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24 de enero de 2009

El probador de condones: el amor es anal

Encontrábame haciendo sudokus en la consulta del traumatólogo por un dolor bastante fuerte que tenía en un dedo tras pillármelo en el archivador.
Estaba buscando la ficha de los nuevos condones Obama’s Maricuelas Black (ahora es imprescindible que todas las pollas luzcan la cara de Obama con la misma histeria que en todas las series televisivas aparezca un maricón y una tortillera ingeniosos y superinteligentes), la nueva línea de condones para liberales me tenía angustiado, ya que no sabía si eran aptos para la fuerte tracción anal y peluda de los más aguerridos juláis, la ficha técnica me iba a desvelar el secreto. El cuarto de archivadores estaba atiborrado de armarios y la maciza Yoli también buscaba documentos. Fue ella quien quiso rozar sus pechos contra mi espalda buscando ayuntamiento carnal en aquel estrecho pasillo, me empujó con sus tremendos pitones, se cerró el cajón y me pilló el dedo.
Yo grité, insulté y blasfemé contra Dios, cosa que si hubiera existido, ya me habría castigado haciendo que la polla se me cayera a pedazos y la Virgen devolviéndome los insultos arrebolada ella.
— ¡Uy, perdona! ¿Te he hecho daño? —dijo soltando una carcajada sin inteligencia alguna.
— ¡No, qué va! —dije con ganas de pegarle un tiro entre los ojos.
La falangina del dedo índice de la mano derecha había cogido un color oscuro, casi negro y si no fuera por el dolor, me hubiera quedado contemplándolo un rato largo con curiosidad y pensando sobre la extraña forma en la que el cuerpo reacciona ante las agresiones y traumas.
Cogió con delicadeza mi dedo sangrante y lo besó manchándose los labios (los de la cara) de sangre. Todo lo puta que era se hizo patente en aquel beso que me puso duro el miembro a pesar del dolor que se ocultaba tras mi sonrisa.
Gracias a mi innata naturaleza sexual, el dolor pasó a segundo plano. Invité a Yoli a que se diera la vuelta y apoyara sus tetas en los archivadores que había a su espalda, levanté su falda, hice a un lado sus braguitas manchándolas de sangre y la penetré con violencia. Su vagina estaba inundada de flujo, me encanta el chapoteo de los sexos en cópula. Le pellizqué un solo pezón, el izquierdo, el derecho no podía ya que si movía el dedo destrozado, corría el riesgo de eyacular precozmente debido a lo complejo de mi mente. Como nos encontrábamos en un sitio tan estrecho, ella no pudo doblarse bien y la penetración fue muy intensa, ya que el ano recibió un fuerte masajeo. Me corrí balbuceando: “Hija de puta subnormal” y acaricié la cara interna de sus muslos por los que bajaban dos pequeños ríos de blanco y cremoso semen.
Se dio la vuelta de nuevo y me besó vigorosamente cogiendo mi bálano aún pulsante, exprimiendo las últimas gotas de semen.
—Eres un cielo —susurró con aquellos labios aún manchados de sangre.
Me limpié bien el capullo en la tela de su falda antes de irme al departamento de Recursos Humanos a recoger un volante para que me visitaran en la mutua.
—Pero la polla la tienes bien ¿no? —preguntó evidentemente alarmada la jefa de personal.
Es normal que hagan estas preguntas, trabajo con el pene todo el día y la peña cree que paseo mi terso glande por las pestañas de las carpetas archivadoras dejando un rastro húmedo como una babosa.
Después de tres horas en la sala de espera de urgencias, desde una consulta una enfermera gritó mi nombre; recogía su negro cabello bajo una cofia, una mascarilla con una cruz roja dibujada no dejaba ver más que sus oscuros y crueles ojos. Un ajustadísimo uniforme se pegaba a su cuerpo como una piel. Yo calculaba con frialdad y con el miembro en plena expansión que no debía llevar bragas, no se notaba costura alguna en su pelvis bajo aquel prieto uniforme.

—El doctor no está, le haré la primera cura.
Me hizo sentar en la camilla.
Yo soy de naturaleza simpática y amable con las mujeres, a los tíos que les den por culo. Y díjele con un derroche de ingeniosidad:
—¿Quieres que me baje los pantalones?
Lanzó una enigmática sonrisa ante mi ingeniosa pregunta, una especie de ¡Je! un tanto despectivo, socarrón e inquietante. Yo diría que no le gustó mi broma a la borde.
—Sí y apóyate en la camilla.
—No jodas —le respondí con la voz contrita.
Soy un bocazas.
Se hicieron añicos mis ilusiones al comprender que me iba a banderillear contra el tétanos. Pensé por el ruido a lata desgarrada que debían tener las vacunas en conserva. También escuché el inconfundible ruido que hacen los guantes de látex, he visto muchas películas y conozco muy bien ese sonido, siempre precede a los dedos que invaden el interior de los hombres. Dedos impíos de proctólogos sin corazón.
—Relájate, salao —dijo con un sarcasmo que no me tranquilizó.
Sentí algo frío presionar el ano y mis peores temores se hicieron realidad: enema. Esa enfermera debía estar confundida. Yo no necesitaba una lavativa para calmar el dolor del dedo.
—Me parece que te has equivocado. Yo vengo por un dedo destrozado, mis intestinos y mi culo están perfectos.
—Pues si sabes tanto ¿por qué no te curas tú solito?
Intenté incorporarme; pero me puso la mano en la espalda obligándome a quedar en aquella absurda posición.
—¿Qué tiene miedo el machote?
Aquella mujer era un diablo, una psicóloga potente y preparada, no pude evitar picarme y quedarme quieto para demostrar mi valor y coraje.
Tampoco se trataba de una lavativa; tras la presión inicial se me dilató el ojete y luego se cerró tragándose el extraño supositorio. No me sentía nada excitado, mi sexualidad es muy sana.
Cuando me introdujo el décimo me lagrimeaban los ojos, ya me estaba aburriendo y tenía el culo dolorido. Me incorporé intentando mantener con dignidad todo aquello que me había metido.
Sostenía en la mano una lata de aceitunas rellenas y se estaba comiendo una tan plácidamente, la muy golosa.
—¿Me has metido en el culo media lata de aceitunas?
—Pues sí, me apetecía algo de cerdo relleno.
Qué rencorosa era la hijaputa.
La llamé guarra y alguna cosa más que no me acuerdo. Ella impasible y sin quitarse la mascarilla, cogió el teléfono de la mesa:
—¿Seguridad? Un paciente está nervioso.
Pasaron apenas unas décimas de segundo cuando apareció el guardia y me pillaba aún con “uta” entre los labios.
Me aporreó en mis tersas nalgas y salió disparada una aceituna que impactó en su camisa. Yo grité, él dijo algo descortés y me soltó otro golpe.
Salió otra aceituna a la velocidad del sonido con estampido que jamás hubiera pensado que mi cuerpo pudiera producir.
Se quejó y se llevó una mano a la mejilla, se le había quedado pegado el relleno de anchoa.
—¡Qué cabrón! Ahora en la jeta...
Los seguretas no son muy listos, pero aprenden bien si los sometes a intensas sesiones de comportamiento condicionado. Ya no me pegó con la porra en el culo.
Cogiome por el pescuezo sin dejarme subir los pantalones y me echó a la puta calle. La enfermera gritaba con voz afectada:
—El cerdo quería que se las quitara yo.
Ya una vez en la calle y antes de subirme los pantalones para evitar que cualquier mujer o julandrón que pasara por allí se amorrara a mi exuberante y lustroso pilón, intenté librarme de mi carga; me apoyé en un árbol doblé la cintura y tras un gran esfuerzo lancé una andanada de aceitunas acompañadas de una sonora ventosidad. El mundo entero se detuvo guardando silencio con los ojos fijos en mí.
Los vecinos se asomaron a las ventanas sin sospechar siquiera la procedencia de aquel estampido. Debían temer que se tratara de una bomba de ETA o Alcaeda.
Hubo un daño colateral que no revistió gravedad: una vieja que salía de comprarse unas bragas de fantasía en un bazar chino, se estaba quitando de la dentadura los restos de una aceituna.
Si aquel era un día aciago para la anciana, pensé que en cuanto se probara aquellas bragas y dadas las noticias sobre las reacciones alérgicas que producen ciertos productos chinos, se le pondría el chocho del tamaño de una calabaza. Hay personas a las que el destino sólo les depara sinsabores y aceitunas rellenas con olor a mierda.
Y por lo visto también era un día aciago para mí; un policía venía a toda hostia, probablemente porque mi rabo escandalizaba y el cagar olivas no es algo que te haga popular.
Como quiera que el dedo no afectaba a la motricidad de mis piernas, salí corriendo a pesar de que el policía me pedía por favor, que me detuviera para ayudarme a subir los pantalones y llevarme al gastrointestinal para revisar el porqué de aquellas extrañas, violentas y exóticas deposiciones públicas.
Tras un par de travesías a la carrera, el poli se dio por vencido (son las ventajas de vivir en un país con pocos recursos) y yo me metí en un bar a fumar tomándome una cocacola y un bocadillotortillapatatas.
Pensé en volver a la mutua y ponerle los cuernos a mi esposa, me había enamorado de aquella sanitaria traviesa y perversa.
Mi psique es tan compleja...


Iconoclasta

20 de enero de 2009

Queridos muertos

Demasiados sueños con los muertos. Son ellos los que no me dejan tranquilo. Se empeñan en vivir, en usar mi sangre y respirar por las noches en mi cerebro; y parece que no se dan cuenta de que murieron, de que un día los lloré.
No me atrevo a decirles lo muy muertos que están, no tengo porque ser cruel.
Daría lo que fuera por rozar su piel y sentir la calidez de su vida (su barba rasposa, mi piel de niño, manos fuertes y serenas que transmitían cariño sin escatimar, generosamente, naturalmente).
No se puede volver.
Vendería mi alma por cruzar una palabra con ellos; mientras tanto, los mantengo engañados en mi cabeza.
No se puede volver.
Aunque son diferentes: vivos no eran tan sarcásticos, divertidos y sexuales. No los quería tanto.
No sabía cuánto se podía querer, han tenido que morir para que yo lo supiera.
No soy una buena persona.
Y los muertos deberían ser más delicados con mi mente.
Puede que estén mejor muertos, enterrados los cuerpos.
Mis queridos muertos...


