Iconoclasta, provocación y otras utilidades para escapar del negro abismo del agobio.
1 de marzo de 2011
Padre muerto, hijo no nato
Padre muerto, hijo que no existes:
El mundo es estático, no varía. Es plano como el electroencefalograma de un subnormal. Como el de una persona en coma.
Posiblemente como el mío.
Todos sufren, todos se cansan, ríen, lloran y descansan.
Yo no lo siento, todo resbala en mí. Soy impermeable a mierda y alegría.
Padre muerto, hijo no nato: el mundo es una película que he visto demasiadas veces. No hay sorpresas.
Lo poco que observo ya a través de mis ojos idiotas es un decorado que mi escasa imaginación puede crear con mucho esfuerzo. Un filtro que apenas me da ya consuelo. Es la única forma de sobrevivir.
Con mis últimas reservas de imaginación he podido durar un poco más.
Hijo: si hubieras nacido, si estuvieras te necesitaría. Necesitaría salir a pasear contigo, fumar acompañado aunque digan que es malo. Sólo una vez. Nadie salvo yo, sufre cáncer por fumar un cigarro.
Padre: quisiera ser pequeño y que no estuvieras muerto y que me dijeras que hay cosas nuevas por descubrir.
Construyo castillitos en el aire que se desmoronan con un soplido. Y cuando se tambalean pongo las manos. No tengo suficientes manos para sujetar las almenas y caen rompiéndose con un gemido que me duele aquí, muy adentro; en un punto de mi viejo cuerpo que no puedo definir, que no puedo identificar.
Caen con un ruido sordo, porque sordo me estoy quedando.
Ojalá no oyera nada, ni siquiera mis gemidos.
Hijo que no naciste: papá es viejo, ojalá estuvieras aquí para cuidarlo. No quiero cuidados. Me conformo con un poco de compañía mientras lo que queda de vida duele.
Padre: voy contigo, espérame. No me dejes solo cuando llegue. Soy tímido.
Entre las ruinas de mis castillos en el aire asoman pies de soldaditos muertos. No soy cruel con mi imaginación, pero a veces ocurren cosas.
Y es lo hermoso de imaginar, que ocurren…
Sorpresas de soldaditos muertos que no imaginé y ahí están.
Padre: no me acuerdo de tu cara. Tengo miedo.
Hijo: es tarde ya, me arrepiento de que no nacieras.
Mi imaginación está en crisis, se ha agotado. Es el fin, el Segador está cerca y mi yugular se defiende endureciéndose ante la proximidad del acero frío. Sólo es un acto reflejo, no me defenderé, estoy cansado.
Si mi padre no estuviera muerto me acercaría a él sin vergüenza para que supiera de mi tristeza. Sé que él no preguntaría y me posaría la mano en la espalda. Que callaría a mi lado y yo me confortaría viéndolo fumar.
Hijo: a veces sueño con abrazarte y engañarte, decirte que lo hago porque te quiero. Pero en realidad, sólo lo haría por un poco de calor, sería egoísta. Aún sin nacer, te quiero tanto que deseo tu calor. Sé que no es bueno que un padre llore en el hombro de un hijo. No es natural.
No consigo imaginar calidez, mi imaginación ya es fría como el cadáver del que hubiera podido ser tu abuelo.
¿Hubieras venido conmigo a pasear?
A veces sueño con muertos y con los que no existen. Y la soledad es devastadora y me siento héroe luchando contra la inexistencia. Hasta de la tristeza más absoluta arranco algo de sueños imposibles.
Estoy abandonado, hijo que no existes. No tengo ni alma, padre muerto.
No soy nada, ni el producto de mi imaginación.
Mi melancolía es potente, es pura e inmaculada como la virgen misma.
Suena música hermosa por la radio. Sería un buen momento para no estar sin vosotros, sería un buen momento para llorar disimuladamente en vuestra compañía. Padre, hijo, nieto… Deberíais existir.
Si me quedara suficiente imaginación…
Estoy vacío.
Algo hice mal, muy mal.
Y ya no tiene arreglo.
Mi imaginación está muerta como papá. No hay ni cadáver de ella. Como no lo hay del hijo que nunca nació.
No es bueno vivir así, no vale la pena.
Padre: no hay remedio, no pasa nada, estás muerto. Has salido bien parado en mi castillito en el aire.
Hijo: perdona que hayas muerto sin haber nacido si quiera. Te he matado sin ser necesario.
No me perdones, no sería justo para ti, mi pequeño…
Vuestros pies asoman entre las ruinas de un castillo roto.
Estáis tan muertos… Y yo también, es mi última imaginación.
Mis castillos en el aire son pura degeneración, mato lo que no nació y lo que está muerto.
¿Alguien da más? Posiblemente esta sea mi única sonrisa en lo que queda de sueños.
Es tarde, vamos a dormir.
Que el Segador nos encuentre dormidos aunque no existamos.
Os echo de menos padre e hijo muertos.
Iconoclasta
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