SEGURIDAD
LABORAL
En la fábrica de condones la vida transcurre monótona, mediocre y tranquila. Con esto quiero decir que tranquilamente soporto la presión, los nervios y las angustias de los grandes dinosaurios que dominan la empresa; el cotarro.
La pocilga... Es que soy un poeta acabado, este lirismo mío me lleva a paisajes de ensueño y no puedo dejar de sujetar fírmemente mi pen...
Pero yo a mis pajas que para eso me pagan.
Esos dinosaurios son seres que cobran una cantidad irreverente de dinero, cosa que envidio sanamente porque es harto difícil en estos tiempos ganar tanto dinero haciendo menos que un futbolista. Y ya es decir lo máximo.
Sinceramente, es envidia. No obstante soy un analista nato, un observador. Y que nadie sonría complacido pensando en que soy un voyeur, un mirón. No soy un desviado.
Cada 10 eyaculaciones acostumbro a fumar 1 cigarro o 15 para descansar durante unos minutos. Es que se ve que la peña folla mucho y se venden condones a espuertas y no paro en el control de calidad. La humanidad se ha vuelto tremendamente promiscua y el parque de maricas ha subido una bestialidad, porque según encuestas, gastan más ellos en condones que Mesalina en esclavos. Los muy ligones y desinhibidos...
Pues en una salida de esas mías para fumar; porque tienen prohibido fumar en la sala de pajas. Resulta que intentan que nadie pierda demasiados minutos fumando escudándose en nombre de la salud del trabajador pero; ni por eso se sustenta esa prohibición; se trata simplemente de una conducta mimética de lo que hacen los Establos Unidos. Los países más miserables se trazan metas sencillas para emular a las grandes potencias; pues la empresa también ha entrado en ese juego. Somos los paletos de la comunidad europea.
Hay gente que sufre
como si me tirara a su
mujer o a su hija cada
vez que enciendo un
cigarro. Bueno,
también sienten
envidia de mi
polla. Pero yo sigo
fumando, me la pela.
Cuando asimilé la idea de que alguien pudiera trabajar con chaleco salvavidas en el borde de una piscina con herramientas eléctricas en las manos; asimilé también que no están en una atmósfera de gravedad 0; simplemente es que no se podían mover bien. Sus movimientos eran lentos y torpes.
Me fumé cuatro cigarros sin darme cuenta, distraído perdido por aquella feria de color y coreografía lunar. Incluso oí risas de otros malditos fumadores. Alguien sacó fotos y dijo: "Esto vale una pasta".
Los operarios no estaban felices, irradiaban unas ondas alfa negativas que te cagas, moragas. Así que cuando a uno de ellos se le cayó el destornillador al fondo de la piscina, a mí ni se me ocurrió exhibir la mejor de mis sonrisas que pugnaba por salir estentóreamente la muy insensible.
El operario enchalecado y fosforescente me pregunta: "Sr. Iconoclasta, ¿no tendrá una cuerda con un imán para coger un destornillador que se me ha caído en la piscina".
Yo me lo quedé mirando, analizando profundamente aquel discurso. Pensando en cómo coño, se le había ocurrido pedirme eso. Posiblemente me vio cara de fumador que tiene una cuerda con un imán. Sí, a mi también me parece inverosímil pero; ya se sabe que la realidad supera a la ficción siempre para mal. Así que le puse en la mano un condón que tenía en el bolsillo, precisamente el de la última corrida; me había olvidado de meterlo otra vez en su estuche. Mientras sostenía anonadado en la palma de su mano la cremosa goma, le dije: "Imán no tengo, pero si quieres puedes pegarle el chicle que tienes en la boca a ver si así se engancha al mango". Dicho esto, mientras el hombre me miraba asombrado, epatado por mi respuesta ágil, rápida e ingeniosa; apareció un técnico de seguridad que llevaba en la mano otro chaleco salvavidas.
-¿A que ahora si te encuentras seguro?- le preguntó orgulloso y pagado de si mismo al operario que sudaba copiosamente. - Tengo otro para que te lo pongas encima de ése; así si te caes, flotarás más.
Mientras le decía esto, me miraron un poco tensos porque de forma instintiva me estaba rascando la polla distraído. Tantas pajas me habían irritado un poco.
- ¿No tendrás un guante de seguridad para mí? Toca, mira como tengo el pene de inflamado.- le dije aprovechando su presencia.
- No te preocupes, Iconoclasta; buscaré en internet algo que sea lo adecuado y con etiqueta de la CE. Recuérdamelo luego.
Le colocó al operario el chaleco encima y le hizo firmar un papel conforme si se ahogaba, la responsabilidad por negligencia recaería en su mujer que está en casa en una silla de ruedas, y sobre su hijo de 6 años. Y yo me fui al servicio médico para que la doctora me diera unas friegas con pomada hidratante en el pene. Hasta me dio un beso en el glande con cariño. Con lengua...
Pero está visto que hay días en el que uno está predispuesto a vivir situaciones extrañas y anormales. En mi camino de vuelta a la sala de pajas, debo pasar frente al depósito de vaselina pura. No pude evitar oír una conversación que podría haber pasado a los anales de Barrio Sésamo si hubiera rondado por allí cerca la rana Gustavo, que precisamente la semana pasada estuvo entrevistándome, para informar al mundo entero sobre mi desmesurada resistencia sexual.
- ¿Cómo puede ese hombre subir a la escalera de mano, abrir un grifo y sostener el frasco de muestras para analizar? - esta pregunta la hacía una técnica de laboratorio que sufría de fobias por el esfuerzo físico.
