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9 de julio de 2015

Lectoescritura en las redes sociales


Alguno consigue entender bien lo que lee la mayor parte de las veces, el resto, que son la inmensa mayoría (esos que dan su voto a los políticos más idiotas), no se entera de nada y de lo poco que se enteran, no aciertan a explicárselo a sí mismos.
Y si han de escribir, la cosa empeora.
Hay una dificultad irreparable en el cerebro humano.
Entender algo tras leer, se ha elevado a categoría de don.
Si se trata de sintetizar o resumir lo que se ha leído, y se consigue, estamos asistiendo a un milagro o una extraña conjunción o alineación cósmica que ocurre cada cientos de miles de años.
Justo lo que pasa con los manuales religiosos tipo biblias, corán, libro muertos, torá, el quijote, el capitalismo, Así habla Zaratustra, etc...
Nadie los lee, los que lo leen no se enteran de nada y un reducido número de fenómenos que llegan a entender algo de todo eso, lo manipulan para leerles su propio mensaje a los que no se han enterado de nada y así poder eternizar la ignorancia a través de un hermoso chorro de siglos en los que no cambiará absolutamente nada.
Los más cultos que he conocido, todos son adictos a la civilización egipcia de los faraones y saben decir Osiris y pirámide. Ser egiptólogo, es una de las carreras que más deslumbra a todo el mundo en las redes sociales. Y aún hoy día, hablar de que las pirámides fueron levantadas por levitación extraterrestre, es un hecho verídico ampliamente aceptado.
El nivel de lectoescritura de los ciudadanos y como llevarlos por el camino adecuado, es algo que conoce cualquier gobernante o alto funcionario, porque cuando acceden al cargo, les dan un manual de instrucciones ya antiquísimo donde se les instruye en como expresarse ante la peña que les ha votado y los que no les han votado también. Al final, a todos joden igual (por lo tanto, no perdáis el tiempo en ir a votar).
A medida que se ha cuantificado estadísticamente la capacidad de lectura y comprensión en los humanos, los aparatos electrónicos han ido adaptándose con rapidez a este profundo conocimiento del individuo tipo. Cualquier despertador tiene ya iconitos sonrientes, llorones o frotándose la calva. Los dibujitos en las pantallas y monitores de todos los equipos, han conseguido ya parecerse a un abecedario para chimpancés y gorilas que usan los biólogos para entrenar a esos animales.
Los memes se han convertido en el alimento espiritual de los que se deprimen abiertamente ante sus desconocidos amigos de las redes.
La proliferación de imágenes o videos cursilones o extraordinarios (por lo amañados y su grosera edición y manipulación que nadie capta) indica que todo va bien, como era de esperar. Y pronto le enviarán a la peña un email que al presentarlo en el lugar adecuado, les regalarán un plátano que tendrán que comerse ante una video cámara.
Se ha estandarizado el máximo de lectura a una frase y media, que es lo máximo que los usuarios pueden leer sin vomitar y compartir hasta el asco.
Un tema tratado por más de cinco minutos sin imágenes, deja en blanco el cerebro de los usuarios tipo de las redes sociales.
Las Cuevas de Altamira y sus imágenes rupestres, son un claro ejemplo aún muy actual de lo máximo que puede soportar un humano tipo leyendo.
Pero no hay peligro de que se extinga el lenguaje escrito, ni mucho menos. Vamos a ver: si a un usuario no le dan una pista de la imagen que está mirando, su cerebro se queda girando en vacío sin acertar a identificar nada, y así durante horas.
Se necesita (según la imagen) al menos dos palabras al pie para que puedan comprender.
Es tanta la falta de comprensión y redacción en los usuarios de las redes, que se ha tenido que cambiar el concepto de "analfabetismo" por "rebeldía social" para evitar denigrar a tanta gente.
El verano y sus altas temperaturas lo empeora todo en esos cerebros. Es necesario aplicar entonces a las dos o tres palabras que se redacten en un estado, imágenes de alto contenido sexual para captar la atención de los usuarios. Las palabras que las acompañen serán claras, básicas u onomatopeyas de pedos, algo que les haga reír mucho para que no se me dispersen de lo que están leyendo-viendo.
Es muy importante que crean que su sexo es pleno y potente para que no recurran a memes de psicología de feria que los deprimiría mucho.
Hay que cuidar esos cerebros de escasas luces, porque de otros apenas hay.
Y me parece que no queda más por decir, porque muchos de los que se han atrevido a leer esto, a estas alturas no saben porque lo están leyendo.
Una ayuda:
"Alguno consigue entender bien lo que lee la mayor parte de las veces, el resto, que son la inmensa mayoría..."
(Inicio del artículo, genios)

Apéndice 1:
Ejemplo de diálogo tipo usuario feisbu, para poder conseguir muchos amigos en un par de minutos:
-Salu2
-Chale
-Vale
-Por fis
-Tá güeno (sin tildes ni diéresis, yo porque sé escribirlo; pero no lo intentéis en vuestras casas, es peligroso).
-Lol
-Lol
-Pinchi
-Mola
-Chachi
-Sale
-Simón simonete
-Lol
-No tá
-(iconito de idiota sonriente dándose palmadas en la cabeza o chola)
-Pucha
-Mimí
-Ta jodío
-Goldo
-Chale
-La conchatumadre
-Pos sale
-Chichis glub
-Pelusa ñam...
-Chidón bidón
-Cruda?
-Sipi
-Xoxo
-Bubys goldas
-Gracs (e iconito ruborizado)

Apéndice 2:
Como ejemplo de meme de grado medio de comprensión (un poco avanzado, pero estimula un poco las meninges):







