Primates idiotas...
Ya no obtengo ningún placer especial masacrándoos.
Antes, en el principio de la creación, disfrutaba exterminándoos de la misma forma gozosa y festiva con la que los estadounidenses mataron a los nipones en Hiroshima con su bomba atómica. Con el mismo placer rajaba las carnes de los monos, que el que sentía Hitler ante los esqueléticos judíos que se deshacían en enormes fosas con cal viva o sodomizando a niños rubios, arios...
Aún disfruto yo así; pero en contadas ocasiones.
Es trivial mataros en la inmensa mayoría de los casos, sólo aporta una momentánea distracción. No requiere ningún esfuerzo, no hay reto, no hay placer. En muchas ocasiones es asepsia pura.
Os mato por hacer algo, me aburro.
Sin embargo, hay momentos impagables en los que disfruto más que Dios, el melifluo y perverso que gusta ver como alguna santa se corta las tetas para él. Ese sí que disfruta día a día. Cuando pudre a alguien con cáncer y muere tras consumirse lentamente, su pene divino está erecto y toca la campanilla para que entre un angelito, un querubín de nalgas perfectas que se siente en sus rodillas.
Hay muertes con las que disfruto como el más idiota y psicótico de los primates.
En todas las eras de vuestra historia idiota y previsible han existido iluminados a los que trocear y desollar. Y son mis preferidos esos monos especialmente carismáticos que representan la esperanza o la guía de otros muchos primates de segunda categoría.
Y ahora que los líderes ecologistas y climatólogos son los nuevos mesías, los predicadores de esta nueva era que atrapan a la chusma inculta, conformista y voluble con mensajes de apocalipsis climático, he decidido coger uno de ellos de entre los cientos que hay sedientos de protagonismo y poder (como los brujos de las antiguas culturas) para disfrutar esos momentos en los que la tortura y el ensañamiento se convierten en una auténtica obra de arte en la cual me aíslo como un genio creador. Absorto a todo y prestando especial atención en convertir una agonía dolorosa en una vida eterna.
Voy a convertir a uno de esos climatólogos en un verdadero mártir. Alguien a quien nunca olvidarán sus fanáticos adeptos, casi sectarios, de esa organización pseudo-científica, que no es ni más ni menos que otro Cristo metiendo miedo en el cuerpo a los incultos.
Ellos juran que dentro de cien años el calentamiento del planeta se habrá detenido gracias a sus políticas y proyectos, y el humilde obrero, ilusionado por salvar unos pingüinos, les da una parte de su salario; amén de pasar un buen rato de sus vidas escogiendo mierda y basura para separar y reciclar demostrando así además, obediencia absoluta hacia sus amos.
Fijaos primates, que todas, absolutamente todas las promesas de mejora, se cumplirán como mínimo a ochenta años vista. Cuando estéis muertos.
Como si vuestra vida no valiera lo suficiente para arreglar las cosas ahora.
Sois tontos del culo.
Y eso es cierto: vuestra vida no vale un carajo.
Cristo, rey de tontos y enfermos, aún iba más lejos y les prometía a sus monos que hasta que no murieran, no serían felices. Que no había nada bueno para ellos en ese terrenal mundo. Había que morir siendo pobre y comiendo mierda.
El amor hacia el prójimo, y más concretamente hacia él mismo, llenaría sus barrigas y con eso basta para una mierda de mono. Estoy de acuerdo.
En definitiva, busco que los más carismáticos líderes mueran entre lágrimas y lamentos, que me pidan por el amor de dios que no les mate. Que luego deseen morir cuando pise sus intestinos aún estando vivos. Que mi cuchillo no pinche sus globos oculares. Y no ver a sus hijos con los pulmones colgando de los labios.
Creo que me voy a quedar con ese inglés especialmente chillón que tanta gente mira absorta durante su discurso frente a un palacio de congresos en un país nórdico. Un congreso para buscar soluciones que frenen el calentamiento global.
Tan listos y tan inocentes... Si supiera lo que le espera al pelirrojo y barbudo ecologista, desearía ser un humilde obrero ignorante.
Me aburre inmensamente la televisión...
— ¡Mi Dama Oscura, ven! Siéntate, clávate a mí.
