No sé qué pensar y definir concretamente cuando de las selváticas montañas se elevan jirones de vapor hasta formar nubes que ascienden expandiéndose en una libertad celestial.
Haciéndose una...
El vapor envuelve las ruinas de una ermita y no puedo concluir si es un azar o las nubes buscando salvación.
¿Es el calor acumulado en la tierra el que forma el vapor? ¿O son almas que exhalan los cadáveres y la fronda seca del bosque que, al fin han aceptado la muerte al sentir sus restos ya siempre fríos?
No creo en las almas, creo en los cerebros y sus cualidades, si las tuvieran.
Como estilismo y retórica, volver a imaginar el vapor como alma y jugar con ella no puede hacer daño. El mundo humano está tan lleno de maldades que es inevitable que el pensamiento divague alejándose de la macabra realidad como las almas ascienden al cielo amando rasgadamente a sus montañas.
Almas arrastrándose por las nemorosas laderas, perezosas caricias ascendentes sin prisas. Susurrándoles sus últimas confidencias antes de llegar al cielo y fundirse.
Secretos...
No tengo secretos, sólo vergüenzas pasadas que no puedo olvidar. Errores, defectos, ignorancias...
Los secretos son cosas extraordinarias que por tu seguridad escondes escrupulosamente. Yo jamás he ostentado semejante poder.
El amor no es secreto, es dramático porque los ideales son efímeras mariposas que mueren aplastadas por la esclavitud humana y su multitudinaria mediocridad, los pecados originales con los que nacen los pobres bebés en la civilización.
Ahora estoy seguro de que el vapor son almas escapando de la esclavitud.
Todo encaja en la contemplación solitaria y silenciosa, en el íntimo frío desapacible.
El amor duele porque se define con las precisas palabras dolientes de esperas y ansias; si no se definiera sería un instinto.
Soy el dios ignorado de la simplicidad, del minimalismo filológico.
Del pensamiento rápido.
Y afilado si pudiera ser.
En una sola palabra cabe un universo.
Si fuera vapor ascendería por su cuerpo susurrándole confidencias como hacen las nubes a sus bosques... Emergiendo de su monte de Venus, dejaría parte de mí en su piel, como ella con sus uñas trazaba líneas quebradas en mi pecho cabalgándome.
Jadeando...
Extendería un rocío cálido en su vientre y difuminaría con mi niebla las endurecidas cimas de sus vibrantes montañas. Y al fin, me enfrentaría a su rostro e inundando de mi vapor su boca, le suspiraría lo mucho que la amo, a tan solo un instante de fusionarme con otras almas y ya no reconocerme, ser nada...
Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.
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