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8 de julio de 2008

666: Gays duros

No me sorprendo de nada, sólo paso el tiempo observando el comportamiento de los primates. Intento comprender que ocurre dentro de sus estúpidos cerebros.
Os odio.
Odio a todos los primates sea cual sea su raza o credo y muerdo sus vísceras cuando los he destripado.
En mi oscura y húmeda cueva, el televisor emitía imágenes de una celebración, los primates lo celebráis todo porque vuestra vida es tan miserable y vale tan poco que intentáis daros importancia como sea.
Que los primates maricas hagan sus fiestecitas con el culo al aire y los rabos y testículos bien marcados, es algo que miro con cierto aburrimiento; pero mi poderoso cerebro, al observar a esa piara de maricones danzar al ritmo de una samba tercermundista, se puso en funcionamiento cuando desfilaron los conocidos como gays duros. Primates con el rabo enfundado en cuero, pantalones abiertos de cuero negro, o shorts propios de puta, gorras, botas y adornos de estética nazi.
Si un nazi de verdad cogiera a una de estas nenazas, lo quemaría vivo. Quemaría su artificiosa piel tostada, su milimétrica barba afeitada al uno y les metería su propio bálano por el recto sin ningún tipo de cuidado.
Velludos, musculosos, tintados y varoniles. Todos van de rubio. Parecen hermanitos de una inmensa familia maricona.
Se cogían de la mano y se besaban los labios con ternura ante las cámaras. Me meé en mi sillón de piedra llevado por la emoción.
Mi Dama Oscura se bañó los pechos con mi ponzoñosa orina y gimió desesperada.
Me acerqué hasta el marica, agarré su cabello corto y me manchó la mano de amarillo, le clavé la aguja profundamente en el oído izquierdo y mi Dama Oscura tuvo que taparse los oídos por los irritantes sonidos que lanzaba.
Vaya, estoy divagando de nuevo, me he adelantado un poco.
Estos primates son más idiotas aún que la media, ¿es posible que rindan homenaje a su verdugo llevado por el instinto de la penetración anal tan enraizada en los pelos de sus culos?
Y a nadie se le escapa a estas alturas que Hitler es pederasta, y un desviado. Lo tengo continuamente gimiendo como un perro en celo, frente a una jaula con niños hambrientos para toda la eternidad.
He capado al subnormal. Y aún no entiendo (me refiero también a las aleatorias y caprichosas circunstancias que llevaron a semejante idiota al poder de Alemania) como un primate con tan poco cerebro y tan mediocre pudo montar el follón que montó y desatar la segunda guerra mundial. Su pequeñito y pálido pene se encuentra en la sala de los desviados de mi museo y es tan poquita cosa, que el ser sodomizado por el führer debía ser una delicatesen de esas que se disfrutan en los ratos de desidia.
Si ya de por sí, el endogámico Hitler es repelente, cuando estaba rodeado de sus oficiales de la SS y éstos se le corrían en la cara, daban ganas de cortarle los párpados con unas tijeras, cosa que hice de buen grado. Ahora no puede dormir.
Hitler se masturba día y noche en su celda viendo a los niños desnudos que agonizan y agonizarán de hambre por toda la eternidad hasta que mis genitales digan basta. El führer hacía pasar hambre a los judíos porque soñaba con sodomizar aquellos cuerpos agotados y esqueléticos. Quería que su apenas funcional pene, resaltara en un cuerpo y él sentirse un poco más poderoso. Hitler tenía el cerebro del tamaño de sus testículos. Ningún primate se sentiría orgulloso por ello.
Era un ser adorable si se le ponía una buena mordaza y se le estrangulaban los testículos con un alambre; hijo de primos-hermanos con patentes resultados consanguíneos, su afán era y es ser sodomizado por medio de la humillación.
Un subnormalito maravillosamente desviado…
Se imaginaba a sus SS de cuero negro abriéndole las nalgas y tratándolo como a un judío.
El tarado tenía también sus anhelos, sus fantasías.
Si os fijáis en los viejos documentales, cuando les daba las manos a los niños en sus baños de multitud, se ponía nervioso y el flequillo de esquizofrénico le caía por la frente al tiempo que su mano se crispaba en la cara del niño y en sus ojos se dibujaba el deseo de colocar al bebé en sus rodillas y…
Pues ahí tenéis a los velludos y machotes maricas de cuero negro, imaginándose que son guardias pretorianos de Hitler y obsequiándole con un ballet a lo Village People si pudieran viajar en el tiempo.
Y van de sensibles con sus manazas entrelazadas con ternura. Es para vomitar.
Me ponen furioso.
Hitler lo quemaba todo: judíos, gitanos, negros, polacos… Y los gays duros también serían pasto de hornos crematorios en su momento. Son idiotas con su fetichismo fascista.
Menos mal que los judíos han aprendido y matan y no perdonan. Me encanta su constante ira. Me gusta matar judíos poderosos y rabiosos, tiene más aliciente pelear contra los valientes que contra los cobardes. Porque de morir, no se librará ninguno de los dos.
Para vosotros el führer está muerto, y por eso los maricas le rinden pleitesía vistiendo sus mierdas de uniforme. Si sus culos estuvieran a mano del gran maricón, seguro que se iban a disfrazar de gallinas caponatas.