Iconoclasta

7 de julio de 2015

Hay ratas que sí


Aún se despierta acostado de lado en el extremo del colchón, en el borde mismo. Debe evitar el contacto con el sucio pelaje de la rata.
Cuatro años durmiendo con una rata al lado, crean un hábito difícil de erradicar.
Cuando adquiere conciencia, se da cuenta que no hay rata. Huele las sábanas: no hay el hedor de la rata impregnada por la suciedad de otros ratos. Entonces extiende los brazos en cruz y separa cuanto puede las piernas. Se esfuma la repugnancia inicial que le acompaña aún algunas mañanas y noches.
Observa por la ventana del comedor: ya no hay un precioso y majestuoso volcán; pero se compensa con un aire más limpio que huele a clorofila y lavanda. No hay cenizas que lo hacen toser y enturbian la luz.
Se ducha  y tiende a emplear demasiado tiempo para limpiarse el hedor de la rata que parasitaba su cama. Y se relaja, deja que simplemente el agua caiga templada por su cuerpo, sin frotar fuertemente. No es necesario.
Es sábado, ya no siente la profunda decepción y temor a tener que soportar la hedionda rata durante horas sin consuelo. Ya no tiene que aspirar el acre olor de la rata sucia y la mezcla almizclada de hedores de otros ratos. Sus chillidos histéricos provocados por los amarillentos y viejos incisivos que se le clavaban en el cerebro provocándole paranoias y calenturas que solo calmaba con vodka, cerveza y alimentos de mala calidad en sucias cloacas.
Dicen que las ratas son astutas; pero siente un escalofrío y el olfato se le llena de aquel repugnante olor a miseria y mezcla de orina y otras cosas innombrables. No, la rata no era astuta; solo repugnante. Solo evocaba asco.
No astucia, no inteligencia, no simpatía. Asco, asco y asco...
En sus patas anidaba la miseria como un hongo que impregnaba todo por donde pasaba.
Llega por fin al banco de madera y toma asiento con un suspiro, la caminata ha sido larga, como siempre. Es fácil caminar largas distancias en esa catedral de vida que son las altas montañas.
Saca de la mochila una bolsa de plástico, la rasga y la extiende frente a sus pies, hay restos de embutidos y frutos secos.
El río hace cantar a las piedras con una suave y apacible melodía.
Como siempre, aparece entre las hierbas de la orilla. Se acerca hasta la comida, se sienta sobre sus cuartos traseros y se limpia las patas delanteras como si fuera un saludo.
Él sonríe ante esa ternura y gracia. La menuda rata de negro pelaje brillante y húmedo come tranquilamente sin prisas, sin temor. Una avellana la toma entre las dos patas delanteras para poderla roer y comer. Mira al hombre aún con curiosidad mientras mastica.
Cuando acaba el festín, se sienta de nuevo sobre sus cuartos traseros, se limpia las patas en un adiós (eso quiere creer él) y desaparece de nuevo entre la hierba hacia el río.
-Son muy listos estos animales -le dice un excursionista habitual de aquellos parajes que ha estado viendo la escena.
-Sí, ésta sí -responde evocando el olor repugnante de la rata de aquel volcán.
-Y pensar que hay gente que las mataría...
-Hay ratas malas, repugnantes y sucias. Las ciudades esconden demasiada miseria, y hacen miseria de los seres humanos y todos los animales. Hay ratas que sí deben ser exterminadas. Y personas -responde con un deje melancólico, como si se encontrara lejos de algún lugar.
A veces es duro y demasiado directo; pero es mejor que ser hipócrita, no se arrepiente de haber contestado así.
El excursionista sonríe pensando que se le ha complicado un poco la conversación.
-Bueno, éste es un buen lugar, no hay ratas de esas -responde tras unos segundos de reflexión.
-Así es, jefe. Buenas tardes -le responde levantándose del banco y colgándose la mochila de un hombro.
-Buenas tardes. Salude a su amiga de mi parte la próxima vez.
Y sonríen, es un buen lugar para hacerlo.
Un buen momento.
Está bien no sentir asco, está bien conversar banalidades con simpatía.
Ríe durante un buen trecho del camino de vuelta a casa sin ser consciente.
Poco a poco recuperará el centro de la cama para dormir.
Una rata hace olvidar otra rata.
Dicen que los clavos hacen lo mismo, solo que siempre se queda un clavo.
La rata se va y deja una sonrisa. Ésta sí.
Y está bien otra vez.
Hace tiempo que todo está bien.




