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29 de septiembre de 2024

lp--Abandonado en la dimensión imbécil--ic


Sufro un problema dimensional.

Mi vida resultó fallida, me di cuenta en el momento en el que me materialicé en esta dimensión de estructuras moleculares imbéciles, chocan unas moléculas con otras, se hacen sangre y sonríen entrecortadamente con los dientes ensangrentados.

Hay un sinfín de dimensiones decentes y tuve la mala suerte de que me tocara nacer en ésta, en el que todo está mal hecho, incluso una gran multitud de seres humanos que la habitan están mal construidos y les salen bultos de todo tipo o se mueren porque algo se les pudre dentro; cuando era niño pensé que mis huevos eran tumores, me llevé un gran susto hasta que el pediatra díjole a mi madre que sólo eran unos cojones enormes y que sería un buen semental si dios quiere.

Esto es una gran mierda.

Por lo que he aprendido y experimentado a lo largo de los años de encarcelamiento en este lugar idiota, lo estropea todo el hecho de que cuatro subnormales inventaran unos dioses a su imagen y semejanza cerduna y unos cuantos mandamientos que luego los convirtieron en “leyes”; y para mayor inri, pregonaron que eran ellos la creación de dios, ergo son divinos.

Y aquellos pobladores idiotas que apenas eran capaces de caminar erguidos sin arrastrar las manos por el suelo, repitieron la palabra fetiche que comparten todos los ritos y mitos religiosos en todos los idiomas, tiempos y lugares del planeta: amén.

Los primeros hechiceros que luego evolucionaron a religiosos o sacerdotes, luego a emperadores, reyes y por fin a políticos que pomposamente en la actualidad gustan de alardear de “jefes de estado”, cuando sus monos aprendieron a decir amén con soltura, naturalidad e irritante iteración, se dijeron que como el pueblo ya estaba amaestrado a todo lo que el hechicero predicaba: “¿Por qué no inventamos unos pecados o delitos y las leyes para condenarlos y castigar a estos gilis? Cometerán sus pecados, los condenaremos y nos quedaremos con lo que tienen, incluidas sus crías, sean hembras o machos”.

Así es la dimensión imbécil que me ha tocado. No puedes moverte por el planeta sin dar con un subnormal (feligrés votante o contribuyente) que diga “amén”, “reciclo” o “me quedo en casa”.

Es como una grotesca pesadilla de la que no se puede despertar.

No hay forma de escapar de esta dimensión de la deficiencia mental molecular.

Cuando se nace en una mierda, en una mierda te mueres.

Sería imposible que un idiota de esta dimensión sobreviviera en una dimensión decente, lo usarían de combustible.

Tras miles y miles de años, no se han enterado aún del cuento: las divinidades son alegorías infantilizadas de los hechiceros, sacerdotes, reyes, ministros, jueces y tiranos; del estado en definitiva.

En el instante en el que me materialicé, noté como la vida se me pudría en este cuerpo cárnico.

Es toda una experiencia que le deseo a mis hijoputas enemigos.

Hay un paralelismo tan obvio entre el estado y los dioses de las “sagradas escrituras” (de toda secta religiosa), que requiere de una gran voluntad ser tan sumamente imbécil para no ver esta escandalosa y llamativa semejanza. Es obvio que estado y dios son igual de puercos.

Y en esta dimensión no se enteran aunque los muelas a palos, de que las “sagradas escrituras” son burdas fábulas infantiles del estado escritas con un gusto y arte del nabo.

En esta dimensión son ciegos, sordos a la frecuencia de la razón y deficientes mentales para llegar a una conclusión, a la más sencilla.

Cuando te has habituado a esta imbecilidad que te oprime el resorte del odio y la violencia, observas ya sin asombro que en esta dimensión pútrida la imbecilidad es la gran virtud humana. Y cuanto más idiotas y mezquinos son los votantes o contribuyentes, más oportunidades tienen de medrar en su sociedad.

O sea, viven en una eterna olimpiada de la estupidez; no existe ninguna otra actividad con tantos récords como esta competición idiota de la dimensión imbécil.

Estoy abandonado…

Y si el estado les envuelve un excremento con papel infantil de colorines y un lacito; y además da un sermón sobre sus propiedades terapéuticas y jocosas, se comerán el trozo de mierda con glotonería y se chuparán los dedos. Y dirán amén con una sonrisa pletórica de mierda entre los intersticios dentales.



Iconoclasta