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25 de mayo de 2010

666 y la ninfómana



La marrana se arrastra.
La primate se retuerce en el suelo deseando gozar de un profundo orgasmo producido por las fuertes vibraciones de un consolador enterrado profundamente en su vagina.
Cerda de coño dilatado...
Mi erección sólo se basa en el dolor y la muerte a la que la voy a someter. Tengo buen gusto para las mujeres y esta mona sólo me excitará cuando se convierta en un trozo de carne picada.
Casi grita presionando su clítoris, como si temiera que le fuera a reventar, lo aplasta. Con fuerza. Sus pechos están enrojecidos por el roce contra el suelo.
Pero está seca de placer.
Una espesa baba se le escapa con la última contracción en un vano intento por alcanzar el orgasmo, es la contracción de la frustración. Sus pechos se agitan con la angustia de la nada; se puede apreciar la cicatriz del relleno de silicona.
La primate ninfómana quiere atraer a todos los machos que pueda a costa de su cuerpo y naturaleza.
Aún no conoce el verdadero placer, para ello ha de experimentar el verdadero dolor. Es un sistema sencillo que se usa en los ratones de laboratorio.
Sólo que cuando yo educo, no hay esperanza alguna para vivir y lo aprendido morirá junto con vuestro cuerpo y no servirá absolutamente para nada, salvo para que yo pase un buen rato haciendo lo que deseo. Y deseo acabar lentamente con todos los primates del planeta y tirar sus ojos sin vida a los pies de ese dios maricón y sus amanerados querubines que ni polla ni coño poseen.
La cerda conocerá el placer más puro, el que nace de la más básica animalidad. Desde la sangre y con la sangre.
Estoy seguro, primates, que muchos de vosotros y vosotras, desearíais pasar unas horas sudando con una puta psicótica como ésta.
No sabéis lo que decís.
La ninfómana os destrozaría; hay que tener el cerebro tan podrido como ella para que podáis disfrutar de su a-orgásmico coño.
Se consumen en su deseo siempre insatisfecho y consumen a los que se encuentran.
Yo os mostraré como comportaros con una primate así.
Aunque con ella jamás podréis poner en práctica lo aprendido. Si es que sois capaces de aprender.
Os podéis consolar con que aún queda un buen número de estas monas calientes.
Aún hay unas cuantas para que podáis usarlas.
Os invito a la muerte en directo. Os daré una práctica lección de cómo llegar a torturar a un primate (uno de vuestra especie) hasta el punto de hacerle olvidar su propia locura. Hasta que el mono desee morir cuanto antes para escapar del inenarrable dolor.
Aunque al final, lo que más duele es el terror a morir.
No es popular morir y ver como la vida se escapa con cada herida, con cada uno de mis actos.
Me tengo que contener para no acabar con toda la humanidad en un mismo instante.
Encontrar a una ninfómana es muy fácil. Basta con acudir a un psiquiatra, a poder ser de un importante y gran manicomio, esperar en la sala de recepción a que la Dama Oscura haga su trabajo, contar hasta treinta y entrar sin llamar.
Abrir la puerta de la consulta y ver lo que ocurre, aún hoy día, me llena de ira. Soy un macho territorial y siempre me fastidia ver a mi Dama Oscura con sus muslos obscenamente separados dejando su rasurado y sedoso sexo completamente indefenso y a merced de una lengua que no es la mía.
A veces yo también sufro arrebatos de amor.
El psiquiatra aún tiene su facultativa boca metida en el coño de mi dama (es rápida mi puta), cuando se gira hacia a mí un tanto azorado y con los labios húmedos y pringados de flujo de coño.
— ¡Salga y espere su turno, joder!
— Ya es mi turno.
No es un buen psiquiatra, porque no ha sabido captar que de morir no se libra.
Como ocurre siempre, hay que infligir dolor para que un primate nos preste la debida atención.
Avanzo hasta él rápido sólo son cuatro pasos y al cuarto, mi pie se estrella contra su cabeza. Nunca deis un solo golpe, se podría considerar como accidental. El segundo golpe es muy importante.
Así que lo cojo por el rizado y engominado cabello y le estrello la cara contra el suelo. Los dientes se parten y los labios se convierten en pulpa.
—Quiero los datos de las pacientes afectadas de hipersexualidad. Ninfómanas.
No me escucha, ahora mismo está procesando el dolor.
Los primates difícilmente podéis pensar en varios canales.
Y yo amo el juego. Necesito jugar y olvidar que lo sé todo, que todo es soberanamente aburrido. La eternidad no es un buen reto para mi intelecto.
Así que necesito jugar a que soy como vosotros, que no lo sé todo.
La Dama Oscura se levanta de la camilla sin bajarse la falda; su pubis está empapado de saliva. Coge suavemente por los hombros al médico y le ayuda a incorporarse.
—Vamos, mi macho loquero, si no vas al ordenador y haces lo que dice mi negro dios, vas a sufrir más allá de lo que tu mente puede entender.
—Pero ¿qué queréis?
—Atiende bien mono de mierda. Busca a pacientes aquejadas de ninfomanía, me da igual que sean tuyas, de otro colega o de la puta perra que te parió.
La bata del médico está salpicada de sangre y mi tono es lo suficientemente hostil para que deje de pensar y acepte las órdenes.
Teclea en el ordenador e imprime un listado.
Cuando me lo entrega, sólo hay tres pacientes. Una de cuarenta y cinco años, una de dieciséis y otra de treinta y cuatro años.
La Dama Oscura apoya la barbilla en mi hombro para leer la lista y me acaricia los genitales.
— ¿Qué quieren de ellos? Son sólo gente normal, enfermos, pero sin nada que ofrecer —lloriquea el médico escupiendo sangre, sus ojos están amoratados por el golpe y sus labios rotos le dan un deje de deficiente mental al hablar.
La Dama Oscura se acerca aún con la falda elevada, con la raja húmeda de babas. De la cinturilla de la falda saca la daga ocultándola hasta que se abraza al cuello del psiquiatra y le lame la sangre de los labios.
Clava la hoja muy lentamente a la altura de un riñón, yo presiono sin ninguna dificultad la mente del hombre y éste sufre lo indescriptible sin poder mover un solo músculo mientras el cuchillo corta y trincha su apreciado órgano. Lo sé porque estoy dentro de él y siento su dolor, su frecuencia crea una aparatosa erección en mi pene dios.
Mi Dama clava ahora el cuchillo en el otro riñón, para que no quede ninguna duda de su muerte. Siento como la orina intoxica su sangre y el shock traumático lo coloca al borde mismo de la locura. Aunque sobreviviera, al masivo destrozo, nunca volvería a recuperar su cerebro.
Mis cerdos, mis crueles roncan excitados desde la otra dimensión, en el otro lado la muerte despierta su hambre. No les doy permiso para pasar. Que se jodan.
También los odio.
—Córtale el cuello, voy a dejar de presionar su mente.
Con la misma calma y precisión, corta en redondo el cuello. La boca del primate muestra la obscenidad del dolor y su nueva sonrisa sangrienta, unos dedos más abajo, deja ir burbujas de sangre y saliva que explotan como pompas de jabón sin abandonar la herida.
No hace ruido al morir, sólo el gorjeo de quien se ahoga con su sangre y el aire no acaba de llegar a sus pulmones.
La muerte está servida.
Y así, jugando a ser humano es como hemos conseguido llegar a la casa de la ninfómana treintañera.
La verdadera maldición de ser dios reside en el conocimiento total, no tengo capacidad para sorprenderme, duermo sabiendo exactamente qué pasará al día siguiente y qué ocurrirá en cien años.
Todo, absolutamente todo es conocimiento. Y las sorpresas las debo crear, tengo que tener un aliciente. De lo contrario, os desmembraría sin pasión, sin alegría.
Os aplastaría aburrido. Y la eternidad es un deja vu también eterno, es vivir eternamente en el pasado.
Hemos llegado con el Aston Martin a un barrio obrero de alguna ciudad que no importa, donde la pobreza se combate con electrónica de consumo, con un gran televisor que pagarán a largos plazos, con cámaras de fotografiar que sólo usarán dos veces en la vida porque sentirán asco de verse a si mismos. Las cámaras digitales les muestra demasiado pronto lo que de verdad son.
Para variar llueve.
A la entrada del edificio colmena donde vive la ninfómana, nos esperaba Ezutial, el ángel que protege a los locos. Dios está demasiado aburrido y todo lo que sea sexo, le llama poderosamente la atención.
Llueve y antes de entrar en el portal, me he quedado bajo el aguacero, apoyado en el capó de mi bólido. He encendido un puro enorme que Dios no ha conseguido apagar con su lluvia de mierda.
La Dama Oscura le ha susurrado a Ezutial algo en el oído y ha llevado la mano entre sus piernas
—Estás vacío... —dijo mirándome y riendo hace unos instantes.
Ezutiel se hizo niebla dejando un triste y lamento en el aire.
Son tan melodramáticos los ángeles.
Ese dios maricón debería decirles que la sobre-actuación es un recurso ya aburrido.
Ha sido la puta mona quien ha abierto la puerta cuando tras llamar, me ha visto a través de la mirilla.
Ni siquiera ha preguntado quien soy.
Ha visto un hombre, es suficiente.
La puerta da directamente al salón, y si parece grande es porque sólo hay una pequeña mesa redonda, una mesita con ruedas para un viejo televisor y un par de sillas.
Las cortinas raídas no dejan pasar la escasa luz de este día, el ambiente es opresivo y el suelo está sucio y pegajoso.
Su madre es una anciana que se encuentra en una silla de ruedas, su cabeza ladeada e imbécil, deja caer un hilo de saliva. Su pecho está rodeado por un cinturón que abraza a su vez el respaldo de la silla.
Su puta hija le estaba obsequiando con una monumental paja cuando hemos llegado. En el regazo de la vegetal vieja hay un pequeño vibrador rosado. A veces los primates tenéis arrebatos de verdadera genialidad y negro humor. El viejo trozo de carne es como una mesa camilla.
En la casa huele a meados y mierda. Hay un orinal lleno de excrementos al lado de la silla de ruedas.
Me molesta la vieja. Y me produce tanto asco, que no me apetece nada arrancarle el corazón con mi puñal.
Mi Desert Eagle dorada, brama dos veces. La primera bala destroza su mama izquierda y la sangre le salpica la cara. Parece que le ha devuelto la inteligencia porque me ha mirado con el supremo terror que cualquier primate me debe.
La segunda bala ha hecho un pequeño agujero en su frente, pero le ha arrancado la mitad posterior del cráneo. Las balas expansivas producen un hermoso arco iris de sangre, sesos y huesos.
La Dama Oscura se aproxima a la ninfómana, que tras el estruendo de las balas, se ha quedado paralizada con el gran vibrador abrazado entre sus tetas.
Ni siquiera ha gritado.
—Estás seca, cielo. ¿Cómo pretendes correrte así? —habla con cariño a la psicótica.
Se arrodilla ante sus piernas y apoyando las manos en sus rodillas, le obliga a separar las piernas.
Yo me he sacado el pene por la cremallera del pantalón.
La Dama escupe en su coño y le extiende la saliva.
La ninfómana, terriblemente fea, con pelos en el bigote y la barbilla, con sus muslos gordos y fofos, ennegrecidos por el roce de treinta años de una vida repugnante, gime desesperada sin hacer caso al cadáver de su madre.
—Eso no me cabe dentro, me va a partir en dos —dice atónita mirándome la polla—. Párteme en dos hijo puta, párteme el coño de una puta vez, clávamela hasta el corazón y haz que me corra.
La Dama Oscura le ha dado una fuerte palmada en la vulva para llamar su atención.
—Calla mona de mierda —la adoro cuando deja de ser cariñosa.
Ezutiel se ha hecho corpóreo y reza a su amo maricón con la mirada clavada en el suelo, casi pegado a la espalda de la ninfómana.
Algunas plumas de sus gigantescas alas están manchadas de sangre. La sangre de la madre muerta. Los pisos de los trabajadores son muy pequeños y es inevitable rozarse con cosas y cadáveres.
La primate se llama Abelarda.
—Métemelo —le pide a la Dama Oscura ofreciéndole el sucio consolador.
Yo estoy acariciando mi pene, endureciéndolo, las venas se hacen gruesas para irrigar todo el tejido. Cuando hago retroceder el prepucio, se descuelga un filamento de fluido. Es un extra con que les obsequio a los muertos que aún no se han dado cuenta de que lo son.