Iconoclasta

5 de julio de 2015

Una mariposa en mi mano


Algo debe estar bien en mí, pequeña.
Supongo que ya soy de aquí, de la naturaleza. Soy reconocido. Me gusta, porque nadie me ha dado la bienvenida jamás, nadie me ha esperado con una sonrisa en la boca, con una caricia. Nadie me ha dicho "eres de aquí".
Supongo que soy bueno para alguien por fin.
No pesas nada, bonita.
No imaginaba la levedad de tus patas. No esperaba que revolotearas a mi alrededor y posarte de nuevo en la otra mano.
Debes ser una mariposa con complejo de loro, como aquellos que siempre iban en el hombro de un pirata.
Qué casualidad, preciosa, casi tengo una pata de palo...
Tan pequeña y tan valiente... Supongo que sabes que no te haría daño, estas cosas las sabemos todos los seres con mirarnos a los ojos, solo que algunos son tan malos, ignorantes y porfiados que imaginan su propia maldad  e ignorancia en todos los seres.
Ahí, posada en el anillo de la calavera, luces como un monumento a la gallardía, con esas alas tan blancas y tan pequeña pisando el rostro de la muerte.
Me gusta mi anillo cuando estás en él, me ha gustado tu valentía tan sencilla que ni lo parece.
En la Teoría del  Caos, dicen que hay un efecto llamado "mariposa". Vivimos en un mundo tan hipócrita, pequeña, que algunos sueñan con hacerte responsable de un tifón, un tsunami o cualquier desastre por el batir de tus alas.
Si el aleteo de tus alas en un mundo sin mariposas pudiera provocar un huracán, el efecto de mis pasos destruiría el planeta.
Son idiotas y no tienen valor, necesitan crear cuentos y leyendas, ahora cuánticas, para explicar la muerte y el dolor.
Pretenden que la conciencia insectora de la humanidad, acepte una desgracia natural con la ilusión de que tú la has empezado a crear con tu batir de alas.
Pequeña, ambos sabemos que tu batir de alas no moverá ni una hoja de este bosque, son unos hijoputas cobardes. 
No pueden aceptar que son simples insectos también ellos y buscan en su mortalidad una causa maravillosa, fantástica, mágica.
Como si los humanos fueran tan especiales que para morir, necesitan una causa extraordinaria.
Pobre pequeña... Mirándote tan de cerca, tan frágil, el efecto mariposa se me hace una obscenidad, una mala fotografía de una revista pornográfica.
La humanidad lo contamina todo.
Los desastres vienen de alas de acero que sueltan bombas y se estrellan en las ciudades y las montañas, vienen de los errores, abusos y perversiones de seres que buscan la felicidad en su cochazo de mierda, en el plástico del dinero o en el acero de un reloj costoso. Las miradas de la envidia crean los genocidios y la ignorancia atesorada, miseria.
Que no se inventen cuánticas leyendas, teorías solo para ilusos idiotas sin ningún fundamento.
Es la retórica ignorante y cobarde vestida de ciencia.
"El aleteo de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo" (proverbio chino).
Nada se amplifica en el mundo; para que algo se amplifique, alguien tiene que construir un instrumento que lo haga todo peor.
No hagas caso, los chinos dicen tantas tonterías como los africanos, los caucásicos o los latinos. Son solo humanos pedantes con ambición de ser los más sabios. Quieren romper el entusiasmo de las ideas de los creadores e innovadores con sofisticadas retóricas pseudo filosóficas.
Mi soplido perderá fuerza a diez centímetros de mi rostro y tu aleteo se diluirá a un centímetro del vello de mi mano.
No trascendemos más allá, ni queremos.
Sabemos que somos insignificantes, tengo memoria histórica y sé de lo que soy capaz. No hay amplificadores para el aleteo de una mariposa.
Que no vistan su decepción y su mediocridad, su muerte insignificante como lo es su vida, con cuentos de aleteos de mariposas que crearán una debacle cósmica.
Son idiotas, pequeña.
Vuela y acaricia mi piel, dime simplemente que soy de aquí.
Sé que morirás pronto, bonita, pero no soy como ellos, sé que tu vida habrá sido plena y que tu conciencia dirá dentro de unas horas, que es hora de morir, que la vida se ha cumplido.
Y no habrá miedo, ni habrás dejado ninguna posibilidad de catástrofe.
La muerte de otros, será mediocre, sin sortilegios ni cuánticas teorías caóticas.
Vuela pequeña, no temas, no importamos, somos fósforos que se apagan en dos segundos, no nos convertimos en volcanes.
Soy como tú, moriré en otra escala de vitalidad, pero igual que tú.
Gracias por tu bienvenida, por tus caricias.



Iconoclasta

4 de julio de 2015

Células


Me resisto a dormir porque sé que me queda algo por decir, por hacer.
No quiero que el descanso diluya la angustia existencial.
Pero mandan las células, ellas no quieren angustias, solo pretenden renovarse.
Y así es como lo físico vence a la psíquico; las células que parecían tontas...
Son las 9:38 de la mañana y me cago en dios para recibir al día, se me ha dormido un brazo.
Al dormirme me quedaba por decir que no importa, que mañana seguirán las muertes. Las muertes son razones para reír o llorar. Si muriera aquella mujer de sonrisa de asno que apesta a cerveza y vodka el mundo sería mejor, si muriera aquel explotador que me estafó en la juventud el mundo casi alcanzaría la perfección, si muriera aquel médico, si el cáncer se lo comiera y a sus hijos también... Si murieran tantos que se lo merecen tiraría cohetes de colores. Me gastaría un dinero  en fuegos artificiales que los hambrientos quisieran para sí.
Tengo cosas por hacer: insultar y despreciar.
Ahora mismo no recuerdo muertos por los que llorar, pero debe haber alguno, no me preocupa.
Entre tontos anda el juego, no me engaño; pero mientras se vive, hay cosas que hacer. Ellos que hagan lo que quieran y yo lo que me salga de los huevos.
También me gusta meterla, no todo es malo.
Y que hayan nacimientos no me conmueve, eso es una bondad de las células y ellas son unas optimistas, construyen cuerpos sin ningún tipo de selección. Todo nace, los hijos que no debieran lo hacen con costosas ayudas, la humanidad se multiplica con seres potencialmente no viables.
Pues parece que las células se equivocan, el despertar ha sido doloroso, no han alimentado los músculos, solo el cavernoso de entre las piernas. Durante unos minutos soy el toallero auxiliar y tengo que mear en la bañera.
No sé porque le llaman al sueño "reparador", porque cuesta dios y ayuda poner en marcha todos y cada uno de los músculos.
Las células aprovechan la noche para suicidarse algunas, estoy  seguro. También tienen sus paranoias.
Sabía yo que el optimismo es una superficialidad de seres simples.
Saldré a caminar montaña arriba porque nadie sube, nadie quiere sudar. Y si quieres no ver siempre las mismas caras, elige lo más penoso. Y vale la pena.
Escuchar el chillido del águila ha borrado todo lo malo que pasó y lo malo que pasará. Los conjuntos celulares se mueven por debajo de mí, yo soy el primero que ha oído el chillido del águila con un escalofrío en la piel y los que debieran morir, como que me importa una mierda que lo hagan o respiren.
Son fotos viejas y gastadas.
Así que me siento en una roca y escribo, odio, me maravillo y amo.
Aunque no sé que amo, pasa como con los muertos por los que vale la pena verter una lágrima, debe haber alguno.
Saco el pene y meo.
Y lanzo un grito.
Un pequeño petirrojo se ha quedado paralizado entre la hierba, hace como que no existe para que no lo vea, para pasar inadvertido. Me da la espalda y me arranca una sonrisa como hace tiempo que no he dibujado en mi rostro.
Me maravillo de esa sorprendente y maravillosa inocencia. Es una monada...
Sí, vale la pena no ver las mismas caras, solo lamento el tiempo perdido para encontrar una hermosa soledad.
Podéis no morir, ahora no es algo que me importe.
Tomo una pequeña pluma del suelo y vuelvo empapado de sudor a mi casa, para pegarla en una hoja de mi diario. Para que cuando muera, alguien sepa que es más importante la pluma que sus pieles.
Aún queda un rato para no dormir, he de aprovechar el tiempo, alguien desea que muera, estas cosas se saben de una forma natural.
Entre tontos anda el juego.
Y las células, ajenas a toda la mierda, siguen multiplicándose como idiotas.
La banda sonora de Interstellar suena potente en el HI-FI cuando acabo estas letras y sueño con un agujero negro y hacer del tiempo algo sólido que poder modificar. Deshacer lo que otros hicieron mal, evitar su nacimiento, evitar esto.
Tum -  tum -  tum -  tum -  tum  -  ...
Eternizar el chillido del águila.
Qué mundo...



