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28 de julio de 2006

Joder la marrana

En Barcelona a Veintidos de Abril del Año de Nuestro Señor 2000.

Siempre en estas fechas próximas a largos periodos festivos aparece el trabajo de última hora; algo tan urgente que podríamos ser despedidos, insultados o condenados al infierno si no sacamos adelante el trabajo previsto para dos semanas en dos días.

Al portador de las buenas nuevas se le ve venir y es entonces cuando pensamos: "ya viene a joder la marrana"; algunos no lo piensan si no que lo dicen abiertamente y abiertamente el que recibe la frase se sonríe del poder que ostenta y se la "pela" lo que digamos.

La frase es tremendamente rústica, malsonante, cacofónica y refrescantemente obscena. ¿Quién la inventó, acuñó, ocurrió y puso en circulación? Ni lo sé ni me importa pero; desde luego, se llevó ovación y vuelta al ruedo. Simplemente voy a explicar de donde salió y porque. No le daremos más vueltas yo tengo razón y ningún evolucionista me convencerá de que se trata de algún mensaje genético de nuestros ancestros (aquellos cuyos genitales quedaban más cerca del suelo que los nuestros por razones obvias de talla y andares).

Seguramente un buen día un porquero aburrido de tanta mierda, mientras se fumaba un cigarro con las manos sucias apoyada en la baranda de una pocilga, se fijó en una pobre cerda que estaba tranquilamente echada sobre la mierda que aún no había limpiado y pensó: "un día de estos la montaré". Olvidémonos de zoofilias y cosas raras, se trata de una frase hecha, coloquial y sin ninguna malicia (sé que ahora se hace difícil borrar la sonrisa que nos ha aparecido en el rostro) Bueno, habiendo dejado claras las intenciones del cer... digo del porquero, prosigo con la historia.

Los animales, como dice el saber popular, tienen un sexto sentido (que nadie busque un guiño cinematográfico) y la cerda piensa sin ni siquiera mover la cabeza: "éste ya está pensando en joderme". Y ya está, que no se engañe nadie; no ha sido fácil hallar este origen, ha sido un largo camino de visitar pocilgas y cerdos de dos y cuatro patas, estudiar sus reacciones e instintos primarios (aquellos que se alojan en nuestro primitivo cerebro de reptil).
Lo escabroso de esta frase es que es muy fácil de pronunciar, incluso de cantar y nos despoja con idéntica facilidad de nuestra dignidad. ¿Cómo? A saber:

¿La marrana personifica a las vacaciones (que serán jodidas) o a nosotros (que seremos jodidos)?
¿Qué piensa el porq..., digo el jefe? ¿Nos jode a nosotros o a nuestras vacaciones?
¿Qué pensamos nosotros del jefe? ¿Tiene derecho a la vida?
¿Qué piensa la cerda que está ahora debajo del porq..., digo de un cerdo?
¿Los jefes y cerdos: tienen genes comunes?
¿Tanto vale un euro?
¡Ah, la vida es una mierda!
Iconoclasta

25 de julio de 2006

Hediondo

Soy una bestia reptante, soy el hijo deforme de un demonio.
Soy lo que queda tras tanto amarte, los restos de un cadáver que yace en mierda movediza.
Soy furia y odio.
Soy deseo puro y enloquecido. Peligroso como la tuberculosis, letal como la jeringuilla encostrada de sangre seca.

Sucio y hediondo como el brazo de venas picadas y podridas. Caído como el yonqui entre orines de perro y excrementos.
Soy la miseria pura. El que arranca la cabeza de las ratas a dentelladas como si de tus labios se tratara; rabioso y corrupto.


Con mi aliento hediondo te beso cuando duermes.
Desgarros en tu piel.
Cansado de desearte más y más, rencoroso con la vida, con la sonrisa que me brindaste. Con un amor que no supe contener y me invadió como un tumor. Siento un rencor peligroso hacia ti porque me convertiste en esclavo con tu ser.
No tienes idea de quien soy porque ya no queda nada de aquel que te mecía en un amor dulce, el que hablaba de un amor indecente en su pasión.
Soy la perversión hecha polla. Soy el pene duro embistiendo entre tus piernas en un lugar oscuro que no es tu mundo.

El mundo es maravilloso contigo y en ti; pero hay un infierno bajo tus pies, soy infierno y soy el sexo brutal. Mi pene es el árbol que te protege con su sombra, y clavaré mis ramas entre tus piernas para arrancarte gemidos de sangre, un grito que erosione la garganta.
Soy un árbol deforme, centenario, de retorcidas raíces clavadas en el infierno.
Quiero tu cara deforme por el placer más sacrílego y ofensivo. Tu lengua bífida destrozando la belleza y candor del amor puro.
Que la oscuridad de tu coño destruya la luz del planeta.

Ensuciarás el amor con esa obscenidad impía, con tus gemidos roncos nacidos de entre las piernas, cuando mi lengua lama tus muslos y agite tu vulva empapada.
Te convertiré en mi muñeca de placer, en mi juguete húmedo. No habrá piedad, como tus hermosos ojos no la han tenido con mi alma.
Te daré un placer que avergüence al mundo. Manarán tus babas descontroladas en mi abrazo animal e hiriente. Hendiré tu piel y tu carne con mis uñas. Te penetraré hasta que me sientas en tus tripas. Lameré el agua de tu boca extasiada. Seré una serpiente en tu coño y sanguijuelas en tus pechos.
Te ahogaré con mi miembro.
Te robaré la respiración y quebraré tu voluntad, como tú has destrozado la mía.

Mi saliva es una cascada infecciosa que anega tu rastro, tu aroma en el aire. Mis fauces se hacen agua y mis labios agrietados desean besar los tuyos.
Te busco, te acecho, te cazo.
En tu mundo no hay miasmas, ni flemas necrosas de pulmones que aspiran el ácido de un amor abortado. En tu mundo había luz, ahora soy yo el todo. El que decide tu vida y tu pensamiento.
Ahora soy tu peste, tu plaga.

Soy un placer hediondo en el que te abandonarás con los brazos laxos en cruz, un cristo violado. Hundiré mi lengua en tu ombligo.
Ahora soy la sombra que te penetra cuando duermes, cuando cierras los ojos. Soy el infecto que mueve tus dedos cuando te masturbas. Soy el que te abre las piernas en soledad y te mete la vela en tu agujero sagrado y deseado.
Soy el asma en tu pecho.
Soy un peso encima de ti follándote, con mis garras enredadas entre tu cabello. Soy una máquina que funciona con sangre, y leche.

Serás madre maldita, en tu vientre plantaré la semilla hedionda de mi amor enfermo. Madre puta para la tierra y diosa en el infierno.
De mi émbolo mana un semen ardiente que fundirá tu coño.
No eres mía, no me perteneces, pero eres mi presa. Mi caza.
Ya no te quiero, sólo te ambiciono. El tiempo del amor acabó, el amor mutó mi ser cuando se convirtió en una eternidad tortuosa de deseo. Hace apenas unos minutos… Cuando tuve la certeza de que muerto arañaría el ataúd por seguir a tu lado.
Es la hediondez de mi deseo más primitivo la que me ha hecho bestia y he creado el infierno como Dios creó a los animales.
Soy hediondo e inmortal.

El amor ha creado tanta presión que ha roto límites, ha destrozado la materia gris que envolvía a la bestia que latía en lo oscuro como una neuralgia en la sien.
Soy bestia hedionda arrastrando mi hocico por tu cuerpo.
Azotándote la cara con las venas que me inflaman el miembro con un torrente de sangre. Que lo entumecen.
Me masturbaré ante ti hasta que tus piernas se abran y tus dedos abran la caverna, el infierno que busco: un agujero de carne y brillante savia espesa.
Un zulo de placer oscuro e indecente.
Tu coño, tu propio infierno.
Y al infierno te llevaré como mi presa, mi trofeo.
Mi caza.

Iconoclasta

22 de julio de 2006

Verdades y mentiras

¿Quién no ha conocido a alguien cuya principal virtud es la sinceridad? Alguien que a modo de salmo debe proclamar constantemente al mundo entero su sinceridad. Su ansia por que los demás sean tan sinceros como lo es él, o ella.
¿Se siente envidia ante esa sinceridad casi religiosa y compulsiva? ¿O es algo patético a lo que despreciar?
Los sinceros cuestionan las afirmaciones de otros porque su tremenda sinceridad parece ser la única e indiscutible. Reconocen la mentira a la legua, son intuitivos, ágiles y eficaces.
Es muy importante para ellos encontrar el porque de todo, es una constante en su vida; no se puede dejar nada a la suerte.
Claro que eso es ambición, la ambición de pretender saber más que nadie. Pero resulta que la ambición es la fundición de la mentira. Un sincero autoproclamado suele ser un cuerpo relleno de hipocresía.
Los sinceros son repelentes, tienen una antipatía casi palpable.
Bienvenidos al mundo sincero.

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Elsa era una mujer avispada, inteligente e intuitiva. De muy rápidos reflejos.
Julio en cambio, parecía estar siempre relajado, tranquilo y conforme; uno de esos tipos que se sienten bien con lo que piensan, nunca pregunta el “porque”, simplemente el “como”.
Llevaban ya 16 años de matrimonio, tal vez es la única forma de que una pareja sea duradera; una gran diferencia de caracteres entre ambos. Un defecto de uno es corregido por la virtud del otro y todas esas tonterías que se dicen.

La ambición de Elsa contrastaba con el desprecio que Julio sentía por ser “alguien” en la empresa. Julio era encargado del turno de tarde en una fábrica de automóviles y no se esforzaba más para subir puestos. No estudiaba porque decía que ya sabía suficiente. Estaba bien así, disfrutando de sus pequeñas aficiones.
Ella era publicitaria, siempre inmersa en batallas para ganar clientes y proyectos; un cliente, una campaña más. Ganaba el doble que él. Había conseguido en los últimos cinco años tres aumentos de sueldo, él ninguno en diez años, simplemente se limitaba a alcanzar la prima mensual por llegar a la producción estipulada.
Era sincera, de una sinceridad irritante; decía de Julio que no se promocionaba en la empresa porque carecía de picardía; porque no sabía mentir. Su falta de interés por ascender no era sencillez, si no falta de reflejos y agresividad.
Y siempre era sincera, sobretodo ante sus amistades, en cenas o tomando unas copas.

-No basta con ser bueno, has de saber a quien hablar y de que hablar. Si eres bueno en tu trabajo, jamás te moverán de ahí si sólo lo demuestras cumpliendo. Y es que sinceramente, tienes poco espíritu y se te ve venir.

Esta era su sentencia favorita y más humillante “se te ve venir”. Con el tiempo, Julio dejó de sentirse mal por estos comentarios y acabó sintiendo una total indiferencia hacia estas sentencias.
Luego venían los consejos de los amigos y el ejemplo que ellos mismos constituían de éxito laboral.

-A eso se le llama ser un lameculos.-respondía Julio.

-No seas borde.-le respondía Elsa.

A Julio le gustaba ser deliberadamente grosero para que Elsa se sintiera incómoda entre sus refinados colegas.
A pesar de su proceder en el trabajo, Elsa era ante todo un ejemplo viviente de sinceridad. Si había algo que le repugnaba y que la ponía “malísima” era la mentira.
Lo podía perdonar todo pero; no la mentira.

Cuando eran novios, le largaba frecuentemente este discurso a Julio sin que fuera necesario. Al menos para él.
A él no le preocupaba todo ese asunto de la sinceridad y la mentira.

Hay días en los que es mejor no levantarse de la cama pero; Julio se levantó como siempre y a la tarde marchó a la fábrica.
Ocurrió algo con las prensas, un desajuste o un error en la programación, ciento cincuenta capós se tuvieron que tirar al contenedor de chatarra para fundición. La plancha se había desgarrado en todos ellos en la última fase del prensado. Julio fue el último en revisar los parámetros del par de prensado.
Fue sancionado con tres días sin empleo y sueldo con carácter inmediato; por supuesto, perdió la prima de producción.
Y aún debía agradecer que no lo hubieran despedido.
Salió abatido del despacho del gerente de recursos humanos, y casi se dio de bruces con el médico de la empresa.