Ese mismo instante en el que las imágenes jocoso-festivas eran emitidas en directo desde Berlín, me vestí y clavé el cuchillo entre mis omoplatos y al igual que hace el marica de Dios, me presenté en aquel lugar con sólo desearlo. Mi Dama Oscura se abrazó a mi poderoso torso y vino conmigo.

—Me encantan los gays duros y varoniles que al final son unas nenazas de lo más tiernas. Con sus barbas milimétricamente cortadas, siento deseos de abrir mis voluptuosos muslos de zorra satánica y aplastar mi vulva desflorada, rascarme contra sus barbas —susurró mi Dama Oscura en mi oído para acrecentar mi ira.

Es una astuta.

—Me pica el coño, mi Dios.

Entre la multitud de gente que flanqueaba el desfile de maricas y tortilleras, habían niños que observaban aburridos las tetas, los culos y algún rabo de toda aquella carne danzarina y orgullosa. Supongo que a las crías de primates esto les aburre tanto como a mí me inspira el descuartizar sus cuerpos.
Son muy sensibles los gays duros, los pelos de sus sobacos lo claman al cielo.
Es extraño el fetichismo que se da la mano con la apología de los asesinos genocidas y aún así es bien vista por la sociedad.
¿No os parece que sois estúpidamente banales? ¿Y qué más da que os torture, mutile y descuartice a unos cuantos primates? El planeta seguiría existiendo sin vosotros.
Mi Dama Oscura seguía conjurando mi ira, sus labios que tan bien saben besar y mamar mi semen, ocupaban toda mi atención, la música del pasacalles maricón cesó y sólo escuché su voz suave, convincente. Voz de diosa sensual.

—Me pone, me parece hermoso ver esos dos grandes y peludos ejemplares de machos ir cogidos de la cintura —se refería a dos primates con gorras nazis y petos de cuero, uno de ellos llevaba las nalgas desnudas—. Quiero meterme entre ellos y convertirme en el relleno de un bocadillo, que me hagan sudar por los dos agujeros y que me hagan sangrar el ano, que me traten como los SS trataban a las judías.

