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Mostrando entradas con la etiqueta música. Mostrar todas las entradas
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15 de septiembre de 2015

Una niña precoz


Dicen que los padres no deben tener sexo con sus hijos.
Pero... ¿Quién coño va a venir a ver como mi papá me la mete? ¿A quién coño le importa nada de lo que hagamos?
Cuando sea mayor de edad, se lo diré todo a la perra de mi madre, siempre obsesionada con la forma en que nos miramos, siempre vigilando... Siempre viene con su coño de puta empapado de leche desconfiando de nosotros. ¿A qué viene esa mierda de moralidad en la puta?
Porque ella no se folla a papá, se folla a otros.
A veces papá me la mete con tristeza. Y yo le convenzo acariciando su paternal pene, de que a nadie le importa. Que somos ajenos a toda ley y a toda moralidad. Y llevo sus dedos a mi vagina para que vea como disfruto.
Me encanta, es tan tierno y tan inocente a veces...
A veces mira a otro lado cuando levanto la falda del uniforme del colegio y le enseño que no llevo bragas cuando me lleva en el coche camino a casa.
Amo a papá, con locura. Y a medida que me crecen más las tetas, no soporto que la zorra de mi madre duerma con él en la cama.
Un día la mataré y enviaré por correo uno de sus pezones a alguno de sus machos idiotas.

4 de septiembre de 2015

Mi cara feliz


Mi cara feliz de gilipollas con gafas nuevas. Esa sonrisita y carita bonachona mía, que cuando escribe piensa en los intestinos humanos fuera del vientre dando calor sexual a penes ajenos y perversos a esas tripas en un acto sexual que atenta a toda moral.
Y también me gusta mucho la tarta de manzana.
Maldiciones, amigos. Y que Dios os... Os... Mierda, me he quedado bloqueado.
Hostia puta.

24 de agosto de 2015

Un pacto obsceno


Una mamada por unas horas más de vida.
No quiero alma, que se la queden.

28 de julio de 2015

La noche


A veces no sé qué hacer con la noche.
La soledad y la libertad hacen de la oscuridad un mero trámite planetario y ardo en deseos de salir al mundo, de seguir caminando. Como si perdiera el tiempo.
Como si muriera más deprisa durmiendo.
No es miedo, es impaciencia, debo ir a algún lugar.
Se acaba el tiempo.

11 de mayo de 2015

Lynette: no puedo creerlo

Avisa en su blog Los Rostros de Jano: ¡HOLA! ESTA ES MI CRIPTA, PASEN BAJO SU PROPIO RIESGO, CONSTE QUE QUEDAN ADVERTIDOS.
Estoy de acuerdo y me encanta.
Lynette Mabel Pérez, una conocida y notoria escritora boricua (puertorriqueña) e impulsora de actividades literarias y sociales, ha tenido la inmensa generosidad, de hacer una reseña en su blog Los Rostros de Jano (http://rostrosdejano.blogspot.com.es/) de un personaje que creé hace mucho tiempo como la encarnación del mal y una justicia salvaje entre los humanos. Puro entretenimiento para adultos.
Lynette, mi amiga ha invertido un tiempo precioso, su conocimiento, profesionalidad y habilidad para comentarlo, como ejemplo para el tema que trata.
Esto aparte de ser vanidad mía, es un muy pobre agradecimiento a esta gótica escritora de este siglo y una amistad que se ha prolongado por el tiempo y el espacio, gracias a ella y a Miranda Merced, pude participar en ese lujo de antología que fue Fantasía Circense.
Lynette, gracias por elevar a algo importante a tan oscuro y banal personaje, que en muchas ocasiones representa mi furia desatada ante las injusticias que se hacen en el mundo y quedan impunes.
Me ha emocionado toda esa generosidad, te quiero amiga.
Un beso bermejo, un abrazo eterno, Lynette.

Su artículo es: Para una teoría de la dualidad: una lectura de un texto de Iconoclasta.
http://rostrosdejano.blogspot.com.es/2015/05/para-una-teoria-de-la-dualidad.htmlhttp://rostrosdejano.blogspot.com.es/2015/05/para-una-teoria-de-la-dualidad-una.html
Que lo disfrutéis. Como todo lo que es escribe, es adictivo y da para reflexionar y discutir con un buen café entre amigos. Algo ya casi olvidado.

21 de febrero de 2015

Descontrol y paranoia

Una alucinación repetitiva como el ritmo.
Como drogarse...

