No hay nada peor que su ausencia en los momentos más bellos y emotivos, cuando todo está bien.
No hay angustia mayor que asistir a un movimiento planetario y no cerrar mi mano en la suya, con aquella inocencia infantil que sin el conocimiento, convertíamos el anochecer en actos cosmogónicos.
Ahora somos simplemente cósmicos, flotamos en el universo como accidente. No hay heroicidad o magia alguna. Ni la necesito.
No quiero ser épico, solo arrastrar mis labios sedientos por su piel sin ninguna elegancia.
Y es dos veces bueno flotar con ella sin más misticismo que su franca mirada intimidándome.
Soy una esencia elemental reaccionando a su sensualidad electrizante, no es difícil imaginar que es ella quien crea las auroras boreales aunque se encuentre en el ecuador mismo de la Tierra. Y yo soy el resultado: los mantos de colores extendiéndose en el cielo mortuorio.
Ella me disgrega.
Me atomiza el alma y soy su aura oscura y ardiente.
No hay angustia mayor que el dolor de mi rabo duro y que no sea su mano la que calme el palpitar de las venas que lo recorren.
La busco en la belleza y la armonía, en la serenidad y la musicalidad silenciosa de una cucharilla haciendo girar el café al empezar el día.
La busco para metérsela sin piedad.
No quisiera que estuviera conmigo en las malas situaciones, no quiero ni puedo ser causa de aflicción en quien amo.
No le veo la gracia a eso de: “en la riqueza y en la pobreza, la salud y la enfermedad, la dicha y la tristeza”.
Las tristezas, dolores y desgracias se deben gestionar en soledad y demostrar fortaleza. Cuando digas que todo está bien, debes ser convincente.
El amor no es un asilo, un refugio o una enfermería.
No debe ser necesidad, sino hedonismo.
El amor no busca salvar el mundo, sólo tenernos a nosotros.
Las malas cosas son la mala hierba que parasita y pudre el amor.
Hay que mantener la basura lejos.
Y hallarnos juntos ante la bellas enormidades lloviéndonos en el alma y la piel.
Esto no es una declaración de intenciones, sino de convicciones.
Y sí lo es de amor, cielo.
Iconoclasta