Hay que encontrar poesía en todos los actos de nuestra vida para poder vivir esta existencia desabrida que os ha tocado en suerte.
La Dama Oscura ha clavado con fuerza brutal el consolador en la vagina de la gorda mantecosa. Ha lanzado un grito de dolor y sus muslos se han ensuciado de sangre.
Con esa obscenidad intenta acercarse hasta mi divino pene arrastrándose como una babosa. La Dama Oscura hace volar con rapidez la daga en el aire y corta y corta la pálida piel de la espalda.
La túnica del ángel se salpica de sangre, en ningún momento me mira a los ojos.
Es tímido.
Es necesario quitar presión. Drenar la sangre es bajar también la fogosidad, el sangrado es algo que ha caído injustamente en el olvido de la medicina.
Podéis apuñalar doscientas veces a un primate con el cerebro tan podrido como lo tiene ésta, que apenas lo sentirá.
Su único fin en la tierra es sentir un orgasmo que jamás le llegará en toda su puta (nunca mejor dicho) vida.
Mi Dama Disfruta:
—Tranquila, cerda, mi Negro Dios te partirá en dos, a su tiempo. ¿No quieres dar un besito a mamá? —le gira la cara para que me observe.
Yo he cogido la mano de su madre, como si de una marioneta se tratara y la he movido de un lado a otro, haciendo un saludo a la perra hija. Los ojos de la primate lloran, pero sus tetas se agitan con una respiración excitada.
Es tan corrupto, está tan estropeado su cerebro, que estoy tentado de llevármela entera al infierno, porque algo tan estropeado sólo puede ser una obra maligna.
La lengua de la gorda cuelga de su boca, mirando ahora fijamente el glande descubierto. Jadea como una perra encelada.
La Dama Oscura se eleva la falda, retira el tanga a un lado y deja sus dilatados labios al descubierto.
—Bébeme cerdita.
Ha cerrado el puño en su cabello negro y sucio. Y la obliga a chuparle el coño.
El ángel ha elevado el tono de su cántico. Se siente verdaderamente avergonzado. Sufre el muy bendito.
La espalda de la primate es un continuo gotear de sangre, no es consciente de ello; pero el sangrado la ha aplacado un poco.
Me encanta el ruido de succión de la cerda, me gustan los gemidos fuertes y sin concesiones del goce de mi Dama que se separa los labios de la vulva para que la lengua se cebe en su clítoris duro y tan pequeño como sensible. Me basta acariciárselo por encima del pantalón para que sus muslos tiemblen y se le haga agua el coño. Toda ella es una maravillosa máquina de follar.
—Ezutiel, reza más bajo, tu dios julandrón te oye hasta el pensamiento. No me jodas o te arrancaré la cabeza —le digo deslizando peligrosamente cada palabra entre los dientes.
Es obediente el querubín. Ahora el ruido líquido de la mamada, la respiración forzada de la gorda y los jadeos de la Dama Negra, forman un concierto impresionante.
Yo dejo escapar un grueso chorro de semen que cae lento encima de mis zapatos.
Meo lo que me apetece. Lo que quiero, para eso soy el puto Satanás.
La gorda mira de reojo mi blanca ducha y gime con impaciencia desatendiendo el coño de la Dama.
Me limpio los dedos en el pelo gris de la vieja muerta y me arrepiento de ello, su repugnante cabello me ensucia aún más. Siento un ataque de ira hinchar las venas de mis sienes. Le doy una patada a la silla y la vieja cae con ella de lado.
Para llamarla al orden de nuevo, mi Dama le pincha la mama derecha sin profundizar demasiado, pero lo suficiente como para que se forme un abundante reguero de sangre que cubre el pezón.
La gorda ni siquiera ha cambiado el ritmo de su respiración y se lleva el pecho a la boca, abre sus piernas ante mí mostrándome su vagina ensangrentada e invadida por el vibrador y me muestra como se bebe la sangre que riega su pezón blando y pequeño que asoma discreto en el centro de una enorme areola.
— ¡Córrete otra vez así!
Yo sonrío con afabilidad y dejo escapar otro chorro de semen, a veces soy demasiado complaciente.
Cojo un brazo de la madre muerta y uso la mano para acariciarme distraídamente el bálano. Los brazos de la vieja no son muy largos; pero mi polla sí.
Si soy completamente insensible hacia la vida (hacia la vuestra), la muerte es que me da risa.
La Dama se acerca a mí gateando felinamente, y sin levantar un solo miembro del suelo, lame mi pene con fruición, lengüetazos que obligan a mis testículos a contraerse y endurecerse. El glande parece resbalar por el interior del prepucio por lo lubricado que está. Aparece sólo ante el mundo, como cayendo.
El paroxismo parece apoderarse de Abelarda y se lanza con inusitada rapidez para apartar a la Dama y ocupar su lugar.
Su vehemencia es tal, que sus dientes hieren la piel hipersensibilizada de mi glande. Mis pectorales se tensan, mis músculos abdominales se endurecen por los embates de un dolor profundo que me hace feliz.
Mi puño se cierra con fuerza y golpeo su sien.
La primate cae al suelo con fuertes convulsiones. Se orina y caga descontroladamente. Su ojo derecho se ha cerrado completamente y toda la mitad derecha de su cuerpo ha quedado inmóvil. Necesitaba llegar profunda y contundentemente a la zona límbica del encéfalo.
Si hubierais matado a tantos primates como yo, estas cosas os resultarían familiares y una actuación puramente instintiva.
No podéis aprender, os falta vida.
Aquí ha empezado el verdadero tratamiento. Ocurre como con el cáncer: matar células malignas también lleva la masacre de células sanas.
Su cerebro es lo mismo, la mitad está podrido.
Cuando has torturado, desmembrado y diseccionado a tantos primates, el conocimiento se torna instinto y se actúa en consecuencia.
Parte de su cerebro ha muerto con el golpe, y esa parte muerta contenía una zona “confusa” donde las corrientes eléctricas de su sistema nervioso, no llegaban a traducirse en placer.
Ahora está casi tan inválida como lo estaba su madre hace unos minutos; pero con el poco cerebro que le queda útil, receptivo.
La Dama Oscura vuelve a separar sus piernas y encuentra un clítoris cubierto con una gruesa capa de piel encallecida, casi insensible.
¿Y ningún primate médico se había fijado antes en esto? La sanidad pública es una mierda, decididamente. Sus archivos son violados, los médicos asesinados, los pacientes ignorados... Sólo falta que llueva mierda.
Mi Dama va a resolver el problema.
Cojo los pies de la Abelarda y los elevo y separo, hasta que sus piernas quedan completamente separadas, incluso provocando alguna dolorosa rotura en los abductores.
El olor de esta cerda es insoportable.
No invadiré su mente, quiero que sienta el dolor.
La Dama se coloca frente a su vagina, arrodillada. Con la afilada daga practica varios cortes rodeando el clítoris de la cerda. No le ha quitado el consolador porque así los pliegues de la vulva se mantienen tensos.
Abelarda está sufriendo lo indecible. Cuando pellizca la piel del clítoris y tira de ella desnudando ese duro núcleo fibrado y repleto de nervios, la espalda de la gorda se arquea y de su inválida boca sale un grito atroz.
Me acaricio el pene tras soltar sus piernas y pinzo con fuerza uno de los endurecidos pezones de mi Dama, que gime y a su vez acaricia mi glande resbaladizo y colapsado de sangre.
El coño de la gorda es como el nacimiento de un rojo río y la sangre corre dulcemente creando un pequeño lago en el suelo, entre sus muslos.
Cuando toco su clítoris se convulsiona de dolor, pero también hay una frecuencia distinta entre el dolor: el placer que nace en su clítoris y se extiende como una marea oleosa por su sistema nervioso para por fin, llegar a la parte de cerebro sano que le queda.
Su sexo se inunda de fluido. Me arrodillo y ahora es Mi Dama Oscura la que separa los gruesos labios de su vagina para mantener descubierto el clítoris.
Lo golpeo con mi pene hirviendo, aplasto su pequeño nervio del placer extendiendo la sangre, difuminándola en su piel, entre los pelos de su coño.
Sus grandes tetas se agitan y los pezones se endurecen de una forma desconocida para ella hasta este mismo instante que la he elegido para morir.
Le retiro el consolador y sin miramientos la penetro. Siento su útero contraerse de dolor. Las extremidades izquierdas de su cuerpo se tensan, contraen y arañan su propia piel llevada por el paroxismo del dolor y el placer.
La Dama Oscura ha hundido la Daga en su ano para retrasar el orgasmo retenido durante más de tres décadas. Me molesta porque mis cojones golpean el mango; pero no soy demasiado delicado. Es más, hundo los dedos en el charco de sangre y me los llevo a la boca.
Sus dedos útiles se crispan y las uñas se parten en el suelo, de su boca sale espuma con el inicio del orgasmo.
Alguien llama a la puerta.
Presiono su cerebro podrido: es divorciada, su enfermedad amargó la vida de los que le rodeaban: sus dos hijos y su marido. Hace un año y medio la madre sufrió un ictus y se vino a vivir a este piso para cuidarla. Hace meses que está cobrando el subsidio de desempleo porque nadie quiere a una tarada como trabajadora.
El que ha llamado es su hijo de trece años, cuando sale del colegio, suele visitar a su madre sin que el padre lo sepa. Abelarda llora por su único ojo abierto.
La Dama Oscura abre la puerta y el niño nos mira sin entender. La estoy penetrando, bombeando con tal fuerza en ella, que necesita llevarse las manos al vientre y sujetar lo que se está formando en él.
La mente de su madre grita que corra y se vaya mientras un orgasmo devastador la desconecta de la cordura y deja escapar una riada de flujo que empapa mi pene.
Con un disparo consigo destrozar medio rostro del niño que cae muerto como un pelele cuando el eco de la detonación aún retumba en las paredes.
Ezutiel grita, y corre hacia él, a tiempo de coger su alma nívea entre sus brazos.
La gorda llora y jadea. Es esquizofrenia pura. Es la locura más absoluta. Es el dolor-placer que jamás hubiera deseado sentir.
Antes de cortarle el cuello, la Dama Oscura arranca la daga de su ano y vacía sus pechos de las prótesis de silicona mientras yo me fumo un cigarro sin invadir su mente. Para que le duela y se joda, sólo cuenta con el consuelo de un simple y desgarrador grito emitido por su semiparalítica boca.
Cuando le hunde la hoja en la papada, es capaz incluso de agitar levemente la parte paralizada de su cuerpo. La hoja asoma entre sus dientes atravesando la lengua.
Mi Dama se masturba sentada en su cálida y gorda barriga mirando mi pene ahora fláccido gotear semen.
Ezutiel intenta coger su alma entre sus manos.
Pero no se lo permito.
—La cerda se viene conmigo al infierno.
Ezutiel me mira con los ojos tristes, es su forma de pedir clemencia. Está cansado, es natural. No son seres preparados para estos trabajos. Dios no debería haber permitido que llegara tan pronto, sólo al final.
Pero ese idiota quiere saberlo todo desde el principio.
—Llévate al joven primate, porque la cerda se queda, no insistas. Vete antes de que mis crueles te arrastren también al infierno.
Y doy permiso a mis crueles para que entren en este mundo y se lleven su negra alma que grita desaforada y llena de terror.
Ezutiel se hace incorpóreo con un sonido a cascabeles divinos y un lamento en arameo.
De los cadáveres brota ya el olor de la muerte, la sangre se descompone muy rápidamente y deja un acre olor en el aire en pocos minutos. Me gusta y tomo aire con avidez.
Mi Dama Oscura está en el lavabo lavándose la vagina.
Pienso que todo está bien, mi trabajo me calma por unos instantes. La muerte es una dulce presencia que serena mi ánimo. Mi respiración es tranquila y el cigarro sabe a gloria.
Cuando sale la Dama Oscura del lavabo con una amplia sonrisa, orino en los cadáveres.
Volvemos al infierno.
En mi húmeda y oscura cueva dormitamos tranquilos; ella hecha un ovillo a mis pies y con las manos apretadas entre sus muslos. Y yo en mi trono con mi pene descansando en la dura y fría piedra. Mi mente odiando tan intensamente como siempre.
Imagino cosas, sé cosas que ocurrirán, y un manto de rojo y espeso líquido cubre la faz del planeta.
Dulces sueños primates.
Habrá más muertes y más dolor. Y más semen y sangre.
Y sólo el semen será mío.
Siempre sangriento: 666.