Iconoclasta

17 de enero de 2009

Balance año 2009

Creo que ya es hora hacer balance del año 2009, que las cosas se van dejando dejando y acabamos haciendo el balance a final de año cuando ya nada tiene remedio.
Es todo asquerosamente igual que en el 2008.
¿Tantas uvas y alegrías para esto?
Han pasado diecisiete días y esto no se mueve.
Y ahora las buenas noticias:
Dentro de poco, dicen, que se acabará el madrugar para ir a trabajar, puesto que no habrá trabajo alguno que hacer. Viviremos como en la Roma decadente cometiendo toda clase de excesos por un ocio tantas veces clamado a los dioses.
En la década de los ochenta del siglo pasado, con aquella crisis que empezó a mediados de los setenta, se crearon miles de pistas de petanca, y parados y jubilados llenaban los parques públicos y cualquier solar que encontraran.
A saber que nueva distracción prepararán en esta crisis una vez que Israel (uno de los pocos países que curran) haya acabado su trabajo.
Si yo fuera uno de esos político-funcionarios, ya mismo estaría pergeñando alguna manifestación de distracción. Hace ya muchos años que la peña no se manifiesta por nada económico y político, y eso no debe suceder. Yo creo que se inventarán otro motivo ecológico y así tendrán además la excusa perfecta para clavarnos otra polla tatuada con “impuesto medio ambiente”. Por ejemplo, algo así como: No a los bigotes rotos de las focas que hociquean entre montañas de latas de cerveza sumergidas en los océanos.
Y es que va a haber mucha res con tiempo libre y eso no mola.
Por otro lado, y si las depresiones, suicidios e incestos no lo impiden, habrá mucho más buen sexo como es lógico y de esperar. Y lo que es mejor, en muchos casos será gratuito ya que parados y paradas se solidarizarán entre sí.
Buen sexo e id reservando vuestro juego de petanca, y sobre todo el imán recoge pelotas, que luego el dolor lumbar os impedirá una satisfactoria relación sexual.


Iconoclasta

15 de enero de 2009

Yo, Dummy

Soy un dummy que se da golpes continuamente. Tenazmente.

Me gusta el deporte de riesgo. Soy osado.

Me soban, me fijan en asientos de vehículos y me usan para toda clase de pruebas violentas. A veces, me tiran desde alturas que si no fuera dummy, harían que me cagara por la pata abajo. El miedo a veces puede ser muy romántico.

Espero ansioso que me lancen contra sus tetas. La ingeniera jefa está buenísima, ya vería la muy maciza si el dummy se está quietecito de la misma forma que cuando lo sientan en el coche para matarlo. Disfrutando haciéndole daño.

Y es que tengo otro trozo de dummito pegado a mí (concretamente entre las piernas) que te cagas.

Soy como Pinocho pero en polla y no lo digo porque sea un mentiroso charlatán asexuado hijo de la mente senil de un carpintero.

Cuando me lanzan desde una altura mortal, volteo en el aire con gracia y agilidad felina para no aterrizar de cara al suelo. Con este pedazo de dummito que tengo siempre vistoso y altanero, me quedaría clavado en la tierra. Incluso podría doler.

Aunque los dummys no sienten dolor.

Eso dicen.

Alegar ignorancia no exime de responsabilidad a los envidiosos. Y todo porque soy un dummy muy bien dotado. Estoy seguro de que no lo hacen para salvar vidas humanas. Son como hienas los ingenieros.

Soy un dummy pegado a un dummito que los acompleja hasta la vergüenza.

Da igual lo que hagan, yo no tengo miedo. Si me han de arrojar al fuego o meterme entre un montón de hierro, no gritaré. Y si ha de doler que duela.

Soy arrojado y crash y test son mis apellidos.

Claro que no soy un dummy idiota; prefiero que hagan las pruebas de impacto las familias en sus vehículos; que se estrellen con felicidad fraternal; así en familia con los corazones henchidos de felicidad dominguera. Muy unidos, como debe ser.

Que nadie se piense que los dummys somos misioneros, yo no lo soy.

Nos gusta follar como a todo el mundo. Aunque a este gilipollas que tengo por compañero y que le falta un brazo y una pierna, no dice nada. Simplemente choca sin ningún tipo de inquietud. También hay dummys idiotas y viejos.

Los ingenieros son unos hijoputas.

¿Por qué no hacen las pruebas con los peluchitos de sus hijos?

Me encanta que la ingeniera jefa me roce con sus pezones cuando me acomoda en el asiento y afloja el cinturón de seguridad para que me haga más daño.

¡Qué guarra y masoca es! Me pone a cien en todos los aspectos.

Es una ocupación que está bien, vives la emoción del riesgo y después te pasas media vida viéndote a cámara lenta, adetrás, adelante, rápido, congelado.

Empalmado.

Me gusta cuando saltan los cristales y se clavan en mis ciegos ojos. Y lo que más disfruto: cuando el impacto es muy fuerte, me doblo tanto que puedo besar mi dummito y tenerlo metido un buen rato en el agujero de mi cara. Si tuviera ojos de verdad, me quedaría bizco.

He de reconocer que hay un poco de frustración en mi mente de maniquí de impactos; los humanos son cortos y no se dan cuenta de mi sexualidad y mis necesidades.

A mí el amor me importa tan poco como el arañazo del retrovisor de la puerta del conductor; no quiero cosas imposibles como el amor. Soy un dummy que conoce sus limitaciones.

Estoy nervioso, espero impaciente que la ingeniera jefa se siente en mis rodillas. A veces ocurre; hay días en los que ha de regular los sensores del salpicadero, se sienta en mis rodillas y mi dummito se mete dentro de ella. Y estamos así un buen rato hasta que lanza un gritito y se pasa la mano por el cuello entrecerrando los ojos.

Yo me hago el tonto; pero a juzgar por lo empapado que queda mi dummito, la ingeniera jefa ha pasado un buen rato.

Y yo.

No siempre ocurre, otras veces es un mecánico que huele a sudor rancia el que me pasa el sobaco por la cara. Si tuviera dientes y boca articulada, le arrancaría de una dentellada la piel y la melena que le cuelga.

Lo bueno si escaso, es totalmente angustioso.

¡Hala! ¡Ya está!, ya han encendido el motor del coche y han dejado en la pista un bloque de hormigón del tamaño de un cerdo.

Bueno, al trabajo. A ver si hay suerte y el impacto me dobla hasta poder meterme el dummito en el agujero de la cara.


Iconoclasta

11 de enero de 2009

San Zapatero de Calcuta



Escuchando al Zapatero lloriquear por Palestina, he sentido una profunda vergüenza de ser español (la verdad es que me la pela ser español, sólo quería dar más dramatismo al texto).
Nunca había visto a un actor de asociación de vecinos llorar tan mal y hacerse el emocionado, desde que una vez hace ya tiempo, vi al ridículo y maricón Hitler en un viejo documental, dando golpecitos a un atril con sus pervertidas manos de pederasta y el repugnante tupé tapándole la frente.
Porque Zapatero, casi lloraba repitiendo “Palestina la herida” “Palestina” y “Pa----les-----ti------na”. El actor ante tanto derroche de lágrimas y jetas de profunda contrición (o algo en el vientre de ese hombre no funcionaba bien en ese momento), parecía haber olvidado los trescientos asesinatos que cometieron en su país terroristas islámicos.
Por lo visto, los Reyes Magos de la edición 2009 no le dejaron regalos y aprovechó la rueda de prensa para asegurarse un buen lote para el año que viene, convirtiéndose en todo un santurrón de lo más emético para cualquier humano maduro sexual y mentalmente.
A todo esto, queridos niños, os he de decir que los Reyes Magos no existen y son vuestros padres quienes os compran todos esos juguetes.
Entre palabras silabeadas y separadas entre sí con pausas de eternos segundos de aburrimiento que obligaban a los que asistían a la rueda de prensa, a mirarse las uñas mientras capeaban el tostón; el Zapatero contrajo los músculos faciales en un rictus de dolor y ofreció las palmas de sus manos abiertas con santidad. He de reconocer que todo ese dolor derrochado, y arrastrando aún añoranza por las pasadas fiestas navideñas, me puso la polla dura ante tal dechado de humanidad. A veces mi sexualidad dura, hostil y desalmada me produce inesperados momentos de alegría.
Seguro que luego el español santurrón y el beato palestino, han tenido una sana relación conyugal.
Qué chocho y qué poco hombre...
España tenía que ser.
Lo que yo digo: un país no es pobre por casualidad o injusticia; lo es porque no puede ser otra cosa.
Y mucho menos cuando un presidente tiene tanto carisma y poder de resolución que ha de mendigar que le dejen una silla en las reuniones de primeros mandatarios mundiales. Seguro que le van a hacer caso y los israelíes más que ninguno. Je.
Casi que prefiero que me llamen catalán que español. Los políticos deberían pensar que su imagen puede influir mal en los ciudadanos que no tienen culpa alguna de estar bajo su yugo.

Buen sexo.