-¿Tienes un momento para que revisemos los resultados de la analítica de la revisión médica?

-No es un buen momento, Tomás.

-Bueno, te doy los resultados y si sale un asterisco en algún parámetro es que algo no está bien. Míratelos en casa y si tienes algo que comentar, vienes a la consulta. La verdad es que no he tenido tiempo aún de darles un vistazo.

Se metió el sobre en el bolsillo del pantalón y se dirigió al reloj de fichaje, donde marcó el código de salida y el de sanción.

Ojalá en este momento viviera solo y no tuviera que contarle a Elsa su metedura de pata. Era ahora lo que más le pesaba de todo aquello, explicarle a su mujer lo que había ocurrido hoy.
Elsa le preguntaría el “porque” le ocurrió algo así. No se iba a conformar con el “como”, una distracción que no se podía explicar más que como mala suerte. Un mal momento de esos que alguien padece de vez en cuando.
Le reprocharía que si hubiera tenido más interés por hacerse notar por sus superiores, se habría librado de la sanción, “una simple llamada de atención a lo sumo” era lo que peor que se hubiera ganado.
“Pero claro, tú no eres un lameculos y pasas de hacer la pelota a nadie” continuaría ironizando Elsa.
Se enzarzarían en una de esas discusiones largas y elevadas de tono que acaban repentinamente con un incómodo y largo silencio de horas.

A él le gustaría que ella dijera “No te preocupes, Julio, son cosas que pasan”. El se lo decía cuando ella llegaba de malhumor por algún contratiempo en su trabajo. Pero era algo impensable, Elsa tenía la firme voluntad de decir siempre lo que pensaba, la verdad. Era sincera incluso, por un bien de los dos.
Podría mentirla, decirle que están cambiando los moldes de las prensas, un trabajo que dura días y por eso no acudiría a la empresa en tres días pero; ella era tan buena reconociendo las mentiras que se daría cuenta de que algo no iba bien; era un libro abierto para Elsa.
¿Para qué esforzarse en imaginar mentiras? El era demasiado torpe, no sabía mentir. Le vería venir.
Subió a su auto y abrió distraídamente el sobre con los resultados de la revisión médica.
Crearía más verdades para Elsa.

Estaba sentada en un extremo del sofá, con el brazo relajado sobre el reposabrazos. La otra mano sostenía un baso de cerveza que condensaba gotas de agua por su frialdad.
Oyó la llave accionando la cerradura y las pisadas de Julio por el pasillo.

-¿Por qué llegas tan pronto, cariño?

Julio no se acercó a besarla, se sentó en el otro extremo del sofá tras dejar sobre la mesita de cristal una caja de zapatos.

-Me he tirado a tu hermana esta tarde, en casa de tus padres.-le respondió sin emoción alguna.

Si no fuera porque uno convive con alguien que sufre esa necesidad de saber la verdad de todo, no habría necesidad alguna para ser sincero. En la vida se solapan verdades y mentiras sobreviviendo holgadamente el mentiroso y el sincero en la mayor parte de los casos.
El afán de por decir y saber la verdad es una obsesión enfermiza, un complejo psicológico. Todo el mundo conoce la verdad y no es interesante. No hay beneficio ni amabilidad en la mayor parte de verdades. La mentira y la verdad es la vida misma.

-¿Y me lo dices así?-Elsa lo miraba con la mirada en un hito, le temblaban imperceptiblemente los labios sin saber bien que decir. Incrédula con su mano congelada en el aire aguantando el vaso de cerveza.

-Estás de broma…-sus ojos brillaban húmedos.

-Sabes que no sé mentir, que no se te puede ocultar nada. Tu hermana ha disfrutado conmigo como una guarra y acabo de masturbarme en el garaje por lo excitado que estoy aún.

-¡Cabrón, voy a llamar a Maica!

-Maica no te responderá.

Maica… Solía comentar con humor, que ojalá hubiera conocido a Julio antes que Elsa, siempre mostró una gran simpatía hacia su cuñado.
A Julio le gustaba Maica, no era tan guapa como su hermana pero; era de esas personas que aprecias de forma natural, sin necesidad de conocerla demasiado.

Al salir de la fábrica y a pesar de todo, recordó que tenía que recoger unas bolsas de ropa que Elsa había dado a su madre para que llevara a la tintorería.
Cuando llegó a casa de sus suegros lo recibió Maica.

-¡Hola Julio! Has venido pronto.-se besaron las mejillas-Mis padres se han ido de compras y ahí te han dejado la ropa.

-Hola, Maica ¿cómo estás?

-Lo de siempre, trabajo y más trabajo. Y entre medias, una cerveza bien fresca. Ven, tómate una.

La siguió hasta la cocina y abriendo la nevera, Maica le preguntó:

-¿Y a ti qué tal te va en la fábrica? ¿Me aconsejas algún nuevo modelo?

-Que va, aún no se ha diseñado nada nuevo. Y no sé si llegaré a verlo, he metido la pata y este mes me quedo sin prima y sin cobrar tres días. Un desastre.

-Pues necesitarás dos cervezas.-dijo con una sonrisa radiante sin demostrar preocupación o pesar alguno.

-¿Y a ti…-comenzó a preguntar él en el momento en que ella se acercó para darle una botella de cerveza abierta. Se interrumpió para besar sus labios tan próximos y aún sonrientes.

Se desvistieron con urgencia y allá en la cocina lo hicieron, la penetró, la mordió; la acarició sin pensar en mentiras ni verdades. Sin ambiciones, tan sólo llevado por el deseo carnal. Algo se liberó hoy en su interior y Maica lo sintió.

-No verás nunca más a Maica. He tenido un mal día, Elsa; me equivoqué en la regulación de las prensas y se ha ido a la mierda la producción del turno de noche. No puedes quejarte de mi sinceridad. Sí, ya sé que podría haberme excusado con que alguien hubiera tocado algo después de mí pero; no sé mentir. Me lo has dicho tantas veces que ni lo he intentado.

-Tú no estás bien, Julio. ¿Te has drogado? ¿Estás borracho? Dime la verdad, me das miedo.

-Nunca me he drogado, ¿qué verdad quieres que me invente? Me han dado los resultados de la revisión médica anual.

Su memoria retrocede una horas atrás, en el instante en el que Maica recitaba entre suspiros: “más fuerte, pégame en el culo” y él la penetraba por detrás golpeándola con fuertes y sonoras palmadas en las nalgas. Un chorro de agua salía del grifo que se había abierto cuando ella se apoyó en él para no perder el equilibrio ante las embestidas de Julio.

Y su memoria retrocede más aún. Elsa con aquel chulo en una cena de amigos; un idiota ya maduro con un corte de pelo demasiado juvenil y desenfadado, en media melena. Se llamaba Lorenzo y quería que le llamaran Loren.
Elsa reía mucho con su compañero de trabajo; con Julio sonreía así cuando iniciaron su relación. Elsa era tan sincera y directa que no cabía pensar que mantuviera una relación sexual con aquel idiota. Aunque se rozaran las manos furtivamente bajo la mesa.
Coincidencias…

-Tu Loren te ha pegado el SIDA y tú a mí. Porque hasta ahora, hasta hace unas horas, no he follado con nadie más que contigo. ¿Soy sincero, verdad?

A Elsa se le escurrió el vaso de entre los dedos, ninguno hizo caso al estrépito que produjo el vaso al romperse contra el suelo.

-Tu hermana sí que era sincera cuando me pedía que sorbiera con fuerza el clítoris con mis labios, cuando sus manos presionaban con fuerza mi cabeza para que me comiera todo su coño.

-¡Hijo de puta! ¿Qué te has creído?-gritaba Elsa-¿Qué coño es eso del SIDA?

-¿Y para llegar a esta mierda me has machacado tantos años con tu sinceridad de los cojones?-Julio continuaba hablando con la voz templada, demasiado tensa, conteniendo una mala emoción.-He dado positivo de anticuerpos. A pesar de traer el mismo aroma de la colonia empalagosa del chulo del Loren, no te he pedido que fueras sincera ¿verdad? Y ahora tampoco te lo pido, ni me importa el porque. Conozco el como y ya tengo suficiente.

-Ahora sólo me importa Maica. Tu hermana se ha tragado todo lo que he sacado por el pijo.

Maica se arrodilló ante él y con la boca lo obligó a correrse, a pesar del dolor que le producían los dedos en sus cojones. Se los estrujaba con vehemencia. Pensar en eso le provocó una fuerte erección de nuevo.

-¿Y tú, cabrón? Siempre tan aposentado en tu ridículo trabajo, falto de ambición. Si hubieras sido más hombre ahora viviríamos en el centro, como mis compañeros. Te queda mucho por hacer aún, desgraciado.
Y la mosquita muerta resulta que se lo ha hecho con la guarra de mi hermana. Eres un lerdo.-Elsa echaba chispas por los ojos.

-Soy tu libro abierto, cariño, como siempre has dicho. Maica no se ha puesto a llorar como tú cuando le he petado el culo; no ha llorado como tú cuando intenté presionarte el ano con el dedo chupándote el coño. ¿Te acuerdas que histérica llorabas diciendo “eso no”? Sé sincera cariño, ¿el Loren te lo ha petado? ¿Te gusta ahora?

-¡Vete con la puta de Maica, cerdo! ¡Lárgate de aquí!-Elsa se puso en pie y agitando el dedo índice le indicaba la puerta de casa.

-Ya no puedo volver con ella, Elsa, es una sincera como tú. ¿Tus padres son sinceros, aman la verdad?

Cuando recuperaron el aliento, Maica le expresó su deseo de contarle lo ocurrido a su hermana. Que lo supiera por ella misma y no por él.

-¿Y por qué? Tal vez no lo volvamos a hacer nunca más, Maica. Ha sido un ímpetu, nada que debamos prolongar si no queremos. Ella no tiene porque enterarse.

-Pero es mi hermana, Julio, ahora me siento fatal.

Julio sintió un calor que le abrasaba el cuerpo.

-Eres otra hija de puta como tu hermana. Os voy a enseñar lo que es la verdad, familia de tarados.

Cogió el cuchillo jamonero y comenzó a asestarle puñaladas, Maica se protegía con brazos y manos y el cuchillo arrancaba uñas, cortaba carne y tendones. Dos dedos colgaban de un hilo de piel de la mano cuando Julio consiguió cortar su garganta y luego ensartarle el corazón.
Contempló el cuerpo desnudo de Maica hasta que dejó de fluir sangre por las heridas.
Se duchó y se volvió a vestir con cuidado de no resbalar en el enorme charco de sangre, sacó una cerveza de la nevera y se la bebió esperando la llegada de sus suegros.

-¿Mis padres? ¿Qué tienen que ver en esto?-gritó Elsa aún histérica.-Estás loco.

Cuando los padres metieron la llave en la cerradura, corrió hacia la puerta con el cuchillo ensangrentado.

-Hombre Julio… -dijo su suegro al verlo.

Clavó el cuchillo en el vientre del viejo, con el filo hacia arriba y subió el tajo hasta cortar el cinturón. El hombre cayó al suelo sujetándose las tripas que salían como una especie de salchicha sangrienta por entre sus dedos.
La vieja gritó hasta que la punta del cuchillo se enterró en la gola, le arrancó el cuchillo para clavárselo repetidamente en el pecho hasta que por fin se derrumbó desmadejada.
El viejo había relajado sus manos y los intestinos se extendieron por el parqué.
Se largó de allí al cabo de unos minutos con una caja de zapatos bajo el brazo.

-Esa caja es para ti.

Elsa se agachó y levantó la tapa, dentro había una sucia bolsa de supermercado. Cuando la abrió y miró lo que había dentro, la lanzó lejos de si. El corazón de Maica cayó al suelo con un sonido apagado y pesado. Un corte longitudinal lo partía casi por la mitad.

-Quería saber como era el corazón de un sincero; lo compararé con el tuyo y no será igual, porque tú no tienes nada sinceridad en tu idiota cerebro.

Julio recorrió lentamente el pasillo hasta llegar a su despacho, una simple mesa de escritorio con un ordenador y unos cuantos libros en la pared. Cogió un bate de béisbol de aluminio que adornaba la pared y volvió al salón en silencio, paseando y blandiendo distraídamente el bate.
Elsa hablaba por el móvil, estaba dando su nombre y dirección a la policía.