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14 de mayo de 2010

Podrido por dentro


Tengo un virus que me pudre la sangre, hace agujeros en mis venas y sangro orugas que cavan túneles en mi carne hacia el exterior.
Como un cerdo con triquinosis que no consigue morir a tiempo para escapar de lo inevitable. De lo degradante.
Matar una oruga es un delectación patológica, tirar de ella a través del gordo poro en la piel donde anida, se retuerce y me martiriza, es arrancar frustraciones y vergüenzas.
Mis ojos se cierran ante el mórbido cosquilleo de la carne que jamás ve la luz.
Me metería una aguja larga para rascarme las venas por dentro.
La oruga que estalla entre mis dedos, deja un miasma innombrable que miro hipnótico con un cigarro sucio entre los labios.
Me excita.
Anidan en mi pene y cada vez que tiro de una, siento la sangre llenar su espacio y nos expandimos mi polla y yo en medio de asco y miserias.
La eyaculación es furiosa y amarilla, es sulfuro y pus. Es volcán de infecciones.
El semen negro de lo no humano.
Nunca quise ser puro. Nunca quise ser humano. No quise ser ángel, tampoco diablo. Sólo quiero ser miseria, porque no hay nada en el universo parecido a mi profunda depravación.
Me conformo con ser el único del cosmos que está podrido, que es alimento de gusanos en vida.
En una mano el antibiótico, en la otra, los restos de una oruga que doy vueltas como plastilina entre mis dedos.
Doy vergüenza ajena y asco.
Nací para ello, porque otra cosa no he podido inspirar jamás.
No quiero curarme, y el antibiótico se va junto con el cadáver de la oruga a la alcantarilla. Con toda la mierda que los otros tiran. Que esconden tras su espalda para que nadie la vea. Son podridos cuidadosos y cautelosos.
Aseados.
La cucaracha me mira con las antenas inquietas y abre sus alas para lanzarse en caótico vuelo hacia mi piel infecta. La rata se la come con un crujido a algo frito.
Me pica tras la oreja y cuando llevo la mano, un gusano se retuerce ensangrentado entre mis dedos.
De la rata muerta saltan pulgas que se prenden en el vello de mis piernas.
No pican, tal vez mi sangre es demasiado venenosa. La rata ha muerto porque sus roedores incisivos han crecido demasiado y se han clavado en su cerebro. Sucios de restos de cucaracha y una antena aún entre sus patas rosadas, obsceno color para la mierda.
Las pulgas me hacen cosquillas moviéndose nerviosas, asomándose a los nidos de orugas.
Soy el santo patrón de la humana miseria. ¿No os apetece tirar de una oruga?
Soy la sangre podrida de dios. Soy la orina al pie de la cruz del judío rey de míseros que fue crucificado.
Semen de ahorcado. Una gacela que se descompone sin estar muerta del todo y asiste con los ojos tristes al festín de los buitres. Como si sus vísceras no fueran de ella.
Se toma su esfuerzo por no darse por aludida en el asunto de sus tripas.
Yo sí que me doy por aludido, porque acudo demasiado a menudo a mi pene para consolarlo de tanta oruga. Para correrme cuantas veces pueda.
Tal vez no soy yo, tal vez soy el sueño ponzoñoso de mi propia muerte.
Y qué más da... No confío en la bondad de los tiempos, en esperanzas creadas por desesperación. Demagogia del alma.
Me conozco y no quiero amar y sentirme dios. Es cuestión de tiempo que te muestren tu verdadero lugar en el mundo. Que te enseñen que no tienes nada de especial y todas las ilusiones se hagan trizas ante la risa de todos los seres vivientes.
Prefiero que giren la cara con asco a que se rían de mi fracaso.
Quiero ser infecto antes que patético.
Soy ofensivo, hace tiempo que dejé de ser lastimoso.
Prefiero las orugas que ese ridículo.
Los gusanos no engañan, son lo que soy, son mis hijos. Soy padre y útero de mierda y miseria. Aborto y doy a luz según mi humor.
Devoro a mis propios hijos cuando salen del interior de mi boca.
Soy un sueño negro de un pintor enfermo.
Tirad de la oruga que asoma por mi espalda, no llego bien a ella.
Tal vez seáis mis carroñeros que picotean mis últimas miserias.
Las cucarachas vengativas cubren el cadáver de la rata y froto las manos nervioso, porque siento miles de patitas en mi piel.
Tal vez el espejo no funciona bien. Los espejos se estropean y los cuerpos se pudren.
Las ilusiones rotas hacen un daño irreparable del que el ratón Mickey no hace caso esnifando una raya de cristal molido que le hace sangrar la nariz.
Yo no soy un ratón. Sólo algo podrido y sangro gusanos.
Prefiero la repugnancia a la pena. No voy curarme, definitivamente.
Es tarde.


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10 de mayo de 2010

¡Sálvame!



Basado en hechos reales. En esperanzas y anhelos tan ciertos y vívidos, que el autor considera que es un ultraje a su intimidad. Aún así, vomita estos hechos porque hay cosas inevitables.
Porque escribir es una maldición. Y Ella es narcosis.
Entre arcada y arcada, consigue realizar su tarea no de escritor, sino de documentador. Porque toda esa sensibilidad, todo ese arte, está dentro de Ella. No ha podido inventar nada mejor. Todo ocurrió así, sin que nada pudiera evitar la conexión.
Era la tristeza de la necesidad, un momento extraño donde el sentimiento rasga las dimensiones y se hace fantasía o milagro en medio de toda la mediocridad.
Un momento de cansancio físico de ella, de calor. Un deseo de salir de allí.
Esta es la historia de un instante, tal y como aconteció y tal como se le explicó al documentador.
Tal vez, ahora se está repitiendo.

5 am de la madrugada, en un lugar de la Tierra.

“¡Sálvame! ¡Sálvame!”
Se despertó con la piel húmeda, con un embarazo que de tan avanzado era ya agotador. El calor, el ronquido del que yacía a su lado... Nada la invitaba a permanecer en la cama. En aquel lugar. En ese tiempo.
Una madrugada con un aire tan denso como el mole que sus espigados dedos preparan con una ternura y sensualidad que arrebata el alma.
Un cielo azul marino partido por una franja de plata amanecer la recibió en el patio de la casa cuando salió en busca de algo de frescor.
No lo consiguió.
Sus pupilas desmesuradamente abiertas, sus ojos oscuros como el zafiro, reflejaban el amanecer y un deseo de sentirse abrazada, de no sentirse tan sola. Su piel brillante de humedad, parecía fundirse con la madrugada.
Elevó la mirada al cielo para buscar a su amor; su niña se acomodó en el vientre con un suspiro. La madre suspiró también.
Buscaba, tal vez en un astro, el rumbo hacia quien amaba, un brillo que no aliviara el calor; pero confortara la piel.
Se sentía desamparada.

12 pm en otro lugar de la Tierra.

