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27 de marzo de 2017

Una feliz coincidencia


Tomo asiento en la terraza del bar, es una tarde templada y tranquila, la gente pasa la tarde del domingo con esa deliciosa depresión que los mantiene moderadamente apagados.
Y de repente, frente a la mesa vecina ocupada por un matrimonio y su hija, se planta una gorda que pasea con su perro y los saluda.
Están tan cerca, que me infecta los oídos su cháchara.
Le preguntan si ha comprado por fin la casa.
Y es lo peor que podía ocurrir.
Me molesta tanto esa mujer asquerosa... Ya lleva media hora rajando sin cesar del precio de los apartamentos y notarios.
¿Es que nunca se va a morir?
Que se muera la puta gorda que no calla.
Me destroza la vida en este instante, la hace fea e inviable.
No cesa de hablar.
Que se muera, que se muera, que se muera.
Y su hijo que vive en Barcelona y que cobra una muy buena nómina, también. Que les reviente a los dos alguna arteria del cerebro o se les parta el corazón en dos. Me da igual, que mueran.
Por favor...
Me ofende su voz y su presencia.
Es como si invadiera mi espacio vital.
Invasora de mierda...
De repente cae un gorrión decapitado en la mesa donde sus conversadores toman sus bebidas.
La niña y su madre gritan por el susto. Y luego se asombran.
- Pobret! -dicen en catalán.
El padre dice que se le ha debido de caer a un águila o un cuervo de las garras. La gorda ha dejado de hablar durante ese instante. El padre toma una servilleta del dispensador, coge al pájaro, lo envuelve y se acerca a una papelera donde lo tira.
Yo pienso en aquel chiste de un hombre que pasea por el campo, ve un pájaro volar y eleva los brazos imitando a un cazador apuntando con la escopeta y grita: ¡Bang! El pájaro cae al suelo y el hombre asombrado se acerca al animal. "Tengo poderes" dice en voz alta. El pájaro se levanta y dice: "¿Poderes? Y una mierda. El susto que me has dado, cabrón."
Mientras tanto la gorda vuelve a hablar de su tema.
Su frecuencia de cerda degollada por el matarife me está volviendo loco. Es como si me frotaran con papel de lija el cerebro.
Mi cabeza va a estallar y meto la mano en el bolsillo del pantalón y cierro el puño en la navaja.
Que se muera, que se muera, que reviente la cerda.
Y de repente, todo pasa, me siento bien.
La gorda se ha desplomado en el suelo como un saco de mierda. Casi aplasta a su propio perro.
Ha quedado panza arriba, con su asquerosa papada ladeada como la bolsa de un pelícano. Sus ojos miran abiertos al cielo, luciendo en las escleróticas grandes derrames que invaden el iris.
De su nariz mana una sangre perezosa.
Como un río tranquilo y sereno.
Por fin...
Se me escapa una risa repentina que intento disimular con una sonora tos. Y para mayor inri, cuando doy un trago de cocacola, se me sale por la nariz.
Soy feliz con ella muerta. No puedo parar de reír...
El mismo que ha tirado el gorrión descabezado a la papelera se arrodilla junto a la gorda.
- ¡Mercé, Mercé! -le dice en voz alta al oído levantando su puta cabeza del suelo. La caída le ha debido hacer un corte por el que sangra, ha ensuciado el suelo.
- Truqueu a una ambulància, si us plau! - el hombre que la auxilia, pide en catalán que alguien avise a una ambulancia.
Yo pienso que está más seca que la mojama, mejor que traigan directamente un coche fúnebre.
A mí no me molesta ese ajetreo, incluso me divierte y distrae. Me enciendo un cigarro y saco mi cuaderno para escribir alguna reflexión jocosa ajeno ya a todo ese jaleo.
Aún así, de vez en cuando, me coloco el teléfono móvil frente a la cara, como si leyera algo, para ocultar otro acceso de risa.
No me planteo la posibilidad de disfrutar de poderes paranormales capaces de hacer mierda cerebros humanos, porque muchísimas veces he deseado la muerte de muchos seres y no ha pasado nada; no han muerto. No me hago ilusiones, ya soy mayor.
Sin embargo me basta para ser feliz con esta grata coincidencia. Me gustaría saber que el hijo de la gorda, el de la buena nómina, también ha muerto con el cerebro hecho mierda en este mismo instante; pero nada es perfecto. Un poco de alegría es mejor que ninguna alegría.
Me apresuro a beberme el refresco y largarme de aquí porque está visto que no voy a poder parar de reír.
Si fuera Supermán, incineraría a la gorda ahora mismo con mi súper visión.
No me imagino con los calzoncillos por fuera del pantalón.
Coño... Otra risa...
Ya de camino a casa, me detengo en el estanco para comprar una caja de puros y celebrar un final de domingo que prometía ser tan igual como todos los pasados.
Le deseo la muerte al estanquero a ver si me sale gratis el tabaco; pero no tengo suerte y tecleo el número secreto de la tarjeta en el terminal.
Da igual, soy feliz y me duelen las mandíbulas de tanto dominar mis ganas de reír a carcajadas.
Qué bueno...
Me enciendo un puro en el salón de casa con una buena y cómoda sonrisa.