Iconoclasta

3 de julio de 2015

La fuerza de la muerte y del amor (y video)



Acercarse tanto al agotamiento le quita dramatismo a la muerte.

Amarte tanto hace la muerte insoportable.

Ante estas dos variables, alguien podría con candidez, achacar a la muerte un carácter voluble o relativo.

Es un error de cobardía pretender dar imagen y criterio a la muerte.

La muerte es absoluta, se define con claridad y no se presta a ambigüedades en cualquier espacio o tiempo.

Son los humanos los volubles, relativos, cambiantes, escritores...

Solo pretendía, cielo, decirte que  mi amor es como la muerte: inalterable, definitivo.

Sé que no es agradable la conclusión ni el planteamiento; pero quiero ser absoluto expresándome. Soy inamovible amándote, ría o muera.

Tampoco pretendo llamar tu atención, es que cuando me siento absolutamente dolorido y cansado, eres mi reposo.

Mi isla en este mundo árido y tormentoso en dolores y sudores.

No te amo por cobardía o por interés.

Te amo y punto.



Iconoclasta

Video:








29 de junio de 2015

La última flecha


Nació con una determinada cantidad de amor que se encuentra en algún punto del cuerpo, tal vez en los brazos. Porque se tensan, se desesperan por abrazar. Buscan en el aire lo que desea.
Es un arco en tensión. Una flecha que tiembla esperando ser disparada.
El amor tiene que estar en sus brazos porque le duelen ya, porque es una fuerza vectorial directa al alma desde otra alma. Es demasiado metafísico y la razón se cansa.
Y la munición se gasta.
Flechas que se rompen y yemas de dedos que lucen heridas.
Lo desea, busca algún motivo, alguna situación que lo dispense de esa pesada carga, de esa continua tensión. Está seguro de que se puede vivir sin amor. El amor debería ser voluntario, nadie debería nacer cargado con él.
Y sus brazos son enormes, le dieron demasiado amor, demasiadas flechas.
Es injusto.
Es bueno relajarse, hay seres humanos que deben o deberían haber estado siempre solos; pero no lo han conseguido, no lo consiguen porque la humanidad es un vertedero de amores que siempre salpica a quien pasa cerca.
Y fracasan en la búsqueda de la soledad.
En lo profundo del bosque no hay nada que amar, solo se admira y se teme la vastedad de la naturaleza.
La naturaleza te toma.
Todo animal que camina bajo los árboles, bajo el sol del desierto o en la arena de una playa, es presa o es cazador. La naturaleza no distingue pensamientos, solo escucha los cuerpos: si están cansados, si están sanos, si la temperatura corporal es idónea. Y la naturaleza te lleva adonde te mereces.
Alguien debe poner las cosas en su lugar.
Tensa el arco y lleva la última flecha hasta el ojo, apunta sin demasiada convicción. Debería haber muerto antes. Le dieron poca vida y demasiado amor. Eso ocurre con el azúcar en el café, las cafeterías no son generosas.
Poca vida para tanto tiempo, el planeta se mueve a velocidad geológica y la vida corre a velocidad lumínica. No da tiempo a nada. En las esperas murieron los dinosaurios.
Él también está a punto de ser extinguido, es necesario liberarse de cualquier carga, la última etapa es dura para ir tan cargado.
Dispara no sabe adónde y no pasa absolutamente nada. Salvo que una urraca ha salido de entre la maleza causando estruendo, asustada.
Se le escapa la risa, parece que el pájaro blasfema.
Ya no es necesario el arco ni el carcaj.
Y caminar es sorprendentemente ligero.
El cigarro a la boca, las manos en los bolsillos, es hora de relajarse.
No ha sido un buen día para la urraca. Otra risa.
Dan ganas de silbar.
Y silba.
El oso hambriento lo observa desde la espesura, los pájaros no trinan, los insectos parecen contenerse, la naturaleza le dice al animal que su presa es demasiado lenta, es una buena opción de menú para hoy.



