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20 de enero de 2009

Queridos muertos

Demasiados sueños con los muertos. Son ellos los que no me dejan tranquilo. Se empeñan en vivir, en usar mi sangre y respirar por las noches en mi cerebro; y parece que no se dan cuenta de que murieron, de que un día los lloré.
No me atrevo a decirles lo muy muertos que están, no tengo porque ser cruel.
Daría lo que fuera por rozar su piel y sentir la calidez de su vida (su barba rasposa, mi piel de niño, manos fuertes y serenas que transmitían cariño sin escatimar, generosamente, naturalmente).
No se puede volver.
Vendería mi alma por cruzar una palabra con ellos; mientras tanto, los mantengo engañados en mi cabeza.
No se puede volver.
Aunque son diferentes: vivos no eran tan sarcásticos, divertidos y sexuales. No los quería tanto.
No sabía cuánto se podía querer, han tenido que morir para que yo lo supiera.
No soy una buena persona.
Y los muertos deberían ser más delicados con mi mente.
Puede que estén mejor muertos, enterrados los cuerpos.
Mis queridos muertos...


Iconoclasta

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