Iconoclasta

26 de marzo de 2017

La última hoja


Observo con los prismáticos las lejanas montañas nevadas, nubes y ríos entre el bosque. Observo las pequeñas cosas cercanas y pequeños cadáveres que no importan a nadie.

Observo las águilas, los cuervos y las lagartijas.

Observo con fascinación malsana la obscena y enfermiza textura de un liquen en el tronco de un árbol...

Pero observar todo eso es accidental.

Es un trámite obligatorio en tu búsqueda.

Quisiera estar enfermo y delirar creyendo que te he encontrado, localizado a pocos kilómetros y que con prisa y torpeza, guardo los prismáticos en la mochila y monto en la bicicleta sin pensar más que en besarte, en abrazarte toda.

Es triste sacar la vista de los prismáticos y observar a ojos húmedos la gran improbabilidad de encontrarte.

Enciendo el enésimo cigarro de la mañana; pero... Si no  te busco ¿qué hago?

Buscarte me lleva a descubrir cosas nuevas, matices cromáticos que no sabía que existieran allá tan lejos. A veces el verde del bosque tiñe una porción de nube y pierdo un latido al descubrir el secreto.

Buscarte me obliga a ponerme en movimiento aunque duela, aunque me canse.

Evocándote lleno un cuaderno ya con pocas hojas.

Los cuadernos y yo nos aproximamos en perfecta sincronización a la última página que es posible escribir.

Y no me preocupa. Extinguirse no es bueno ni malo. Es algo que ocurre.

Lo triste es no atisbar en la distancia el reflejo de tus cabellos, tus manos de largos dedos finos, el movimiento de tus nalgas que se adivina en la oscilación erótica de tu vestido cuando caminas felina. Tu mirada intensa que hace arder algún órgano de mi cuerpo.

Lo triste es guardar los prismáticos con un: "¡Mierda! No está...".

Otra vez...

Lo triste es que la última hoja de mi cuaderno y mi vida, no dirá que te encontré.




Iconoclasta
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25 de marzo de 2017

Enemigos y perdedores



Es el último frío, el invierno ha lanzado un breve puñetazo de nieve contra el rostro de la primavera.

No tiene un buen perder el frío.

Ni yo.

Los que perdemos luchando, no tenemos humildad alguna. Y perder una batalla, no se debe a que el enemigo sea más fuerte o más inteligente.

La culpa es nuestra, porque hemos tenido un momento de estupidez frente a un idiota, nuestro enemigo. Hemos sido tontos por algún fallo eléctrico o químico en el cerebro. 

Hay enemigos y están los simples conocidos.

Porque la amistad es solo una estación más, algo que caduca en la vida.

La amistad es variable, voluble e interesada. Lo dice la experiencia, la mía, la única que importa, la genuina, inequívoca y verdadera realidad.

El amor es poderoso y no conoce ambigüedades. O lo es todo, o es nada.

El amor se rompe, no se torna decadente o mediocre como la amistad.

Cosas que pasan...

Cosas que pienso ante la agonía de un invierno que de nuevo muere.

Pisando el hielo y el barro que cubre.

El invierno ataca a la primavera y yo aplasto la nieve y orino en ella porque me apetece.

Pobre invierno... Un perdedor como yo.

Al final solo queda un barro que el calor secará. Y hasta mi huella perdurará más tiempo que el frío.

Es patético ver como lo que fue fuerte, no trasciende. Se hace nada.

Y el barro...

Ese barro que dicen que es con lo que se construyeron ídolos y dioses.

Mentira... Los ídolos y dioses no son de barro, los fabricaron con excrementos unos homínidos que en lugar de comerlos, decidieron ser artistas de mierda.

La humanidad ha basado su fe en la divina forma excrementicia.


Escatologías de un perdedor.

No tengo un buen perder, lo juro. Soy como el invierno, que con la cabeza cortada, aún da golpes a ciegas.




Iconoclasta
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20 de marzo de 2017