Iconoclasta

26 de junio de 2015

Bailando


Qué difícil es llegar a ocupar el día en las cosas que te gustan.
En instantes relajados, libres y solitarios cuando deben serlo.
Hay que pagar un precio: oírse uno mismo. Y no siempre hay valor para ello, porque no podemos creernos nuestras propias mentiras. Nos mostramos a nosotros mismos sin ninguna piedad.
No he conocido a nadie que se muestre a sí mismo. No he conocido humanos valientes. Solo humanos que hablan y hablan y hablan...
A veces he besado labios ardientes y temblorosos. He empujado el placer entre muslos preciosos y vientres convulsos. Pechos erizados y anhelantes de una baba cuasi feroz.
Y ha estado bien, no hay queja.
Hay momentos que apetece bailar. No soy sufí, pero podría entender a los derviches giratorios.
No busco acercarme a Dios, no busco acercarme ni a mí mismo. A veces me muevo descoordinadamente al son de una música para salir, para ser expulsado fuera de mi propia órbita y aparecer en el espacio.
La fuerza centrífuga es precisamente la que eludo. Soy más de la centrípeta, no es por gusto.
Es necesidad.
Solo pretendo alejarme de aquí, del fracaso. Fracaso no es la opinión de nadie, se alcanza el fracaso solo cuando lo reconoces, cuando lloras y sientes la intensa necesidad de abandonarte a un ritmo que te obligue a olvidar  tu existencia por unos segundos.
Lo que dure un vómito.
Cambiar de lugar.
Cambiar de piel.
Cambiar de sangre.
O vaciarse.
Suena el telégrafo inicial de Radioactivity de Kraftwerk. Y siento que es una llamada de socorro que me recorre todas las fibras nerviosas. Y mi cabeza se mueve al ritmo de las pulsaciones en un sí repetitivo que es más epilepsia que danza.
Doy una vuelta completa y la sangre que brota por los cortes del pecho, del cuello, de los antebrazos y los muslos, crea salpicaduras  en muebles y en paredes; pero no es trágico, solo es pop.
Trágica es la vida. Trágico es estar aquí, reconocerse fracasado. Cuando no has conseguido alejarte de la miseria, la miseria te fagocita. Es un acose y derribo que puede durar toda la vida o hasta que uno se cansa.
Alzo los brazos y la sangre baja hasta mis axilas y de ahí recorre el torso por las costillas.
Es fácil restañar las heridas, pero es más fácil bailar o agitarse, la sangre es un buen elemento decorativo.
No son cortes dolorosos, son cortes grandes y con buen caballo el dolor es un dimensión extraña y lejana. La heroína, es mi heroína. Son tajos que no han tocado un tendón, pero hay tantos que la sangre no sabe por donde salir más deprisa.
No sabe cual será el próximo paso de baile. O de descontrol, las cosas hay que llamarlas de alguna forma para entenderse. Ser preciso es una habilidad que pierde importancia cada día más en un mundo impreciso.
El equipo HIFI parece la tabla de un carnicero, no parece metal cromado su carcasa. Es un gran trozo de res sangrante. Se ha transformado en algo orgánico.
Cada convulsión me reafirma en que por una vez, lo que hago está bien. Me lleva donde quiero y la muerte se contorsiona conmigo. Va vestida como yo, tiene el color de mis ojos, es hombre. Soy yo mismo, no hay sorpresa y bailo frente a ella, porque es la única que sonríe con franqueza y un punto triste que me conmueve.
La navaja luce ensangrentada en el suelo, parece herida de tanta sangre que la cubre, la he pisado y la punta se ha clavado en la planta del pie y ahora el suelo se convierte en una mancha roja de Rorscharch sin más significado que mi propia muerte.
La música sigue su cadencioso ritmo apocalíptico  y la sangre me baña el cuerpo. Siento algo de frío, algo de mareo. Y una esperanzadora irrealidad.
La jeringuilla está descorazonadoramente vacía, me apetece otro jaco. No hay tiempo.
Y salgo de mí como un derviche blanco con el faldón girando veloz y ensangrentado. Ensangrentado yo, ensangrentado lo que me rodea. Soy una mancha entre manchas.
Soy consecuencia, ya no actúo, ya no provoco, no creo. Solo soy un resultado.
Era necesario, cuando todo lo que haces te deja en el mismo lugar, es que algo huele a podrido en Dinamarca y es mejor salir por la puerta de emergencia antes de enloquecer o perder el valor.
El paquete de tabaco parece el de las películas que toman los dedos de los soldados después de hurgarse la herida por donde salen las vísceras.
No es solo el color, la sangre tiene un brillo y una textura inconfundibles. Y no hay nada tan cálido como ella aunque esté frío. Pareciera que vive fuera o dentro de las venas. Que cuando se derrama, se hace cuerpo sólido, parece crecer.
La sangre es un monstruo que busca salir para expandirse.
Quiere salir porque está harta de fracasos, de días de insoportables monotonías. De un trabajo que se repite día a día, el viaje en el metro es la primera fractura de la mente. 
Se niega estar ahí, en un vagón, con todos los demás. Es un insulto, una afrenta a ser libre, a ser especial, a ser único.
Es la canallada más baja que podrían haberme hecho.
Es agónico convivir con quien no quieres. Un error no debería pagarse tanto tiempo, hay gente que vive con sus errores como muestras de orgullo, yo prefiero mi vergüenza a su indignidad, aunque me joda. Hociquean como cerdos entre su propia basura pensando que son excelsos.
Si no puedes matarlos a todos, huye de ellos, dice mi sabiduría.
Son demasiados, no puedo matar a tantos, no tengo tiempo. Aunque naciera mil veces, no podía eliminar ni una milésima parte todas las vidas basura que hay.
Soy el fracaso de los dioses o los seres extraterrestres que crearon semejante mierda que es la humanidad.
Si no estás contento vete.
Eso hago, coño.
Y te metes tus sentencias en el culo.
El suelo es una gelatina resbaladiza, caigo y me río aunque me he golpeado una ceja y ahora mana abundante sangre por mi rostro.
Prácticamente estoy llorando sangre.
Y me río cuando los altavoces repiten cadenciosamente: Raa-diooo-acti-vityyyyy.
El gato maúlla con miedo, me alza la patita, su pelaje blanco está salpicado de sangre. Y constantemente se está limpiando.
Perdona que te deje solo, amigo. Cómo lo siento.
Levanto una pierna y doy un giro torpe, ebrio, sobre el otro pie creando un círculo imperfecto de sangre, aunque podría ser perfecto, pero la sangre con la sangre se confunde, es difícil distinguirlo.
Normalmente no hago las cosas bien, desconfío de mí mismo.
Vomito, porque estoy realmente mareado.
El cigarrillo se apaga en un charco de sangre y parece que deja ir su alma con una voluta de humo rápida. Casi fulgurante, como si tuviera prisa en dejar este lugar.
 El gato se ha levantado sobre sus cuartos traseros y con las dos patitas delanteras parece llamarme, es una monada...
Los derviches no vomitan, seguro que no lo hacen bien. Deberías vomitar cuando trasciendes, es como un escape de la atmósfera a un millón de G.
Ya me encuentro en otro lugar. El rojo no es sangre, es solo color, decoración.
Está vacío, sigo bailando, pero sin música, hasta mi respiración ha perdido acústica.
Y el rojo se convierte en blanco y al blanco se lo come una viñeta negra.








