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13 de mayo de 2008

Tres tristes tigres

Tres tristes tigres triscaban trigo en un trigal.
No tiene gracia, no tenían porque estar los tigres en un patético trigal, ni para mezclarlo, ni para retozar en él.
Y sería normal, dado el caso, que estuvieran tristes. Los tigres no triscan, los tigres copulan con las tigresas y cazan y devoran animales y hombres.
¿Por qué coño tienen que estar en un asqueroso y aburrido trigal? ¿Por qué esa tristeza en un animal que debería ser y sentirse orgulloso?
Los rumiantes, los burros, las ovejas… Los mansos retozan y triscan el trigo con su deambular cansino. Ellos son tristes.
Es una burda mentira; los tigres no son tristes y jamás lo han sido. La gente inventa estas cosas para consolarse de su propia miseria. Cabrones.
Yo sí que soy más triste que el cadáver de un bebé.
Aunque más peligroso.
Un bebé al que le está devorando la cabeza un triste tigre.
Tal vez han confundido el pelaje ensangrentado de sus belfos con la tristeza. Son tan idiotas los hombres, que confunden ferocidad con aflicción. Los hombres no distinguen el cabello rubio ensangrentado de las espigas de trigo. La gente debería graduarse la vista más a menudo.
Tres tristes tigres triscan cabellos dorados como el trigo en un matadero.
Pesarosos sois vosotros; pobres y previsibles. Lo pervertís todo, queréis quitarle la belleza a lo salvaje porque vuestra vida es tan mediocre e insana, que enfermáis de ponzoñosa envidia por lo más genuino. Y es vuestra envidia lo único que os mantiene activos. Cabrones, cabrones, cabrones, cabrones…
Ni siquiera jodéis por méritos, jodéis porque pagáis y porque no tenéis donde elegir. Jodéis por suerte. La suerte de los idiotas.
Lo jodéis todo, joderíais a un pobre animal como joderíais a vuestro hijo en la cuna si vuestro Cristo de los tarados os lo pidiera. Malditos…
Si fuera Dios, vuestras cabezas se caerían mientras camináis tristes por vuestro territorio, os las arrancaría y las tiraría a una era llena de trigo y tigres.
Miles de tristes cerebros triscando trigo.
Tristes vosotros, mala gente que apesta el planeta.
¿Un tigre triste? Tristes fueron vuestros padres al follar, tristes os alimentaron y tristes murieron; por eso yacen unos cadáveres encima de otros y están pegados por podredumbre, grapados unos a otros por cintas de miles de gusanos que son felices.
Alguien tenía que ser feliz.
Tristes vuestros dioses de mierda, esos dioses que deciden con vuestra cobardía, quien devora a quien. Nadie decide por un tigre, el tigre se alimenta de trozos de carne en movimiento como vosotros. No comen carroña ni animales muertos. Vosotros sí, cada día.
Ninguno de esos tres tristes tigres obedecería a ningún amo ni Dios. Le arrancarían las cuerdas vocales de un zarpazo.
Hijos de puta, queréis joder a los tigres. Cazadlos y matadlos, pero no los imaginéis en un trigal, no los imaginéis tristes. Insultáis a los tigres, insultáis al planeta y provocáis que os descerraje un tiro en la cabeza con este preciso y potente Mauser de calibre 30-30.
La madre empuja un carrito de la compra tan lleno de bolsas y paquetes, que parece que va a volcar al girar por una de las calles del aparcamiento.
La niña camina con un peluche entre los brazos. La madre le grita algo y la pequeña, sobresaltada, corre hasta alcanzarla. Se detienen frente a una furgoneta familiar.
Esto es tristeza.
Le ruego a Dios si existe, que guíe mi bala por el camino de la verdad, que sea certera como certero es el tigre en su salto tras acechar a la presa.
Que la sangre corra y el trigo sea triscado por el labriego, no por un tigre. Que la presa muera y el cazador se alimente. Como siempre tuvo que ser. Algo verdadero, algo coherente. Algo de esperanza para mí.
Para los tigres…
Que así sea, amén.
Uno, dos… Y la cabeza de la niña revienta entre una nebulosa de sangre. Estoy tan lejos que la detonación de la bala no la ha podido escuchar nadie, se ha camuflado entre tanto ruido de gente y coches allá en la zona comercial. La madre tiene medio cuerpo dentro del maletero acomodando la compra y no podré disparar con rapidez antes de que se de cuenta de que su hija es un triste cadáver.
Cargo otra bala.
Tres tristes tigres…
El pequeño aún da un par de pasos cogido de la mano de su padre cuando la bala le destroza el corazón y desintegra el hombro izquierdo.
… triscan trigo…
El padre da media vuelta con rapidez y nuestros ojos se encuentran sin que él sea consciente que mira directamente a la muerte con los ojos ciegos. No ve nada, es el efecto devastador de la bala que le ha destrozado la espina dorsal a la altura de los omoplatos, el que le ha obligado a girarse de repente hacia mí. Un títere ya roto.
La muerte tiene caprichosas reacciones.
… en un trigal.
Aún queda otra bala para mí, otra bala que lleva una sonrisa dibujada. Nada de tristeza, no quisiera morir triste. No quiero triscar en un trigal.
El sabor del cañón es desagradable, tan desagradable como un trigal lleno de tigres tristes.
El gatillo es suave y su tacto terso, conforta mi ánimo.
Tres tristes tigres…
No. Los tigres no se suicidan ( y no soy tan valiente com ellos). Los tigres siguen devorando hasta que se les da caza, un elefante los parte en dos, o mueren de viejos con sus belfos canos.
Con el dorado pelaje ya marchito.



Desmonto el fusil, recojo los casquillos de las balas y con la mira telescópica en una mano y un cigarrillo en la otra, espío toda esa tristeza que ocurre casi cuatrocientos metros más allá. Hay tanta gente alrededor de los muertos que no los dejan pudrirse en paz.
Y no es tristeza, no hay tristeza cuando alguien es cazado, sólo miedo entre los que aún viven. Deberían tomar clase lenguaje de refuerzo. No es razonable confundir la tristeza con el miedo. Son cosas distintas y que nada tienen que ver.
Lo mismo que los tigres y el trigo.
Tres tristes tigres…
Cabrones, mis tigres no… Ellos sólo mueren, no son como nosotros.
Nunca serán tristes.
Odio los trabalenguas, nunca se me han dado bien.


Iconoclasta

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