El silencio de los lunes


Hoy celebran la primavera, señalada en el calendario de la humana esclavitud.
Los seres humanos van muy retrasados respecto a las condiciones del planeta.
Porque la primavera comenzó días atrás, con las primeras orugas procesionarias que aplastaba por los caminos, con los reptiles corriendo en zig-zag de una forma suicida cruzándose en mi camino. Con la camisa empapada de sudar. 
De mil putas moscas zumbando como la enfermedad en el cerebro de un loco.
El bosque, como un ser bostezante, explotó de más vida hace días.
Ajeno a calendarios y tradiciones de tristes consuelos.
Hoy no es primavera, es un lunes con el silencio sereno de una naturaleza cansada de la humana injerencia dominical.
Es lunes con el silencio mínimo de una naturaleza acechante.
Una vaca duerme en la sombra de un prado bañado de luz y un malhumorado cuervo grazna alto.
Hace unas horas, hordas de ciudadanos invadieron la montaña y usurparon el sonido de los seres que no hablan. Como cada domingo, cada día en el que libran los serviles.
Y ahora el silencio se hace más ostentoso. Más solitario.
A veces pensamos todos los animales, que somos únicos, que solo existimos nosotros. Y callamos para constatar que es cierto. Que el rumor que se escucha cercano, es el de nuestra respiración.
Los animales todos, pensamos que el lugar que habitamos es nuestro y que las injerencias de otros seres son accidentes climatológicos que hay que soportar con cierta paciencia.
Hay cierta hostilidad en el aire silencioso, no es paciencia.
Que nadie se fie de la primavera.
También dicen que la primavera, la sangre altera.
Es mentira, no la mía.
Tus cuatro labios, sobre todo el par de tu coño, son los que alteran mi sangre en el crudo invierno y en los silenciosos lunes de primavera.
¿Ves? Tú eres más poderosa que cualquier estación.
Hoy no es primavera, la primavera ya es vieja.
Hoy es un lunes silencioso y hermoso como nunca han sido jamás los lunes.



Iconoclasta
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14 de marzo de 2017

Cumplo doce añitos

Ya no pienso en los cincuenta y cinco años que hoy cumplo. Pienso que cumplo doce años de una vida que cambió radicalmente por un accidente que hizo de mi pierna algo que cuelga con la funcionalidad de una pata de palo.
Solo que con dolor.
Porque ese día de San Valentín a las seis y poco de la madrugada, inicié un descenso doloroso y lleno de miedo a la muerte.
He de reconocer con cierta vergüenza que era más miedo que dolor.
Y no morí.
De alguna forma, era demasiado fuerte o aún tenía cosas que decir. La vida continuó a pesar de una oscuridad tenebrosa y enloquecedora que envolvía el pensamiento todo.
Cumplo doce años, por supuesto.
Doce años hace que la muerte, como el loro de un pirata de libro para niños, se posó en mi hombro y cotorreaba diariamente: "Vente conmigo, vente conmigo". Y cada graznido era un dolor.
Un año entero con  la muerte susurrando a mi oído. Y como no le hice caso, la muy puta y rencorosa  me dejó una pierna convertida en un generador de dolor diario. Infatigable. Nunca se ha detenido un solo momento.
Tengo un Chernobyl alojado en las entrañas de mi tibia derecha que se extiende hacia la rodilla como una telaraña de dolor de mierda.
Infalible...
Aunque no me importaba morir, me preocupaba la cuestión del dolor.
La muerte llegó a convertirse en algo que "ojalá me muera".
Hace doce años, esa parte de mi cuerpo se transformó en algo ajeno a mí. En una pulsación diaria de dolor y desánimo. De fealdad y cojera.
También imagino con una sonrisa ilusa, que hice un pacto con el diablo y me dejó vivir a cambio de mi alma (que no tengo) y se llevó en prenda la mayor parte de vida de la pierna. La dejó negra y seca, rígida. Cada paso es vencer un tendón duro como un cable de acero. Romperlo un poco con cada paso.
A cambio me dio libertad. Como si no existiera forma alguna de ser libre si no pagas en dolor.
Una constante universal que rige el mundo.
Cumplo doce años con el dolor como forma de vida, como forma de sueño.
Y aún así, no es capaz de minar la ilusión, los deseos o una risa a veces franca, a veces sarcástica.
No olvido el dolor, ni el miedo a que la pierna vuelva a troncharse ya cansada, ya desgastada cuando camino. Simplemente he alcanzado un alto umbral de dolor, una alta tolerancia.
Y está bien, vale la pena que los días duelan si hay libertad y tiempo para conocer seres y cosas especiales y hermosos.
Vale la pena haber pactado con Mefistófeles y cumplir doce años de vida con un cuerpo demasiado usado para esa edad.
O tal vez, toda esta reflexión, es solo el producto de la esquizofrenia del dolor y un consuelo estúpido por doce años duros como la lápida que debería cubrirme.
Doce años libres, en los que el dolor ha sido la motivación perfecta para deshacerse de toda clase de escrúpulos y falsedades que hacen de la vida una mediocridad frente a un televisor, o frente al volante de los seres que se mueven en la colmena sin más opción que seguir repitiendo siempre el mismo día y morir sin darse cuenta.
Bien, cada cual se consuela como puede.
Un brindis excepcional con maravillosa morfina (solo para momentos muy especiales), para celebrar doce años de vida.



