La risoterapia es una fe sectaria que tiene como misión, llevar a la humanidad por el camino de la estupidez.
De una forma jocosa, claro.
Así como en toda religión hay misterios inexplicables, inescrutables, que constituyen un acto de fe, los enfermos que practican la risoterapia, no tienen la más mínima idea de los que le puede curar una risa tonta y somera.
Ahí reside la importancia de la risoterapia, y sus grandes enigmas: ¿de qué se ríen? ¿por qué se ríen? ¿por qué no soy millonario si soy tan inteligente?
El porque de su risa, seguramente se debe a la carencia de fósforo. El cerebro se les ríe sólo, va a su puta bola. Quiero decir de una forma llana y coloquial, que les flojean las meninges.
Ja-ja, ja-ja y ja-ja.
Y ja.
Por los estudios que llevo realizados, su risa alcanza varios niveles bien diferenciados e independientes del ridículo, el cual describiría un vector de ascenso mucho más rápido que alcanzaría su pleno rendimiento en la 2ª fase.
Fases:
1ª sin ganas
2ª con ganas
3ª con agonía
4ª patéticamente
Una fase va llevando a otra inmediatamente superior. Los grandes arquitectos o maestros albañiles de esta logia, suelen reír directamente en la 4ª.
A MI, si no me dan un cigarro de maría o no se le desmonta a alguien el móvil en mil pedazos cuando se le cae al suelo, no me río.
El único ejercicio que creo beneficioso de todo esto de la risoterapia, es el de las mantecas. La peña se ríe y agita sus michelines sin ningún tipo de pudor
Sin escrúpulos los muy risueños.
A MI me pueden decir que les abre la mente, serena el espíritu y templa los nervios. Claro… y Drácula en su niñez tenía colmillos de leche.
Creo, estoy convencido y concluyo definitivamente que:
Ese reír idiota, es una actividad que empobrece el cerebro, psicológicamente disminuye el intelecto. Fijo que causa la destrucción masiva de redes neuronales. Y esto es degenerativo, como una reacción en cadena; porque cuanto más idiota se es, más se ríe y ¡hala! Más neuronas fritas…
Hubo instantes durante mis estudios de esta religión, en los que mi mente recreaba la escena de uno de esto enfermos en tratamiento, se masturbaba y reía, se la pela y se ríe…
Da miedo, mal rollo.
YO río mucho pero; con razón. Me río de otros hasta mearme.
Pero no me veo yo en una sesión de risa en grupo; causaría en mí el efecto contrario: el llanto.
Lo más estúpido de esto de la risoterapia, es que se puede practicar sin pagar a un pretendido terapeuta, doctor, presidente de gobierno o rey. Incluso no hace falta ser un juez.
Por ejemplo, las empresas de telefonía móvil que con sus anuncios vienen a decir que te pagan si llamas. O bien esas empresas basura que se trasladan a los países más pobres y tirados del mundo para pagar con bolsas de garbanzos fritos a los trabajadores.
Seat es otra empresa igual de jocosa con sus constantes despidos y regulaciones de empleo.
Podría seguir con las empresas risoterapéuticas y no acabar de enumerarlas hasta agotar los recursos madereros del planeta.
Pero sí hay dos cosas que se deben resaltar, dos fenómenos que han hecho mear a más hombres y mujeres que el evacuol:
1. El condón con anillo vibrador. Ves a la peña en el supermercado tope sonriente cuando se aproximan al expositor de condones, se les escapa la risa como un soplido incontenido ¿con que estamos en un país informado y sexualmente liberal, eh? España es un país más provinciano que unas alpargatas. Zapatero, al igual que el resto de la peña, ríe con la misma cómica ignorancia.
El condón vibrador, en definitiva ha hecho sonreír a medio mundo (la otra mitad no sabe lo que es un condón); les ha abierto la mente hacia otras formas de copular que no sean el mete-saca a la tía que tienen debajo y que bosteza mientras el marrano está empujando encima.