-Por favor, vengan rápido.

Elevó el bate y lo estrelló contra la mano de Elsa, la que sujetaba el móvil que se rompió en su oído y en la mano.

-Tú no desarrollarás el virus, Elsa. Te lo digo sinceramente.

Cayó al suelo aturdida.
Otro golpe se estrelló en la coronilla y al instante la sangre comenzó a brotar escandalosamente.

-Me vas a matar.

-Claro que sí, cariño.-le respondió Julio.

Otro golpe desencajó su mandíbula y escupió dientes rotos entre un lamento.

El siguiente golpe, letal en su crujir, deformó la sien y le cerró definitivamente los ojos.
Aún golpeaba su cuerpo cuando los dos agentes irrumpieron en el piso tras forzar la puerta.

-¡Os juro que ha tropezado! Se ha puesto nerviosa al ver el corazón sincero de su hermana y se ha dado un golpe en la cabeza. De verdad… No miento…-les decía entre carcajadas a los policías.

-No me creéis, ella tenía razón, la muy sincera. No sé mentir.

Y continuaba riendo esposado cuando lo metieron en el coche patrulla.

Iconoclasta

21 de julio de 2006

La Puta Vida & Cía

Tenemos trabajo. Debemos realizar un par de cosas antes de morir.
Atención, mis apreciados suicidas; prestad mucha atención porque en caso de morir a disgusto no se podrá repetir.
¿Estáis nerviosos?
Sí, sé que sí. Incluso yo, vuestro amigo y monitor, me encuentro nervioso. Estamos ansiosos por dejar de estar vivos.
Por morir, más concretamente.
De verdad, me siento igual que vosotros, nunca he hecho una cosa semejante; pero soy un profesional y lo disimulo bien; nuestra empresa es la mejor del ramo.
Ya conocéis más o menos como funciona nuestro servicio. Yo soy un facilitador de muerte del consorcio La Puta Vida & Cia. Y estoy entrenado para esta sola y única misión.
Si vosotros morís, yo muero con vosotros.
No es un truco, veréis como la tapa de mis sesos saldrá volando con mi saludo de despedida.
Y se trata de hacerlo al unísono, todos.

- Sr. Iconoclasta; allá al fondo, deje de decir que será el primero. Creo que la vanidad y la chulería están de más en estos momentos; y no se ría tan ostentosamente.
Este es un momento trágico.

Tras los tests y pruebas por los que han pasado, sabemos que no son cobardes ni traidores y si alguien fallara o se arrepintiera en el último momento, que lo haga; nadie obliga a morir a nadie. Pero se quedará solo en la vida como ahora lo está. O acompañado por seres que no aprecia, y eso es lo mismo. Allá él.
No os preocupéis por estas lágrimas que corren por mi cara, no voy a arrepentirme. Es que pienso en mi mujer y mis hijos y me emociono.

- Sr. Iconoclasta, deje de escribir y atienda. No, ahora no puede conectarse a Internet; ha de prestar atención como todos. ¿No ve que le está restando solemnidad al acto?

Bien; creo que ahora que estamos un poco más centrados debemos comenzar a evocar todas esas experiencias que nos han destrozado algunas expectativas; expectativas truncadas por otros seres ambiciosos, envidiosos y evidentemente mucho menos inteligentes; ya que han basado sus logros en vuestro trabajo, en vuestras conquistas. Seres que ahora se están acostando con vuestras esposas y esposos. Seres que han provocado una ruina o un desencanto; o tal vez os hayan robado libertad.
Seres que no os han dejado prosperar por envidia; porque sois más carismáticos e inteligentes. Seres que con su sola visión o con solo el timbre de su voz consiguen incomodaros.
Y son tantos que es inviable asesinarlos a todos.

-Bien. Silencio. Quiero ver la ira en vuestro rostro. El asco profundo y repugnante que os produce el saber que vuestro compañero de vida está con su amante. El odio hacia aquellos que han triunfado a costa vuestra. Es necesario que visualicéis sus muertes.
Si morimos que sea con rabia y con asco.

- Sr. Iconoclasta, le ruego que se comporte y no de golpes al mobiliario con esa vehemencia.

Debéis sentir asco, odio y un profundo rencor hacia Dios; sí ya se que eso no existe pero; la mayor parte de esos seres repugnantes por culpa de los cuales estáis aquí, sí que creen en ello. Es una forma de insultarlos, de ofenderlos.
Así que nada de resignación, cuando apretéis el gatillo que sea recordando los seres queridos que han muerto, por las enfermedades y accidentes que os han hecho perder un tiempo precioso de vida.
Es necesario hacer sentir mal al mayor número posible de seres. Vuestra cara congestionada por el odio o la ira instantes antes de apretar el gatillo será fotografiada y enviada a cada una de las personas que habéis relacionado en vuestra lista. Es necesario que vuestros dientes asomen amenazadoramente. Que no les quede duda alguna de que morís odiándolos.
Os aseguro que no es nada agradable para alguien recibir ese "obsequio".

- No se preocupe, Sr. Iconoclasta, la foto de su pene erecto se adjuntará al retrato de su cara.

A propósito, si desean este extra de obscenidad
deberán pagar un pequeño suplemento; antes del tiro de gracia, por supuesto.
Bien, silencio; una última vez. Quiero ver la cólera en vuestros rostros. La náusea profunda y repugnante que os produce el ver a vuestra pareja con su amante; es un ejemplo.
Es necesario sentir un profundo odio y rencor hacia dios, a cualquier dios, no importa si sois crédulos o no; lo importante es morir sin miedo y con desprecio por todas aquellas mentiras con la que nos han estado machacando el cerebro. Se ha de sentir mal el mayor número posible de seres. Es vuestra venganza y la vergüenza de ellos.

- ¡Me cago en Dios! Repetid…

- Y ahora gritando.

- Les felicito, mis locos suicidas, parece que han nacido para ello.

- Sr. Iconoclasta, eso de escupir y tirarse ventosidades está de más. No es elegante. Ni esa risa…

- Ahora un alarde físico, pegad patadas al suelo, pisotead a vuestros odiados seres, pisotead a los dioses. A los que os abandonaron porque el otro la tenía más gorda o porque la otra era más joven y tenía las tetas más gordas.
- ¡Que revienten!

- ¡Hijos de puta! Repetid…

Sí ya lo sé, ojalá tras matarnos pudiéramos resucitar y revivir este momento.
Hay tanta emoción…
Casi me dan ganas de no suicidarme para poder ser el facilitador del siguiente grupo; lo hacéis tan bien que me gustaría vivir otra vez más el momento. Ruego disculpéis este arrebato emocional.
Si seguimos así, no nos suicidaremos…
Tranquilos, era broma, de aquí no sale nadie vivo.

- Sr. Iconoclasta, esa risa…

Y ahora la segunda parte, sois un grupo de nobles, aristócratas de la dignidad. Presentaos los unos a los otros y otras.
Abrazaros como colegas, con ese afecto que tan poco os cuesta obsequiar. Servirá para que vuestra muerte tenga algo de agradable.

- A ver... tampoco se trata de realizar un acto sexual, Sr. Iconoclasta. Y Sra. Ana, les ruego que no sean tan carnales.

- Adoro esa valentía trágica…

Creo que moriréis con el deseo de haberos conocido en otro momento mejor. Seguro que un adiós irá para ese ser al que habéis abrazado. Algo puramente desinteresado. Algo inusual.
Eso es bonito, mis apreciados suicidas.
Y ahora coged cada uno vuestro respectivo revólver.
Levantad el gatillo del arma.
El cañón a la boca.

- Es que me lo imaginaba. Un abrazo para el impetuoso Sr. Iconoclasta, el cual no ha podido esperar más. ¡Qué prisa! Ojalá nos encontremos con él camino a ningún sitio.

- Nos echaremos de menos ¿verdad?

- Mis queridos suicidas...

- ¡YA!


Iconoclasta

11 de julio de 2006

Llamando a las puertas del cielo

Hay momentos en que la vida se muestra generosa, original. Sólo es necesario poner toda la atención en ese instante y beber la belleza con el doble de intensidad con la que uno tiene que tragar la mierda.
No hay una sola pista que indique que se va a vivir un instante irrepetible; un momento de total satisfacción. Un instante en el que no existe nada ni nadie más que mi hijo y yo.
Y Guns N’Roses cantando una versión dura de la canción de Dylan: Knockin’on heaven’s door.

Tiene doce años y la fuerza de la vida chorrea por cada poro de su piel, y su piel brilla por un sudor vital.
Hay un exceso de vida, lo veo; se condensa en su frente, en el labio superior y queda prendido en forma de finísimo rocío en fino vello de melocotón que casi invisible, aún le da un toque de ternura a la piel.


Las ventanillas del coche cerradas y el aire frío del salpicadero atenúan lentamente el sudor y el cansancio de un par de horas disparando flechas en el bosque.
Una relajación eufórica.
Hace tanto calor… el planeta es inmisericorde. Sentimos los dedos entumecidos por la cuerda del arco. Y sentimos el frío cerco de sudor que han dejado los carcajs en la espalda sin importarnos apenas.


-Kn Kn Knockin’on haven’s door.-Pablo canta el estribillo llevado por el poderoso y grave alarido sostenido de Axl Rose.

Y lo vuelve a repetir.
Y cierra los ojos sintiéndolo muy adentro. Lo noto.
Lo confirman sus puños tensos.


-Kn Kn Knockin’on haven’s door. Uo, uo, wowo, o,o,o…

Piso el acelerador sin ser necesario correr más. Tal vez deseo que el motor sostenga un “ey, ey, eyeyey” que haga coro con la guitarra que nos ha enmudecido y nos hace levitar en un eléctrico y prolongado gemido.

-Ahora tú.-me insta.

No es el momento de prestar atención a la conducción, ni de bajar el volumen atronador de los altavoces que yo mismo he elevado.

-Kn Kn Knockin’on heaven’s door. Ye, ye, yeyeyea… Any more…

Y él me admira con una sonrisa cuando golpeo el volante al ritmo de la batería; salpico de saliva el parabrisas.

-Y ahora yo.
-Kn Kn Knockin’on heaven’s door.


El muy feliz aporrea con fuerza el salpicadero.
¡Qué cabrón! ¡Qué fuerza!
Como lo quiero.


No es el momento de decirle que no hay cielo ni puertas.
No es el momento adecuado para decirle, confesarle; que a veces me gustaría hacer realidad ese romanticismo de llamar a unas puertas celestiales y salir de aquí.
Un lamento rasgado en la guitarra de Izzy me da coraje puro.


-Ahora tú.-es incansable.

Y espera con ilusionada contención oírme y verme mal cantar aporreando el volante y agitando la cabeza al ritmo de ese heavy rock.

-Kn Kn Knockin’on heaven’s door.

Sonríe mi hijo del alma y yo con él.
No hay puertas ni cielo.
Hay un aire fresco, un oasis en el infierno, la voz de Axl y la guitarra de Izzy.
Es este instante el que he conseguido arrancarle a la vida, con un par de cojones.
Aprendí a estar al acecho; disparo instintivamente con mi arco, e instintivamente he cazado el momento de gloria.
Me consuela que toda esta frustración que arrastro, tenía el fin de darme la furia y la ira necesaria para destrozar el volante y cantar con voz quemada:


-Kn Kn Knockin’on haven’s door.

Si no fuera por la franca felicidad de mi hijo al sentirme berrear, hubiera sido hermoso morir así de feliz y pleno. No hay muchas oportunidades de hacerlo; un elegante mutis por el foro y llamar a las puertas del cielo.
O del infierno.


-Kn Kn Knockin’on haven’s door.

No le he dicho que le quiero porque está de más.
No le he dicho que le quiero por no asustarlo.
No le he dicho que ahora Guns N’Roses son especiales porque él los ha hecho especiales; es mejor que no sepa que me siento mal mucho tiempo.
Es mejor que me admire un poco más, engañarlo hasta que sea capaz de verme como soy.
No puede hacer daño una mentira así.


-Kn Kn Knockin’on haven’s door.

