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28 de junio de 2006

Puta

Tumbado no estoy cómodo y el rincón más oscuro de la terraza no me protege. No necesito protección, sólo ocultación.
La tela plástica de la tumbona, está engañosamente húmeda, es mi sudor la que me hace sentir incómodo.
Si no hubiera un aire tan lleno de mierda podría ver las estrellas.

Es la primera noche del verano, la misma calima de cada año. La humedad omnipresente que da un brillo grasiento a las pieles, no aporta sensación de frescura; no se mueve una sola ráfaga de aire que arrastre mi aura recalentada.
Hay silencio en la madrugada, a pesar de los sonidos del sueño. Una tos sale de alguna ventana abierta como una confidencia nocturna de la noche urbana.
Desearía oír el canto de los grillos.
El suspiro de mi puta.

Llora un bebé y su llanto flota en el aire, queda prendido, suspendido y amplificado, parece tan cercano… Sólo el rugido de un motor lo acalla.
Una persiana baja rápida golpeando el alféizar y después el silencio total. Algo que disfrutar.
Mi puta, si vieras lo caliente que estoy, si vieras en esta oscuridad mi pene erecto y venoso por ti.
No sé si te amo, busco tu coño sagrado.

Cierro los ojos en la penumbra y el oído parece imitarlos, los gritos sin sentido de un borracho se me antojan ahora los de un simple animal al que se puede cazar. No pertenecen a alguien que tiene el cerebro podrido, no hay rastro de humanidad en ellos.

Ella duerme y yo traidor y nocturno, te evoco.
Exhibo para ti y ante el mundo durmiente mi pene en el puño; el puño eres tú, tu boca, tu coño y tus manos.
Mi puta preciosa…
Sudo más y no sé si es por la meteorología o por mi excitación. Bajo el puño con fuerza tirando del pene con ansia lujuriosa y noto que el mierdoso aire es más fresco al sentirlo en el glande desnudo y terso. Sobrecalentado.
Me decías cuando te follaba:

-Llámame puta.

-Puta… puta… puta… -te susurraba.

Tú gemías con cada palabra, como si cada puta pronunciada, tensara uno de tus nervios; te retorcías con mi boca entre las piernas, con mi lengua recorriendo tu sexo empapado.

-Diossssss….-decías en casi un lamento.

Y yo era más hombre, tu bestia.
Tu placer.
Hace tanto tiempo que no te susurro…
Busco a mi puta en la oscuridad, en la noche; quiero pagarte.
Mi puta.
Mi puta deseada.

Tu precio ha sido tan alto que poco queda de mí, me he quedado sin mí.
Apenas podría pagarte una miseria.
Puta…
Te deseo por el día, esposado a la luz; combatiendo y ocultando mi paranoia, mojando el calzoncillo. Soy un animal en celo husmeando en el aire tu coño, acechando tu alma en los rincones. Te deseo toda.
Soy un ser infame.
Y en la noche te ansío desnudo, desbocado.
Oculto.

Mi puño resbala alrededor del pene, lo fricciona y mi vientre se contrae con ataques de placer.
Ataques cardíacos de mi corazón acelerado latiendo la palabra: puta… puta… puta…; siseo en la noche como un ser de pesadilla. En una pesadilla sin ti.

-Puta… Puta… Puta…

Mi puta querida.
Puta entre las putas, porque aún sin saberlo, me cobras el alma. Me arruinas el espíritu.
Te llevas mi semen, me dejas vacío. Solo en un mundo atestado.
Con un fuerte espasmo golpeo la tumbona con los pies, tiembla toda la estructura. Siento escurrirse el semen por mis testículos con los ecos de un orgasmo intenso.
Me arrancaría el pene desesperado de gusto, me sujeto a él catapultado al placer.

Se enfría el semen, se enfría siempre rápido y me molesta. Y a pesar de ello, lo extiendo como tú lo hacías; untándome los huevos, las ingles, el vello del pubis… Con la otra mano escurrías las últimas gotas bombeando el bálano con tus increíbles y templados dedos. Suaves como seda. Me hacías escupir entre gruñidos las últimas gotas de mi pijo aún palpitante.

-Diosssss… -volvías a decir.

El puto dios.
Mi puta.
Puta… puta… puta…
Un día nos separamos, o me separé, o te separaste. O lo que fuera que ocurrió.
Y desde entonces, en las noches de verano me hago oscuridad, me fundo con la noche.
Cuando ella duerme soy noche.
La noche es tu antifaz y el fuego invisible en el que ardo, la hoguera que me consume de deseo eres tú.
Puta… puta… puta…
Mi puta amada.

Ya la noche se despierta y las náuseas del borracho la humillan y ensucian.
Tú te retiras, has cobrado de mí.
Mi deseo, mi leche…
Con un suspiro llevo mis manos arriba, rompiendo el aire sólido y enquistado en si mismo. Asfixiante. Quiero atrapar tu imagen, mi espejismo.
Y como humo te vas.

Por el rabillo del ojo percibo el fugaz movimiento de ella.
Ella despierta y volviendo rápida y silenciosamente a la habitación, dejando un gemido de entendimiento que queda llorando en el aire; enganchado en la caliginosa noche.
Otra confidencia nocturna de un dolor.
No la consolaré, dejaré que su dolor se expanda con el entendimiento, con la tácita y lacónica verdad.
Hasta mi piedad te has llevado, mi puta amada.
Puta… puta… puta…

Iconoclasta

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