La horizontalidad es el descanso total, ya sea
metáfora o realidad inamovible. No se puede descansar de pie, y los que lo
hacen simplemente vegetan, han perdido la conciencia en ese estado; pero no
descansan. O son idiotas o les ha dado
un pasmo.
La horizontalidad es una característica de los
celulares, al girarlos ellos solos se acuestan y se relajan dejando ver sus
letras y fotos más grandes, no tan prietas como cuando están en plena verticalidad.
Y por ende, también nos relajan a nosotros.
La horizontalidad es descanso y muerte
(descanso eterno para los románticos empedernidos).
Hay seres humanos que en cuanto adoptan la
posición horizontal, cambian completamente de carácter y comportamiento. Sufren
mucho, porque es imposible que puedan ver una película entera sentados en el
sillón, en posición semihorizontal, de la misma forma que el motorola no sabe
si horizontalizarse o verticalizarse en esa ambigua postura y es irritante
observarlo cambiar de sentido repetida y aleatoriamente como si tuviera un
ataque de autismo. Que nadie se piense que hemos llegado a la cima del avance
tecnológico en smartphones.
Los teléfonos móviles son seres inanimados y
ahí acaban los beneficios de la horizontalidad; pero en los seres humanos, la
cosa se complica mucho más.
La horizontalidad es un medio de relajación
necesario para la buena salud intestinal.
Cuando los seres humanos se tienden en la cama
horizontalizándose por fin, el sistema digestivo se relaja, tan rápidamente
como el motorola cambia la pantalla.
En la oscuridad, acostado boca arriba, se
observa atentamente la lámpara del techo, con embelesamiento, esperando el
fogonazo de luz que periódicamente lanza el defectuoso foco de bajo consumo. Y
como si de una reacción epiléptica se tratara, los intestinos se distienden y
los gases se expanden lo que la verticalidad del día no les ha permitido.
Los pedos de la horizontalidad están exentos
de vergüenza, decoro o cualquier otro escrúpulo.
En cuanto giras el celular...
El pedo de la horizontalidad es añejo, ha
estado fermentando todo el día.
Puedes envolver a tu esposa en forma de taco
árabe cosiendo los extremos, es inútil: todo ese chile, la leche de alpiste, el
queso de cacahuete y magnas cantidades de lechuga y mixiote, se filtrarán entre
la estructura molecular del tanga, el pijama, la sábana, la manta, la colcha y
el edredón para recrear inmisericordemente el aroma que se respira en los
palacios presidenciales de todos los países: mierda en el estado más puro y
duradero.
No puede un humano respirar bajo el agua y
tampoco puede aguantar sin respirar más de 14 minutos (eso si eres un recordman
mundial de apnea, porque si no, a los 1 minutos 30 segundos, ya estás
expulsando mocos por nariz y boca). Los pedos de la horizontalidad se mantienen
en el aire como manteca flotante en un tiempo que oscila entre los 12 minutos
31 segundos a los 16 minutos 58 segundos
3 décimas.
Lo he medido, tengo una tabla de promedios y
tiempos y lo he experimentado. No hay discusión, es matemático.
Cuando todo ese gas se ha expandido, desearías
ser asmático y tener el nebulizador muy lejos, a unos 11, 45 Km. de distancia
concretamente y así ni corriendo puedas abrir los bronquios y alveolos para
respirar.
No tengo claro aún el porqué una persona
marcadamente habladora, que ni bajo el agua puede callar, en cuanto se coloca
en estado horizontal, adolece de afasia.
No puedo discernir si el origen se encuentra
directamente en la desconexión funcional por medio de ese chip de la horizontalidad
que hay en esos cerebros o se debe a la repentina suelta intestinal, como un
efecto colateral a esa relajación.
He sopesado también la posibilidad a que se
origine una temporal lesión en la corteza cerebral debido al desplazamiento de
oxígeno por el metano intestinal y de ahí la pérdida del habla.
Aún así, la horizontalidad, a pesar de esos
graves inconvenientes, es necesaria para la salud mental y física de los
humanos. De la misma forma que el cigarro se enciende de forma automática
cuando voy a cagar por las mañanas.
Y cuando las horas de horizontalidad llegan a
su fin, como un reloj vil y cruel, se sueltan dos pedos largos y sonoros a modo
de sofisticada alarma despertadora. Ya no huelen tanto como los de la noche,
porque al fin y al cabo, no se come durmiendo; pero no deja de ser alarmante
para el olfato ya resabiado que se pone en guardia ante lo que ha padecido en
los primeros minutos de la noche.
Los intestinos, al igual que los celulares, se
adaptan a su entorno y posición independientemente del tiempo. Y la prueba es
que mientras hay verticalidad, aunque se lleven ya varias decenas de horas sin
dormir, no afectan esos pedos a la hora de tomar copas y copas.
Aunque siempre hay excepciones y está el
listillo capaz de relajar sus intestinos de forma vertical (aunque le cueste) y
expeler una sonora ventosidad a través de las rejas de una ventana a la gente
que duerme apaciblemente en el fraccionamiento.
Buen sexo y feliz horizontalidad, capullos.
Iconoclasta