Iconoclasta
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2 de marzo de 2017

Idiotas, cigarrillos y paciencia


Febrero 2017, Ripoll. En algún lugar de la Ruta del Hierro.
Dejo caer la bici contra el respaldo de uno de los bancos de madera que hay en el recorrido del camino que atraviesa las montañas.
De la mochila saco un cigarrillo que fumo con placer. Me gusta fumar, sea bueno o malo. Me la pela.
Un habitual del camino se aproxima caminando a buen ritmo.
Me saluda y con una sonrisa de venenosa cordialidad dice jovial:
- ¡Qué mal vicio!
- Ya -le respondo.
Y mientras se aleja inhalo una buena bocanada de humo, pienso: "Así te mueras, hijo puta. Corre más deprisa y llegarás a tiempo para ver como tu hijo se corre en la boca de tu mujer, envidioso y asqueroso entrometido".
Ya más tranquilo, enciendo otro cigarro para mejorar mi ritmo respiratorio tras la larga marcha que he hecho con la bici.
En la libreta escribo cosas sobre los límites humanos y la necesidad de morir cuando el cuerpo y la mente están agotados. O cuando se conoce todo.
Fumo un tercer cigarro pensando en que morir no es un drama, toso y me levanto del banco para seguir mi camino de vuelta a casa.
No recojo las colillas que he dejado entre mis pies, tal y como aconsejan algunos ciudadanos ejemplares de mierda.
"Así tendrán algo que comer por el camino los idiotas". Pienso con una sonrisa orgullosa por mi hostilidad.
Debo escribir sobre los límites más profundamente, sobre todo, los de la paciencia que temo haber sobrepasado.
Un par de kilómetros más adelante me detengo y leo detenidamente la composición química de mi paquete de cigarrillos. No dice nada del porcentaje de idiotas con el que está manufacturada la mezcla de tabaco.
Posiblemente se trate de una promoción comercial: un par de imbéciles de regalo por cada diez paquetes comprados.
Sigo pedaleando un tanto divertido y un tanto cruel deseando cosas innombrables por pura maldad. Demasiado tiempo vivo...
Dichosos límites.
Puede que aún me quede algo de paciencia; pero que nadie se fie.
Gilipollas...




Iconoclasta
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18 de febrero de 2017

Serena y equilibrada


No puedo dejar de pensar en follarte, en imaginar toda clase de obscenidades con tu cuerpo parido para ser cubierto y penetrado hasta el paroxismo; a pesar del cariño y bondad de ese momento mágico en el que compartimos el primer café de la mañana.

Es curiosa la ternura y lujuria que desatas por igual en mí.

Eres perfecta y equilibrada. Justo lo que yo no soy.

Siempre pareces serena, sorbiendo el café, fumando... O metiéndote un plátano en la vagina ante mi mirada animal en el juego más obsceno, arrastrándome a la absoluta irracionalidad de metértela violentamente.

A veces pienso, cuando abres las piernas ofreciendo tu vagina indefensa y desflorada, que tú eres la bestia y yo soy tu presa. Tu objeto.

Y me gusta.

No existe otra forma de vivir que sucumbir ante tu mirada y tus agujeros.

No pierdo el control, me lo arrebatas con tus tetas imponentes.

Chupables...

En las que me he corrido tantas veces salpicando tus labios que gimen temblorosos.

Te meas indecente, hermosa y descarada con una sonrisa. Y acaricio tu coño y el chorro de orina que sale a sorprendente presión.

Provocamos que el sol gire la cara avergonzado al vernos.

Porque somos sórdidos a ojos de los vulgares; pero cada líquido que mana de ti es mi fuente de la vida. Es un hecho, porque sigo respirando a pesar de que tú tienes el control de mí.

Serena y equilibrada, has hecho posesión de mi cuerpo y mi pensamiento.

Serena y equilibrada... Y soy tu presa.