En ese mismo instante, el hombre sentado en un banco, con gafas de sol y un perro tumbado a sus pies, escribía en una libreta que apoyaba en una pierna cruzada. Con el bastón y el macuto de cuero componían un extraño bodegón de pasados tiempos. Absorto a todo, su ceño se fruncía concentrado ante cada idea que escribía. La gente pasaba lenta a su espalda, tal vez para ojear las palabras con las que ignoraba el universo que le rodeaba de una forma tan poco considerada, dado que era humano.
Había descubierto las palabras, la idea para razonar la mirada que un día lo turbó y enamoró.
Evocaba su rostro amado, escribía de su mirada en las fotos. Ella nunca miraba al objetivo, no sonreía al espectador. Sonreía a mundos mejores, sonreía a esperanzas.
Pero a pesar de su sonrisa, sus ojos permanecían expectantes e intensos, buscando algo más allá de las lentes y del ojo que la enfocaban. No era la misma sonrisa la de sus labios, que la de sus ojos. La verdad es que su mirada no sonreía aunque lo pareciera, era demasiado trascendente: transmitía una curiosidad, buscaba algo. Cosas, momentos y lugares que en aquel lado de la cámara desde la que miraba, no había. Algo no estaba bien a su alrededor.
Ella lanzaba sus preguntas con aquellos grandes ojos felinos: ¿Eres tú? ¿Me reconoces?
Ella no posa en las fotos. Busca algo intensamente con una mirada directa y feroz en su determinación de ignorar lo que a su alrededor se mueve, con la barbilla ligeramente adelantada para atisbar con más precisión. No hay errores, no es casual.
Es felina buscando, asomándose directamente al objetivo que la enfoca. Escudriñando posibilidades.
Nunca la ha visto en una foto mirar a nadie. Ella mira allá donde los sabores se pueden modelar y los olores llevarse a la boca. Donde los colores se pegan a la piel y visten fantasías en ella. Donde las pieles son de canela y piel de durazno.
Siempre mira más allá. Y cuando está sola, cierra los ojos y se deja llevar por su propia alma y así de extrañamente hermosa la capta el objetivo.
La primera vez que vio su imagen, aquellos ojos intensos que no miraban al espectador, si no que traspasaban los límites de lo real, sintió un tremendo impacto ante la trascendencia de su mirada. Temía enamorarse de algo inalcanzable; pero no pudo apartar sus ojos de ella.
Aquella mujer buscaba algo más a pesar de estar acompañada en aquella imagen, algo que su pensamiento sensible e inadaptado a este tiempo y lugar, pudiera aceptar sin sentirse extraña, ajena. Algo que no existía a su alrededor.
En todas las fotos, en todas las imágenes su amada pedía salir de allí, le decía que se ahogaba con una sonrisa en los labios, con una valentía que encogía el alma.
¡Sálvame! ¡Sálvame!
Se siente privilegiado, porque reconoce en alguna foto que a veces le dedica, la mirada para él. Ojalá estuviera equivocado y no sentir así el peso del amor en el corazón. Un diapasón que se detiene más tiempo de lo que sería conveniente cuando cierra los ojos y besa sus labios.
Cuando mira sus fotos todas, le responde: “Eres tú mi vida, por fin”.
Sin darse cuenta dejó la pluma apoyada en el papel, inmóvil. Formando un manchón de tinta. Se quitó las gafas de sol y miró a un cielo ahora nublado.
Y quiso estar allí arriba, volando. Corriendo a abrazarla, a besarla.
Perdió un latido y escribió “te amo” a continuación del borrón.
Se meció durante una eternidad en la urgencia de su amada.
El perro ladró y le devolvió la respiración.
Supo que ella pensaba en él en aquel momento con una certeza que asustaba.
Tenía que ser así. Era una convicción, un ruego y una amenaza a las fuerzas del universo.
Y aunque se equivocara, no tenía más remedio que hacerlo. Los amantes no pueden evadirse de sentirse unidos, fundidos, clavados. En cada lugar, a cada momento.
No podía sentirse arrollado por tanta melancolía en aquel instante sin ninguna razón. Y se llevó la mano al pecho, encima del corazón y relajó los párpados “estoy contigo, con vosotras, mi amor”.
En pleno día, con todos los ruidos del mundo intentado invadir su mente y doblegar su voluntad e ilusión, a pesar de la descorazonadora distancia, el universo no pudo vencer toda aquella melancolía de amor. Nada pudo romper la conexión que se formó desde el otro lugar de la Tierra.
Guardó la libreta en el macuto, cogió con fuerza el bastón y se levantó del asiento. Y como siempre, cuando cargó el peso en la pierna enferma, retuvo un gruñido de dolor.
El dolor le distrajo por un segundo de esa terrible melancolía que sentía por ella en aquel mismo instante. No lo suficiente para evitar una angustiosa lágrima que le obligó a ponerse las gafas de sol de nuevo sin que fuera necesario.
Es mejor que duela el cuerpo que el alma.
Y por primera vez en su vida, sintió frío en primavera.

5:10 am, en el otro lugar del corazón.

La mujer de ojos felinos, y piel brillante, posó una mano en su vientre.
—Mi amor, papá nos ama ¿lo sientes? ¿Vamos a dormir, cielo?
La niña se acomodó relajada en el interior de su madre y esta volvió la mirada al cielo con los ojos brillantes, sabiendo a donde iban sus pensamientos e ilusiones. Ya no buscaba, simplemente enviaba al aire sueños y esperanzas a quien correspondía. El los recibía. No sonrió, ya no era necesario engañar a una cámara.
Y hacía demasiado calor.


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3 de mayo de 2010

Suicidador


Tampoco es para tanto vivir. Nos sobrevaloramos. Maldito chovinismo... Cada cual tiene lo suyo como lo mejor. Yo pienso que todo es una mierda, incluido yo (como odio ser sincero y consecuente). Y nada falla en mi cabeza; creo sinceramente que los demás no acaban de ver su triste realidad. ¿Es posible que sea una medida de defensa el auto-engaño? No malgastéis esfuerzo y tiempo en engañaros. Los hay que se suicidan cuando la presión vital aumenta (taedium vitae). Soy un vendedor de muerte y para convenceros de que no vale la pena que sigáis viviendo, he de ser muy práctico y objetivo. ¿A cuántos os falta tiempo para hacer lo que realmente queréis? Tengo la exclusividad del lote completo de suicidador ácido en tres pasos. Se trata del Acabador Corrosivo Plan 3 Pasos. Vendo muerte, muerte fresca, muerte en el acto, muerte sin errores, muerte eficaz. Nada tan falso como la vida. ¿Me la compráis? Compradme un lote. Compradme mil lotes. Sabéis que será casi una quimera cumplir vuestro deseo ¿verdad? Después de tanto tiempo deseándolo, ¿qué os hace pensar que en lo que os queda de vida lo conseguiréis realizar? Cuando alguien muere por causas naturales o por accidente, el rastro que deja es tan efímero que dan ganas de resucitar e intentar matarse de nuevo otra vez y hacerlo bien. Pero eso no ocurrirá. Cuando se está muerto, es tarde hasta para el pensamiento. No hay segundas oportunidades. Y os podéis encontrar con los sesos desparramados en el asfalto o vomitando vuestro negro hígado necrótico y concluir que un accidente o una enfermedad terminal, la única huella que dejará en la memoria es el asco en el primer caso y el cansancio de la familia que os ha visto consumir cada día lentamente por un doloroso cáncer, en el segundo. En muchos casos os tendrán lástima por unos minutos y luego se reunirán con otros familiares y amigos para contar mentiras y chistes en vuestro velatorio. Sin embargo, si hacéis uso a tiempo del Acabador Corrosivo Plan 3 Pasos, tendréis una muerte casi indolora y muy eufórica. Si seguís las instrucciones al pie de la letra, dispondréis de tiempo para escribir una hermosa o cruel carta a la familia y “amigos”, colocar un buen CD en la cadena musical y morir tumbados en el sillón sonriendo a la puta vida que habéis sufrido tantos años como un cúmulo de deseos incumplidos. O de fracasos (no es lo mismo, los primeros son pasivos y los segundos exclusivamente creados y lanzados por vosotros mismos o terceras personas). Os daréis cuenta del preciso momento en el que vuestro corazón se detiene. Dejaos llevar. Incluso si calculáis bien el tiempo, sentiréis como os arrancan de vuestras ya casi frías manos muertas la carta que habéis brindado a los vivos. Por un poco más de dinero, dispondréis de un delicioso extra: un pequeño reflejo que hará que vuestros dedos se crispen en la carta cuando os la intenten quitar (química y electricidad pura, no os asustéis que no viviréis tanto tiempo). Os tendréis que reír imaginándolo a priori por razones obvias. Si habéis visto el jovencito Frankenstein (en la escena inicial), os acordaréis de como el cadáver del abuelo sujetaba con sus dedos la caja que intentaban arrebatarle. Para partirse el rabo de risa. Y todo por tan solo 15.000 € (+ 5.000 € del citado reflejo post-mortem) Es un precio caro, absurdamente caro; pero ¿os olvidáis que el dinero no os lo podéis llevar? Quiero hacerme rico con vuestra muerte. Compradme veinte lotes del Acabador, y convenceré a vuestros hijos para que hagan lo mismo, soy bueno en mi trabajo. Yo de vosotros, antes de comenzar la destrucción de vuestra vida, sacaría lo que tuviera en el banco y le pegaría fuego (después de pagarme a mí. Dice el título de una película, que cliente muerto no paga). Compradme uno, os lo llevaré a domicilio personalmente y a los cien primeros compradores, les prepararé el suicidio yo mismo. Incluso me podéis comprar varios para regalar a vuestros mejores amigos, a los de verdad. Ahora todo irá a peor, ya habéis mascado el fracaso, lo tenéis enganchado entre los dientes, como un sarro de color amarillo que se podría confundir con un exceso de tabaco. Y si fumáis... Esto está cada vez peor, ya ni fumar nos dejan. No es buena la vida sin tabaco. Porque entonces viviremos en un mundo sólo de borrachos y no dispondremos de una nube de humo creada a voluntad nuestra que suavice la visión de tanta basura ante nuestros ojos. No vale la pena vivir sin vicios, sólo los santos que han pasado por el martirio, son recordados y más por morbo que por consideración a su bondad. Lo sabéis de sobras. Mirad, el primer paso del Acabador Corrosivo Plan 3 Pasos (ACP3P, a partir de ahora y para abreviar), es un maravilloso chicle con un sabor bueno, pero inidentificable. Es un auténtico cóctel sobre-dosificado de speed, cocaína y morfina con un toque de cilantro. Además de relajar vuestro miedo, os anestesiará el organismo para el segundo paso. El componente espídico, es para evitar que os quedéis narcotizados imbécilmente antes de llegar a la siguiente etapa de vuestra digna salida. Se os abrirá un nivel de conciencia superior sin tener que recurrir al budismo y sus chacras lentas y aburridas. ¡Fiuuuuuuuuuuu! Un viaje directo a los pozos más negros del cerebro, donde os podréis reír recordando hasta el primer pedo que os tirasteis para molestar a vuestra quejumbrosa abuela. La coca es buena evitando que os sintáis mierdas ante los recuerdos. La ventaja del chicle es que no sangraréis por la nariz como ocurre a veces por esnifar coca. Presumiblemente, se os encharcarán los pulmones de sangre porque hay un potente vaso-dilatador que provoca hemorragias como efecto secundario. Cosa que os da igual, porque vais a morir de todas formas, lo importante es no sentir demasiado dolor. Y nuestra morfina es de primera. Veréis que os tiemblan las manos y pequeñas luces como luciérnagas repugnantes (odio los insectos) revolotean ante vuestros ojos. Poneos las gafas que se adjuntan, no sirven para nada, pero miraros al espejo: sí, llevan cejas enormes en las monturas y los vidrios hacen la ilusión de parecer lentes de aumento para cegatos. Es el momento de reír. Es bueno reír cuando os vais a tragar tal cantidad de veneno que vuestras vísceras se van a deshacer literalmente, el cuerpo se os licuará como cera caliente por dentro; pero esta vez no será por amor ni por necesitar algo que ya no podréis tener. Será por una auténtica causa orgánica. Está científicamente comprobado, que cuando se os escape una orina roja con alguna gelatina ignominiosa de color carne lavada, no sentiréis el más mínimo miedo. Y por supuesto, dolor: cero. Compradme tres lotes, aunque no podáis usarlos tres veces más. Lo podéis legar. Incluso podemos cambiar el envase original aduciendo que es un plan adelgazante para alguien a quien no queráis de vuestra familia o amigos. Vamos... Que os veo esa media sonrisa... Compradme muerte envasada, por favor. La vida se ha devaluado, no es una buena inversión. Yo sólo deseo vuestro bien, y si con ello me gano un dinero, no puede hacer daño. Si con ello me gano ser vuestro amigo, no tiene precio. Acepto también tarjetas de crédito si pagáis con una semana de antelación. Hay un punto especialmente desagradable en esta fase: de igual forma que la orina se escapa, los intestinos también se relajan demasiado (es una forma suave de decirlo, puesto que los intestinos, simplemente son devorados por el ácido que os habéis tomado) y eso puede dejar un charco feo y maloliente allá donde estéis sentados. Para un buen final, yo elegiría el mejor sillón, el más caro. Ya que esto sumado al desagradable hedor que invadirá la pituitaria de quien os descubra, creará un cuadro impactante muy difícil de olvidar. El lote ACP3P incluye una cámara de video con la que podréis filmar el proceso. Se incluye una sonda gastro-intestinal para que podáis ver como se deshacen las tripas y dejar documento gráfico de vuestra real volición de acabaros de una vez para siempre y abandonar este valle de lágrimas de una forma elegante y valiente. Creedme, después de haberos tragado ese veneno, meterse la sonda por la garganta será una auténtica gozada. ¡Compradme, compradme! Os susurro al oído con mis dientes amenazadores al descubierto. Con mis uñas rotas y afiladas deslizándose por vuestro mentón. ¿A qué os sentís como los héroes de una película de terror? Yo no quiero que paséis más miedo, sólo estoy aquí para ayudaros. Para que os muráis. La cuestión económica es completamente secundaria. Mi auto está ya medio podrido de plancha y no me importa lo más mínimo. Sólo me interesa vuestra muerte, os lo juro. Vivir es una mierda. Mataros, compradme muerte, tengo cientos de miles de muertes en el almacén. Cuando suene la alarma que va incluida en el lote, podéis pasar al tercer y último paso. Coged la jeringuilla y clavárosla profundamente en la axila derecha. Os dará vigor en el brazo. Ya podéis coger la libreta y el bolígrafo y escribid. Escribid lo mal que habéis vivido, describid a grandes rasgos toda la magia que nunca ha habido y que os prometieron que habría. Apuntad las horas que habéis dedicado a trabajar para comprar una propiedad por la que ahora se pelearán como una jauría de licaones los que tanto os amaron (y una mierda). Escribid que os alegráis de largaros de aquí (os saldrá de una forma natural porque las drogas suministradas son euforizantes). Y cuando ya esté acabada la carta, cogedla entre vuestras manos y cerrad los ojos, a esas alturas se habrán ya disuelto; y concentraos en escuchar el último latido de vuestro corazón. Será como ver caer un gigantesco y pesado telón negro. ¡Atención!: Los que han pagado el extra de reflejo post-mortem, deberán meterse en los genitales el aparato destinado a tal fin siguiendo las instrucciones. ¿Qué os parece? Os lo dije, no existe nada igual en el mercado. No encontraréis un producto de mejor calidad. Y sabed que la garantía es eterna. O de escasamente un segundo, eso ya lo dejo a vuestra elección por si fuerais religiosos o incrédulos. Compradme muerte embotellada. Es la única salida digna. Morid, morid con mi ayuda. No os olvidarán en muchos años. Recordad: al palmarla diréis con orgullo “Yo soy un chico/a ACP3P, el Suicidador, cambió y acabó mi vida”. Incluso podréis formar parte de la campaña publicitaria por televisión. Vamos, mis suicidas, que no se diga que además de fracasados, sois cobardes. Atte.: vuestro más sincero y vehemente Suicidador.