Iconoclasta

25 de junio de 2015

Un cerebro un tanto disperso


Una vez has vencido el cuerpo, lo has fatigado y ha quedado exhausto, ya se puede contar con unos minutos de paz interior.
Al pensamiento, esto es, al cerebro, no le importa cuán injusta es la vida, si estás enamorado, te odian, si reciclas la basura (cosa que no hacemos ni el cuerpo ni el cerebro) o si los huevos han caducado y hay que comprar otra docena más para que sigan decorando el cestito huevero de la cocina que tan precioso queda aunque quite mucho espacio para preparar los alimentos.
El cerebro se dedica en esos momentos a gestionar cosas como el ritmo cardíaco, la respiración, la glucosa y los mocos que hay que expulsar vía oral o bien exprimiendo la nariz.
Hay paz quieras que no.
Bueno, una erección delata que el cerebro se dispersa un poco, no acaba de estar por la labor.
Y se filtra la imagen de unas piernas que a mitad de los muslos empiezan a estar cubiertas por un vestido liviano. Alzadas sobre unos zapatos descubiertos de tacón muy alto, se muestran potentes, hermosas, torneadas, bronceadas hasta el hambre y con un tono muscular que hace magma las arenas del desierto.
Y piensas que Dios es una cafetera observando semejante divinidad.
El vestido corto hasta la erección, hace un stop en sus nalgas, de tal forma que la boca se siente seca y la lengua acude a los labios para remediarlo. Y desearías deshacer con la boca el nudo de ese cinturoncito de tela que reposa en ese culo remarcándolo.
El vestido sigue realizando su función hasta llegar a los pechos, ahí se detiene con soberbia, y además hace boato de un escote decorado con unos cabellos negros que son la paranoia del deseo.
La cadera ha sido delatada: su función es poner las manos en ella para afianzarse con fuerza, no encuentro otra utilidad (aunque tenga que ver con lo motriz) en esa belleza.
Las pantorrillas lucen hermosas sin ser musculosas, estilizadas...
Y el bronce de la piel sigue siendo la cosa más pecaminosa que pudiera imaginar aún estando horriblemente cansado. Más de lo que estoy.
Creo que el cerebro no está controlando como debiera el ritmo cardíaco, la respiración o la metabolización de la glucosa; parece que se ha empeñado en llevar toda la sangre a mi bálano y dejar los pulmones y corazón en segundo plano; como un stand-by de un equipo HI-FI  que mantiene el CD de los Rolling de la canción Satisfaction en su interior sin sonar.
Y ahora mismo me encuentro en la disyuntiva de acariciar el maldito pene y darle consuelo o golpearlo con el puño para que me deje descansar tranquilo.
Llamo al orden al cerebro con un "no seas imbécil" para que cuide de mis funciones vitales con más decoro, cosa que da resultado.
Bueno, por unos cinco segundos.
Porque por fin, el vestido acaba en unos minúsculos tirantes que reposan en unos hombros deliciosamente menudos, deliciosamente adolescentes. Deliciosamente besables y lamibles.
Éstos, además, crean unas clavículas que acogen al cuello por el que la lengua se desespera por arrastrarse hasta llegar a esa boca de labios gruesos, decidida y puramente carnales.
Pienso en los besos de amor y mi pene entre esos labios. Sin piedad.
Estoy cansado, joder...
Y ahora imagino esa piernas tensas y fibradas  separadas, realzadas por los tacones de aguja, mi manos en su cintura y mi paquete pegado a esas nalgas desesperantes. Sus manos en la pared. El vestido ha subido para mostrar su hot panty negro que transparenta los dos perfectos músculos que parecen vibrar por la tensión que les transmiten las piernas en un forzado equilibrio.
Si no estuviera tan cansado...
Si mi cerebro no estuviera jodiendo y se dedicara más a las cosas del metabolismo.
-Querido ¿quieres algo fresco?
Penetrar... Es lo que me indica mi cerebro, me resisto a ello, porque tras dos horas de subir y bajar montaña arriba, no estoy completamente de acuerdo en sufrir ahora un infarto por un exceso de bombeo.
Follar... Vuelve a indicar al cerebro, mi polla responde expandiéndose creando un anti estético bulto en mi pantalón deportivo.
Mierda... Me pongo en pie, me acerco a mi buenísima esposa y la abrazo desde su espalda, rodeando su cintura con mis brazos.
-Quiero algo caliente -le digo al oído, apartando el pelo de su oído con mi nariz.
Bajas reservas de glucosa, lo noto en un pequeño mareo, pero el cerebro dice que no haga caso, hay cosas mejores que hacer, ya metabolizará luego.
Así que mi mano izquierda sube hasta su pecho, desboca el vestido, lo desnuda y apresa el pezón que reacciona con dureza entre mis dedos. La mano derecha ha elevado  el vestido hasta las ingles, se ha metido dentro del panty y ha buscado entre los labios el clítoris. Los dedos lo han rozado suavemente. Está duro como nácar.
Tengo calor... Luego bajaremos la temperatura, dice el cerebro.
-Puta -le susurro al oído.
Ella alza los brazos y me acaricia el rostro, estira el cuello hacia atrás y le dice a mi mejilla:
-Cabrón...
Me duelen los pies, pero no hay reflejo de sentarse alguno, está demasiado hermosa. Así que en lugar de relajarme, me tenso y tenso mi mano en su vagina, se la cubro y cierro los dedos en ella, creando cierta presión alzándola hasta ponerla de puntillas.
