mente a la maldad del ser humano e inundé mi mente con imágenes lujuriosas. El budismo es una cremosa disciplina.
Noté como se dilataban las venas de mi poderoso pene, cómo palpitaban bajo el grueso látex y como mis cojones comenzaban a hacer movimientos peristálticos, cuando apareció la jeta de Zapatero. Mónica comentaba que éste había reprochado amablemente al director del banco europeo, el que adelantara la noticia.
“Con lo difícil que resulta mantener engañada a la peña, y tú vas y sueltas la noticia así de sinceramente. Estas cosas se comentan antes con los colegas y ya me encargaré yo de decírselas a la chusma a su debido tiempo”, díjole Zapatero al otro cerdo.
Yo acostumbro a oír las palabras de los presentadores, pero si se trata de creer, me gusta más leer directamente en los labios del personaje. A Zapatero es difícil entenderle porque no tiene labios y necesita logopeda como en aquel mismo instante yo ansiaba que una boca femenina se adaptara a mi glande amoratado y reventón para recibir una dosis de proteína blanca y cremosa.
Fueron exactamente esas mismas palabras las que le dijo al idiota del director del banco. Soy listo como una ardilla y mis mentiras son mucho más creíbles e inteligentes.
Y además aprendo de todo esto, es aburrido observar políticos y poderosos, pero es la única forma de aprender a mentir de una forma sincera, es decir, que uno mismo se crea la propia mierda que suelta.
Me corrí cuando los ojazos de la Carrillo, se abrieron sorprendidos y libidinosos al ver como mi mano tensaba con tal fuerza el condón durante la eyaculación, que dejaba transparentar la carne. Mi imaginación es tan poderosa como la de los astrólogos viendo dibujos del horóscopo en las constelaciones.
Es una mierda tener una mente tan compleja como la mía, pero dios me maldijo con esta inteligencia y lo he de llevar como mejor pueda.
Dicho de otra forma, todas las preocupaciones por mi economía doméstica, se instalaron en el pijo, provocando un tormentoso y tortuoso orgasmo. Soy un ser atormentado en todo momento.
A los pocos segundos llegó mi mujer de su jornada laboral, me besó en los labios, me sacó el condón, me besó en la punta y me limpió primorosamente.
―¿Cómo te ha ido el día? ―preguntó con la boca llena.
―Precioso ―le contesté presionando la cabeza para que no se despegara de ahí.
La quiero…
Al día siguiente, cuando entré en mi departamento de control de calidad, Miravet, el jefe de la línea de condones duros, me dijo que era hora de probar en culo masculino el modelo 007HardGay.
―¿A quién vas a utilizar para las pruebas? ―preguntó con aire de preocupación.
Estos condones se diseñaron para abastecer un mercado en expansión y había una buena cantidad de dinero invertida en el proyecto, de ahí que se preocupara personalmente por el test del control de calidad.
―¿Tu hermana no tiene un culo pequeñísimo? Seguro que su esfínter es tan estrecho que podría servir como banco de pruebas para las penetraciones duras y correosas.
―No. Hace tiempo que he notado que se sienta un poco de lado, creo que su novio la ha estrenado bien. Ahmed sería mejor candidato.
Odio follarme a Ahmed porque no soy maricón. Aunque soy consciente de que el mundo laboral es así y hay que estar a las verdes y a las maduras si quieres conservar la nómina.
―Está bien, pero no se lo digas, ya se lo comentaré yo en el momento oportuno. Si le avisas con tiempo, es capaz de lubricarse el culo unos días antes para que le duela menos.
Me acordé en aquel momento de Zapatero y su reproche al del banco central europeo.
―De acuerdo, Iconoclasta. Pasado mañana tendremos un par de lotes de un millón de unidades y tendrás que certificar al menos, seis de cada lote.
―No te preocupes. Se harán las pruebas.
Me coloqué un condón verde pistacho serigrafiado con letras árabes (un encargo especial de un jeque de Kuwait) y me masturbé tranquilamente ante la ventana del pasillo de visitas, donde un grupo de chicas estudiantes de ingeniería industrial se agolpaban aplastando sus pechos contra el vidrio.
―Putas… ―susurré hipersensibilizado cuando me corrí.
Los fogonazos de los flashes de las cámaras, me dejaron más ciego aún temporalmente.
Me encendí un cigarro y llamé a Ahmed, que se encontraba en aquellos momentos limpiando los urinarios de los vestuarios masculinos.