Cuatro minutos de gloria parecen haber saldado horas y horas de miseria.

Iconoclasta

9 de julio de 2006

Vaya, que casualidad


Eso me decían mis profesores cuando me olvidaba algo en casa.


-Vaya, que casualidad; precisamente hoy día de examen se olvida el compás en casa.

Y me sacudían unos reglazos en las manos, una bofetada o bien me castigaban a salir dos horas más tarde. Supongo que el temor al castigo, me ponía nervioso y así olvidaba más cosas.
Es que soy muy complejo.


Coño, con aquellos cabrones. Una vez crecí, ya no tuvieron huevos a soltarme su mierda ni a ponerme un dedo encima. Cobardes...
Esto viene al caso, porque como soy aplicado y me educó en la lógica el estado con su inquebrantable rectitud, voy a responder con la misma al gobierno valenciano, al gobierno madrileño y a todos los putos políticos que de vez en cuando van demostrando sin recato, que me tienen por un imbécil rematado aunque no me conozcan.
Y eso me sodomiza cosa mala. Lo llevaba dentro y lo tenía que soltar como fuera, pero con gracia, eso sí. Aunque maldilta la gracia que hacen los muertos.
Al grano:


¿Conque precisamente descarrila un metro en Valencia antes de llegar el Papa de Roma, eh? Vaya casualidad que un metro con mil años decida romperse cuando viene de visita a Valencia el santo padre, no sé, no sé...

Porque me enseñaron a pensar que cuando se dan esas excusas hay un comportamiento mentiroso.
Seguro que no se puede achacar ese accidente a un atentado terrorista de extremistas islámicos, no, en absoluto. Fue el conductor que se había picado con otro tren y "pisó" el regulador a fondo.
No te jode.
Acérquense cretinos, que les voy a dar unas bofetadas.
Que no les creo, que no creo en la mierda de casualidades como ustedes no me creían de pequeño, so tíos mentirosos.


¿No será que se han callado como putas para que el Papa de Roma siga adelante con su visita a Valencia y no se acojone y les deje sin algún regalito prometido; alguna bula o algún rosario de oro y diamantes? ¿O es que tal vez sea mejor no asustar al rebaño y dejarlos felices en su ignorancia? Una mentirijilla piadosa.

Que conste que aprendí, coño, si aprendí.
Y sea o no cierto lo que pienso, es mi duda, es lo que intuyo que también puede ser; porque menuda casualidad.
Buen sexo.


Iconoclasta

7 de julio de 2006

Vivir, morir, sentir

Vivir, morir; esta no es la cuestión. La cuestión es que puedes acabar aburrido (por decir poco, por decir lo mínimo) de la vida. Y no porque sea puta, ni una mierda, ni siquiera porque sea bella. O que sea algo tan zafio y predecible como esa repugnante frase hecha que te dicen los místicos: “Es lo que hay”.
“Y tu madre es una golfa a la que pagué sólo 10 € por un francés” le respondo al místico, más que nada para que sepa alguna cosa más de las que hay.
Pero en realidad no saben lo que hay, no saben que todo el trabajo de mierda no servirá más que para avanzar el proceso degenerativo del organismo. No saben nada, ni follar, porque de ello hablan entre risas, con chistes.
No es un chiste cuando la agarro por el cabello y la penetro, no me río cuando la embisto una y otra y otra y otra vez. Soy violento como el gorila que le arranca los brazos a su hijo.
No les cuento una mierda mientras hablan entre ellos con una falsa autoridad que ni ellos mismos podrían respetar.
No me río, sólo gruño como un animal, ni siquiera la respeto. Ella tampoco, tengo mis hombros heridos de sus uñas.
Me insulta la muy bella, la muy amada.
Morir, ¿qué le vas a contar a Teresa de Jesús?
Que no es tan sencillo, ni entraña paradojas de iluminado. El organismo no entiende de muerte y considera cada día vivido un triunfo. No acaba de entender que la muerte se lleve tres puntos y encima juegue partida extra.
El organismo sin cerebro es aún más sabio, va a su puto rollo y no piensa en minucias. Si el corazón se parte por el camino, se muere sin más teatro. Es más digno y noble que la mente doblegada.
La muerte puede ser un alivio cuando te han dicho lo que hay demasiadas veces.
La cuestión no es vivir o morir.
La cuestión es sentir, no ambicionar conocimientos que coartan la sonrisa, que hacen perder tiempo de imaginar-soñar-disfrutar. La cuestión es que si duele, que duela.
La cuestión es que si estudias demasiado, acabas creyendo las mentiras, y creándolas. Recreándolas.
Ambicionando ser ambicionado.
Sólo escribirlo es idiota, sólo leerlo da risa.
Me río yo del catedrático que da conocimientos a un estudiante que quiere ser juez para que sea capaz de joder la vida a cientos, a su total discreción
Joder, está todo tan mal hecho que parece ser que la muerte pueda ser la cuestión.
Tal vez.
El organismo me mira desde dentro alarmado porque la navaja está presionando demasiado sobre la femoral. El organismo no sabe que la cuestión es que no siento.
El organismo no necesita saber lo que la mente enferma alucina.
Ni siquiera el organismo es capaz de evitar que el corazón lata con fuerza y el chorro de sangre le salpique los ojos que no quieren mirar nada ya.
Si uno se fija en el surtidor intermitente de la arteria, si uno se fija en como se detiene la sangre por un segundo para después salir como un géiser rojo; puede pensar que en esos momentos el corazón está alarmado y bombea hacia dentro en un patético intento por no morir, como muerta está la mente. El muy tonto se quiere llevar la sangre para adentro.
Y uno entonces acaba diciéndole al corazón con la autoridad de un subnormal: “Es lo que hay”.


Y es triste desangrarse como un cerdo, pensando como un cerdo.
La cuestión era morir, porque lo que he sentido no me ha gustado. Lo vivido no ha sido para tanto.

Iconoclasta

3 de julio de 2006

El carnet por puntos

Bueno, pues prácticamente sólo les queda controlar los pelos de mi culo. Controlan las basuras, el consumo de tabaco, los aparcamientos en las calles y a las golfas las chulean también.
Lo del carnet por puntos, por un momento, me hice la ilusión de que se referían a los puntos de sutura que se llevaría un palurdo agente de tráfico por molestar gratuitamente a un conductor.
Porque son tan molestos como sus amos.
Como siempre, no cuidan la mierda de carreteras que han hecho ni hacen su mantenimiento, cobran peajes abusivos y ahora quieren que la peña se muera de pena circulando por las carreteras.
Deberían trabajar y no jugar con su mierda de radares, los helicópteros que los usen para salvar personas y metan en la trena a unos cuantos camellos, yo mismo les enseñaría unos pocos.
Y pretenden hacer creer que han bajado los accidentes de tráfico, pues podría ser, porque el otro día mi perra cantó las cuarenta en bastos y se fue a comprar unas chuches al moraco de la esquina, lo juro, le di la pasta.
No se puede esperar libertad de una panda de hijos de puta que mienten como cabrones. Como con los resultados de las votaciones y sus conclusiones.
Dicen que en otros países existe el carnet por puntos, pues me la pela, no vivo en otros países de mierda y me importa el rabo de la vaca lo que hagan germanos que no tienen límite de veolocidad, ni franceses que tienen una red de carreteras de verdad.
Son unos cabestros que se han pasado de rosca con la nómina de funcionarios y ahora se están buscando la vida para aumentar su riqueza y poder pagar tanto cargo de enchufe.
La misma mierda de siempre, no hay nada que cambie a mejor. Y los pisos se los pueden meter por su dilatado y herniado esfínter también, es que me olvido de las cosas en pro de la elegancia literaria.
Buen sexo.


Iconoclasta

28 de junio de 2006

Puta

Tumbado no estoy cómodo y el rincón más oscuro de la terraza no me protege. No necesito protección, sólo ocultación.
La tela plástica de la tumbona, está engañosamente húmeda, es mi sudor la que me hace sentir incómodo.
Si no hubiera un aire tan lleno de mierda podría ver las estrellas.

Es la primera noche del verano, la misma calima de cada año. La humedad omnipresente que da un brillo grasiento a las pieles, no aporta sensación de frescura; no se mueve una sola ráfaga de aire que arrastre mi aura recalentada.
Hay silencio en la madrugada, a pesar de los sonidos del sueño. Una tos sale de alguna ventana abierta como una confidencia nocturna de la noche urbana.
Desearía oír el canto de los grillos.
El suspiro de mi puta.

Llora un bebé y su llanto flota en el aire, queda prendido, suspendido y amplificado, parece tan cercano… Sólo el rugido de un motor lo acalla.
Una persiana baja rápida golpeando el alféizar y después el silencio total. Algo que disfrutar.
Mi puta, si vieras lo caliente que estoy, si vieras en esta oscuridad mi pene erecto y venoso por ti.
No sé si te amo, busco tu coño sagrado.

Cierro los ojos en la penumbra y el oído parece imitarlos, los gritos sin sentido de un borracho se me antojan ahora los de un simple animal al que se puede cazar. No pertenecen a alguien que tiene el cerebro podrido, no hay rastro de humanidad en ellos.

Ella duerme y yo traidor y nocturno, te evoco.
Exhibo para ti y ante el mundo durmiente mi pene en el puño; el puño eres tú, tu boca, tu coño y tus manos.
Mi puta preciosa…
Sudo más y no sé si es por la meteorología o por mi excitación. Bajo el puño con fuerza tirando del pene con ansia lujuriosa y noto que el mierdoso aire es más fresco al sentirlo en el glande desnudo y terso. Sobrecalentado.
Me decías cuando te follaba:

-Llámame puta.

-Puta… puta… puta… -te susurraba.

Tú gemías con cada palabra, como si cada puta pronunciada, tensara uno de tus nervios; te retorcías con mi boca entre las piernas, con mi lengua recorriendo tu sexo empapado.

-Diossssss….-decías en casi un lamento.

Y yo era más hombre, tu bestia.
Tu placer.
Hace tanto tiempo que no te susurro…
Busco a mi puta en la oscuridad, en la noche; quiero pagarte.
Mi puta.
Mi puta deseada.

Tu precio ha sido tan alto que poco queda de mí, me he quedado sin mí.
Apenas podría pagarte una miseria.
Puta…
Te deseo por el día, esposado a la luz; combatiendo y ocultando mi paranoia, mojando el calzoncillo. Soy un animal en celo husmeando en el aire tu coño, acechando tu alma en los rincones. Te deseo toda.
Soy un ser infame.
Y en la noche te ansío desnudo, desbocado.
Oculto.

Mi puño resbala alrededor del pene, lo fricciona y mi vientre se contrae con ataques de placer.
Ataques cardíacos de mi corazón acelerado latiendo la palabra: puta… puta… puta…; siseo en la noche como un ser de pesadilla. En una pesadilla sin ti.

-Puta… Puta… Puta…

Mi puta querida.
Puta entre las putas, porque aún sin saberlo, me cobras el alma. Me arruinas el espíritu.
Te llevas mi semen, me dejas vacío. Solo en un mundo atestado.
Con un fuerte espasmo golpeo la tumbona con los pies, tiembla toda la estructura. Siento escurrirse el semen por mis testículos con los ecos de un orgasmo intenso.
Me arrancaría el pene desesperado de gusto, me sujeto a él catapultado al placer.

Se enfría el semen, se enfría siempre rápido y me molesta. Y a pesar de ello, lo extiendo como tú lo hacías; untándome los huevos, las ingles, el vello del pubis… Con la otra mano escurrías las últimas gotas bombeando el bálano con tus increíbles y templados dedos. Suaves como seda. Me hacías escupir entre gruñidos las últimas gotas de mi pijo aún palpitante.

-Diosssss… -volvías a decir.

El puto dios.
Mi puta.
Puta… puta… puta…
Un día nos separamos, o me separé, o te separaste. O lo que fuera que ocurrió.
Y desde entonces, en las noches de verano me hago oscuridad, me fundo con la noche.
Cuando ella duerme soy noche.
La noche es tu antifaz y el fuego invisible en el que ardo, la hoguera que me consume de deseo eres tú.
Puta… puta… puta…
Mi puta amada.