Iconoclasta

6 de enero de 2009

Un bello misterio

Si hubiera un misterio que diera por inexplicable qué es ella, aún tendría esperanza para no pensar que soy un hombre preso simplemente de una mujer humana. Un vulgar pelele encoñado de una tía.
No es que me disguste; pero si ha hecho esto conmigo, que se me permita dudar de su humanidad.
Soy tan sórdido y pragmático que parece una broma amarla tan perentoriamente. Sé que no estoy loco porque conservo mi trabajo y ninguna mañana me he despertado en un calabozo vestido con las bragas y el sostén de mi madre.
Eso no pasaría jamás, hasta el más lejano y remoto de mis nervios mantiene a buen recaudo el secreto de mi amor por ella. Estoy enamorado; mas conservo la razón.
Está bien, soy un poco paranoico y amar así debería ser motivo de alegría; pero soy cauto y pesimista por sistema; hay mucho envidioso y alguien podría querer apartarme de su lado.
Si algo me ha enseñado la vida, es que hay humanos que sólo viven para envidiar. Hombres, mujeres, niños, niñas, ancianos y ancianas que sólo viven para observar con envidia, mientras un hilo de baba animal se desprende de su belfo inferior.
Ambicionan lo que ellos no podrán conseguir jamás.
Da igual cuánto tengan, coge al tío con más dinero del planeta y trátalo como a un igual: le rechinarán los dientes y su día estará marcado por una corrosiva necesidad de demostrarte que es poderoso y arruinará tu vida para que un día al cruzarte con él, le hagas voto de admiración mamándosela de rodillas.
Y en medio de toda esta mierda y mediocridad espantosa que a veces se pega a mi piel como una brea maloliente, está ella.
Conozco el mundo y sé como se comportará cualquier individuo en un momento determinado. Conociendo esto ¿cómo ha sido posible que ame tanto a alguien? Porque no hace milagros, no me tiene en un perpetuo orgasmo.
Habla conmigo con pasmosa sencillez y sin venir a cuento, me pellizca una mejilla y con un gritito de niña me dice: “¡Uy, cuánto te quiero!” Yo entre dientes y mirando a izquierda y derecha por si alguien se ríe, le digo muy rápido y flojito: “Y yo”.
Soy parco en palabras. Sé muy bien que cuanto más se habla por ser ingenioso, más probabilidades hay de que te jodan. O de tener que conocer a más humanos, cosa que no me apetece, no soy sociable.
A lo largo de la vida he tenido que pedirle a muchos que se callaran; el dolor de cabeza que me producen me provoca náuseas. El otro día en el metro, sin ir más lejos, vomité en el pecho de un mendigo que pedía, puesto que “es mejor pedir que robar”. Yo no tenía la gripe ni gastroenteritis; pero cuando el tipo se me puso delante con la mano extendida, oliendo a orina y cerveza agria, me dio una arcada y arrojé toda mi comida en su cazadora tejana sucia y rota.
El se me quedó mirando y yo un tanto asustado por aquella repentina náusea díjele: “Lárgate apestoso de mierda”. El amargo sabor del vómito me puso de mal humor. Ya digo yo que no soy un buen conversador.
Con ella no me pasa, la escucho hablar durante horas y me encuentro ante ella en un océano tranquilo y cálido en cuyas aguas se transmite su voz y sólo la suya. Nadie interfiere.
No es romántica ni sugerente la idea; pero ella es el tanque de aislamiento donde se altera mi conciencia, donde me encuentro a salvo de esta cotidianidad infecciosa.
Qué poderosa es.
Si fuera crédulo o supersticioso, pensaría que es un ente angelical.
Su verdadero encanto radica en que es humana, la parieron así. Si fuera divina no sería tan frágil.
A veces llora en una escena de una película romántica o dramática. Le pegaría fuego al cine, a la cinta, al televisor o al lugar donde nos encontrásemos en ese instante. Y lo que es peor: me gustaría llorar con ella para que no se sintiera sola en ese momento de acusada sensibilidad.
No puedo llorar por nadie más que por ella.
Mi amor por ella es algo que transmite hasta mi piel y por esa sencilla razón, la no-diosa se coge de mi brazo y apoya la cabeza en mi hombro. Cuando noto su lágrima calar la ropa, me siento hombre en todo su significado. No hay ninguna prueba de amor tan intensa como la lágrima de quien amas en tu piel. Cuando eso ocurre, es que no existe frontera alguna, es más íntimo que follar.
En ese instante en el que me siento bautizado por sus emociones, giro con disimulo la cabeza a un lado, me soplo las uñas y me las froto con vanidad en el pecho.
Con chulería sería más correcto.
Si alguien le hiciera daño, le arrancaría la espina dorsal con mis dedos. No soy un hombre refinado como otros; que no sea un envidioso y me importen una puta mierda mis congéneres, no hace de mí alguien pasivo o estoico. No soy inofensivo en absoluto. Y no es por hacerme publicidad.
Odio en la misma medida que amo y me siento orgulloso de ello.
Así pues, a pesar de ser un hombre práctico y que toca de pies a tierra, aún me permito soñar cuando camino con ella de la mano. Un día me guiará por un camino en el aire y saldremos de esta atmósfera de luz vulgar que tanto me aburre e incluso me pudre; hablando de cosas banales sin dar importancia al hecho de que el homicida vacío del espacio no nos mata. Y así acariciaré el terciopelo cósmico.
El polvo de asteroides tan viejo como mi pensamiento se prende en mi ropa como una pátina añeja; pero en su cabello oscuro parece oro viejo. El universo huele a melancolía fría y estática. En el espacio están las añoranzas expuestas y de la mano de mi no-diosa los sueños viajan en carrusel a nuestro alrededor.
Me siento pequeño y le ruego que no me lleve de vuelta allá abajo. Quisiera estar más tiempo ahí, toda la vida.
Me pellizca una mejilla y me dice:”¡Uy, cuanto te quiero!”.
Los hombres no lloran, y yo que siempre he sido incapaz de llorar, tengo que taparme los ojos con la mano y decirle que si llego a saber que salimos al espacio, me pongo gafas de sol, el polvo estelar es un poco irritante.
Cómo se ríe...
Si hubiera una leyenda sobre ella que explicara el origen de su divinidad, creería que es una diosa y tal vez la veneraría; pero es una mujer. Es piel, carne y amor. Sólo es posible amarla y cuidarla porque es frágil. Casi tanto como yo.
Enciendo un cigarro frente a un planeta que ella llama Dulcerimious, hay tres lunas una azul, una roja y otra verde. La tierra es ocre, los pies se hunden en ella y tiene la temperatura de su piel.
Es un cigarro lo que estoy fumando, lo juro. Es ella la especial, la autora de mundos de inenarrable belleza. De momentos de serenidad.
Cuando mi lágrima cae en aquella tierra, se forma un minúsculo cráter. Sube una nubecilla de polvo y se arremolina en caprichosas volutas: un pequeño brillante aparece en el cráter. Ella me mira atenta, sonriendo.
—Una más, cariño, llora una más por mí.
Lo difícil es llorar sólo una. En este dichoso Dulcerimious, el polvo me provoca irritación y las lágrimas son incontables e incontenibles.
Dos pequeños cráteres se han formado a nuestros pies, cuyos brillantes reflejan desde su interior los colores de las tres lunas.
El vértigo de la belleza es simplemente aniquilador y las murallas de contención de las emociones, hace ya un par de segundos que han estallado.
Llorar con ella es reír. Se libera el líquido acumulado en el organismo, seguramente por la descomposición de las sales minerales. Cualquier físico diría que en esa atmósfera se disuelven con más rapidez, y ¡hala!, a llorar como una Magdalena.
Es extraño Dulcerimious, no te puedes fiar de ver a un hombre reír, seguro que está viviendo un drama devastador. Ella se ríe cuando pienso esto en voz alta; pero se ríe de verdad, no llorando como yo. Me dan una rabia las listillas...
Cuando la beso y cierro los ojos, mi amor por ella es de esos tres colores lunares que se han quedado grabados en mi retina y el amor ya tiene todas las propiedades de un ser vivo. Tamaño, peso, calor y color.
Ella me ahorra la tristeza de la vuelta a la Tierra, no deja de besarme hasta que siento el sol calentar mis hombros. Mis lágrimas se han secado y su sonrisa me conforta de esta tristeza que me produce el retorno.
No hay misterios, no son posibles en este mundo feo; pero ella lo es. Nada explica como es posible amar con este afán en este tiempo y en este lugar.
Mi bello misterio...


Iconoclasta

31 de diciembre de 2008

Morir es aburrido

Una caída vertiginosa, el corazón acelerado y una fuerte sacudida contra el colchón. Es angustioso; el cerebro me expulsa como si fuera una flema, no quiere que disfrute o viva de forma consciente sus creaciones. Me quiere alegre, empalmado o angustiado; pero engañado.
Mi cerebro no soporta que le espíe y me expulsa de sus dominios como a una puta sifilítica vieja y loca.
No soporta que disfrute del sueño; de una película maravillosa de emociones vívidas y aberrantes. Sólo quiere engañarme y que padezca de sus creaciones sin demasiados aspavientos. El cerebro es un artista que no soporta ser molestado.
Un enfermo esquizofrénico que un día me convertirá en un baboso que mira un trozo de mierda en el jardín desde una celda blanca.
Cuando no pueda contener la inmundicia de mis intestinos, mi cerebro se reirá, lo sé. A veces tiene ataques de exacerbada e innecesaria crueldad.
Me gusta mirarme en sueños porque no hay una pierna podrida que duela; en sueños no soy un tullido que no podría correr para salvar su propia vida. En sueños, no soy ese que cruzando la carretera, no puede esquivar con rapidez el coche que le arrancará y aplastará la masa encefálica.
En sueños resalto con un brillo épico contra el mate mundo que me rodea. Los años que vienen son mejores y otras veces trágicos, siento alegría y siento terror; siento conteniendo la respiración ante la intensidad de las emociones.
Un cieno húmedo que me amortaja. A veces me siento muerto en sueños y es todo tan fresquito... ¡Ja!
Cuando sueño, el mundo está mudo salvo las palabras que son para mí, hay detalles deliciosos de gente que muere a mis espaldas, a mi lado. Sin que me importe, sin que las palabras que oigo se interrumpan o fluctúen. Nada importa y el universo me mira, me mima, me aterra, me tortura; ante muertos y admiradores.
Y me siento en mi mundo, estoy bien, me siento bien entre los muertos que no huelen. No me molesta nada.
Hay humanos que solicitan mi atención con los brazos hacia mí y yo como si de un poderoso se tratara, los dejo morir con una sonrisa de disculpa.
En sueño importo tanto...
La muerte es liberadora, tanto la mía como la de los otros, de hecho (no es por alardear), me importa un huevo el momento y la forma de mi muerte. Sólo soy curioso.
Mi cerebro tantas veces hostil, es el simulador de la nada. Cuando muero en sueños, todo se detiene y los últimos rumores del organismo, enmudecen el ruido universal de la vida de los otros y las cosas. Los árboles se agitan sin sonido y los horribles grillos raspan ahora muñones silenciosos.
Y la muerte adquiere su aterradora importancia y dureza.
No existe la muerte dulce, lo sé. Los que mueren durmiendo roncan aterrados por aspirar un poco de aire, contraen todos los músculos por arrancar un latido más al corazón y como en el sueño, son protagonistas de una escena eterna donde reconocen que no abrirán jamás los ojos. Recuerdo el rostro de mi padre muerto y no me engañó en ningún momento, rabió como un perro durante los segundos que tardó en morir. Eso son cosas que cualquier tullido sabe.
Muy zorro yo, abro un ojo por dentro y espío a mi cerebro sin que se dé cuenta de que estoy despierto; oigo su risa cuando la apnea dura más de lo que la vida aconseja.
Es tan cabrón, tan liberadoramente desinhibido de cualquier asomo de escrúpulos...
En sueños importo por encima del dolor, la muerte y la alegría de los otros. Mi cerebro está podrido; pero en el fondo me quiere; no es tonto, ha de cuidar del cuerpo que lo sostiene y me da protagonismo.
Cuando muera, lo echaré de menos.
Soñar...
La muerte es aburrida, estoy seguro de que será peor que vivir. Porque sin cerebro, sin sueño; se acabó la belleza y la emoción de un universo bien creado, de una naturaleza sin errores.
Yo no quiero morir.
Aunque vivir tampoco es para tanto.
Bueno, pongamos que caigo en coma por unos años.
Para toda la puta vida que me queda.



Iconoclasta

27 de diciembre de 2008

Yo no soy un hombre


Yo no soy un hombre, soy un animal sin alma. Sólo soy reproductor, un cerebro primitivo y lerdo.
Los enamorados claman al viento su amor, escriben poemas de luz y sonido, lloran la tragedia de la ausencia. Hacen el amor entre olas de espuma cálida o entre ráfagas de etéreo polen. Las velas hacen de sus sombras seres de prestancia divina.
Yo no. Soy un animal que no siente nada de eso.
No tengo corazón, no lo siento latir. Soy un simple.
Son mis tripas, en mi vientre es donde se acumula el deseo. ¿Es pasión o es locura desbocada?
Me aferro al abdomen clavando las uñas pensando en ella, digiero cada imagen suya, cada palabra.
Es mi vientre el que me estremece.
No tengo corazón, soy intestino, un músculo que se tensa, que me aplasta hacia dentro
Soy tan primitivo que siento vergüenza de mí.
¿Quién coño me parió?
Sin previo aviso se me tensa el músculo y me abrazo el vientre con una nostalgia, con una sensación de hambre que me dobla en dos.
¿Cólicos de amor?
Quiero joderla, lamer cada trozo de su piel, rozarme con ella hasta que mi puto pene reviente en mil pedazos.
Yo no soy un hombre, soy un perro en celo, coño.
No puede ser amor susurrarle al oído “puta”, meter mis dedos en su sexo y mojarme de ella, hacerla gemir como a una perra.
Coño, qué digo...
Soy un animal. Soy sucio, soy una pesada carga de semen hirviendo por ella. Un pene baboso, un glande terso colapsado de sangre.
Yo sólo sé que cuando el vientre se estremece mis manos lo recorren intentando frenar esa tensión. Y me encuentro con el pene en la mano, consolando mis cojones duros, ardientes.
No lloro, es vergonzoso...
De mi pene gotea un líquido espeso, un aceite. Destilo el puto amor por el pijo. ¿Son mis lágrimas de amor? Si ella supiera lo que soy...
Camino desnudo por la casa dejando un rastro de mi excitación, como un animal salido. Estrangularía el deseo; pero su imagen sólo me lleva a tocarme, acariciarme hasta que con gruñidos y gemidos me derramo.
Arañando el vientre, tirando de mi sexo endurecido y resbaladizo.
Babeando por lamer su coño.
Aspirar sus pezones hasta saciar mi sed.
Meterme en ella y joder hasta su alma.
No puedo ser un hombre, los hombres no se hacen pajas desesperados así. Los hombres aman y sonríen y bendicen la suerte de ser amados.
El corazón es mi pene latiendo, bum-bum-bum...
Creciendo y expandiéndose por ella.
Mis lágrimas son el semen que se enfría rápido entre mi puño, en mi vientre salpicado.
Mi puto vientre de animal...
Qué vergüenza...
La jodo hasta lo más profundo de ella.
Sin amor, sin corazón.
Soy una polla que llora, unos cojones plenos.
Un animal sucio.