―¿Podrías hacerte cargo de mi departamento pasado mañana? No podré venir hasta mediodía y hay un lote en espera: el Ultrasensible Woman Gigantous. Marina estará de coño de pruebas.
Oí el zapateo alegre del moro.
―No ti preocupes. Istaré allí como un cliavo ―dijo riéndose de su propia metáfora.
Yo también me reí.
Me miré al espejo preguntándome si mis cejas se estaban transformando o era sólo una impresión producto de mi gran capacidad de mimetismo para con la mentira. No me gustaría tener esas cejas en pico del político. Las encuentro horteras.
Me encendí otro cigarro más y me dediqué a leer los anuncios de contactos mientras esperaba un tiempo prudencial a que mis cojones fabricaran más semen para la próxima prueba de integridad.
Por fin llegó el día de la prueba de los condones 007GaysHard. Seis pequeñas cajas negras con un “Confidencial” estampado en rojo se encontraban en la mesa de mi despacho.
A las ocho en punto, Ahmed entraba tarareando una canción en su idioma.
Cuando me vio su semblante se torció con sorpresa.
―¿No decías que no ibas vienir?
―Ayer me llamaron a casa: este lote no podía esperar.
La cámara hace un vertiginoso giro hacia las cajas negras y los ojos de Ahmed se abren en toda su amplitud. Un redoble de tambor en sourround crea sensación de suspense y terror.
Yo silbo tranquilamente sin mirarlo a la cara.
En un movimiento instintivo, se lleva una mano al culo, aunque sea moro, no es idiota y sabe lo que le espera.
—¿Quieres qui ti ayudi en la prieba? —yo pensé en aquel momento que sí que era idiota.
—No Ahmed, necesito tu culo para probar los condones.
Saqué uno de la caja y cuando vio el tamaño y el grosor del condón, palideció y tuvo que sentarse.
—Cuando acabemos, entrará Serafina a probar el próximo lote control del Ladys Figa’s, que es bucal.
Me miró con sus oscuros ojillos esperanzados y le dije.
—Animo, que son sólo seis test.
Miraba receloso el condón que saqué de la caja y que se sostenía derecho en la mesa debido a su solidez y rigidez, mientras se bajaba los pantalones. Metió la mano en el bote de vaselina y cuando estaba a punto de untarse el culo, se la sujeté.
—Ni hablar, Ahmed, hay que probarlo “a pelo”. Es para maricas muy avanzados y duros.
Se limpió la vaselina en la camisa, muy contrito él y colocó el culo en pompa apoyando el pecho en el banco de pruebas y abriendo las piernas.
Soy un trabajador nato y no me gusta perder el tiempo, así que no le dije nada cariñoso, ni siquiera le confesé que lo de la Serafina era mentira. He estudiado mucho a los personajes famosos y dinerosos del mundo de la política y economía.
Cuando le penetré, de su boca salió un chirrido irritante: eran los dientes que los apretaba y se deslizaban arrastrándose los unos contra los otros.
Yo tenía en el cajón una mordaza maso con pelota de ping-pong. Desde que vi Pulp Fiction, siempre deseé metérselas en la boca a mis compañeras de trabajo, pero como el Ahmed me estaba dando la vara, se la coloqué mientras estaba distraído clavando las uñas en la mesa presa, seguramente, del placer que le provocaba la estimulación de la próstata y de la cual yo no era sensible gracias al grosor de la pared del condón.
Yo creo que se sintió aliviado.
Las niñas de un colegio que venían de visita para ver las instalaciones, aplaudían entusiasmadas y sus profesoras les explicaban en qué consistía el control de calidad. Una de ellas, la profesora más joven, me miraba con deseo.
Antes de empezar con el cuarto test, liberé la mordaza y le ofrecí un cigarrillo, hinchó un flotador para sentarse en él. Tenía una erección considerable.
Yo le hice un cumplido de macho a macho.
—No es una ericción, es la próstata que me la has mietido hasta los huevos.
—Pues mejor que se te quede ahí, te queda mucho mejor y le da más volumen al pene.
Le di una palmada en la espalda cuando estaba dándole la tercera calada al cigarro:
—Vamos a por los dos últimos a ver si podemos acabar pronto e ir a tomar una cerveza a la sala de descanso.
Fue más o menos bien, y la sangre por fin dejó de manar de su ano en el quinto. Cuando me corrí con el último condón, tenía el pene tan sudado y mojado de mis propios jugos, que cuando la saqué, el condón se le quedó en el ojete.
