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23 de abril de 2019

Sant Jordi, día del libro y la rosa


Crónica eterna e inmutable en el tiempo.
(Léase cada año sin perder actualidad)

Es un día especialmente molesto y peligroso.
Molesto porque quien no lee ni media página de literatura en todo el año, se convierte en un ávido lector y un intelectual radical en este día. Y son miles los que forman muralla ante los puestos de venta para comprar absolutamente nada e imposibilitar ver las portadas de los libros malos, vulgares y baratos que se venden hoy a precio de plata de ley con un cuantioso descuento mentiroso.
Peligroso porque los vendedores de rosas payos y gitanos, los estudiantes de escuelas e institutos y los mendigos te obligan con la hostilidad de una sonrisa paranoide y feliz a que compres una rosa, con la amenaza implícita en la mirada que dice: si no me la compras te meto el tallo espinoso en el culo con la bandera catalana y la espiga de trigo que decora la rosa incluidas
Rosas que cuestan como poco siete veces más que en cualquier otro día.
En lo que a mí respecta, no me molesta porque compro libros durante todo el año, no espero a fechas de casposas tradiciones mercantiles y por lo tanto no pierdo mi precioso tiempo delante de puestos llenos de culos que esconden libros. Cuando se retiren todos esos saldos de libros de Sant Jordi, dentro de dos o tres meses, compraré alguno que tengo en mente.
Y no tengo miedo a los injertos florales anales porque mi culo es hermético y de una sola vía: de salida. Hasta tal punto, que de pequeñito me tenían que administrar los supositorios por vía oral con un tenedorcito de postre.
Es decir, soy 100% macho.





Iconoclasta

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