Responde que parece desfallecer e inúndame la mano de su fluido. Mis dedos están martirizando su pezón desnudo y ella me indica con su mano que lo haga más fuerte.
Y eso hago, lo pellizco hasta que a ella le tiemblan los labios.
La empujo hacia delante y sus manos van a parar contra los azulejos de la pared, bajo los armarios de la cocina.
Mis rodillas están un poco débiles y necesito algo de potasio para el entumecimiento muscular, en lugar de un plátano o alimento que me aporte algo parecido, tomo las tijeras del imán de soporte.
Alzo el vuelo del vestido y dejo el panty negro y deliciosamente transparente al aire.
Corta, dice el cerebro.
Tomo el panty por un costado de la cintura, deslizo el borde de la tijera por la piel de su cadera y corto la tela. Su piel se ha erizado por el frío y la excitación.
Hago lo mismo con el otro lado del panty y su coño y su culo quedan indefensos ante mí. Mientras tanto, mis pantalones y calzoncillos están en el suelo, en  mis pies; no sé cuando ha ocurrido.
Ella ha separado más obscenamente las piernas, sabe como hacerse desear, la muy hermosa.
Se la meto de golpe y crispa los dedos en los azulejos, sus uñas están pintadas de un rosa oscuro, un fucsia. Jadea y yo busco ese punto un poco más contraído en su vagina, es una cuestión de ángulo, conozco su coño como su alma.
Lo encuentro y empujo con fuerza. Ella pierde el equilibrio y la sujeto por la cadera, para lo que sirve su cadera, es el fin único. Y empujo.
Y ella jadea de nuevo.
Es más, empuja sus nalgas contra mi pubis para que entre el pene más profundamente. Su pecho desnudo se agita brutalmente con cada embestida. Mis cojones están contraídos.
Me tiemblan los muslos de cansancio y también de excitación.
El cerebro dice que eso no es malo, que nadie se muere por una cosa así.
Dale duro...
Y embisto, a veces la elevo y da un saltito clavada a mí. Lleva una mano detrás, a su nalga derecha y la separa para hacer más espacio.
Su vagina se contrae y así masajea el glande. Ha empezado a correrse, noto su fluido como un baño cálido, a veces pienso que me gotea por los testículos.
Llevo una mano a su clítoris mientras la embisto y se lo aplasto sin cuidado.
Ella también lleva su mano encima de la mía para que no la saque de ahí ahora.
Empieza a gemir:
-No puedo más, mi amor...
Y se corre. Se corre contoneando circularmente las nalgas contra mi pubis, sus contracciones y ese punto preciso y notoriamente más denso de su vagina, su roce fuerte, hacen  reventar mi glande y se me escapa el semen como si sufriera un ataque de epilepsia.
Mi cerebro no tiene noción de la elegancia en el momento de la eyaculación, debería trabajarla más, menos mal que ella está mirando al sur...
Dejo que el semen la llene. Ella intenta tomar aire suficiente tras el orgasmo, se la saco y antes de abandonar su coño, escupo unas últimas gotas de semen entre los labios de su vagina.
El cerebro me dice: bien hecho, no estabas tan cansado. Yo sé lo que me hago.
La tomo por un hombro y la hago girarse hacia a mí, le beso la boca con toda la sed física y  lasciva que tengo. Llevo la mano a su raja y unto suavemente su clítoris aún endurecido con el semen que le he escupido, el beso se hace más profundo. El hot panty yace a nuestros pies como un animal muerto. Sus piernas esculturales están totalmente desnudas y el provocador monte de Venus parece latir. Su vagina está entreabierta y  mi cerebro me dice que me agache para besarlo, pero ya no puedo más. Además, ella toma mi pene, retrae el prepucio y lo sacude suavemente dejando que unas gotas más de semen caigan en su mano, me masajea los cojones así.
-Te quiero, cielo.
-Te amo, mi vida -le respondo.
-¿Ahora si quieres algo fresco? -me dice con la sonrisa más preciosa y radiante del mundo.
Me subo los pantalones, porque su desnudez hermosa hace la mía demasiado vulgar, hay que cuidar los detalles.
Me da un vaso de refresco con hielo.
Me lo tomo de un solo trago, hay silencio, ella me mira divertida.
-Parece que te has cansado... Deberías tomarlo con más calma, descansar más a menudo, cada media hora, la montaña es agotadora.
Mi cerebro silba alguna melodía haciéndose el sordo a estos consejos.
-Vístete amor, ya tenemos que ir al teatro.
No me acordaba.
-No iras con es vestido ¿verdad?
-Claro que sí. ¿No te gusta?
-Me enloquece.
-¿Entonces por qué no quieres que me lo ponga?
Cuando de verdad necesito mi cerebro, es cuando el idiota está preocupándose por los niveles de glucosa. Mierda.
Tardo algo más de cuarenta y cinco segundos en responder. Porque no sé que decir y porque su pecho desnudo me la está poniendo  dura de nuevo.
-Por que hace frío.
Y ella responde con una carcajada. Ambos estamos sudando.
-Me voy a cambiar -le digo un tanto humillado.
Viene a la habitación, toma un tanga blanco y se viste con él.
-Vamos, date prisa -dice enmarcada como una modelo en el vano de la puerta.
Mi cerebro no acierta a abotonar la camisa y mi mano en lugar de subir la cremallera de la bragueta, la baja.
Esto no acabará nunca...