 
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28 de abril de 2010

De lo inmoral



Dirán que soy un pervertido, un hombre sin sensibilidad ni corazón.
Tal vez será porque tengo toda mi sensibilidad y emotividad danzando el hulla-hop en la punta del nabo, se me acumula en los testículos y crea una rica crema de nata capaz de embrutecer a la más frígida de las mujeres.
Esto es a costa de mi empatía con el entorno, es un precio que hay que pagar, ser insensible es una tremenda carga para los otros. Porque a mí, sinceramente, me la pela el dolor y el hambre en el mundo.
A mí me ha caído en desgracia ser un hombre sexual que da y goza placer. Es una cruz que llevo con resignación.
Tener un físico agraciado y una mente insensible, te convierte automáticamente en un esclavo de tus pasiones, del sexo.
Pobre de mí que follo y follo y soy tan deseado...
Yo estoy aquí por obligación, no pedí toda esta mierda que me rodea.
Así que soy único y vosotros muchos. Estáis en ventaja, cosa que me parece bien.
Cada uno tiene que asumir su propia responsabilidad y sentirse bien consigo mismo. Ser coherente con su forma de ser.
Por eso me siento muy hombre y muy macho cuando al despertar, y aún danzando en mi mente sencilla mi sueño pornográfico, mi pene babea un hilo viscoso de fuerte olor. Me gusta caminar hacia el lavabo con el pene tan duro, que cada paso es una vibración que se transmite hasta el glande y me hace sentir deseos de llevar clavada a una mujer, de follarla caminando con cada paso que doy.
La insensibilidad y lo amoral no están reñidos con la imaginación.
Yo me acepto tal como soy, vosotros no me aceptáis a mí y me suda la polla.
Estos fundamentos son constantes universales e inalterables y me tenéis que respetar de la misma forma que desprecio lo que me han obligado a aprender.
O memorizar.
No os necesito; pero yo sí que soy necesario. Soy un elemento extraño y al no formar parte de un gran colectivo, soy la necesaria excepción, la rareza que da contraste a lo mediocre, a lo tierno y lo sensible.
Nadie folla por instinto animal (dicen), yo sí.
De la misma forma que hay niños que se mueren de hambre con un pezón seco y cuarteado en sus labios débiles y otros comen foie de oca en el bocadillo de la merienda. Con toda esa complejidad de matices, mi personalidad es otro punto extremo, la indiferencia total a todo lo que no sea follar. Una perspectiva aberrantemente perversa; pero placentera.
Soy el ejemplo vivo de lo que nadie debería ser.
Me encanta.
Carezco de esa filantropía de la que hacen gala los millonarios y poderosos, y por la que dan una pequeña parte de su dinero a la beneficencia para paliar el hambre que ellos mismos provocan.
Si fuera sensible, si tuviera un mínimo de moralidad y vergüenza, me sentiría tan mal como vosotros. Me culparía a mí mismo de sobre alimentar a mi hijo con el jornal miserable de un trabajo de doce horas diarias, me sentiría mierda viendo la tele y convenciéndome que yo soy el responsable de parte de la hambruna, y no los pobres dirigentes políticos y millonarios.
El Papa parte la pata de una langosta y mancha sus gafas de blanca carne de marisco rica en fósforo, que lo hará más inteligente.
Siempre llueve sobre mojado y yo me corro en sus pieles suaves, en sus coños dilatados y resbaladizos.
En lugar de ser buena persona, de sentir cierta solidaridad o empatía con los desfavorecidos, me acerco a la mujer que deseo, le beso con fuerza y con ferocidad en la boca y aprieto con fuerza su sexo con mi mano. Ella, lo más probable es que me coja las manos y me enseñe que la debo presionar con más brutalidad, que no tenga miedo de presionar hasta cortarle el aliento.
Unos les roban la comida a los niños, otros sobrealimentan a sus hijos, otros pagan por ser absueltos de su responsabilidad y vosotros gemís ante el televisor por la subida de una hipoteca en la que nunca os deberíais haber embarcado si hubierais tenido algo más de marisco que comer para tener un cerebro más brillante.
Vuestra mediocre inteligencia es la voluntad de los filántropos adinerados.
Así que mientras todo el mundo está sensibilizado y lloriqueando como nenazas yo saco mi falo duro y brillante de humedad para meterlo entre sus muslos aún vestidos y excitarla.
Tengo mis recursos.
“Me vuelve loco tu coño de puta encelada”. Yo digo cosas así, sin complicaciones ni sentimentalismos. “Tengo el rabo tan duro y ardiente que te voy a marcar por dentro”, esta última pega duro y separa las piernas sin darse cuenta.
Nunca uso palabras bonitas, las palabras bonitas las usáis vosotros y los sobrealimentados para sentir pena por cosas banales, como la muerte de un político corrupto al que muchos idiotas votaron, o bien por las lágrimas de la puta de un torero que necesita diez millones de euros para comprarse una casita para su hija (una deficiente mental que nadie se da cuenta de que lo es) y su perrito de mierda.
Mientras todo eso ocurre, hundo los dedos en su coño sin preguntar, porque no necesito saber cuando está empapada. Son cosas que se me dan bien de una forma natural.
A mí me importa sacar mis dedos untados en su jugo sexual y obligarla a lamer, y lamerlo yo también. Que las lenguas se peleen por limpiar toda esa viscosidad.
Cuando ella aspira fuerte y se le entornan los ojos con mis dedos en su vagina, soy uno con el universo. Siento su carne palpitar, sus muslos relajarse y ponerse de puntillas para que los meta más adentro. Es entonces cuando para mí, la vida adquiere trascendencia.
Eso y cuando me masturbo obscenamente ante ella, cuando está muy caliente y me suplica que se la meta, que no eyacule en otro sitio que no sea su coño o sus pechos.
Yo soy un amoral insensible, que no provoca hambre en el mundo, tan solo me dedico a dar placer y sentir placer. Soy un cabrón mala persona.
Debería comer langosta y clavar su cáscara en la teta de la madre seca para que pueda chupar algo su hijo.
Ellos lo hacen y así obtienen su título de sensibles de mierda del puto siglo y lo celebran con un premio Nobel que aún los hace más millonarios.
A mí importa el rabo de la vaca loca el dinero, yo meto mi polla dura y venosa en su vagina con fuertes embestidas para que sus pechos se agiten hasta doler y obligarla a asirlos con los duros pezones asomando entre los dedos.
“Joder, este tío es sólo polla, ¿no puede pensar en otra cosa?”, estáis pensando.
Pues sí, la verdad es que no quiero ser otra cosa. Nunca me cansaré de repetirlo, me gusto, me va bien en la vida ser así. He encontrado mi camino.
Y pasa como una autopista por su coño.
Me gusta también alguna pequeña perversión. De la misma forma que a algunos individuos les gusta arrancar el clítoris a sus hijas, yo disfruto metiéndole una buena y oblonga fruta en el coño a la mujer. Y ellas cuando alzan la cabeza y ven esa fruta saliendo de entre sus piernas, juraría que se vuelven tan amorales como yo.
Me envanece que al final se me de la razón.
Uno piensa en que si más que una cuestión de ética o moralidad, se trata de una mera cuestión de gustos. Gusto por el marisco, por tocar y lamer los sexos, por comer langosta o por mirar a los niños que se mueren de hambre en los documentales y soltar unas lágrimas bebiendo una copa de coñac.
Luego está el asunto de trabajar. Yo no he nacido para pasarme doce horas al día trabajando. Me gusta follar y el resto del tiempo descansar, incluso leer o ver películas.
Sin embargo, a pesar de mi naturaleza extraña, estoy sometido a las leyes de la economía y tengo que ganar dinero.
También en eso soy amoral, siento decepcionar en todo; pero es que soy así de especial.
No trabajo, deambulo por las noches frente a las puertas de los más selectos restaurantes, siempre hay algún tipo que espera un taxi en la calle, que está demasiado borracho de licores de decenas de euros la copa. Siempre los hay que prefieren dar un paseo para estirar las piernas y despejarse de la gran cena.
Y los sigo, todos llevan tarjetas de crédito, varias. Son especialmente sensibles y emotivos con sus tarjetas de crédito.
A veces no necesito ni abrir la boca para que se dirijan al cajero automático y obligarles a sacar todo el dinero que sea posible. Me pica la barba postiza y la peluca; pero la alternativa sería tener que trabajar un chorro de horas.
Rara vez he tenido que matar a un matrimonio o una familia.
Así que sin abrir la boca en muchas ocasiones (todo lo contrario que cuando la mujer separa cuanto puede sus piernas para abrir su sexo y apoya las manos en mi cabeza para que le coma el coño y sentir mis dientes en su sensible carne de forma amenazadora y feroz), consigo guiarlos sin una sola palabra. Cuando apoyas el cañón de una pistola en los lumbares, se consigue la máxima atención y obediencia de los más sensibles seres de este mundo.
Cuando el cajero automático no da más dinero, caminamos como dos silenciosos compañeros en la noche hacia otro banco. Saco mucho dinero, lo suficiente para no tener que arriesgarme muy a menudo. Y cuando estoy satisfecho, los llevo a una calle poco transitada y les pego un tiro en la frente.
No es algo que me excite, no soy un pervertido, a mí me excita follar mujeres, masturbarme pensando en ellas, obligarlas a descender conmigo a lo más profundo y atávico del placer sin preocuparse por alguna otra cosa.
La muerte no me excita, es sólo el trabajo, la parte crematística de mi vida. Si pudiera, no mataría. Pero esta sociedad es así.
Unos matan miles de niños, pagan putas caras para que les digan que son muy hombres y a mí me importa todo una mierda. O trabajas o matas, o follas o te sensibilizas. O das placer o matas.
¿No es maravillosa la diversidad humana?
Todos esos matices de personalidad, esas ideas...
Esos coños lamibles y deseables.
Mi falo tan dolorosamente erecto por las mañanas, mi puño acariciándolo con rudeza, el glande desprendiendo un hilo de fluido, un semen escupido.
Muertos con la piel del cráneo chamuscada y tetas de pergamino más secas que la mojama.
Es esto la puta vida que unos disfrutamos de una forma u otra.
Soy inmoral, lo confieso, no lo siento.
Intimidades, cositas que contar.
Soy lo que nadie debería ser.
Una excepción que os hace mejores y casi angelicales.
Qué chochos...