No le dije nada, pegué un fuerte tirón de la goma y lo arranqué de allí. Por lo visto se habían enredado los pelos del culo en la superficie antideslizante y lo depilé de una sola sesión.
No gritó porque estaba amordazado, pero la pelota de ping-pong salió disparada de la mordaza de su boca para estrellarse y hacerse añicos contra el cristal de la ventana de la sala de visitas.
Las niñas aplaudieron emocionadas y las profesoras se rascaban el coño con disimulo.
—Oye compañero, ahora espera aquí , que el jefe te traerá un sobre con el plus de peligrosidad en negro, que te lo has ganado. Y no te muevas que el doctor Barrios, vendrá con crema y antiinflamatorios para el esfínter. Yo voy a avisar a la Serafina para el siguiente lote que te he comentado
Ahmed me sonrió y no varió su posición.
Así que mientras hacía subir y bajar mi mano por el bálano, ahora mucho más grueso por el condón blindado, me dejé llevar y cerré mi mente a la maldad del ser humano e inundé mi mente con imágenes lujuriosas. El budismo es una cremosa disciplina.
Noté como se dilataban las venas de mi poderoso pene, cómo palpitaban bajo el grueso látex y como mis cojones comenzaban a hacer movimientos peristálticos, cuando apareció la jeta de Zapatero. Mónica comentaba que éste había reprochado amablemente al director del banco europeo, el que adelantara la noticia.
“Con lo difícil que resulta mantener engañada a la peña, y tú vas y sueltas la noticia así de sinceramente. Estas cosas se comentan antes con los colegas y ya me encargaré yo de decírselas a la chusma a su debido tiempo”, díjole Zapatero al otro cerdo.
Yo acostumbro a oír las palabras de los presentadores, pero si se trata de creer, me gusta más leer directamente en los labios del personaje. A Zapatero es difícil entenderle porque no tiene labios y necesita logopeda como en aquel mismo instante yo ansiaba que una boca femenina se adaptara a mi glande amoratado y reventón para recibir una dosis de proteína blanca y cremosa.
Fueron exactamente esas mismas palabras las que le dijo al idiota del director del banco. Soy listo como una ardilla y mis mentiras son mucho más creíbles e inteligentes.
Y además aprendo de todo esto, es aburrido observar políticos y poderosos, pero es la única forma de aprender a mentir de una forma sincera, es decir, que uno mismo se crea la propia mierda que suelta.
Me corrí cuando los ojazos de la Carrillo, se abrieron sorprendidos y libidinosos al ver como mi mano tensaba con tal fuerza el condón durante la eyaculación, que dejaba transparentar la carne. Mi imaginación es tan poderosa como la de los astrólogos viendo dibujos del horóscopo en las constelaciones.
Es una mierda tener una mente tan compleja como la mía, pero dios me maldijo con esta inteligencia y lo he de llevar como mejor pueda.
Dicho de otra forma, todas las preocupaciones por mi economía doméstica, se instalaron en el pijo, provocando un tormentoso y tortuoso orgasmo. Soy un ser atormentado en todo momento.
A los pocos segundos llegó mi mujer de su jornada laboral, me besó en los labios, me sacó el condón, me besó en la punta y me limpió primorosamente.
―¿Cómo te ha ido el día? ―preguntó con la boca llena.
―Precioso ―le contesté presionando la cabeza para que no se despegara de ahí.
La quiero…
Al día siguiente, cuando entré en mi departamento de control de calidad, Miravet, el jefe de la línea de condones duros, me dijo que era hora de probar en culo masculino el modelo 007HardGay.
―¿A quién vas a utilizar para las pruebas? ―preguntó con aire de preocupación.
Estos condones se diseñaron para abastecer un mercado en expansión y había una buena cantidad de dinero invertida en el proyecto, de ahí que se preocupara personalmente por el test del control de calidad.
―¿Tu hermana no tiene un culo pequeñísimo? Seguro que su esfínter es tan estrecho que podría servir como banco de pruebas para las penetraciones duras y correosas.
―No. Hace tiempo que he notado que se sienta un poco de lado, creo que su novio la ha estrenado bien. Ahmed sería mejor candidato.
Odio follarme a Ahmed porque no soy maricón. Aunque soy consciente de que el mundo laboral es así y hay que estar a las verdes y a las maduras si quieres conservar la nómina.
―Está bien, pero no se lo digas, ya se lo comentaré yo en el momento oportuno. Si le avisas con tiempo, es capaz de lubricarse el culo unos días antes para que le duela menos.
Me acordé en aquel momento de Zapatero y su reproche al del banco central europeo.