Iconoclasta

22 de diciembre de 2008

El gordo de navidad

Hoy se ha sorteado la lotería y desgraciadamente para mí, no he podido evadirme de las noticias o comentarios del sonido feo e idiota que emiten los televisores y radios. Las mismas voces, el mismo soniquete repetitivo y estupidizante.
Por enésima vez me he sentido incómodo, infectado de nuevo. No he sentido ningún tipo de alegría por los afortunados, no me interesa si brindan o llevados por la emoción del momento padres e hijos mantienen relaciones sexuales compulsivas y cremosas.
Me irrita tanto la alegría de esos, que me hacen sentir afortunado de no haber tenido suerte con el dinero. No me gustaría sentir esta despectiva irritación hacia mí mismo.
Hay quien llamará a mi estado de disgusto e incomodidad misantropía, o simplemente pensarán que soy un hijo puta.
Como no soy muy docto, me paso la misantropía por los huevos, no sé qué coño es eso.
No soy un misántropo, de lo contrario viviría para pegarle fuego al mundo. Simplemente me molesta esa alegría de los cerebros superficiales y pienso que toda esa suerte de la que disfrutan los afortunados, es como tirar margaritas a los cerdos.
En definitiva, que me suda la polla lo felices que son, que puedan ser y que serán. Su felicidad y su vulgaridad tatuada en sus genes.
No, no soy empático y cada año me molesta más y más saber de la felicidad de esa caterva de afortunadillos que les trae la suerte en forma de pasta.
Es injusto para mí, no puedo escapar de esta trampa que se repite cada año. Mis oídos se infectan sin posibilidad de escape.
Me hago viejo y mi paciencia es cada vez más escasa. Mi humor también.
Buen sexo.

Iconoclasta

19 de diciembre de 2008

Celoso



No deseo que seas feliz, no deseo en absoluto que encuentres la dicha. Que el amor te sonría con otro.
Rogaría a todas las fuerzas del universo porque se te muriera entre los brazos ese cabrón.
Pero no soy un hombre de fe.
Soy sólo un loco romántico a veces iluso, a veces con la polla dura; muchas veces, no es por alardear.
Cada día, cada segundo, en cada instante desearía que se le secara la sangre en las venas cuando su pene bombea en ti. Que se convirtiera en cadáver cuando te jode, cuando te folla.
Cuando se la mamas.
Que se muera con el corazón roto en tres pedazos cuando te llevas su pene a la boca.
Que muera cuando nazca su hijo; cuando de tu coño salga la vida. Que la muerte se lo lleve al infierno si existiera semejante cosa.
Que se pudra ese cabrón.
Que se pudra ante ti, en ti.
Sé que no moriría jamás por obra y gracia de algún genio que me ha salido por el pijo al frotarme la polla y al que le he pedido un deseo, no caería esa breva en mi jardín.
Los hombres prácticos somos pesimistas por sistema. Y no divagamos demasiado en mundos de onírica fantasía. Sólo nos masturbamos por un exceso de testosterona. Eso dicen los médicos, a mí me da igual, sólo quiero que te jodas.
No soy ese hijo puta cobarde y falso que a pesar de no ser querido, conserva todo su amor celestial intacto y quiere tu felicidad por encima de su propia vida. Deseo tocarme la polla con violencia ante el llanto de tu desesperación. Ese es mi único deseo.
Es un poco enfermizo, demuestra que algo huele a podrido en Dinamarca, lo asumo.
Tengo el capullo tan hinchado, tengo tan presente tus pechos en mi boca, que aún me masturbo a pesar de que en mis oídos resuena esa última frase que dijiste: “Ya no es lo mismo, espero algo más y tú no me lo puedes dar”.
Si mi semen fuera ácido, me correría en la boca de tu amante, lo envenenaría, le quemaría hasta el ánimo si pudiera.
Su boca sería mi cenicero. Que risa más tonta me ha dado la imagen. Así no hay quien sea malo, se me pierde este oscuro carisma entre risitas adolescentes.
Llámame celoso si así lo quieres; pero no odio a tu amante. Quiero masturbarme ante tu rostro sucio de rímel corrido; negras rayas de pena ante el cadáver que aún está clavado en tu coño hambriento.
Es hermoso el rostro de la pena. En el fondo soy un vate despojado de amor y trágico en su pesar. Un triste payaso, un augusto de labios ensangrentados.
Deseo tu pena, deseo el movimiento obsceno de tus tetas cuando lloras; cuando se agitan, mi mente sólo desea clavar los dedos en ellas, erizar los pezones hasta sentirlos duros. Tan duros que cuando los chupe, gimas perversa.
Mi cuerpo también lo desea. Al final soy como la santísima trinidad; pero en porno: mente, cuerpo y polla.
Deseo que gimas de placer llorando por tu amor muerto. Quiero ser la parte más sucia de tu psique, lo más recóndito. Lo más pútrido, el que folla la pena, el que se masturba con el cadáver, el que odia con la misma pasión con la que ama.
Soy animal y luego, cuando he follado, cuando he soltado mi leche en tu rostro anegado de lágrimas, soy hombre y puedo escribir estas cosas con la frialdad de mi semen mojándome los testículos, goteando de mi pijo entre los pies. Disfrutando de tus lágrimas, de tu miedo.
Jamás seremos amigos, no puede haber amistad ni buenos deseos cuando ya no puedo tener el coño que tanto he penetrado y apresado en mi puño crispado.
Sin embargo, sé que no hay justicia; sé que serás feliz, sé que tienes en tu vientre a su puto hijo desarrollándose. Sé que no moriría jamás ese cabrón por una justicia divina, ni por mi deseo irracional de que te derrumbes ante su cadáver. Dios no existe ni existen poéticos hados.
Es todo una mierda, como tu coño cuando se llenaba de él.
Y nadie muere por causas mágicas ni divinas, soy celoso; pero no imbécil.
Así que aquí tienes su cabeza; le he cortado los párpados para que puedas ver cuanto pánico había en su mirada momentos antes de morir.
Ojalá pudiera verte gritar y llorar ante la cabeza que habrá caído a tus pies. Ojalá pudiera estar cerca para darte una patada en la tripa y matar la vida que llevas dentro.
Me da igual que estés dentro del periodo legal para el aborto, no soy un hombre socialmente integrado.
Deseo que tu pena sea inmensa. Cada vez que mires a tu hijo, que veas la cabeza cortada del hombre que amabas.
Si estuviera ante ti, te acariciaría los pezones como te gustaba, con descaro ante el mundo; mientras lloras por el perro muerto.
¿Seguro que un día no te tocarás excitada leyendo esta carta? Con el tiempo, buenos y malos nos hacemos deliciosamente perversos.
Avisa a la poli, llama a quien quieras; ya no me verás jamás. No habrá cárcel para mí, estoy muy lejos. No me interesa tu muerte, sólo tu pena. Soy libre y ya me siento tranquilo.
No hay justicia ni para ti ni para mí; es lo maravilloso de este mundo de mierda.
Es curiosa la felicidad, la tuya era mi desgracia y la mía tu dolor.
Así no hay quien folle. No se puede uno relajar ante tantas antítesis enfrentadas.
Ojalá sufras toda tu vida.
Te quería.
Que te jodan.
P.D.: Ya empiezo a sentir indiferencia por tu dolor. Lo tendría que haber hecho antes, ése ha sido mi fallo. Lamento que hayas sido feliz en algún instante.



Iconoclasta

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15 de diciembre de 2008

Hola bebé

Hola bebé.

Déjame que te diga algo antes de que tu madre te coja en sus brazos, antes de que sientas cerca su respiración.

Sólo durará el tiempo en que unos brazos enguantados y asépticos te limpien y te lleven a tu fuente de vida. No es mucho pedir, bebé. Tienes toda la vida y yo ya he gastado una parte importante. Sólo son algunos apuntes, algo que te ayude a entender pequeñas cosas cuando seas algo más mayor.

Sí, puedes llorar lo que quieras, no me molesta; es más me gusta. Tienes fuerza en tus pulmones, precioso bebé.

Estarás esplendoroso una vez limpio; porque ahora pareces un soldado herido y cansado; cansado de nacer. Es normal, a mí me pasó.

Así sucio estás hermoso. Estás para comerte cachorro; así de luchador y bravo.

Pero sólo te lo digo yo, tus padres y abuelos te verán radiante cuando estés limpio. Es que os admiro así, tal y como nacéis.

No me hagas mucho caso, sólo escúchame mientras lloras.

Cuando te digan que eres un ángel, tú les sonríes, no les creas. Sé listo, a ellos les encanta verte sonreír. No eres un ángel, eres un cachorro humano sin ningún adorno pero bello per sé.

De inconmensurable valor.

Los ángeles no existen pero, será bello soñar que están a tu alrededor.

Esto te lo digo para que no te despistes y salgas volando por la habitación. Repito, no eres un ángel, pero ríeles como si lo fueras.

A ellos les gustan estos detalles.

Bebé, lo lamento pero; tengo que decírtelo: la vida será dura. Los primeros años pasan volando; son los buenos.

Luego es posible (sólo posible y probable) que te sientas mal.

Nunca les reproches a tus padres lo feo que es el mundo en el que te han parido. Habrá momentos en que lo querrás hacer. Eres pequeño aún, ya me entenderás. Sólo deberás sentir el orgullo que sienten de ti para no herirlos innecesariamente.

Seguro que serás una niña preciosa porque me lo han dicho; lo sabía porque hoy día se saben las cosas antes de que ocurran; hay personas que dicen saberlo todo. No las creas, escúchalas y mira sus ojos; dentro de poco tiempo detectarás la mentira si prestas atención.

Has de hacerlo para aprender, bebé. Para ser una mujer hermosa, un hombre hermoso. Deberás entrenarte para escuchar y comprender, jamás para creer.

Y ahora, procura llorar poco, pequeña.

Es que los padres nos sentimos fatal cuando lo hacéis, porque no entendemos vuestro idioma y no sabemos si lloráis por hambre o por un dolor. O simplemente de aburrimiento; por oír hablar a los grandes seres bípedos.

Un pequeño truco para que te rías: de vez en cuando pregunta a los que te rodean de donde salís los niños. Te vas a reír un montón cuando oigas sus tonterías. Te lo vas a pasar bien. Esto, hazlo cada seis meses a partir del momento en que sepas hablar. Así los irás preparando, irán aprendiendo que eres pequeño, que necesitas aprender y conocer verdades. Debes comenzar a comprender la vida enseguida. La vida en si es maravillosa si nadie se inventara prohibiciones, castigos y condenas. Ve con cuidado con ellos; con los fabricantes de credos y leyes. No debería decírtelo porque eres pequeña; pero hay tantas personas malas que pueden llegar a tapar el cielo.

