Me encontraba mirando a la saltadora de pértiga rusa, acariciando mi pene distraídamente y excitándome igual de distraídamente con aquella mujer de escasos pantaloncitos que dejaban unas musculosas y poderosas nalgas al aire. Y su pelvis prometía una depilación total hasta lo más profundo de su entrepierna. Yo pensaba en que la haría rabiar con mi propia pértiga y gritaría como una condenada ante el verdadero éxtasis del triunfo.
Estaban buenísimas las atletas rusas del Pekín 2008.
Estaban buenísimas las atletas rusas del Pekín 2008.
Sin embargo, tengo un poderoso cerebro multicanal y en algún momento, mientras pensaba en como la elevaría a las cumbre más alta del planeta con mi poderoso y eficaz pene con el que la genética me ha dotado, me vino a la mente el Everest, el Himalaya, el yeti, los yaks, el tercer ojo, los lamas y por fin el Tíbet.
Es que miro mucho el canal de pago de National Geographic.
No soy sólo un instrumento de placer para las mujeres; aparte de ser su esclavo sexual, mi cerebro guarda muchos registros variados. Una forma elegante de decir que soy culto como el mismísimo Morgan Freeman en Seven.
Me corrí con una extraña mezcla de sensaciones encontradas y cuando me limpiaba de semen, pensé con más precisión en un solo tema.
Las relaciones laborales entre esclavo y amo (o trabajador y empresario), son el reflejo a menor escala de la relación entre políticos, entre naciones y entre planetas si hubiera vida más allá del quinto pino.
Los mismos desacuerdos y las mismas artimañas para solucionar problemas. Las mismas actitudes.
Lo mismo que ha ocurrido con China en las olimpiadas Pekín 2008 es lo que ocurre cada día en todas las empresas.
Mucha solidaridad con el compañero despedido, muchas firmas y e-mails de protesta; pero en cuanto llegan las vacaciones o alguna celebración, nadie se acuerda ni del nombre de pila del querido compañero injustamente despedido.
Idéntico a lo que ha ocurrido (o no ha ocurrido) con la represión y los asesinatos que China ha ejercido contra el pueblo tibetano. Los tibetanos han tenido que gastar en cremas vaso-dilatadoras un montón de pasta para aliviar las hemorroides chinas.
La sodomización puede ser una delicatesen siempre y cuando sea de mutuo acuerdo entre los maricones. Si se lleva más allá de lo festivo y esporádico hasta convertirlo en cotidiano, las hemorroides se inflaman como pelotas de ping-pong.
En mi empresa, un compañero de mierda (uno de esos siempre sonrientes, optimistas y dinámicos como la madre que lo parió), fue despedido porque lo pillaron fumando en el lavabo
No, no fue sólo por fumar, sino porque mientras fumaba, escribía en la puerta de los cagaderos: “ijo puta hel director”.
El sujeto en cuestión ocupaba el cargo de editor de publicaciones y era primo lejano de un primo hermano de la prima de la esposa del director (uno de esos enchufes que practican algunos amos para demostrar su poder social y económico).
A mí el imbécil no me caía bien ni mal.
Está bien, me caía rematadamente mal, como un bocado en lo que rima con joya. Siempre que me veía pelármela durante las pruebas de integridad de los lotes de condones elegidos, agitaba con una sonrisa imbécil el puño cerrado con el dedo pulgar hacia arriba. Como si me hiciera un favor halagándome.
A mí lo único que me halaga son los pezones duros de las chicas y mujeres que vienen de vez en cuando a ver como trabajo y de paso se ofrecen a masturbarme con una explosiva expresión de lujuria en sus arrebolados rostros.
Pues se montó el gran pitote por el despido del idiota. Yo no firmé ningún documento de solidaridad ni participé en los paros convocados a modo de protesta que preparó y llevó a cabo el comité sindical.
Es que miro mucho el canal de pago de National Geographic.
No soy sólo un instrumento de placer para las mujeres; aparte de ser su esclavo sexual, mi cerebro guarda muchos registros variados. Una forma elegante de decir que soy culto como el mismísimo Morgan Freeman en Seven.
