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10 de octubre de 2007

El hereje Salvador Gaviota

Juan Salvador Gaviota es un relato de Richard Bach. Una parábola que rinde homenaje al individuo y humilla y ridiculiza el corporativismo, elitismo y el tan cacareado trabajo en equipo de hoy día.

Una gaviota decide hacer acrobacias y la bandada lo repudia por ser diferente, a grandes rasgos, claro.

Hoy día, esta fábula constituye una herejía. Los gobiernos están lavando el cerebro de la masa para anular al individuo y uniformar al pueblo. La globalización sólo es un reparto más equitativo de la pobreza en el planeta y el selecto círculo de ricos y poderosos se transforma en un oráculo de iluminados y dioses pervertidos.

Hoy día, ese gran Juan Salvador Gaviota sería multado, sancionado y privado de trabajo y casa por no formar parte activa de la manada, del rebaño. Si en el poético y trágico relato ya es metafóricamente crucificado el Salvador; en nuestra época, en estos momentos, sería simplemente acallado por alguna puta o chulo de los programas habituales de las televisiones y ni un solo graznido de su pico llegaría a nosotros.

Los medios de comunicación son hoy día, el brazo ejecutor de la represión del individuo. Lo que no había conseguido el oscuro comunismo soviético, lo están consiguiendo las grandes cadenas de comunicación siguiendo programas bien dictados por los gobiernos.

Sólo el individuo como tal y como unidad puede realizar logros importantes, los grandes compositores y científicos no se reunían en rebaños para que entre todos los borregos pudieran componer un aria o dar con una constante universal.

Incluso en los más banales detalles, el borreguismo y la uniformidad está presente para acabar con cualquier asomo de individualismo; y así, a la vulgar plebe, le plantean el debate sobre si sus hijos han de ir o no uniformados al colegio.

El trabajo en equipo, los logros que quieren del pueblo son medios para evitar que aparezcan libres pensadores que pongan de manifiesto que el hombre, en algunos casos, no es una res más, si no un individuo capaz de hacer lo mismo o mejor que hace el presidente, empresario o tirano de turno que gobierna hoy cualquier país .
Richard Bach adora al hombre porque el hombre inventó el avión.

Y adorar al hombre como unidad e individuo es precisamente odiar a la humanidad como manada. Y para un hombre así no puede ser difícil dejar caer una bomba sobre Hiroshima. Y es que esa acción misma, ese asesinato es un canto al individualismo. Sólo cabe un dedo en ese interruptor apocalíptico.

Y esta es la esquizofrenia de cualquier hombre que se reconozca como tal.

Es mi reflexión por una nueva lectura de este canto a la libertad, la valentía y la independencia. Un relato en el que la miseria y la estupidez de la humanidad aplasta la gloria del hombre como ser único e independiente.

Richard Bach, escribió llevado por su pasión por volar, yo lo leo con la vehemencia del terror a formar parte de un todo con vosotros. Es mi pesadilla.
Richard Bach nació en 1936 y es descendiente directo de Johann Sebastian Bach. Su pasión es el vuelo.
Hurra por Richard Bach y su Jonathan Livingstone Seagull.

Un pasaje del relato:


“Las gaviotas, como es bien sabido, nunca se atascan, nunca se detienen. Detenerse en medio del vuelo es para ellas vergüenza y es deshonor.
Pero Juan Salvador Gaviota, sin avergonzarse, y al extender otra vez sus alas en aquella temblorosa y ardua torsión -parando, parando, y atascándose de nuevo-, no era un pájaro cualquiera.
La mayoría de las gaviotas, no se molestan en aprender sino las normas de vuelo más elementales: cómo ir y volver entre playa y comida. Para la mayoría de las gaviotas, no es volar lo que importa, sino comer. Para esta gaviota, sin embargo, no era comer lo que le importaba, sino volar. Más que nada en el mundo, Juan Salvador Gaviota amaba volar.”



Iconoclasta

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