Ya la noche se despierta y las náuseas del borracho la humillan y ensucian.
Tú te retiras, has cobrado de mí.
Mi deseo, mi leche…
Con un suspiro llevo mis manos arriba, rompiendo el aire sólido y enquistado en si mismo. Asfixiante. Quiero atrapar tu imagen, mi espejismo.
Y como humo te vas.

Por el rabillo del ojo percibo el fugaz movimiento de ella.
Ella despierta y volviendo rápida y silenciosamente a la habitación, dejando un gemido de entendimiento que queda llorando en el aire; enganchado en la caliginosa noche.
Otra confidencia nocturna de un dolor.
No la consolaré, dejaré que su dolor se expanda con el entendimiento, con la tácita y lacónica verdad.
Hasta mi piedad te has llevado, mi puta amada.
Puta… puta… puta…

Iconoclasta

23 de junio de 2006

La risoterapia

La risoterapia es una fe sectaria que tiene como misión, llevar a la humanidad por el camino de la estupidez.

De una forma jocosa, claro.

Así como en toda religión hay misterios inexplicables, inescrutables, que constituyen un acto de fe, los enfermos que practican la risoterapia, no tienen la más mínima idea de los que le puede curar una risa tonta y somera.
Ahí reside la importancia de la risoterapia, y sus grandes enigmas: ¿de qué se ríen? ¿por qué se ríen? ¿por qué no soy millonario si soy tan inteligente?


El porque de su risa, seguramente se debe a la carencia de fósforo. El cerebro se les ríe sólo, va a su puta bola. Quiero decir de una forma llana y coloquial, que les flojean las meninges.
Ja-ja, ja-ja y ja-ja.
Y ja.

Por los estudios que llevo realizados, su risa alcanza varios niveles bien diferenciados e independientes del ridículo, el cual describiría un vector de ascenso mucho más rápido que alcanzaría su pleno rendimiento en la 2ª fase.

Fases:
sin ganas
con ganas
con agonía
patéticamente


Una fase va llevando a otra inmediatamente superior. Los grandes arquitectos o maestros albañiles de esta logia, suelen reír directamente en la 4ª.

A MI, si no me dan un cigarro de maría o no se le desmonta a alguien el móvil en mil pedazos cuando se le cae al suelo, no me río.
El único ejercicio que creo beneficioso de todo esto de la risoterapia, es el de las mantecas. La peña se ríe y agita sus michelines sin ningún tipo de pudor
Sin escrúpulos los muy risueños.

A MI me pueden decir que les abre la mente, serena el espíritu y templa los nervios. Claro… y Drácula en su niñez tenía colmillos de leche.

Creo, estoy convencido y concluyo definitivamente que:
Ese reír idiota, es una actividad que empobrece el cerebro, psicológicamente disminuye el intelecto. Fijo que causa la destrucción masiva de redes neuronales. Y esto es degenerativo, como una reacción en cadena; porque cuanto más idiota se es, más se ríe y ¡hala! Más neuronas fritas…

Hubo instantes durante mis estudios de esta religión, en los que mi mente recreaba la escena de uno de esto enfermos en tratamiento, se masturbaba y reía, se la pela y se ríe…
Da miedo, mal rollo.

YO río mucho pero; con razón. Me río de otros hasta mearme.
Pero no me veo yo en una sesión de risa en grupo; causaría en mí el efecto contrario: el llanto.


Lo más estúpido de esto de la risoterapia, es que se puede practicar sin pagar a un pretendido terapeuta, doctor, presidente de gobierno o rey. Incluso no hace falta ser un juez.

Por ejemplo, las empresas de telefonía móvil que con sus anuncios vienen a decir que te pagan si llamas. O bien esas empresas basura que se trasladan a los países más pobres y tirados del mundo para pagar con bolsas de garbanzos fritos a los trabajadores.
Seat es otra empresa igual de jocosa con sus constantes despidos y regulaciones de empleo.
Podría seguir con las empresas risoterapéuticas y no acabar de enumerarlas hasta agotar los recursos madereros del planeta.

Pero sí hay dos cosas que se deben resaltar, dos fenómenos que han hecho mear a más hombres y mujeres que el evacuol:
1. El condón con anillo vibrador. Ves a la peña en el supermercado tope sonriente cuando se aproximan al expositor de condones, se les escapa la risa como un soplido incontenido ¿con que estamos en un país informado y sexualmente liberal, eh? España es un país más provinciano que unas alpargatas. Zapatero, al igual que el resto de la peña, ríe con la misma cómica ignorancia.
El condón vibrador, en definitiva ha hecho sonreír a medio mundo (la otra mitad no sabe lo que es un condón); les ha abierto la mente hacia otras formas de copular que no sean el mete-saca a la tía que tienen debajo y que bosteza mientras el marrano está empujando encima.
Y ríen maliciosos, sin acabar de entender…

YO no me río, YO tenso los gemelos, contraigo fuertemente los pies y empujo más fuertemente, adentro, al fondo; cuando me cor…
Maldita sea, ya me he vuelto a distraer, no sé en que jugoso coño estaría yo pensando ahora.
¡Ah, sí! Es que me daba risa cuando ella me decía que controlara. Yo le decía que sí, que controlaba muy bien.
Que niño más hermoso nació, ¡qué risa…!


La 2ª cosa actual y por si no habían suficientes motivos para reír mucho también es:
El carnet de conducir por puntos. La peña está ahora confusa y los pacientes de la risa, también. Más aún.
Ellos ríen porque piensan que esta mierda de los puntos, es como en las ferias, en los autos de choque. En los cuales, cuanto más se estrellan, más se ríen, más puntos les dan. Incluso una ficha gratis.
Si circulas al doble de la velocidad permitida te regalan con 10 puntos, por chulo.
Si conduces borracho, te pagan un puto o puta de la Europa del Este o Rusia mismo, en el burdel de carretera más cercano al lugar de la infracción.
Y si atropellas a un ciclista, es que se revuelcan de risa los jueces y los agentes y te regalan un paquete de Marlboro blando.
Y así, de risa en risa, creen conseguir un carnet de conducir con más puntos que la cabeza de Mandela ser la envidia de todos.

La risa de todos.

Otra cosa por las que se puede uno reír es al ver al niñato de turno estrenando carnet y buga, haciendo petar los altavoces con una de esas rumbas marginales tan malísimas que compran en las gasolineras, al lado de los DVD pornos.
Sólo hay que mirar la cara oscilante del idiota, visualizarla cuando se está en grupo y partirse la caja riendo.
Si encima, meten una música ridícula como el Reguetón (música del tercer mundo para los que ambicionan ser raperos horteras con mucha quincallería colgada del morenazo cuello; adocenados…), se les herniarán los músculos maxilares.
Quiero decir que con solo mirar a nuestro alrededor, uno no tiene más remedio que reír.


O te ríes o te lías a pegar patadas a los borregos hasta que se les cae la lana al suelo.

¿Y por qué se visten con ropa de deporte y mallas los pacientes de risoterapia? Encuentro que es sacar las cosas de quicio elevar a rango de actividad física el reír como un neurótico histérico; no es lógico. Es tan idiota que dan ganas de reír.
Aunque debido a mi especial forma de ser, a mí me dan ganas de blasfemar y tirarles el humo del tabaco a la cara para que se jodan.
Entiendo que si se comen mucho el tarro, reirán hasta cansarse pero; seguirán igual de gordos y fofos.

Como mucho, se impone un pañal.

Sigo preguntándome con insistencia, con vehemencia, que tipo de locos son los que necesitan terapia a base de reír.
Porque quien precisa terapia es que no está sano. Está enfermo; o pero aún, es un enfermo.
Esto de la semántica también es cantidad de hilarante.
Los grandes maestros de la risa, los risoterapéutas tienen ases en la manga, y cuando parece que no hay ya más motivos para reír, van y les grapan a sus pacientes en la nariz el recibo salarial del mes en curso.
Es ahí, en ese instante, cuando se curan de toda su ponzoña interior o se destruyen irremediablemente.
Por unas décimas de segundo se liberan de su tara mental, se hace la luz en sus minúsculos cerebros y con la mandíbula dolorida y reflexionan:
¿Pero… de qué coño me estaría riendo?


Justo lo que yo pensaba y sin tener que hacer el ridículo.

YO, en mi condición de carismático pensador, no os aconsejo este tipo de terapia. Porque no nos engañemos, el que ríe el último, no ríe mejor. Simplemente está solo y desesperado.

“Este es el cuento de María Salamiento que cagó tres pelotitas al viento:
Una para Juan.
Otra para Pedro.
Y otra para el que hable primero (y no vale reír)”.


¿Será ésta una de las fórmulas hilarantes secretas de los grandes arquitectos de esta secta risueña?
Ya me he cansado de rajar.
Buen sexo.
Ja, ja, ja, ja y ja.
Buen sexo.

Iconoclasta, 24-6-06

13 de junio de 2006

Llorar

No pasa nada grave, a veces ocurre.
Una reacción al polen, un resfriado, una mota de polvo, una puñalada en el corazón…

Suele pasar, uno llora sin que le den permiso, sin razones (mentira y mentira y mentira). Sin ser necesario.
Llorar no es grato, sea cual sea el desencadenante es un producto del dolor. Hasta para el llanto de la risa, los ojos lloran por unos pulmones cansados de reír. Colapsados.
O emocionados porque hacía tiempo que no reíamos tan a gusto; sin quererlo los ojos lloran por tiempos pasados.

Llorar es la putada de las putadas.
Es una locura. Debemos consolarnos diciéndonos lo sensibles que somos y no hemos de sentir vergüenza por llorar. Las lágrimas son una respuesta física a una piel deshidratada, seguro que arrastran colágenos y alisan la piel.
Algo bueno tiene que tener todo este fluir.
Un bálsamo de juventud.
Mentira.

Ojalá sintiera vergüenza en lugar de este dolor que me hace ver puntos de color rojo en el aire. Que me dobla como una náusea.
Cuando uno llora es porque la cota de dolor se ha hecho insoportable. Seamos claros y sinceros por una vez, coño.
¿Veis? Lloro de risa, recuerdo su sonrisa traviesa cuando me pegaba en la piel desnuda de la espalda un vaso frío para sorprenderme. A ella le gustaba mi escalofrío, mi desmesurada reacción al frío repentino. Y sólo fueron dos o tres vasos los que la hicieron reír.

Si esto es mi risa ahora, me cago yo en la puta risa.
¿Por qué siento estas ganas de arrancarme el cabello a tirones?
Dejad que me engañe.
Ella siempre sonreía, decía de sí misma ser especial, que se bebía la vida a tragos largos dejándose embriagar.
Me meso los cabellos de risa también.
Aprendió a reír con los chistes de otro.
No tenían gracia aquellos chistes y ella le reía, le animaba acariciándole el hombro.
Quise creer que era simpatía y amistad.
Me engañaba yo mismo y lloro mi vergüenza también.

No me quería ya, porque cuando quiero a alguien, si llora, lo acojo entre mis brazos y le digo que todo se arreglará.
No sentí consuelo alguno, no me arropó.
Pero está bien, con tanta lágrima he rejuvenecido.
Si pudiera mirarme en el espejo con suficiente claridad creería tener diez años menos.
Lágrimas bellas.

No hay belleza alguna en llorar. Es horrible llorar por ser indiferente para ella. Me siento desgarrado, partido.
Me han arrancado el podrido corazón con las uñas.
He de convencerme de otra cosa: no es por ella este llorar sosegado e intenso.
Goteo por alguna aleatoria razón fisiológica. Tal vez soy alérgico a mí mismo.
Me juro a mí mismo que no hay una voluntad destrozada tras esta cascada salina.
No hay fracaso ni condenación.

