Iconoclasta, provocación y otras utilidades para escapar del negro abismo del agobio.
1 de diciembre de 2011
666 y el filo de la navaja
Paso el dedo por el filo de la navaja…
Es infame la precisión con la que corta. La sangre se va de casa en cuanto abres la puerta. La sangre no ve la luz y está tan llena de vida… Qué injusto fue el Creador encerrándola en el cuerpo. Tantos glóbulos, tantas plaquetas, tantos anticuerpos. Las tripas…
La ponzoña está en la oscuridad, en mi corazón si tuviera.
YO no tengo sangre.
Y pienso en la libertad y en los miles de intestinos humanos que deberían correr hacia la luz.
¡Corred, corred! Desparramaos dulcemente, víboras ciegas y tontas. Naced del vientre y la sangre, de una placenta de dolor.
Deseo la libertad de las vísceras primates. Soy el Comandante Sangre de un camposanto que nadie quiere aún reconocer.
El final no está cerca, ni lejos; el final soy yo a cada segundo. Vuestras tripas serán libres.
El filo en la vagina de mi Dama Oscura es una amenaza que la excita, su clítoris se endurece a pesar del peligro insalvable. No le daré libertad, solo un placer que la esclavizará a mí. A mi polla desgarradora. Está condenada…
Vosotros no.
Soy vuestro líder revolucionario en contra de la dictadura de un Dios idiota y superfluo.
El filo de preciso corte de la navaja es el recto y sutil camino hacia la libertad. Y os haré libres a todos, sin excepción. Hombres, mujeres y niños desparramaréis vuestras tripas al son de un himno sin música.
Y resbalaré entre vuestros restos pisando esas serpientes repletas de inmundicia.
El filo… Lo infame es lo que tenéis dentro.
Adoro el lirismo… Soy bueno declamando.
Siempre sangriento: 666
Iconoclasta
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