Es un hecho: se me pone dura pensando en estas cosas. Y mi Dama Oscura me observa acariciándose su rasurado y pálido pubis, llevando los dedos muy cerca de su bendita raja. Tan cerca que la he visto cerrar los ojos cuando ha rozado su clítoris casi a flor de labios, le palpita duro entre los pliegues del coño. Lo huelo, huelo el fuerte aroma de su coño.
Antes de dejar que se penetre con mi polla, atenazo con fuerza su vulva, exprimiéndola, mojándome la mano con su abundante fluido.
¡Qué zorra es! Tiene clase hasta cuando es puta. Ha separado las piernas y en perfecto equilibrio sobre los pies, apoya todo su peso en mi mano. Siento mis dedos besados y lamidos por los labios de su coño.
— ¡Arráncamelo, mi 666! Arráncame este fuego de furcia que me quema hasta la matriz que da vida.
La adoro. Su obscenidad consigue que mi eficaz glande se cubra de una espesa capa de fluido, tan denso como la jalea. Mis testículos se han endurecido como cuero.
Se da la vuelta para clavarse a mí y separa las nalgas con sus dedos de largas uñas mal pintadas, desgastadas de tanto fluido y semen. Apenas siento más que el calor de su sexo hirviendo; no hay roce, estamos tan lubricados que más que penetrar nos hundimos el uno en el otro. Me encanta especialmente el momento en el que mi pijo empuja sus dilatados labios mayores hacia adentro y ella estira la espalda y el cuello como si tuviera que hacer espacio para que se acomode mi pene ahíto de sangre.
Ahora sus labios se han acomodado y besan las venas que irrigan mi bálano, como una deliciosa carne cruda sube y baja dándome un placer que me lleva directamente a la brutalidad misma.
Se la metería tan adentro que creería que le saldría por la boca.
Mientras clavo un dedo en su ombligo, con la otra mano pellizco sin cuidado su pezón izquierdo. Y ya no sé si gime de dolor o porque siente que mi polla va reventarla de placer.
Su piel está húmeda de mador, como si las babas del sexo salieran por los poros de su piel tostada.
La única antorcha de la cueva ilumina el coito dejando nuestros rostros en la penumbra. Los jadeos parecen salir de las oscuras entrañas de la cueva. De mi reino.
Siento como la vagina de mi Dama Oscura trabaja perfecta y se cierra y abre en mi polla; yo intento reventarla empujando con golpes secos y bruscos de cintura. Sus pechos se agitan furiosamente con las embestidas y cuando el semen mana entre nuestros sexos, lanzamos un rugido al unísono y los crueles gritan, y gritan los condenados y gritan los ángeles en el cielo ante la horrenda obscenidad de unos fluidos que riegan directamente las cabezas de los condenados en las profundidades de mi reino.
Los crueles se masturban gruñendo en infectos lugares plagados de venenosos insectos.
No hay nada como un buen clavo para sentirse optimista e inspirado. El Aston Martin espera a la salida de la cueva, Mis crueles lo vigilan, a veces Dios envía a sus ángeles para que se caguen en él como sucias palomas.
Conducimos hasta Holanda y allí decidimos pasar una jornada en barco. En Amsterdam embarcamos con el Aston Martin en un transbordador y pasamos el viaje en un camarote sin ser necesario. Mi Dama Oscura escribe cosas en un diario que no debo leer porque no debo amarla. Sólo follarla.
Ella me ama y yo la trato como a una ramera. En el infierno no hay más que adorar a uno: a Mí. Y yo mato o no, según me apetezca.
Cuando escribe, sé si plasma tristeza, alegría o ira. Sus ojos brillan intensamente con cada emoción. Conozco cada uno de los matices de sus increíbles ojos negros.
La pluma estilográfica hace un ruido encantador en el papel, superando el del mar. Cualquier cosa que salga de mi Dama Oscura es siempre mejor que lo que hay alrededor.
Durante el corto viaje fumo un gran habano tumbado en la litera y ella de vez en cuando, como una gata en celo, frota sus pechos contra mi torso para comerme la boca.
Hemos llegado a Copenhague, una ciudad fría y deprimente cuya única alegría es ahora la gran fiesta del clima. Es extraño ver razas negras y exóticas deambular por las frías y limpias calles.
Nuestro vehículo rompe con elegancia la monotonía de tanta bicicleta y aplasta nieve en la calzada con su innecesarios trescientos caballos.
Algún ecologista nos mira desde el interior de su vestimenta de cosmonauta, (hay una ola de frío polar) con cierto desagrado. Odio diría yo.
