Los cometas son astros locos que buscan algo en el espacio, están tan locos que no saben lo que quieren.
Se acercan a los planetas y atisban en ellos.
Se aburren, los aburrimos y se dirigen al espacio profundo de nuevo buscando algo que los distraiga.
Se despiden de nosotros con su potente núcleo haciendo foco contra el negro espacio, alardean de libertad, no tienen ataduras y el infinito es su vida.
No los veremos más, sólo nuestros biznietos o tataranietos los verán de nuevo y sabrán que hace muchos años pasó el brillante y ostentoso astro.
Tal vez pensará alguno de los que están por nacer lo mismo que yo ahora.
Yo también me aburro e imagino; parezco un cometa.
Yo también soy cometa, un cometa orbitando a tu alrededor. Mil veces me has lanzado al espacio profundo, tu atmósfera me rechaza con fuerza, me lanza lejos de ti; soy incapaz de penetrar en tu aire a pesar de la atracción que ejerces sobre mí. Pero soy incansable (mentira, temo que me apago de pura tristeza).
Soy como un patético cometa que no consigue entrar en ti.
En tu atmósfera líquida y tersa. En tu aliento templado por unos labios que me estremecen al soñar su beso.
O imaginar tu sonrisa; saluda al cometa, saluda a otro loco más, aunque sea por lástima.
Es duro ser cometa, requiere temple; requiere fuerza y no desesperar cuando todo lo que veo en el mundo me recuerda a ti, me hace pensar que pendo de ti.
Estoy atraído inevitablemente por tu masa.
No soy un buen cometa, soy de carne y hueso y si me lanzas al espacio profundo moriría de viejo en mi viaje a ningún lado. Soy así de simple.
No estoy loco, sé que moriría asfixiado, helado. Sé que soy un cometa que luce nada en tu órbita. Una cerilla que humea agónica.
No eres un planeta, eres una vida. Una vida deseada, trillones de veces más valiosa que una gota de agua en La Luna.
No soy un cometa soy un hombre que te busca a veces desesperado, otras, con un tranquilo fatalismo.
Otras con la dureza de mi sexo en el puño, suspirando y gimiendo. No soy un cometa, no soy un estúpido astro que da vueltas como un idiota.
Tengo cerebro (estoy seguro), corazón y pene. Joder.
No soy un cometa, y sin embargo, es inevitable que piense así cuando el viento arrastra la mierda del aire y deja una noche limpia de mate negro sobre el que por algún azar, se dibujan líneas plateadas.
Malditas sean las fugaces que me hacen palidecer de envidia, porque no quieren a nadie, no están sujetas a alguien de tu hermosura.
A nadie ni a nada.
Parpadeos blancos de estrellas tan locas como yo.
En la dimensión del amor llevo miles de años luz orbitando disimulada y taimadamente a tu alrededor.
No puedo dirigir la mirada a ninguna parte sin encontrarte, sin sentirme orbitando a tu alrededor.
Soy un cometa atípico, un cometa que no quiere el espacio ni la libertad, que se conforma con estar cerca de ti.
Un tonto y pobre cometa.
Y lo peor de todo, sólo soy un vulgar hombre.
Iconoclasta
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