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27 de febrero de 2009

El hombre sierpe (1 de 4)

Ni por un momento se me hubiera ocurrido soñar con transformarme en un ser celestial, en una mitología poderosa y justiciera.
Mi natural humildad me hace sentir bien con mi maldición.
Vampiros, licántropos, cíclopes, centauros, ogros, machos cabríos, cadáveres andantes... ¿Quién quiere ser eso?
Mi maldición es más placentera, es obscena. Ellos, los otros, sólo matan o dan miedo, incluso dan la vida eterna.
Aburrido, mediocre.
Lo mío es más difícil, es más artístico. Yo soy el placer más profundo. No busco víctimas, sólo doblegar voluntades por medio del placer. Tampoco me importa que cuando hayan disfrutado de mi placer, se deban suicidar porque jamás volverán a sentir lo mismo. Es terrible reconocer el placer total y desinhibido, y que se te escape por entre los dedos. Esperar cada día con el sexo húmedo volver a experimentar el placer divino y desesperar porque no vuelve es lo peor que le puede ocurrir a nadie. A mí me pasa.
Y tú llorarás cada día porque me arrastre de nuevo por tu piel y estrangule tus pechos. Porque me meta entre tus piernas hasta conseguir que te convulsiones con una lascivia que ni los dioses pueden provocar.
Satanás se transformó en serpiente para tentar a Eva. Yo soy más: soy tentación y pecado. Premio y castigo.
Lo bueno si breve, es una cabronada. La vida está plagada de demasiados malos momentos como para sentirse satisfecho por unos minutos de nirvana en toda la vida.
Soy una obscenidad reptante y provocar el tránsito del miedo y la repulsión al goce más profundo y obsesivo es mi único fin. Me alimento de vuestros coños, de vuestros humores sexuales, de vuestro corazón desbocado. De la dureza de vuestros pezones erectos.
Os amo hasta tal punto, deseo poseeros y dejar tal huella en vuestro cuerpo y vuestra alma, que la vida sin mí carece de sentido para vosotras.
Que mi ausencia os mate.

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Hace calor, el hombre se ha desnudado y se deja bañar por la intensa luz del sol de mediodía. Las paredes calientes del cuarto radian el calor a su piel y ésta reacciona escamándose.
El dolor intenso de cada día, como el pan de los cristianos, se apodera de todos sus puntos neurálgicos, un rollo de tela en la boca evita los gritos y los insultos al planeta por tamaño sufrimiento.
Su cabeza se oprime y se aplasta, cada escama que aparece rasgando la piel es una puñalada de dentro a fuera. No mana la sangre que lo pudiera liberar de la presión del dolor.
Las costillas se curvan y perforan los pulmones, nada es perfecto y de su boca mana un poco de sangre regurgitada, porque es necesario respirar a pesar de los reventados pulmones. Sus brazos se funden con el torso y las piernas entre si mismas. Alguien diría que se trata de una sirena.
Sin embargo el cuerpo sigue doliendo, y estirándose y fundiéndose los dedos y las piernas para convertirse en algo ondulante. Los órganos parecen pudrirse y es como morir. La lengua se ha transformado, se ha partido y ahora es un nervioso y fino látigo negro. Los ojos son dos bolas negras que son invadidas por un verde esmeralda obscenamente bello, vivo y brillante.
Cesa el dolor. El planeta ha cambiado, los colores más que reflejar, arden y algunos sólo están ahí, muertos. La materia fría y muerta relaja su visión, no le interesa. Sisea en el aire agitando su bífida lengua y dos metros y medio de carne recubierta de escamas amarillas y negras se mueven con celeridad para subir hasta el alféizar de la ventana, saltar a las ramas del árbol del patio del piso inferior y bajar por el tronco para desaparecer entre la hierba y las rendijas de las paredes.
Se arrastra por la oscuridad y la inmundicia que lanzan los vulgares por tuberías al subsuelo convirtiéndolo en algo ignominioso. El territorio del hombre serpiente es la basura de los superficiales, se arrastra por sus miserias en busca de mujeres a las que dar el goce que los hombres jamás podrían proporcionarles.

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De todos los animales de la tierra, sólo yo puedo hacerlo, sólo yo puedo cumplir las expectativas de ellas.

Linda llega por fin a casa. El sol del mediodía la ha seguido durante el camino a casa como una mala compañía. Su marido no llegará hasta bien entrada la tarde. Da gracias por tener un horario intensivo que le de un razonable tiempo para relajarse y descansar.
Se desnuda en la habitación quedando en ropa interior, lencería de algodón que muestra manchas de sudor y deja asomar algún rizo de vello púbico. Se deja caer en la cama y recupera el aliento durante un largo minuto.
Se desnuda completamente ya más relajada y se dirige al baño para ducharse.
Calienta una ración de carne estofada en el microondas y con prisa se hace una ensalada. Coloca los dos platos en una bandeja y se sienta en el sillón con ella en las rodillas. El televisor emite noticias a las que no hace demasiado caso. Sus pechos asoman por entre la camisa blanca abierta y unas braguitas de licra negra dejan entrever un tupido vello en el monte de Venus. Come casi con desgana, el aire acondicionado aún no ha alcanzado la temperatura de confort y bebe con avidez el vaso de agua.
Inevitablemente, y como cada día, tras dejar la bandeja de la comida en la mesita del comedor, se estira en el sofá y el aire que ya llega fresco, relaja sus músculos y su ánimo. El sopor se apodera de ella y también una dulce excitación que es el resultado de haber acabado la jornada diaria en la oficina. Se acaricia el monte de Venus mientras sus ojos se cierran.


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Una serpiente del grosor de un brazo y larga como un utilitario emerge a través de la boca de granito de un desagüe de la calzada. Se ha deslizado entre una rendija inferior del vallado de una de las casas adosadas de un barrio periférico y el mediodía le da un aire desértico al complejo residencial. Sus escamas negras y amarillas parecen fundirse por el efecto estroboscópico que produce su ondulante movimiento. Se dirige al canalón de desagüe del tejado, se anilla al tubo y trepa oliendo el aire y agitando la lengua. Sus ojos verdes están fijos en el balcón de la casa.

Me arrastro silenciosa por el suelo, lo más alejada posible de ese sol eterno e incombustible que no da un respiro a mis escamas.

Aún con medio cuerpo sujeto al tubo de desagüe, su cabeza parece flotar en el aire hasta hacer contacto con la baranda del balcón. Se arrastra con elegancia hasta llegar al suelo y repta hacia la puerta de cristal del salón; la cortina deja un resquicio que le deja ver el interior. El inconfundible aroma de una mujer excita al animal y su cabeza se eleva sobre los anillos de su cuerpo para observar con unos ojos curiosos y ávidos el interior de la casa. Su lengua golpea el vidrio de la puerta corredera.
La mujer resalta como lo único vivo en el salón, su cuerpo aparece rodeado de una aura naranja que vira al rojo en la zona de los pulmones; los brazos y las piernas, emiten un aura menos intensa. Entre sus piernas, hay un rojo brillante.
La serpiente golpea con la nariz el cristal de la puerta.
Necesita dar cuatro golpes más para que la mujer se despierte de su sopor y con los ojos aún adormilados, intente vislumbrar el origen del golpeteo.

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Linda se ha despertado, ha creído oír unos golpes en el vidrio de la puerta corredera del balcón. El noticiero ha acabado, son casi las cuatro y media de la tarde. Ha dormido casi tres cuartos de hora y tiene la impresión de que han sido escasos minutos.
Estira los brazos para desperezarse y sus pechos parecen saltar fuera de la camisa abierta. Lleva la cabeza hacia atrás para estirar la espalda y la braguita desciende hasta mostrar el inicio del vello púbico.
Se acerca hasta la puerta y la abre, una oleada de calor la incomoda.
No se ha fijado en las manchas húmedas del vidrio de la puerta.
Se asoma a la baranda del balcón con los ojos deslumbrados, sin reparar en una enorme serpiente arrollada bajo una de las sillas de plástico. No hay nadie en la calle, es demasiado pronto; la mayor parte de los vecinos empiezan a llegar a partir de las cinco y media de la tarde. Los críos son el aviso de que hay vida en el planeta, apenas han pasado las cinco, se pueden oír sus gritos al salir del colegio.
Tampoco ha podido ver la cola de la serpiente deslizarse silenciosamente dentro del salón hasta esconderse bajo una de las butacas, que se encuentran flanqueando el sofá, enfrentadas entre si.
Cuando entra de nuevo en el salón, se dirige a la habitación para buscar en el bolso el tabaco y el encendedor.
Se fumará un cigarro, lavará los platos y aspirará el suelo de la casa.
(Continúa)


Iconoclasta

17 de febrero de 2009

Al infierno

Os espero en el infierno, porque esto no es cielo, ni siquiera un purgatorio. Esto es sólo un lugar de tránsito donde escupir con rabia mi semen.
Mi semen agrio, mi semen triste, mi semen esclavo.
De la paja a la locura, de un glande sangrante a una boca sin dientes que me la mama con seguridad...
Toda esa basura se viste de amor y las rosas crecen entre mierda y fracasos.
No, no es un buen momento para sonreír. Hoy me conformo con sangrar por el pijo; aunque duela, alivia la presión.
Hoy es el día en el que me la pelo y escupo a este mediocre mundo.
Un vano intento por convertir este planeta engañosamente azul en el infierno donde nos podamos corromper amantes y tarados.
Monstruos fuera de lugar y tiempo.
Resbalar entre sexos viscosos y lamer labios obscenos.
¿Quién quiere belleza aséptica? Miguel Ángel me aburre y los mártires, cuanto más mutilados, más me excitan.
No creo en Dios, pero el dolor...
El dolor es lo real y que ni los cerdos dioses son capaces de disfrazar.
El puro dolor del sexo mordido, demasiado ansiado para ser acariciado; llega directo al vientre y estalla en locura entre dedos crispados.
Hoy con la polla en la mano y gritando a su santo coño, quiero crear el infierno y llevarla conmigo.
Pudrirse en el infierno es mejor que vivir en la mediocridad del no placer, del no dolor.
Hoy me sentía especialmente tierno.


Buen sexo.


