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11 de septiembre de 2010

Acuoso amor



El Amor... ¿De verdad es tan bello el temible golpeador de corazones? Tal vez es mucho más grande y atroz de lo que cantan los poetas. Infinitamente más doloroso.
El amor es un chute en vena directo a un universo acuático lleno de medusas multicolores, sensibles, translúcidas, efímeras, hipnóticas, cadenciosas, ondulantes...
Seres hermosos que nos llaman con sus movimientos sensuales que nos atraen; pero son hirientes, aún sin quererlo nos hacen un daño que no merecemos. No sabes cómo ni de qué manera llegas a tocarlas y acariciarlas. Se pierden las huellas de la estela de nuestra persecución en la profundidad del mar iluminado por esos seres destellantes de vida, sensuales en sus movimientos. Uno quiere y llega a sentir su fluidez, te encuentras amando sus modos suaves y sus apagados murmullos que entran íntimamente en los oídos con el agua tibia prometiendo el placer de los placeres. Y sientes la hostil punzada que cruza el vientre directamente al corazón, y te encoges viendo tus brazos quemados, el torso ulcerado y aún así; los genitales húmedos, excitados y erectos. Porque el dolor no es nada comparado con el irracional amor que sentimos. Con el deseo...
El cerebro ignora engañado por el corazón, que un día esas hermosas medusas nos pueden abandonar, se alejará ella con movimientos hipnóticos y engañosos de tal forma que aún creeremos que nos llaman, que solicitan nuestro abrazo. Un espejismo acuático de inconmensurable belleza.
Y hay dolor.
Hay un sexo goteando aún excitado. Hay unos ojos que lloran y un cerebro que busca y se inventa un dios para pedirle ayuda. Exigiéndole que no la deje marchar lejos, que ese dios malvado y cruel te otorgue más fuerza y más vida. Somos muy poca cosa para tanto dolor. Somos muy poca cosa, dios. No mates.
Es igual el dolor, sólo se trata de estar cerca, de abrazarla y morir con ella.
Por ella.
Medusas sensuales que iluminan el acuático mundo tornándolo bello, de una belleza fraudulenta. Tan sólo para seguir viviendo, un engaño tan bello no puede hacer daño. En ese universo hostil se te deshace el alma como la cera caliente, por dentro y hasta más adentro. Pura hemorragia de sentimiento.
Sufrimos su tacto que eriza los pelos y rasga tejidos. Y pensamos que es puro placer.
Y de tanto que la amas, la abrazas con miedo a dañarla y el amor se abre paso en el corazón cauterizando venas y dejando cicatrices que son pruebas de amor, cicatrices para la eternidad y amor para unas horas. Es muy caro ese precio, dios. ¿No podrías hacernos descuento por exceso de dolor? ¿Por qué no miras a otro lado? Por sólo unos segundos tuyos; luego me matas y ya está...
Y en ese agujero del pecho, donde se aloja nuestra bella medusa, nos entra el aire bendito para poder respirar, para no morir. Y que no se acabe nunca, que esté siempre con nosotros diciéndonos con sus acuosos sonidos lo mucho que nos ama.
Pero es muy posible que se vaya, es muy posible que no valga lo suficiente y ella me abandone dejando un enorme agujero en el corazón. No habría dolor, tan solo una soledad inconsolable, la pérdida total.
Y moriríamos en ese oscuro y profundo océano mientras ella se aleja.
Con nuestros pulmones anegándose a través de ese abismo cárnico del corazón. Las lágrimas más saladas que la propia agua corriendo por nuestros labios que aún la llaman; esperando que sea sólo un mal sueño.
Y morimos mientras otras medusas se abrazan y nos miran sin prestarnos demasiada atención. Un poco solos.


Iconoclasta
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Nota sobre Acuoso amor.
Este texto es anterior en seis años a Universo acuoso. No es casualidad que ambos textos tengan el mismo adjetivo. Acuoso amor es frustración y miedo, Universo acuoso es culminación.
A veces se tiene suerte y es posible dar una bofetada a la frustración.
Acuosos porque el amor, siempre es un fluido donde las emociones nos envuelven, nos asfixian o sacian la sed. O nos dejan sedientos.
Acuosos son los besos, la lengua que repta, que se hunde, que se arrastra.
Sea como sea, somos el momento que vivimos, somos la mirada triste y la mirada ansiosa, la piel trémula y la piel fría.
Somos agua o somos piedra.
Nuestra biografía se escribe con trazos de tinta, sin que podamos evitarlo. Acuosa también.
Tinta acuosa...
Podría ser líquido en lugar de acuoso, o viscoso, o húmedo, o fluido.
Pero acuoso tiene esa sonoridad difícil de pronunciar, como difícil es el amor.

Iconoclasta
201009111138

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