Iconoclasta, provocación y otras utilidades para escapar del negro abismo del agobio.
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22 de noviembre de 2017
Comunicación en redes sociales: propuestas y análisis
La comunicación, la que se ejerce simplemente por hacerse notar, sin ningún mensaje claro y ameno que transmitir; conduce al empobrecimiento del lenguaje y con ello, más analfabetos al poder de una forma totalmente indiscriminada y peligrosa.
No se deberían vender teléfonos con teclado alfanumérico a cualquiera, es malo. Debería haber versiones potentes y completamente multimedia, pero sin teclado, solo un menú para elegir emoticonos, monosílabos y palabras sencillas de uso habitual con un máximo de cuatro letras.
Con eso sobra y basta para las funciones de redes sociales y mensajería.
Algo así como la democracia y el voto: cada cual elige una papeleta sin saber que significa. Es cuestión de azar y que esté en el lugar adecuado.
Porque la claridad y precisión de la expresión escrita no admite analfabetismo disfrazado de anarquía esnobista; ya existe el tam-tam africano si alguien quiere ser ácrata de mierda expresándose.
Tiene que haber claridad en el mensaje para definir con precisión la verdad, y lo que es más importante y a mí me interesa más: la mentira.
Sin claridad, sin conocer el código de escritura, no se puede mentir bien.
A mí no me preocupa; pero a los que ignoran su analfabetismo, debería preocuparles mucho.
Más soluciones para los que tienen ansias de escribir por puro aburrimiento y no saben una mierda: los investigadores usan con los monos unos pizarrones en los que hay dibujados plátanos, pelotas, cuerdas, agua, etc…
Este mismo sistema cumpliría a la perfección su cometido comunicativo en Twiter, Facebook, Instagram, etc… Debería implementarse como opción en una barra de herramientas, accesible para los simi… usuarios.
Y en cuatro días, todos lo usarían con gran jolgorio. Un éxito brutal.
También existe la tortura física (la psicológica no serviría de nada, ya que hay poca psique) como medida correctora. Alguien con las uñas arrancadas en vivo, sin anestesia y sin higiene, no siente especiales ganas de teclear sus analfabetismos.
Recordemos que por mucho menos, se quemaba (no, no me he equivocado; no se escribe “kemava”, genios) a un judío en el siglo pasado.
Iconoclasta
Etiquetas:
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Pablo López Albadalejo,
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