Iconoclasta

4 de febrero de 2017

Inexistencias



Pongamos que dios existe.
Pongamos que si algo existe, es que algo lo creó.
El dios que creó a dios, es un ser superior a dios.
Es pura semántica, no creo en dioses ni su divinidad, de ninguno, de nadie. Podría escribir "el inventor que inventó a dios"; pero en el imaginario popular un dios se entiende a la perfección para estas disquisiciones.
¿Dónde está ese ser superior a dios?
¿Por qué no rezarle a él? Y al otro superior, y al superior del superior...
A lo absurdo e irracional se le llama infinito para tranquilizar la ignorancia y la imposibilidad de saber.
Y así no hay quien folle.
Es imposible buscar el origen plausible, un inicio que explique esto que respiramos, pisamos, comemos, cagamos, dormimos, follamos, morimos, matamos, envidiamos, equivocamos, tememos e ignoramos.
No se puede explicar la existencia de dios y ninguna existencia que carezca de origen.
Ni la del mismísimo universo, que fue creado por alguien, si existe realmente tal enormidad infinita.
Dios y el universo son infinitas imposibilidades y extravagancias.
El planeta y el universo que conocemos, solo son una serie de azares demasiado lejanos en el tiempo para encontrar su génesis.
Y se ha perdido tiempo y esfuerzo en conocer algo que no tiene razón de existir. Si no hay origen, no hay existencia.
Hasta los sueños tienen su momento de nacimiento y un creador.
Hay un fallo cuántico, reiterativo, eterno e irresoluble en la creencia de un dios y un universo infinito (y por lo tanto eternos y poderosos).
Ambas cosas solo me parecen restos intuidos de algo que el cerebro humano, ineficaz para estas cosas, no nos permite imaginar.
Tal vez somos los restos de un ser que ha muerto durante el sueño y nada tiene explicación o lógica.
Tal vez todo esto, sea ese instante de agonía eterna de algo que muere.
La inexistencia no puede explicar la existencia.
El universo y dios solo pueden conciliarse en mi pensamiento como algo absurdo.
El sueño de un ignorante con pocas luces.
La necesidad de creencias nace del miedo, y el miedo se aplaca con promesas de eternidades y metempsicosis.
Ahí, en el miedo, reside la imperfección, la improbabilidad y la inexplicable existencia (inexistencia) de dios y el universo infinito.
El miedo metafísico es irracional, intuitivo, y todo lo que con él tiene que ver, es también irracional y desesperado. Es lógico que se inventen mitos para tapar esos agujeros de ignorancia, de angustia.
Jesucristo junto con otros profetas y santones, fue uno de los casos hagiográficamente documentados (a posteriori) de paranoia. De miedo.
La evolución, la geología y la física cuántica, intentan explicar lo presente; pero no el origen o inicio. Porque de la nada, nada se puede crear.
Es tan simple, que es frustrante.
Y no se podrá explicar jamás, porque nos falta alguna dimensión o visión que nos permita encontrar un origen demasiado profundo, o demasiado desplazado del eje del pensamiento que el cerebro humano no puede gestionar.
Es un serio conflicto metafísico que sin miedo, sin necesidad de creer en supersticiones, es inconciliable con la razón.
Y entonces duermo, y todo pierde importancia. Porque los mundos oníricos, carecen de explicación; pero son infinitamente más inquietantes, más angustiosos. No quiero saber nada de ellos cuando estoy despierto, porque podría morir sin saberlo y convertirme en dios creador. En un inventor de mundos imaginarios durante ese instante eterno de muerte.
El origen eres tú y tu pensamiento, tu cuerpo, esos muslos que esconden la Vagina Todopoderosa que es mi única creencia. Mi única afirmación y prueba de existencia de algo tangible, penetrable y lamible.
Tanta inexistencia para al final decir que te quiero.
Locos escritores...



Iconoclasta
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1 de febrero de 2017

La alimaña y Caperucita


Aún hay luz en el cielo cuando en lo profundo del bosque ya es todo oscuridad.
Y he pensado en ti, porque en todo lo que veo, en cada momento, estás presente.
Pactaría con alguna fuerza oscura por convertirme en un animal del bosque y follarte en la oscuridad violenta e impunemente.
Porque para las bestias hay más horas negras que para los vulgares seres humanos.
Y en la negritud te la metería, violándote. Arañaría tus pechos acariciándote feroz.
Sin cuidado, furioso.
Cobrarme en carne la esclavitud a la que me has sometido. No puedo vivir sin ti, hija de puta.
¿Te das cuenta que me has convertido en tu alimaña enamorada?
Y el que me ames como hombre no me da consuelo.
No serena mi alma que no tengo.
Mi oscuridad está preñada de un sexo perverso y hambriento; rozando la crueldad.
Te acecho sintiendo la desesperación de tu sonrisa que me entiende, me conoce, le divierte, le gusto... Y le enternece de un modo incomprensible.
Eres tan rara, tan exclusiva...
No soy tierno, soy feroz, no me sonrías así, mi amor.
Te amo.
Te deseo como una Caperucita Roja en el bosque, con lencería de puta.
Orinando obscenamente abierta hacia la oscuridad donde moro.
Con tu rostro de angelical lujuria mirando las sombras en las que sufro la erección de desearte.
Me vuelves loco, hija de puta.
Y no eres una hija de puta, mi amor.
Solo soy una alimaña feroz y enamorada en la oscuridad.



Iconoclasta

29 de enero de 2017

Frialdad y aridez



Así es el mundo sin ti, un páramo de gris sobre gris, sobre gris, sobre gris...
Si te tuviera de la mano, te susurraría al oído lo bella que es la gélida y desolada tierra.

Ojalá...

Y es que allá donde estés contagias la belleza a todas las cosas, mi hermosa mujer.
Amar es una narcosis, una continua alucinación.
Es vivir constantemente en un mundo gris y calcular sus posibilidades contigo.

Ojalá...

Amar en soledad no tiene consuelo; pero es de una pureza absoluta.
Y le da una importancia a mi vida que sin ti, no tendría.

Ojalá...

Ojalá pudiera decirte que no me gusta ese páramo helado arrasado y estéril.
Ojalá pudiera pedirte que me arrancaras de toda esta gélida aridez de grises y me dieras el calor de tus pechos.
El ardor que esconden tus muslos.

Ojalá...

Pero no puedo sustraerme a la dramática belleza del hielo.
Porque soy un pensamiento devastado y no puedo imaginar, no encajaría en un trópico de color y calidez. Lo infectaría de frialdad y grisentería como tú eres capaz de dar calor y belleza a la tierra que pisas.

Ojalá...

Como no tendría sentido un asteroide en la atmósfera, que acabaría con la pureza de su asepsia y frialdad para convertirse en una roca donde arraigara un musgo, un liquen.
Al final, solo soy una foto dramática en una revista entre tus manos.

Ojalá pudiera, mi amor.