Acerco el coche al bordillo de la acera para hablar con el primate, ocupando uno de los miles de carriles para bicicletas que hay en la ciudad.
— ¿Me podrías indicar dónde se encuentra el hotel Copenhaguen Admiral?
Mira el Aston Martin detenidamente, nos mira con cierto desprecio, calcula algo y por fin habla.
—Esta misma calle os llevará a una plaza, Está ahí mis...
Yo ya sé donde está el puto hotel; pero no soporto que ningún ser inferior me mire así. Un rápido movimiento y le hago un profundo corte con mi cuchillo en la garganta que le impide hablar. Dobla el cuerpo sobre el estómago y parece un borracho vomitando sangre en la calle.
—Nunca deberías haberme mirado con desagrado, me encanta que me teman y adoren, idiota. Y desángrate de una puta vez que quiero tu alma —sujeto su pecho agarrando su abrigo para evitar que caiga al suelo aún.
Cualquiera diría que estamos hablando.
Mientras muere, mi Dama Oscura se enciende un cigarrillo del que me invita a dar una calada. Meto la mano entre sus muslos. Su coño me conforta en los momentos de aburrimiento. Y está caliente. Sus muslos apenas cubiertos por la falda, quedan manchados de sangre. Y la sangre me sube a la cabeza y desata la furia de mi pene de una forma instintiva y salvaje.
Ella sonríe al ver mi paquete palpitar.
Antes de que el primate pierda la fuerza de sus piernas, acerco su cabeza a la ventanilla del coche, muerdo sus labios y aspiro su alma con los últimos latidos de su vacío corazón.
Conduzco lentamente hacia Kongens Nytorv, la famosa plaza del centro de la ciudad donde se encuentran los hoteles más fastuosos y los primates más degenerados. Porque cuanto más rico es un primate, más perverso. Esto es una constante universal. Las cosas caen, el agua se congela y los que tienen pasta y poder, tienen una mente sucia y realmente repugnante.
Tienen tiempo, no trabajan; la misma decadencia de la clásica Roma parece viajar a través del tiempo y la distancia e infectar a los monos más genéticamente predispuestos.
Sólo cambia la arquitectura.
Estoy cansado de oír timbres de bicicletas. Puede que antes de irme, les vuele la cabeza a unos cuantos sanotes daneses que disfrutan haciendo ese ridículo e irritante ruido cada vez que les sale de sus encogidos genitales.
Los tienen que tener encogidos, hace mucho frío.
A las tres de la tarde comienza a oscurecer y las calles adquieren un tono de color y luz que durante el día es casi imposible imaginar. Sólo lo artificioso puede dar belleza a lo artificial, como si se tratara de una proporción áurea.
Y hay que reconocer que el resultado es sorprendente.
El Christiansbort, el parlamento danés, cierra sus puertas para que los políticos verdes o no, se dirijan a sus lujosos hoteles para seguir hablando de todo, menos del cambio climático.
Es hora de la coca y las putas de lujo.
Mientras miro por la ventana de nuestra fastuosa suite, mi Dama Oscura se refleja en el cristal masturbándose impúdica. Gime perceptiblemente y me laten las sienes.
Siempre hace estas cosas para sacar mi brutalidad en todo su esplendor. Soy como una bestia salvaje que en celo no conoce piedad ni paz.
Siempre estoy caliente y en celo.
El pelirrojo, por supuesto, se hospeda en este hotel, que por el precio, debería llevar incluida la puta en cada habitación. De hecho, hay dos ministras en esta misma planta, cosa que me hace sonreír. Sólo que en vez de cobrar, son tan estúpidas que pagan. El verde Hightower, se hospeda en la habitación contigua a la nuestra. No es una casualidad, me ha costado una pasta.
A las nueve de la noche entra en su habitación, en Copenhague ya es una hora muy avanzada y el frío no propicia la vida en la urbe. No hay nada que ver.
Las calles iluminadas y a la vez desiertas, parecen morirse de aburrimiento porque nadie las pisa.
La Dama Oscura observa con aburrimiento una revista encima de la cama y apenas presta atención cuando salgo de la habitación.
Llamo a la puerta de Hightower y éste abre directamente deshaciendo el nudo de la corbata.
