Rogaría a todas las fuerzas del universo porque se te muriera entre los brazos ese cabrón.
Pero no soy un hombre de fe.
Soy sólo un loco romántico a veces iluso, a veces con la polla dura; muchas veces, no es por alardear.
Cada día, cada segundo, en cada instante desearía que se le secara la sangre en las venas cuando su pene bombea en ti. Que se convirtiera en cadáver cuando te jode, cuando te folla.
Cuando se la mamas.
Que se muera con el corazón roto en tres pedazos cuando te llevas su pene a la boca.
Que muera cuando nazca su hijo; cuando de tu coño salga la vida. Que la muerte se lo lleve al infierno si existiera semejante cosa.
Que se pudra ese cabrón.
Que se pudra ante ti, en ti.
Sé que no moriría jamás por obra y gracia de algún genio que me ha salido por el pijo al frotarme la polla y al que le he pedido un deseo, no caería esa breva en mi jardín.
Los hombres prácticos somos pesimistas por sistema. Y no divagamos demasiado en mundos de onírica fantasía. Sólo nos masturbamos por un exceso de testosterona. Eso dicen los médicos, a mí me da igual, sólo quiero que te jodas.
No soy ese hijo puta cobarde y falso que a pesar de no ser querido, conserva todo su amor celestial intacto y quiere tu felicidad por encima de su propia vida. Deseo tocarme la polla con violencia ante el llanto de tu desesperación. Ese es mi único deseo.
Es un poco enfermizo, demuestra que algo huele a podrido en Dinamarca, lo asumo.
Tengo el capullo tan hinchado, tengo tan presente tus pechos en mi boca, que aún me masturbo a pesar de que en mis oídos resuena esa última frase que dijiste: “Ya no es lo mismo, espero algo más y tú no me lo puedes dar”.
Si mi semen fuera ácido, me correría en la boca de tu amante, lo envenenaría, le quemaría hasta el ánimo si pudiera.
Su boca sería mi cenicero. Que risa más tonta me ha dado la imagen. Así no hay quien sea malo, se me pierde este oscuro carisma entre risitas adolescentes.
Llámame celoso si así lo quieres; pero no odio a tu amante. Quiero masturbarme ante tu rostro sucio de rímel corrido; negras rayas de pena ante el cadáver que aún está clavado en tu coño hambriento.
Es hermoso el rostro de la pena. En el fondo soy un vate despojado de amor y trágico en su pesar. Un triste payaso, un augusto de labios ensangrentados.
Deseo tu pena, deseo el movimiento obsceno de tus tetas cuando lloras; cuando se agitan, mi mente sólo desea clavar los dedos en ellas, erizar los pezones hasta sentirlos duros. Tan duros que cuando los chupe, gimas perversa.
Mi cuerpo también lo desea. Al final soy como la santísima trinidad; pero en porno: mente, cuerpo y polla.
Deseo que gimas de placer llorando por tu amor muerto. Quiero ser la parte más sucia de tu psique, lo más recóndito. Lo más pútrido, el que folla la pena, el que se masturba con el cadáver, el que odia con la misma pasión con la que ama.
Soy animal y luego, cuando he follado, cuando he soltado mi leche en tu rostro anegado de lágrimas, soy hombre y puedo escribir estas cosas con la frialdad de mi semen mojándome los testículos, goteando de mi pijo entre los pies. Disfrutando de tus lágrimas, de tu miedo.
Jamás seremos amigos, no puede haber amistad ni buenos deseos cuando ya no puedo tener el coño que tanto he penetrado y apresado en mi puño crispado.
Sin embargo, sé que no hay justicia; sé que serás feliz, sé que tienes en tu vientre a su puto hijo desarrollándose. Sé que no moriría jamás ese cabrón por una justicia divina, ni por mi deseo irracional de que te derrumbes ante su cadáver. Dios no existe ni existen poéticos hados.
Es todo una mierda, como tu coño cuando se llenaba de él.
Y nadie muere por causas mágicas ni divinas, soy celoso; pero no imbécil.
Así que aquí tienes su cabeza; le he cortado los párpados para que puedas ver cuanto pánico había en su mirada momentos antes de morir.
Ojalá pudiera verte gritar y llorar ante la cabeza que habrá caído a tus pies. Ojalá pudiera estar cerca para darte una patada en la tripa y matar la vida que llevas dentro.
Me da igual que estés dentro del periodo legal para el aborto, no soy un hombre socialmente integrado.
Deseo que tu pena sea inmensa. Cada vez que mires a tu hijo, que veas la cabeza cortada del hombre que amabas.
Si estuviera ante ti, te acariciaría los pezones como te gustaba, con descaro ante el mundo; mientras lloras por el perro muerto.
¿Seguro que un día no te tocarás excitada leyendo esta carta? Con el tiempo, buenos y malos nos hacemos deliciosamente perversos.
Avisa a la poli, llama a quien quieras; ya no me verás jamás. No habrá cárcel para mí, estoy muy lejos. No me interesa tu muerte, sólo tu pena. Soy libre y ya me siento tranquilo.
No hay justicia ni para ti ni para mí; es lo maravilloso de este mundo de mierda.
Es curiosa la felicidad, la tuya era mi desgracia y la mía tu dolor.
Así no hay quien folle. No se puede uno relajar ante tantas antítesis enfrentadas.
Ojalá sufras toda tu vida.
Te quería.
Que te jodan.
P.D.: Ya empiezo a sentir indiferencia por tu dolor. Lo tendría que haber hecho antes, ése ha sido mi fallo. Lamento que hayas sido feliz en algún instante.
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