Y ríen maliciosos, sin acabar de entender…
YO no me río, YO tenso los gemelos, contraigo fuertemente los pies y empujo más fuertemente, adentro, al fondo; cuando me cor…
Maldita sea, ya me he vuelto a distraer, no sé en que jugoso coño estaría yo pensando ahora.
¡Ah, sí! Es que me daba risa cuando ella me decía que controlara. Yo le decía que sí, que controlaba muy bien.
Que niño más hermoso nació, ¡qué risa…!
La 2ª cosa actual y por si no habían suficientes motivos para reír mucho también es:
El carnet de conducir por puntos. La peña está ahora confusa y los pacientes de la risa, también. Más aún.
Ellos ríen porque piensan que esta mierda de los puntos, es como en las ferias, en los autos de choque. En los cuales, cuanto más se estrellan, más se ríen, más puntos les dan. Incluso una ficha gratis.
Si circulas al doble de la velocidad permitida te regalan con 10 puntos, por chulo.
Si conduces borracho, te pagan un puto o puta de la Europa del Este o Rusia mismo, en el burdel de carretera más cercano al lugar de la infracción.
Y si atropellas a un ciclista, es que se revuelcan de risa los jueces y los agentes y te regalan un paquete de Marlboro blando.
Y así, de risa en risa, creen conseguir un carnet de conducir con más puntos que la cabeza de Mandela ser la envidia de todos.
La risa de todos.
Otra cosa por las que se puede uno reír es al ver al niñato de turno estrenando carnet y buga, haciendo petar los altavoces con una de esas rumbas marginales tan malísimas que compran en las gasolineras, al lado de los DVD pornos.
Sólo hay que mirar la cara oscilante del idiota, visualizarla cuando se está en grupo y partirse la caja riendo.
Si encima, meten una música ridícula como el Reguetón (música del tercer mundo para los que ambicionan ser raperos horteras con mucha quincallería colgada del morenazo cuello; adocenados…), se les herniarán los músculos maxilares.
Quiero decir que con solo mirar a nuestro alrededor, uno no tiene más remedio que reír.
O te ríes o te lías a pegar patadas a los borregos hasta que se les cae la lana al suelo.
¿Y por qué se visten con ropa de deporte y mallas los pacientes de risoterapia? Encuentro que es sacar las cosas de quicio elevar a rango de actividad física el reír como un neurótico histérico; no es lógico. Es tan idiota que dan ganas de reír.
Aunque debido a mi especial forma de ser, a mí me dan ganas de blasfemar y tirarles el humo del tabaco a la cara para que se jodan.
Entiendo que si se comen mucho el tarro, reirán hasta cansarse pero; seguirán igual de gordos y fofos.
Como mucho, se impone un pañal.
Sigo preguntándome con insistencia, con vehemencia, que tipo de locos son los que necesitan terapia a base de reír.
Porque quien precisa terapia es que no está sano. Está enfermo; o pero aún, es un enfermo.
Esto de la semántica también es cantidad de hilarante.
Los grandes maestros de la risa, los risoterapéutas tienen ases en la manga, y cuando parece que no hay ya más motivos para reír, van y les grapan a sus pacientes en la nariz el recibo salarial del mes en curso.
Es ahí, en ese instante, cuando se curan de toda su ponzoña interior o se destruyen irremediablemente.
Por unas décimas de segundo se liberan de su tara mental, se hace la luz en sus minúsculos cerebros y con la mandíbula dolorida y reflexionan:
¿Pero… de qué coño me estaría riendo?
Justo lo que yo pensaba y sin tener que hacer el ridículo.
YO, en mi condición de carismático pensador, no os aconsejo este tipo de terapia. Porque no nos engañemos, el que ríe el último, no ríe mejor. Simplemente está solo y desesperado.
“Este es el cuento de María Salamiento que cagó tres pelotitas al viento:
Una para Juan.
Otra para Pedro.
Y otra para el que hable primero (y no vale reír)”.
¿Será ésta una de las fórmulas hilarantes secretas de los grandes arquitectos de esta secta risueña?
Ya me he cansado de rajar.
Buen sexo.
Ja, ja, ja, ja y ja.
Buen sexo.
Iconoclasta, 24-6-06
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