Iconoclasta
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28 de enero de 2017

La blanca muerte



Ahora puedo hablar con seguridad.
Ahora que la muy puta se ha fundido. Arrastrada por el agua, evaporada por los rayos de un sol cabrón y vencedor.
La muerte no es negra, el miedo y el dolor son carbón y son vida.
La muerte es blanca, un fogonazo de luz que no vemos extinguirse porque se abren los ojos en rebeldía al fin.
El cerebro asustado corre hacia ella, pensando que luz es vida.
Adquiere sentido y lógica la frase: "la luz al final del túnel". Porque el túnel y su luz es un eterno resplandor fijado en las pupilas muertas.
Lo blanco, lo fulgurante, es la muerte y lo oscuro es follar; los ojos se cierran con un gemido para que nada contamine ni interfiera con el placer.
Así  pues, escritores, pintores y otros artistas se han confundido y han otorgado a la muerte la tenebrosa oscuridad del dolor y el miedo.
Hoy he visto de cerca la muerte, y la he pisado. Era fría y destacaba en el suelo nocturno como el cadáver destripado de la luna llena.
La nieve es muerte, un albo frío que se agarra a los pies y trepa hacia el corazón con dedos congelados, lenta y serenamente cruel.
La nieve intenta robarme el contacto con la tierra y me hace resbalar hacia la fractura (un dolor que puede partir el corazón o reventar los conductos sanguíneos por una presión excesiva y sorpresiva), hacia el canto afilado de un banco de piedra. La nieve busca la zancadilla que estrelle mi cabeza contra el suelo con un fogonazo de luz de extinción absoluta.
La nieve quiere que muera como un poseso, mirando directo atrás con el cuello roto.
La muerte viste de blanco sugerente y hermoso, como la puta que se maquilla para los hombres que no quiere, los hombres que detesta.
La oscuridad es sueño y libertad.
Sabía yo que la humanidad está equivocada.
Tuve que nacer con un fin, igual que dicen de Cristo.
Y mi fin es corregir lo mal pensado, lo mal creado, las malas semánticas.
La nieve es la muerte que nos cae, la que se aferra a la cabeza y congela las lágrimas y el corazón contrae.
Y como toda belleza, es letal.
Porque lo bello te aboca a la locura y la autodestrucción.
"Año de nieves, año de bienes", solo para los herederos.
He visto la garza solitaria, encorvada en el prado helado, con el cuello encogido entre las alas contraídas, como los hombros caídos de un hombre derrotado haciendo capilla. Como yo cuando nadie me ve.
Dejaba que la muerte subiera por sus largas patas sin carne, de madera. Con los ojos muy abiertos.
Lo sé porque nos hemos mirado, y hemos asentido; comprendemos, sabemos: no hay final feliz cuando lo blanco nos hipnotiza con su belleza.




Iconoclasta
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27 de enero de 2017

En color y BN


Su foto en color erotiza cada milímetro de mi piel.
Es como si fuera perfecta. Una muñeca de porcelana de labios precisa y preciosamente tallados con una mirada oscura e intensa que me arrastra a una lujuria suicida.
Y es imposible ante todo ese arrebato no evocar sus palabras y su mirada profunda y sobria que promete no abarcarla jamás.
Es entonces cuando los contrastes policromáticos viran a los negros y grises, los colores de la profundidad y la trascendencia.
Y quiero trascender con ella, a través de su coño o de su mirada. De cualquier forma por llegar a algún momento o lugar suyos.
La amo polícroma y monocromáticamente.
Es tan extraña, tan exclusiva.
Por favor...



Iconoclasta

23 de enero de 2017

Mi sistema límbico


El sistema límbico del cerebro consiste en una estructura con diferentes zonas que gobiernan las emociones, la memoria, el hambre y los instintos sexuales.
Seguro que ya lo sabías, amor; pero haz como que no. No pasa nada, reconozco tu superioridad intelectual.
Y tus pechos que me hacen tar... tar... tartamudear, no hacen nada fácil mi elocuencia.
Perdona, tomo el control de nuevo.
Disculpa esta pequeña disertación médico-académica (casi forense), no pretendo parecer pedante. Solo quería explicar con precisas acotaciones, que amarte no es tan fácil, no es sencillo. No es un dulce fluir.
Aunque sí lo es, porque ocurre aunque no quiera.
En principio llegué a pensar que no tenía o había perdido mi sistema límbico (a veces soy casi infantil con mi entusiasmo por las cosas nuevas que aprendo, disculpa mi redundancia; es que me gusta eso de límbico porque me lleva al limbo donde estás hermosa y rotunda, soy tan plano...); pero no, mi sistema límbico está íntegro, aunque un poco alborotado. Por decir algo, lo mínimo.
Te explico:
Lo has convertido en un caos descontrolado ( si un caos puede descontrolarse más de lo que su definición indica), porque esperando saber de ti olvido mi nombre de tanto recitar el tuyo, devoro comida como un animal insaciable, mis emociones se han fusionado hasta ser solo una: tú. Ya no hay matices, todo lo llenas.
Y mis instintos sexuales me llevan a practicar agujeros en las paredes y follarte hasta la lesión, hasta que sangro.
Y no hay dolor, así que nada me frena.
No es divertido, cielo. Es sórdido.
En principio a mí también me parecía cómico; pero cierro los ojos en momentos de lucidez y soy un misil que vuela a Match 1700 hacia el asteroide Autodestrucción XY-22344/5.
Esto me recuerda una película que vi hace tiempo, que se llamaba Mi Sistema Límbico, y en medio de toda aquella comedia había una tristeza profunda y angustiosa que anulaba toda sonrisa. Me di cuenta de que cerraba con fuerza los puños en la butaca, horrorizado por el final que auguraban todas aquellas escenas de amargo humor que la enorme pantalla lanzaba directamente a mi ¿sistema límbico?
Como es posible degenerar, descender tanto... Me preguntaba.
Pobre hombre...
No me acuerdo quien la protagonizaba, no recuerdo en que cine la vi.
No recuerdo que fuera una película y un escalofrío de locura eriza mi piel, como lo harían los fríos dedos de la muerte en una película que tampoco he visto.
¿Puedes tener siquiera un atisbo de lo que has llegado a alterar mi sistema límbico?
Eres un virus en mi cerebro, un obsceno y hermoso virus del que no quiero  sanar.
Mi sistema límbico ahora está perfecto, mi amor.
Gracias, mi vida. Besos, cientos.