Tus padres son imperfectos, se equivocarán y te enseñarán cosas creyendo que sus errores son aciertos. Ámalos como padres y compréndelos como personas. Con el tiempo han de ser tus amigos. No los quieras simplemente porque te dieron la vida. Sería injusto. Ellos no se merecen que se les tenga por perfectos. Sus errores son perdonables porque tú has de cometer muchos. Los amigos se perdonan esas cosas, pequeña.

Ahora, cuando tu madre te acoja busca sus senos, que sienta que es necesaria. Aprieta tu cabeza contra su pecho y siente el calor. Deja de llorar, es la hora de comenzar a sentir.

Y ahora ya te dejo tranquila pequeña, mamá estará cansada. Me voy. Hasta siempre, pequeña guerrera de la vida.

Si un día nos encontramos, si consigo vivir hasta ese momento, no me recuerdes por estas palabras. Me daría un poco de vergüenza.

Besitos y buen sexo (ya me entenderás).


Iconoclasta

9 de diciembre de 2008

666 gótico

Ahora soy un director de cine underground y carismático. ¡Ja!
Buen sexo.

Iconoclasta

8 de diciembre de 2008

Dangerous Pezons (final)

La puta me saludó con frialdad.

—¿No es un poco pronto? A las seis de la tarde se toma un café o se va al gimnasio.

Era una amargada.

—Trabajo en el turno de mañana. Y si no quiero que mi mujer se entere de que le pongo los cuernos y me gasto la pasta de las gratificaciones, he de llegar pronto a casa. Así que empieza a hacer alguna gracia, porque me ha costado una pasta —la saludé yo también.

—¿Así?

Se había cogido los pezones entre los dedos de cada mano y los comenzó a estirar, estiraba tanto y sin cuidado que parecían que los iba a arrancar, el broche central del sujetador se abrió y sus grandes tetas parecían pender aún más pesadas de su delgado y pálido pecho. Salían chorritos de leche entre los dedos que caían sobre sus piernas y braguitas.
La verdad es que la puta valía aquella pasta. Abrí la bragueta del pantalón y metí la mano necesitado de masturbarme.
Se dio unas fuertes palmadas en los pechos. Los pezones dejaban escapar de nuevo, finos hilitos de leche en aleatorias direcciones.

—Mira como me castigo por mala. Toda esta leche tirada por el cuerpo, por el suelo... ¿Qué comerá hoy mi hijito?

A mí la hambruna me la pela, no soy sociable ni solidario. Soy un hombre que folla y poco más. Así que su hijito me la pelaba también; pero he de reconocer que era de una malicia bárbara.

—Yo también tengo alimento aquí —y me saqué el pene por la bragueta, tiré de la piel y descubrí el glande amoratado por la gran irrigación sanguínea. Notaba cada vena retorcerse en torno al bálano como raíces buscando agua en una tierra seca sin vida.

Las cosas de follar siempre me inspiran líricas imágenes.
Emy separó las piernas, se llevó la mano a la braguita rosa de algodón y apartó la tela que protegía la vagina hacia la ingle tirando del camal. La vulva apareció brillante y mojada de leche materna.
Haciendo tijera con los dedos separó los labios mayores de la vulva y un clítoris largo y grueso floreció de entre aquella carne mojada y flexible. Nunca había visto algo así de grande. Se me hizo la boca agua y un filamento de fluido se desprendió lentamente de mi glande como símbolo de admiración.
De pronto, quedose quieta mirando fijamente mi polla. Está bien hidratada y cuidada, me depilo por higiene laboral y la someto a breves sesiones de rayos UVA para que tenga una bonita y apetitosa apariencia, ya que sirve para ilustrar algunos folletos de instrucciones de uso y publicidad de los condones. También es utilizada como modelo para realizar algunos regalos promocionales. Realmente, el noventa y cinco por ciento de mí, está en la polla. Son cosas que con las que uno aprende a vivir.
Abrió el cajón del tocador y sacó uno de aquellos famosos consoladores que se regalaba mediante sorteo. El ó la concursante debía enviar la prueba de compra de una caja de condones de la línea “Penetraciones de ensueño” y recibía como regalo la reproducción de mi pene a escala real.
Me emocionó vivamente.

—¡Eres tú! —exclamó mirando con incredulidad la polla de resina y la mía.

—Psé —dije con mi locuacidad habitual.

Y dejé de cogerme la polla para sacarle brillo a las uñas de mi mano derecha en el pecho.
Los ojos de la puta se entrecerraron como sólo una mujer aquejada de lujuria aguda puede hacerlo, levantó las piernas al tiempo que las abría y abierta en todo su esplendor se metió a mi hermano de plástico en el coño, tan rápida y profundamente que sentí como mi glande intentaba salir disparado para meterse en aquel coño indecentemente lleno y mojado.
Me aproximé a ella y acaricié sus pezones con mucho tacto, estaban tan duros... Se masturbaba con vehemencia y ya que me tenía cerca, me cogió con fuerza el pene y lo meneó como una posesa.

—Eres tan puerco... —y cerró con fuerza el puño en mis cojones.

Yo pensé en la imprevisibilidad que me comentó la recepcionista sobre las madres putas primerizas y no conseguí ser comprensivo. Lancé un grito muy agudo, casi femenino y tuve que darle una bofetada para que me soltara. Emy aflojó inmediatamente el puño y me dio un beso en la punta del pijo con una sonrisa traviesa. El reguero de sangre que bajaba por la comisura de sus labios, le daba un aire de vampiresa.
Y seguí jugando con sus pezones. Lo del tacto exquisito y la sutilidad me dura lo que una botella de agua mineral en boca de un etíope y cerré con fuerza mi puño en el pezón izquierdo. Emy se quejó y el chorro de leche que salió le dio de lleno en un ojo. El rímel negro se mezclaba con la leche y parecía desamparada; había una fuerte carga dramática en aquella habitación de puta.
Apreté más el pezón hasta que la punta enrojeció saliendo por el puño y ella clavó las uñas en mi bálano hasta hacerlo sangrar.

—¡Qué hijo de puta eres, cabrón!

A mí, incluso me gusta que me traten como un mierda durante el cortejo sexual, pero aquella puta parecía Regan (la niña de El exorcista), pero como mi pijo estaba rozando su teta derecha, sentí más gusto que miedo.
Y además, si una tía te dice eso moviendo la estatua de tu propia polla en su chocho, no tienes porque tomártelo todo a mal; en el fondo te están rindiendo culto como a un dios.
Ya quisiera dios meter su cabeza en el coño de una mujer caliente.
El follar me hace épico, fuerte, heroico y viril.
Dejó el pene de plástico clavado en su vagina y se dedicó a acariciarme los cojones con la otra mano. Yo los contraje con miedo a que sufriera otro ataque de imprevisibilidad.
La obsequié metiéndome el pezón dolorido en la boca y se le escapó un suspiro que casi provoca en mí una vergonzosa eyaculación precoz. Serán putas, pero tienen una forma de gozar muy intensa para desquitarse de los polvos aburridos y a-orgásmicos de los que son objeto por parte de la mayor parte de sus clientes.
Cuando mordí el pezón, aunque lo hice con cuidado, me inundó la boca de leche, tosí y me salió por la nariz. Le cogí un marlboro y me lo encendí para ayudar a pasar aquel mal trago. La nicotina y los alquitranes volvieron a crear una capa protectora en mi laringe y combatieron eficaz y rápidamente los nocivos efectos de la leche.

—¡Eres la más puta de las putas! —le susurré al oído.

Le saqué la polla plástica y la tiré al suelo, hice presa en el superclítoris y con los dedos índice y pulgar lo masturbé como si fuera un micropene. Emy, o se había ilusionado mucho con conocer al probador de condones de su marca habitual de condones o necesitaba un polvo de verdad como una loca. Porque cuando le metí los cuatro dedos en la vagina sin ningún cuidado, comenzó a golpearse los pezones con las púas del cepillo para el pelo. No sé por donde pasó la mano para hacerse con él; pero apareció allí y pensé en lo maravillosa que es la vida cuando nos ofrece su magia.
Le apresé bien la teta con la mano que tenía libre y le mantuve el pezón alto para que pudiera castigarse más certeramente. Noté como se me escapaba una gota de semen por el pijo y apreté el culo, la próstata y todo lo que pude para que aquello no fuera a más.

—Te está sangrando el pezón —así que saqué lentamente los dedos de la vagina para que se relajara.

—No, no, no... —se lamentaba entre gemidos.

No recuerdo bien lo que dije, sólo recuerdo palabras inconexas; estoy seguro de que dije algo sobre cagar, dios, la puta, la madre y algo sobre arrancar una cabeza a puñetazos.
Tengo unos prontos malísimos.
No sé como llegó aquella pinza de largas púas para el pelo a quedar enganchada en mi tetilla. Supongo que debería haber imaginado que algo así podría pasar cuando ella jadeó excitada:

—¿Te gusta joderme los pezones, eh cerdo?

Me la arranqué como King Kong se quitaba las pequeñas lanzas del cuerpo y continué trabajándome a la puta ignorando el dolor y la humillación.
Me coloqué a su espalda, muy zorro yo, cogí su otro pecho, que estaba menos magullado, lo elevé hacia su boca y la obligué a que mamara su propia leche. Yo tenía el pene pegado a su espalda y me frotaba rítmicamente contra aquella piel hidratada con crema especial para putas; que es una sub-marca de Dolce y Marrana especial para profesionales.
Ella solita y sin que yo se lo dijera, encogió los labios con fiereza y cerró los dientes apresando al pezón. Una y otra vez lo hacía resbalar por entre los dientes. No había que ser puta para saber que aquello dolía una barbaridad.
Pues siguió así hasta que se hinchó como el pulgar de mi mano.
La obligué a apoyar los pechos en el tocador con el culo en pompa y las piernas separadas. La penetré profundamente y bombeé en su coño hasta que noté como su coño se contraía, en ese mismo instante una oleada de humedad inundó mi polla y cuando la saqué, goteaba zumo de puta.

—Cerda, puerca, asquerosa, zorra... —le recité en el oído mientras se apretaba el pubis y el coño con la mano intentando contener el placer.

Conseguir que una puta se corra antes que tú, tiene mucho mérito, no soy un hombre humilde y de hipócrita modestia. En aquel mismo instante, pensé en pedirle dinero por el polvo; pero por puta que fuera, seguro que tonta no. Y dominé así mis fantasías sexuales de ser puto.
Los pezones daban pena, penita, pena de hinchados, amoratados y duros.
La obligué a tenderse de espaldas en la cama y yo me puse a horcajadas sobre su vientre, con aquellos tremendos obuses rozándome el pene.
Metí el pene entre las tetas y ella las apretó contra sí con ambas manos a la vez que los agitaba arriba y abajo.
Cuando sentí que la paja tocaba a su fin, le dije:

—Y ahora el tratamiento para la hidratación de los pezones.

