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31 de agosto de 2005

Una obra maestra

Malo y malo y malo.


No soy sólo un instrumento sexual, el Dios Polla. A veces soy el Némesis romántico de las doncellas en peligro. Soy gracioso en algún momento, e ingenioso. Refrescantemente obsceno.
Y otras soy la miseria que no cesa.
Loco como una puta cabra porque meto los dedos en mi podrida mente para sacar una mano lacerada por ideas de dolores, odios y penas.
Ideas peligrosas.



Pretendo crear mi gran obra maestra, el final del final. Hacer sentir mi miseria al que lee. Que sienta suficiente rechazo.
No pienso balancearme en el amor, en la amistad, en cariños y admiraciones. Eso no golpea suficiente. No hay nada como ver al ignorante ejerciendo su propia miseria; siempre encoge el corazón la miseria humana. Quien lee se siente llevado por el morbo de una mente que se autodestruye. Es hipnótico; la locura siempre impacta en el lector. A veces hay que ser cruel con uno mismo para ganar carisma.


Seguro que ahora alguno está leyendo esta mierda que he escrito con la boca abierta y diciendo "¡Caray Iconoclasta! eres bueno de verdad, casi que me voy a postrar a tus pies para adorarte". Ja.
Seguro... Estoy convencido.



Y la navaja acaricia las venas de las muñecas, su filo resbala y las manos se tensan en un dolor próximo.
Seré malo hasta el final, cuando mane la sangre no será por un miedo, no será por una depresión. Será para provocar el dolor de los que me aman. Que me vean muerto y sufran. Un final apoteósico para una vida plena de todo. Hay cosas que no deberían suceder. Hay cosas que no me gustan.
Pero mi sangre manará para mis pocos amados y queridos seres. Sólo para ellos, al resto nada, que son unos insensibles y unos tontos. Superficiales como el césped artificial de un campo de fútbol hortera y lleno de carne hasta el asco.


A lo mejor me río mientras escribo esto. Nadie puede imaginar al loco escribir, desgranar una tras otras sus descerebradas ideas, peligrosas y purulentas para el bienestar mental, llagas infectadas de un cerebro enfermo.
No sabéis lo que duele escribir así pero; soy un tío macho y valiente. Soporto el dolor con cinismo. Incluso puede que no haya dolor y sea así de chulo escribiendo de mis podridas ideas. Puede incluso que mi pensamiento atroz no tenga límites salvo por el que ahora marca este filo agudo e indoloro de la navaja.


Dicen los psiquiatras que los seres tan carentes de escrúpulos como yo buscan su propio final, buscan morir; es un sistema de defensa generalizado en el hombre; algún mensaje genético que dice: "has llegado hasta aquí, no debes seguir haciendo daño, ahora me coges la navaja y te cortas las venas para proteger a la especie humana de ti mismo".
Algo así de sencillo. Tan sencillo como este dolor que he sentido al seccionar el tendón.
Me cago en la puta; ha dolido de cojones el corte.


Mi hijo piensa que soy bueno... Pobre hijo.
Si yo tuviera el más mínimo escrúpulo, la sangre de mis venas debería recogerla en un cubo para no ensuciar todo esto y evitar la dantesca escena a mi familia, a queridos y amados extraños.
Y no puedo evitar ser igual de malo que al escribir, tengo que impactar, no me basta que me encuentren muerto; el decorado debe ser perfecto. Que la sangre corra caiga dulcemente al suelo de mi mano deformada.


La obra maestra de un malo; de un malo que no tiene en cuenta lo bueno. Sólo pretende impactar. Ser poderoso en su enfermedad.
Hasta su último aliento.

Que la sangre sea el telón; un terciopelo rojo sangriento ocultando mi gordo cadáver.


Iconoclasta

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