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25 de abril de 2010

Canto de amor y resolución


Estaremos, seremos, viviremos lo que por derecho nos pertenece.
Somos nuestros ad eternum.
Los labios no hablarán, besaremos la piel adorada y la silenciosa calma drenará las lágrimas acumuladas.
Ya está bien, mi amor, de toda esta espera.
La cuenta atrás comenzó cuando nos reconocimos en un sudor de nuestra piel, cuando unas palabras desatadas se escaparon por entre los labios, arrolladoras: Te amo.
Y todo fue descenso hacia nosotros.
La cuenta atrás apenas tiene ya que contar, se agota.
Vamos cielo, extiende la mano a la mía. Es firme, titánica en su deseo de abarcarte.
Nada puede pararnos.
Me llora el corazón de la emoción. Está empapado de ti.
¿Te das cuenta, mi reina, de que hasta el organismo sabe de lo inevitable de los besos?
Nos someteremos a nosotros mismos.
Lo hemos logrado.
Es hora de llorar alegría.
Ab imo pectore (desde el fondo de mi corazón).




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21 de abril de 2010

De babosas y locos



¿Es posible ser confundido con una babosa?
Yo creo que sí, que toda esta serosidad que en ocasiones dejo en el suelo como un rastro continuo de mi mismo no deja lugar a dudas.
Me parece indecente ser babosa, no es un animal digno, incluso aplastarlas me da asco. El mundo podría seguir girando sin babosas y a mí me importaría nada.
Porque no camino; en demasiadas ocasiones la percepción es la de que me arrastro.
No es desánimo, no es abulia. Es una lucha titánica por seguir avanzando. Y haceros sentir mal. No soy una buena persona, no pertenezco a vosotros a pesar de ser deprimentemente parecido en lo físico. Bueno, soy mucho más guapo, más fuerte. Y eso le da más valor y generosidad a mi constante autodestrucción.
Alguien ha parado el movimiento y necesito llegar, sé que si me muevo llegaré. Aunque no sé adónde, no sé a quien. Pero cada vez que el peso de la existencia se apoya firmemente en mis poderosos hombros, se me escapa el aire de los pulmones porque me han dado un gancho de izquierda en las costillas flotantes.
¿Desde cuándo saben nadar las costillas? Que absurda es la medicina.
Y me arrastro.
El suelo no es precisamente un ejemplo de tersura, no hay limpieza. No hay profesionales que se metan la mierda en la boca, la digieran y luego caguen latas de refrescos. Si yo me arrastro, si tengo que ser una repugnante babosa, no me costaría nada coger la botella rota de vidrio que hay a unos metros de mis narices y metérsela por el cuello a cualquier individuo al azar, sea cual sea su raza, edad, sexo o nacionalidad. Si no lo hago es por la misma razón por la que no aplasto con el pie las babosas.
En las películas se arrastran los personajes y sólo ensucian la camisa. No se destripan con la basura que dejan los humanos en la calle.
He levantado el cuello para no rajarlo con la botella rota. Prefiero agonizar que tener un final rápido. Me gusta molestar. Cuando uno carece de dignidad todos sus esfuerzos van destinados a hacer sentir mal a la cochina humanidad: joder sus sonrisas banales. Joderles un cumpleaños en una bonita tarde con la sangre de mi abdomen abierto... Cosas sencillas que demuestren que soy una babosa, no por casualidad, sino porque me he hecho a mí mismo con todas y cada unas de las cucharadas de mierda que he tenido que tragar.
Me arrancaría la piel a tiras frente a vuestros pequeños hijos y vomitaría coágulos por el glande. Más o menos como el loco que lamía el vidrio, pero con odio. No sé porque os odio; pero nací así, con esta rabia. Unos están locos, otros son babosas y por fin estáis vosotros que sois algo a cazar.
Ese intestino que ha quedado enganchado a la botella de cerveza rota, pertenece a mi cuerpo, podéis pisarlo si queréis pero que nadie intente recogerlo.
No hay dignidad en determinadas luchas. Las células no entienden de dignidades, su mensaje es vivir y partirse en mil pedazos para seguir manteniendo la cohesión en el organismo. No hay dignidad en vivir arrastrándose, aunque sea en el fragor de una lucha estéril que no conduce a nada. Y sin embargo, arrastrarse y demostrar mi más absoluta desprecio por vuestra comodidad y sonrisa, es casi mi misión.
Tengo sed. El propio vidrio que ha abierto mi abdomen y ahora se encuentra sucio de sangre y mierda, es un apetitoso trago. Tiro del intestino para alcanzar el vidrio enredado. Es una cuerda extraña esta de la que tiro. Se me escapan los mocos por la nariz cuando el dolor me hace contener un grito.
Seré una babosa, pero soy valiente.
Chupo el vidrio y me canibalizo a mí mismo sin ningún pudor. Yo también me corto la lengua; pero para vuestro pesar, no estoy entre barrotes, estoy pegado a vosotros como vosotros habéis estado pegados a mí durante toda mi babosa vida.
Si me habéis robado el aire, ahora aspiraréis mi muerte y el olor a mierda de un intestino que aún está lleno de heces.
No he cagado. Normalmente cago antes de salir de casa. Seguramente mi cerebro debía intuir que hoy abría espectáculo y no ha dictado reflejo de dilatarse al esfínter. A veces el cuerpo va por libre. A su puta bola.
Yo me dejo hacer arrastrándome.
Me acuerdo de aquel loco que tras los barrotes del manicomio, rompió el cristal de una ventana y con su desproporcionada lengua lamía el filo roto repetidamente. No podía tener sabor. Aquel tío estaba loco de remate, por eso estaba en aquella jaula de azulejos blancos de carnicería antigua. Yo aspiraba el humo del cigarrillo prendido de mis infantiles dedos. Me gusta pensar que me enganché al tabaco gracias a la locura.
El loco se cortaba la lengua una y otra vez lamiendo, y yo fumaba ante él. Tan cerca que olía la miseria de su aliento. Tan cerca, que las volutas de mi cigarrillo, se enredaban en sus pestañas sin que le impotara.
Si aquel tarado no estuviera loco, seguramente estaría arrastrando un trozo de intestino por el suelo y haríamos carreras por saber quien llega antes a no se sabe donde.
¿Por qué fumaba con doce años admirando la auto-mutilación de un loco? Eso me hace extraño, me hace horrible.
Quiero ser horrible, puesto que otra cosa no he podido ser. Los hay que mueren siendo simplemente familia de otros. Yo no quiero ni a dios.
Yo dejo un rastro de mierda y sangre en la calle. Y si el servicio de recogida de animales muertos me trata como la babosa que soy, es algo que no me importa.
Creo firmemente en la muerte, da igual quien se mee en mi boca cuando por mis propios intestinos deshilachados me desangre. No lo sabré, no sabré quien saca su sucio y reproductivo pene para mear. Porque la gran parte de los idiotas que pueblan el mundo, sólo usan el pene para mear y para soñar que dan placer a sus mujeres aburridas y hastiadas.
Yo no, yo hago gritar de placer a la más puta y vieja de las mujeres. Dar placer se me da bien.
No lo siento, parece que estoy inmunizado contra el placer, pero me satisface ver como se deshacen en jadeos, como abren las piernas y me ofrecen su vulva extendida con los dedos y hacen aflorar un clítoris duro y brillante. Me gusta lamer sus dedos clavados a su propia vagina intentando contener el placer que les hace sentir que sus coños van a estallar por la presión de mi lengua, de mi pene hambriento por un placer que no llega.
Mi semen mana lento, y tranquilo, apenas se me escapa un ronquido con la eyaculación. Me queda el dolor de la lengua, de tanto mamarles el coño. Eso me hace sentir macho.
Y sus dedos pringados de mi leche, de mi mala leche, también.
Pero la mayor parte del tiempo soy babosa. Ojalá fuera imbécil como la humanidad y no viera la realidad sin chovinismos provincianos.
La muerte es sólo eso y no vamos a ningún lado. La muerte no es ningún tránsito de mierda, cobardes.
Desaparecemos.
Todos mienten por cobardía, los religiosos y los místicos y paganos.
Me estoy muriendo y nadie ni nada tira de mí.
Me gustaría resucitar durante un par de segundos para deciros que vuestra “alma” sólo es vapor, que se disgrega sin tener conciencia y que todo lo que habéis hecho en la vida, no sirve para nada.
El alma se pudre y se hace materia gaseosa inane, sólo se posa en el pelo de los vivos como una caspa molesta.
Así que cuando os muráis, no seréis rien de rien, no iréis a ningún lado. No tenéis esperanza de nada.
No habrá segunda oportunidad ni otro tiempo ni lugar.
Simplemente os acordaréis de cómo me arrastré y os ofrecí toda esta miseria, para luego desaparecer sin más.
Me encanta saber que no volveréis, que desapareceréis para siempre.
Mirad como la babosa lame el vidrio manchado de su propia sangre y mierda. Mirad a la babosa valiente hacer alarde de un valor que vosotros no poseeréis jamás.
Tal vez deberíais fumar delante de un loco que con su podrido cerebro lame y se desangra por la lengua. No aspiréis incienso para vuestro control mental, son idioteces.
Mirad la miseria y luego vuestro reflejo en el espejo.
No sois para tanto, sólo babosas que se empeñan en caminar derechos, con cobardía.
No sé adónde voy a llegar, no sé cuanto podré luchar por seguir en movimiento, pero si os ofendo, daré por bien concluida mi vida.
Y recordad, los cerdos no se arrastran, soy una babosa, a ver si leemos un poco más. Hay una diferencia abismal entre un molusco gasterópodo y unas lonchas de bacon.
Es que os conozco tan bien...



