No es cansancio, todo funciona bien, como
debería. Mi cuerpo tiene fuerza.
Lo que ocurre es que es un lugar hostil, solo
para muy fuertes; el aire es como plomo que duele al invadir mis grandes
pulmones y sabe agrio.
Mi pene está repleto de venas varicosas por el
esfuerzo que representa mantener una erección en este lugar. Entierro mis dedos
en el lacio vello del monte de Venus de la mujer de ojos rasgados y acaricio su
clítoris enorme, que se mueve al ritmo con el que la penetro. Los labios de su
coño, gordos y oscuros, envuelven mi polla y acarician mis testículos con cada
embestida. El ano se dilata esperando que lo llene también.
Sus pezones erizados son tan pequeños como sus
pechos que se agitan como gelatina en un vaso, conteniéndose a duras penas en
su cuerpo.
Estoy en un mundo donde sobrevivo porque soy
casi un dios, soy un héroe con una fuerza descomunal, donde los humanos
vulgares mueren aplastados por el peso de la atmósfera. Le he pagado a la puta
diez osmons por el polvo. Los héroes necesitamos follar también.
Tal vez sí que sea cansancio.
No importa demasiado lo que es. No hay que
pensarlo tanto, no hay misterio ni una pesada atmósfera, solo quería buscar
algo de fantasía a este aire vulgar que durante tantos años he respirado y
ahora me descubre unas manchas de sangre en el pañuelo cuando toso.
Se trata de la vejez, los músculos tienen ya
una edad y si el cuerpo envejece, el pensamiento también. El cerebro se
calcifica, se seca y las ideas se rompen como cristal entre las paredes del
cráneo.
Es una lenta desintegración y denigración.
Y tiene importancia.
Aquello que se veía lejano, ya ha llegado.
Mi nieta recibe mi pene con gritos de placer,
y mis conductos seminales ya viejos, me escuecen cuando el semen los llena, aún
así espero y disfruto el momento cuando me derramo.
Es una adolescente hermosa, no es oriental;
pero aún le han de crecer más las tetas. Y rasurarse el vello del coño, aunque
me gustan sus labios mayores peludos; hacen una caricia extra a mi polla. Es
gerontofílica; pero folla bien a pesar de su problema mental. Mi hijo, aún no
sabe que su hija me la chupa; pero es igual, es tiempo de morir. Seguramente,
cuando se entere estaré muerto desde hace meses.
Se me escapa un gemido de placer cuando
eyaculo. Un gemido que parece que me arranca los pulmones y la flema sube a mi
garganta creando extraños gorgoritos y silbidos.
Ella se corre y acaricia con infantil torpeza
un clítoris rosado del tamaño de una perla. Sus dedos aún parecen de niña…
Estoy orgulloso de lo bien que funciono, como
se adapta el pensamiento a la vejez. Hay ausencia total de miedo a morir.
Y a otras cosas.
Estoy bien programado para afrontar la muerte.
No soy un héroe; pero hago lo que puedo en
este miserable planeta.
Iconoclasta