Presioné el meato del glande contra la areola de su teta izquierda hasta que el semen empezó a derramarse pecho abajo. Hice lo mismo con la derecha hasta vaciarme completamente.
Y sintiendo un hambre atroz, le masajeé con mi propia leche los pezones hasta que estos se relajaron y ella también. Yo pensaba en la merienda. Follar me da hambre.

—Iconoclasta... Ummm... ¿Me firmarías mi juguetito?

—Claro, como no —recogí la polla de plástico del suelo, la limpié en la sábana y estampé mi firma con prisa. Se lo metí en el coño de nuevo.

—Te regalo una segunda sesión —me ofertó frotándose distraídamente el monte de Venus.

—No puedo quedarme más tiempo, tengo que recoger a mi hijo en el gimnasio.

—Puta loca —le dije a modo de despedida.

—Te amo —respondió imprevisible de nuevo y sentí cierta vergüenza, soy un hombre humilde.

Ojalá hubiera sido así de imprevisible hacía unos minutos la hijaputa.
Entré en la hamburguesería y dejé la camisa perdida de mayonesa y ketchup. Me embrutecí por el hambre a pesar de la irritación de mis testículos y la tetilla derecha.
Cuando llegué a casa, puse los cojones en agua muy caliente suspirando de alivio y aplicándome mascarilla hidratante en el pezón derecho intentando que consiguiera reducirse a su tamaño normal antes de que mi mujer llegara de trabajar para hacer la cena y se le ocurriera acariciar mi poderoso pecho como tantas veces suele hacer cuando tiene ganas de follar.
Peligro es mi apellido...


Iconoclasta

3 de diciembre de 2008

La república bananera de Cataluña y las bolsas de plástico


¿Cómo no iba a ser la república bananera de Cataluña, la primera comunidad de España en cobrar al trabajador dos veces las bolsas de plástico del supermercado? (Dos veces porque las pagamos con cada compra, en todos los productos, los costes están añadidos. Es algo básico, algo que aprendemos de pequeños).
Los comercios no regalan nada.
Cataluña practica una usura sólo comparable a la que practicaban los señores feudales en la edad media con sus campesinos. Y demos gracias a que no vuelva el derecho de pernada y algún funcionario o político se quiera tirar a nuestras mujeres.
En Cataluña sólo ha cambiado el decorado y el vestuario.
Aunque ser los primeros en pagar doble no está mal, es un orgullo. Sobre todo para los políticos y altos funcionarios que no van a cargar con un cesto de la compra ni con el carrito. Y les importa una mierda unos cuantos euros al año. Cobran demasiado estos usureros catalanes.
Y una mierda ecología.
Ladrones...
Buen sexo.


Iconoclasta

26 de noviembre de 2008

Dangerous Pezons (I)

El nombre del local, aunque vulgar, cacofónico y provinciano; tiene su misterio. Soy un probador de condones aventurero.
Uno no sabe dónde se puede encontrar el peligro, si en los pezones propios o en los ajenos. Si los pezones son peligrosos o hay peligro para ellos.
“Peligro es mi apellido” pensé. Y me dirigí hacia la entrada.
Una teta artificialmente rosa y plástica alojaba un pulsador a modo de pezón y sobresalía con lujuria de la jamba de la puerta de entrada asquerosamente pintada en rosa pálido.
No me meé encima epatado por la originalidad derrochada porque soy frío, calculador y carismáticamente grave; pero a juzgar por el olor, o aquella entrada era el pipi-can del barrio o el cliente que tocaba el timbre, efectivamente se meaba encima emocionado por la decoración exterior.
Lo presioné con asco y froté el índice en la madera del marco parar arrancar cosas invisibles que se hubieran podido adherir a mi suave y tersa piel.
El sonido no me inmutó, mi sagacidad natural me hizo temer algo así; pero alguien con menos sangre fría que yo, miraría a izquierda y derecha avergonzado ante el elevado volumen de la grabación de gemidos sexuales que hacían de melodía del timbre.
Abrió la puerta una mujer de pelo castaño recogido en un moño desgreñado en la nuca, gafas de concha blancas y estrechas. Una falda oscura de tubo le llegaba hasta las rodillas y estaba tan ajustada que era obvio que no llevaba bragas.
Tampoco llevaba medias que cubriera aquella piel lamible. Una camisa roja y brillante cuyo enorme cuello se abría hasta posarse en los hombros, mostraba un escote indecente que descubría las curvas de sus pechos, escondiendo con dificultad las areolas. Cada vez que respiraba, los pezones eran iluminados por la luz y me la puso dura. Estuve tentado de pelármela delante de ella y dejarle un billete de veinte euros en la boca.
No sabría decir de qué color son mis calzoncillos; pero a las tías buenas, más que admirarlas, las escaneo y quedan grabadas en mi memoria para siempre. Tengo un importante banco de imágenes de mujeres deseables para mis gratos momentos de auto-complacencia.
La puti-secretaria-recepcionista se hizo a un lado con un simple “buenas tardes” y entré rozándole los pitones con mis poderosos hombros.
Se puso delante de mí cuando cerró la puerta y caminó con dificultad debido a la ajustada falda y la altura de los tacones de los zapatos de charol negro.
Llegamos a una mesa de madera estilo Luis XV, más falsa que un billete de Monopoly.


—Siéntese, por favor.

Exhibió una sonrisa preciosa que me hizo sentir bien y me enamoré de Vicky. Su nombre estaba escrito en un letrero dorado con letras caligráficas negras que se encontraba delante de un libro de registro, con la portada ilustrada con dos grandes tetas cuyos pezones se encontraban amoratados y magullados. Uno de los pezones estaba desmesuradamente dilatado por una bomba succionadora. Lo sabía porque veo muchas pelis porno.
La verdad, soy valiente cosa mala; pero aquella imagen puso duros y erectos mis propios pezones.
Pensé en volver inmediatamente a casa con mi mujer y mientras mi hijo hacía los deberes, que mi santa me la chupara. Y encima gratis.
Vicky, abrió el cajón central de la mesa y sacó un álbum de tapas negras satinadas, en letras azules Arial tamaño un millón, se podía leer: Dangerous Pezons. Lo colocó frente a mí girándolo y lo abrió.
Era un muestrario de las putas de la casa y además de ser todas preciosas, sus pezones eran de un tamaño desmesurado, incluso en las que tenían las tetas pequeñas, los pezones parecían dos misiles blandos que se prestaban a meterlos entre los labios y tirar de ellos hasta que la puta gimiera entre dolor y placer.
Algunos de aquellos pezones parecían doblarse por su peso y longitud; pero cuando se excitaban (por cada puta había una foto de antes y después) se elevaban con lujuria y gallardía ante un mundo hostil, peligroso e insensible. De nuevo me sentí emocionado y lírico.

—¿Y por qué lo de Dangerous Pezons? A mí me parecen monstruosos; pero no me inspiran miedo. Y pezón en inglés es nipple.

—Nuestras chicas tienen una técnica especial para usar sus pezones. Algunos son peligrosos y otros no, como los pimientos de Padrón, vamos. ¡Ja ja ja ja! —su rústica expresión la hizo más adorable aún— En esta incógnita se encuentra la exclusividad de nuestro negocio. Hay chicas que trabajan con tal dedicación que sus pezones acaban tan irritados que los clientes sienten que han conseguido doblegarlas y tienen el orgasmo más intenso de su vida cuando las chicas llorando, piden que les curen los pezones y les apliquen crema cicatrizante. Y para hacerlo, se han de acercar bastante a ellas y ellas se dejan hacer. El resultado final depende tanto del cliente como del carácter de la chica elegida para el servicio —me explicó al tiempo que pasaba el bolígrafo señalando las distintas modelos y su precio.

—Y sé cómo se escribe pezón en inglés, pero en mi casa hago lo que me sale del coño.

Debería haberme casado con esta mujer, el destino es una mierda y siempre sale alguien a quien amar de la forma más inesperada.
El pecho izquierdo había salido completamente fuera de la camisa y yo no le hacía ni caso al boli. Sus pezones eran normales, preciosos y bien proporcionados.

—¿Por qué son de distinto precio?

—Según la chica y su técnica, emplean diferentes tiempos para dar placer al cliente. A mayor tiempo, más precio.

Era lógico y justo. En las cuestiones del follar, no es como en el trabajo, la política o las leyes. El sexo de pago suele ser caro; pero justo.
Había una morena de media melena, ojos oscuros y con unas areolas tan oscuras como su cabello. Los pezones parecían tirar de las tetas y tenían una preciosa forma cónica. En la foto del después, los pezones sobresalían como dos dedos más entre sus manos y las areolas se contraían con los poros de la piel erizados. Los pezones estaban húmedos.

—Esta —señalé.

—Emy aún tiene leche, hace un mes y medio que fue madre y te podría ahogar con todo lo que le sale de ahí. Aunque la hace un poco irritable en algunas ocasiones. Las madres primerizas son un poco imprevisibles.

A mí me la pela, “dangerous es mi apellido” pensé con la polla presionando salvajemente dentro del pantalón y sintiendo como el baboso flujo empezaba a cubrirme el glande.
Si arrastrara mi pene por el suelo, confundirían mi rastro con el de un caracol.

—El pago del servicio por adelantado. ¿En metálico o tarjeta?

—En metálico —estaba buscando el sobre con el dinero semanal que me daban en negro como gratificación.

Le pagué los doscientos cincuenta euros y aún me quedaba en el sobre para tomarme una hamburguesa royal con patatas deluxe y salsa de cebolla, unos fingers de queso, una cola grande, dos croquetas de jamón, un trozo de tarta de chocolate, un batido de fresa y un café con leche con galletas cookies. Me gusta merendar bien cuando acabo el trabajo y cuando acabo de follar. Aunque en mi caso pueda parecer lo mismo, probar condones bajo la presión de un horario y unos objetivos por día, no puede considerarse del todo placer.
Soy un currante y punto. Empiezo a vivir cuando se acaba la jornada laboral y las pajas y cópulas a las que someto a mis compañeras de trabajo, son sólo tareas ya rutinarias. No es lo mismo eyacular por obligación que por devoción.
Mi mujer no se siente especialmente engañada cuando me tiro a tres o cuatro mujeres al día en mi departamento; pero si se entera que voy de putas, me monta un pollo de te cagas moragas. Cuanto más conoces a las mujeres, más seguro estás que se pasan por el coño los procesos lógicos en sus cerebros eficaces, agudos y retorcidos. Son caprichosas y volubles; pero si están buenas y húmedas se les puede perdonar.

—Puerta 3 A. No llames entra directamente, es demasiado pronto para la clientela, madrugador.

Me dieron ganas de llamarla puta y usurera, pero pensé que si volvía otro día al local, no habría buen rollo.

—¿Y tú no sabes hacer nada con tus pezones?