Iconoclasta

11 de febrero de 2009

Un cálido beso



Es hora de un dulce morir, es hora de un beso sereno y líquido, algo que reblandezca las duricias y costras del alma.
Porque es necesario dejar que el amor fluya y dejarse someter a él.
Sería emocionante.
La lucha ha convertido el corazón en un trozo de sílex como el que los antiguos usaban para cazar y matarse. Diríase que retorno a los orígenes del hombre y camino entre el mal y el dolor como si no existiera otra cosa.
A veces el tránsito por la vida depara bellezas que quedan grabadas en la retina como un espejismo de absurda realidad. Las he archivado todas en mi cerebro, sólo me queda irme con la calidez de tus labios.
Es hora de demostrar un cansancio, desidia de vivir.
Que un beso llegue tranquilo como un batir de alas lento. El silencioso planear de una gaviota contra el viento.
Hay un momento para la lucha y otro para la derrota.
Y está el cansancio.
Entiendo al que muere de hambre sin un quejido, entiendo al desnutrido cuyas costillas parecen rasgar la piel y no le importan las moscas que beben sus lágrimas secas. La sal de la vida. Qué ironía...
Entiendo la tranquila respiración del enfermo que ve como su carne se pudre y sus dedos caen.
Y no grita, no llora. Sólo mira al cielo o la tierra y tal vez piense en cómo será posible salir del agujero en el que será enterrado para viajar al paraíso o al infierno.
Necesitará ayuda. Necesitará un beso sereno. Sólo un beso a la hora del final, una delicadeza de la vida, algo que llevarse con una sonrisa.
Nada carnal.
Necesitamos los desgraciados algo dulce, algo hermoso que llevarnos a la tumba. Nadie es tan malo como para morir sin haber conocido la ternura de unos labios que aman a pesar de todo y todos.
A veces pienso que he llegado ahí, donde los sentimientos se han transformado en una osada indiferencia, en un irreparable agotamiento. El cuerpo se devora a si mismo y el alma se encoge, se esconde entre células enfermas. Células que les dicen a otras que es hora de descansar.
“No os reproduzcáis más, no podéis dividiros más veces. ¿No os dais cuenta que ya es tarde para eso? Venga preciosas, a dormir”.
Y si me das tu beso, yo cierro los ojos y no me divido más.
He blasfemado tanto... Gritado, insultado, golpeado y follado como un animal en celo.
Lo he hecho casi todo, pero no recuerdo tus labios en mi piel perdonando mi vida, mis actos.
He visto boquear desesperadamente en busca de aire bendito a los hombres y mujeres que he estrangulado. Y sé que ellos hubieran agradecido un beso que les ayudara a cerrar los ojos, a relajarse ante la muerte inminente después de tanto luchar y al final, perder.
Morir.
Cuando te estrangulan, los segundos duran años. Y tienes tiempo a sentir pena por la vida que vas a perder. Por lo que podrías haber sido, por lo que ha quedado por reparar. Por cosas que ya jamás podrás ver.
Agonizar es sólo arrancar unos segundos más a la vida cuando todo está perdido. Yo no quiero morir así, yo quiero morir en paz.
Un beso en la agonía es un billete directo a la paz.
“Pasajeros, suban al tren de la muerte, y no miren por la ventanilla o sentirán vergüenza y su morir se convertirá en una auténtica pesadilla. Si alguien les ha querido una vez, pidan un beso y cierren los ojos”.
He matado a tantos en mi continuo viajar por el mundo, que mis manos han tomado la temperatura de los cadáveres y mis labios se han secado. No puedo besar sin que me sangren.
Por eso pido un beso líquido como el mar. Un beso en el que sumergirme, en el que ahogarme de paz.
Me duelen las manos, de tanto matar. Y me duele el cerebro de amarte.
Los muertos hablan y me dan las gracias.
Las treinta mujeres, los quince niños y los cuarenta y dos hombres que he matado a lo largo de mi vida, todos están contentos de estar muertos. Soy el que mata a los enfermos y a los desesperanzados.
Soy un suicidador, el terminador de vida.
Por poco dinero mato a los que ya no pueden más con su vida tan dura, como maravillosa es la de otros.
Siempre se me ha dado bien matar, no siento nada, no amo ni odio.
Es sólo un trabajo. Experimento día a día el descontento y me siento en una prisión en este mundo donde todo está detalladamente reglamentado. Donde no quedan sorpresas.
Y eso ayuda a matar a otros, les haces un favor.
He decidido suicidarme porque ya estoy cansado de matar y si me he cansado de ello, no me queda otra cosa por la que desear seguir vivo.
Estás tú, pero no cuentas. Eres un ángel y los ángeles sólo se llevan a los muertos.
Creo que he matado a algunos que no me han contratado llevado por mi deformación profesional. Recuerdo aquel que lloraba porque se le había metido el humo del cigarrillo en los ojos y le partí el cuello. A veces ocurren errores que nos alegran por un momento la vida y nos renuevan la esperanza de que todo pueda cambiar de alguna manera.
Ahora sólo te pido, que cuando mis pulmones paralizados por el veneno ya no puedan aspirar me beses en la mejilla con tus cálidos labios. Me gustaría que fuera en los labios; pero cuando alguien ha bebido un buen trago de veneno, es mejor optar por la profilaxis.
Tú siempre me has ayudado, has comprendido mi trabajo y lo has aceptado desde el primer momento que te lo conté.
¿Te acuerdas? Tenía la cuerda de piano rodeando tu cuello y el dinero que me pagaste por el servicio, asomaba a punto de caerse por el bolsillo de la camisa.
Y sin aire en los pulmones y con el acero a punto de cortar la carne, llevaste la mano a mi pecho y aseguraste el dinero en el bolsillo para que no cayera.
Aquello fue un acto de pura ternura que me descolocó.
Y yo te besé, recuerdo que no fue por amor. Sólo sé que necesitaban tus tristes ojos un poco de ternura para el tenebroso camino de la muerte.
Siempre has sujetado sus brazos cuando yo les rodeaba el cuello con la cuerda y los estrangulaba. Has sentido la muerte apoderarse de sus brazos y la sangre manar cuando la cuerda ha penetrado obscenamente en la carne de sus cuellos. Sabes de lo que hablo, los que mueren no deberían irse jamás sin un beso, es una crueldad innecesaria.
Siempre me has besado apasionadamente tras cada muerte. Diríase que hemos follado sobre sus tumbas.
Y ahora, que todo pesa. Ahora que estoy cansado y que el veneno cauterizador de penas está deteniendo cualquier movimiento interno de mi cuerpo; necesito un beso tuyo que llevarme a la tierra.
Necesitaría que existieras para poderme besar, necesitaría saber que alguien de verdad sujetó los brazos de aquellos valientes que pagaron por morir.
Me gustaría que te hubieras negado a morir tras aquel beso.
Que toda tú, y todos los besos soñados. Que la pasión en las tumbas de mis muertos, hubiera sido real.
Necesito que el recuerdo de tu belleza (una de las pocas cosas hermosas que tengo archivada en mi mente) cree el espejismo de un beso. Una fantasía de una vida plena de muerte y amor.
Moriré como ellos, los otros, sin un beso, sin que nadie los llore.
A quien encuentre mi cuerpo muerto, que no me mire, que no diga en voz alta que he muerto sin un beso.
Que mienta.
Una mentira piadosa, algo de dignidad en un mundo infame.



Iconoclasta

4 de febrero de 2009

Dios aprieta

No camino, salto alegre y danzarín en una calle estrecha, tan estrecha que apenas hay unos minutos de sol al día.
No me importa que mis mantecas se agiten alborozadas con este alegre corretear. Sorteo con gracia y agilidad una mierda de perro, para chapotear al siguiente paso en un charco de meados y cerveza.

Mi esposa está embarazada, voy a ser padre. Y como soy de naturaleza confiada y optimista, estoy seguro que también seré el padre biológico.
No siempre me han de salir mal las cosas; es hora de que la vida me sonría.
Aún me quedan seis meses de paro.

Ahora hago el pino y camino con las manos.
Esto de la alegría es la hostia; no me duelen las manos en absoluto después de haber caminado quince metros de acera llena de vidrios rotos.
La sangre es inquietantemente hipnótica cuando fluye sin dolor.
Cuando la alegría entra en nuestros corazones, hay un importante ahorro de analgésicos.

¿Cómo será mi hijo? ¿Seré un buen padre?
Debo serlo y además deprisa, antes de que el páncreas se me deshaga del todo.
Quiero que cuando mi hijo hable, digan: “Dice las mismas cosas que su padre, que Dios lo tenga en gloria”.

Mi esposa ha llorado un poco cuando me ha dado la gran noticia. Yo no creo que llore por la duda de que pueda ver crecer a mi hijo. Llora porque ayer nos cortaron la luz. Estas cosas pasan, pero conozco un amiguete que es electricista y nos volverá a conectar el contador hasta que podamos pagar lo que debemos.
Tendré que regalarle a mi esposa alguna cosa para animarla. En cuanto cobre dentro de tres semanas le compro el bolso de la Betty Boop del bazar chino.
A ella le gustan estos detalles.
Le arrancaré una sonrisa, como la morfina me la arranca a mí.
La alegría es contagiosa y si no, debería.
Que la vida son cuatro días.
Me parece que yo voy por el tercero...
No importa, a veces los días se hacen larguísimos, yo mismo a veces, antes de inyectarme la morfina, pienso que son incluso insoportablemente largos. Afortunadamente, sólo son bajones esporádicos y la nube pasa deprisa.
Es tan larga la vida cuando duele... No vale la pena vivir días así, es mejor irse pronto.
Y cuando de nuevo el sol inunda la estrecha calle, me siento saltimbanqui.

Es una dura carga la de ser padre, tienes que educar a tu hijo, agradecer a tu mujer el que te haya hecho padre y mantener el equilibrio emocional necesario, para no amargarnos en un piso oscuro con una sola habitación y un comedor-cocina-lavabo, que nos cuesta el sueldo de uno de los dos.
Y menos mal que la morfina me la paga la sanidad pública, de lo contrario, el dolor del páncreas me habría vuelto loco y habría matado a mi esposa y al pequeño vampiro que lleva en su tripa.

Hay gente tan afortunada en el mundo por las cosas más tontas, que no agradecen que no haya ningún bulto en su cuerpo.
Los bultos, aparte de dolorosos, te acortan la vida.
A pesar de la morfina, a pesar de que correteo feliz y cándido como Caperucita Roja cogiendo margaritas por el bosque, me sube la tensión y me pulsan las venas de las sienes como dos tambores cuando pienso que de toda esa fortuna, suerte o tranquilidad que tantos disfrutan; no he gozado yo ni un ápice.
Parece injusto y es prácticamente imposible no concluir que la vida es una mierda y que ojalá una catástrofe natural arrase el mundo entero y que sean las ratas las que dominen la tierra.

Ahora voy a ser padre y no me puedo permitir estos pensamientos funestos. He de inyectarme más morfina. El médico es un buen tío, me ha dicho que ya he llegado a un punto en que me inyecte lo que necesite, que no vale la pena padecer si no es necesario; ya no puede hacer daño un exceso de euforia.

Quiero que mi hijo me recuerde como un hombre positivo, que sepa que en ningún momento me pudo el desánimo. Ha de saber que en esta sociedad lo importante no es integrarse. Lo importante es vivir intentando soslayar toda norma o ley sin que cause perjuicio en nuestra vida. Es la única forma de sentirse libre y hombre en esta civilización.
Le enseñaré de una forma suave y delicada, que es muy posible que haya heredado mi falta de suerte o fortuna. Que no se preocupe, gozará de valentía y fortaleza, son virtudes. La cobardía y la debilidad, por mucho que le mientan, jamás serán cosas de las que sentirse orgulloso.
La morfina puede que me haga parecer un payaso; pero no imbécil.

Hay gente de la que apartarse para evitar caer en el asesinato. No es por la morfina lo ingenioso de mis eufemismos; se debe a que siempre me ha gustado leer y escribir lo que pienso y se me da bien la locura caligráfica.
Y ahora salto y choco los tacones en el aire. Dos mujeres me miran con cierto asco y se bajan a la calzada para alejarse cuanto pueden de mí. Es normal, yo se lo aconsejaré también a mi hijo. Que siempre que vea un hombre extraño, un hombre que sonríe solo, o salta alegremente por la acera; se aleje de él. Nunca se sabe si te pegarán un navajazo con esa simpática sonrisa en la cara.
Por otro lado, la locura podría ser contagiosa. No hay que fiarse, ni tampoco obsesionarse. Es tan difícil encontrar el término medio como encontrar un trozo de mi piel libre de pinchazos de morfina.