Un puñetazo en la mandíbula y una patada en el estómago le lleva directamente al borde de la cama. Saco el cuchillo de entre los omoplatos y le hago un profundo corte en el dorso de la mano derecha. Los tendones se han cortado y retraído, los dedos han quedado crispados como si cogieran una piedra ardiendo y sin que pueda llegar a gritar por el dolor, le hundo en la boca el enorme consolador de la Dama Oscura que me había guardado en la cintura del pantalón y no he limpiado.
Le doy la vuelta en el suelo y apoyando la rodilla en su espalda con todo mi peso, lo inmovilizo y corto los plantares delgados, en la articulación de las rodillas para evitar que pueda moverse.
No es perfecto, porque mana mucha sangre; pero la Dama Oscura ya ha entrado en la habitación con su vestido de látex de enfermera puta. Adoro su humor.
Con profesional rapidez y habilidad, rodea sus rodillas por encima de los cortes con dos gomas de contención venosa para cerrar la salida de sangre y hace otro tanto con la mano derecha. La sangre ahora mana lentamente y en pocos minutos se espesa en los cortes para coagularse.
Si Hightower no tuviera la boca llena de polla de látex, estaría gritando como un gorrino. Os lo aseguro.
Un tendón cortado es una de las cosas más dolorosas que hay.
Vosotros no lo intentéis con vuestro marido o esposa, ni con vuestros hijos. Estas técnicas para cortar tendones y músculos con tanta precisión requieren muchos siglos de entrenamiento y eso es algo que no podéis ni soñar. Tal como está el planeta de caliente y jodido, no creo que ningún primate consiga vivir más de cincuenta años a partir de esta cumbre danesa.
A menos que paguéis una pasta gansa para que vuestros tataranietos puedan disfrutar de un planeta más fresquito dentro de cien años, gracias al bueno de Hightower y dos mil más como él.
— ¿No es cierto, Hightower? —le pregunto cogiendo su rizado y pelirrojo cabello con el puño.
Me mira con los ojos desmesuradamente abiertos, está llorando. Y no sabe lo que le pregunto; pero afirma con la cabeza.
La Dama Oscura lo está desnudando de cintura para abajo, es básico sobre todo en un líder de cualquier bando, desnudarlo y dejar al aire sus genitales para que se de cuenta de que no es mucho más que un animal cazado. Es una humillación añadida y que emite unas ondas cerebrales de sumo temor que alimentan mi ego. Soy de lo más empático con los primates.
Su ordenador portátil está abierto y encendido. Una campanita melodiosa de aviso de correo electrónico da un absurdo toque de normalidad a la escena.
Abro el mensaje.
“Asunto: Previsión del incremento de temperaturas en los polos y el ecuador.
Hola Edward.
¿Te parece bien el incremento que hemos aplicado? Los valores reales están en negrita, los que hemos incrementado para tu presentación mañana, están en rojo. Dime si te parece bien, creo que si exageramos más las temperaturas, no será creíble. Estaré esperando tu respuesta.
Saludos.
R. Platt.
PS: recuerda que la Oil Limited, nos prometió financiar una expedición oceánica para principios del año que viene. Su lobby en Copenhague es Dietrich Malleryen y tiene un cheque para nosotros. Lo encontrarás en la cafetería del Crhistiansborg a las once de la mañana. Adjunto su foto”.
De las temperaturas reales a las amañadas hay más de medio grado de aumento, es la previsión recreada con un gráfico para los primeros tres meses del año.
La psicosis ya está instalada en los primates más sugestionables y todo puede ser. Sobre todo si lo así lo dice un experto en la materia como nuestro buen Hightower. Las grandes multinacionales financian sus viajes e investigaciones como la mejor forma de publicidad y lavado de conciencia frente a los ciudadanos preocupados generosamente por el futuro del planeta mientras besan el culo de su amo.
La Dama Oscura se ha sentado frente a él, no lleva bragas y su sexo se muestra abierto y húmedo. El pelirrojo no se la mira.
Los dolorosos tajos no acompañan a la libido.
—Vas a ser el primer mártir de la Iglesia del Calentamiento Global, Edward. No existen mesías sin tormento a la vez que no existen creyentes sin sacrificio. De morir no te libras, no guardes esperanzas de ningún tipo. De la misma forma que prometes un mundo mejor para dentro de ochenta o cien años, cuando todos tus seguidores idiotas ya estarán muertos; yo te aseguro que cuando mueras serás famoso. Y eso ocurrirá dentro de unas horas; pero no lo verás. No lo verías aunque fuera dentro de unos segundos. Tu fama será la muerte misma. Te adorarán durante unos días.
