Seguirá lloviendo eternamente, hasta que se pudran las hojas y las pieles todas. Hasta que las mentiras y frustraciones formen un lodo fétido de tintas de muchos colores e infecciosas.
Seguirá lloviendo sobre amantes idiotas y listos, sobre amantes verdaderos y verdaderos imbéciles.
Sobre los rostros de los asesinos implacables e impredecibles, los que equilibran un exceso de vida con una falta absoluta de muerte suficiente. Son los únicos que merecen esta refrescante relajación.
No me cae la lluvia como a todos ellos, no soy de aquí. Lo mío es accidental, no debería estar.
No debería ser.
No amo bien ni mal, ni asesino...
Observo y muero, lentamente, demasiado lentamente.
Soy extraño... Y esta lluvia no me moja.
Iconoclasta