Sé que despedirán del trabajo a mi mujer cuando sepan que está embarazada.
No hay problema, todo se arreglará, no puede ser que tanta mala suerte no alterne con algo de buena.
Ahora doy una voltereta de contento, voy a ser padre y estoy seguro de que llegaré a ver a mi hijo.
Pues no, ya es mala suerte la mía, he acabado la voltereta delante del camionazo de la basura que viene a toda velocidad en esta estrecha calle.
Menos mal de la morfina, porque esto va a doler.
Ni mi hijo, ni el bolso de la Betty Boop, ni nada de nada.

Con que Dios aprieta pero no ahoga ¿eh?


Iconoclasta

2 de febrero de 2009

Cataluña, república bananera: Velocidad limitada

En Enero del 2008, en la autovía de Castelldefells por la que se podía circular a cien kilómetros por hora, se restringió la velocidad a ochenta.
Ahora a las putas se las puede ver por más tiempo y así disfrutar de las bondades de la prostitución rusa.
De Enero-2008 a Enero-2009, la Generalitat ha recaudado tres millones de euros en multas.
Y otro pico que se calla de chulear a las putas que siempre hay en las cunetas.
Enero-2009, la Generalitat necesita más dinero e instala una red de control para restringir la velocidad hasta cuarenta kilómetros por hora.
Dos millones de euros ha costado la señalización y control variable de la velocidad en la autovía de Castelldefells.
Y parte lo dedicarán a poner WC químicos y dispensadores de condones a las putas.
O sea, han invertido dos millones de los tres que han conseguido quitar a los conductores y ahora van triplicar las ganancias. Aducen que es para evitar contaminación y aglomeración. Y una mierda, a cuarenta kilómetros por hora, un vehículo está consumiendo tres veces más gasolina que a noventa. A cuarenta kilómetros por hora, no hay aglomeraciones, simplemente la carretera se llena de coches lentos y pone a prueba los nervios de los conductores. Es fácil que se supere el límite y por tanto, se pueda multar masivamente. Esto lo sabe hasta mi perro, el otro día lo comentábamos tomando unas copas de whisky antes de coger el coche para volver a casa.
¿Y si hacemos una paradita para que una puta nos la mame?
Yo no tengo un coche potente para ir por una autopista de peaje a ciento veinte kilómetros de mierda. Ni pago el impuesto de circulación más caro que en ningún otro lugar para seguir circulando a ciento veinte kilómetros por hora. Pero a cuarenta kilómetros por hora es otra cosa, uno tiene tiempo de que todo el mundo admire tu coche y darte el vacile durante horas. A esa velocidad, puedes parar un momento en el arcén y pedirle a la puta que entre en el coche y te la chupe.
Lo malo es que salga su chulo y con el cuento de que está de servicio por aquello de llevar el uniforme, te extorsione aún más que con la velocidad.
La Gestapo catalana está cerrando más el lazo en el cuello de los ciudadanos haciendo creer a la peña que van de demócratas, socialistas, o que Esquerra es un partido para el currante, que buscan el bienestar social.
El bienestar de las putas rusas es muy importante para que sus chulos se saquen una pasta. Dentro de un tiempo, podrán construirles paradores en primera línea de mar e incluso reducirán la velocidad a veinte por hora para que tengan más clientes.
Pero es su puto país y hacen lo que les sale de la polla como haría cualquier señor feudal. Sólo tienen un fin: seguir restringiendo la libertad y el poder adquisitivo del trabajador catalán.
Lo que me asusta de estos tiranos, es que se visten de ecólogos para justificar el robo descarado al ciudadano y se lo creen. Cataluña a los catalanes cada vez les da menos y la Generalitat quiere quitar a sus ciudadanos lo poco que les va quedando.
Es como esa puta que mientras te la pela, te está quitando la cartera.
Yo lo que tengo ganas, es que esto ocurra en otras comunidades, para así reírnos todos y por aquello de que mal de muchos consuelo de tontos.
Es bueno y bonito tener putas en las cunetas cuando circulas más lento, sino tienes pasta, te puedes masturbar, hay tiempo para todo.
Vamos, que me da por culo que esto sólo pase en la región más pobre de España. ¿Acaso no somos todos españoles?
Todos ibéricos menos las putas rusas.
Es la mierda de siempre, cuanto menos tienes más te quitan y luego viene la sonda anal.
Y la Generalitat ha abierto una nueva oficina en Nueva York para no sé qué. Y claro, no es sólo la oficina, sino a los amigos que meterán en ella cobrando una pasta.
¿Las putas neoyorquinas son más baratas? Seguro, el dólar está hecho una mierda también.
Se creen tan inteligentes y tan “bons ciutadans”, que piensan que nos creemos toda la mierda que nos cuentan.
Igual se piensan que sólo vamos a pagar putas rusas si las hay nacionales y que te la maman en un correcto español.
En cambio las conductoras, lo pasan peor, porque putos no veo muchos. Aunque los chulos con su uniforme y su coche patrulla, no están nada mal. Hay mujeres que buscan la multa para que se acerquen.
Deliciosas y macizas lascivas... Como bajen más la velocidad, tendremos tiempo de ligar y a la larga nos ahorraremos todos una pasta.
Aunque no sé si la puta soy yo, y encima pago.
Buen sexo, españoles y catalanes.


Iconoclasta

28 de enero de 2009

El día de Obama y Aznar


El 20-1-09 pasará a la historia de mi vida como uno de los días en que me chirriaron los dientes durante más horas y con más frecuencia que en cualquier otro.
Talmente como si alguien clavara las uñas en una pizarra y la arañara.
Sólo vomité dos veces y encendí diez cigarrillos por el filtro. Como soy pobre por naturaleza, arranqué el filtro y me los fumé a pelo, como los machotes, y escupí cantimploras al ritmo del himno estadounidense.
El provincionalismo sentimentaloide y fanático de los estadounidenses en la fiesta de la toma de posesión del presi negro, me hizo ver de nuevo la verdadera cara de la chusma rumiante que se mueve en grandes manadas. A mí me parece bien que haya un presidente negro en su país; pero vamos, no me altera el ritmo de vida aunque fuera de color verde pistacho. Y eso de soltar una lágrima... Las lágrimas las dejo para los billetes de cien euros, que esos sí que me emocionan.



Y para mayor inri, ver al ex presidente español Aznar de labio leporino y voz de pervertido, tocado con un birrete y nombrado “Horroris Causa”, también me impactó vivamente. No sé qué clase de universidad (la valenciana Cardenal Herrera-CEU) ha cometido semejante error. Cuando llegue al poder lo pagarán caro. Los obligaré a trabajar.
Aznar con su perfil de buitre y aplastado por el peso del birrete y la capa, era también la imagen viva de la España profunda. Es imposible no pensar con que se debe medicar cuando habla. Tiene que ser algo muy fuerte para que la imbecilidad se agrave por momentos.




Parece que los presidentes españoles deberían acudir al logopeda y al colegio para aprender algo, tanto si cargan el paquete a la izquierda o a la derecha; al final siempre acaban en el centro, dando por culo.
Son maravillosas las cosas que tienen en común los estadounidenses y los españoles: un degenerado mal gusto por las celebraciones y una forma de adocenarse de lo más vulgar, valga la redundancia. Sólo que los americanos nos ganan, ya que su presidente al menos tiene carisma y un color más llamativo. Seguramente no servirá ni para estar escondido como pasa con todos los presidentes de todos los países, pero adorna la Casa Blanca más que los que aquí adornan La Moncloa.
Si los establounidenses tuvieran rey, serían ya igualitos que nosotros.
Así que ese día era imposible ver las noticias: Aznar asomó con su labio descolgado farfullando algo, entrevistaron a algún idiota que asistía a la investidura del Obama y hablaron del tiempo y el fresquito que haría en todo el norte de España.
¿Y para esto vamos al colegio de pequeños? Ya nos podrían hacer imbéciles desde un principio, es una pérdida de tiempo aprender y desaprender.
Seré malo y cruel, pero ojalá se instaure una dictadura antes de volver a tener que soportar un acto de investidura americano.
Y ojalá que cierren la universidad que le ha puesto un birrete al border line de Aznar.
Buen sexo.



Iconoclasta

24 de enero de 2009

El probador de condones: el amor es anal

Encontrábame haciendo sudokus en la consulta del traumatólogo por un dolor bastante fuerte que tenía en un dedo tras pillármelo en el archivador.
Estaba buscando la ficha de los nuevos condones Obama’s Maricuelas Black (ahora es imprescindible que todas las pollas luzcan la cara de Obama con la misma histeria que en todas las series televisivas aparezca un maricón y una tortillera ingeniosos y superinteligentes), la nueva línea de condones para liberales me tenía angustiado, ya que no sabía si eran aptos para la fuerte tracción anal y peluda de los más aguerridos juláis, la ficha técnica me iba a desvelar el secreto. El cuarto de archivadores estaba atiborrado de armarios y la maciza Yoli también buscaba documentos. Fue ella quien quiso rozar sus pechos contra mi espalda buscando ayuntamiento carnal en aquel estrecho pasillo, me empujó con sus tremendos pitones, se cerró el cajón y me pilló el dedo.
Yo grité, insulté y blasfemé contra Dios, cosa que si hubiera existido, ya me habría castigado haciendo que la polla se me cayera a pedazos y la Virgen devolviéndome los insultos arrebolada ella.
— ¡Uy, perdona! ¿Te he hecho daño? —dijo soltando una carcajada sin inteligencia alguna.
— ¡No, qué va! —dije con ganas de pegarle un tiro entre los ojos.
La falangina del dedo índice de la mano derecha había cogido un color oscuro, casi negro y si no fuera por el dolor, me hubiera quedado contemplándolo un rato largo con curiosidad y pensando sobre la extraña forma en la que el cuerpo reacciona ante las agresiones y traumas.
Cogió con delicadeza mi dedo sangrante y lo besó manchándose los labios (los de la cara) de sangre. Todo lo puta que era se hizo patente en aquel beso que me puso duro el miembro a pesar del dolor que se ocultaba tras mi sonrisa.
Gracias a mi innata naturaleza sexual, el dolor pasó a segundo plano. Invité a Yoli a que se diera la vuelta y apoyara sus tetas en los archivadores que había a su espalda, levanté su falda, hice a un lado sus braguitas manchándolas de sangre y la penetré con violencia. Su vagina estaba inundada de flujo, me encanta el chapoteo de los sexos en cópula. Le pellizqué un solo pezón, el izquierdo, el derecho no podía ya que si movía el dedo destrozado, corría el riesgo de eyacular precozmente debido a lo complejo de mi mente. Como nos encontrábamos en un sitio tan estrecho, ella no pudo doblarse bien y la penetración fue muy intensa, ya que el ano recibió un fuerte masajeo. Me corrí balbuceando: “Hija de puta subnormal” y acaricié la cara interna de sus muslos por los que bajaban dos pequeños ríos de blanco y cremoso semen.
Se dio la vuelta de nuevo y me besó vigorosamente cogiendo mi bálano aún pulsante, exprimiendo las últimas gotas de semen.
—Eres un cielo —susurró con aquellos labios aún manchados de sangre.
Me limpié bien el capullo en la tela de su falda antes de irme al departamento de Recursos Humanos a recoger un volante para que me visitaran en la mutua.
—Pero la polla la tienes bien ¿no? —preguntó evidentemente alarmada la jefa de personal.
Es normal que hagan estas preguntas, trabajo con el pene todo el día y la peña cree que paseo mi terso glande por las pestañas de las carpetas archivadoras dejando un rastro húmedo como una babosa.
Después de tres horas en la sala de espera de urgencias, desde una consulta una enfermera gritó mi nombre; recogía su negro cabello bajo una cofia, una mascarilla con una cruz roja dibujada no dejaba ver más que sus oscuros y crueles ojos. Un ajustadísimo uniforme se pegaba a su cuerpo como una piel. Yo calculaba con frialdad y con el miembro en plena expansión que no debía llevar bragas, no se notaba costura alguna en su pelvis bajo aquel prieto uniforme.