Es necesario que al primate no le quepa ninguna duda de que ha de morir. El terror de los monos ante la desesperación es una droga deliciosa.
La Dama Oscura está ojeando los documentos del ordenador portátil
—Mi 666, mira esto te va a encantar. Quieren ser tan crueles como tú. Deberíamos perdonarle la vida y hacer de Edward uno de nuestros crueles.
El video muestra una extensa llanura de hielo, gira la cámara y enfoca el mar, el hielo de la orilla está lleno de focas.
Un hombre con un bate de béisbol de madera y otro con un rifle se dirigen hacia la manada, ambos llevan anoraks de Leathers North, una importante empresa peletera irlandesa. La cámara da un giro rápido y enfoca a Hightower.
—Quiero que seáis especialmente salvajes. Cuando vean esta película las empresas peleteras van a pagar oro en lingotes para que no se divulgue en los medios de comunicación.
—No me filmes, idiota, ahora tendré que editar la película personalmente.
La cámara enfoca a los dos hombres. El del rifle apunta a una foca que resguarda entre sus aletas a su cría, blanca como el propio hielo. Sólo sus negros ojos y la nariz ayudan a distinguirla.
— ¿Preparado para la toma? —grita el hombre del rifle para hacerse oír por encima de los ladridos y aullidos de los animales.
—Preparado —dice el cámara haciendo zoom sobre madre y cría.
Se escucha un estampido y al mismo tiempo, medio hocico de la foca madre desaparece entre una nube roja. Pasan un par de segundos y otro tiro más destroza su cráneo un poco por encima de los ojos.
A mí los primates me la pelan; pero tal vez sea porque yo tengo más de animal que de ser humano por lo que este tipo de dolor me irrita profundamente.
Le arranco el consolador de la boca a Edward, le meto el cuchillo en el carrillo derecho y corto hacia afuera. Alcanza a gritar y mearse al mismo tiempo antes de que le pueda meter en la boca el consolador de nuevo. La mejilla le cuelga de la mandíbula inferior como un bistec y se le pueden ver premolares y molares entre la abundante sangre.
La Dama Oscura está seria, no quiere mirarme a la cara, no despega la vista de la pantalla del ordenador.
Los cazadores han matado a tiros a otra foca que se les acercaba para defender su territorio. La cría hocica en el vientre de su madre instándola a que se ponga en pie.
Cuando el hombre del bate se acerca, la pequeña foca emprende torpemente la huida. El cazador la golpea en las aletas, en la espina dorsal y en los costados, en cualquier lugar que evite una hemorragia masiva de sangre que manche la piel interna, la base del pelo. El resto de la manada aúlla y ladra, se han concentrado en un numeroso y compacto grupo con las crías en el interior.
Ser cruel consiste en dar golpes no muy fuertes, que aplasten músculos y huesos que no se encuentren en una zona vital. O sea, aplicar dolor puro de tal forma que la víctima no muera demasiado pronto. Y de esto entiendo más que nadie.
La Dama Oscura ha cogido un pisapapeles de bronce de la mesa, es una antigua escafandra de buzo. Se dirige a Edward con el rímel corrido. Es humana al fin y al cabo.
Y está hermosa con esa tragedia pintada en los ojos.
Se arrodilla frente al hombre separándole sus ahora inútiles piernas y lleva los brazos por encima de su cabeza para bajarlos y golpear con fuerza la rótula izquierda del líder ecologista. El crujir de los huesos de primate es una delicatesen excepcional; en ningún otro animal suena mejor. Además, los primates os quejáis de forma ostentosa y cobarde y eso pone mi pene erecto y duro como ninguna otra cosa.
Os follaría los huesos para eternizar vuestro dolor; pero siento cierto asco por vuestra carne. Dios no es perfecto y sus criaturas tampoco.
A Edward se le han abierto desmesuradamente las aletas de la nariz y golpea la cabeza contra la pared donde se apoya. Los mocos están mezclados con la sangre que inunda la boca por la mejilla desgarrada. Es todo tan sucio y tan brutal...
A veces se me escapa una lágrima traidora llevado por la belleza extasiante del momento.