Me corrí con una extraña mezcla de sensaciones encontradas y cuando me limpiaba de semen, pensé con más precisión en un solo tema.
Las relaciones laborales entre esclavo y amo (o trabajador y empresario), son el reflejo a menor escala de la relación entre políticos, entre naciones y entre planetas si hubiera vida más allá del quinto pino.
Los mismos desacuerdos y las mismas artimañas para solucionar problemas. Las mismas actitudes.
Lo mismo que ha ocurrido con China en las olimpiadas Pekín 2008 es lo que ocurre cada día en todas las empresas.
Mucha solidaridad con el compañero despedido, muchas firmas y e-mails de protesta; pero en cuanto llegan las vacaciones o alguna celebración, nadie se acuerda ni del nombre de pila del querido compañero injustamente despedido.
Idéntico a lo que ha ocurrido (o no ha ocurrido) con la represión y los asesinatos que China ha ejercido contra el pueblo tibetano. Los tibetanos han tenido que gastar en cremas vaso-dilatadoras un montón de pasta para aliviar las hemorroides chinas.
La sodomización puede ser una delicatesen siempre y cuando sea de mutuo acuerdo entre los maricones. Si se lleva más allá de lo festivo y esporádico hasta convertirlo en cotidiano, las hemorroides se inflaman como pelotas de ping-pong.
En mi empresa, un compañero de mierda (uno de esos siempre sonrientes, optimistas y dinámicos como la madre que lo parió), fue despedido porque lo pillaron fumando en el lavabo
No, no fue sólo por fumar, sino porque mientras fumaba, escribía en la puerta de los cagaderos: “ijo puta hel director”.
El sujeto en cuestión ocupaba el cargo de editor de publicaciones y era primo lejano de un primo hermano de la prima de la esposa del director (uno de esos enchufes que practican algunos amos para demostrar su poder social y económico).
A mí el imbécil no me caía bien ni mal.
Está bien, me caía rematadamente mal, como un bocado en lo que rima con joya. Siempre que me veía pelármela durante las pruebas de integridad de los lotes de condones elegidos, agitaba con una sonrisa imbécil el puño cerrado con el dedo pulgar hacia arriba. Como si me hiciera un favor halagándome.
A mí lo único que me halaga son los pezones duros de las chicas y mujeres que vienen de vez en cuando a ver como trabajo y de paso se ofrecen a masturbarme con una explosiva expresión de lujuria en sus arrebolados rostros.
Pues se montó el gran pitote por el despido del idiota. Yo no firmé ningún documento de solidaridad ni participé en los paros convocados a modo de protesta que preparó y llevó a cabo el comité sindical.
—Deberías firmar, Iconoclasta. Es algo que nos podría ocurrir a cualquier si a la compañía le sale de los huevos.
A mí me daban cada mes un sobre con una propina por mi dedicación y sé muy bien ver las injusticias y los abusos que los empresarios cometen contra el trabajador. No soy tan ciego; pero yo trabajo por dinero y cuanto más gane, más triunfo.
Y tal vez fuera por deformación profesional que le contesté:
—A mí me la pela.
—Pues vas a salir “retratado” en el boletín mensual del comité —me amenazó Chema.
El boletín es una especie de revistilla en la que se repasan y explican las actuaciones y problemas que trata el comité sindical, cuyo secretario es el Chema.
Chema, normalmente es un hombre afable que se preocupa por todos los problemas laborales que surgen; pero si se le hincha la vena síndico-justiciera, es de lo más pesado.
—No te preocupes, no soy vergonzoso —le contesté untándome el pene con crema hidratante.
Me encontraba preparado para hacer otro test de integridad y mi glande era todo dilatación, estaba recubierto de una baba espesa y olorosa. Cuando tiré de la piel y lo descapullé, un hilillo de fluido se descolgó de la punta hasta formar una gota y caer al suelo al romperse el tenue filamento por el peso.
A mí me gusta ver estas cosas, me parecen casi poéticas. La vida ofrece escenas de gran belleza plástica si estás atento.