—El doctor no está, le haré la primera cura.
Me hizo sentar en la camilla.
Yo soy de naturaleza simpática y amable con las mujeres, a los tíos que les den por culo. Y díjele con un derroche de ingeniosidad:
—¿Quieres que me baje los pantalones?
Lanzó una enigmática sonrisa ante mi ingeniosa pregunta, una especie de ¡Je! un tanto despectivo, socarrón e inquietante. Yo diría que no le gustó mi broma a la borde.
—Sí y apóyate en la camilla.
—No jodas —le respondí con la voz contrita.
Soy un bocazas.
Se hicieron añicos mis ilusiones al comprender que me iba a banderillear contra el tétanos. Pensé por el ruido a lata desgarrada que debían tener las vacunas en conserva. También escuché el inconfundible ruido que hacen los guantes de látex, he visto muchas películas y conozco muy bien ese sonido, siempre precede a los dedos que invaden el interior de los hombres. Dedos impíos de proctólogos sin corazón.
—Relájate, salao —dijo con un sarcasmo que no me tranquilizó.
Sentí algo frío presionar el ano y mis peores temores se hicieron realidad: enema. Esa enfermera debía estar confundida. Yo no necesitaba una lavativa para calmar el dolor del dedo.
—Me parece que te has equivocado. Yo vengo por un dedo destrozado, mis intestinos y mi culo están perfectos.
—Pues si sabes tanto ¿por qué no te curas tú solito?
Intenté incorporarme; pero me puso la mano en la espalda obligándome a quedar en aquella absurda posición.
—¿Qué tiene miedo el machote?
Aquella mujer era un diablo, una psicóloga potente y preparada, no pude evitar picarme y quedarme quieto para demostrar mi valor y coraje.
Tampoco se trataba de una lavativa; tras la presión inicial se me dilató el ojete y luego se cerró tragándose el extraño supositorio. No me sentía nada excitado, mi sexualidad es muy sana.
Cuando me introdujo el décimo me lagrimeaban los ojos, ya me estaba aburriendo y tenía el culo dolorido. Me incorporé intentando mantener con dignidad todo aquello que me había metido.
Sostenía en la mano una lata de aceitunas rellenas y se estaba comiendo una tan plácidamente, la muy golosa.
—¿Me has metido en el culo media lata de aceitunas?
—Pues sí, me apetecía algo de cerdo relleno.
Qué rencorosa era la hijaputa.
La llamé guarra y alguna cosa más que no me acuerdo. Ella impasible y sin quitarse la mascarilla, cogió el teléfono de la mesa:
—¿Seguridad? Un paciente está nervioso.
Pasaron apenas unas décimas de segundo cuando apareció el guardia y me pillaba aún con “uta” entre los labios.
Me aporreó en mis tersas nalgas y salió disparada una aceituna que impactó en su camisa. Yo grité, él dijo algo descortés y me soltó otro golpe.
Salió otra aceituna a la velocidad del sonido con estampido que jamás hubiera pensado que mi cuerpo pudiera producir.
Se quejó y se llevó una mano a la mejilla, se le había quedado pegado el relleno de anchoa.
—¡Qué cabrón! Ahora en la jeta...
Los seguretas no son muy listos, pero aprenden bien si los sometes a intensas sesiones de comportamiento condicionado. Ya no me pegó con la porra en el culo.
Cogiome por el pescuezo sin dejarme subir los pantalones y me echó a la puta calle. La enfermera gritaba con voz afectada:
—El cerdo quería que se las quitara yo.
Ya una vez en la calle y antes de subirme los pantalones para evitar que cualquier mujer o julandrón que pasara por allí se amorrara a mi exuberante y lustroso pilón, intenté librarme de mi carga; me apoyé en un árbol doblé la cintura y tras un gran esfuerzo lancé una andanada de aceitunas acompañadas de una sonora ventosidad. El mundo entero se detuvo guardando silencio con los ojos fijos en mí.
Los vecinos se asomaron a las ventanas sin sospechar siquiera la procedencia de aquel estampido. Debían temer que se tratara de una bomba de ETA o Alcaeda.
Hubo un daño colateral que no revistió gravedad: una vieja que salía de comprarse unas bragas de fantasía en un bazar chino, se estaba quitando de la dentadura los restos de una aceituna.
Si aquel era un día aciago para la anciana, pensé que en cuanto se probara aquellas bragas y dadas las noticias sobre las reacciones alérgicas que producen ciertos productos chinos, se le pondría el chocho del tamaño de una calabaza. Hay personas a las que el destino sólo les depara sinsabores y aceitunas rellenas con olor a mierda.
Y por lo visto también era un día aciago para mí; un policía venía a toda hostia, probablemente porque mi rabo escandalizaba y el cagar olivas no es algo que te haga popular.
Como quiera que el dedo no afectaba a la motricidad de mis piernas, salí corriendo a pesar de que el policía me pedía por favor, que me detuviera para ayudarme a subir los pantalones y llevarme al gastrointestinal para revisar el porqué de aquellas extrañas, violentas y exóticas deposiciones públicas.
Tras un par de travesías a la carrera, el poli se dio por vencido (son las ventajas de vivir en un país con pocos recursos) y yo me metí en un bar a fumar tomándome una cocacola y un bocadillotortillapatatas.
Pensé en volver a la mutua y ponerle los cuernos a mi esposa, me había enamorado de aquella sanitaria traviesa y perversa.
Mi psique es tan compleja...


Iconoclasta

20 de enero de 2009

Queridos muertos

Demasiados sueños con los muertos. Son ellos los que no me dejan tranquilo. Se empeñan en vivir, en usar mi sangre y respirar por las noches en mi cerebro; y parece que no se dan cuenta de que murieron, de que un día los lloré.
No me atrevo a decirles lo muy muertos que están, no tengo porque ser cruel.
Daría lo que fuera por rozar su piel y sentir la calidez de su vida (su barba rasposa, mi piel de niño, manos fuertes y serenas que transmitían cariño sin escatimar, generosamente, naturalmente).
No se puede volver.
Vendería mi alma por cruzar una palabra con ellos; mientras tanto, los mantengo engañados en mi cabeza.
No se puede volver.
Aunque son diferentes: vivos no eran tan sarcásticos, divertidos y sexuales. No los quería tanto.
No sabía cuánto se podía querer, han tenido que morir para que yo lo supiera.
No soy una buena persona.
Y los muertos deberían ser más delicados con mi mente.
Puede que estén mejor muertos, enterrados los cuerpos.
Mis queridos muertos...


Iconoclasta

17 de enero de 2009

Balance año 2009

Creo que ya es hora hacer balance del año 2009, que las cosas se van dejando dejando y acabamos haciendo el balance a final de año cuando ya nada tiene remedio.
Es todo asquerosamente igual que en el 2008.
¿Tantas uvas y alegrías para esto?
Han pasado diecisiete días y esto no se mueve.
Y ahora las buenas noticias:
Dentro de poco, dicen, que se acabará el madrugar para ir a trabajar, puesto que no habrá trabajo alguno que hacer. Viviremos como en la Roma decadente cometiendo toda clase de excesos por un ocio tantas veces clamado a los dioses.
En la década de los ochenta del siglo pasado, con aquella crisis que empezó a mediados de los setenta, se crearon miles de pistas de petanca, y parados y jubilados llenaban los parques públicos y cualquier solar que encontraran.
A saber que nueva distracción prepararán en esta crisis una vez que Israel (uno de los pocos países que curran) haya acabado su trabajo.
Si yo fuera uno de esos político-funcionarios, ya mismo estaría pergeñando alguna manifestación de distracción. Hace ya muchos años que la peña no se manifiesta por nada económico y político, y eso no debe suceder. Yo creo que se inventarán otro motivo ecológico y así tendrán además la excusa perfecta para clavarnos otra polla tatuada con “impuesto medio ambiente”. Por ejemplo, algo así como: No a los bigotes rotos de las focas que hociquean entre montañas de latas de cerveza sumergidas en los océanos.
Y es que va a haber mucha res con tiempo libre y eso no mola.
Por otro lado, y si las depresiones, suicidios e incestos no lo impiden, habrá mucho más buen sexo como es lógico y de esperar. Y lo que es mejor, en muchos casos será gratuito ya que parados y paradas se solidarizarán entre sí.
Buen sexo e id reservando vuestro juego de petanca, y sobre todo el imán recoge pelotas, que luego el dolor lumbar os impedirá una satisfactoria relación sexual.


Iconoclasta

15 de enero de 2009

Yo, Dummy

Soy un dummy que se da golpes continuamente. Tenazmente.

Me gusta el deporte de riesgo. Soy osado.

Me soban, me fijan en asientos de vehículos y me usan para toda clase de pruebas violentas. A veces, me tiran desde alturas que si no fuera dummy, harían que me cagara por la pata abajo. El miedo a veces puede ser muy romántico.

Espero ansioso que me lancen contra sus tetas. La ingeniera jefa está buenísima, ya vería la muy maciza si el dummy se está quietecito de la misma forma que cuando lo sientan en el coche para matarlo. Disfrutando haciéndole daño.

Y es que tengo otro trozo de dummito pegado a mí (concretamente entre las piernas) que te cagas.

Soy como Pinocho pero en polla y no lo digo porque sea un mentiroso charlatán asexuado hijo de la mente senil de un carpintero.

Cuando me lanzan desde una altura mortal, volteo en el aire con gracia y agilidad felina para no aterrizar de cara al suelo. Con este pedazo de dummito que tengo siempre vistoso y altanero, me quedaría clavado en la tierra. Incluso podría doler.

Aunque los dummys no sienten dolor.

Eso dicen.

Alegar ignorancia no exime de responsabilidad a los envidiosos. Y todo porque soy un dummy muy bien dotado. Estoy seguro de que no lo hacen para salvar vidas humanas. Son como hienas los ingenieros.

Soy un dummy pegado a un dummito que los acompleja hasta la vergüenza.

Da igual lo que hagan, yo no tengo miedo. Si me han de arrojar al fuego o meterme entre un montón de hierro, no gritaré. Y si ha de doler que duela.

Soy arrojado y crash y test son mis apellidos.

