Te escribo a pesar de que estás muerto y enterrado, te escribo para desear que te pudras de asco en el paraíso de mierda.
Porque estoy seguro de que como triunfador que fuiste, habrás encontrado un bello cielo.
Quisiera joder tu felicidad allá donde quiera que estés (sé que no queda nada de ti, no hay alma; pero me apetece imaginar estupideces, creer que de alguna forma queda algo de ti para lanzarte mi veneno), hacerte sentir mal, un fracasado, un mal padre, un padre inútil.
Necesito creer que puedes leer esto y conocer el asco que te tengo.
Triunfador de mierda, te podrías haber metido tu repugnante optimismo a puñados en la garganta y ahogarte con él.
“Ya llegará la nuestra” decías.
La tuya te llegó cuando más dinero ganabas, so imbécil; se te reventó el corazón moriste con un triste ronquido.
Si pudiera, enrollaría como un tubo gordo y pesado tu optimismo y esperanza para golpearte el cuello con él.
A ti al menos te sonrió la fortuna antes de morir, te odio con todas mis fuerzas por esa suerte que tuviste, odio con todas mis fuerzas a todos los afortunados que ahora mismo respiran, aquellos que han nacido ricos, o han triunfado pronto; odio y siento un asco caliente por los que han ganado ya el dinero que yo jamás ganaré aunque sea condenado a vivir 500 años más.
Porque tu hijo, el que esto escribe, es una víbora envidiosa, tu hijo es malo como el cianuro.
No vivo sólo de felicidad y salud de mierda.
Tienes que saber que tu educación no ha servido para nada, tus genes de esperanza y optimismo (si es que hay semejante idiotez de genes) no funcionan en mí. Sólo me has legado la pobreza y mala suerte que tú te sacudiste de encima.
No me sonríe la fortuna, pero soy muy fuerte, joder. Tan fuerte que he vencido una gangrena, una trombosis, un hueso podrido y a unos médicos asesinos.
Y eso no me basta, no quiero ser un pobre tullido de mierda. Quiero mi fortuna, quiero mi dinero y poder, no he luchado tanto por mi vida para ahora sentarme a incubar esperanza mientras la fortuna sonríe a los mierdosos que me rodean.
No me diste nada. Y fuerte me he hecho yo mismo. Lee esto y avergüénzate, padre de mierda. Avergüénzate de ser mi padre.
Afortunado triunfador idiota.
“Perder no forma parte del juego” leí en algún lugar, y así es como lo siento. No tengo un buen perder.
Es más odio y me pudre el no ganar.
Y si tengo que ganar, ganaré por acumulación de odio y envidia, aunque reviente y mis tripas al estallar manchen tu rincón del paraíso.
Triunfaré como el ser más envidioso y ponzoñoso de esta prisión que me infecta que es el mundo entero.
Coño, con que mala hostia me he levantado hoy.
Y da gracias que no te meto una postdata, gilipollas.
Iconoclasta
No hay comentarios:
Publicar un comentario