Hola cielo: ¿Sabes en qué consiste el sistema límbico? Seguramente te es familiar, porque me provoca cierto déjà vu.
El sistema límbico hace de mi desoladora y sórdida soledad una paranoia en la que estás presente en todo momento, donde calmas mi horror a morir sin ti desplegando una sonrisa, con un beso. Diciendo mi nombre como si fuera un niño pequeño.
¡Ops...! Ahora no sé si quería hablar de una triste película que vi hace tiempo o del vacío que dejas en el aire cuando no estás y que me lleva a sangrar de una forma que mejor no te cuento.
Amar es felicidad, lo sé, soy feliz; pero aún así hay una bruma densa que me preocupa un poco.
¿Puedes tener un atisbo de...



Iconoclasta
Foto de Iconoclasta.

Oculto


Te espío, te deseo, te ambiciono oculto y secreto.
Avergonzado en este mundo banal, erecto y babeando como un animal por tus pechos plenos y tus muslos húmedos.
Oculto como bestia, encerrado en mí mismo para evitar el delito de robar tu alma enorme que no merezco.

22 de enero de 2017

Perros, jóvenes, trumps, nazis y guerra santa.


La chusma se ha escandalizado porque en el rodaje de una película, un adiestrador intenta meter a un perro en una piscina con agua. No le pega, sino en brazos lo tranquiliza a la vez que intenta dejarlo resbalar por el plástico de la piscina para filmar una escena en el que el animal nada.
Los sedientos de notoriedad (protectores a ultranza de animales), ambiciosos como el cáncer con las células y los idiotas sensibleros de las redes sociales que no tendrían reparo alguno en vender a sus hijos o a sus padres desnudos en internet por un nuevo teléfono móvil; han creado del video casi un delito, una amoralidad punible según su criterio barato de ignorantes.
A lo mejor se piensan que los perros nacen con el gusto por rescatar a gente, por esnifar maletas para encontrar droga o por seguir rastros, y no necesitan que nadie los fuerce.
Como al niño que no le gusta el agua, y sin embargo, se le fuerza. Debe aprender a nadar porque le puede ir en ello un día la vida. 
Esto apesta a mierda, el olor de la hipocresía y el oportunismo.
Es lo que tiene la tecnología barata de consumo y entretenimiento para las masas de ganado humano: te muestra sin pudor lo más repugnante de los votantes y ciudadanos de pro.
Esos que corren como ratas para ver esas películas ñoñas, de alto impacto emocional donde un perro es elevado a rango de mártir y santo. Películas con las que se pondrá de manifiesto su sensibilidad bondadosa y asumirán cada escena como real, o cuanto menos, posible.
En las noticias, un adulto de veintinueve años es tratado de "hombre" si es asesino y de "joven" si es víctima o ha realizado algo loable. Asquerosos y repugnantes seres parciales, periodistas que son perros-guardianes de las normas que impone el poder... Repugnante y denodadamente parciales.
Yo siempre he sido "hombre",  no recuerdo haber sido joven, porque miro al mundo a través de las rendijas de la puerta de un calabozo.
A mí me suda la polla quién gobierna en EEUU de América; pero está visto que  hay europeos a los que no les da igual, lo digo por las manifestaciones europeas contra Donald Trump.
Como si la polla del presidente americano fuera tan larga y pudiera atragantar a algún europeo.
Es lo que tiene la globalización mediática: de los penes lejanos, pequeños y poco agraciados; hace fenómenos de la industria del porno que provocan el temblor de culos y coños de gente muy lejana.
Los únicos que deben preocuparse por la pequeña verga de Trump, son los mexicanos. Y no de la de Trump, si no de la de su corrupto presidente. Porque si no estuviera podrido, le habría dicho hace meses, que "el muro fronterizo lo va a pagar tu puta madre". Pero claro, el Peña es demasiado corrupto, y lo que interesa es trabajar en él para que se hagan mejores túneles que los que hay ahora y hacer así más seguro el tráfico de drogas. Con lo cual, se llevará un más alto porcentaje de lo que es la única y gran industria mexicana.
Si hubieran existido redes sociales y blogs, los campos de exterminio nazis se hubieran convertido en objeto de una fuerte polémica medio ambiental por la cantidad de polución que provocaban. Y se hubieran hecho virales un sinfín de videos  de gente ardiendo, soldados dando la mano bondadosamente a un judío bebé antes de quemarlo con el ripio: "No te lo vas a creer; pero aún hay esperanza". Así como tuits de buenos ciudadanos lamentando tales y masivas incineraciones, bendiciendo a los quemados y expresando su piedad y dolor intenso.
Gracias a las redes sociales y al ansia de los idiotas por parecer buenos y correctos, de las tragedias hacen simpáticas anécdotas donde nadie pide sangre. Nadie pide venganza.
Como si la sangre que les corre por las venas fuera de rumiante. O savia...
Qué vergüenza ser humano...
A finales del año pasado (hace apenas un mes) Siria recuperó una de sus ciudades al Estado Islámico: Alepo. Y en ese mismo instante comenzó el terror y la preocupación internacional por las represalias hacia los radicales islámicos que quedaron en la ciudad. Como si no fuera bueno asesinar a asesinos y más en una guerra.
Políticos de mierda... Hipócritas asquerosos...
Esto deberían arreglarlo los israelíes, ellos sí saben. Tienen huevos.
La ley del Talión es justicia pura.
El año ha comenzado triste y gris, como todos. Tampoco soy tan ingenuo para creer que un año puede ser mejor que el otro; porque el hecho es que cada año va a peor. Cada año cuesta más soportar esto.
Cada año la hipocresía y la moralina, se hacen más pegajosas, como mierda que no te puedes despegar de la suela del zapato.
La vida es una mierda y no mueren los que debieran.