Claro que no soy un dummy idiota; prefiero que hagan las pruebas de impacto las familias en sus vehículos; que se estrellen con felicidad fraternal; así en familia con los corazones henchidos de felicidad dominguera. Muy unidos, como debe ser.

Que nadie se piense que los dummys somos misioneros, yo no lo soy.

Nos gusta follar como a todo el mundo. Aunque a este gilipollas que tengo por compañero y que le falta un brazo y una pierna, no dice nada. Simplemente choca sin ningún tipo de inquietud. También hay dummys idiotas y viejos.

Los ingenieros son unos hijoputas.

¿Por qué no hacen las pruebas con los peluchitos de sus hijos?

Me encanta que la ingeniera jefa me roce con sus pezones cuando me acomoda en el asiento y afloja el cinturón de seguridad para que me haga más daño.

¡Qué guarra y masoca es! Me pone a cien en todos los aspectos.

Es una ocupación que está bien, vives la emoción del riesgo y después te pasas media vida viéndote a cámara lenta, adetrás, adelante, rápido, congelado.

Empalmado.

Me gusta cuando saltan los cristales y se clavan en mis ciegos ojos. Y lo que más disfruto: cuando el impacto es muy fuerte, me doblo tanto que puedo besar mi dummito y tenerlo metido un buen rato en el agujero de mi cara. Si tuviera ojos de verdad, me quedaría bizco.

He de reconocer que hay un poco de frustración en mi mente de maniquí de impactos; los humanos son cortos y no se dan cuenta de mi sexualidad y mis necesidades.

A mí el amor me importa tan poco como el arañazo del retrovisor de la puerta del conductor; no quiero cosas imposibles como el amor. Soy un dummy que conoce sus limitaciones.

Estoy nervioso, espero impaciente que la ingeniera jefa se siente en mis rodillas. A veces ocurre; hay días en los que ha de regular los sensores del salpicadero, se sienta en mis rodillas y mi dummito se mete dentro de ella. Y estamos así un buen rato hasta que lanza un gritito y se pasa la mano por el cuello entrecerrando los ojos.

Yo me hago el tonto; pero a juzgar por lo empapado que queda mi dummito, la ingeniera jefa ha pasado un buen rato.

Y yo.

No siempre ocurre, otras veces es un mecánico que huele a sudor rancia el que me pasa el sobaco por la cara. Si tuviera dientes y boca articulada, le arrancaría de una dentellada la piel y la melena que le cuelga.

Lo bueno si escaso, es totalmente angustioso.

¡Hala! ¡Ya está!, ya han encendido el motor del coche y han dejado en la pista un bloque de hormigón del tamaño de un cerdo.

Bueno, al trabajo. A ver si hay suerte y el impacto me dobla hasta poder meterme el dummito en el agujero de la cara.


Iconoclasta

11 de enero de 2009

San Zapatero de Calcuta



Escuchando al Zapatero lloriquear por Palestina, he sentido una profunda vergüenza de ser español (la verdad es que me la pela ser español, sólo quería dar más dramatismo al texto).
Nunca había visto a un actor de asociación de vecinos llorar tan mal y hacerse el emocionado, desde que una vez hace ya tiempo, vi al ridículo y maricón Hitler en un viejo documental, dando golpecitos a un atril con sus pervertidas manos de pederasta y el repugnante tupé tapándole la frente.
Porque Zapatero, casi lloraba repitiendo “Palestina la herida” “Palestina” y “Pa----les-----ti------na”. El actor ante tanto derroche de lágrimas y jetas de profunda contrición (o algo en el vientre de ese hombre no funcionaba bien en ese momento), parecía haber olvidado los trescientos asesinatos que cometieron en su país terroristas islámicos.
Por lo visto, los Reyes Magos de la edición 2009 no le dejaron regalos y aprovechó la rueda de prensa para asegurarse un buen lote para el año que viene, convirtiéndose en todo un santurrón de lo más emético para cualquier humano maduro sexual y mentalmente.
A todo esto, queridos niños, os he de decir que los Reyes Magos no existen y son vuestros padres quienes os compran todos esos juguetes.
Entre palabras silabeadas y separadas entre sí con pausas de eternos segundos de aburrimiento que obligaban a los que asistían a la rueda de prensa, a mirarse las uñas mientras capeaban el tostón; el Zapatero contrajo los músculos faciales en un rictus de dolor y ofreció las palmas de sus manos abiertas con santidad. He de reconocer que todo ese dolor derrochado, y arrastrando aún añoranza por las pasadas fiestas navideñas, me puso la polla dura ante tal dechado de humanidad. A veces mi sexualidad dura, hostil y desalmada me produce inesperados momentos de alegría.
Seguro que luego el español santurrón y el beato palestino, han tenido una sana relación conyugal.
Qué chocho y qué poco hombre...
España tenía que ser.
Lo que yo digo: un país no es pobre por casualidad o injusticia; lo es porque no puede ser otra cosa.
Y mucho menos cuando un presidente tiene tanto carisma y poder de resolución que ha de mendigar que le dejen una silla en las reuniones de primeros mandatarios mundiales. Seguro que le van a hacer caso y los israelíes más que ninguno. Je.
Casi que prefiero que me llamen catalán que español. Los políticos deberían pensar que su imagen puede influir mal en los ciudadanos que no tienen culpa alguna de estar bajo su yugo.

Buen sexo.


Iconoclasta

6 de enero de 2009

Un bello misterio

Si hubiera un misterio que diera por inexplicable qué es ella, aún tendría esperanza para no pensar que soy un hombre preso simplemente de una mujer humana. Un vulgar pelele encoñado de una tía.
No es que me disguste; pero si ha hecho esto conmigo, que se me permita dudar de su humanidad.
Soy tan sórdido y pragmático que parece una broma amarla tan perentoriamente. Sé que no estoy loco porque conservo mi trabajo y ninguna mañana me he despertado en un calabozo vestido con las bragas y el sostén de mi madre.
Eso no pasaría jamás, hasta el más lejano y remoto de mis nervios mantiene a buen recaudo el secreto de mi amor por ella. Estoy enamorado; mas conservo la razón.
Está bien, soy un poco paranoico y amar así debería ser motivo de alegría; pero soy cauto y pesimista por sistema; hay mucho envidioso y alguien podría querer apartarme de su lado.
Si algo me ha enseñado la vida, es que hay humanos que sólo viven para envidiar. Hombres, mujeres, niños, niñas, ancianos y ancianas que sólo viven para observar con envidia, mientras un hilo de baba animal se desprende de su belfo inferior.
Ambicionan lo que ellos no podrán conseguir jamás.
Da igual cuánto tengan, coge al tío con más dinero del planeta y trátalo como a un igual: le rechinarán los dientes y su día estará marcado por una corrosiva necesidad de demostrarte que es poderoso y arruinará tu vida para que un día al cruzarte con él, le hagas voto de admiración mamándosela de rodillas.
Y en medio de toda esta mierda y mediocridad espantosa que a veces se pega a mi piel como una brea maloliente, está ella.
Conozco el mundo y sé como se comportará cualquier individuo en un momento determinado. Conociendo esto ¿cómo ha sido posible que ame tanto a alguien? Porque no hace milagros, no me tiene en un perpetuo orgasmo.
Habla conmigo con pasmosa sencillez y sin venir a cuento, me pellizca una mejilla y con un gritito de niña me dice: “¡Uy, cuánto te quiero!” Yo entre dientes y mirando a izquierda y derecha por si alguien se ríe, le digo muy rápido y flojito: “Y yo”.
Soy parco en palabras. Sé muy bien que cuanto más se habla por ser ingenioso, más probabilidades hay de que te jodan. O de tener que conocer a más humanos, cosa que no me apetece, no soy sociable.
A lo largo de la vida he tenido que pedirle a muchos que se callaran; el dolor de cabeza que me producen me provoca náuseas. El otro día en el metro, sin ir más lejos, vomité en el pecho de un mendigo que pedía, puesto que “es mejor pedir que robar”. Yo no tenía la gripe ni gastroenteritis; pero cuando el tipo se me puso delante con la mano extendida, oliendo a orina y cerveza agria, me dio una arcada y arrojé toda mi comida en su cazadora tejana sucia y rota.
El se me quedó mirando y yo un tanto asustado por aquella repentina náusea díjele: “Lárgate apestoso de mierda”. El amargo sabor del vómito me puso de mal humor. Ya digo yo que no soy un buen conversador.
Con ella no me pasa, la escucho hablar durante horas y me encuentro ante ella en un océano tranquilo y cálido en cuyas aguas se transmite su voz y sólo la suya. Nadie interfiere.
No es romántica ni sugerente la idea; pero ella es el tanque de aislamiento donde se altera mi conciencia, donde me encuentro a salvo de esta cotidianidad infecciosa.
Qué poderosa es.
Si fuera crédulo o supersticioso, pensaría que es un ente angelical.
Su verdadero encanto radica en que es humana, la parieron así. Si fuera divina no sería tan frágil.
A veces llora en una escena de una película romántica o dramática. Le pegaría fuego al cine, a la cinta, al televisor o al lugar donde nos encontrásemos en ese instante. Y lo que es peor: me gustaría llorar con ella para que no se sintiera sola en ese momento de acusada sensibilidad.
No puedo llorar por nadie más que por ella.
Mi amor por ella es algo que transmite hasta mi piel y por esa sencilla razón, la no-diosa se coge de mi brazo y apoya la cabeza en mi hombro. Cuando noto su lágrima calar la ropa, me siento hombre en todo su significado. No hay ninguna prueba de amor tan intensa como la lágrima de quien amas en tu piel. Cuando eso ocurre, es que no existe frontera alguna, es más íntimo que follar.
En ese instante en el que me siento bautizado por sus emociones, giro con disimulo la cabeza a un lado, me soplo las uñas y me las froto con vanidad en el pecho.
Con chulería sería más correcto.
Si alguien le hiciera daño, le arrancaría la espina dorsal con mis dedos. No soy un hombre refinado como otros; que no sea un envidioso y me importen una puta mierda mis congéneres, no hace de mí alguien pasivo o estoico. No soy inofensivo en absoluto. Y no es por hacerme publicidad.
Odio en la misma medida que amo y me siento orgulloso de ello.
Así pues, a pesar de ser un hombre práctico y que toca de pies a tierra, aún me permito soñar cuando camino con ella de la mano. Un día me guiará por un camino en el aire y saldremos de esta atmósfera de luz vulgar que tanto me aburre e incluso me pudre; hablando de cosas banales sin dar importancia al hecho de que el homicida vacío del espacio no nos mata. Y así acariciaré el terciopelo cósmico.
El polvo de asteroides tan viejo como mi pensamiento se prende en mi ropa como una pátina añeja; pero en su cabello oscuro parece oro viejo. El universo huele a melancolía fría y estática. En el espacio están las añoranzas expuestas y de la mano de mi no-diosa los sueños viajan en carrusel a nuestro alrededor.
Me siento pequeño y le ruego que no me lleve de vuelta allá abajo. Quisiera estar más tiempo ahí, toda la vida.
Me pellizca una mejilla y me dice:”¡Uy, cuanto te quiero!”.
Los hombres no lloran, y yo que siempre he sido incapaz de llorar, tengo que taparme los ojos con la mano y decirle que si llego a saber que salimos al espacio, me pongo gafas de sol, el polvo estelar es un poco irritante.
Cómo se ríe...
Si hubiera una leyenda sobre ella que explicara el origen de su divinidad, creería que es una diosa y tal vez la veneraría; pero es una mujer. Es piel, carne y amor. Sólo es posible amarla y cuidarla porque es frágil. Casi tanto como yo.
Enciendo un cigarro frente a un planeta que ella llama Dulcerimious, hay tres lunas una azul, una roja y otra verde. La tierra es ocre, los pies se hunden en ella y tiene la temperatura de su piel.
Es un cigarro lo que estoy fumando, lo juro. Es ella la especial, la autora de mundos de inenarrable belleza. De momentos de serenidad.
Cuando mi lágrima cae en aquella tierra, se forma un minúsculo cráter. Sube una nubecilla de polvo y se arremolina en caprichosas volutas: un pequeño brillante aparece en el cráter. Ella me mira atenta, sonriendo.
—Una más, cariño, llora una más por mí.
Lo difícil es llorar sólo una. En este dichoso Dulcerimious, el polvo me provoca irritación y las lágrimas son incontables e incontenibles.
Dos pequeños cráteres se han formado a nuestros pies, cuyos brillantes reflejan desde su interior los colores de las tres lunas.
El vértigo de la belleza es simplemente aniquilador y las murallas de contención de las emociones, hace ya un par de segundos que han estallado.
Llorar con ella es reír. Se libera el líquido acumulado en el organismo, seguramente por la descomposición de las sales minerales. Cualquier físico diría que en esa atmósfera se disuelven con más rapidez, y ¡hala!, a llorar como una Magdalena.
Es extraño Dulcerimious, no te puedes fiar de ver a un hombre reír, seguro que está viviendo un drama devastador. Ella se ríe cuando pienso esto en voz alta; pero se ríe de verdad, no llorando como yo. Me dan una rabia las listillas...
Cuando la beso y cierro los ojos, mi amor por ella es de esos tres colores lunares que se han quedado grabados en mi retina y el amor ya tiene todas las propiedades de un ser vivo. Tamaño, peso, calor y color.
Ella me ahorra la tristeza de la vuelta a la Tierra, no deja de besarme hasta que siento el sol calentar mis hombros. Mis lágrimas se han secado y su sonrisa me conforta de esta tristeza que me produce el retorno.
No hay misterios, no son posibles en este mundo feo; pero ella lo es. Nada explica como es posible amar con este afán en este tiempo y en este lugar.
Mi bello misterio...


