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2 de febrero de 2023

lp--El terror superficial--ic


Viendo una película de terror recapacito sobre las cosas horrorosas de verdad.

Y llego a la conclusión de que por muy terrorífica que quiera ser una película, no puede ser peor que te taladren una uña sin cariño alguno o anestesia para drenar la sangre acumulada por un golpe o que la reparación de una persiana tarde ocho meses en realizarse.

Eso sí que es desgarrador.

En fin, lo que me encanta de las películas de terror superficial, son las protagonistas. Siempre son tetonas que al respirar agitadamente, sus tetas suben y bajan con hipnótica lascivia.

Pretenden darles un aspecto juvenil de apenas dieciocho años; y al ser tan voluptuosas y carnales, parecen auténticas macizas treintonas (mature en idioma porno) y claro, dejan a sus compañeros machos de reparto como niños con pañal.

Es pura masturbación desencadenada para los que inician la dramática y estúpida metamorfosis hacia la adolescencia.

(YO, como soy viejo, necesito ver el pezón para cascármela)

También es habitual que entre las pandillas de machos jóvenes en estas películas, haya uno tan feo y contrahecho que en lugar de aparentar diecisiete años o dieciocho, aparenta sesenta.

Suele ser de los primeros en morir. Un castigo bíblico a su fealdad, y un recurso cinematográfico para no prolongar más tiempo del necesario su aparición ya que me deprime al público en caso de que le hiciera caso a la película y no anduviera haciéndose porros de maría.

Este feo, además, es el que te lleva a esperar con impaciencia otra escena con la tetona corriendo aterrorizada con una camiseta de tirantes, o bien directamente con un sujetador que parece pegado con superglú a las tetas, porque por mucho que corra, salte o respire agitadamente, no asoma ni un trozo de la areola del pezón.

Otra cosa a destacar es la situación idiota que muchos guiones proponen: intentar matar a un ser sobrenatural, semitransparente e inmortal con balas.

Como si las balas USA fueran agua bendita que a chorros queman a los diablos vaporosos.

Es en realidad, un mensaje subliminal de la Asociación del Rifle.

Así que esto funciona inevitablemente, siempre así: un macho joven (el promedio de edad de los personajes en las películas de terror superficial) americano observa aproximarse a un espíritu maligno vaporoso (la tetona respira a su lado subiendo y bajando hipnóticamente sus lascivas tetas). Y de repente, el muchacho echa a correr al recordar aquel rifle que se le cayó en la poza séptica que usan en la casa de campo como retrete. Pretende asar a tiros a la maligna nube de gas o diablo cambiante.

Muere el muchacho; pero con heroicidad.

Y las tetas de la prota, suben y bajan, suben y bajan, suben y bajan, suben y bajan…

No sé lo que pasa al final, tengo trabajo.



Iconoclasta