¿Acaso es pecado llorar por nada?
¿Acaso no sería mucho más insensato lanzarse por este acantilado y que mi cráneo fuera rojo coral sobe la superficie de las verdes rocas?
Volar libre de dolor.
¿Las rocas llorarían al matarme?
No, en absoluto, sería un simple efecto visual desde la distancia.
Las rocas lloran solo emocionadas.
Como yo.
No lloran, es la sangre que se escurre por ellas, la que les da esa trágica apariencia.
No les importa mi muerte, en otro tiempo fueron hombres y mujeres que lloraron. Ya padecieron bastante.
Cráneos verdosos…
Ellas no están solas, no tienen porque llorar, el agua las besa, las abraza… Y aún así, lloran.
Se erosionan por amor.
Las rocas no son alérgicas a algo.
Yo sí, por eso goteo lágrimas.
No lloran como yo desde hace una eternidad.
Es la mar furiosa que llena de sal sus ojos.
Y lloran…

Lloran como cabronas, como yo.
Cabronas como un perro abandonado, así de tristes.
Perro… Los perros son buenos, no son cabrones como yo.
Algo debió pasar que me ha convertido en algo detestable.
Algo a lo que abandonar.
Estúpidas lágrimas… Me escuecen los ojos.
Es un escozor parecido al que me produjeron sus palabras: “Ya no es lo mismo ahora, he de marchar; no puedo soportarte por más tiempo”.
Duele mucho eso, duele infinito.

Ella siempre dijo que era especial, que no se podía atar a nadie. Ella siempre joven y risueña. Y yo envejeciendo sin poder evitar el paso del tiempo como ella lo eludía.
Yo la creí, simplemente disfrutaba de ella cada minuto.
Cada minuto era una victoria en la que el premio era retenerla a mi lado.
Pero se ha marchado, ha subido al coche de aquel hombre joven que cuenta chistes malos. Sonriente como ella.
Llorar… No aporta ningún beneficio. Hace daño.
Las lágrimas no me han rejuvenecido en absoluto, mis arrugas se han acentuado.
Necesitaba engañarme.

Soy viejo y llorón. Las lágrimas me marchitan aún más. Y el dolor es intolerable, insostenible. No hay mentiras que me engañen, lo sé todo.
Tal vez las rocas me acepten, el mar...
Lloraremos juntos.


Iconoclasta

6 de junio de 2006

El follador invisible y el pecado

Hay instantes en los que recapacito, en los que hago examen de una conciencia que no tengo, al menos no al uso teológico que le conceden algunos. A veces me siento… ¿místico?
No me arrepiento de nada, es mi condición.

Da igual que naciera humano, ahora soy un monstruo que no conoce límites. Lo afirmo con apasionado orgullo.
Puede ser que algún día me encuentre con mi creador y todo acabe para mí como si de una buena lección se tratara; pero desde aquel día en que mi cuerpo agonizaba y él insufló su espantoso aliento en mis pulmones, he olvidado lo que es ser humano. He olvidado tener miedo a castigo alguno.
Y es bueno porque no siento el dolor y miedo que hago sufrir. No soy capaz de imaginar esas sensaciones.
Formo parte directa del equilibrio y desequilibrio del planeta, soy una fuerza evolutiva un tanto caprichosa.
Someter a un humano al terror de lo invisible es una necesidad para mí.
Vivo para ello.
Haga lo que haga, mis víctimas conocerán la locura. Si han disfrutado, pasarán lo que les queda de vida buscando ese placer. Si han sufrido, temerán volver a encontrarse conmigo.
Sólo los que mueren tienen paz.

No sé lo que me apetece hacer con mi víctima, no sé si matarla o regalarle más instantes de vida. Muchas veces improviso sobre la marcha, la intuición de hacer lo correcto me guía.
Pero vosotros no hagáis lo que yo. Estaría mal este comportamiento en un humano.

Ahora estoy trabajando a una anciana y sé que goza en algunos momentos, pero no solo por el placer sexual; está senil y cree que ha sido bendecida por algún santo, por su marido, por dios…
Llevo trabajándola más de seis semanas y está a punto de romperse.
Aunque no es mi pieza exclusiva, es aburrido trabajar mucho tiempo con la misma.
De vez en cuando doy vueltas por ahí y me dejo llevar por el romanticismo de la aventura ¡Ja!

En una ocasión acudí a una iglesia y bebí de la pila del agua bendita, no lo hagáis; es sucia y asquerosa. Tuve que escupirla y a punto estuve de ser indiscreto.
Me acerqué hasta el confesionario, allí la gente es más sincera de lo que dios y el cura quisieran.
Hay muchos pecados que son pensamientos lujuriosos. Normal, hay mucho viejo que no ha follado en años, están nerviosos y ponen nervioso al cura.
Yo tampoco soy delicado.

Aquella vieja de collar de perlas y pelo violeta desvaído en forma de nube de algodón se arrodilló en el confesionario y yo me acerqué mucho a ella, íntimamente casi.
Era perfecta, delgada; poca cosa. Un bolso que no pesaba colgaba de su brazo, sus manos temblaban continuamente. Sus dedos se abrían y cerraban en un tic molesto cuando llevabas un rato mirándola. Su cabeza parecía decir “no” a ratos. Si no estaba rota, le faltaba muy poco y decidí acelerar su derrumbe.
Antes de arrodillarse se cubrió el pelo con un pañuelo negro.
Yo me encontraba tan cerca de ella que se sentía incómoda sin saber porque. Giró la cabeza hacia atrás, escudriñando un pasillo de bancos vacíos.

-¡Juana! Ave María Purísima.

Se había distraído con la presión que mi aliento ejercía en su nuca y el cura la urgía para que comenzara a soltar su basura mental.

-Sin pecado concebida.-contestó la vieja.-Perdone don Damián, me había distraído.

Y la vieja comenzó su confesión.

-Hace días que siento un dolor muy fuerte en mis partes y siento ganas de acariciarme. Padre, sé que si empiezo no podré parar.

Yo flipaba con la vieja, sabía que estaba mal pero no tanto, coño.
Oí carraspear incómodo al cura.

-Tienes que ir al médico, lo que te ocurre no es pecado.

Yo dije en un susurro y pegado a la ventanita de confesión:

-Don Damián, estoy caliente.

Estoy seguro de que si el cura estaba tomándose un ácido en aquel momento, lo debió escupir contra la pared del confesionario.

-Juana… No creo que eso le interese al Señor.

-Padre, yo no he dicho eso, es un espíritu el que habla.

-Aquí no hay nada ni nadie más que nosotros.

Esa vieja era una mina, así que cogí uno de sus pechos pequeños y fofos, pero protegidos por un sostén que parecía una coraza, y presioné con fuerza. Abrió los ojos como platos y sus dedos parecían bailar descontrolados.

-Me acaba de tocar, don Damián.

-Juana, te repito que has de ir al médico y ahora mismo. No estás bien, lo que te ocurre no es normal.

Don Damián se enjugaba un sudor inexistente con la estola. Estaba nervioso.
Se me escapó una risotada, no tengo aguante para estas cosas.

-Juana, estás muy mal. Si no vas ahora mismo al médico, hablaré con tu hijo; si es por un riesgo de salud romperé el secreto de confesión. Esto no es una película.

-Salga y mire, don Damián. Me está aplastando el pecho y me duele. Mire la blusa como está arrugada.

-¡Ya está bien! Te absuelvo sin penitencia, pero vete ya…
El cura dejó de hablar interrumpido por el “ay” de la Juana.

Solté su pecho y a través de la falda metí mi mano contra su coño. Era una posición incómoda para mí.

-¡Ay! Me está tocando mis partes.

-¡Ya está bien! Ahora mismo llamo a urgencias.

La Juana se santiguó y cuando se incorporaba, le di una fuerte palmada en el culo. Perdió el equilibrio y le dio un cabezazo al confesionario.
Don Damián salió del confesionario más rápido que la mano de Judas cerrándose sobre las tres monedas de oro. La ayudó a incorporarse y la guió hacia el banco más cercano.

-Voy a llamar al 061. Espera aquí tranquila, te traeré un vaso de agua.

Yo pensé que si le daba agua bendita, encima se cagaría por la pata abajo.

-Déjelo don Damián, si ahora ya me encuentro mejor.

-Sí claro… No te muevas, vuelvo enseguida.

Y el viejo y pequeño cura se hizo invisible entre las sombras camino de la sacristía.
Juana estaba a punto de romper a llorar, estaba muy asustada. Huelo el miedo.
Le susurré al oído:

-Te pica ahí abajo, Juana. ¡Ráscate!

Se sobresaltó, los dedos se le crisparon en el regazo de la falda a punto de tocar su sexo. Pero dominó el impulso y cogió el bolso con fuerza con las dos manos. Como una náufraga a una tabla.
Don Damián se hizo visible de golpe y fue él quien me sobresaltó a mí.
¡Qué cabrón!

-La ambulancia llegará enseguida, también he llamado a tu hijo. Sale ahora del trabajo hacia el hospital para acompañarte.

Juana lloraba muy nerviosa, hablaba a nadie en concreto.

-Dios me castiga por haber engañado a Manolo.

Al final uno se entera de cosas si sabe presionar lo suficiente. Sin piedad.
Así que la viejecita fue un poco guarrona con el buenazo de Manolo…
Como siempre, entraron los sanitarios con gran escándalo haciendo toda clase de ruidos con la camilla de ruedas. El médico tenía pegado un móvil en la oreja y debía reírse con las obscenidades de alguna guarra.
Piensa bien y acertarás…

-Fuiste una puta.-me apresuré a decirle antes de que llegaran los tres hombres de vistosos y alegres chalecos.

Parecía querer hablar, pero era un incontenido temblor de sus labios. No era miedo, era mortificación, la angustia de sus católicos remordimientos.
Uno se siente como dios jugando con estos seres. El poder supremo reside en la capacidad de acabar con alguien, de empujarlo hasta que caiga y se haga añicos.
Esta vieja pedía a gritos un castigo.

Los sanitarios la invitaron a subir a la camilla a pesar de que ella no quería.
Cuando se estiró, le sujetaron las muñecas y rodillas con las cintas, como buena enferma mental que era.
Una vez asegurada y tranquilos de que no saltara de la camilla y saliera en veloz carrera en pos de la libertad, se dirigieron hacia el médico y el cura que cuchicheaban retirados.
Me la dejaron sola de nuevo.

-Tu coño es sucio, Juani.-y le atenacé el chocho hasta que su rostro frágil se convirtió en una mueca de dolor.

Sufría con un silencio escandaloso.
Y dejé que mi pene se posara en una de sus manos inmovilazadas.

-¿Buscabas una más gorda que ésta?

Yo no sé una mierda de psicología, sólo soy un ser invisible sin más pretensiones; pero de pura lógica es que su marido la llamara Juani y que el reproche de buscar una polla gorda la haría sentirse una mierda.
Estoy seguro de que era una buena mujer, no soy un carca del opus y no creo en la infidelidad; pero como he dicho, soy completamente insensible al dolor ajeno. Cuando comienzo algo no puedo parar, debo llegar hasta un final. Hasta aquel coño canoso que me hubiera follado en ese momento si con ello la pudiera haber destruído impunemente. Sin testigos. Luego la hubiera matado, por supuesto.
Los cuatro hombres se acercaban a la camilla.
Don Damián acarició la mano que sobresalía de la camilla.

-Todo irá bien, Juana, no te preocupes. Te harán unas pruebas y pronto tu hijo te llevará a casa.

El médico la auscultó por segunda vez antes de llevarla a la ambulancia.
La vieja lloraba.

-No llore mujer, está usted muy bien.-le mentía el médico.-A su edad algunas venas no logran llevar toda la sangre necesaria al cerebro; pero tiene un sencillo tratamiento; cuando llegue al hospital le harán unas pruebas indoloras y a la noche podrá descansar en casa. Animo, Juana.

Empujaron la camilla hacia la salida y aún cuando la subieron a la ambulancia, no pronunció ni una sola palabra.
Los sanitarios subieron a la cabina tras cerrar la unidad con Juana, el médico y yo en el interior.
El médico se sentó al lado de Juana, a la cabecera. Yo me quedé a los pies y cuando cerraron las puertas casi me caí encima de ella.

Cuando la ambulancia ya estaba rodando, atenacé con fuerza su vagina, el médico hablaba ensimismado por le móvil y no se percataba del extraño bulto que formaba la falda de Juana; no se enteraba de que una mano invisible deformaba la tela ni de la intensa angustia que desfiguraba el rostro de la vieja.
Aparté sus bastas bragas a un lado de la entrepierna y le metí tres dedos con un fuerte y seco empujón.
Tensó los brazos y las cintas chasquearon en la barandilla, las hebillas hicieron un ruido metálico que captaron la atención del médico.
Este se metió el móvil en el bolsillo del chaleco.