Estaba seguro de que se ruborizaría, pero algunas veces la vida nos sorprende de la forma más deliciosa y a veces también, espeluznante. Así que me arrepentí al instante de haber hablado.
Se abrió la camisa hasta descubrir ambos pechos, rebuscó a tientas en el cajón mirándome a los ojos con fiereza y sacó una grapadora con la gracia de un prestidigitador.
Se llevó el instrumento al pezón izquierdo y presionó.
Aunque todo duró una centésima de segundo, mi mente captó con todo detalle y nitidez el pezón aplastado por el cabezal de la grapadora, la lengua voluptuosa asomando entre sus dientes. Los dedos de afiladas uñas sujetando el pecho y la otra mano aferrando con fuerza el aparato. Satánico.
Lanzó un gritito y sus ojos lloriquearon un poco. Se me pusieron las pelotas duras como el cuero.
Con la respiración agitada y la grapa clavada en el pezón, se recogió con el dedo el proyecto de lágrima para evitar que se corriera el rímel y de nuevo con su obscena lengua entre los dientes y la respiración agitada, hizo pinza con los dedos sobre la grapa y lentamente la sacó. Se resistía y el pezón se tensaba y tensaba hasta que por fin comenzó a deslizarse a través de la grapa y volver a su lugar. Cuando se la sacó del todo, noté que me había clavado las uñas en las palmas de las manos al apretar con fuerza el culo y por simpatía los puños.
Yo soy muy poco delicado, puedo aguantar sin asco correrme en la boca de una mujer; pero a pesar de mi serenidad, aquello me espeluznó y mi polla dentro del calzoncillo se quedó lacia como un pelele. Además soy un profesional y la delirante escena me preocupó, aquellas grapas no estaban esterilizadas, no se encontraban en un medio suficientemente aséptico.

—También lo hago con los clientes —me explicó.

Mi cerebro estaba haciendo toda clase de ruidos procesando toda la información y rápidamente, en apenas doce segundos le pregunté:

—¿Emy es también aficionada a los objetos de papelería?

Sonrió como una niña; pero en puta.

—¿Quién sabe? Los pimientos de Padrón que unos pican y otros no.

Di media vuelta antes de acabar de oír el refrán porque tengo poca paciencia para la sabiduría popular y me dirigí al pasillo que me había indicado. En cada puerta de las seis que había a ambos lados del pasillo, colgaba una teta con el nombre de la puta.
Cuando abrí la puerta, mi pene había resucitado y mi glande se encontraba de nuevo resbaladizo y cremoso.
Cuando Emy se giró hacia a mí desde el tocador frente al que estaba sentada y vi aquellos pezones al aire a través del sujetador blanco sin copas (especial lactancia), el pezón grapado entró a formar parte de los recuerdos de un pasado lejano y cuasi onírico.

(continuará)


Iconoclasta

22 de noviembre de 2008

Antes perro que mujer

No voy a ser tan hortera de reflexionar sobre mi crisis económica y mucho menos sobre la miseria española y la mundial.
A Mí me van las tetas.
A Mí lo que me interesa son los concursos de discoteca en los que a las ganadoras les obsequian con un premio que consiste en hacerles las tetas más gordas. Eso sí, sin que les peguen varazos en cada pezón hasta que se les hinchen las tetas al tamaño deseado.
Por suerte, han suspendido el concurso y ya no se sortearán las tetas para no herir la sensibilidad del paleto medio español.
Estoy seguro de que también dejarán de emitir anuncios de clínicas estéticas promocionando el aumento de tetas en radio y televisión. Y que con el tiempo, las mujeres que deseen operarse lo que les salga del coño, serán debidamente castigadas. Con la misma vehemencia que esos fanáticos esquizofrénicos, fascistas y devotos creyentes, se manifiestan en las clínicas ginecológicas en las que se realizan abortos.
Ni muerto quisiera ser mujer. Una mujer con inquietudes y cerebro; porque con tanto hijo de puta fanático, correría el riesgo de ser enterrada hasta el cuello con una bolsa de supermercado en la cabeza y rodeada de cuarenta hijos de hermanos y primos que me destrozarían la cabeza a pedradas lanzando gritos en catalán, castellano, euskera y gallego. Y todo porque el cordón del tanga se me había metido en la raja del coño.
Tenemos una ministra de igualdad, que usa la libertad de la mujer como compresa.
¿No es maravillosa esta broma de democracia?
Deberán pasar más de veinte generaciones para que la basura genética de estos defensores de la decencia desaparezca entre otras taras y dejen decidir de una puta vez a la mujer hacer lo que le de la gana con su cuerpo y con su vida.
Panda de asquerosos.
Os dejo, que me voy a alargar más aún la polla; a ver si esos cívicos y éticos ciudadanos, me la chupan hasta cansarse y así se distraen y dejan a las mujeres hacer lo que han de hacer.
Buen sexo y a los decentes, éticos y cívicos que los sodomicen con una vara rota.

Nota para los decentes y meapilas:
La expresión: hijos de hermanos y primos, significa que sois producto de una relación incestuosa e insana. Ved en el diccionario: endogamia.
Sodomizar es dar por culo.



Iconoclasta

19 de noviembre de 2008

Un Dios entre las piernas

Podría decir sin asomo alguno de vergüenza, que tengo a Dios entre las piernas.
No es que crea en Dios; no soy de esos. Sin embargo, eres una Diosa y como muestra de respeto y veneración, sólo puedo ofrecerte algo de tu rango divino.
Algo tan carnal y lujurioso, que tus ojos no se encuentren con los míos.
No puedo ser coloquial contigo, es imposible. Tienes la habilidad de sacar ideas de una aberrante sexualidad de mi cerebro simple.
Cuando no hablo contigo, no soy ese derroche de ingenio. Doy pena y mi inteligencia brilla por lo maravillosamente plana que es. Alguien diría que es perfección tersa y bruñida. Algo minimalista; pero claro, una perfección dormida y meramente ornamental.
Si fuera coloquial, te diría lo buena que estás y si te apetece echar un quiqui.
Contigo no es posible ser coloquial, sólo cabe adorarte y cuando uno se sume en semejante trance, es lo mismo que meter el puño en lo más profundo del cerebro y sacar a la luz las ideas que usa todas las noches para angustiarme y maravillarme.
Ojalá fuera de noche y pudiera hablarte desde los sueños, me sentiría en mi propio paraíso. No sería necesario distraerte. Te abrazaría y te prometería mi muerte de pura felicidad.
La realidad es que frente a ti soy demasiado pequeño, es imposible que pueda soportar tu amor sin volverme loco.
Por ello y ante mi falta de cerebro, mi psicología básica me ha llevado por el camino de la lujuria. He untado mi pene con los más fragantes aceites y lo he acariciado pensando en ti hasta cerrar los ojos de placer, mordiéndome los labios hasta sangrar. He creado un Dios que luce y radia como un sol. Es la carne pura, carne tersa y mojada; un cíclope que llora de ansiedad por ti, un puño lo estrangula compulsivamente, colapsa la circulación sanguínea que lo expande y endurece. Temo que pueda estallar.
Bum-bum, bum-bum, bum-bum...
No puedo dejar que alteres mi percepción de la realidad. Un sonrisa tuya fractura la atmósfera y un bebé abandonado que muere de frío, se transforma en un niño risueño que me coge de la mano y me llama papá.
No puede hacer daño, no es que me desagrade; pero ya soy mayorcito para que crees ilusiones en mí. Ya he visto el mundo entero, preciosa.
No puedo engañarme.
Mira mi Dios húmedo, duro y lascivo. Déjame que te distraiga para escapar de la belleza que reflejan tus ojos. No refractes mi mundo, no quiero amarte en un universo de belleza y perfección; eso me restaría mérito. Eres una Diosa en un muladar y te abrazo entre los graznidos de gaviotas que picotean mierda, entre la hediondez de restos que se tornan venenosos con el calor.
No necesito que el mundo sea maravilloso para amarte, te amo aquí, así de sencillo. Así de fácil.
La mariposa es bella, hasta que encuentras sus ojos compuestos y crueles; su gusano velludo. Mi mundo es una trampa de belleza y fealdad alternante y no siempre es bueno-malo. Hay un ritmo: malo-malo-malo-malo-bueno-malo-malo-malo....
Y la única constante de belleza y amor, eres tú. No escondes una oruga de mirada fría y terrorífica boca.
Te necesito en este mundo, en lo real, bella como la Diosa que eres, altiva e inalcanzable para un gusano como yo. Eres lo único bello que captan mis ojos.
Eres un cuerpo espléndido entre alas de mariposa.
Y todo lo demás, es infección. No me quites el mérito de haberte encontrado, no crees espejismos de un mundo en armonía. Te necesito aquí, en lo verídico. Un trazo de belleza en un universo deprimente.
Mira mi Dios, ríndete al Tótem, mira su ojo ciego cabeceando por meterse entre tus piernas y no me mires a los ojos. Porque no quiero que me transportes a la Nebulosa del Amor, donde las mariposas, tienen una mirada cálida y una boca hermosa.
No me beses los labios, son tan cálidos que es pura narcosis. Besa al Dios. Bésalo, chúpalo y mámalo en silencio y sin mirarme.
Eres mi única estrella aquí, tus ojos reflejan cientos de ellas. No dejes que nada compita contigo en belleza. Aquí no. No quiero ese amor; no quiero engaños.
No me ames.
Simplemente, déjate amar.
Venera a este Dios.
Y déjame algo de cordura.