―De acuerdo, Iconoclasta. Pasado mañana tendremos un par de lotes de un millón de unidades y tendrás que certificar al menos, seis de cada lote.
―No te preocupes. Se harán las pruebas.
Me coloqué un condón verde pistacho serigrafiado con letras árabes (un encargo especial de un jeque de Kuwait) y me masturbé tranquilamente ante la ventana del pasillo de visitas, donde un grupo de chicas estudiantes de ingeniería industrial se agolpaban aplastando sus pechos contra el vidrio.
―Putas… ―susurré hipersensibilizado cuando me corrí.
Los fogonazos de los flashes de las cámaras, me dejaron más ciego aún temporalmente.
Me encendí un cigarro y llamé a Ahmed, que se encontraba en aquellos momentos limpiando los urinarios de los vestuarios masculinos.
―¿Podrías hacerte cargo de mi departamento pasado mañana? No podré venir hasta mediodía y hay un lote en espera: el Ultrasensible Woman Gigantous. Marina estará de coño de pruebas.
Oí el zapateo alegre del moro.
―No ti preocupes. Istaré allí como un cliavo ―dijo riéndose de su propia metáfora.
Yo también me reí.
Me miré al espejo preguntándome si mis cejas se estaban transformando o era sólo una impresión producto de mi gran capacidad de mimetismo para con la mentira. No me gustaría tener esas cejas en pico del político. Las encuentro horteras.
Me encendí otro cigarro más y me dediqué a leer los anuncios de contactos mientras esperaba un tiempo prudencial a que mis cojones fabricaran más semen para la próxima prueba de integridad.
Por fin llegó el día de la prueba de los condones 007GaysHard. Seis pequeñas cajas negras con un “Confidencial” estampado en rojo se encontraban en la mesa de mi despacho.
A las ocho en punto, Ahmed entraba tarareando una canción en su idioma.
Cuando me vio su semblante se torció con sorpresa.
―¿No decías que no ibas vienir?
―Ayer me llamaron a casa: este lote no podía esperar.
La cámara hace un vertiginoso giro hacia las cajas negras y los ojos de Ahmed se abren en toda su amplitud. Un redoble de tambor en sourround crea sensación de suspense y terror.
Yo silbo tranquilamente sin mirarlo a la cara.
En un movimiento instintivo, se lleva una mano al culo, aunque sea moro, no es idiota y sabe lo que le espera.
—¿Quieres qui ti ayudi en la prieba? —yo pensé en aquel momento que sí que era idiota.
—No Ahmed, necesito tu culo para probar los condones.
Saqué uno de la caja y cuando vio el tamaño y el grosor del condón, palideció y tuvo que sentarse.
—Cuando acabemos, entrará Serafina a probar el próximo lote control del Ladys Figa’s, que es bucal.
Me miró con sus oscuros ojillos esperanzados y le dije.
—Animo, que son sólo seis test.
Miraba receloso el condón que saqué de la caja y que se sostenía derecho en la mesa debido a su solidez y rigidez, mientras se bajaba los pantalones. Metió la mano en el bote de vaselina y cuando estaba a punto de untarse el culo, se la sujeté.
—Ni hablar, Ahmed, hay que probarlo “a pelo”. Es para maricas muy avanzados y duros.
Se limpió la vaselina en la camisa, muy contrito él y colocó el culo en pompa apoyando el pecho en el banco de pruebas y abriendo las piernas.
Soy un trabajador nato y no me gusta perder el tiempo, así que no le dije nada cariñoso, ni siquiera le confesé que lo de la Serafina era mentira. He estudiado mucho a los personajes famosos y dinerosos del mundo de la política y economía.
Cuando le penetré, de su boca salió un chirrido irritante: eran los dientes que los apretaba y se deslizaban arrastrándose los unos contra los otros.
Yo tenía en el cajón una mordaza maso con pelota de ping-pong. Desde que vi Pulp Fiction, siempre deseé metérselas en la boca a mis compañeras de trabajo, pero como el Ahmed me estaba dando la vara, se la coloqué mientras estaba distraído clavando las uñas en la mesa presa, seguramente, del placer que le provocaba la estimulación de la próstata y de la cual yo no era sensible gracias al grosor de la pared del condón.
Yo creo que se sintió aliviado.
Las niñas de un colegio que venían de visita para ver las instalaciones, aplaudían entusiasmadas y sus profesoras les explicaban en qué consistía el control de calidad. Una de ellas, la profesora más joven, me miraba con deseo.