-Doctor, otra vez esa presión ahí abajo. Me duele tanto…

-Le voy a inyectar un calmante.

-Se me ha metido dentro, en mi cosa.

El médico dirigió la mirada hacia su falda y percibió mi movimiento saca-mete en la tela.

-¿Pero que está haciendo, mujer?

Levantó los bajos de la falda y descubrió su vagina retorcerse y abrirse por mis dedos clavados en ella. Los labios vaginales absurdamente separados.
No podía dar crédito a lo que veía.
Llevó la mano hacia aquel coño móvil para palpar, pero no llegó.
Posó su mano en mi antebrazo antes de llegar a su sexo y lo siguió con incredulidad hasta llegar a mi muñeca. Sentí su escalofrío en mi piel.
Aquello sí que era miedo.
Se retiró asustado al fondo de la ambulancia y golpeó la venta corredera de la cabina.

-¡Parad! ¡Parad, por el amor de Dios!

Me gusta exhibirme, pero tampoco puedo crear demasiada expectación porque luego hay rumores y no conviene. Es mejor que sólo los locos conozcan mi existencia.

-¡Daos prisa, hay algo aquí!

Aún no había acabado de pronunciar estas palabras cuando le abrí un gran tajo en la garganta con un bisturí.
Parecía una fuente decorativa y casi me hace visible cuando su sangre me salpicó la cara.
La Juana daba pena con el rostro cubierto de sangre, al ver al médico echar toda aquella sangre, se le escapó un “¡IIIIIIIII!” muy agudo que parecía la sonrisa de una posesa.
Yo me retorcía de risa con unas sonoras carcajadas.

-¡Ay Manolo…! Mátame a mí, no lo pagues con este joven.

-Puta Juani, eres una puta.-le decía mientras le liberaba la mano derecha y las rodillas.

La ambulancia estaba aminorando la velocidad.

-Tócate para mí, Juani. Tócate y te perdonaré. No pares hasta que yo te lo diga; aunque abran la puerta. Quiero tu vergüenza. Es tu castigo, marrana.

Y comenzó a masajear su coño descolorido y seco con vehemencia, deseosa de purgar su pecado. Había separado mucho sus piernas y los dedos huesudos se perdían por entre la vulva.
Temblaba violentamente cuando se rozaba el clítoris.
Tenía práctica la vieja, incluso me puso cachondo.
Porque no soy materialista y como he dicho, me siento místico en algunas ocasiones; si hubiera sido más vulgar, lo hubiera grabado en DVD.

Cuando los sanitarios abrieron las puertas retrocedieron espantados.
Y yo salí de allí con el paquete de cigarrillos ensangrentados que el médico llevaba en un bolsillo.
Me encendí uno al resguardo de la sombra de un árbol en aquel ancho paseo y me deleité con el miedo e incomprensión de aquellos hombres, con los gemidos viejos y ajados de la vieja masturbándose loca.
Ellos hablaban con sus móviles y la Juana se tocaba y se tocaba…

La gente se empezó a apiñar en torno a la ambulancia y los sanitarios cerraron las puertas al fin.
Cuando me acabé el cigarro, pensé si se sería inmune al cáncer de pulmón y me acordé que tenía que acabar con el otro ser que tenía a medio destruir. Y me largué de allí con un renovado hambre de destrucción. El placer supremo sólo dura unos segundos.

Y aquí estoy ahora, bendiciéndola, como dios.
Amén.
Ego os absolvo.


Iconoclasta

31 de mayo de 2006

Correcaminos

Esto no es una pesadilla porque me siento optimista, ligero y bien en general.
Nunca le había sacado la lengua tan rápidamente a nadie.
Y menos a un Coyote.
Yo no digo Bip… Bip…
Pues se ve que sí… Bip… Bip…
Con estas patas tan largas, estas plumas…
Pues no está mal.
Y tampoco debo parecer algo extraño porque la peña ni me mira.
Bip… Bip…

Extraño de verdad es que doy un par de pasos y me planto en la frontera con Portugal; o sea, que todo va muy rápido.
Y me mareo, coño, así no hay quien disfrute del viaje.
Bip… Bip…

Me siento alegre, gozoso, todo es bonito y colorido. No hay maldad alguna y por ello mi pico exhibe una eterna sonrisa.
Estoy atrapado por el instinto de la naturaleza. Y observo con la cresta elegantemente recta a las tías buenas.
A las pájaras.
Bip… Bip…

Por allí viene una que te cagas de buena que está.
Modero la velocidad porque si me paso de largo, me colocaré delante del alegre y sudoroso albañil que lleva un saco de yeso de 20 kg. en el hombro.
Ya colocado frente a la pájara buenorra, erizo mis plumas y abro mis rechonchas alas en una danza altamente erótica mostrándole mis huevos gordos y pelones.

-Bip… Bip… -lo digo con orgullo (¿Quieres venir a mi nido para que te monte y puedas tener huevos tan gordos como estos? Sic)

Gracias a que soy un gracioso, cachondo e inocente Correcaminos veloz como el rayo, salgo disparado dando media vuelta cuando levanta el pie con la intención de deshuevarme de una patada.
En la lejanía escucho su grito:

-¡GUArr…!

Me debe haber confundido con un perro.
Bip… Bip…
¡Oh…! Me ha crecido otra pata más.
Tengo que encontrar una pájara enseguida.

Y me lanzo en frenética carrera guiado por ese pequeño núcleo magnético que dicen los biólogos que tenemos las aves en el pico, para guiarnos en los largos viajes migratorios. Leo mucho.
Pero a mí me guían las tías buenas.
Bip… Bip…

En esta rauda carrera que deja tras de mí un rastro de plumas en el aire, me siento hambriento. Parece que no voy a poder montar una pájara.
Hay un grupo de mesas en la acera ocupadas por gente alegre y feliz que va cogiendo comida de entre los numerosos platos que les llevan los camareros. Y beben…
También tengo sed.
En menos de unas décimas de segundo me planto al lado de un gordo con camiseta de tirantes y con una rapidez y precisión mecánicas picoteo su plato de patatas bravas y me bebo la rica cerveza fresca.
Amo a la gente que comparte su comida.

-¡Será hijoputa!-grita el gordo.

Yo miro atrás para ver a quien se refiere.
De improviso me lanza gratis la jarra de cerveza vacía y antes de que se rompa contra el suelo, ya estoy en la acera de enfrente.
Bip… Bip…
Los Correcaminos no vamos por ahí con una jarra de cerveza vacía entre las alas.

Ahora a por la pájara.
Con la tercera pata dolorosamente dura llego a la playa guiado por mi instinto.
Hay muchas pájaras y de muchos colores.
Una que está muy roja y se protege del sol cubriéndose los ojos con la mano, me pide un helado.
O es graciosa, o el calor la está haciendo delirar.
Le sirvo un sonrosado y mojado sorbete de carne. Me coloco encima de ella, la monto, la piso y grita:

-¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Así cabrón!

¿Por qué tienen que insultar a un Correcaminos amable las pájaras cuando gozan? Le quitan romanticismo al acto.
Bip… Bip…

-¿Qué estás haciendo con mi novia?- me pregunta un calvo rasurado y con gruesas cadenas que cuelgan de su poderoso tórax.

¿Es que nadie ve bien en la playa?
Y le respondo con un temblor y un gemido:

-Bip… Bip… - (me estoy corriendo ahora mismo ¿o es que no lo ves? Sic)

Y ahora, la mujer se protege de los rayos UVA la piel de la cara con una crema blanquecina y densa.

-¡Uhmmm…! ¡Así… toda para mí!

El calvo hortera salta hacia mí, sólo se abraza a una pluma en el aire.
Se debe haber molestado porque se ha quedado sin sorbete. Da igual, yo no les doy sorbete a los pájaros.
Qué raro… mi tercera pata golpea contra las rodillas. Está flexible.
Pero me siento menos tenso.
Bip… Bip…

Estoy cansado y hace calor, así que aflojo la marcha para no pasar de largo un banco que se encuentra bajo la sombra de un árbol. Es una calle tranquila y solitaria. La gente debe estar comiendo en sus nidos.
Los elegantes y rápidos Correcaminos necesitamos descansar.

Bip… Bip… Rorrrro… Rorrrrooo

Me despierto sobresaltado. Alguien se ha sentado a mi lado.

-¡Hey! Hola colega. Me voy a meter un chute aquí a la sombra ¿no te molesta, verdad compañero?
Yo no soy su compañero de mierda. Es que me pone de malhumor que me despierten.

-Bip… Bip…-respondo con desconfianza.

Este me recuerda a alguien, saca de su sucia cazadora vaquera una jeringuilla gigante marca ACME y una papelina que dice: Heroína super-explosiva marca ACME.
Ya decía yo…
Es el malvado Coyote.
Acerco el pico a su oído cuando está concentrado mordiendo el cinturón, haciendo el torniquete en el brazo para dilatar la vena; cojo aire ensanchando mi poderoso buche y le grito:

-Bip… Bip…

Las orejas y los bigotes del Coyote se erizan y se eleva como un resorte del banco por el susto que le he dado. Sus escleróticas están vidriosas y me mira con rabia.
Intenta agarrar mi grácil y largo cuello con sus garras y la super-jeringilla marca ACME clavada en un ojo.
Pero el Coyote es lento y tonto, nunca me alcanza y siempre acaba chafado, roto o quemado.
Y así sonriendo feliz, recorro la ciudad velozmente en busca de mi nido. Total, ya me ha roto el sueño…

Ya comienza a anochecer y la gente se mete en sus nidos.
En el portal de una casa muy discreta en una calle mal iluminada, un hombre desnuda a su hija con prisa; la pobre se debe haber ensuciado la ropa porque llora mucho.
Me acerco hasta ellos guiado por mi innata curiosidad inocente y les saludo:

-Bip… Bip…

-¿Y a ti que te pasa?-el hombre lleva una navaja en la mano, se ve que se ha estropeado la cremallera del pantalón de su hija y estaba cortando la tela. Ahora me amenaza con ella, debo inspirarle miedo en la noche; no entiendo nada.

Y como soy un poco cobarde y pusilánime, digo Bip… Bip… y tomo impulso para alejarme de allí muy rápido. Incluso avergonzado.
El suelo del portal es muy liso, resbaladizo. Y no consigo adherencia, se me escapa una pata hacia atrás.
Y claro, mis patas son muy duras y poderosas.
Se clava en el vientre del hombre y tengo que pegar un fuerte tirón para poder sacar la pezuña de su interior.
Ahora sí que la he hecho buena…
La niña, aún hipando, mira a su padre inmóvil con las tripas fuera tendido en el suelo.

-¡Gracias!-me dice en un suspiro.

Tampoco entiendo nada, así que me largo de allí en busca de mi nido y restregando fuerte la pata por el suelo para sacarme de encima el pringue de sangre.

-¡Bip… Bip…!-le digo adiós a la niña ya desde lejos.

Llego a mi nido y…
No me acordaba que tenía una pájara; mi tercera pata se pone tensa otra vez, hay que ver… este instinto me lleva por el camino de la amargura.
Me subo encima de ella.

-¿Otra vez, David?-dice con la voz pastosa de sueño.
Y sin que pueda evitarlo porque ella es una Correcaminos muy rápida, se escurre por entre mis patas y me coge la pata dura con el pico.

-Bip… Bip…-dice saboreándola.


David se ha despertado por la felación que le está haciendo Mari.


-Me has despertado con ese bip… bip… tan mono y además estabas tan puesto…
¡Qué soñarías!

-¿Bip… Bip…?-repitió intrigado David entrecerrando los ojos de placer.