Iconoclasta

31 de diciembre de 2008

Morir es aburrido

Una caída vertiginosa, el corazón acelerado y una fuerte sacudida contra el colchón. Es angustioso; el cerebro me expulsa como si fuera una flema, no quiere que disfrute o viva de forma consciente sus creaciones. Me quiere alegre, empalmado o angustiado; pero engañado.
Mi cerebro no soporta que le espíe y me expulsa de sus dominios como a una puta sifilítica vieja y loca.
No soporta que disfrute del sueño; de una película maravillosa de emociones vívidas y aberrantes. Sólo quiere engañarme y que padezca de sus creaciones sin demasiados aspavientos. El cerebro es un artista que no soporta ser molestado.
Un enfermo esquizofrénico que un día me convertirá en un baboso que mira un trozo de mierda en el jardín desde una celda blanca.
Cuando no pueda contener la inmundicia de mis intestinos, mi cerebro se reirá, lo sé. A veces tiene ataques de exacerbada e innecesaria crueldad.
Me gusta mirarme en sueños porque no hay una pierna podrida que duela; en sueños no soy un tullido que no podría correr para salvar su propia vida. En sueños, no soy ese que cruzando la carretera, no puede esquivar con rapidez el coche que le arrancará y aplastará la masa encefálica.
En sueños resalto con un brillo épico contra el mate mundo que me rodea. Los años que vienen son mejores y otras veces trágicos, siento alegría y siento terror; siento conteniendo la respiración ante la intensidad de las emociones.
Un cieno húmedo que me amortaja. A veces me siento muerto en sueños y es todo tan fresquito... ¡Ja!
Cuando sueño, el mundo está mudo salvo las palabras que son para mí, hay detalles deliciosos de gente que muere a mis espaldas, a mi lado. Sin que me importe, sin que las palabras que oigo se interrumpan o fluctúen. Nada importa y el universo me mira, me mima, me aterra, me tortura; ante muertos y admiradores.
Y me siento en mi mundo, estoy bien, me siento bien entre los muertos que no huelen. No me molesta nada.
Hay humanos que solicitan mi atención con los brazos hacia mí y yo como si de un poderoso se tratara, los dejo morir con una sonrisa de disculpa.
En sueño importo tanto...
La muerte es liberadora, tanto la mía como la de los otros, de hecho (no es por alardear), me importa un huevo el momento y la forma de mi muerte. Sólo soy curioso.
Mi cerebro tantas veces hostil, es el simulador de la nada. Cuando muero en sueños, todo se detiene y los últimos rumores del organismo, enmudecen el ruido universal de la vida de los otros y las cosas. Los árboles se agitan sin sonido y los horribles grillos raspan ahora muñones silenciosos.
Y la muerte adquiere su aterradora importancia y dureza.
No existe la muerte dulce, lo sé. Los que mueren durmiendo roncan aterrados por aspirar un poco de aire, contraen todos los músculos por arrancar un latido más al corazón y como en el sueño, son protagonistas de una escena eterna donde reconocen que no abrirán jamás los ojos. Recuerdo el rostro de mi padre muerto y no me engañó en ningún momento, rabió como un perro durante los segundos que tardó en morir. Eso son cosas que cualquier tullido sabe.
Muy zorro yo, abro un ojo por dentro y espío a mi cerebro sin que se dé cuenta de que estoy despierto; oigo su risa cuando la apnea dura más de lo que la vida aconseja.
Es tan cabrón, tan liberadoramente desinhibido de cualquier asomo de escrúpulos...
En sueños importo por encima del dolor, la muerte y la alegría de los otros. Mi cerebro está podrido; pero en el fondo me quiere; no es tonto, ha de cuidar del cuerpo que lo sostiene y me da protagonismo.
Cuando muera, lo echaré de menos.
Soñar...
La muerte es aburrida, estoy seguro de que será peor que vivir. Porque sin cerebro, sin sueño; se acabó la belleza y la emoción de un universo bien creado, de una naturaleza sin errores.
Yo no quiero morir.
Aunque vivir tampoco es para tanto.
Bueno, pongamos que caigo en coma por unos años.
Para toda la puta vida que me queda.



Iconoclasta

27 de diciembre de 2008

Yo no soy un hombre


Yo no soy un hombre, soy un animal sin alma. Sólo soy reproductor, un cerebro primitivo y lerdo.
Los enamorados claman al viento su amor, escriben poemas de luz y sonido, lloran la tragedia de la ausencia. Hacen el amor entre olas de espuma cálida o entre ráfagas de etéreo polen. Las velas hacen de sus sombras seres de prestancia divina.
Yo no. Soy un animal que no siente nada de eso.
No tengo corazón, no lo siento latir. Soy un simple.
Son mis tripas, en mi vientre es donde se acumula el deseo. ¿Es pasión o es locura desbocada?
Me aferro al abdomen clavando las uñas pensando en ella, digiero cada imagen suya, cada palabra.
Es mi vientre el que me estremece.
No tengo corazón, soy intestino, un músculo que se tensa, que me aplasta hacia dentro
Soy tan primitivo que siento vergüenza de mí.
¿Quién coño me parió?
Sin previo aviso se me tensa el músculo y me abrazo el vientre con una nostalgia, con una sensación de hambre que me dobla en dos.
¿Cólicos de amor?
Quiero joderla, lamer cada trozo de su piel, rozarme con ella hasta que mi puto pene reviente en mil pedazos.
Yo no soy un hombre, soy un perro en celo, coño.
No puede ser amor susurrarle al oído “puta”, meter mis dedos en su sexo y mojarme de ella, hacerla gemir como a una perra.
Coño, qué digo...
Soy un animal. Soy sucio, soy una pesada carga de semen hirviendo por ella. Un pene baboso, un glande terso colapsado de sangre.
Yo sólo sé que cuando el vientre se estremece mis manos lo recorren intentando frenar esa tensión. Y me encuentro con el pene en la mano, consolando mis cojones duros, ardientes.
No lloro, es vergonzoso...
De mi pene gotea un líquido espeso, un aceite. Destilo el puto amor por el pijo. ¿Son mis lágrimas de amor? Si ella supiera lo que soy...
Camino desnudo por la casa dejando un rastro de mi excitación, como un animal salido. Estrangularía el deseo; pero su imagen sólo me lleva a tocarme, acariciarme hasta que con gruñidos y gemidos me derramo.
Arañando el vientre, tirando de mi sexo endurecido y resbaladizo.
Babeando por lamer su coño.
Aspirar sus pezones hasta saciar mi sed.
Meterme en ella y joder hasta su alma.
No puedo ser un hombre, los hombres no se hacen pajas desesperados así. Los hombres aman y sonríen y bendicen la suerte de ser amados.
El corazón es mi pene latiendo, bum-bum-bum...
Creciendo y expandiéndose por ella.
Mis lágrimas son el semen que se enfría rápido entre mi puño, en mi vientre salpicado.
Mi puto vientre de animal...
Qué vergüenza...
La jodo hasta lo más profundo de ella.
Sin amor, sin corazón.
Soy una polla que llora, unos cojones plenos.
Un animal sucio.



Iconoclasta

22 de diciembre de 2008

El gordo de navidad

Hoy se ha sorteado la lotería y desgraciadamente para mí, no he podido evadirme de las noticias o comentarios del sonido feo e idiota que emiten los televisores y radios. Las mismas voces, el mismo soniquete repetitivo y estupidizante.
Por enésima vez me he sentido incómodo, infectado de nuevo. No he sentido ningún tipo de alegría por los afortunados, no me interesa si brindan o llevados por la emoción del momento padres e hijos mantienen relaciones sexuales compulsivas y cremosas.
Me irrita tanto la alegría de esos, que me hacen sentir afortunado de no haber tenido suerte con el dinero. No me gustaría sentir esta despectiva irritación hacia mí mismo.
Hay quien llamará a mi estado de disgusto e incomodidad misantropía, o simplemente pensarán que soy un hijo puta.
Como no soy muy docto, me paso la misantropía por los huevos, no sé qué coño es eso.
No soy un misántropo, de lo contrario viviría para pegarle fuego al mundo. Simplemente me molesta esa alegría de los cerebros superficiales y pienso que toda esa suerte de la que disfrutan los afortunados, es como tirar margaritas a los cerdos.
En definitiva, que me suda la polla lo felices que son, que puedan ser y que serán. Su felicidad y su vulgaridad tatuada en sus genes.
No, no soy empático y cada año me molesta más y más saber de la felicidad de esa caterva de afortunadillos que les trae la suerte en forma de pasta.
Es injusto para mí, no puedo escapar de esta trampa que se repite cada año. Mis oídos se infectan sin posibilidad de escape.
Me hago viejo y mi paciencia es cada vez más escasa. Mi humor también.
Buen sexo.