La Dama Oscura golpea la otra rodilla y rasgando la piel aflora el hueso blanquecino de la articulación. Aprieto el culo con aprensión llevado por la solidaridad del dolor. A veces tengo detalles de empatía.
El pelirrojo ha piafado sobre sus propias nalgas y el olor a orina, mierda y sangre hace de la lujosa habitación lo más parecido a mi infierno.
Si tuviera al tarado de Hitler aquí le haría comerse la mierda, cosa que haría sin que se lo pidiera.
En el monitor sigue la escena y durante tres largos minutos aburridísimos la pequeña cría queda inmóvil con sus enormes ojos negros mirando al mar al que pretendía llegar.
Cuando el cazador mete la punta del cuchillo en su vientre, el bebé foca da un pequeño ladrido y levanta la cabeza durante unos segundos. Sus tripas caen en el hielo formando una nube de vapor.
¿Queréis saber exactamente lo que pensaba la foca? Porque yo lo sé, porque si tengo algo que odiar en mi vida, es esta puta virtud de leer el pensamiento de los que están muriendo, de los que sufren y tienen miedo. Aunque no quiera.
Los agonizantes deberían de callar de una puta vez, coño.
La traducción perfecta es: “¿Por qué me matan, mamá? Duele mucho, mamá. Ayúdame. ¡Mamá, pupa! ¿Dónde estás mamá? Yo quería ser mayor como tú”.
No quedará del pelirrojo más que una carcasa vacía de vísceras.
A mí no me impresiona demasiado; pero es inevitable que el sufrimiento de un animal que carece de instinto predador -en los animales no humanos se desarrolla como un aprendizaje para que los pequeños no se maten entre sí como hacen las crías de primate- consiga hacer que cierre el puño con fuerza.
—Vamos a sacarlo al fresco, mi Dama.
Con el edredón de la cama envolvemos al pelirrojo, y con una funda de almohada improvisamos una bufanda para que no se le congelen los pulmones por accidente. Lo sacamos al balconcito de la habitación, un termómetro luminoso de la plaza indica diez grados bajo cero. Son las diez de la noche y puede que baje unos siete grados más la temperatura. Es suficiente.
—No te muevas, o te cascaré la columna vertebral con el pisapapeles y no morirás. Ahórrate un dolor, hazme caso, mono.
Edward suplica perdón con lágrimas en los ojos. Por mí como si se la pica un pollo.
Parece talmente una momia envuelto y a salvo del frío con el edredón y la bufanda, mi dama practica un preciso corte en la ropa a la altura de sus genitales y extrae el pene. Con cuidado apelmaza la ropa alrededor del miembro para que no se congele nada más.
Y para mejorar y acelerar el proceso, vertemos un vaso de agua en el miembro.
Y así con su penecito al fresco, cerramos el balconcito.
Nos sentamos en la cama a mirar la televisión, están emitiendo Muerte entre las flores y el marica está llorando en el bosque por evitar que le descerrajen el tiro de gracia. Esa escena siempre me ha parecido deprimente, yo le hubiera cortado las orejas y luego le hubiera metido la hoja de mi puñal en el ano y lo hubiera removido hasta su último suspiro.
Mi Dama Oscura apoya su cabeza en mi poderoso pecho y yo acaricio su suave pubis distraídamente.
Han pasado algo más de tres horas cuando llaman a la puerta.
— ¿Edward? Soy Ernest. André me envía por el video de la caza de focas. ¡Abre!
La Dama Oscura se viste con el disfraz de enfermera, está tan manchado de sangre que mi pene se encabrita. Abre la puerta.
— ¡La hostia puta, Edward! Menuda guarra te has buscado, cabrón. Y yo matando focas en el hielo. Dios debería repartir mejor los placeres, amigo mío.
La Dama Oscura le invita a pasar posando la mano en su paquete. Ernest es todo un ejemplo de rubio escandinavo, de tez pálida y una melena rubia que roza sus hombros, sus rasgos son agradables, a excepción de unos ojos inquietos y pequeños de color beige que bizquean un poco.
Cuando se da cuenta que no soy Edward abre la boca para exclamar algo, momento en el que le lanzo el pisapapeles a la boca.
Este pisapapeles está siendo realmente útil, me lo voy a llevar a mi oscura y húmeda cueva. Como un efectivo recuerdo. Soy un sentimental y me gusta coleccionar cosas de mis viajes.