Iconoclasta

28 de mayo de 2006

La muerte de la Rocío

En este momento no ha muerto; pero como si lo estuviera. Es lo que tiene escribir y poseer una prodigiosa imaginación y carismática forma de ver la vida.
Hay que resaltar lo que piden continuamente los familiares de la muerta (o futura) cantante Rocío Jurado:
¡REZPETO!
¡Coño, están obsesionados con la mierda esa del respeto! Dar noticias sobre su estado de salud o preguntar por ella no es falta de respeto. Es un personaje público que la peña durante años y semana a semana ha comprado, pagándola así a plazos. Es de ellos también. Propiedad de los españoles. Ellos (familiares y muerta) se han enriquecido sin dar un palo al agua en muchas ocasiones y como han cobrado, se les ha respetado.
Yo diría que son la hostia puta de respetados.
Los allegados de la muerta no son muy leídos y están habituados a recibir dinero por nada, creen que respeto es un sinónimo en toda regla de dinero.
Algo de razón tienen, aunque no en el aspecto sintáctico.
Ellos quieren más dinero, como yo.
Si lo que piden es discreción, la han cagado. Han llegado tarde.
No se puede ser discreto cuando has vendido a la prensa tus últimos años de guerra contra el cáncer, has montado ruedas de prensa y encima has recibido la medalla al mérito en el trabajo cuando hay millones de currantes que no reciben ni las gracias.
Hay que joderse y tragar, nadie les obligó a jugar. Y aún así, deben sentirse tranquilos, aún van a ganar mucho respeto; perdón, dinero. La muerte de otros da beneficios en el peor de los casos.
A la otra Rocío, la Durcal, no le dieron medalla ni dio tanto la vara.
Que la tengan como ejemplo y dejen de pedir con su poca educación de mierda “respeto, respeto, respeto, respeto…
Y que dejen entrar al fotógrafo para que la fotografíen en su lecho de muerte (reconozco que esto me ha quedado artificiosamente literario); que para eso han cobrado una pasta gansa y han vivido tan ricamente.
No me importa demasiado, pero es curioso y me lo paso bomba escribiendo. Me siento adalid de las reses de la manada que se alimenta de este pienso rosa.
A tomar por culo “pedimos respeto”; que tengan un poco de dignidad y aguanten el resultado de toda esa mierda que han vendido durante años.
El tío Iconoclasta dice: “Si yo me jodo, que se jodan ellos también; que no hay para tanto, llorones”.
A propósito, ayer vi Yo, Robot por segunda vez y me lo pasé en grande; no os la aconsejo porque sois muy sesudos y diréis que es una americanada vana y vacía.
No tenéis sensibilidad; Soni, el robot, es un actorazo de mil pares de cojones.
Os la aconsejo.
Buen sexo.


Iconoclasta

27 de mayo de 2006

Un jamón cortado muy fino

Hace rato que ha despertado y ya está apagando el tercer cigarro. Cigarros indispensables para disipar junto con el humo el entumecimiento mental del sueño, como lo haría el ambientador con el olor a mierda.
Hay silencio porque ventanas y puertas están cerradas, no le gusta oír el exterior cuando aún no está plenamente despierto.
Y ya tiene hambre, siempre se levanta hambriento, pero no se da cuenta hasta que ha fumado demasiado.


Observa la puerta de la terraza: el sol comienza a destruir la cómoda penumbra del comedor y cuando abre la puerta de la cocina, debe entornar los ojos porque los visillos calados crean cientos de rayos de sol amarillento, ese sol que aún no se ha enfadado con el mundo y no se ha calentado demasiado.
Todos esos rayos crean la ilusión de encontrarse ante el umbral de un portal áureo y brillante, el que dicen se forma en los últimos instantes de vida.


-Será para los que mueren en la cocina.- piensa en voz alta, con desgana, despeinado.

-Es una premonición.

Pero su vida carece de cualquier tipo de sobresalto, no hay premoniciones, no hay esoterismo alguno.
La luz baña su torso desnudo, sus brazos, sus manos; al verlos se siente macilento, tísico.
Se siente tan mal como realmente está.
Y aburrido y cansado.
Absolutamente aislado del bullicio que forma la familia al llegar a casa, como si no fuera ya con él toda esa vida.
Podría haber encendido el sintonizador o el televisor y llenar con otros sonidos que no fuera su respiración o sus pensamientos, el ambiente ahora casi aséptico de alguien que ocupa el espacio movido simplemente por las funciones mecánicas del cuerpo.
Porque no acaba de creer que éste sea su sitio, su lugar.


Meses de encierro e inmovilidad lo han sacado del planeta. Demasiadas horas consigo mismo han marcado su mente como un hierro al rojo. No es bueno conocerse, los defectos superan con creces las virtudes si es que hay alguna. Y los errores se amontonan por todas partes.
Reconocer una mierda al mirarse en el espejo no es popular.
Dicen que se debe vivir intensamente y esto no es bueno, no es bueno sufrir intensa y prolongadamente. No se puede ser ecléctico con la vida, no puedes quedarte con lo bello y estimulante. Te meten cucharadas de aceite de ricino continuamente y su sabor es tan intenso como el del caramelo.


Se rompió, murió durante un año, se retiró del juego mientras todo giraba como si nada. Muerto en vida y después una resurrección ingrata, sin alegría. Vivir es moverse, ocupar espacios, influir para bien o para mal en otros movimientos, en otros seres.
La resurrección es dolorosa, un cuerpo que cruje continuamente. Los ojos eternamente entornados en el exterior, demasiado sensibles a la luz. No hay buen humor en una resurrección así, esa sonrisa que a veces se forma en su boca es sólo una mueca de burla a la vida.
No hay recompensa alguna en volver a la normalidad.
Y abriendo la nevera concluye que hubiera sido mejor no resucitar, se hubiera habituado a un relajante y tranquilo ataúd. O se hubiera arrancado los ojos con las uñas, tampoco lo tiene muy claro.


-Cuatro putos días y la mitad son una mierda.-habla mucho en voz alta cuando está solo, siente que su voz es extraña, ajena a él. Le gusta oír a la sarcástica amargura.

Saca la fiambrera del jamón york y la deja abierta en la encimera durante el tiempo que tarda en preparar el bocadillo.
Abriendo el pan, se corta en un dedo.


-¡Joder!-exclama llevándose el dedo a la boca.

Observa el pequeño corte que no duele ahora, la sangre mana rápida y aguada por la medicina que le licúa la sangre; paladea el sabor a óxido mientras deja que las gotas caigan en la pica de la fregadera. No cesa, y es hipnótico el goteo. Su sangre se va a la cloaca para viajar a algún lugar que él no conoce. Su espíritu es su sangre.
Pero esto no le consuela.


-Durante el tratamiento, es muy peligroso usar instrumentos cortantes, si se corta, vaya inmediatamente al hospital, porque no cesaría la hemorragia.-le dijo el cardiovascular hace unos meses.

Pero el corte es pequeño y apenas sangra ya.
Arranca un trozo de papel de papel absorbente y se envuelve el dedo. Se empapa de rojo al tocar la herida, la mancha se extiende y de repente se detiene. Es todo tan predecible…
Riega el pan abierto con aceite; ha manchado de sangre la corteza.


-Un sacrificio al Dios Bocata.

A pesar de todo, es el momento del día que más disfruta: el del almuerzo; sigue siendo un obrero en espíritu y el bocadillo de la mañana es un ritual inexcusable.
Y después el paseo con un caminar lento y doloroso que agota y hace sudar. Arrancar una flexión a un tobillo, a una rodilla a cada paso no es gratificante. Por decirlo de alguna forma. Por decirlo suave.


Al principio los paseos eran un deber, un ejercicio obligado. Ahora, a medida que sus pasos son más seguros y un poco menos dolorosos, se ha convertido en una actividad más distraída. Sobre todo, desde que no refleja el dolor su rostro en cada paso.
Cada día más metros, más tiempo. Increíblemente lento…
Incluso ríe cuando el más viejo del planeta lo adelanta como una exhalación. Pero ríe apretando los dientes, a nadie le gusta perder.
Perder un puto año de vida.


-¡Coño, mierda, joder!

Y siente un deseo loco de estrellar el plato contra la ventana.
Coge de la fiambrera una loncha de jamón y se le rompe entre los dedos.
Le gustan las lonchas de jamón muy finas, aunque se rompan, aunque al final acabe poniendo la misma cantidad que si fueran más gruesas. Es la textura de las múltiples lonchas lo que le gusta. Tiene sus vicios.
La segunda loncha también se rompe y una parte cae al suelo. Y también una lágrima incontrolada, en su desánimo piensa que todo está mal.
Recoge el jamón del suelo y lo tira a la basura con los ojos acuosos.
Otra loncha que se parte, otra lágrima que se desborda. Se siente caer en el abismo.


Con la ruptura del jamón hay otra anímica. El corazón parece suspenderse en una contracción durante una eternidad y todo se le viene encima, como los árboles en un bosque encantado, sus ramas intentan apresarlo.
Siente una emoción extraña por el jamón roto y él está roto. Y así, en el universo infinito, dos sustancias dispares consiguen tener algo en común.
Si el jamón llorara, lo abrazaría.
No consigue sonreír a pesar de visualizarse abrazando la loncha rota.
No consigue situarse en el lugar ni momento actual.
Es algo innecesario como ser vivo, es superfluo. El mundo ha rotado un año entero mientras el permanecía inmóvil. Todo ha evolucionado, todo se ha resuelto sin él.
Y saber esto, es reconocerse como un objeto de adorno. Un jarrón vacío.
El pan manchado de sangre se le antoja algo dramático. Un mal presagio, un sacrificio de sangre sin sentido. Ya ha sacrificado al Dios Miga un año entero de vida ¿Qué más quiere ese Dios podrido?
Sacrificio a la Inutilidad…


Creía que todo sería distinto al recuperar la movilidad, cuando volviera a la normalidad.
Pero no hay normalidad en esa nauseabunda sensación de pérdida.
Abre la boca y consigue enmudecer un gemido al observar el altar de pan y el jamón roto en él.
Es todo tan difícil, tan feo, tan inútil…
Se le ha roto la alegría y el ánimo como una taza de café al estrellarse contra el suelo. La taza se ha hecho añicos al empujarla con la bayeta limpiando de migas la encimera.


-Ojalá me muera…

Hace rato que el bocadillo ha dejado de parecerle apetecible.
Todo se rompe.
¿Y si después de recuperarse, vuelve a romperse?
Hubiera sido mejor no resucitar, no recuperarse de nada; no era necesario esforzarse para llegar a este momento.
Ahí de pie, en la pequeña cocina, muerde el bocadillo sin conseguir arrancarle un sabor.
Lo abandona en el plato, cierra la puerta de la cocina y abre los mandos de gas de los fogones.
No los enciende.


Se mira los pies con impaciencia, lo piensa mejor, sale de la cocina y en una nota adhesiva escribe: “No abráis la puerta, hay un escape de gas. Llamad a los bomberos.”
Pega la nota en el exterior de la puerta de entrada al piso.
Tal vez debería escribir que los quiere, pero no tiene ganas. Seguro que lo saben.
Vuelve a la cocina cerrando la puerta y abriendo el gas de nuevo.
Ahora olisquea el aire, pica en los ojos y la nariz. El olor a nafta no es desagradable. Ahora a esperar un sopor, un sueño. Una indolencia del alma.


Siente un ligero embotamiento de los sentidos y su mirada va a parar al bocadillo, tiene hambre.
Se lo come con gula, arrancándole violentos bocados, ensuciándose de migas y aceite.
Erupta sonoramente y a punto de encender un cigarro, se acuerda de cerrar el gas y abrir la ventana para ventilar la cocina.
Se sienta en el sillón y sin prisa alguna se fuma el cigarrillo.
Ya no tiene los ojos húmedos y parece tranquilo. Se viste con ropa deportiva y arranca la nota de la puerta cuando sale de casa.
Hoy ha aguantado un poco más, son cuatro días practicando, intentando llegar al final. Posiblemente, dentro de pocos días será capaz de aguantar ese escozor y picor de ojos. De no aterrorizarse ante la muerte.
Porque si ha conseguido caminar, no puede ser tan difícil respirar gas hasta morir.
Es cuestión de voluntad y disciplina. Cada día un minuto más, unos gramos menos de miedo.
Y otro día que pasará sin nada digno de ser mencionado. Sin influir ni aportar nada a nadie.
En la charcutería ha comprado 300 gramos de jamón york.


-Córtelo muy fino, no importa que se rompa.

Iconoclasta