Iconoclasta

19 de diciembre de 2008

Celoso



No deseo que seas feliz, no deseo en absoluto que encuentres la dicha. Que el amor te sonría con otro.
Rogaría a todas las fuerzas del universo porque se te muriera entre los brazos ese cabrón.
Pero no soy un hombre de fe.
Soy sólo un loco romántico a veces iluso, a veces con la polla dura; muchas veces, no es por alardear.
Cada día, cada segundo, en cada instante desearía que se le secara la sangre en las venas cuando su pene bombea en ti. Que se convirtiera en cadáver cuando te jode, cuando te folla.
Cuando se la mamas.
Que se muera con el corazón roto en tres pedazos cuando te llevas su pene a la boca.
Que muera cuando nazca su hijo; cuando de tu coño salga la vida. Que la muerte se lo lleve al infierno si existiera semejante cosa.
Que se pudra ese cabrón.
Que se pudra ante ti, en ti.
Sé que no moriría jamás por obra y gracia de algún genio que me ha salido por el pijo al frotarme la polla y al que le he pedido un deseo, no caería esa breva en mi jardín.
Los hombres prácticos somos pesimistas por sistema. Y no divagamos demasiado en mundos de onírica fantasía. Sólo nos masturbamos por un exceso de testosterona. Eso dicen los médicos, a mí me da igual, sólo quiero que te jodas.
No soy ese hijo puta cobarde y falso que a pesar de no ser querido, conserva todo su amor celestial intacto y quiere tu felicidad por encima de su propia vida. Deseo tocarme la polla con violencia ante el llanto de tu desesperación. Ese es mi único deseo.
Es un poco enfermizo, demuestra que algo huele a podrido en Dinamarca, lo asumo.
Tengo el capullo tan hinchado, tengo tan presente tus pechos en mi boca, que aún me masturbo a pesar de que en mis oídos resuena esa última frase que dijiste: “Ya no es lo mismo, espero algo más y tú no me lo puedes dar”.
Si mi semen fuera ácido, me correría en la boca de tu amante, lo envenenaría, le quemaría hasta el ánimo si pudiera.
Su boca sería mi cenicero. Que risa más tonta me ha dado la imagen. Así no hay quien sea malo, se me pierde este oscuro carisma entre risitas adolescentes.
Llámame celoso si así lo quieres; pero no odio a tu amante. Quiero masturbarme ante tu rostro sucio de rímel corrido; negras rayas de pena ante el cadáver que aún está clavado en tu coño hambriento.
Es hermoso el rostro de la pena. En el fondo soy un vate despojado de amor y trágico en su pesar. Un triste payaso, un augusto de labios ensangrentados.
Deseo tu pena, deseo el movimiento obsceno de tus tetas cuando lloras; cuando se agitan, mi mente sólo desea clavar los dedos en ellas, erizar los pezones hasta sentirlos duros. Tan duros que cuando los chupe, gimas perversa.
Mi cuerpo también lo desea. Al final soy como la santísima trinidad; pero en porno: mente, cuerpo y polla.
Deseo que gimas de placer llorando por tu amor muerto. Quiero ser la parte más sucia de tu psique, lo más recóndito. Lo más pútrido, el que folla la pena, el que se masturba con el cadáver, el que odia con la misma pasión con la que ama.
Soy animal y luego, cuando he follado, cuando he soltado mi leche en tu rostro anegado de lágrimas, soy hombre y puedo escribir estas cosas con la frialdad de mi semen mojándome los testículos, goteando de mi pijo entre los pies. Disfrutando de tus lágrimas, de tu miedo.
Jamás seremos amigos, no puede haber amistad ni buenos deseos cuando ya no puedo tener el coño que tanto he penetrado y apresado en mi puño crispado.
Sin embargo, sé que no hay justicia; sé que serás feliz, sé que tienes en tu vientre a su puto hijo desarrollándose. Sé que no moriría jamás ese cabrón por una justicia divina, ni por mi deseo irracional de que te derrumbes ante su cadáver. Dios no existe ni existen poéticos hados.
Es todo una mierda, como tu coño cuando se llenaba de él.
Y nadie muere por causas mágicas ni divinas, soy celoso; pero no imbécil.
Así que aquí tienes su cabeza; le he cortado los párpados para que puedas ver cuanto pánico había en su mirada momentos antes de morir.
Ojalá pudiera verte gritar y llorar ante la cabeza que habrá caído a tus pies. Ojalá pudiera estar cerca para darte una patada en la tripa y matar la vida que llevas dentro.
Me da igual que estés dentro del periodo legal para el aborto, no soy un hombre socialmente integrado.
Deseo que tu pena sea inmensa. Cada vez que mires a tu hijo, que veas la cabeza cortada del hombre que amabas.
Si estuviera ante ti, te acariciaría los pezones como te gustaba, con descaro ante el mundo; mientras lloras por el perro muerto.
¿Seguro que un día no te tocarás excitada leyendo esta carta? Con el tiempo, buenos y malos nos hacemos deliciosamente perversos.
Avisa a la poli, llama a quien quieras; ya no me verás jamás. No habrá cárcel para mí, estoy muy lejos. No me interesa tu muerte, sólo tu pena. Soy libre y ya me siento tranquilo.
No hay justicia ni para ti ni para mí; es lo maravilloso de este mundo de mierda.
Es curiosa la felicidad, la tuya era mi desgracia y la mía tu dolor.
Así no hay quien folle. No se puede uno relajar ante tantas antítesis enfrentadas.
Ojalá sufras toda tu vida.
Te quería.
Que te jodan.
P.D.: Ya empiezo a sentir indiferencia por tu dolor. Lo tendría que haber hecho antes, ése ha sido mi fallo. Lamento que hayas sido feliz en algún instante.



Iconoclasta

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15 de diciembre de 2008

Hola bebé

Hola bebé.

Déjame que te diga algo antes de que tu madre te coja en sus brazos, antes de que sientas cerca su respiración.

Sólo durará el tiempo en que unos brazos enguantados y asépticos te limpien y te lleven a tu fuente de vida. No es mucho pedir, bebé. Tienes toda la vida y yo ya he gastado una parte importante. Sólo son algunos apuntes, algo que te ayude a entender pequeñas cosas cuando seas algo más mayor.

Sí, puedes llorar lo que quieras, no me molesta; es más me gusta. Tienes fuerza en tus pulmones, precioso bebé.

Estarás esplendoroso una vez limpio; porque ahora pareces un soldado herido y cansado; cansado de nacer. Es normal, a mí me pasó.

Así sucio estás hermoso. Estás para comerte cachorro; así de luchador y bravo.

Pero sólo te lo digo yo, tus padres y abuelos te verán radiante cuando estés limpio. Es que os admiro así, tal y como nacéis.

No me hagas mucho caso, sólo escúchame mientras lloras.

Cuando te digan que eres un ángel, tú les sonríes, no les creas. Sé listo, a ellos les encanta verte sonreír. No eres un ángel, eres un cachorro humano sin ningún adorno pero bello per sé.

De inconmensurable valor.

Los ángeles no existen pero, será bello soñar que están a tu alrededor.

Esto te lo digo para que no te despistes y salgas volando por la habitación. Repito, no eres un ángel, pero ríeles como si lo fueras.

A ellos les gustan estos detalles.

Bebé, lo lamento pero; tengo que decírtelo: la vida será dura. Los primeros años pasan volando; son los buenos.

Luego es posible (sólo posible y probable) que te sientas mal.

Nunca les reproches a tus padres lo feo que es el mundo en el que te han parido. Habrá momentos en que lo querrás hacer. Eres pequeño aún, ya me entenderás. Sólo deberás sentir el orgullo que sienten de ti para no herirlos innecesariamente.

Seguro que serás una niña preciosa porque me lo han dicho; lo sabía porque hoy día se saben las cosas antes de que ocurran; hay personas que dicen saberlo todo. No las creas, escúchalas y mira sus ojos; dentro de poco tiempo detectarás la mentira si prestas atención.

Has de hacerlo para aprender, bebé. Para ser una mujer hermosa, un hombre hermoso. Deberás entrenarte para escuchar y comprender, jamás para creer.

Y ahora, procura llorar poco, pequeña.

Es que los padres nos sentimos fatal cuando lo hacéis, porque no entendemos vuestro idioma y no sabemos si lloráis por hambre o por un dolor. O simplemente de aburrimiento; por oír hablar a los grandes seres bípedos.

Un pequeño truco para que te rías: de vez en cuando pregunta a los que te rodean de donde salís los niños. Te vas a reír un montón cuando oigas sus tonterías. Te lo vas a pasar bien. Esto, hazlo cada seis meses a partir del momento en que sepas hablar. Así los irás preparando, irán aprendiendo que eres pequeño, que necesitas aprender y conocer verdades. Debes comenzar a comprender la vida enseguida. La vida en si es maravillosa si nadie se inventara prohibiciones, castigos y condenas. Ve con cuidado con ellos; con los fabricantes de credos y leyes. No debería decírtelo porque eres pequeña; pero hay tantas personas malas que pueden llegar a tapar el cielo.

Tus padres son imperfectos, se equivocarán y te enseñarán cosas creyendo que sus errores son aciertos. Ámalos como padres y compréndelos como personas. Con el tiempo han de ser tus amigos. No los quieras simplemente porque te dieron la vida. Sería injusto. Ellos no se merecen que se les tenga por perfectos. Sus errores son perdonables porque tú has de cometer muchos. Los amigos se perdonan esas cosas, pequeña.

Ahora, cuando tu madre te acoja busca sus senos, que sienta que es necesaria. Aprieta tu cabeza contra su pecho y siente el calor. Deja de llorar, es la hora de comenzar a sentir.

Y ahora ya te dejo tranquila pequeña, mamá estará cansada. Me voy. Hasta siempre, pequeña guerrera de la vida.

Si un día nos encontramos, si consigo vivir hasta ese momento, no me recuerdes por estas palabras. Me daría un poco de vergüenza.

Besitos y buen sexo (ya me entenderás).


Iconoclasta

9 de diciembre de 2008

666 gótico

Ahora soy un director de cine underground y carismático. ¡Ja!
Buen sexo.

Iconoclasta

8 de diciembre de 2008

Dangerous Pezons (final)

La puta me saludó con frialdad.

—¿No es un poco pronto? A las seis de la tarde se toma un café o se va al gimnasio.

Era una amargada.

—Trabajo en el turno de mañana. Y si no quiero que mi mujer se entere de que le pongo los cuernos y me gasto la pasta de las gratificaciones, he de llegar pronto a casa. Así que empieza a hacer alguna gracia, porque me ha costado una pasta —la saludé yo también.

—¿Así?

Se había cogido los pezones entre los dedos de cada mano y los comenzó a estirar, estiraba tanto y sin cuidado que parecían que los iba a arrancar, el broche central del sujetador se abrió y sus grandes tetas parecían pender aún más pesadas de su delgado y pálido pecho. Salían chorritos de leche entre los dedos que caían sobre sus piernas y braguitas.
La verdad es que la puta valía aquella pasta. Abrí la bragueta del pantalón y metí la mano necesitado de masturbarme.
Se dio unas fuertes palmadas en los pechos. Los pezones dejaban escapar de nuevo, finos hilitos de leche en aleatorias direcciones.