Iconoclasta

15 de noviembre de 2008

Ratas y azúcar

Hoy tiene que ser especial, un día maravilloso.
Me he despertado así de contento.
También debe influir que anoche tuve una buena sesión de sexo sudoroso, me costó una pasta la puta; pero ¡qué cojones!, las pagas extras están para darse un capricho.
A mí no me quiere ni dios, así que tampoco puedo escoger y debo pagar. A pesar de todo, hoy soy moderadamente feliz. No siento esa tristeza al despertar.
Además, no todos tenemos la suerte de ser unos mega-guapos-enrollados-de-piernas-depiladas. Por lo tanto, tampoco mi físico cumple con los cánones sociales. No tengo chepa, pero soy muy pesado y no me sale de la polla adelgazarme ni depilarme el vello de las piernas.
Si me quedo sin trabajo, no tengo a nadie que me ayude y por lo tanto el sexo pasa a un segundo plano en mis necesidades y preferencias.
Bueno, tampoco me queda mucho tiempo para el bon vivant, trabajo muchas horas al día porque cobro una miseria.
A pesar de que parece que toda la mierda me ha caído a mí, hoy me siento alegre. De vez en cuando se cumple aquella teoría que dice que el sueño es reparador.
Cuando estoy cuasi ledo, llevado por la euforia meo en círculos dentro del inodoro y aunque me moje los pies con la orina, no me cago en Dios como suelo hacer cada mañana.
He de reconocer que lo mío es un poco más grave de lo que pienso, porque no es sólo tristeza lo que me empapa. Hay cierta ira latente que inflama la vena de mi frente mientras muerdo el filtro del cigarro con la polla en la mano. Sin mear en círculos, claro. Insisto, sólo meo en círculos cuando soy uno con el universo, que tome nota el cabrón del notario que para eso cobra una pasta.
Llegó el momento de la verdad: cierro los ojos y levanto la persiana.
Tengo que sorprenderme con un nuevo día, lo necesito. Que esté solito no presupone que sea una persona hosca que merezca un eterno castigo por ninguna razón.
Si he de ser sincero, me molesta un poco haberme salpicado el pie de meados.
Si no fuera por este optimismo que me embarga esta mañana de sábado pensaría que haberme mojado es un mal presagio. O lo que es peor: más de lo mismo.
¡Ajá! Ahí está. Algo ha cambiado, el asfalto de la calle ya no es la misma cinta negra de cada mañana, hay una rata aplastada con sus pequeños intestinos al aire y los cuartos traseros aplastados por una rueda. Estoy seguro de que si abriera la ventana, me llegaría el aroma de la sangre corrupta. Ese olor ácido de la carne podrida. Esa sensación de asco que me obligaría a bajar la persiana y sentarme en el sillón a llorar un rato.
Hoy soy positivo, no importa lo que el nuevo día me depare. Lo importante es que algo cambie y que no vuelva la tristeza.
Y ahora, con la imagen de la rata aplastada aún en las retinas, me voy a hacer un buen café.
No tengo mal gusto, no soy una especie de tarado que disfruta con mierda y podredumbre; ocurre que en el asfalto no crece la hierba, no hay flores. En las calles no hay árboles en los que canta un ruiseñor oculto. Aquí hay otro tipo de detalles que apreciar. Juro que he dirigido la mirada hacia la ventana de mi vecina, pero estaba bajada. Alguna vez la he visto en sujetador y me he masturbado alcanzando así un aceptable grado de placidez.
Cualquier cosa es buena, cualquiera que te libre de esta cancerígena desazón.
No encontrar a nadie que te quiera ni a quien querer, es algo que pesa.
De ahí mis poderosos trapecios neandertales.
¡Oooooo-oooooo-oooooo... Its a biutiful dai! Es U2, cantan que es un bello día y siento un escalofrío de emoción.
Si uno se lo propone, puede ser un gran día. Incluso pudiera ser que alguien se enamore hoy de mí. Incluso la puta, me ahorraría una pasta.
Si no fuera por el humor... Mejor muerto.
No tengo azúcar... No quiero café amargo.
Me cago en Dios.
Estoy cansado de tragos amargos.
Da igual, ya me tomaré el café luego.
¡Qué mierda!
Tampoco pido demasiado, me conformaba simplemente con la rata aplastada, un cigarro y un café.
Está resultando un día diferente; pero no me gusta.
Vale, que no cunda el pánico. Siempre he sido precavido y conservo un frasco de emergencia. Seré un frustrado, pero no soy idiota. Cuando pasas tanto tiempo solo y sobreviviendo en un lugar que no te gusta, tienes que pensar en todo.
Así que hoy no me quedo sin café.
Hace tiempo que se me cayó un azucarero. Cuando algo se me cae de las manos, me siento triste, porque a la acumulación de tristeza y frustración, se añade cierta sensación de incapacidad. Y siento deseos de pensar que soy un tarado.
¡Alto! Hoy es un día positivo. Las ratas mueren, el café ya no es amargo, mis pies huelen a orina y ayer follé. Si es que me quejo por vicio.
¡Its a biutiful day! U2 son buenos tipos; alguien que canta así, que me emociona y me hace sentir esperanzado, no puede ser mala gente.
Me gustaría ser importante para alguien. Emocionar.
Bajo el fregadero tengo los restos del azucarero de cristal roto. Lleva tanto tiempo ahí, que tengo que pulverizar el azúcar en el mortero. Vale la pena el esfuerzo por algo de dulzor.
Porque en un día tan especial como hoy, no voy a sorber otro trago amargo.
Entre el azúcar hay pequeños vidrios que es casi imposible sacar. Y por otro lado se me enfriaría el café y tendría que demorar más mi pequeño placer. Tengo miedo de morir sin tomar mi café, la vida es corta.
Ahora es Tanita Tikaram quien canta el Twist de la sobriedad. No es tristeza lo que siento, es una melancolía que me lleva a la calmada conclusión de que a pesar de que mi vida es una porquería, me siento feliz. Me arrepiento de tan pocas cosas, que podría resultar vanidoso.
Siento un sabor a óxido en la boca. El azúcar ha endulzado bien el café, pero tenía demasiada solera por lo visto.
No importa cuando he fumado, cuando piso la calle la primera vez del día, siempre me enciendo un cigarro. Yo creo que me hace un poco más interesante, menos mediocre. Me torna visible. Dicen que es un vicio asqueroso.
Lo que es asquerosa es la vida, coño. La mía.
Anda... El filtro se ha manchado de sangre. Suelen sangrarme las encías de pura frustración, es normal dice el dentista cuando mira mis ojos.
Llevo ya casi una hora paseando, y sigo sintiéndome bien. Sabía yo que hoy sería un día relajado y tranquilo.
Me he comprado una pluma nueva para mi colección, no es cara, pero es de calidad. He comprado tinta color turquesa para escribir sobre este día tan especial.
Los pantalones están húmedos...
Joder, es sangre.
Me vuelvo a casa y de pasada compraré unas compresas con alas. Aunque me parece estúpido, a mi edad ya soy menopáusico.
¡Ah el humor! Si no hubiera sido por este chiste fácil, sentiría un miedo horrible a lo que imagino que me está ocurriendo.
No es cuestión de ser pesimista, simplemente no soy tan idiota como para ignorar que el vidrio que me he bebido, me está haciendo jirones los intestinos. Vale, a lo mejor no es para tanto y simplemente es una pequeña herida; pero al igual que el algodón no engaña (estúpida publicidad), el peso de la sangre en el pantalón tampoco.
El dolor que siento en el vientre no es moco de pavo, es como si reventara de ganas de cagar.
Así que ahora estoy sentado en la taza del inodoro, mirando mi pluma nueva y pensando que escribir en mi diario.
Parece que ya no sale tanta sangre.
Si es que me meto en cada follón...
Es casi de noche, y el día ha sido diferente. Ahora mismo tengo un miedo del carajo. Sé que voy a morir, se ha infectado algo, podría jurar que noto mi sangre contaminada de porquería. ¿Le llaman peritonitis a esto los médicos? Cuando vuelva a nacer tendré que ser un poco más estudioso. La duda siempre es mortificante.
Como la fiebre que me hace sudar y me provoca escalofríos.
Es en estos momentos en los que se te viene encima el peso de la soledad y de una vida mal construida. Sería bonito tener a alguien que se preocupara de llamar al médico, de que pusiera la mano en mi frente y dijera:”Cariño, estás ardiendo”.
Yo voy a escribir algo porque esto no tendrá un final feliz. Normalmente, acabo el día con un café, pero ya he tenido bastante azúcar por hoy, sinceramente.
Por hoy y para toda la puta vida.
Me cago en Dios.

Querida puta, has sido una parte muy importante de mi vida. Hoy, a pesar de todo este dolor, tu sonrisa ha acompañado mi agonía.
No te sientas mal (no soy tonto, sé que jamás leerás esto), eres una mujer preciosa y por la que vale la pena vivir y luchar.
Aunque me das unos sablazos...
Te quiero, aunque no lo crea nadie. Aunque no lo crea yo.
Moler vidrio no ha sido un accidente, la verdad.


Tal vez sea mejor así, nunca me he imaginado como un anciano. Y si hubiera llegado a viejo, seguramente sería muy desagradable.
La pobre rata...
¿Servirán azúcar con el café en el infierno? Nunca he estado en el infierno. Es una broma de mal gusto que para salir de aquí y conocer otros lugares y otros tiempos deba morir.
Cerraré los ojos, levantaré la persiana y me encontraré... Con una rata asada.
Coño, he vomitado sangre; pero no por asco ¿eh? Seguramente se debe a la hemorragia, no soy un hombre delicado. Estoy curtido.
Que no falte el azúcar, es lo único que pido.
Es curiosidad; pero si estoy tan sólo ¿Cuándo se descubrirá mi cadáver?
Esto duele; yo cierro los ojos que estoy reventado de emociones por hoy.


Iconoclasta

10 de noviembre de 2008

Caída libre

Es una caída libre. Soñar contigo es precipitarse en la cama de siempre en mitad de la noche, tras una vertiginosa carrera vertical.
Así es amarte.
Ocurre tantas veces, que mi corazón se acelera aleatoriamente durante el día y pierde un latido llevado por el vértigo de mi deseo, de mi amor.
Amarte no es aquello tan emocionante que crea sensaciones amables y mariposas en el estómago.
Joder...
Amarte es renegar de lo que he querido y conocido hasta ahora. Eres brutal, un ser de otro mundo que rasga con su rostro deseado la realidad celosamente amurallada a mi alrededor. Argamasa de frustraciones y tristeza. De forzados cariños. Artificios para sobrevivir en un mundo que no era el mío.
Hay un ángel que aviva las llamas del infierno con su belleza, sin ser consciente. Las almas allí claman con más desesperación: quieren dejar de arder e ir con él.
Contigo.
Lo que creí amar es ahora una cotidianidad que me infecta, que me pudre la sangre y la hace barro.
Ahora en mi cerebro hay una certeza desquiciante, cuasi sangrante, de que no nací en el lugar adecuado. No nací en el momento adecuado.
No estabas, mi vida...
Qué triste amarte, qué triste retorcerse en tiempos perdidos, en angustias y falsos amores. Falsas felicidades, mentirosas palabras.
La verdad está en ti, dentro de ti, en tus labios. La he bebido y he enloquecido.
Eres hermosa hasta el paroxismo, te amo con la angustia del viejo que sabe de su piel curtida.
Cuarteada.
Es tarde...
Tu hermosa presencia ha sido una onda expansiva devastadora; grita una mujer y grita un niño, zarandeados y arrastrados por ella. Alzan sus manos sin comprender porque se van. Porque sufren. No los reconozco. Aunque me arañan la piel llorando mi nombre.
Son tus ojos los que lideran el universo. Dadora de vida y esperanza. Destructora de serenidad y paz. Son tus palabras las que me hacen hombre y amante. Tantos errores, tantos engaños para poder llegar a ti... Y no he llegado, has sido una aparición, una revelación. Un deseo que me ha sido concedido.
No estoy reventado, cielo. Es que siento el peso de años perdidos y lo riñones están dolidos.
Besarte.
Hundirme en tu boca es esa caída libre que precipita toda mi existencia pasada por un desagüe atronador.
Amarte es ser cruel, es ser impío. Y así no duele tirarlo todo, no cuesta esfuerzo erradicar recuerdos y afectos como si de tumores insanos se trataran.
No me cuesta nada rendirme a tus pechos y herirlos con mis dientes hambrientos de ti. Clavarte a mí mismo sin ningún cuidado, sin rubor ni pudor.
En medio del fragor de una vida mal hecha, mal dedicada que se pierde en aguas negras.
Una vida sin ti ya no es vida.
Negativo. Ya no, sin ti no quiero.
¿No lo comprendes? No...
Es tu rostro la paz del deseo alcanzado y no hay nada que la pueda enturbiar. No quiero, me comeré mis miserias y masticaré los vidrios rotos. Sonreiré feliz con un poco de sangre entre los dientes.
Sin guardarte rencor por todos estos años que no he sabido de tu existencia.
Jamás juré amor eterno porque no estabas, no eras. No podía imaginar que algo como tú existiera. Soy un fracasado ¿cómo iba a imaginar algo como tú?
Que putada, mi vida.
Otra sonrisa tuya, otro beso mientras todo desaparece a mi alrededor.
Sin importarme. Tan sólo abrazado a ti.
No me dejes, no permitas que caiga de nuevo en el colchón, sujétame fuerte, mi amor. No quiero ir con ellos.
Te quiero a ti, siempre te he querido.
Por eso lloramos algunos al nacer; porque no estabas.
Por eso grito y me asusto en mitad de la noche, cayendo... No es el miedo a morir, es el horror de desprenderme de ti.
Es la caída libre de nuevo a la mediocridad.
Rotos los dientes de tanto quererte.


Iconoclasta