Iconoclasta
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20 de enero de 2017

Camino a nada



¿Qué más quieres? ¿Para qué buscar más si ya estás?
Es lo profundo del mundo, un camino a ninguna parte.
Es como morir: no has de esperar nada.
Y morir no da miedo porque has ido muriendo día a día.
Sin apenas sentirlo.
Lo has hecho todo y lo que aún puedas aprender es intrascendencia pura.
La ausencia de humanidad es un camino oscuramente bordeado.
Magnético, irresistible.
Tristes árboles desnudos hacen cortejo a quien camina en la senda tranquila, cuyo sobrio silencio es el final. Y es infinito, y por lo tanto el gran momento, indefinido.
La senda es presagio, es la certeza. Lo ineludible.
No hay sitio mejor para acabar, salvo el vacío del cosmos.
Ambos te atrapan con su profundidad, una vez has entrado en ellos ya no hay retorno.
¿Y quién quiere volver?
Que los cuervos te saluden, que canten el presagio que no quieres escribir en tu cuaderno secreto.
Porque lo que se escribe es ley y se hace real. O tal vez, al escribir lo real, lo absoluto, no hay sueño que te pueda consolar. Saber tiene un coste de vida.
Escribir tu propia profecía no es algo popular.
Pero se impone la disciplina y es inevitable que el oráculo se cumpla cuando el pensamiento adquiere dimensión, color y tacto.
Y así escribo esto a un paso de iniciar el camino, porque es muy posible que no tenga oportunidad o tiempo.
El papel cruje como las hojas secas y muertas que tapizan la senda rumbo a la corrupción de la carne, a la evaporación del pensamiento.
Es la última aventura, el encuentro con la nada, la meta.
Una indolora e indiferente demencia es el sonido de la muerte que pisas.
Muerte pisa a muerte.
Y dan ganas de reír por lo absurdo.
Ahí está lo que nadie busca, lo que nadie quiere ni oír. Lo que cualquier ser humano se esfuerza en obviar.
Las oraciones no son poderosas, no protegen. Solo son lamentos que hacen de la vida fe y de la muerte vida. Algo tan ingenuo como plantar judías mágicas que te subirán a un mundo entre nubes.
Y otra vez, y otra, y otra: la ingenuidad nace de la ignorancia y la ignorancia alimenta la cobardía y la cobardía se intenta ocultar con la fe, y la fe da alegría de vivir y no es posible morir si tienes fe y por lo tanto, ignorancia e ingenuidad. Los cobardes no mueren, solo se transforman. Porque son energía, dicen.
Un circulo repetitivo, vicioso y cerrado solo apto para millones de seres humanos.
Y no estoy entre ellos.
Así que voy derecho a la no transformación y a la no resurrección, no voy al cielo ni al infierno.
Dejar de ser es más sencillo que cualquier otra cosa. No es necesario complicarse más.
Si vives demasiado, buscas muerte pura. Es el antídoto al hartazgo.
Y...
Y ya.



Iconoclasta
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