—Mira como me castigo por mala. Toda esta leche tirada por el cuerpo, por el suelo... ¿Qué comerá hoy mi hijito?

A mí la hambruna me la pela, no soy sociable ni solidario. Soy un hombre que folla y poco más. Así que su hijito me la pelaba también; pero he de reconocer que era de una malicia bárbara.

—Yo también tengo alimento aquí —y me saqué el pene por la bragueta, tiré de la piel y descubrí el glande amoratado por la gran irrigación sanguínea. Notaba cada vena retorcerse en torno al bálano como raíces buscando agua en una tierra seca sin vida.

Las cosas de follar siempre me inspiran líricas imágenes.
Emy separó las piernas, se llevó la mano a la braguita rosa de algodón y apartó la tela que protegía la vagina hacia la ingle tirando del camal. La vulva apareció brillante y mojada de leche materna.
Haciendo tijera con los dedos separó los labios mayores de la vulva y un clítoris largo y grueso floreció de entre aquella carne mojada y flexible. Nunca había visto algo así de grande. Se me hizo la boca agua y un filamento de fluido se desprendió lentamente de mi glande como símbolo de admiración.
De pronto, quedose quieta mirando fijamente mi polla. Está bien hidratada y cuidada, me depilo por higiene laboral y la someto a breves sesiones de rayos UVA para que tenga una bonita y apetitosa apariencia, ya que sirve para ilustrar algunos folletos de instrucciones de uso y publicidad de los condones. También es utilizada como modelo para realizar algunos regalos promocionales. Realmente, el noventa y cinco por ciento de mí, está en la polla. Son cosas que con las que uno aprende a vivir.
Abrió el cajón del tocador y sacó uno de aquellos famosos consoladores que se regalaba mediante sorteo. El ó la concursante debía enviar la prueba de compra de una caja de condones de la línea “Penetraciones de ensueño” y recibía como regalo la reproducción de mi pene a escala real.
Me emocionó vivamente.

—¡Eres tú! —exclamó mirando con incredulidad la polla de resina y la mía.

—Psé —dije con mi locuacidad habitual.

Y dejé de cogerme la polla para sacarle brillo a las uñas de mi mano derecha en el pecho.
Los ojos de la puta se entrecerraron como sólo una mujer aquejada de lujuria aguda puede hacerlo, levantó las piernas al tiempo que las abría y abierta en todo su esplendor se metió a mi hermano de plástico en el coño, tan rápida y profundamente que sentí como mi glande intentaba salir disparado para meterse en aquel coño indecentemente lleno y mojado.
Me aproximé a ella y acaricié sus pezones con mucho tacto, estaban tan duros... Se masturbaba con vehemencia y ya que me tenía cerca, me cogió con fuerza el pene y lo meneó como una posesa.

—Eres tan puerco... —y cerró con fuerza el puño en mis cojones.

Yo pensé en la imprevisibilidad que me comentó la recepcionista sobre las madres putas primerizas y no conseguí ser comprensivo. Lancé un grito muy agudo, casi femenino y tuve que darle una bofetada para que me soltara. Emy aflojó inmediatamente el puño y me dio un beso en la punta del pijo con una sonrisa traviesa. El reguero de sangre que bajaba por la comisura de sus labios, le daba un aire de vampiresa.
Y seguí jugando con sus pezones. Lo del tacto exquisito y la sutilidad me dura lo que una botella de agua mineral en boca de un etíope y cerré con fuerza mi puño en el pezón izquierdo. Emy se quejó y el chorro de leche que salió le dio de lleno en un ojo. El rímel negro se mezclaba con la leche y parecía desamparada; había una fuerte carga dramática en aquella habitación de puta.
Apreté más el pezón hasta que la punta enrojeció saliendo por el puño y ella clavó las uñas en mi bálano hasta hacerlo sangrar.

—¡Qué hijo de puta eres, cabrón!

A mí, incluso me gusta que me traten como un mierda durante el cortejo sexual, pero aquella puta parecía Regan (la niña de El exorcista), pero como mi pijo estaba rozando su teta derecha, sentí más gusto que miedo.
Y además, si una tía te dice eso moviendo la estatua de tu propia polla en su chocho, no tienes porque tomártelo todo a mal; en el fondo te están rindiendo culto como a un dios.
Ya quisiera dios meter su cabeza en el coño de una mujer caliente.
El follar me hace épico, fuerte, heroico y viril.
Dejó el pene de plástico clavado en su vagina y se dedicó a acariciarme los cojones con la otra mano. Yo los contraje con miedo a que sufriera otro ataque de imprevisibilidad.
La obsequié metiéndome el pezón dolorido en la boca y se le escapó un suspiro que casi provoca en mí una vergonzosa eyaculación precoz. Serán putas, pero tienen una forma de gozar muy intensa para desquitarse de los polvos aburridos y a-orgásmicos de los que son objeto por parte de la mayor parte de sus clientes.
Cuando mordí el pezón, aunque lo hice con cuidado, me inundó la boca de leche, tosí y me salió por la nariz. Le cogí un marlboro y me lo encendí para ayudar a pasar aquel mal trago. La nicotina y los alquitranes volvieron a crear una capa protectora en mi laringe y combatieron eficaz y rápidamente los nocivos efectos de la leche.

—¡Eres la más puta de las putas! —le susurré al oído.

Le saqué la polla plástica y la tiré al suelo, hice presa en el superclítoris y con los dedos índice y pulgar lo masturbé como si fuera un micropene. Emy, o se había ilusionado mucho con conocer al probador de condones de su marca habitual de condones o necesitaba un polvo de verdad como una loca. Porque cuando le metí los cuatro dedos en la vagina sin ningún cuidado, comenzó a golpearse los pezones con las púas del cepillo para el pelo. No sé por donde pasó la mano para hacerse con él; pero apareció allí y pensé en lo maravillosa que es la vida cuando nos ofrece su magia.
Le apresé bien la teta con la mano que tenía libre y le mantuve el pezón alto para que pudiera castigarse más certeramente. Noté como se me escapaba una gota de semen por el pijo y apreté el culo, la próstata y todo lo que pude para que aquello no fuera a más.

—Te está sangrando el pezón —así que saqué lentamente los dedos de la vagina para que se relajara.

—No, no, no... —se lamentaba entre gemidos.

No recuerdo bien lo que dije, sólo recuerdo palabras inconexas; estoy seguro de que dije algo sobre cagar, dios, la puta, la madre y algo sobre arrancar una cabeza a puñetazos.
Tengo unos prontos malísimos.
No sé como llegó aquella pinza de largas púas para el pelo a quedar enganchada en mi tetilla. Supongo que debería haber imaginado que algo así podría pasar cuando ella jadeó excitada:

—¿Te gusta joderme los pezones, eh cerdo?

Me la arranqué como King Kong se quitaba las pequeñas lanzas del cuerpo y continué trabajándome a la puta ignorando el dolor y la humillación.
Me coloqué a su espalda, muy zorro yo, cogí su otro pecho, que estaba menos magullado, lo elevé hacia su boca y la obligué a que mamara su propia leche. Yo tenía el pene pegado a su espalda y me frotaba rítmicamente contra aquella piel hidratada con crema especial para putas; que es una sub-marca de Dolce y Marrana especial para profesionales.
Ella solita y sin que yo se lo dijera, encogió los labios con fiereza y cerró los dientes apresando al pezón. Una y otra vez lo hacía resbalar por entre los dientes. No había que ser puta para saber que aquello dolía una barbaridad.
Pues siguió así hasta que se hinchó como el pulgar de mi mano.
La obligué a apoyar los pechos en el tocador con el culo en pompa y las piernas separadas. La penetré profundamente y bombeé en su coño hasta que noté como su coño se contraía, en ese mismo instante una oleada de humedad inundó mi polla y cuando la saqué, goteaba zumo de puta.

—Cerda, puerca, asquerosa, zorra... —le recité en el oído mientras se apretaba el pubis y el coño con la mano intentando contener el placer.

Conseguir que una puta se corra antes que tú, tiene mucho mérito, no soy un hombre humilde y de hipócrita modestia. En aquel mismo instante, pensé en pedirle dinero por el polvo; pero por puta que fuera, seguro que tonta no. Y dominé así mis fantasías sexuales de ser puto.
Los pezones daban pena, penita, pena de hinchados, amoratados y duros.
La obligué a tenderse de espaldas en la cama y yo me puse a horcajadas sobre su vientre, con aquellos tremendos obuses rozándome el pene.
Metí el pene entre las tetas y ella las apretó contra sí con ambas manos a la vez que los agitaba arriba y abajo.
Cuando sentí que la paja tocaba a su fin, le dije:

—Y ahora el tratamiento para la hidratación de los pezones.

Presioné el meato del glande contra la areola de su teta izquierda hasta que el semen empezó a derramarse pecho abajo. Hice lo mismo con la derecha hasta vaciarme completamente.
Y sintiendo un hambre atroz, le masajeé con mi propia leche los pezones hasta que estos se relajaron y ella también. Yo pensaba en la merienda. Follar me da hambre.

—Iconoclasta... Ummm... ¿Me firmarías mi juguetito?

—Claro, como no —recogí la polla de plástico del suelo, la limpié en la sábana y estampé mi firma con prisa. Se lo metí en el coño de nuevo.

—Te regalo una segunda sesión —me ofertó frotándose distraídamente el monte de Venus.

—No puedo quedarme más tiempo, tengo que recoger a mi hijo en el gimnasio.

—Puta loca —le dije a modo de despedida.

—Te amo —respondió imprevisible de nuevo y sentí cierta vergüenza, soy un hombre humilde.

Ojalá hubiera sido así de imprevisible hacía unos minutos la hijaputa.
Entré en la hamburguesería y dejé la camisa perdida de mayonesa y ketchup. Me embrutecí por el hambre a pesar de la irritación de mis testículos y la tetilla derecha.
Cuando llegué a casa, puse los cojones en agua muy caliente suspirando de alivio y aplicándome mascarilla hidratante en el pezón derecho intentando que consiguiera reducirse a su tamaño normal antes de que mi mujer llegara de trabajar para hacer la cena y se le ocurriera acariciar mi poderoso pecho como tantas veces suele hacer cuando tiene ganas de follar.
Peligro es mi apellido...


Iconoclasta

3 de diciembre de 2008

La república bananera de Cataluña y las bolsas de plástico


¿Cómo no iba a ser la república bananera de Cataluña, la primera comunidad de España en cobrar al trabajador dos veces las bolsas de plástico del supermercado? (Dos veces porque las pagamos con cada compra, en todos los productos, los costes están añadidos. Es algo básico, algo que aprendemos de pequeños).
Los comercios no regalan nada.
Cataluña practica una usura sólo comparable a la que practicaban los señores feudales en la edad media con sus campesinos. Y demos gracias a que no vuelva el derecho de pernada y algún funcionario o político se quiera tirar a nuestras mujeres.
En Cataluña sólo ha cambiado el decorado y el vestuario.
Aunque ser los primeros en pagar doble no está mal, es un orgullo. Sobre todo para los políticos y altos funcionarios que no van a cargar con un cesto de la compra ni con el carrito. Y les importa una mierda unos cuantos euros al año. Cobran demasiado estos usureros catalanes.
Y una mierda ecología.
Ladrones...
Buen sexo.


Iconoclasta