El técnico de seguridad laboral asentía con la cabeza, evidentemente preocupado. Así que les cogí de las manos el frasco de muestras, subí los 3 escalones de la escalera, abrí el grifo, dejé que se llenara de vaselina y lo cerré una vez lleno.
- Y si queréis me la pelo aquí mismo. -es que no tengo paciencia y la verdad, las bombillas de mi casa las cambio yo solito.
El técnico de seguridad me dijo:- ¿Has realizado algún cursillo de formación para usar escaleras?
- ¿Y tú quieres que pruebe con tu esfínter el nuevo modelo de condón Intruder-Hard?
Y se quedó callado como un puta. Miré a la técnica y ésta quedó pensativa, meditando sobre la posibilidad de sentirse llena de mí. Y volví a la sala de pajas un poco harto de tantas estupideces. Nadie podía imaginar que volvería a vivir otro absurdo parecido.
Aquel día pasará a la historia del esperpento.
Y fue entonces cuando en mitad de unas de mis pruebas, entró un pescador de alta mar con su chubasquero, botas de agua y guantes de goma.
"No pienso comprarle un kilo de boquerones por muy frescos que sean", medité profundamente.
- ¿Puedo tomar una muestra del agua de la pica?- preguntó tímidamente. - ¿Y por qué el equipo de pescador?
- Para evitar salpicaduras; el técnico de seguridad ha dicho que es obligatorio, se ve que algunos grifos salpican y no está permitido mojarse. Mojarse conlleva riesgo de enfermedad.
Se notaba que se sentía humillado al dar ese tipo de explicaciones, al vestir de esa forma extraña. Pero yo estaba más por mi trabajo.
- Pues no te acerques mucho a mi porque ahora mismo me voy a correr y hay condones defectuosos que forman el gran cristo cuando revientan. Han acelerado la producción y ha bajado la calidad.
- Oye, ¿te pones impermeable en tu casa al lavar los platos? -le pregunté con sarcasmo.
El muy maleducado no me quiso contestar. Se limitó a mirarme con cierta ira y a llenar un frasco de muestras de 500 ml. Suerte que llevaba impermeable porque aquellas gotas de agua, aquellas dos que salpicaron del caño del grifo fueron a estrellarse justo en las mangas de su impermeable. Hay cosas por las que vale la pena invertir en seguridad. Yo ya me estaba corriendo. El condón se rompió. El técnico de aguas estaba agachado en cuclillas escribiendo los datos de la muestra tomada. Sin guantes, claro. La andanada de semen voló 2 m. por el aire y se estrelló en sus manos.
- ¡AAAHHHHHHH! -gritó el muy escandaloso.
Se incorporó y comenzó a frotarse las manos histérico bajo el grifo de la pica. Se salpicó la cara, el pecho, el suelo, el espejo y a mí con la furia con que se frotaba. Y no cesaba de llorar, se sentía humillado y ultrajado. En tanto que el muestreador se frotaba las manos y lloraba; a través de las ventanas de mi departamento que dan a un pasillo interior de la fábrica, me quedé pasmado ante otra aparición. Me encendí un cigarro distraído y apenas hice caso de la mirada reprobadora del director de la fábrica. Un operario de limpieza se dirigía a la piscina para hacer tareas de limpieza. Llevaba colocadas unas gafas de buzo, un tubo respirador y unas aletas en los pies. En las manos llevaba una escoba y un recogedor. El técnico de seguridad iba tras él con un chaleco salvavidas.
- Pero si tengo que limpiar el F-O-N-D-O.- le decía desesperado el operario.
Yo ya tenía la polla dura y estaba pensando en cascármela otra vez y no hacer más caso, cuando oí:
- ¡Me cago en Dios! estoy hasta los putos huevos.
Se trataba del gordo de mantenimiento, vestía un traje plateado antitérmico y escafandra. Una mujer le hacía fotos y él se toco ante ella de forma vulgar y obscena los genitales. Golpeé a los vidrios para llamar su atención, y salí a la puerta para preguntarle.
Justo cuando la abrí el muestreador salió raudo y llorando por ella.
- ¿Ha ocurrido algo, Pablo?- le pregunté con temor a que hubiera ocurrido un accidente.
La verdad es que no sentía temor alguno, era simple morbo.
- No ha pasado nada. He de ir a encender la calefacción y como el cocinero el otro día se quemó las cejas con vapor porque se salió la goma de la olla a presión, ahora están tocando las pelotas con el asunto de la seguridad. La cuestión es joder.Y para apretar el pulsador me han obligado a vestirme así. Pues conectaré la calefacción cuando las mujeres tengan los pezones duros por el frío. Que se jodan. Cuando me quite este disfraz bajo y me hago unas pajas contigo ¿vale?
- Vale.- le respondí complacido.
Y así transcurrió un día dedicado a la seguridad laboral; un día feliz y tranquilo. Seguro como pocos.
Incluso el operario que manejaba la cizalla hidraúlica de 15 toneladas seguía pasando las manos bajo la cuchilla que descendía lenta, para cuadrar bien algunas hojas de cartones que se movían en el último momento. Incluso se metía hasta la cintura cuando no llegaba a una esquina. Como toda la vida. Al menos en algún rincón alguien respiraba la tranquilidad y serenidad de un trabajo cotidiano y seguro. Porque llevaba una máscara de protección para evitar respirar las partículas de cartón que flotaban invisibles en el aire.
En fín, me voy a hacer otra paja antes de que me pongan protección antiabrasiva en la polla.
Buen sexo.
Iconoclasta, 5-2-05.
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