Iconoclasta, provocación y otras utilidades para escapar del negro abismo del agobio.
3 de agosto de 2010
Maldita gravedad
Maldita gravedad...
Hasta los pensamientos caen sometidos a esa propiedad planetaria.
Pensar es como escupir al cielo y toda la porquería cae en la cara multiplicando masa por aceleración gracias a la cochina ley enunciada. Y rompe la nariz.
Sangro.
Si fuera más ignorante podría pensar en seres no humanos y banales deidades que me atormentan y hacer así mi mísera vida más interesante.
Lo cierto es que si el escupitajo cayera suavemente, sangraría igual. Porque no solo es culpa de la masa, es culpa del filo.
Maldita sea la gravedad...
Y el filo cortante de un pensamiento enfermo.
Mis pensamientos caen ante mis pies y tropiezo con ellos.
Algunos llevan una emoción que me hace sentir un asesino cuando al pisarlos los aplasto.
No es práctico un pensamiento tan denso en un planeta con una gravedad tan angustiosa.
¡Puta pena! Acabo de pisar una idea feliz y se ha pulverizado con un seco llanto bajo mi zapato.
El sosegante y divertido pensamiento quebradizo... En algunos momentos sonrío pensando que mis emociones son las burbujas de un plástico protector y no puedo evitar hacerlas estallar retorciéndolo con las dos manos.
No puedo evitar ser malvado conmigo mismo. ¿Cómo no lo voy a ser con los humanos?
Porque yo no soy humano, yo no tengo alma. El barro sólo es frustración amasada con lágrimas y saliva animal. Mi barro es indecente en su humedad, jamás se seca, siempre es amorfo. Los sentimientos están tan amasados, que a veces confundo el odio con el amor.
Maldita sea la gravedad, el filo cortante de un pensamiento enfermo y el barro.
Voy a ponerme una redecilla en la cabeza, no quiero parecer uno de esos chulos de putas hispanos de las películas americanas; pero he de asegurar cuantas pequeñas ilusiones pueda.
La gravedad está acabando con mis mejores y peores pensamientos.
Me está destrozando.
¿Y si no fuera solo la gravedad? ¿Y si fuera mi pequeño cerebro anegado y asfixiado en un magma frío y húmedo? Puede que tenga demasiado barro dentro del cráneo. Eso explicaría mi escasa sensibilidad hacia el dolor humano. Y sienta como un hierro al rojo el mío propio. Explicaría porque me odio a veces tanto como los odio a ellos.
No explica nada, no explica una mierda; pero me esfuerzo por entenderme. Por dar importancia a mi pensamiento.
Lo del barro tampoco sería consuelo, porque a mi edad, si el fango no ha salido, no saldrá jamás.
La decapitación no es terapia, es mera actuación. No se necesita ser médico para cortar una cabeza, un simple matarife con un simple certificado de escolaridad, basta.
Tener barro en la cabeza, debería tener también sus ventajas, porque proporciona una frialdad emocional que evita que te partas en dos cuando ves que todo lo que esperas de la vida, cuando todo lo imaginado, el amor como es y se siente, no existe.
Hay que permanecer frío cuando toda la fuerza del pensamiento te golpea y te llama iluso. Hay que contrarrestar con fuerza el ridículo que te invade como un torrente que baja lleno de basura y ramas y afea lo que fue bello. Cuando las propias ideas se ríen de uno mismo revolcándose en un barro, que afortunadamente se mantiene húmedo como mi glande cuando pienso en ella.
Hay que hundirse en el lodo metafísico cuando sabes que te vas a morir sin cumplir lo soñado. No, el barro no calma, pero te asfixia. Es mejor morir asfixiado que patético.
En su coño profundo.
Pero hasta ese acto voluntario de sumergirme en mis propias miserias se me escapa, y la gravedad me hunde antes de que lo haga yo. ¿Es rápida la gravedad o yo soy lerdo?
Yo soy lerdo, un hijo puta con ilusiones rotas que las abraza, que las intenta coger entre sus brazos, para que no caigan y se rompan.
Un triste augusto que gime y ríe al tiempo. La esquizofrenia tiene el encanto de lo irreal e incoherente y el drama de la cadena perpetua en un mundo hostil.
Que besa sus labios en el aire.
Pobrecitas mías... Ilusiones hechas añicos bajo mi zapato.
Maldita gravedad... Siempre está presente como la imbecilidad humana.
Si pudiera llorar lo haría, estoy nervioso, han muerto tantos sueños...
¿No hay plantas de tratamiento de ilusiones rotas?
¿Por qué las hay de basuras y de ilusiones no?
Este no es mi mundo, no puedo seguir aquí. Me hundo en mi mismo, me aplasto contra mis propios pensamientos y el barro no me deja respirar.
No quiero ayuda, sólo quiero salir de aquí.
Nada más.
Abrazarla entera.
Sólo necesito que nadie intervenga, que todos mueran.
Y puede que alguien piense que el mío no es un final feliz.
El que alguien pudiera ver el salir de este mundo como un drama, sería un error.
Porque se me escapa una sonrisa traviesa al pensar que dentro de unos minutos ya no estaré aquí. Es una de esas ideas que he podido conseguir mantener estrechada contra mi pecho, con los brazos sucios de barro. Con la gravedad fumando con desprecio hacia mi dignidad sentada encima de mis hombros.
La vieja puta desdentada gravedad...
Indoloras y repugnantes mamadas de agrio placer.
Esto es una mierda... Por favor, estoy cansado, tengo prisa.
Saber que me voy de aquí, con todo mi barro, y me convertiré en nada, es mi pequeña y bien guardada ilusión. Sólo unos minutos más, y no la pisaré aunque caiga. No se romperá.
Es agradable el olor a nafta del gas, te lleva dulcemente por encima del barro hacia aguas limpias.
Adiós, gravedad ojalá te mueras después de mí.
Muerte ingrávida... ¿Por qué he vivido tanto, si todo era más sencillo?
Iconoclasta
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