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25 de septiembre de 2005

El follador invisible

Cuando uno es invisible, lo tiene todo. Cuando uno es invisible no necesita el puto dinero. No necesita una mierda de coche, ni siquiera una casa.Ni ropa.
Mis sentimientos se han hecho tan invisibles como yo, y mi única emoción se halla en la punta de mi invisible pijo.
No, no soy un hombre invisible. Soy un salvaje animal invisible que hace lo que quiere con quien quiere.
Y ésta no quería.
Pero yo sí.

Adoro este extraordinario poder, y el placer que obtengo de él.
Me hice invisible...


Si ahora vierais la violación a la que someto a esta ama de casa... A esta maciza la he seguido desde el super; me he colado con ellas en su piso. Su hija está en la habitación con el puto lector MP3 en las orejas a toda hostia.
Pues que vaya con cuidado, no le vaya a reventar su adolescente culo. Si vierais su coño abierto, su agujero negro y sometido a mi pene duro. Seguro que si me pudiera ver la polla sudaría sangre de la presión que hay en el pijo.
Echo de menos ver mi polla entrando y saliendo de un coño reseco y áspero a veces. Otras consigo que chorreen como fuentes.
La embisto con tal fuerza en el mármol de la cocina que de su cabeza mana la sangre al golpearla contra el armario...

Me hicieron invisible en un accidente de tráfico; un hombre con un aliento atroz se acercó a mí e insufló aire en mis pulmones anegados en sangre.
Había una mujer, lo recuerdo.

-Maldícelo mi Dama Oscura, haz invisible a este primate que no sabe conducir. Que nadie le vea y que hasta él mismo se olvide de cómo fue algún día.

Y me hizo una mamada mientras yo escupía sangre por la boca entre los retorcidos hierros del coche.
El hombre, durante mi corrida, rasgó mi cuello con un cuchillo y me sentí morir.
Cuando desperté, me encontraba tirado en la cuneta, no me veía a mi mismo, pero era sólido.
Eso es todo.

-Dios mío, estoy loca... -dice la mujer con los ojos extraviados por el pánico.
-Calla puta.-le suspiro al oído pellizcando sus pezones con fuerza.
-¿Quién eres?.- pregunta mirando a la nevera.

Ella intenta zafarse de esta fuerza que no comprende y tampoco comprende como el cuchillo vuela por el aire y corta su blusa en jirones para que sus pechos puedan ser mordidos por mi boca ansiosa.
Y cuando le sangran ya los pezones, le doy la vuelta.
Su cogote está empapado en sangre y yo paseo mis dedos por esa brecha. Y meto mi polla en su estrecho culo, la rasgo, siento en mi pijo toda esa sangre y el ruido de un pequeño músculo abrirse de golpe.
Cierra los puños encima del mármol desesperada; ahogando el grito de su mente confusa; piensa en su hija y en su propia locura.
Por eso se guarda todo el dolor.
Estoy a punto de correrme, ahora si...
Y con el mazo del mortero le asesto un fuerte golpe justo encima del cráneo en la vertical.
Y es como un robot, tras el hundimiento del cráneo sus piernas y su cintura comienzan a convulsionarse como en un ataque de epilepsia. Y mi polla apresada en su culo es sometida a toda esa agitación.
Ni siquiera mi semen resbaladizo es capaz de desclavarme de ella mientras muere agitándose.
Cuando queda inerte arranco mi polla de aquel agujero y acabo de sacudirme la leche en el cuerpo tendido en el suelo.
Es genial ser invisible.
Tengo la polla tan dura aún...
Me dirijo a la habitación de la hija y con cuidado abro la puerta.
Está tumbada en la cama, boca abajo y hablando por teléfono; bajo la falda hay unas braguitas blancas, transparentes y comestibles por las cuales sobresale vello negro.
Así que no le doy tiempo ni a respirar.
Mi polla aún está cremosa de semen, no tengo ganas de follar, sólo de joder.
Y le arranco la falda y las bragas manteniendo su cara presionada contra el colchón.
Y hundo en su culo mi polla un par de veces.
Cuando saco el pene, mantengo la presión de la mano en su cabeza y miro ensimismado cómo de su ano, que mantengo abierto con los dedos de mi otra mano, mana la sangre. De cómo un bulto de carne, una especie de ampolla cárnica sale por su rasgado esfínter. De su herniado ano.
Grita y llora. Siento como ha echado hasta los mocos por la nariz cuando ha sentido petar su culo.
Ella y su amiga me sonríen con las caras muy juntas desde el marco de una foto, con un estúpido peluche entre ambas.
Adolescentes... No saben que no todo es amor y buen rollo.
No saben lo doloroso que puede ser el sexo; y eso me pone.
Me largo.
Buscaré más.
Hay mujeres a patadas. Incluso hombres que me pueden servir para mis juegos.


Iconoclasta

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