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4 de enero de 2008

El puente


El puente está tendido en el aire y no sé donde se sujeta, no sé donde acaban los tirantes de acero que suben hasta el cielo ni veo donde se asientan los pilares.

Abajo sólo hay vacío y arriba también.
Es de tal magnitud el vacío, que la zozobra se instala atenazándome el ánimo y provocando un temor profundo.

Atávico.

¿Quién ha podido crear semejante construcción en esta nada? ¿Qué fin tiene? ¿Cuál es su origen?

Y está roto, estoy en el borde y más abajo continúa hacia un horizonte invisible, como si el blanco, o la transparencia del aire se lo tragara a millones de kilómetros.
Y… ¿Por qué salta la gente los seis metros de altura que hay desde aquí hasta la estrecha pasarela inferior? Es tan escasa...

Caen con fuerza, se quejan, se levantan y algunos siguen caminando cojeando.
Siento angustia, horror a saltar y caer fuera de la estrecha pasarela. Porque si caigo, agonizaré eternamente.

Saltar es un camino sin retorno.
Una vez haya bajado, no podré subir.

Y tras de mí, se extiende igual hasta ser engullido por la luz.
Saltan con total tranquilidad, tienen que saber adonde van. Deben saber algo sobre el puente porque no dudan.

Yo no sé que hago aquí, no importa. No es importante, porque todo lo ocupa mi temor, mi naúsea.
No se mueve el aire, no hace frío ni calor.
Sólo se instala un terror en mi caja torácica, es una presión que apenas me permite respirar.

Pasan por mi lado, algunos me rozan y saltan.

Y no hay ruido, es un mundo sordo.

Es tenebroso en la total y deslumbrante claridad de la indiferencia y la asepsia.

No siento hambre ni sed.

Y así, la muerte es peor que todo lo que nunca imaginé que podría ser.

Odio los puentes, siempre los he odiado porque llevan inevitablemente a la otra orilla, al otro lado. Y no hay más camino, no hay más sorpresa que un traspiés, que una barandilla rota o una caída sin fin.
El temor se esfuma, puedo respirar mejor.

Continúan: saltan, caen, se rompen, se levantan y caminan con las piernas deformes.

Un paso más.

Si no salto no avanzo.

Salto.

No hay angustia, no hay miedo y cojear no duele.

¿Por qué está parado ese hombre? ¿Por qué no salta? ¿De qué tiene miedo?

A veces tengo la sensación de haber vivido antes este instante.

Salto con la sensación de que el hombre está aterrorizado mirando al ¿cielo? ¿al vacío? A la nada.

Salto.

Todo es puente, y un puente se ha de cruzar. No hay nada más que hacer, que pensar.


Iconoclasta

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