Antes de empezar con el cuarto test, liberé la mordaza y le ofrecí un cigarrillo, hinchó un flotador para sentarse en él. Tenía una erección considerable.
Yo le hice un cumplido de macho a macho.
—No es una ericción, es la próstata que me la has mietido hasta los huevos.
—Pues mejor que se te quede ahí, te queda mucho mejor y le da más volumen al pene.
Le di una palmada en la espalda cuando estaba dándole la tercera calada al cigarro:
—Vamos a por los dos últimos a ver si podemos acabar pronto e ir a tomar una cerveza a la sala de descanso.
Fue más o menos bien, y la sangre por fin dejó de manar de su ano en el quinto. Cuando me corrí con el último condón, tenía el pene tan sudado y mojado de mis propios jugos, que cuando la saqué, el condón se le quedó en el ojete.
No le dije nada, pegué un fuerte tirón de la goma y lo arranqué de allí. Por lo visto se habían enredado los pelos del culo en la superficie antideslizante y lo depilé de una sola sesión.
No gritó porque estaba amordazado, pero la pelota de ping-pong salió disparada de la mordaza de su boca para estrellarse y hacerse añicos contra el cristal de la ventana de la sala de visitas.
Las niñas aplaudieron emocionadas y las profesoras se rascaban el coño con disimulo.
—Oye compañero, ahora espera aquí , que el jefe te traerá un sobre con el plus de peligrosidad en negro, que te lo has ganado. Y no te muevas que el doctor Barrios, vendrá con crema y antiinflamatorios para el esfínter. Yo voy a avisar a la Serafina para el siguiente lote que te he comentado
Ahmed me sonrió y no varió su posición.
Cuando salí del departamento, me encontré con el doctor Barrios que se acercaba con un espéculo enorme.
—¿Cómo ha ido con Ahmed?
—Bien. Ahora está secándose las lágrimas. Si te pregunta por la Serafina, no le hagas ni caso.
Barrios me entregó un sobre cerrado.
—El director me ha dado este sobre para ti. Está agradecido con tu sacrificio en este test.
—Sssstupendo —dije a la vez que mi poderoso cerebro contaba hasta ochocientos euros.
Cuando cerró la puerta del departamento tras de sí, al cabo de unos segundo oí un grito desgarrador . Era Ahmed, el doctor ya le debía de haber encajado el espéculo y en ese momento lo estaría abriendo.
—Tranquilo Ahmed, luego una lavativa y como nuevo —le decía afablemente el Dr. Barrios. Debieron haber conectado el micrófono de la sala por algún error y todo el personal de la fábrica estaba excitado.
Es una mierda la vida, y cuanto menos tienes, menos te dan.
Comprendí el reproche que Zapatero le hizo al director del banco central europeo; los poderosos han de saber engañar al pueblo. La ignorancia de los menesterosos es la herramienta de poder por excelencia.
Al cabo de unos días, me encontré con Ahmed y le regalé una caja de condones con sonajero, especial para sexo con preñadas; los acababa de probar y eran defectuosos. Sus ojos se iluminaron y me invitó a una cerveza y un cigarro.
Y la Serafina me la chupó el resto del día.
—¿Cómo ha ido con Ahmed?
—Bien. Ahora está secándose las lágrimas. Si te pregunta por la Serafina, no le hagas ni caso.
Barrios me entregó un sobre cerrado.
—El director me ha dado este sobre para ti. Está agradecido con tu sacrificio en este test.
—Sssstupendo —dije a la vez que mi poderoso cerebro contaba hasta ochocientos euros.
Cuando cerró la puerta del departamento tras de sí, al cabo de unos segundo oí un grito desgarrador . Era Ahmed, el doctor ya le debía de haber encajado el espéculo y en ese momento lo estaría abriendo.
—Tranquilo Ahmed, luego una lavativa y como nuevo —le decía afablemente el Dr. Barrios. Debieron haber conectado el micrófono de la sala por algún error y todo el personal de la fábrica estaba excitado.
Es una mierda la vida, y cuanto menos tienes, menos te dan.
Comprendí el reproche que Zapatero le hizo al director del banco central europeo; los poderosos han de saber engañar al pueblo. La ignorancia de los menesterosos es la herramienta de poder por excelencia.
Al cabo de unos días, me encontré con Ahmed y le regalé una caja de condones con sonajero, especial para sexo con preñadas; los acababa de probar y eran defectuosos. Sus ojos se iluminaron y me invitó a una cerveza y un cigarro.
Y la Serafina me la chupó el resto del día.
Iconoclasta