Perdimos la esperanza.
Desde hace ya muchos tristes años, no hay posibilidad de cambio y liberación con la muerte de los poderosos, con los mal llamados “magnicidios”, porque no tienen nada de magnos aquellas cosas asesinadas.
Ahora nadie los mata.
Estamos abandonados.
Nadie asesina a un poderoso.
Los asesinos se han prostituido al poder, han ofrecido sus culos a políticos, burócratas y sacerdotes del Estado por unos fajos de billetes.
¡Qué tristeza! Ya no se ejecuta a presidentes, ministros o generales.
Los asesinos son ahora putas matando a gente que no importa, gente fácil.
El siglo XXI se ha convertido en la era más triste y sin esperanza para la libertad y la nobleza.
Los poderosos ya no tienen depredadores y viven tantos y tantos años…
Tan malos y tan longevos.
La desesperanza hace de la vida caminar por un denso barrizal de miseria, sin ilusión alguna.
Y mientras tanto, los poderosos demasiado vivos esnifan la coca que sus putas asesinos les proporcionan en sus despachos presidenciales e institucionales.
Son tiempos sin esperanza.
Nadie los mata ya.
No habrá cambios hacia la libertad y el conocimiento.
Estamos en la Segunda Edad Media Mundial.
Pobres de nosotros.
Nadie asesina a un jerarca.
Estamos perdidos.
Acabados.
Iconoclasta
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