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14 de abril de 2010

Placer mudo



Sus muñecas se encuentran firmemente rodeadas de suaves tiras de terciopelo negro que se han sujetado al cabezal de la cama. Aunque para ella pudieran parecer cadenas que la esclavizan.
La tenue luz de la habitación crea un halo en torno a la cabeza del hombre que suspendida sobre su vientre, apenas roza la piel de su vientre con los labios.
Sus pechos tiemblan, plenos y erizados los pezones. Sus párpados aletean: el movimiento más perceptible de su rostro.
Sus labios permanecen entreabiertos dejando escapar un continuo suspiro silencioso de placer y ansia. Se ocultan bajo un pañuelo negro que cubre hasta la nariz. No debe hablar, no debe gemir audiblemente. Él quiere que contenga el placer hasta el mismo límite de la locura.
Y la locura nace de cada poro de su piel y mana como un fluido denso y lechoso por su vagina dilatada y hambrienta.
Espera trémulo el vientre la lengua que se hundirá en el ombligo.
Se le escapa un gemido: error.
Él detiene sus caricias, el ombligo está anegado de una baba caliente que se escurre lentamente por la piel suave. El castigo se prolonga.
Lo odia. El pañuelo se ondula en sus labios ante el aliento rápido de la tortuosa espera.
Tras unos interminables segundos, siente un sorpresivo cachete en el rasurado monte de Venus.
— ¡Puta! —la llama en un susurro tajante, apenas audible.
El pañuelo casi vuela encima de sus labios y todo su ser le pide cerrar los muslos para oprimir y así acariciar la anegada y hambrienta vagina.
El suave golpe ha sido una contundente caricia que ha hecho vibrar su clítoris duro y brillante. Resbaladizo en los dedos en los que desearía ser apresado.
— ¡Perdón! —susurra buscando piedad.
Quiere ser follada, lamida, mordida, arañada.
“Mete ya tu puta lengua en mi raja”, desea decirle con un susurro hostil; herida de ansia y deseo acumulado en su sexo.
Siente ahora la proximidad de sus labios en el vientre, la respiración del hombre es un chorro de aire ardiente. La lengua inquieta ofrece breves oasis de fresca humedad en su enfebrecida piel.
Todo su cuerpo se encuentra asolado por el hambre de un deseo carnal e irracional en la que el juego la ha sumergido.
Es demasiado tarde para pensar, su sexo pulsa henchido de sangre y necesita con urgencia ser embestida y penetrada o se deshará como mantequilla.
Es demasiado tarde para intentar abandonar el juego y ceder el placer a sus propios dedos. No es una opción masturbarse desbocada ante el hombre que la está destrozando de deseo.
Sus pensamientos se han desvanecido ante la invasión de los recios dedos que se hunden lentos entre los labios de la vulva, sin apenas hacer presión recorren el filo y ella responde elevando la cintura para que los dedos profundicen más.
Desearía gritar de placer, insultarlo, pero él cesaría en el acto con su caricia, no tiene piedad.
Tal vez...
Con un esfuerzo sobrehumano, relaja sus piernas, hace caso omiso de las ondas que llegan de su coño a su cerebro y su cintura pierde también tensión.
El hombre titubea, ya no detecta el ansia contenida.
Es un cabrón. Y ahora ejerce más presión, incluso dos dedos se asoman amenazadores al interior de su vagina.
Pero no puede disimular el abundante flujo que mana de su sexo y extiende una mancha en la fresca sábana de lino.
— ¡Méate! —le ha susurrado tan cerca del oído que se ha sobresaltado.
Cierra los muslos intentando no acatar esa sucia orden.
¿Sucia?
La orden la acepta su cuerpo, su mente lucha contra la humillación intentando cerrar los muslos; pero su cuerpo cede a los deseos de aquel que le proporciona el placer. Y los muslos ceden.
Mana la orina lenta entre su vulva, ardiente se filtra bajo sus muslos.
Lanzaría gritos de placer cuando la orina que parece hervir se filtra por sus nalgas y llega a bañar el ano por cursos que la piel traza invisibles y directos a los centros del placer.
La incomodidad de sentirse empapada acelera su ritmo y lanza mil destellos de placer a su mente.
Pierde de su campo de visión al hombre.
Ruido de agua.
Agua fresca baña su sexo.
Y su vientre se contrae con tres pequeños orgasmos que la obligan a morderse la lengua para no gemir.
La mano ancha y dura frota su sexo sin delicadeza, mete el agua dentro de su coño, juega con ella, la reparte, la extiende y sin recibir orden alguna, afloja la vejiga para dejar escapar unas gotas más.
Una toalla seca su sexo, la roza con más fuerza de lo necesario y se siente penetrada por el algodón.
Una palmada muy cerca del clítoris y siente que se le inflama, que toda su vagina es clítoris y allá donde él posa la mano, la enloquece.
Cuando los dedos se insinúan en su ano, ella eleva un poco la cintura. Necesita que la penetren ya, por donde sea.
Y el dedo se baña entre su vulva resbaladiza para entrar por el estrecho agujero del culo. Sólo la uña...
El hijo de puta podría meter todo el puto dedo.
Pero no lo hace, eleva sus piernas atrayéndola al borde mismo de la cama y sin sacar el dedo, presiona levemente el glande en la vagina.
Le duelen los pezones...
El pene penetra lentamente, tiene tiempo a sentir como su vagina anegada de si misma se adapta, nota hasta las rugosidades de las venas acariciar sus labios gordos, sobre irrigados de sangre.
Y mirando al techo de la habitación no esperaba que los dedos apresaran con fuerza el pezón derecho y la llevara a la frontera del dolor.
Ya no sabe como gestionar todas las ondas de placer que le llegan del ano y el coño, de los pechos y de su propio cerebro colapsado de ansia.
Su vientre se hunde por el peso del placer y los músculos de sus piernas se tensan ante un nuevo orgasmo.
Él saca el pene y por un par de segundos no ocurre nada salvo el latido de su coño hambriento.
Y con brutalidad se siente embestida.
El orgasmo parece salirle desde los dedos crispados en las sábanas.
La nuca hace presión contra la almohada y ofrece su cuello tenso, los tendones conducen el placer como los pináculos de una catedral conducen a Dios.
La tercera embestida, la lleva directamente al paroxismo que provoca que su cuerpo se contraiga repetidamente, desmadejado y abandonado al placer brutal.
Y su pubis es regado por una leche densa y caliente que los ásperos dedos extienden y arrastran por su vientre, por su vulva, por los muslos.
Se da la vuelta de costado cogiéndose el sexo con las dos manos, sus pezones aún están endurecidos, erizados hasta el deseo de ser mamados.
Él se extiende a su lado, alojando su pene ahora blando entre sus nalgas.
Cubre sus pechos con sus brazos y los jadeos de ambos es lo único audible en la habitación.
— Eres hermosa, no he conocido a nadie como tú jamás —le susurra él al oído.
— Has perdido, cielo. Has hablado.
— Vamos, preciosa... Ya habíamos acabado.
— Te dije que ni una sola palabra hasta que hubiéramos salido de la habitación o te cortaba los huevos. Y no cobras.
La Dama Oscura, saca de debajo del colchón la daga aún manchada de sangre de 666 y zafándose del abrazo del chulo, coge sus testículos y de un certero tajo los corta.
El hombre se revuelca en la cama sujetándose la herida, vaciándose de sangre entre gritos.
La Dama Oscura se viste ante el cuerpo retorcido y deja sus bragas negras de blonda entre las manos del chulo.
— Toma, contén la hemorragia con esto. Hijo de puta, no tenías que hacerme mear. Cabrón.
La puerta de la habitación se abre de golpe, con violencia. Una patada ha astillado el marco.
— Mi Dama Oscura, el primate grita mucho, los otros monos se están alarmando. Y no tengo ganas de pasarme el día matando idiotas en este burdel.
666 coge el puñal de la mano de la Dama Oscura y lo clava en el cuello del que aún se retuerce sangrando en la cama. Ahora no emite más que jadeos con las cuerdas vocales destrozadas, mientras su propia sangre inunda los pulmones y lo ahoga.
666 se enciende un enorme Cohiba, mientras admira la muerte del hombre.
— Era un buen esclavo, ha hecho que me corra seis veces —dice ensimismada y acariciándose el sexo la Dama Oscura.
— A veces pagar tiene su morbo —dice tirando al hombre que respira con un jadeo rápido y leve un fajo de billetes de cien euros.
— ¿Te has sentido humana al ser follada por el primate, mi Dama? ¿Has recordado cuando lo eras?
— He disfrutado tanto que quiero más... —responde con una sonrisa perversa y obscena.
Es excitante jugar a ser dominada y poder tomar el control. Con 666 jamás puede, la arrastra sin remisión al infierno del placer y su voluntad cede ante la carne y la maldad pura.
666 lleva la mano a su sexo y por debajo de la falda pinza con fuerza la zona del clítoris sin cuidado alguno. Los sonidos débiles y agónicos del chulo que se asfixia parecen llenar la habitación. Lleva el filo del puñal hasta uno de los pezones y hiere la piel.
La presión en el sexo no disminuye y la Dama Oscura, cierra los ojos temblando, no sabe si de dolor. Pero una pequeña gota de sangre corre por su torso desde el filo del cuchillo que corta la piel de su areola.
Un dedo brutal se desliza dentro de su sexo y se siente alzada en el aire, los pies no tocan el suelo por unos centímetros y es arrastrada irremediablemente a un orgasmo de dolor y placer que hace que sus ojos se aneguen en lágrimas.
Besa la boca de 666 mordiendo con furia sus labios y cuando otro orgasmo la sacude entera, el chulo exhala su último suspiro en la cama dejando escapar una orina muerta y sin presión.
Muere mudo como mudo folla.
— Así, mi Dama, así es como tienes que correrte —666 le muestra el dedo brillante y mojado con el que la ha penetrado.
Ella se lleva la mano al sexo, lo siente latir con tanta fuerza... Un fino hilo de fluido sexual se descuelga como una hebra de seda desde la mano.
— Vámonos de aquí, mi reina. Vayamos al infierno, allí se está más fresco.
Cuando salen al corredor, tienen que pasar por encima del cadáver de una puta decapitada, cuya cabeza está colgada de la maneta de una de las muchas puertas con el “No molesten” asomando por la boca abierta en un grito de terror.
—Me comían los celos y me aburría, mi Dama.
Ella responde acariciando su sexo a través del pantalón.
Unas palabras impronunciables abren la puerta del infierno, y una vaharada de aire fresco y húmedo los recibe.
La puerta se cierra dejando el mundo tras de sí junto con un par de cadáveres que antes no habían.