Imaginé a mi Dama Oscura en un campo de concentración en estado de inanición, sus crestas ilíacas sobresaliendo desmesuradamente y su coño gordo y e hinchado por el hambre. E imaginé arrancarle los ojos y llenar su reseco coño. Y todo en mi mente se hizo sangre y polla y coño y culo y mierda…
Recordé las duchas de Zyclon B, del placer de oler las montañas de cadáveres sucios de cal viva en las enormes fosas y eso me llevó a concluir que todos aquellos primates que bailaban como subnormales, habían olvidado aquellos tiempos de grandeza para mí; debían experimentar el dolor y el terror para que sus mentes se abrieran a la historia. Sentí deseos de traerme al pederasta y maricón de Hitler de nuevo a la tierra, con sus párpados cortados. Sentí caliente el cuchillo clavado entre los omoplatos (no me gusta llevar funda; llevar enterrada el arma en el cuerpo me da también cierto encanto sado-fetichista), mordí los labios de mi Dama Oscura hasta hacerlos sangrar, y me uní al desfile de maricas.
Soy la memoria viva.
El alemán tiene una pronunciación dura y tosca; es chocante oírlo de boca de un primate que alardea de duro y sin embargo, tiene las hormonas tan alborotadas, que parece un niño atrapado en el cuerpo de un gigante; resumiendo: un deficiente mental.
Me coloqué a la altura de un primate musculado que caminaba y bailaba rígido como una estaca, el sentido del ritmo lo tenía embutido en lo más profundo de su próstata demasiado desarrollada. Si hubiera llegado a cumplir cinco años más, un cáncer lo hubiera podrido por dentro. Debía buscar a su novio a juzgar por las repetidas veces que miraba en torno suyo buscando algo.

—Hola Hércules; estoy muy caliente. ¿Estás sólo? —a mí me daba igual matarlo a él, a su novio, a sus padres, hermanos y primos; era una pregunta retórica.

Me observó desde su altura, me sacaba la cabeza y sus músculos estaban recubiertos de una capa de aceite que le daba un aspecto sudoroso, me miró con cierto desdén a la cara, sin embargo, cuando apreció la amplitud de mis hombros y el desmesurado desarrollo de los pectorales, que eran patentes bajo mi camisa de lino, me sonrió mostrando sus blancos dientes de cretino.

—Estoy harto de bailar, necesito un buen masaje en el recto para relajarme —tuve que gritar de nuevo para hacerme oír entre el bullicio y la música mala que no dejaban de emitir desde una carroza llena de drag queens de lo más espeluznantes.

También le enseñé unos cuantos billetes de cien euros, cosa que le hizo sonreír cordialmente.
Y salimos de la formación del desfile para internarnos entre los espectadores. Había perdido el contacto visual con mi Dama Oscura.

—Soy Mefisto —cosa que le dio igual ya que estaba ocupado en contar los billetes.

—Volpert —dijo su nombre con parquedad y con cierta desgana.

Nos dirigíamos hacia el hotel Stratz Platz. Sonó un móvil y lo sacó del bolsillo trasero de su short ajustado de cuero negro. Una camiseta negra de malla dejaba salir entre el tejido rizados pelos del pecho.

—Pues haber venido a tiempo, he tenido que hacer más de la mitad del recorrido del desfile solo y tú aún te has de vestir. Ahora estoy con un amigo. Ya te llamaré cuando acabe.

Entramos en el hotel, pagué noventa euros por una habitación y subí cogido de su mano hasta el primer piso del hotelucho de putas y chaperos.
Abrió la puerta de la habitación en la que había una vieja cama doble con las patas de acero dobladas por demasiadas cópulas y una especie de tocador bajo la ventana. Suelo y paredes eran grises, aunque el tono de la moqueta del suelo era mucho más oscuro. Era deprimente.
Saqué el cuchillo de mi espalda y note correr la sangre caliente por la espalda.

—Ni una palabra ni un grito, primate —le avisé con el cuchillo atravesando la primera capa de piel de su cuello.

Le hice quitar la funda de la almohada y le metí todo lo que pude en la boca para que no pudiera hablar. Con el cinturón de su short, le até las manos y para convencerlo de que no debía abrir la boca, le rasgué su mierda de camiseta para dejar su pecho al descubierto; le amputé el pezón derecho con un rápido movimiento; cayó a sus pies junto con el aro que lo atravesaba.
Se le escapó el aire por la nariz y los mocos le dieron un aspecto patético. Cayó en la cama revolcándose de dolor.

—Una mujer morena, alta y con un minivestido fucsia, preguntará por Mefisto. ¿Le podría indicar que suba a la habitación cuando llegue? La estamos esperando.

—Sí, no se preocupe, ella misma le pagará el suplemento de la habitación.

No son generosos los alemanes.

Me encendí un puro mientras odiaba y soñaba con descuartizar al primate, el humo activó el detector de incendios y sonó el teléfono.

—Está prohibido fumar en las habitaciones.

—Por lo que he pagado, fumaré lo que me apetezca. ¿Vas a venir, tú primate, a obligarme a apagar el cigarro? Te arrancaré el corazón mientras tu lengua se mueve aún en el suelo como el rabo cortado de una lagartija.

Colgó el teléfono sin decir ni una sola palabra.
Pasaron diez minutos cuando la Dama Oscura entraba en la habitación; llevaba una enorme bolsa de plástico en la mano. Se acercó hasta mí y acarició mis cojones con firmeza a modo de saludo; luego se inclinó sobre el primate que se hallaba aún tendido en la cama llorando y revolcándose con muy poca dignidad. Se mojó el dedo índice en la boca y le presionó la escalofriante herida que había dejado la amputación del pezón. Le lamió la sangre de la tetilla a pesar de las patadas ciegas que lanzaba el marica.
Le di la vuelta en la cama dejándolo boca abajo y le corté los tendones flexores de las rodillas con dos rápidos cortes. En vez de patalear, se retorcía como un gusano ensuciando con su sangre la colcha. La habitación empezaba a oler a carnicería.
Mi Dama, abrió el bolso y lo vació encima del tocador. Me dio una aguja enorme, más o menos como las de hacer media.
Cuando debáis matar a alguien, no le aviséis, no se lo digáis. No habléis con él. Sufre mucho más el animal que no entiende y que no sabe por qué le está pasando esto. Lo que acrecenta el terror es la ignorancia.
Y no elijáis a una víctima por afán justiciero. Acabar con la vida de un primate, de un congénere vuestro es un arte que se ha de disfrutar.
Vale, aquel era un marica fetichista del nazismo, pero el mismo dolor le infligiría, pongamos por caso, a un activista de Greenpeace o a otro de Amnistía Internacional. Si por mí fuera, llenaría el mundo de desviados y pederastas como Hitler para sentirme a gusto y bien.
Le giré su perfecta cara admirando la varonil sombra de la barba y en el oído izquierdo le clavé la aguja ensuciándome de tinte amarillo la mano con la que inmovilizaba la cabeza contra el colchón. Cuando la punta de la aguja asomó en el interior de su boca, dejé que se retorciera de nuevo a su gusto. Mi Dama Oscura se tapó los oídos con las manos molesta por los gritos del machote, a pesar de tener la boca obturada por la tela.
Insertar una aguja de media en el oído es una técnica que hay que practicar con cuidado, más de un primate se te muere por el shock doloroso si no tiene un corazón sano. Este era de los fuertes, y mientras lloraba e intentaba gritar, le di unas palmadas en el culo.
La aguja no es mortal, pero pocas cosas hay tan dolorosas como el que te pinchen el oído hasta llegar a atravesar la mejilla. Hay que tener un gran dominio del cuerpo para no cagarse y mearse. El marica no se cagó, sólo se meó. Cosa que es de agradecer, porque yo no soy un escarabajo pelotero de la mierda como lo son los desviados escatologistas (comedores de mierda, vamos).
Como era de esperar, apareció el ángel que a veces suele enviar Dios para dar consuelo y entereza a mis víctimas a la hora del tormento.
Este no lo había visto nunca, era un ángel-niño. De pelo lacio, su piel era más morena y oscura que la del marica. Se acercó hasta él y le besó la frente llorando.

—No sufras, no estás solo. Pronto pasará todo y tu vida empezará de nuevo con nosotros, no llores mi amado hermano.

Las voces de los ángeles tienen la propiedad de dar serenidad y esperanza. Cuando un ángel visita a un primate, éste se siente retornar a la infancia y sentir la protección y el amor con el que sus padres lo criaron. El marica se dejó acariciar el devastado oído por aquella mano angelical, ni siquiera se quejó cuando la aguja se movió por el roce cariñoso. Por ser un ángel tan joven, hacía bien su trabajo, se metía en el papel.
A mí me calmó un poco también aquel niño santo y alado; pero fue un segundo, cuando lancé el cuchillo para cortarle la cabeza, desapareció llevado por la mano de Dios. Ese idiota tiene reflejos.

—Este me lo llevo yo, se pudrirá en el infierno y su dolor y agonía no tendrán fin. Puedes enviar al más candoroso de tus ángeles, Dios de enfermos y tarados, y te traerás un saco de vísceras y una almohada de plumas ensangrentadas.

Recité mi oración a Él en el milenario idioma, me desnudé para ello. Mi polla estaba erecta.
Y clavé mi puñal en una axila del marica para demostrar mi autoridad.
Aquella puñalada, acabó con todo el consuelo y serenidad que le había transmitido el ángel al maricón.
Mi Dama Oscura, apenas prestó atención al ángel porque estaba ocupada ordenando en el suelo lo que traía dentro de la bolsa.
Lo primero que hizo, fue colocarse una máscara de protección contra gases corrosivos. Le cubría toda la cara y su respiración era ruidosa. La amo por encima de todas las cosas, hasta imaginándola cortada en pedazos y pudriéndose la amo.
A mí me obsequió con un disfraz, y como soy dado también al festejo y la fantasía sexual, me vestí con él. Cuando me planté así vestido frente al aturdido maricón, pudo admirar una copia mejorada de Hitler, en ese momento se derrumbó y volvió a emitir fuertes sonidos. Eso era miedo y lo demás son futesas. Mis botas altas brillaban y los pantalones bombachos me hacían fascinantemente terrorífico a sus ojos. Hasta el molesto bigote de mosca, dejó de tener cualquier tipo de carácter festivo para convertirse en el horror del rubio y puro ario maricón.
Hice oscilar graciosamente la peluca de tupé como lo hacía Hitler y el marica abrió desmesuradamente los ojos. Seguramente le hacía gracia e intentaba reír.
Le crucé la cara con la fusta y golpeé la aguja que sobresalía por su oreja. Se cayó de la cama con las piernas lacias, los tendones seccionados le hacían parecer una musculosa lagartija sin patas. Una sangre clara se deslizaba por su costado por la estocada que llevaba en la axila.
Lo alcé del suelo con un brazo y lo lancé de nuevo la cama.

—Mi Señor, sujeta bien sus hombros, no dejes que se mueva el mono. Te gustará.

Lo sujeté con fuerza, presionando con todo mi peso en sus hombros. La Dama Oscura, tras el visor de la máscara, sacó la lengua con lascivia, y me asió el pene tieso y duro. Me lo acarició hasta que sentí que las venas que lo alimentaban de sangre iban a estallar y mi leche inundaría todo vuestro repugnante planeta.
Siempre hace lo mismo, me pone cachondo y luego me deja en suspenso hasta que a ella le da la gana que me corra. Un día le arrancaré las cuerdas vocales susurrándole palabras de amor.
Aquella bolsa parecía el baúl de un mago: sacó de dentro un enorme espéculo de metacrilato, un embudo y una botella de un litro de ácido clorhídrico. La máscara, por lo visto, no era un juego fetichista.
A mí no me afecta nada, mi carne es incorruptible, mi cuerpo eterno. Como el de Dios, pero con una polla más grande y activa.
El primate no sabía lo que se le venía encima, y debía estar agradecido de que no hiciera como los médicos de la SS hacían con los judíos y le inyectará gasolina en la vena. O simplemente, le amputara los testículos con unas tijeras melladas.
En seguida vi, que hubiera sido mejor para él una inyección de gasolina con o sin plomo. Porque lo que le esperaba, era con diferencia, mucho más doloroso y lento.
La Dama Oscura es deliciosa odiando a los de su propia especie. Es tan letal…
Le cortó los shorts de cuero y de un tirón lo desnudó. Encajó el pico del espéculo en el esfínter. El primate intentaba moverse, apretaba las nalgas para evitar la dolorosa invasión, intentaba hablar. Los primates sois de lo más complejo, no habláis apenas con nadie, y luego con vuestro asesino seríais capaces de tomar una taza de café charlando animadamente.
Cuando estuvo satisfecha con la abertura del culo, cogió el embudo y lo metió entre por la zona de visión del espéculo.
Acto seguido, se puso unos recios guantes de goma, abrió la botella de ácido y comenzó a verterlo lentamente por el embudo.
En los primeros segundos, el gay duro, no sintió nada, pero a medida que pasaban los segundos, y un olor nauseabundo y corrosivo invadía la habitación; el primate congestionó su cara, se tensaron las venas de su cuello y sus ojos parecían salirse de las órbitas.
Por el espéculo salía un vapor amarillo y se oía crepitar algo en el interior del hombre.
Me hubiera gustado quitarle la mordaza para oírlo gritar, pero no tenía ganas de matar a más primates, porque si aquel idiota llegara a gritar y alguien acudiera para curiosear, lo hubiera decapitado.
Según movía su cabeza, me rozaba el pene del cual me goteaba ya un fluido espeso.
Mi Dama no miraba ya otra cosa que mi rabo dolorosamente duro, se sentó a mi lado y con brutalidad, con golpes secos, me masturbó.
Se había quitado las bragas y su coño depilado se encontraba dilatado, los labios mayores se habían separado y su clítoris asomaba duro y bañado de fluido. Yo aún no podía soltar al marica, estaba agonizando, pero le quedaban fuerzas como para querer huir con el espéculo clavado en el culo y presentarse alardeando de perfomance en el desfile de los orgullosos maricas.
Sólo a nivel de próstata, su vida ya no era posible. Y cuando el intestino convertido en papilla y toda aquella mierda se metiera en el torrente sanguíneo, era cuestión de minutos que muriera. La habitación estaba llena de ese vapor amarillo y venenoso.
Mi Dama Oscura, cogía mis cojones abriendo y cerrando la mano, para estimular la producción y salida de semen.
Eyaculé en la cara del marica aspirando el aroma de su muerte. La Dama oscura se metió el mango del cuchillo en la vagina y se dedicó a castigarse el botoncito de su coño hasta que su espalda se arqueó por el orgasmo.
El alemán apenas se movía, sus brazos estaban lasos.
Le di la vuelta y el ácido le había comido parte del pene y los testículos. Salía humo de su carne, el pubis era una masa de carne deshecha y ennegrecida, el ácido aún estaba actuando y las sábanas se deshacían.
Cuando le saqué la mordaza de la boca, no intentó respirar. Aunque su pecho subía y bajaba lenta y discretamente; estaba muerto, estas cosas se saben cuando tienes cierta experiencia.
Me vestí, y sentí el hedor del ácido, mierda, sangre y carne quemada impregnada en la ropa, cosa que me gustó.
Al pasar frente a recepción, la Dama Oscura le pegó un tiro en la boca al recepcionista y los dientes rotos salieron por su cogote para clavarse en el gran llavero mural que tenía a su espalda.
Volvimos de nuevo al desfile, que ya había llegado a una plaza con una tarima en el centro.
Un pequeño primate ratero, un cachorro de diez o doce años intentaba abrir el bolso de la Dama Oscura para robar. Le di dos discretas puñaladas sin que la multitud se enterara de nada; una en cada riñón. Cayó al suelo con un gran rictus de dolor en el rostro y me subí de pie encima de su cuerpo para tener una mejor visión del espectáculo que estaban montando en el improvisado escenario.
El día estaba saliendo completo.
Acta est fabula.
Tengo más cosas que contaros, a su tiempo.
Siempre sangriento: 666



Iconoclasta

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