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10 de septiembre de 2013

Lo que hago aquí




En la vida respiro porque un montón de células así lo exigen; pero tampoco es como para tirar cohetes que estallan con formas de mujeres con las piernas abiertas mostrando su menstruación con los pezones duros. Porque hay un montón de células ajenas a mí que evitan que pueda hacer algo decente por cuestión de envidia, usura y ambición. Pero ante todo, porque sus cerebros son lisos como el sobre de la mesa de vidrio donde escribo.
En definitiva y para ser redundante, lo que hago aquí es evitar la envidia y la idiocia de los que coartan mi libertad y truncan mi bienestar en su beneficio, aunque sean tan deficientes mentales que no sepan que lo hacen.
Hago lo que puedo en un planeta  en el que los muertos lo hicieron todo  mal y los vivos perfeccionan y amasan la mierda que heredaron.





Iconoclasta

5 de septiembre de 2013

La verticalidad




Tengo una erección y se revela así la dura y larga realidad: la polla dura es una horizontalidad trémula, incontenible y feroz.
Pienso que la erección es horizontal como la muerte y la mediocridad.
Puedo arreglarlo, puedo verticalizar lo erróneo.
Presiono en el nacimiento del bálano y lo obligo a bajar, fuerzo a que el filamento  del deseo se descuelgue perpendicular al suelo, como lo está mi pijo ardiendo; para que se pegue la hebra de baba olorosa entre el vello de mis piernas.
El hecho de obligar a que el glande apunte con su ojo ciego y fiero al suelo, es masturbación. La verticalidad, el peso, la gravedad, la presión son factores que acarician mi sensibilizado meato, que se abre hambriento buscando ciego una caverna de carne elástica donde meterse.
En la horizontalidad todo es demasiado fácil y previsible. En la verticalidad sudo y mis cojones cuelgan henchidos de semen para ella. Para su boca.
Para su puta boca.
Para su sagrada boca.
Para su amada boca.
Hay un agolpamiento de sangre inmediato y mi fantasía me lleva a pensar que me agarra la polla con sus finos dedos y me acaricia como a un caballo. Soy una bestia con la polla dura y vertical, soy el martillo de las mujeres, el falo impío. Soy la paja que se hacen al lado de sus maridos y de sus amantes cuando éstos duermen.
Así me gusta que me coma el rabo: yo lo mantengo recto y vertical. Ella recibe toda esa dureza y gravedad entre mis piernas, con mis cojones acariciando su frente. Con el vello enredado entre su cabello rizado y opulento. Leonino...
Que mire al cielo y su boca se llene de mí.
Los dioses son verticales, nos escupen desde allá arriba y hacen patente nuestra planicie.
Es algo que tiene arreglo.
Llenar vertical y con presión su boca con mi semen…
Mi polla es plomada. Una sacralidad como lo son sus pezones duros y perpendiculares al eje de mis cojones pesados y a punto de reventar.
Me excita la verticalidad, porque la raja de su coño es recta como a plomo caen las lágrimas de la Virgen María y las de una madre que sostiene el cadáver de su hijo, al que parió tras ser follada, con toda probabilidad horizontalmente.
Su boca se llena de mí, su cuello estirado, sus ojos observando mis cojones y mi próstata, su coño dejando una mancha brillante en el suelo, su clítoris enorme sobresale pornográfico hasta forzar mi masturbación. Todo eso revela la verticalidad.
Son detalles que convierten a la horizontalidad en algo aburrido.
Mi mano tiembla ante lo inevitable, ante mi corrida, ante la sagrada eyaculación que me hace abominable a ojos de puritanos y fariseos, porque se folla a oscuras y horizontal. Es una lucha de semen derramado contra los dioses y la horizontalidad.
No es cruenta, solo láctea. ¿Dios se puede quedar embarazado si toma de mi leche divina?
No sé, son cosas que uno piensa, son blasfemias que nacen de la vertiginosa y pornógrafa verticalidad.
Mi amor succiona y succiona. Temo que me arranque el pijo…
La penetro verticalmente y ella alza sus nalgas para que se haga mi voluntad. La jodo con fuerza para acariciar con mi pijo su sagrado útero si pudiera. Empalarla de tanto que la deseo…
Que piense, que crea que algo extraño se ha clavado profundamente en sus entrañas.
Que sienta que hace lo contrario a parir.
La verticalidad no tiene piedad, yo tampoco.
Y mi amor carece de escrúpulos.
La horizontalidad es muerte y un descanso para el corazón.
¿Quién quiere eso?
Traga mi amor, toma la eucaristía vertical de mi polla en tu sagrada raja.
Seguiremos en pie, rectos e imbatibles con el fluido de tu coño y mi semen goteando y marcando la verticalidad que creían ostentar los dioses idiotas y la naturaleza imbécil y estúpida.