El rubio cae al suelo de rodillas con los dientes rotos asomando por entre los labios hechos pulpa. Se apoya sobre una mano, como un toro herido vomitando sangre en la moqueta. La Dama Oscura se sitúa frente a él en cuclillas. Le encanta que le miren el coño y coge sus dos muñecas y le obliga a plantar las manos en el suelo. Así a cuatro patas está perfecto.
No me molesto en quitarle la ropa, ya caerá.
Clavo el cuchillo en el ano a través del pantalón y le permitimos lanzar un grito atroz. Como la cría de foca gritaba. Ahora subo el cuchillo por entre las nalgas cortando sólo la epidermis dirección a la rabadilla. Sin dejar de cortar, llego a la columna vertebral y acabo el impresionante corte en la nuca.
¿Veis? Ya os lo dije, no era necesario sacar la ropa, ha caído a los lados con una simetría perfecta.
Me meto el cuchillo entre los omoplatos y hundo los dedos en la herida, a la altura de los lumbares. Pego un fuerte tirón con ambas manos y levanto un buen trozo de piel a ambos lados de la espina dorsal. Despellejar así siempre me ha gustado, es fácil como rasgar una sábana de algodón.
La Dama Oscura le ha tenido que tapar la boca. A pesar de encontrarse en estado de shock, el cerebro del primate ha encontrado algún nervio útil al que enviarle la información de dolor para que la laringe se ponga a trabajar en el lamento.
Con una patada en las costillas, lo tumbo de costado en el suelo. Y mi Dama Oscura lo inmoviliza subiéndose en su costado a horcajadas, apoyando su coño en el bíceps derecho.
El nórdico cazador intenta protegerse con las rodillas el pecho y adopta una posición fetal. A mí me da igual, lo voy a destripar igualmente.
Clavo el cuchillo en su mal escondido pubis después de retirar las molestas rodillas y subo cortando hasta el ombligo. El corte es bastante más profundo que el de la espalda, aquí se trata de seccionar casi todo el grosor de los poderosos músculos abdominales.
Y luego la gracia: le doy una fuerte patada en la barriga y el corte se abre en todo su esplendor dejando resbalar las gordas y largas morcillas que son el paquete intestinal, él mismo las intenta retener cerca de sí, pero son resbaladizas y se le escapan de las manos.
Lo dejamos ahí desangrándose, y el consolador vuelve a tener utilidad de nuevo en la boca destrozada del cazador.
Ha sido un extra muy agradable este rato pasado con el rubio, me vuelvo a sentar en la cama encendiendo un enorme habano Partagás cuyo humo dispara la luz de alarma del detector de incendios.
— ¿Señor Treseises? Soy Henzel de recepción. Tienen algún problema en la habitación, hay aviso de humo.
—No, mi mujer se ha dejado la puerta del baño abierta y ha salido el vapor de la ducha. Le prometo que no me estoy fumando un enorme puro y que mañana no le daré una indecente propina.
Al hombre se le escapa una sonora sonrisa y un carraspeo cómplice.
—No se preocupe, puede fumar cuanto quiera. Nuestro hotel dispone además de una inmejorable cava de habanos. Si el señor lo desea, puede bajar al semisótano a elegir uno de nuestros cigarros como cortesía del hotel.
—Muchas gracias, Henzel, posiblemente acepte su regalo dentro de unas horas. Buenas noches.
—Buenas noches, Sr. Treseises.
Me encanta que me hagan la pelota.
Las convulsiones del cazador de focas se van haciendo cada vez más débiles y los intestinos han pasado a tener un color ceniciento a causa de la luz y el aire. Hasta la luz que Dios creó afea las vísceras.
La Dama Oscura mete la mano entre las asaduras y levanta un puñado de larga salchicha, los ojos de Ernest miran a algún punto del techo. Las tripas resbalan de entre los largos dedos de mi Dama como angulas muertas.
Posiblemente Ernest está captando la imagen de Jaziel, el arcángel que está de guardia hoy para intentar dar consuelo a los moribundos y de paso llevarse su alma al cielo aprovechando algún despiste mío. Son como buitres. Incapaces de hacer el trabajo sucio; pero se alimentan de suciedad.
