Iconoclasta, provocación y otras utilidades para escapar del negro abismo del agobio.
30 de julio de 2010
Enemiga mía
Te cuento de un cansancio
que no es.
Te cuento de una guerra
que no es.
Enemiga mía,
no tengas piedad.
Que cansancio y guerra
es simple tragedia de amar.
Que en la mochila hay pertrechos,
proteínas y vitaminas
raciones individuales
de amor y deseo,
para el agotamiento.
Munición pesada de besos
de largo alcance y abrazos.
Bayonetas de agudos filos
untados de esperanza
de agónica espera.
Armas químicas de fluidos
de celos animales.
Ántrax de sexo convulso
infecta de pasiones caníbales.
Te cuento de lo impío
del ataque cruento al corazón
en trincheras solitarias
en la oscuridad y la humedad,
en un barro amasado
por sexos ávidos.
Enemiga mía
no me des tregua
no tengas piedad.
Porque no me rendiré nunca.
Serás mi botín de guerra
violada y esclavizada
herida profundamente
por una salvaje bayoneta
resbaladiza y obscena.
No esperes piedad, mi bella enemiga
yo no la espero de ti.
Desfilaré como un caído de amor
o apuntándote con mi fusil
bajo un arco del triunfo
con tu uniforme hecho jirones
hacia las galeras carnales.
En los campos del amor forzado
incineraremos en crematorios hornos
las penas y dolores rancios
de lo diario y vulgar.
Quemaremos el pasado doloroso
carbonizaremos el árido tiempo
de años de paz.
Enemiga mía,
no tengas una piedad
que no es.
Quiero perder contra ti
una batalla
que tampoco es.
Sucumbir ante ti,
mi bella enemiga,
en una trinchera del amor.
En tierra nuestra
y de nadie.
Iconoclasta
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario