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22 de mayo de 2018

Fulminante


La naturaleza no tiene porque transmitir paz, sosiego, equilibrio o una espiritualidad mística.
La naturaleza es un caos.
A la naturaleza le importa una mierda tu necesidad de tranquilidad y búsqueda interior.
No puedes estar quieto y contemplativo demasiado tiempo. Si te detienes, mueres.
Yo soy como ese desconcierto de nubes; por viejo que me haga, sigo odiando y amando con fuerza paranoide, admirando y escupiendo. Sangrando por dentro y hacia fuera.
Y quiero follarla. Follarle la boca y el coño de tanto que la quiero.
Deseo matar a quien odio: le deseo lo peor a él y a sus hijos y todo lo suyo que pueda nacer.
Y reírme a carcajadas asfixiantes de quien sufre o goza y de quien viva o muera. No importa, todo depende del momento. De mi caos, del caos del planeta que marca mis días inevitablemente.
A veces lloro sangre y no necesariamente muero, me mantengo en la jodida vida aunque no quiera.
Soy esa vorágine de nubes que no busca sosiego. Solo quiero reventar mi vida y el mundo en mil pedazos.
La serenidad llegará con la decrepitud, con la muerte.
La naturaleza a veces parece quieta, posa para la foto. Pero hierve como yo de vida, de muerte, de amor, de odio, de violencia, de dolor, de enfermedad, de porquería…
La vida no es bella, no destaca por eso.
La vida es fulminante.
Y mi mecha llega al final sin que tenga una especial necesidad de sosiego.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

11 de mayo de 2018

Una bala vale más que un millón de tuits

 
La degeneración neuronal por exceso de redes sociales tiene su máximo exponente y ejemplo con el independentismo de Cataluña.
No se gana un territorio, un gobierno o un territorio con “tuits” facilones, con “merchandising” amarillo o con pacifismo de pacotilla que no es ni más ni menos que pura coacción contra ciudadanos libres de sectarismo y una racista demostración de la supremacía de la élite étnica catalana.
Hay que leer, hay que instruirse y así conocer cómo se ganan territorios y estados: mediante la guerra. Cosa inalterable a través de los tiempos, ya que los ejércitos son la fuerza más sectaria de todas cuantas existen.
Los colegios y los niños no sirven para defender nada. No se pueden escudar los sectarios y fanáticos cobardemente en nombre de la paz tras los hijos propios o ajenos.
La guerra sirve para estas cosas: para definir territorios, designar quién manda en él y quién vive. Y así poder ejecutar sin injerencia alguna, la limpieza étnica y política que procede en el territorio conquistado o perdido.
Es la realidad de lo que ocurre y la única forma posible de ganar un país o territorio: con guerra, con violencia.
No reconocer esto, es vivir en una especie de Disneylandia imbécil, impropia de adultos.
Porque hay que ser claro y entender que el poder de una sola bala, supera al de millones de “retuits” y “likes” de mierda.
No es que sea bueno o malo, es que es así.
Y los que ambicionan el poder de ser presidentes de “su propia nación” son los políticos más represivos que puedan existir.
Para asumir una independencia, hay que asumir la guerra y la violencia.
Si hay hambre y enfermedad, la guerra es la mejor opción. De hecho, es la única opción.
Siempre morir luchando que sometido al hambre.
Pero hay demasiados catalanes que no tienen hambre; solo padecen la degeneración propia del acomodamiento de una sociedad que está saturada y aburrida de todos los elementos de consumo posibles que no pueden llenar una vida intelectual plena y libre pensante.
Los teatros de títeres que actualmente han montado su pseudo-gobierno desde otros lugares y a través de la comodidad y seguridad de las redes sociales, es un síntoma de que algo huele a podrido en Dinamarca. Han convertido una independencia en un timo descarado.
Lo realmente absurdo, es que nadie ve el timo y lo llaman “política”, porque están buscando razones que no lleven a la guerra. El típico efecto del miedo.
Y así, como dijo Churchill: “Pudieron elegir entre el deshonor y la guerra. Eligieron el deshonor y por tanto la guerra”.
El género humano es cada vez más cobarde, menos inteligente y menos fuerte. Sin embargo, ha conseguido un nivel de hipocresía que lo protege de cualquier cosa, como una coraza hecha con mierda seca.
El pacifismo populachero y populista de usura, ambición y supremacía, solo conduce a la violencia.
Las marionetas no evitan la guerra, solo y en el mejor de los casos, la satirizan.
Y no es extraña, no es descabellada la guerra en ninguna época. Solo hay que ver cuántos países tienen conflictos bélicos actualmente, para que nadie se piense que hoy día “no puede haber una guerra”.
La guerra es un acto cotidiano en nuestra sociedad.
Es una putada; pero es así.
Así funcionan las cosas desde que el ser humano empezó a arrastrar por el suelo los nudillos de las manos. Y solo existirá otra opción diferente a la guerra si el ser humano se extinguiera.
Maldita ingenuidad…




Iconoclasta

9 de mayo de 2018

Una nube indecente

Como esa nube que sale tras la montaña, así quiero salir de entre tus piernas abiertas. O de tu boca que aún jadea el placer de un orgasmo ansiado.
Enroscarme en tus pezones duros y lloverlos con mi lengua ardiente, pesada, reptante…
Salir de ti como una nube satisfecha, que te ha arañado, besado, lamido, mordido, acariciado y anhelado los labios de tu coño y lo más íntimo de tus muslos.
Aparecer lentamente, de entre el temblor de tus muslos, con mi boca nebulosa llena aún de tu coño. De la baba del deseo que has derramado en mí, en mi rostro gaseoso. Mi rostro agotado de tanto desearte.
Soy tu lluvia y me has llovido…
Lluvia sobre lluvia…
Yo no soy la nube bonita que saluda al mundo y aparece para acariciar el verde de la montaña y sustentar a pájaros de primavera que pareciera que la saludan.
No soy la nube ufana y hermosa.
Soy la nube indecente que te ha follado, que se ha metido entre los labios de tu coño y te ha besado vertical y profundamente.
Que ha lanzado y clavado un puto rayo lácteo y ahora tu raja llora blanco.
Soy una tempestad de amor y obscenidad que habita en lo más sagrado que hay en ti: tu coño, la puerta dimensional por la que acceder a tu alma, a toda tú.
Yo no soy la nube bonita de algodón.
Soy la nube que te jode, que te desgarraría toda sin control, si perdiera la poca razón que me queda.
Solo quiero ser eso, cielo.
Una nube indecente que emerge vanidosa y satisfecha de entre tus divinos muslos voluptuosos.
Y luego no importa deshacerme en jirones, porque habré hecho lo que debía. Para lo que fui parido.
Veo el hermoso cielo, y no puedo evitar pensar en ti de la forma más íntima e indecente.
De la forma más desesperada.
¿Verdad que me entiendes, cielo?
Besos de algodón en tus cuatro labios divinos.





Iconoclasta
Foto de Iconoclasta



28 de marzo de 2018

Vertederos de cadáveres


Algunas reflexiones sobre los vertederos de cadáveres humanos, o eufemísticamente hablando: necrópolis, cementerios, camposantos, panteones, etecé, etecé, etecé…
Los vertederos de cadáveres humanos de las ciudades suelen estar situados en pequeños montículos de montañas y explanadas en las afueras, como parques temáticos de la muerte; pero aburridos salvo el día de difuntos que parecen auténticos circos.
 En Europa su localización es tan incómoda por causa de la topografía del continente, mayormente montañosa. Hay zonas de América que disfrutan de grandes llanuras y así pueden ser desahogada y ergonómicamente generosos con la ubicación de los vertederos. Les sobra espacio y así pueden esparcir por doquier y de forma panorámica, todos los cadáveres que sea menester.
Los vertederos humanos se crean en las afueras, porque los terrenos llanos son más valiosos y dados a la especulación por ser más fáciles de urbanizar para los asentamientos de ganado humano vivo.
Los viejos vertederos que se encuentran en algunos barrios de las ciudades, en su tiempo se encontraban en el extrarradio o bien formaban parte de otro municipio que engulló la gran ciudad.
Y no hay que olvidar los grandes alardes de ingeniería y arquitectura para fabricar vertederos más vistosos o enigmáticos: pirámides y catacumbas romanas. Obras que marcaron el grado de decadencia de sus sociedades. Porque ¿para qué excavar túneles bajo la ciudad o crear grandes pirámides con el brutal coste de dinero, recursos y vidas? No se trataba de creencias: era puro aburrimiento.
El aburrimiento, el lánguido y bostezante “je ne sais pas” es el rasgo característico de la decadencia de una sociedad.
En unos tiempos y lugares tocaban la lira comiendo uva y practicando sexo sin ninguna elegancia y sin discernir qué agujeros usaban, en otros se entretenían en dibujarse como dioses y soñar con pepinos enlatados. Y ahora, a los decadentes les da por sentirse violados en sus derechos mientras tuitean ignorancias en sus teléfonos sin ningún control del lenguaje, por puro mimetismo con otras reses del rebaño.
La decadencia se convierte en idiocia. De hecho, si hay decadencia es porque la idiocia es el gen característico del ser humano (o de la “sera” humana). Y así es como a cualquier panoli le venden una moto que compra para no usarla nunca: se promociona con romanticismo comercial, hipócritamente ecológica y especulativa la cremación de los cadáveres. Cobran lo mismo y se quedan los especuladores con la parcelita y de premio les dan a los vivos un jarroncito con unas cenizas que dicen, son del muerto (ataúd incluído).
Si de verdad hay ecología de por medio, ¿por qué coño usan ataúdes para quemar al muerto? Hay rampas y tolvas que se pueden ocultar con discreción, por las que echar los cuerpos al horno sin necesidad de joder árboles ¿no?
Si le meten un transmisor en una oreja, un chip veterinario pongamos por caso, los deudos desde sus móviles (tras descargar la app correspondiente) pueden seguir el recorrido del cadáver. Hay cosas que se pueden mejorar aunque nos las quieran meter por orificios que solo son de salida.
Yo digo que quemen a su prima y a mí me lleven al vertedero. Porque si me he podrido en vida en esta mierda de sociedad, bien me puedo podrir muerto en un agujero o un nicho. No tengo problema alguno con ello.
Respecto a la cobardía generalizada sobre la muerte, la mojigatería de los idiotas y los prejuicios de los ciudadanos de smartphone y nula capacidad intelectual, me encanta la noticia de que en un pueblo español: Sabadell; se ha protestado por la instalación de un tanatorio, ya que se ubica en una ruta escolar y temen los tontos el impacto emocional en los niños.
O sea, hasta la simple visión de un edificio puede causar trauma a sus hijos. ¿De verdad se ha llegado a semejante extremo de puerilidad, miedo, ignorancia y basura mental?
Pues deberían tener encerrados a sus atrofiados hijos en una habitación a salvo de la vida. Pedazo de mierdas…




Iconoclasta

27 de marzo de 2018

El Guardián del Ancestral Rencor


Es algo sexual, se me pone dura con solo imaginarlo.
Políticos y jerarcas en la cárcel…
Y sus becerros seguidores llorando a lágrima viva por su encierro…
No jodas. Hay cosas que vale la pena vivirlas y no leerlas en libros de historia.
Los sectarios, fans, simpatizantes y seguidores de cualquier político o personalidad pública son perros que lamen la mano del amo que le apaliza y lo mata de hambre. Perros y militantes no son diferentes, hasta los cojones tienen situados entre las patas. Son parecidísimos.
Se me escapa una risa incontenible, entrecortada y maliciosa cuando veo llorar a los seguidores de los líderes mesiánicos y ladrones (lo son todos). Y pienso que toda esa chusma se merece acabar también en una cárcel o picadora de carne; los serviles solo son esclavos clavados a una pantalla electrónica que emite mensajes pueriles, indignos de adultos.
Deberían desaparecer de la faz de la tierra todos los militantes y seguidores de políticos, jerarcas, mesías y jugadores. Cesar su reproducción que hace de la sociedad un gran vertedero de basura de indignidad y pobreza mental.
El control de mi vida es exhaustivo por parte de la administración, de lo que gano me retienen todos los impuestos innecesarios posibles y cuando hay una multa, nadie me indulta. Me obligan a mirar el culo de otro en largas colas de espera y los precios suben por encima de lo poco que gano.
¿Y voy a llorar porque un político, un jerarca o un deportista se va a la cárcel o incluso muere?
Una mierda. Mi glande se humedece como si estuviera preparado para la penetración del más deseado coño.
Los fanáticos son idiotas por pura definición y están tan inmersos en su propia miseria, que se tratan a sí mismos, como los tratan los putos políticos privilegiados.
No hay un solo ser humano en el planeta más valioso que yo.
No existe ningún líder que pueda mover mis emociones, soy absolutamente impermeable a la retórica y la creencia de la buena voluntad de los buitres.
Nadie aprende una mierda de la historia.
Yo soy el Guardián del Ancestral Rencor.
La confusión de las bestias entre justicia y leyes, no acaban de entenderla. Aunque les reventaran con un martillo sus cráneos, no saldría de ellos un solo gramo de entendimiento y libre albedrío.
Bestias, políticos y mesías; que los jodan o se mueran de una puta vez.
Y cuando meten en la cárcel a un cabrón, lo multan o lo cesan; mi erección se hace, de tan potente, cuasi dolorosa.
Yo soy el Guardián del Ancestral Rencor.
Porque a mi polla baja en torrente la sangre y los deseos de pagarles a todos esos idiotas con la misma moneda que me han estado metiendo por el culo desde el momento que nací. Tengo el suficiente rencor para vivir cien vidas sin comer.
La prensa, en cualquiera de sus formatos es la puta de los gobiernos y el dinero. De hecho, solo los millonarios que reciben lluvias doradas del poder en sus rostros, pueden crear este tipo de empresas: manipulación y ocultación informativa.
La prensa es la encargada de sensibilizar al electorado en una u otra doctrina: la chusma reirá, gritará, llorará o se deprimirá de todas estas formas por la muerte, encarcelación o victoria de un político o cualquier otra figura pública de mierda.
Sin embargo, hay que leer y escuchar la prensa para mantenerse al día de las mentiras y mantener vivo el rencor y el asco.
Hay que recordar que la prensa necesita noticias o inventarlas para seguir vendiendo. Y sobre todo, para mantenerse en la élite de puercos que ostentan el poder y el control.
Si alguien se cree que existe una publicación honesta (como un político, juez o empresario multimillonario), tiene el cerebro podrido de ingenuidad infantil, esto es: retrasado mental. O con menos sesos que una mosca.
Premios nobel de la paz y literatura, premios de grandes editoriales y periodísticos, son solo mamadas entre iguales. Una orgía de hijos de puta.
Yo soy el guardián del ancestral rencor. Y si un día tuviera un botón rojo nuclear al alcance de mis dedos, el juicio ya está hecho. No reflexionaría.
He visto cerdos en un camión de transporte con más valor que muchos humanos de mierda.
En tiempos de mensajes de paz, mierda y tolerancia; yo digo que mentiras e indignidad, con muerte y dolor se pagan.
Siempre se ha infravalorado la violencia por un excesivo celo cobarde.
La única tolerancia que contemplo son los centímetros que varía mi pene del reposo a la erección.
La letra inicial de “poder” en principio era la “j”. La jota de “joputas”.
Buen sexo, pardillos.




Iconoclasta

22 de marzo de 2018

Solo incienso, solo humo


El tiempo deja de importar observando el incienso desintegrarse en convulsos y volubles jirones de humo.
Tal vez, la leve narcosis del aroma del sándalo me lleva sin pretenderlo, a algún planeta imposible dentro de mí mismo. Donde estamos, donde somos de alguna manera perfecta, íntima y obscena para concluir lo que empezamos.
El incienso arde y se hace humo fácilmente, con sosiego, caóticamente hipnótico.
Arder, evaporarme y fluir serenamente en entropía.
Sencillas e impredecibles volutas de humo que no se plantean su existencia; pero con suficiente voluntad para alcanzar lo amado y lo necesario.
Un fluido con notable necesidad de ella.
Filtrarme en sus labios, ascender perezosamente por sus piernas, internarme caliente en los íntimos muslos y penetrar en su desesperante coño.
Narcotizarla de amor…
Ser cálido en su piel.
Hacerme jirones y desaparecer cuando ella dormita y necesita paz.
Y luego o antes, qué más da… Hacer lo necesario.
Asfixiar lo que odio, meterme por las narices de los detestables y envenenar sus pulmones, quemar sus esófagos.
Incinerar pensamientos funestos.
Ser tóxico y ulcerar pieles que me repelen, cegar ojos repugnantes.
Ser némesis y amante.
Ternura y violencia.
Es compatible, porque puedo amar con brutalidad y ser inmiseridorde con una mirada torva e indiferente a cualquier dolor o moralidad.
Matar es tan bueno como amar. Odiar, es tan intenso como follar.
Así nacimos los humanos.
En algún momento se estropeó todo.
Soy hombre que quisiera ser humo, ergo soy un humo frustrado. Un error más de concepción. Madre nunca supo los errores que sucedieron en su vientre.
Porque un hombre de carne no puede hacer lo que desea, no tiene tiempo.
El secreto es la entropía de los vapores, su fluir, su belleza, el perfume y el veneno que pudiera esconder.
Durar lo que una vara de incienso es tiempo suficiente si eres humo. Es tiempo bien empleado.
La carne emplea todo su tiempo en degenerar.
Ser fluido, ser volutas que aman hasta el llanto y peligrosas hasta el horror que la justicia exige.
Y siempre volver a ti, en anillos de humo succionando tus pezones, y despertarte dulcemente en un amanecer con aromas de maderas y amor.
Conmigo desintegrándome en enredos en tu cabello.
Vale la pena durar unos minutos si consigues lo que amas y lo necesario.
¿Para qué vivir más si ya lo tienes todo?




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

15 de marzo de 2018

La necesidad de tu luz


Evoco tus ansiados dedos siguiendo el contorno de mis labios, de mi viejo rostro; como un sueño que me da paz.
Es una necesidad pensarte, es soporte vital.
Sin estos momentos no es factible la vida.
Si no te pensara, no existiría.
Tu voz no es sonido, hablas y susurras luz que rasga mis penumbras.
Soy alguien oscuro y tú tienes la única llave de mi sima. Solo tú puedes entrar y tomar mi rostro entre las manos y decirme: “Ya, está cielo, estoy aquí. Vamos a la luz”.
Y en ese momento lumínico, me sentiré repentinamente cansado, sumido en el rumor de tu luz. Porque cuando un amante está cansado, el otro lo cobija y le da la importancia que jamás tendrá para el resto del mundo. Yo quiero importar.
Importarte…
A veces sueño que estás a mi lado en la mañana y cuando despierto, siento el vértigo de la realidad. Trago el vómito, creyendo ser fuerte; pero toda la tristeza del mundo gravita en mis hombros, esperando tu voz para ser barrida con un fogonazo de luz que entre por mis oídos e ilumine el pensamiento.
La única oscuridad que deseo es la indecente que esconden húmedamente tus muslos, con mis manos separándolos en una sacrílega misa de deseo. La oscuridad de los ojos cerrados ahogándome en tu boca…
No puedo dejar de pensarte, no es una cuestión solo de amor. Es una cuestión orgánica.
Si un día no te pensara, sería destrucción.
Yo solo quiero que mi vida dependa de ti, amada mía.
Nada más, con eso basta para consumir con plenitud lo que me queda de vida.
Podría decirte que te amo; pero es que te necesito.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

10 de marzo de 2018

La maldita primavera


Medio día, 9/3/2018. Muy cerca del Pirineo.
Astrónomos, meteorólogos, el folclore popular y pájaros destripados por adivinos pueden decir lo que quieran; pero aquí quien tiene la razón soy yo.
Hoy ha entrado la primavera. No ayer. Ni entrará para la veintena del mes de marzo como todos dicen. Doy fe y que tome nota el cabrón del notario, que para eso cobra una pasta.
Mil putos insectos se me han metido por los ojos, boca, nariz y orejas.
¿Se comprende así la necesidad de vestirse? El nudismo es puro esnobismo.
Y si aún así eres un nudista recalcitrante, mejor que andes con los glúteos bien apretados uno contra el otro (aún a riesgo de parecer maricón), para que el agujero quede a salvo de alguna colonización insectora.
También he sudado; pero no es ninguna novedad, lo mismo ocurre cuando follo.
Como decía, el planeta hace lo que debe y cuando puede y quiere. Quien espera algún lejano solsticio o que en la prensa le indiquen que es primavera, pierde el tiempo de “disfrutar” de la cochina primavera.
No estoy enfadado, solo asqueado de tanto bicho. Aunque si he de ser sincero, también siento una deliciosa vanidad de haberme encontrado en libertad en el primer día de trabajo de la primavera; mientras gran parte de la población mundial está trabajando o publicando tuits y mensajes idiotas en sus teléfonos (ambas cosas son lo mismo; es una cuestión comercial lo que diferencia las distintas idioteces que se publican en internet).
Me satisface la exclusividad.
Como prueba, ya que los asquerosos insectos son difíciles de fotografiar, he retratado las primeras florecillas de montaña. Cosa que me parece tan cursi, que a punto he estado de fotografiar un ratón muerto con los ojos comidos por las hormigas. Es que olía fatal.

Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

6 de marzo de 2018

Dentro del túnel



Hay un túnel de una vieja vía férrea en desuso.
Y llueve.
Y entro.
Nunca había escrito dentro de un túnel mientras llueve ahí fuera, en la dimensión donde habitas en algún lugar.
El rumor de la lluvia es un suave delirio de melancolía pura y los tonos mates y húmedos de la vegetación transmiten una intemporal calma; y aun así, vieja como el atávico amor que me une a ti.
Estoy en otra dimensión, me he materializado en el íntimo lugar o tiempo para llamarte desde lo profundo de mí.
Tal vez no hay alegoría o metáfora. Tal vez sea yo el túnel mismo y tú la luz que no logra penetrar la penumbra más recóndita.
Yo hubiera querido que estuvieras en este instante conmigo, cielo. Si empiezo escribiendo de la belleza de la triste lluvia, es porque debo hacer lo posible por no pensarte.
He de evitar el dolor y no lo consigo. Estoy condenado a ti.
Te hubiera llevado a la penumbra para besarte y devorarte con pasión desbocada, con la mano atenazando tu sexo con fuerza. Transmitiendo todo mi amor directo a tus labios y a tu coño. Diciéndote sin palabras que te he esperado tanto, que mi pensamiento está agotado de soñarte.
En el túnel estamos a salvo de la luz que nos delata a los ojos de la envidia humana. De los pérfidos incapaces de amar hasta el dolor.
Cobardes hasta en su propio pensamiento.
El túnel no me protege de nada porque no temo a la lluvia (soy sumergible). Me acerca a ti desde lo más oscuro de mi pensamiento hostil, ingobernable, incansable…
Pensándote aquí dentro o siendo túnel, apenas soy consciente del contraste de los pies fríos contra la calidez del pensamiento y de la sangre que bombeo no sé adonde.
Siento la viscosidad de tu sexo en mi mano y el deseo que los pulmones expulsan por los labios entreabiertos creando gemidos cansados de truncadas posibilidades.
Me llevo los dedos a los labios, porque me parecen absolutamente tangibles los sutiles filamentos que unen nuestras bocas inconsolables en la penumbra del túnel protector.
Tengo miedo de ser una piedra mohosa en el túnel. Tengo un miedo que me cago al pensar que un día no sabrás que he muerto.
Se acercan unos chillones.
Cambio y cierro.
Tomo el control rumbo a la dimensión mediocre.
Bye, mi amor.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

22 de febrero de 2018

El abismo



Hay un espacio vacío entre ella y él. Es tierra de nadie y no se puede cruzar si no acompaña la suerte.
No existen las horas felices.
No hay un café en la mañana frente a frente.
Y la suerte no existe, ambos dan constancia con sonrisas tristes y besos que intentan trascender el abismo; consiguiendo tan solo un escalofrío de gélidas imposibilidades recorriéndoles el espinazo. Por eso cruzan con pena los brazos sobre sus propios pechos, por tener algo de calor en el corazón.
Un consuelo inútil: solo da una aparente templanza a la frialdad de la tragedia más vieja de todos los tiempos.
No ocurrirá nada entre ellos.
Lo saben con la misma certeza que hay sangre bajo la piel.
El abismo es el generador de sueños abortados.
Intentan llenar el vacío con palabras; pero causa el mismo efecto que sacar un cubo de agua del mar.
Y es desesperante.
 Lanzan una palabra y se desintegra dulce y melancólicamente en el abismo de la nada, sin ocupar espacio.
Sin aliviar la altura y la distancia.
Y es desesperante.
Nunca se llenará, es insalvable el abismo de amar contra el mundo.
Y ambos, cada cual en su extremo, lloran la muerte de lo que aún no ha nacido. Cada día… Pobres…
Cuando ambos caigan al abismo y desaparezcan, no cambiará nada: a nadie le importará, nadie sabrá del drama.
Están abandonados a sí mismos.
También saben que el dolor no conduce a nada, el amor no hace ignorante a nadie que no lo sea de nacimiento.
Hay una valentía y una entereza inhumanas en amarse frente a la ausencia.
Hay un abismo insalvable entre dos tierras de amores baldíos.
Podría haber un final feliz, pero no necesitan engaños.
Ellos saben.




Iconoclasta

19 de febrero de 2018

Forastero



No sé que pensar de este momento hermoso.
Quiero soñar que el árbol da gracias al sol con mensajes encriptados en volutas de vapor, en jirones de vida. Que lo invita a un trago de su propia savia por el calor necesario que le regala tras la noche helada.
Soy un extraño entre ellos dos, un pequeño ser que ve cosas más grandes de las que debiera. Porque estaría más tranquilo si no supiera de la inmensa vida de otras cosas y seres. No haría la mía tan ínfima.
Demasiado grandes en su poder y en su edad.
Grandes en sus vidas interestelares y profundamente clavadas en la tierra.
Soy tan efímero, tan desarraigado de todo…
He tenido un casual privilegio de estar tan cerca de ellos.
El planeta no habla conmigo, no soy parte de él. Solo asisto a encuentros de amigos de una forma accidental.
Mi pensamiento no trascenderá, no será vapor; al menos visible para nadie.
No habrá la huella de un tullido en la tierra que ha asistido, sin pretenderlo, a la charla de dos seres de una trascendencia inabarcable.
Mi piel se abrasa con el sol y se hiere con las cortezas de los árboles.
Mis piernas se rompen con chasquidos que no me dejan dormir cuando los evoco en el silencio y la oscuridad de la noche, cuando me enfrento a mi pensamiento.
Mis ojos padecen con los rayos del sol y el frío.
Hay una belleza letal en el planeta, hay una íntima complicidad que me hace forastero.
Y hay tanto tiempo que me falta vida.




Iconoclasta
Video y foto de Iconoclasta.

6 de febrero de 2018

Frías melancolías


Llega la fría noche y es un privilegio estar con los bancos vacíos en la solitaria calle. No tener a nadie a mi lado, sino dentro de mi pensamiento y ahí, a salvo del frío y soledades tristes.
Le diría en silencio que quisiera ser ese árbol, que no necesito pensar, no necesito moverme. Me conformo con recortarme contra cielos oscuros y claros y que mis ramas secas sean saludo o despedida.
Una cortesía nostálgica no puede hacer daño.
He caminado demasiado y los huesos duelen, aunque aún puedo aguantar más dolor, eso no me preocupa. He pensado demasiado y los sesos se han irritado. He escrito tanto que, mis dedos escriben sin cesar cosas en el aire. Aunque no quiera.
Me preocupan los años perdidos en los que no formé parte de la belleza melancólica de un solitario anochecer de invierno.
Me hace pensar que es tarde, que no soy árbol y que muero en ese mismo instante. Tal vez porque siento el dolor de los dedos fríos, como las ramas desnudas del árbol parecen crisparse ante el mordiente aire.
Está bien, he vivido suficiente y he hecho lo que debía. Y así, cualquier momento es bueno para morir.
Pero a ella no le digo esto último, es demasiado triste; por bello que sea.
La beso en mi pensamiento y hace un mohín de cariño que acaricia mi corazón. Y conjuro así con ella, la tristeza vital de la certeza profunda.
Evoco el himno del silencio y bailamos juntos bajo este cielo y en esta soledad, al son de una trompeta muda y fría.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

5 de febrero de 2018

Las horas todas


Las horas huecas,
las necesidades y su insatisfacción.

Las horas vanas,
las del agotamiento sin fruto.

Las horas temibles,
las de la angustia y el dolor.

Las horas negras,
de muerte y necrosis del ánimo y la carne.

Las horas-sueños,
las de la intensidad, la locura y la vida deshebrada como carne hervida.

La hora inquietante,
cuando el espejo mudo mira tu rostro y cuenta las horas pasadas.
Y las pocas que restan con pestañeos tristes.

Las horas tiernas,
en las que acaricias sus deditos y tratas de imaginar su vida, pensando: “tan pequeño…”.

Las horas cáncer,
que se hacen tumores nacarados con hastío y crean metástasis hasta en la sonrisa.

La hora aciaga,
cuando sabes que se aproxima lo inevitable y es malo.

Las horas repugnantes,
cuando la envidia ajena se cierne pesada en tus cejas diciéndote que no es posible, que no es bueno, que no te creas especial.

Las horas felices,
cuando el odio hace fantasías de sangre y violencia, de cuerpos destrozados por una justicia salvaje. Y observas jadeando un reloj con ojos enrojecidos.

Las horas del amor,
que no son horas, son segundos vertiginosos que se precipitan por acantilados afilados.

Las horas tristes,
las del llanto inevitable, bajo la luz que me delata ante mí mismo y me avergüenza sin piedad.

Las horas íntimas,
donde el pensamiento parece hablar potente en los tímpanos y el tiempo carece de importancia.

Y hay un segundo…
El segundo lácteo,
el trallazo explosivo que se escurre blanco rezumando desde lo más íntimo de sus muslos hermosos y fascinantes.
Aunque no justifica las horas todas.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

31 de enero de 2018

Mis muertos


Mis muertos se enfadan si los arrastro a mis sueños.
Padre siempre está disgustado cuando está conmigo; me mira con ojos terribles y cuando camina a mi lado, siento en mi piel el temblor de su enojo.
Aquella hermosa perra, me gruñe y me quiere morder si me acerco a ella.
Mis muertos deben ser como yo, quieren que los dejen en paz. Ya hicieron lo que debían, no pueden, no quieren volver.
No lo hago expresamente, mis queridos muertos, yo no os llamo.
Y dicen que los sueños, sueños. Yo digo que a veces los sueños, mierda puta son.
Para compensarlos de su malestar, sueño que en un lavabo de paredes y suelo sucias de excrementos retiro el prepucio con fuerza, sin delicadezas y vierto agua hirviendo en el glande. Eyaculo con la polla despellejada. Con un placer y un dolor tan aterradores como los rostros hostiles de mis queridos muertos.
Y a mi espalda, escucho sus risas entrecortadas, malévolas. Rijosas… Los veo por el espejo manchado de coágulos sanguíneos que se deslizan hacia la pica. La perra mete su hocico por detrás de mis muslos y me lame los cojones. Padre ríe más fuerte y por un momento sueño que somos felices y de mi glande brotan alegres gotas de humeante semen y sangre.
Es mi cerebro podrido que me juega malas pasadas; pero yo los prefiero así, riéndose obscenamente de mí, a que me odien.
No me molesta especialmente que alguien me odie; pero no ellos.
Perdonadme, muertos. La próxima vez que aparezcáis en mis sueños, me meteré una botella rota en el ano para que os sintáis mejor.




Iconoclasta

30 de enero de 2018

Escribir a mano


Una vez leí algo muy bonito respecto a la escritura manual, a la manuscrita:
“Se escribe al ritmo y velocidad a la que se piensa”.
Estoy de acuerdo; pero hay un inconveniente (que no lo es, es genial), hay veces que el pensamiento está muy revolucionado y escribir se hace frenético.
Es algo que solo afecta a tres personas de cada dos millones, no es popular escribir con bolígrafo, lápiz o pluma. Que nadie se asuste, dada la estadística, esta afección no es epidemiológica y no requiere tratamiento.
Si escribo con el pensamiento acelerado, debo darme prisa en transcribir mis notas de nuevo, con más calma; ya que pasadas algunas horas, algunas palabras que he escrito son ininteligibles y deberé intuirlas.
Para escribir quiero la tinta líquida en primer lugar, luego el bolígrafo y en último lugar el lápiz. La tinta fluye dulcemente en la pluma y si escribes con plumín de oro, la escritura se hace muy cómoda y suave. El bolígrafo es práctico y su tinta de aceite es más duradera. Siempre llevo uno encima, junto con la pluma. El lápiz es un último recurso, ya que el grafito en el papel, confrontado con otras hojas, se difumina y pierde contraste.
El contraste y la solidez de las tintas, hace mi pensamiento también sólido. Para bien y para mal.
Por otro lado, escribir con tinta, requiere una disciplina de no arrepentirse jamás, ya que no se puede borrar.
Y lo más atractivo: cuando retiras el capuchón de la pluma y luce el plumín manchado de tinta, ese dramático y caótico contraste me da más trascendencia.
Al final de todo y para la edición, existe el teclado (si es algo que he de publicar), donde todo el dramatismo de la creación ya no guía la mano y la corrección y ordenación de párrafos es más tranquila.
El teclado vendría a ser algo así como tallar el diamante, si es necesario hacerlo.
Los que se enfrentan a un papel en blanco, sufren lo indecible para poder llenarlo; para ellos se han creado las pantallas y los teclados.
Yo soy más elegante, sinceramente.
Y bueno, algunas plumas que tengo son con diferencia, más caras que un teléfono de alta gama o un ordenador.
Cosa que me otorga elitismo y da vida y fortaleza a mi ego.
Algo de lo que me siento absolutamente orgulloso.
Porque con la pluma, puedo escribir y tachar las mentiras de libros, biblias y discursos; y luego escribir sobre todas esas falacias mi última palabra.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

28 de enero de 2018

Un hombre averiado



Primero fue con una sonrisa,
los dientes se desprendieron.
Y ahora…
En su sangre hay clavos oxidados
desgarrando el corazón con cada latido.

Las máquinas de los médicos se rompen
filtrando el hierro hiriente y alguno
se ríe indecente ante esa suerte.

Su orina es óxido rojizo, su puta polla
se desintegra en escamas como
un tubo infecto de hierro podrido
clavado en las pútridas alcantarillas.

Aconsejan amputar; pero
el rabo se desprenderá solo.
¿Para qué más dolor?
En algún momento se averió
y no hay repuestos, no hay mecánicos.
Está abandonado.

Lágrimas de mercurio descienden
pesadas y letales a la comisura de los labios
y lo envenenan y lo matan.
Dolor al dolor…

No hay filtros depuradores para
el tóxico llanto de la imposibilidad,
tan solo le recetan colirios con mierda.

Los oídos son dos láminas de hojalata
melladas y peligrosamente afiladas
cortando todas las palabras
las bellas y las feas, quiera o no.

Unos audífonos creaban chirridos
que lo llevaban a la insania y licuaban
sus sesos y el cráneo que los contiene.

Sin quererlo sus caricias llagan
carnes amadas que profieren llantos
por los insondables daños de la incomprensión.

Y los guantes se rompen sin dar
solución al acto del cariño.

Sus hijos nacen muertos,
tornillos en los ojos y la boca,
desencajadas las bisagras.
Y uno que vivió unos segundos,
mordía con la paranoia del dolor
la teta que mamaba y al morir,
sus encías semejaban golosinas de sangre.

No hay antídoto que neutralice
la ponzoña que anida en sus cojones.

Los amores se funden y sus cadáveres
son escoria flotando en el magma rojo
de lo inconsolable y desesperante.

Y los psiquiatras recetan decapitación.

A pesar de ello, no siente demasiados
deseos de morir, aunque así vivir
es en definitiva morir al cuadrado.

Se limita a funcionar como aún puede,
un viejo juguete con la cuerda agotada y
los brazos arrancados por un malévolo niño.

Solo la tristeza y la soledad funcionan bien
muy bien. Perfectas.
Y piensa que hay que joderse.




Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.