21 de julio de 2014

Nueve horas


Nueve largas e interminables horas en una ciudad de mierda, ¿y cuál no lo es?
Nueve horas... Ese número de horas no es mágico, es lógico. El número oficial y oficioso para agotar el cuerpo trabajando; pero por encima de todo, para agotarlo bailando, metiendo en sangre el suficiente licor para despreocuparse de que hay un ejemplar de ganado porcino esperando en la casa, tras las puertas del antro.
Me gustan las guarras borrachas con vestido corto que meando entre dos coches con las bragas en las rodillas, se caen sobre su propia orina riendo como subnormales.
Nueve horas es el tiempo perfecto para beber, cantar, bailar y rozar los cuerpos hasta quedar sexualmente satisfecho, o con las pollas y  los coños debidamente lubricados.
Nueve horas que son las necesarias para asentar los fracasos, las carencias y las frustraciones de las parejas que nunca llegaron a amarse. Solo frustrados soñadores con pretensiones de amor ultra terreno. Nueve horas marcan el ridículo y la vergüenza entre gritos, copas y música mala y aburrida solo para idiotas.
¡Chum-chunga, chumba, chum! Y así infinitas veces.
El borracho saca su ridículo pene del pantalón para mear en las ruedas de un contenedor de basura en las sombras de una calle.
Nueve horas son las justas y necesarias, para que el ser despreciado sepa que causa repulsión, nueve horas son las necesarias para librarse de algo que no quieres y romper las cadenas de un amor que no lo es, viciado de terceros amantes, de ascos y decepciones.
Nueve horas para fumar veinte cigarrillos y toser sangre y mierda puta.
Un coche con cuatro borrachos ensangrentados, humea contra un pilar de hormigón, la muerte no siempre es romántica, suele ser muy aburrida también.
De seis de la tarde a nueve de la noche, los falsos amantes  y sus mentiras prensadas con besos secos y sexos desganados, se relajan. Se olvidan en una descendente y suave curva, la basura que son, la tontería que han hecho durante años juntos, la porquería a medio construir que no pueden acabar.
De nueve de la noche a las doce, los impostores del amor se embriagan con copas de alcohol y bailes sensuales que creen realizar, para olvidar completamente lo que les espera al salir de ese antro encajado entre las calles de una negra, sórdida y aburrida ciudad. Como ellos... Ellos lo saben en el fondo de sus pequeños cerebros.
Se empeñan en ser indiferentes a lo que les espera en el mierdoso hogar, en la novena hora.
Hay vulvas sudadas y empapadas sentadas en las plásticas sillas, gotas de rancio sudor en escotes atrevidos, penes con restos de orina manchando los calzones y los pantalones. Hay una música estridente que alimenta el ridículo y la lástima en las tardes y las noches de las ciudades de los amores muertos.
De las doce de la noche a las tres de la madrugada, sus coños y penes están tan resbaladizos de deseo y de roces con otros cuerpos como ellos de miserables, que acaban follando o mamando los sexos de otros que no desprecian como lo que volverán a ver cuando sean las tres y un minuto.
El apestoso y mentiroso hogar...
Nueve horas son las justas para que miles de idiotas intuyan y asimilen con sus mentes ebrias, la vida fecal que se han creado.
Solo unos pocos elegidos, entienden que esas nueve horas son una liberación a un infierno de vulgaridad, cotidianidad y cobardía. Para ellos, el nueve, la novena hora , se convierte en un número mágico.
Como una bomba que estalla en esa hora tras haber estado corriendo el temporizador durante años. Reventando el techo de una caverna formada por rocas de decepciones, tristezas y amores que no pudieron ser.
Amores que intentaron ser suplantados con otros falsos en un ciclo vicioso cada vez más desalentador.
Cavernas con suelo inundado de guano; eligieron las menos malas dentro de lo malo. No tuvieron valor para aguantar la soledad el suficiente tiempo.
La novena hora tiene dos filos...
Nueve horas para los frustrados y mediocres que rozan sus cuerpos cuasi clones en danzas animales para consolarse en rebaño.
Nueve horas para la liberación de una larga prisión que pudre la confianza, el cariño y la tranquilidad.
Nueve... Un número de mierda y un número sagrado para percibir la realidad y escapar del engaño y la ponzoña.
Nueve horas pueden destruir un calvario si eres hábil.
Son las tres de la madrugada: ¿tendréis inteligencia y valor? ¿O volveréis con vuestras embriagadas y deficientes mentes al apestoso agujero del que salisteis para rozaros y emborracharos al son de una música patética en el antro del plástico y los humores rancios?
Solo sé, con una precisión absoluta, que tendréis hijos que harán lo mismo. Y vuestros nietos serán otros enfermos de vulgaridad y falacias.
Son las tres de la madrugada y algunos miramos la liberadora luz de la caverna, con el rostro lleno de mierda.
Como odio esa metralla asquerosa...
¡Bum!







Iconoclasta