Iconoclasta

23 de junio de 2015

Sin paraísos, sin sueños



No puedo prometerte amor eterno, cielo.

Moriré antes que tú, y luego no habrá nada.

Solo puedo prometerte una muerte de amor, como si eso pudiera existir.

No puedo ceder ya a los sueños, son cosas que duelen. Crearíamos una maldición entre nosotros mismos.

Y llegaría la frustración.

No existe la eternidad, ni otros tiempos ni lugares.

Nos parieron entre hormigón, entre distancias y sepulturas que ascienden verticales humillando a los muertos.

¿Te das cuenta de lo mucho que te amo? Eres toda mi magia, todo mi sueño.

Te amo en la sordidez de este mundo, te abrazo y me hago serpiente en tu cuerpo a pesar de todo y de todos.

No te amo en un paraíso.

Fuera de ti no existe nada. Incluso lo que escribo se deshace como una gelatina en el cristal de una ventana. Cualquier cosa que no sea tu piel es rechazada.

Solo me queda eso, mi amor, morir amándote.

Es algo que podré hacer. No habrá problema con ello, porque de hecho, no hay otra opción.

Lo siento de verdad, ojalá pudiera decirte que te buscaré, que nos encontraremos. Dedicarte más vida; pero el amor desgasta, acelera tiempos.

Te amaré con mi último latido, eso es todo.

Puta pena...

Si tuviera alma, si quedara una emoción que me hiciera humano, te juraría amor eterno.

No reconozco humanidad en mí, no tengo alma.

He vivido lo suficiente para saber que nadie tiene alma.

La gente tiene miedo de morir y yo siento curiosidad, algo pasó en mi concepción.

Así que juro amarte hasta que muera.

Porque no hay eternidad, no hay posibilidad de encuentros en tiempos o espacios.

Ir más allá de la muerte duele demasiado, es un engaño que nos hará mantener una esperanza que hará más angustiosa la muerte.

No puedo banalizar este amor que siento construyendo una leyenda.

Solo puedo jurar que moriré triste por dejarte. Sé que los seres mueren solos, perdidamente solos ante la angustia de no poder aspirar una bocanada más de aire.

Perdona la realidad, perdona la verdad suprema de todo. Es mejor que nos amemos ahora con todas las fuerzas de los sueños muertos, que nos fundamos el uno en el otro con una agonía anticipada sabiendo que se aproxima el gran puto drama, mi amor.

Esto pinta mal, y me duelen algunas partes del cuerpo, cada día cuesta más caminar y cada día te abrazo con más fuerza porque llega lo inevitable.

Sé valiente, mi amor, siéntete amada.

Guarda estas letras, no dejes que las emborrone una lluvia. Mantenlas como testimonio, como un hallazgo de amor que haga historia entre la humanidad. Que cuando gente de siglos adelante lo descubra, sepan que el amor que un día sentimos fue absolutamente puro.

Y no necesitamos paraísos, ni esperanzas legendarias.

Solo eso, mi amor. Sonríe, porque aún quedan unos días.

Vamos a cenar mi amor, estamos cansados.

Y luego al cine, ¿te parece?

La vida aún está aquí.



Iconoclasta

21 de junio de 2015

La mano fría


Era tan sencillo, tan posible.

He soñado amarte.

Te tomaba la mano que estaba fría de tristeza. Y respondías con calidez.

Por favor, qué hermoso.

Un acto tan simple, tan tranquilo.  De una hermosa ejecución.

Tenía horror a que de verdad fuera un sueño. He fracasado y he despertado.

Yo decía: No, no, no... (yo digo).

Contigo los sueños pierden la magia de lo onírico para hacerse táctiles. Me engañan como si fuera un niño. Amarte es tan natural que la mente rechaza cualquier otra consideración de soledad y abandono.

Y envía mensajes reales a mis fibras nerviosas. De ti.

Al despertar, he comprendido que la frialdad de la tristeza estaba en mi mano aún cerrada en el vacío.

Que es tarde.

Y he rasgado el sueño al subir la persiana y he blasfemado contra mí mismo.

No puedo permitirme tanta tristeza al despertar, parezco un cadáver.

Es premonitoria la frialdad.

Tristeza con muerte se paga.

El humo de un cigarro templa pulmones y corazón, pronto llega a la mano helada.

Es hora de salir al sol y que acabe de incinerar el sueño.

Sin comentarios.




Iconoclasta