Iconoclasta

23 de agosto de 2013

Genitales vs. Cerebro




Suelen salir mal las cosas por ninguna razón en especial. Y no es que salgan mal, sino que ya lo estaban. A veces (asaz de ellas) los genitales toman el control. Los humanos creyendo que el cerebro se encuentra en los testículos o la vagina, estos detalles de perspectiva les pasan desapercibidos y no se enteran del mundo en el que viven. Y mucho menos de su propia estupidez.
El humano es un ser confuso, desconoce su propia naturaleza y sus limitaciones.
Ojalá un día el analfabetismo se erradicara y supieran de una vez por todas que el cerebro no se encuentra en los cojones o entre los pliegues del coño.
No lo saben y siguen rigiéndose en cuestiones románticas, sociales, económicas y religiosas por estos órganos genésicos tan alejados del cerebro, que aunque sea muy pequeño y con escasa operatividad en el 99,8 % de los humanos, no deja de ser el que de verdad rige el intelecto.
Si tuviera la peña la más mínima capacidad de síntesis, lo habrían aprendido en sus primeros años de vida viendo cualquier mierda de programa televisivo. Incluso en los primeros libros de texto de la infancia se hace mención del cerebro.
O sea, que hacen lo que les sale de la polla o el coño sin capacidad de elegir, de una forma habitual y mediocre.
Y así, cuestiones como pobreza, hijos no deseados, religión, cuernos y un compulsivo deseo de cambiar de teléfono móvil cada dos meses, son solo baladíes actos de una polla o un coño demasiado inquietos.
Los humanos se “aman” entre coitos y felaciones, teléfonos e imágenes jpg, y comida barata con refresco de a céntimo el litro en el supermercado; pero como lo hacen usando los genitales y sin pensar, todos estos animales tienen cabida en el paraíso porque no hay pecado en las bestias.
Ergo el paraíso es un centro para deficientes mentales y el planeta Tierra un criadero de subnormales.
Y lo que salta a la vista es que el aborto no solo debería ser legalizado, sino que debería ser forzoso.
Claro que si dejaran de nacer subnormales, los curas se quedaban sin feligreses y los políticos sin votantes.
Y las casas de telefonía móvil se iban a la mierda en dos días.
Sería el caos…
Maravilloso.
A mí me suda la polla.









Iconoclasta

3 de agosto de 2013

Amores - errores




No siempre, tal vez nunca…

El amor es la efímera crisálida

(se prometen amor eterno

en un ejercicio de ingenuidad,

es el juego)

de una necesidad perentoria.

Una oruga que se hace rata

y roe lo que una vez fue bueno.

Los roe a los dos hasta

que duele estar cerca.

El uno del otro…

El amor es un embarazo

de soledad y arrebato

de frustración.

Una placenta de tristeza…

Un escape a la desesperanza,

un consuelo mal comprado.

Es un alumbramiento

que a veces es aborto.

Muchas veces…

Más de lo que debería ocurrir

ante las vidas tan cortas.

Se idealizan ergo se equivocan

los amantes más sentidos y sufridos.

Se equivocan tanto

(su coño está húmedo y no por él)

que la vergüenza los asfixia

(su pene no se hace duro ante ella)

 y recurren a nuevos errores

(Sueñan con lágrimas con lo que

se les escapó de las manos)

para cubrir los que ya son historia.

Se acuchillan con engaños

las espaldas se hieren

y arrugan cartas con vergüenza

mojadas de lágrimas en su manos.

Los errores son los zombis

del amor hambriento y voraz.

Ya cadáver…

Buscan romances de nuevo

(los nuevos amantes creen llenar huecos

donde hubo amor.

Un error sobre otro error y sumando…)

los desesperados y necesitados

amantes.

Amores que mutan en errores

de nuevo, a velocidad de cometas.

Los aquejados de soledad

los necesitados de ternura

carecen de memoria histórica

se preñan de nuevo de amores

que se corromperán, porque

necesitar no es amar.

Nuevos errores…

Nuevas vanas esperanzas.

Tal vez sea la forma de no volarse la tapa de los sesos y seguir viviendo unas miserable vidas. El engaño y el drama son alicientes para la vida.
Amar se sobrevalora en función de las carencias de cada cual.





Iconoclasta