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8 de octubre de 2020

Mi paranoia y yo

 


- No las mires, están lejos. Tan lejos que deberías tener la edad del universo para llegar a la más brillante. Si insistes, tu mente quedará congelada, allá, en una de esas estrellas.

- Mirar el cielo me da paz, no intento llegar.

- Alguien dijo que se ve lo que se observa y se observa lo que ya está en la mente.

- Bobadas incomprensibles. En mi mente está todo, lo que jamás he visto ni veré, lo posible y lo inasequible, lo observado, intuido y adivinado. Y tú también, un Pepito Grillo que se encarga de guardarme de mí mismo.

- Yo no existo, solo soy tu paranoia.

- No importa, si te observo, si te escucho y te hablo; eres en mi mente. Lo digo yo. ¿O soy algunos? Cuando muramos, tú no dejarás cadáver. Quisiera ser paranoia, no quiero que duela.

- Cuando llegue el momento, me coloco detrás de los ojos y tú te haces paranoia.

- Me parece bien… Miraba las estrellas pensando en como sería besarla en el espacio, sin un solo sonido, sin voz alguna.

- La amas tanto que quieres que desaparezca La Tierra para quedarte solo con ella.

- Sí. Solo ella y yo, como si fuéramos un amor cuántico capaz de atravesar planetas y atisbar agujeros negros y sus vergüenzas, que tanto esconden.

- Sigue soñando, yo te sujeto.

- Gracias, no tardaré. Cuida del cuerpo, aún nos tiene que contener un tiempo más, no mucho; pero es mejor que estemos cómodos mientras existamos.

- Descuida, soy una paranoia eficiente. Bésala cuanto puedas allá arriba, o allá en lo profundo del cosmos silencioso. Ámala hasta la desintegración.

- Claro… En unos eones vuelvo.

- ¡Ja! Muy gracioso.

 

 

 Iconoclasta

Foto de Iconoclasta.


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