El Chema es un animal insensible donde los haya, ni siquiera elevó una ceja.
—Y tu hija tampoco lo es, me ha llamado porque quiere ser culo de prueba para el lote de de Pleasures Culos Womans. Dice que esta actividad voluntaria, le dará puntuación para ser promocionada a supervisora de la supervisora tercera.
Chema me miraba fijamente.
—No te preocupes, no hay prisa. Hasta dentro de nueve días no se fabrica el próximo lote. Estoy seguro de que no le importará que un esquirol le pete el culo. Y nos van a hacer un reportaje fotográfico durante el test para la promoción publicitaria.
Dicho esto, el cerebro del sindicalista se revolucionó lentamente haciendo extraños ruidos de engranajes oxidados.
Y las ideas se le transparentaron en el cráneo.
Que me iba a tirar a su hija ya no tenía remedio; pero que la hija fuera fotografiada con el culo empalado por un esquirol, era un pelo más peliagudo para él, puesto que su carisma de paladín de los currantes se podía ir a la mierda.
Igualito a lo que ha ocurrido con todos esos países, personajes y atletas comprometidos con la causa del pueblo tibetano y que se han llevado más contentos que mierda en bote sus medallas y diplomas olímpicos ofrecidos por el poder opresor chino.
Si es que todo tiene el mismo final.
Sólo que en el caso de mi empresa, sí que despedían a un imbécil que se lo merecía y ocupaba el puesto de alguien que pudiera ser apto y legal.
Estoy seguro de que ocuparía el puesto otro imbécil igual. Yo no soy un cándido de esos que creen en la equidad y todas esas mierdas.
—Estoy hasta los huevos del boletín, este mes no voy a publicarlo y además, apenas hay noticias —respondió con total naturalidad.
Siempre me ha parecido fascinante la capacidad del ser humanos para evadirse de la aterradora realidad y fintar la mierda que se le viene encima con total desprecio hacia su propia dignidad.
Y de una forma tan espontánea y coloquial.
Se largó de mi departamento más contento que unas castañuelas.
Durante aquel mismo mes, cada semana se hacía un paro de la producción de diez minutos para exigir la readmisión de aquel tío que no me acuerdo de su nombre. Y al igual que ha ocurrido con China y ante la proximidad de las vacaciones, la dirección de la empresa nos obsequió con un lote especial de cuatro cajas de condones especialmente indicados para penetraciones infantiles (muchos hacen turismo sexual en los países asiáticos aprovechando las grandes ofertas de las agencias de viajes), un pequeño vibrador con arnés para adaptar al bálano y un pin con la silueta de mi pene a escala 1:30 demasiado grande para mi gusto. Casi chabacano diría yo si no se tratara de mi polla.
Eso sumado a la paga extra, hizo olvidar a la gente al “ijo puta”.
Con la hija de Chema, durante la prueba de los lotes de condones en la que se había ofrecido voluntaria, me equivoqué. Me puse nervioso con lo buena que está y se la metí sin condón. Cosa que a ella le pareció un detalle de lo más tierno. En el segundo test, entre gemidos y acariciándose el clítoris con ferocidad mientras la penetraba profundamente el culo, farfullaba:
—Hay que hacer otro test, no siento nad... Argggg...
Y por fin, con el cuarto test dimos el lote por bueno. Me besó la boca y dijo amarme:
—Puta —le dije.
Es que cuando me corro mi cerebro se hace hostil y sólo pienso en los latidos de mi pene aún recalentado.
Y ella, sonriendo lujuriosamente respondiome, la muy bella:
-¡Siiiii, uhmmmm!
Al mediodía entró en mi departamento su padre, el Chema, con unos cafés y estuvimos hablando de la precariedad laboral y obviando casi con denuedo el que su hija había estado apoyando sus tetas en aquella misma mesa mientras le perforaba con elegancia y masculinidad su hermoso culo.
Idéntico todo que en las olimpiadas de Pekín 2008.
Si es que no hay nada nuevo. Todo está inventado.
Salvo los pantaloncitos de las atletas rusas... Una monada.
Buen sexo.