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5 de abril de 2010

La piel del alma



Qué manía más fea tengo.
A veces tiro de las pieles muertas y resulta que no lo están. Siempre me mato antes de tiempo. Me quiere, no me quiere, me quiere, no me quiere...
Me deshojo a mí mismo como si de una oronda y fea margarita se tratara.
Yo con una margarita... No jodas.
Margaritas a los cerdos.
¡Jodeeeer...! La piel estaba aún bien cogida. Duele un huevo.
Sólo estaba seca. No soy precisamente un dechado de sensibilidad, cualquier otro se hubiera dado cuenta de que la escama que colgaba aún prendía fuerte de la piel fresca e hidratada en el extremo. Una viruta de mí mismo se ha rizado entre la pinza de mis dedos, ante mis ojos vidriosos de falta de sueño. De falta de ella.
Vi una piel hace ya un par de segundos y tiré de ella, es feo ir con pielecitas colgando como escamas.
Soy coqueto.
Dolió horrores, mucho más que cualquier miembro gangrenado.
Era una piel del alma.
La soriasis del alma es una afección un tanto molesta, por decir poco, por decir lo mínimo.
Dolió tanto como un abrazo incorpóreo, de esos que se dan en el aire, allá donde desearíamos que estuviera la persona que más amamos en nuestra vida.
Los tendones se tensan en vacío y se muestran insatisfechos.
¿Es posible que el alma padezca tendinitis?
Los caballos tienen suerte cuando se rompen una pata: los matan.
Otros dicen que los sacrifican. Pero un sacrificio también es echar margaritas a los cerdos. Le da demasiada importancia al sacrificador.
Es un simple asesinato por misericordia.
Yo necesito misericordia.
También tienen suerte los equinos de no poder tirar de las pieles secas: no tienen dedos
No hay analgésicos para combatir el dolor de la piel arrancada del alma.
Ni ansiolíticos para combatir la incongruencia, la incoherencia de un pensamiento ávido de salir de este tiempo.
Del horror del alma pelada.
Desnuda y desamparada.
La hemorragia está servida, no hay apósitos que la contenga. Uno se cubre los ojos para no ver lo profundo de la herida esperando en vano así, no sentir.
Puta mierda...
Hay de todo: miedos, alegrías (0,5 %), tristezas y errores.
Tengo ganas de fumar, aunque sea a través de un filtro manchado de cianuro.
Pero me tendré que conformar con un filtro manchado de un moho gris.
Hay un color más neutro que el hastío en mi alma; hubo algún fallo en la impresión de color. Tintes que en algún momento no consiguieron colorear ninguna emoción.
Y a medida que mi alma sangra, la percepción de lo vivido adquiere un patético matiz aproximadamente incoloro.
Como las lágrimas de dolor.
Si alguien viera esta sangre desleída del alma, se preguntaría porque insisto en seguir viviendo. Hay demasiado porcentaje desabrido, sin emoción alguna.
Tiene razón...
No me extraña que el alma se haga jirones de piel seca.
Se muere de pena. Yo.
¿Se puede morir por una hemorragia del alma?
A ver: ¿cómo cojones le hago yo un torniquete al alma?
No es por no morir, es que me da asco ver todo eso que mana.
Algunas cosas no; pero es tanto lo que no quiero recordar...
Porque preferiría morir. Ya que estoy pudriéndome de dolor y frustración, no sería mucho más doloroso un buen tajo en la carótida. Aunque podría recurrir a alguna dosis extra de psicotrópicos.
¿Y si tengo un mal viaje durante la agonía? Morir alucinando mediocridades tampoco es algo como para sentirse heroico.
Ni orgulloso.
Hay pitidos de burla desde el anfiteatro.
Los del gallinero, un respeto a un tío que está hecho mierda, por favor. No duraré mucho, lo juro.
Aunque no creo que nada pueda ser peor que ver la propia alma y concluir que estás más vacío que la propia soledad.
Me voy a arrancar la piel del pene, seguro que duele menos.
Bueno, mejor en otro momento. No puedo pasarme toda la vida tirando de pieles secas.
¡Ooopss...! Por ahí va un muerto, dos, tres... Incluso yo mismo.
¿El alma nunca se sacia? ¿Tiene síndrome de Diógenes? No necesito tanta basura.
Es un gigantesco muladar
¿Es posible que el alma se sienta irritada por el tirón de la piel y me haya matado en justa venganza? Como al caballo; pero sin misericordia.
No estoy muerto. Todo duele, coño.
¿Alguna vez os arrancado una uña con unas alicates? A mí sí. Y ese dolor cuasi psicodélico y estrambótico, ahora mismo está saliendo por la herida del alma. Es sólo anecdótico, una muestra de lo que tengo acumulado.
No jodas que la muerte va a ser una prórroga eterna del dolor.
Lo mío no es la suerte. Por eso, en lugar de jugar a la lotería, tiro el dinero directamente a la basura.
Es un acto de rebeldía inmaduro, lo sé. No conduce a nada.
Tampoco hay adonde conducir.
¿Se puede quemar o de alguna manera destruir el alma y que no quede absolutamente nada de mí?
Mana ahora un color violáceo que provoca una tristeza desasosegante: son días sin ella. Pero está bien, me siento orgulloso. Al menos hay color de amor.
Ahí va otro borbotón de alma incolora. Joder... Son años de no sentir, menuda temporada. Los dinosaurios tuvieron tiempo de evolucionar a pájaros por lo larga que fue aquella era de mi vida.
Y escuece mucho. La vida (¿no era piel? me confundo por momentos) muerta es un ácido corrosivo.
Maldita la hora que se me ocurrió tirar de esta piel...
Anda, ahora sale un color turquesa hermoso.
Hay un hijo que nació y una bella criatura que está por nacer, una princesita. Hay una hermosa mujer que amo más que a mi puta alma, pero es rojo como la sangre oxigenada en las alturas. Es mi bella.
Sus piernas están tan abiertas y su sexo tan húmedo, que a pesar de esta hemorragia, aferro mi pene y le doy consuelo con un buen masaje. Golpes furiosos y espaciados estrangulándolo con el puño. Me masturbo con violencia, con la violencia con la que la amo. El glande tiene tanta sangre presionando y está tan cubierto de fluido resbaladizo que lanza destellos de barniz. Y se me doblan las piernas de un placer que no consigue imponerse del todo al dolor de la piel arrancada. Del ansia de ella.
Será casualidad, pero parece que mi polla es lo único que tiene color. No es por machismo, es porque es así.
Sólo por lo último vale la pena vivir.
Pero uno pasa cuentas, y el promedio es de lo más deprimente. La mediocridad supera con creces lo intenso. No es un buen negocio seguir invirtiendo tiempo en vivir.
Pero ese rojo y ese turquesa...
¿No va a parar nunca de sangrar el alma? Yo creo que hay más alma que sangre. Con razón me siento tan cansado: el peso.
Hay otra piel, tira de ella a ver si consigues vaciarte de una vez por todas y podemos escapar de aquí. Me digo yo mismo sin reconocerme.
Esto no es dolor, ya se ha superado la fase física, ahora es una angustia que se escapa de mi boca como un pequeño jadeo histérico.
La náusea se encuentra en algún lugar de mi cuerpo que bien podría ser el corazón. El cerebro también, porque me duele la cabeza... Alguien diría con cierto sarcasmo, que en mi sexo, que soy muy carnal y simple. No me avergüenzo.
Lo que me avergüenza es esta hemorragia toda gris.
Sacrificaría mis mejores momentos por tener amnesia de todo lo malo.
No te rindas, coge los mejores y muérete ahogado en ellos.
Ojalá fuera tan valiente y pudiera acabar con todo lo gris; pero el rojo y el turquesa obligan a mis células a seguir viviendo. No obedecen a mi voluntad de morir.
Posiblemente sólo sea cobardía, y esté montando este triste espectáculo para ocultar lo miserable que soy.
Tal vez, esos colores vivos sean los clavos al rojo a los que me aferro a la vida.
Hasta la metáfora deja mucho que desear. El olor a cerdo quemado no es nada agradable.
¿Es que no hay salida? ¿No podría simplemente taponarse la herida por si misma y dejar de mostrarme lo que sé de hace ya milenios? Es que odio la redundancia cuando no tiene efectos literarios.
¿Y si vaciara el alma de lo bueno y lo malo para poder seguir viviendo ya más relajado lo poco que me queda de vida?
Esto es una estupidez, el alma sólo sangra y duele, no se vacía de nada. Podría estar derramando tristeza toda la vida sin sentir el más mínimo alivio a la presión.
Alguien que muere descansa completamente. Es un dato a tener en cuenta.
Estoy en un buen problema: sin sus palabras de amor, me muero. Es así de simple.
Todo lo demás es pesadilla.
Si una piel duele, sopeso lo que puede ser cortarse una arteria o vena. No tengo a nadie que me amordace para evitar que lance a la humanidad mi grito de dolor si el tendón se cortara retrayéndose entre mis carnes. Como un cable de acero que se parte por dentro y corta músculo y alguna entraña.
¿La carne se seca como la piel? Soy un tronco hueco, podrido.
Una vez se me rompió un hueso y cuando cierro los ojos sin poder evitar rememorar aquello, aprieto el puño con fuerza para sacarlo de mi pensamiento.
Algo me cortaba la carne desde dentro con cada intento por mover el hueso. Hubiera deseado que me hubieran pegado un tiro en la cabeza como a un caballo.
¿Cómo puedo amarla tanto y no sonreír?
Bueno, hay momentos en los que inevitablemente te quedas solo. Desprotegido sin sus palabras de amor, sin sus caricias y sin sus besos. Y la sonrisa, simplemente se pudre.
Ella conjura la iniquidad.
Es cuando no está que los monstruos vienen a por mí. Y están furiosos.
Y tiro de pieles muertas que son cicatrices de sus desgarros.
Es un círculo vicioso y pobre de aquel que tire de una piel que no está del todo muerta. Le pasaría como a mí.
No es un buen asunto. Insisto.
No quiero morir con un grito. Quiero morir solito, como he vivido.
Me da vergüenza morir delante de nadie. ¿Y si alguien coge mi cadáver y hace un número de ventriloquía metiéndome una mano en el culo y sujetando mi fría mano muerta?
Quiero morir arrastrándome a algún agujero cavado en el suelo y enterrarme como un huevo de tortuga.
Esto va a peor... Cada vez me hundo más.
No debería profundizar más allá de la epidermis.
El color rojo del friegasuelos es cautivador.
A lo mejor tiño el alma con algo más de color.
Brindo por mi alma gris salpicada con algún lunar de color (0,5 %).
Creo que no ha sido una buena idea: me está abrasando por dentro, como si me hubiera arrancado una piel del paladar.
Pero no pienso vomitar, soy tenaz.
Me da mucha pena el caballo muerto con su pata rota.
Con su piel del alma aún prendida en sus cascos.
Da pena no recibir un tiro, es patético morir envenenado de friegasuelos.
Yo no uso esas cosas.
Ahí os quedáis, yo me voy.
Salud y muerte (son compatibles, creedme).



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