Admirando al agonizante, mi Dama recuesta su cabeza en mis piernas y cuando se acaba el cigarrillo, su boca busca algo más que chupar y mi pene de repente se encuentra cubierto por una boca húmeda y caliente. Sus largos dedos acarician con suavidad mis cojones y a mí se me cierran los ojos de placer.
Cuando mi semen inunda su boca, ella me lo devuelve al pubis y lo frota hasta pringarme el vientre con ese blanco y cálido bálsamo.
No puedo más, le doy la última calada al puro, obligo a la Dama a que se tumbe de espaldas en la cama y separando con brusquedad sus piernas aferrando los tobillos, lanzo mi lengua gorda y pesada en su llaga divina. Le golpeo con fuerza el clítoris con la lengua y sin dejar de lamer su delicioso coño, le hundo en la vagina dos dedos y otros dos en el ano.
Se me corre en la boca con brusquedad, me llama hijo de puta y me pregunta entre jadeos casi epilépticos, qué le estoy haciendo ahí abajo.
Sus pezones están duros hasta el dolor y las venas de su cuello laten deseables con los ecos de sus últimos orgasmos.
—Deberíamos acabar el trabajo y volver a nuestra habitación, huele mucho a mierda —dice con la voz aún afectada por los orgasmos. De su vulva gotea un espeso fluido que me hace la boca agua.
Tiene razón.
Rápidamente meto a Edward en la habitación. Está inconsciente y su pene completamente helado y rígido.
La Dama Oscura lo mantiene derecho contra las cortinas y desenvuelve el edredón que protege su cuerpo. Está razonablemente caliente y lo único ennegrecido por la congelación es su polla. Con un rápido golpe de puñal, corto el pene, que más que cortado, se rompe y cae con un sonido sordo en la moqueta. Apenas se ha enterado de lo que le ha ocurrido. Descuelgo el espejo del lavabo mientras la Oscura le abofetea el rostro para que despierte.
Le cuesta enfocar lo que el espejo que he puesto frente a él refleja. Hasta que le dejo en su cálida mano su propio pene.
Es chocante, no hay sangre y sólo queda un pequeño tronco que sobresale del pubis donde antes había un pene mediocre pero útil.
Cuando la Dama deja de presionar su pecho se pliega en el suelo como un acordeón, las rodillas rotas y los palmares cortados no favorecen para nada el bipedismo.
Estoy pensando en cortarle la cabeza, o simplemente pegarle un tiro.
Creo que lo mejor es cascarle el cráneo con mi nuevo y precioso pisapapeles.
Mi Dama Oscura se limpia en la ducha de sangre y babas y en el bidé está más tiempo del necesario lavándose el coño.
No le golpeo con fuerza, son golpes suaves que hacen crujir el hueso sin llegar a aplastar el cerebro. Al quinto golpe la cabeza parece gelatina y ya no es hombre, es sólo carne respirando.
Le rebano el pescuezo con cuidado de no ensuciarme y le meto el pene en la boca como guinda final.
Pues a mí me gusta el olor de la habitación.
Mujeres...
Mi Dama Oscura me espera ya en la puerta de la habitación.
Antes de cerrar la puerta de la habitación tras de mí, Jaziel se aparece con sus enormes alas extendidas y su mirada melancólica y lánguida.
Con un balsámico canturreo lleno de compasión reza por ellos, los santigua y los unge con su aceite. Sus almas se separan de los descuartizados cuerpos y me miran con horror, con un grito mudo. El ángel los cobija bajo sus alas. Me paso el dedo por el cuello imitando la degollación y cierro la puerta de una puta vez.
Con la mamada de mi Dama Oscura me había olvidado de llevarme las almas.
Da igual, aún quedáis muchos primates.
Decidimos a comer algo en el bar-restaurante abierto durante toda la noche y fumarme el puro que Henzel el recepcionista me ha ofrecido.
Devoramos sin cuidado unas cuantas tostadas con salmón ahumado y mantequilla. Mis dedos huelen a sangre rancia. Y el camarero que nos ha aconsejado ir al salón de fumadores yace con los ojos acuchillados tras la barra.
Mi Dama recostada en mi hombro, acaricia mi pecho completamente relajada en el selecto salón. Estamos solos, no hay voces de primates molestando.
Todo está bien, los muertos no hablan, los ángeles hacen su trabajo y el infierno nos sigue. No hay focas llorando su miedo a su madre.
Nos vemos.
Para desgracia vuestra.
Siempre sangriento: 666
Iconoclasta
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