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7 de septiembre de 2010

Universo acuoso



Pareciera que soy un organismo acuático, pareciera que me he hundido en tu universo forzando mis pulmones ahora torpes e ineficaces para sumergirme en tu reino de húmedas pasiones, de líquidos chasquidos; difícilmente puedo respirar entre tus labios húmedos y boquear “te amo”.
Difícilmente puedo controlar mi licuefacción orgánica cuando acaricio tu carne y transmites tus propiedades de oceánica sensualidad a mis entrañas.
Soy un ser flotando en tu universo inabarcable, zarandeado por las sinuosas hondas que una brisa tibia provoca en tu piel.
No respiro aire, te respiro a ti. He mutado, mi amor.
No puedo volver a la superficie. Ya no sé respirar el aire.
En algún lugar abandoné los pulmones, porque mi organismo concluyó que sin ti ya no era posible respirar en la tierra; que mi destino es vivir y morir en tu universo acuoso, en tus húmedas sensaciones. En tu boca que da vida, en tu sexo anegado.
Mi organismo ha sellado tras de sí la compuerta al mundo seco. Sólo es posible vivir en ti.
A través de tu líquido cosmos, aún llegan vívidos los quebrantos de amores que murieron si alguna vez lo fueron. De cariños y ternuras que se pierden con miradas tristes y decepciones como amarga hiel.
No hay dolor ya para mí, no hay tristeza. Sólo cierro los ojos y me hundo en ti, floto cayendo ingrávido hacia tu interior dulcemente y mi naturaleza reconoce tu universo rompiendo con cualquier nexo que tuvo con el polvo y el sol. Con las piedras y las espinas.
Todo fue un error allá fuera, en lo árido.
Todas mis células piden más profundidad, la total inmersión en ti.
Ante tu líquido gemido soy gelatina que cimbrea en frecuencia de amor, me disgrego en deseo. El mundo se ha quedado mudo.
Tu universo, tu agua, barre mis recuerdos de soledad y tristeza y todo es líquido.
Estoy protegido. Confortado en tu ser.
Apenas necesito ojos en tu abismal profundidad, tus oscuros bastan.
Todo lo que necesito, todo lo que amo y todo lo que me da vida, está cubriéndome, estoy en su interior. Te respiro, te bebo.
Eres tú mi universo, amor. Soy un hombre viviendo en tu vientre, en un extraño embarazo, en tu líquido mundo.
Es el sexo más profundo, un placer que ahoga las emociones en los labios, la agonía de un orgasmo intenso que lleva a una muerte dulce y soñada. Un mudo gemido que fenece entre los labios entreabiertos.
Muero en la tierra, vivo en ti.


Iconoclasta
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