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5 de marzo de 2008

Los amantes valientes

¡Qué valientes! ¡Qué coraje!
Los amantes alimentan un amor de improbable tacto.
Miradlos, cogen las brasas con las manos, sólo hay fuego en su amor. Están locos y prefieren quemarse a no amar, a dar su amor por imposible.
Hay una punzada traicionera en la belleza de las palabras escritas y cuanto más bellas son, más sangrante la herida.
Se desangran valientes, se corroen entre lágrimas. Y una sola de sus risas es un universo de amor.
Es casi ridículo ese amor tejido de madurez y dolorosa comprensión.
¡Qué valientes los amantes que sacan de toda esa ansia inconsolable unos segundos de gloria!
Gloria a los amantes en el cielo y en la tierra.
Se masturban con áridas esperanzas, con ilusiones desbocadas.
Se masturban soñando con la mano amada en sus sexos palpitantes. El sexo es arrollador e infinito en sus mentes.
Sin embargo, se conformarían con la voz; cambiarían diez años de vida por un susurro de amor. Una confidencia al oído.
Toda esa ternura…
Que pena que tanto amor cree tanta ansia, tanta onírica esperanza.
¿Qué necesidad tenéis, amantes locos, de vivir así?
Sangran las palmas de las manos por cerrar el puño y contener tantas caricias en el aire.
Os desgastáis generosamente en un decorado vacío y árido.

Negranoche, cubre mi ansia con una sonrisa, con unas palabras que me den esperanza. Lanza tus gemidos al viento, dedícamelos como yo arranco de mis entrañas los míos.

Los goces del amor no son más que dolores divinos. Sacrificios que no son necesarios, simplemente inevitables. Nadie pidió amar así, los amantes no se piden amor, sólo se derraman el uno en el otro.

Negranoche, mi diosa del amor, mi diosa susurrante. No dejo de soñar en convertirte en mujer cada día. No te quiero en el Olimpo, te quiero cerca; tanto que pueda penetrarte, penetrar en ti profundamente, que me arrastres dentro de ti. No quiero adorarte más, sólo deseo amarte.
Diez años pago a la vida por violar tu boca con la mía. Por invadir con mis dedos tu piel.
Quiero ser inmisericorde con tu cuerpo y con tu alma.

Angustiosas dichas que me desangran sin dolor, narcóticamente.
Deberían arder los amantes, incinerarlos. Todo ese amor que crean y mantienen, afea el universo. Le quita todo protagonismo a las estrellas más bellas.
Y no hay nada más bello que la ternura de una sonrisa que no se ve, que sólo se presiente. O el beso lanzado al aire, una brisa untuosa que los cubre y les da una paz momentánea, un descanso al corazón.
Unas gotas de agua en el desierto.
Se las merecen.
Aguerridos amantes.
¡Qué valientes! Soportan días de te quieros emborronados con semen y dedos húmedos. Pieles etéreas, casi fantasmales.
Gozan del romanticismo trágico y devastador para el ánimo impaciente.
E impacientes los labios, los besos y las caricias.
Desesperados en el aire luchan por existir los sonidos de amor. No llegan, y ellos sonríen al verlos morir.
La ternura de una sonrisa…

Así de valientes, así de suicidas somos los amantes.
Tanto desgaste, mi Negranoche…
Tengo heridos los labios por no besarte, de morderlos y evitar que besen el aire y pierda la cordura.
¡Que cobarde soy..! Temo al tiempo y a la distancia.



Iconoclasta

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